Título Original: Black Swan (2010)
Director: Darren Aronofsky
Guión: Andrés Heinz, Jon McLaughlin & Mark Heyman
Actores: Natalie Portman, Mila Kunis, Vincent Cassel, Winona Ryder, Barbara Hershey, Christopher Gartin, Sebastian Stan
Trailer
Definitivamente con Black Swan, su quinto trabajo detrás de las cámaras, el realizador americano de origen judío Darren Aronofsky se confirma como uno de los talentos cinematográficos más grandes que ha dado el cine contemporáneo. La cinta, protagonizada por Natalie Portman, narra la historia de una obsesiva bailarina preparándose para el que será su salto al ballet de élite interpretando el papel principal de El Lago de los Cisnes del ruso Piotr Ílich Chaikovski.
En pocas palabras y para situar al espectador con sólo unos apuntes referenciales cinematográficos, Black Swan vendría a ser un film producido por el Joseph L. Mankiewicz de Eva al Desnudo, con un guión del Roman Polanski de Repulsión, dirigido por el estilizado David Cronenberg de sus dos últimas obras, Una Historia de Violencia y Promesas del Este. Pero todo solidificado con la impronta de Aronofsky, un autor que no sólo evoluciona como director, sino que también muta con cada proyecto.
Black Swan es un pesadillesco viaje introspectivo a la mente de una joven y virtuosa bailarina obsesionada con la perfección. Dicha excusa narrativa le sirve el director de Requiem Por Un Sueño para ir más allá y así realizar, en un notorio pero sutil subtexto, un análisis al escalpelo de la represión sexual de su criatura y sus obsesiones psicológicas, que se llegan a somatizar incluso físicamente en heridas inflingidas a sí misma que bordean un complejo pero acertado (en su planteamiento) sadomasoquismo autoimpuesto, que una vez más recuerda a algunas obras del director de Scanners.
El sello de Aronofsky está a flor de piel durante todo el largometraje. Podemos percibir sin mucha dificultad su tendencia a retratar seres que se obsesionan de manera enfermiza con llevar a cabo un objetivo que les corroe por dentro y con el que tratan de llegar a un engañoso estado de bienestar. Los personajes de este autor casi siempre tienen buenas intenciones, pero a la hora de llevarlas a cabo hacen palidecer toda humanidad a su causa. Descubriendo los mismos en el último momento que sólo cayendo en lo más bajo, tocando fondo, llegarán a conseguir su propósito. Ya que asimilan de manera trágica que en la autodestrucción física y psicológica está la liberación final del cuerpo y el alma.
Black Swan al igual que The Wrestler (que revisioné hace poco descubriendo nuevos matices y apuntes señoriales que han hecho que la disfrutara mucho más que la primera vez que la degusté) muestra una clara madurez y evolución en el estilo de Aronofsky. El autor de The Fountain no abusa de resortes forzados en el apartado técnico de su realización si la historia no lo exige y los que incluye están justificados ya que los mismos están sustentados en el punto de vista del personaje de Nina que tiene una visión totalmente distorsionada de la realidad que la rodea.
Si bien la cinta interpretada por un magistral Mickey Rourke mostraba el largo e inevitable estertor de muerte de un profesional de la lucha libre en decadencia, que se obcecaba con seguir en ese mundo aunque ello le costara la vida, Black Swan nos habla practicamente de lo mismo, pero desde el otro lado del espectro. Narrando el momento álgido de la carrera como bailarina de su protagonista. Dicha responsabilidad hará que Nina se cuestione no sólo todo su endeble sistema de valores, sino también su sexualidad, la relación emocional con su madre y sobre todo su cordura.
Otro de los apuntes en los que acierta Aronfosky es en esquivar algunos caminos transitados dentro del subgénero del psicodrama. Evitando mostrar con los protagonistas los típicos clichés de madre obsesionada con que su hija se labre la carrera que ella no tuvo, amiga competidora que hará la vida imposible a la actriz principal o profesor déspota con ella que la abordará con un tipo de acoso físico y psicológico. Todos esos personajes maniqueos están ahí, pero poco a poco el realizador los obliga a mutar (todos los roles lo hacen durante el film, sobre todo la protagonista, que lo hace en más de un sentido) mostrándose de una manera distinta a la que parecía en un principio. Sólo Beth, la bailarina retirada a la que da vida Winona Ryder caería en el tipo de estereotipo que esa clase de personaje tiene autoimpuesto.
Sería injusto no mencionar que el film es realmente Natalie Portman. La joven actriz israelí realiza la mejor composición interpretativa de su carrera entregándose plenamente a su director (autor que exige y explota de manera bestial a su actores en todas sus producciones). La protagonista de Closer borda magistralmente un rol entre la fragilidad y lo animal, entre lo virginal y lo lascivo, lo etereo y lo desgarrado y consigue transmitir ese malestar físico y mental en el que se sumerge. No sé si será por efecto dominó, pero el resto del reparto, sin estar a su altura, le dan perfectamente la réplica. Como una dual Mila Kunis, Vincent Cassel señorial como nunca, Barbara Hersey de sufrida madre y Winona Ryder, con un breve pero importante papel en la trama que ya he mencionado anterioremente.
