martes, 31 de diciembre de 2019

Doctor Sueño



Título Original Doctor Sleep (2019)
Director Mike Flanagan
Guión Mike Flanagan, basado en la novela de Stephen King
Reparto Ewan McGregor, Rebecca Ferguson, Zahn McClarnon, Carl Lumbly, Alex Essoe, Bruce Greenwood, Jacob Tremblay, Catherine Parker, Robert Longstreet, Carel Struycken, Emily Alyn Lind, Selena Anduze, Jocelin Donahue, Chelsea Talmadge, Juan Gaspard, Kyliegh Curran, Deadra Moore, David Michael-Smith, Kevin Petruski Jr., Mistie Gibby, Met Clark





Aunque por aquel entonces ya era un artesano curtido dentro del género de terror con largometrajes como Hush, Oculus, Before I Wake o Ouija: Origin of Evil el año 2017 marcó un punto de inflexión en la carrera del productor, guionista y director estadounidense Mike Flanagan. Ese año estrena El Juego de Gerald, su primera colaboración con Netfilx y a su vez la primera adaptación de una novela de Stephen King en la que se sumergía. Aquella cinta protagonizada por Carla Gugino y Bruce Greenwood supuso el puente para que Flanagan ideara sólo un año después su opus magna, la brillante serie La Maldición de Hill House inspirada en la clásica novela de Shirley Jackson, también para Netflix que lo consolidaría como uno de los nombres más talentosos dentro del cine de género y abriría las puertas de otra traslación literaria nacida de la pluma del autor de Maine, en esta ocasión notablemente más ambiciosa.




Poco después de que las correrías dramáticas y sobrenaturales de la familia Crain se convirtieran en un éxito saltaba la noticia de que Mike Flanagan iba a realizar, en colaboración con Warner Bros, una versión cinematográfica de Doctor Sueño, la novela de 2013 con la que Stephen King daba continuación a los hechos acaecidos en El Resplandor, una de sus novelas más reconocidas y admiradas. De manera que, una vez más, la maquinaria hollywoodiense se puso en funcionamiento y actores como Ewan McGregor, Rebecca Ferguson, Zahn McClarnon, Carl Lumbly, Alex Essoe, Jacob Tremblay o los habituales en la filmografía del realizador, Carel Struycken y Bruce Greenwood, comenzaban a sumarse al extenso reparto del film mientras Flanagan se encargaba del guión, la dirección e incluso el montaje de la obra. Algo poco usual dentro del cine comercial norteamericano y que confirmaba la confianza de los productores en la labor del cineasta dándole una más que notable libertad creativa a la hora de acometer su rol de hombre orquesta.




Tres tramas que discurrirán paralelas, desde los 80 hasta inicios de la presente década, antes de converger en una sola conforman Doctor Sueño. La primera se centra en Danny Torrance (Ewan McGregor) después de vencer su alcoholismo y trabajando en la localidad de Frazier, New Hampshire, como celador de un Hospital de Cuidados Paliativos en el que ayuda a enfermos terminales a morir ayudado por los poderes que le confiere el Resplandor y ganándose así el apodo de Doctor Sueño. La segunda sigue los pasos de Abra Stone (Kyliegh Curran), una niña con el mismo don que Danny dando muestras desde su mismo nacimiento de cuán poderoso es en ella para asombro de su familia. La tercera toma como epicentro a Rosie the Hat (Rebecca Ferguson) y los miembros del “Nudo Verdadero”, un grupo de personas también poseedores del Resplandor que se dedican a matar, principalmente a niños, que al igual que ellos lo poseen para consumirlo como una especie de vapor una vez han torturado y asesinado a la víctima.




Con su versión de Doctor Sueño Mike Flanagan realiza un doble salto mortal sin red, no sabemos si por decisión propia o con la intención de dejar satisfechos a todo tipo de fans. Por un lado los dos primeros actos de su último largometraje conforman una fidelísima adaptación de la novela de Stephen King en los que algunos cambios con respecto a la misma no deslucen una extrapolación ejemplar del espíritu y el mensaje contenido en las páginas redactadas por el creador de Pennywise o Roland Deschain. Por otro en la recta final deja un poco de lado al novelista y centra sus energías en rendir tributo a la versión de El Resplandor de Stanley Kubrick rodada por este en 1980 y para ello utiliza la excusa de que el hotel Overlook sigue en pie, aunque en estado de abandono, para ejecutar en dicha localización el clímax final del film y con ello un homenaje sincero y mitificador a dicha obra maestra protagonizada por Jack Nicholson, Shelley Duvall y Danny Lloyd. Ese último acto deja de lado la fidelidad a la novela expuesta en los dos primeros y desemboca en un desenlace con poco que ver por el narrado por King en su novela de 2013.




A un nivel genérico y estructural Mike Flanagan lleva Doctor Sueño a su terreno, el de un terror que en la novela original sólo hacía acto de presencia tangencialmente dentro de lo que nunca dejaba de ser un drama con tintes sobrenaturales. El cineasta consigue construir notables secuencias de horror deudoras de la construcción audiovisual que tan buenos resultados le dio en La Maldición de Hill House, producto del que esta Doctor Sueño es una lógica y digna heredera dentro de la impronta de un autor que poco a poco va definiendo su voz y personalidad. Flanagan no sólo sabe capturar con su cámara las resoluciones estilísticas de la novela, también se embriaha del lirismo y la melancolía que aquella desprendía en sus pasajes más emocionales, los relacionados con la labor de Danny Torrance ejerciendo de Doctor Sueño, con un in crescendo dramático encontrando su culminación en el hotel Overlook durante los últimos compases de la obra. Pero a un nivel de puesta en escena el director sabe que está dando continuación a una película de Stanley Kubrick y si en la parte central del relato inyecta su propio sello el prólogo y la conclusión del film son herederos naturales de la mirada milimétrica y aséptica del responsable de El Beso del Asesino y Eyes Wide Shut alumbrando una pieza multiforme y mutante no poco ambiciosa en lo narrativo y formal.





