Título Original: Gummo (1997)
Director: Harmony Korine
Guión: Harmony Korine
Actores: Linda Manz, Max Perlich, Jacob Reynolds, Chlöe Sevigny, Jacob Sewell, Nick Sutton, Lara Tosh, Carisa Bara
En más de un momento he prafraseado al gran Matías Prats Jr viendo la ópera prima como director del joven guionista Harmony Korine, habitual colaborador del fotógrafo y realizador Larry Clark en la escritura de sus films. Gummo recibió varios galardones en distintos festivales en 1997 y fue durante un tiempo, allá por la segunda mitad de la década de los 90, un notorio estandarte de cierto cine independiente estadonuidense. A día de hoy está muy olvidada y pocos se acuerdan de ella, por suerte para el sentido común.
Gummo, es una enorme hez fecal en imágenes. La primera película de Harmony Korine como director es una soplapollez tal, que decir que es cine es un insulto a la inteligencia del cualquier espectador que se precie de serlo. Gummo no es una película, es el resultado de poner una cámara delante de todos los deficientes mentales, pirados, mendigos y niñatos fumados de tu barrio e ir enlazando las imágenes unas con otras sin sentido o rigor alguno. Sólo para ver como queda, reírte con tus colegas por ver como salís en pantalla y que un puñado de flipados con ínfulas de radicales trasnochados alabe tu talento para retratar una sociedad cruda, decadente y sucia donde la alienación infantil está al orden del día.
Pues no, Gummo no aporta nada en ningún sentido, ni siquiera está rodada porque la cámara está ahí de la misma manera que podía estar metida en un cubo de basura. Korine cuenta lo que le da la gana y por eso mismo no cuenta absolutamente nada, porque realmente no tiene ni zorra idea de lo que quiere hablar. No sólo no hay historia (no siempre es necesario, ahí tenemos muchas muestras de arte y ensayo de calidad dificilmente cuestionable) es que no hay ni personajes. Los mismos son vecinos de barriada mostrados en una especie de vídeo casero rodado en cine que quiere ir de veraz por insuflarle un aire de documental forzadísimo, pero que solo transmite hastío, aburrimiento, indiferencia y en los peores casos gilipollez pura y dura.
Por mucho que hable (de manera estúpida, pero agradecidamente carente de efectismo y sin afán de sensacionalismo) de temas potencialmente complicados y poco agradables como la pederastia, los malos tratos, la violencia de género, el sexo entre retrasados mentales, la carestía económica, el uso de la religión como opio del pueblo, no hay una coherencia conceptual, no existe una verdadera mirada profunda. Todo es un sinsentido repleto de escenas insulsas, improvisadas, exasperantes que no dicen nada, que muestran la más absoluta vacuidad. Korine quiere ir de intimista con sus personajes y lo que en verdad consigue poco tiene de minimalista, transgresor o analítico.
Al director de Julien Donkey Boy le gustaría ser Gus Van Sant, pero como no puede ni queriendo se conforma con aspirar a ser un Todd Solondz sin inteligencia alguna. Aunque al final sólo llega a sucedáneo de su amigo y mentor Larry Clark. Por suerte a Korine no le obsesiona tanto el sexo juvenil (al menos como director, como guionista sí, como pudimos ver en los que le escribió a Clark para Kids y Ken Park) como al realizador de Bully (ay, Larry viejo verde). Porque una de las pocas cosas que se le pueden agradecer a Gummo es que teniéndolo realmente fácil para introducirse en la zafiedad con respecto a ese tema, no lo hace en ningún momento. Esa es otra, esta producción tiene fama de dura e incómoda y dicen que ahí está su mayor triunfo. Ambas cosas son mentira, ni eso son virtudes ni llega a transmitir algo que no sea irritabilidad.
Como ya he dicho previamente, Gummo mo es una película, es el preludio de lo que en un futuro vendría a ser un larguísimo vídeo de Youtube, de esos que graban los colegas para reírse ellos mismos, con gilipollezces localistas que los hacen artificialmente felices alentando una falsa camaradería. El proyecto del que hablo en esta entrada es un descomunal "Contigo no, Bicho" o "La he liao Parda" (¡una secuencia de 5 minutos con un tío rompiendo una silla a patadas ante las risas de sus amigos dementes!), que a mí al menos nada me interesa o aporta. Para colmo cuando quedan diez minutos de metraje, Korine descubre que puede mover la cámara y hacer un travelling y... ¡crear cine, del real!. Una pena, a esas alturas estoy debatiendo conmigo mismo sobre si darle un patada al monitor del ordenador o ir a su barrio y quemarlo hasta los cimientos con vecinos incluidos.