Black Swan es un excelente drama con toques de terror psicológico. Una convergencia magistral entre la dirección de un verdadero autor que se adapta al tipo de historia que debe narrar sin perder su personalidad, unos actores abiertos en canal y una historia oscura, trágica, puede que algo exagerada, ya que se le va la mano a Aronofsky en ocasiones con el onirismo y las transformaciones físicas del personaje (aunque qué se puede esperar de un tipo que hizo que una nevera viviente se comiera a la pobre Ellen Burstyn). Pero las virtudes autorales y los hallazgos formales hacen de Black Swan otro paso gigantesco de su creador dentro del anodino cine actual que él y unos pocos más están sacando del hastío y la necedad.
En pocas palabras y para situar al espectador con sólo unos apuntes referenciales cinematográficos, Black Swan vendría a ser un film producido por el Joseph L. Mankiewicz de Eva al Desnudo, con un guión del Roman Polanski de Repulsión, dirigido por el estilizado David Cronenberg de sus dos últimas obras, Una Historia de Violencia y Promesas del Este. Pero todo solidificado con la impronta de Aronofsky, un autor que no sólo evoluciona como director, sino que también muta con cada proyecto.
Black Swan es un pesadillesco viaje introspectivo a la mente de una joven y virtuosa bailarina obsesionada con la perfección. Dicha excusa narrativa le sirve el director de Requiem Por Un Sueño para ir más allá y así realizar, en un notorio pero sutil subtexto, un análisis al escalpelo de la represión sexual de su criatura y sus obsesiones psicológicas, que se llegan a somatizar incluso físicamente en heridas inflingidas a sí misma que bordean un complejo pero acertado (en su planteamiento) sadomasoquismo autoimpuesto, que una vez más recuerda a algunas obras del director de Scanners.
El sello de Aronofsky está a flor de piel durante todo el largometraje. Podemos percibir sin mucha dificultad su tendencia a retratar seres que se obsesionan de manera enfermiza con llevar a cabo un objetivo que les corroe por dentro y con el que tratan de llegar a un engañoso estado de bienestar. Los personajes de este autor casi siempre tienen buenas intenciones, pero a la hora de llevarlas a cabo hacen palidecer toda humanidad a su causa. Descubriendo los mismos en el último momento que sólo cayendo en lo más bajo, tocando fondo, llegarán a conseguir su propósito. Ya que asimilan de manera trágica que en la autodestrucción física y psicológica está la liberación final del cuerpo y el alma.
Black Swan al igual que The Wrestler (que revisioné hace poco descubriendo nuevos matices y apuntes señoriales que han hecho que la disfrutara mucho más que la primera vez que la degusté) muestra una clara madurez y evolución en el estilo de Aronofsky. El autor de The Fountain no abusa de resortes forzados en el apartado técnico de su realización si la historia no lo exige y los que incluye están justificados ya que los mismos están sustentados en el punto de vista del personaje de Nina que tiene una visión totalmente distorsionada de la realidad que la rodea.
Si bien la cinta interpretada por un magistral Mickey Rourke mostraba el largo e inevitable estertor de muerte de un profesional de la lucha libre en decadencia, que se obcecaba con seguir en ese mundo aunque ello le costara la vida, Black Swan nos habla practicamente de lo mismo, pero desde el otro lado del espectro. Narrando el momento álgido de la carrera como bailarina de su protagonista. Dicha responsabilidad hará que Nina se cuestione no sólo todo su endeble sistema de valores, sino también su sexualidad, la relación emocional con su madre y sobre todo su cordura.
Otro de los apuntes en los que acierta Aronfosky es en esquivar algunos caminos transitados dentro del subgénero del psicodrama. Evitando mostrar con los protagonistas los típicos clichés de madre obsesionada con que su hija se labre la carrera que ella no tuvo, amiga competidora que hará la vida imposible a la actriz principal o profesor déspota con ella que la abordará con un tipo de acoso físico y psicológico. Todos esos personajes maniqueos están ahí, pero poco a poco el realizador los obliga a mutar (todos los roles lo hacen durante el film, sobre todo la protagonista, que lo hace en más de un sentido) mostrándose de una manera distinta a la que parecía en un principio. Sólo Beth, la bailarina retirada a la que da vida Winona Ryder caería en el tipo de estereotipo que esa clase de personaje tiene autoimpuesto.
Sería injusto no mencionar que el film es realmente Natalie Portman. La joven actriz israelí realiza la mejor composición interpretativa de su carrera entregándose plenamente a su director (autor que exige y explota de manera bestial a su actores en todas sus producciones). La protagonista de Closer borda magistralmente un rol entre la fragilidad y lo animal, entre lo virginal y lo lascivo, lo etereo y lo desgarrado y consigue transmitir ese malestar físico y mental en el que se sumerge. No sé si será por efecto dominó, pero el resto del reparto, sin estar a su altura, le dan perfectamente la réplica. Como una dual Mila Kunis, Vincent Cassel señorial como nunca, Barbara Hersey de sufrida madre y Winona Ryder, con un breve pero importante papel en la trama que ya he mencionado anterioremente.
Black Swan es un excelente drama con toques de terror psicológico. Una convergencia magistral entre la dirección de un verdadero autor que se adapta al tipo de historia que debe narrar sin perder su personalidad, unos actores abiertos en canal y una historia oscura, trágica, puede que algo exagerada, ya que se le va la mano a Aronofsky en ocasiones con el onirismo y las transformaciones físicas del personaje (aunque qué se puede esperar de un tipo que hizo que una nevera viviente se comiera a la pobre Ellen Burstyn). Pero las virtudes autorales y los hallazgos formales hacen de Black Swan otro paso gigantesco de su creador dentro del anodino cine actual que él y unos pocos más están sacando del hastío y la necedad.