Gummo, es una enorme hez fecal en imágenes. La primera película de Harmony Korine como director es una soplapollez tal, que decir que es cine es un insulto a la inteligencia del cualquier espectador que se precie de serlo. Gummo no es una película, es el resultado de poner una cámara delante de todos los deficientes mentales, pirados, mendigos y niñatos fumados de tu barrio e ir enlazando las imágenes unas con otras sin sentido o rigor alguno. Sólo para ver como queda, reírte con tus colegas por ver como salís en pantalla y que un puñado de flipados con ínfulas de radicales trasnochados alabe tu talento para retratar una sociedad cruda, decadente y sucia donde la alienación infantil está al orden del día.
Pues no, Gummo no aporta nada en ningún sentido, ni siquiera está rodada porque la cámara está ahí de la misma manera que podía estar metida en un cubo de basura. Korine cuenta lo que le da la gana y por eso mismo no cuenta absolutamente nada, porque realmente no tiene ni zorra idea de lo que quiere hablar. No sólo no hay historia (no siempre es necesario, ahí tenemos muchas muestras de arte y ensayo de calidad dificilmente cuestionable) es que no hay ni personajes. Los mismos son vecinos de barriada mostrados en una especie de vídeo casero rodado en cine que quiere ir de veraz por insuflarle un aire de documental forzadísimo, pero que solo transmite hastío, aburrimiento, indiferencia y en los peores casos gilipollez pura y dura.
Por mucho que hable (de manera estúpida, pero agradecidamente carente de efectismo y sin afán de sensacionalismo) de temas potencialmente complicados y poco agradables como la pederastia, los malos tratos, la violencia de género, el sexo entre retrasados mentales, la carestía económica, el uso de la religión como opio del pueblo, no hay una coherencia conceptual, no existe una verdadera mirada profunda. Todo es un sinsentido repleto de escenas insulsas, improvisadas, exasperantes que no dicen nada, que muestran la más absoluta vacuidad. Korine quiere ir de intimista con sus personajes y lo que en verdad consigue poco tiene de minimalista, transgresor o analítico.
Al director de Julien Donkey Boy le gustaría ser Gus Van Sant, pero como no puede ni queriendo se conforma con aspirar a ser un Todd Solondz sin inteligencia alguna. Aunque al final sólo llega a sucedáneo de su amigo y mentor Larry Clark. Por suerte a Korine no le obsesiona tanto el sexo juvenil (al menos como director, como guionista sí, como pudimos ver en los que le escribió a Clark para Kids y Ken Park) como al realizador de Bully (ay, Larry viejo verde). Porque una de las pocas cosas que se le pueden agradecer a Gummo es que teniéndolo realmente fácil para introducirse en la zafiedad con respecto a ese tema, no lo hace en ningún momento. Esa es otra, esta producción tiene fama de dura e incómoda y dicen que ahí está su mayor triunfo. Ambas cosas son mentira, ni eso son virtudes ni llega a transmitir algo que no sea irritabilidad.
Como ya he dicho previamente, Gummo mo es una película, es el preludio de lo que en un futuro vendría a ser un larguísimo vídeo de Youtube, de esos que graban los colegas para reírse ellos mismos, con gilipollezces localistas que los hacen artificialmente felices alentando una falsa camaradería. El proyecto del que hablo en esta entrada es un descomunal "Contigo no, Bicho" o "La he liao Parda" (¡una secuencia de 5 minutos con un tío rompiendo una silla a patadas ante las risas de sus amigos dementes!), que a mí al menos nada me interesa o aporta. Para colmo cuando quedan diez minutos de metraje, Korine descubre que puede mover la cámara y hacer un travelling y... ¡crear cine, del real!. Una pena, a esas alturas estoy debatiendo conmigo mismo sobre si darle un patada al monitor del ordenador o ir a su barrio y quemarlo hasta los cimientos con vecinos incluidos.
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