A nivel de guión Mike Flanagan acomete con éxito la ardua tarea de conseguir que una cinta de 151 minutos de metraje se revele siempre entretenida gracias a un tempo medido con metrónomo y a un perfil de personajes perfectamente definido que sin llegar a poseer la profundidad psicológica destilada en la novela original nos resultan carismáticos y empáticos a distintos niveles. Argumentalmente ya hemos afirmado que las dos primeras horas son enfermizamente fieles al libro de King, pero esto no impide que se anulen personajes, se quite relevancia a otros importantes, se unifiquen varios en uno sólo o Flanagan asesine con una resolutividad heredera de la del mismo Kubrick en El Resplandor a un puñado que en las páginas sobrevivían en el desenlace de la historia. Pero como hemos mencionado Mike Flanagan sale airoso de la acometida ofreciendo un libreto sólido, metódico y con el don de dosificar adecuadamente los pasajes de terror o acción cuya única misión es enriquecer lo que realmente se revela como un drama, algo que ya llevó a cabo el realizador con la citada The Haunting of Hill House utilizando los resortes propios del género al que se adscribía para envolver un trabajo haciéndose fuerte al tomar como epicentro las emociones de los criaturas ficcionales que poblaban su microcosmos.




Otra seña de identidad de Mike Flanagan que cristalizó al 100% en su adaptación de la novela de Shirley Jackson para Netflix es su sobrado talento como director de actores. En Doctor Sueño también asistimos a su buena mano con un reparto que, es justo mencionarlo, sabe hacer su trabajo de manera harto profesional incluyendo unos secundarios perfectamente elegidos. Ewan McGregor es tan indentificable con algunos papeles icónicos de su carrera, como el Obi Wan Kenobi de Star Wars o el Mark Renton de las dos entregas de Trainspotting, que en ocasiones no es fácil asimilar su labor en otros roles por muy buen trabajo que el intérprete escocés lleve a cabo. Por suerte en Doctor Sueño sabe insuflar fuerza y vulnerabilidad a un Danny Torrance muy cercano al de la versión literaria. Pero a nivel de interpretación es Rebecca Ferguson la revelación de la película convirtiendo a Rosie the Hat no sólo en una villana memorable moviéndose entre la fascinación y la repulsa, sino también la mejor extrapolación de un personaje del relato de King al medio cinematográfico en el que se aunan el brillante tratamiento desde la escritura y la superlativa labor de la actriz británica a la hora de meterse en la perversa y atractiva piel de la líder del Nudo Verdadero. Dentro del triángulo de protagonistas el vértice más endeble es la joven Kyliegh Curran, esforzada como Abra Stone, pero necesitada de muchas tablas todavía para ofrecer su mejor perfil en pantalla.




En esta nueva etapa dorada de las adaptaciones de novelas de Stephen King en las que han vuelto a lo grande, tanto en pantallas cinematográficas como en las plataformas digitales de pago, después de años vagando sin rumbo fijo entre los estrenos directos al videoclub o las tv movies y en el que ya hemos podido disfrutar, o sufrir, producciones como las dos entregas de It, La Torre Oscura, 1922, la serie de La Niebla o la ya referenciada El Juego de Gerald esta Doctor Sueño destaca como una de las mejores muestras de dicho periodo. Un producto que consigue congraciar a los fans de la novela que adapta y a los de la versión cinematográfica de El Resplandor ofreciendo una película de terror que elude transitar los lugares comunes más afines a dicho género con inteligencia y profesionalidad. Desgraciadamente ni la destacable labor de Mike Flanagan con el guión y la dirección o la entrega del reparto han podido evitar que Doctor Sleep no haya rendido en la taquilla internacional lo esperado, denotando así su naturaleza de rara avis dentro del terror que cada vez ofrece productos más acomodaticios y de consumo rápido mientras da de lado a piezas tan estimables como la que nos ocupa, más propensa a exigir al espectador que ha reconfontarlo por medio del artificio y lo rudimentario.


sábado, 28 de diciembre de 2019

El Resplandor (1997)



Título Original Stephen King's The Shining (1997)
Director Mick Garris
Guión Stephen King, basado en su propia novela
Reparto Steven Weber, Rebecca De Mornay, Courtland Mead, Melvin Van Peebles, Wil Horneff, Elliott Gould, John Durbin, Stanley Anderson, Pat Hingle, Cynthia Garris, Mickey Giacomazzi, Tomas Herrera, Tim Perovich


En el año 1997 el escritor Stephen King y el director Mick Garris ya habían colaborado estrechamente en dos adaptaciones de los textos del autor de Rabia o La Larga Marcha. Primero lo hicieron con Sonámbulos, una novela inacabada de King convertida por él mismo en el guión original sobre el que se sustentó esta cinta de terror centrada en una madre (Alice Krige) y su hijo (Richard Krause) pertenecientes a una estirpe de criaturas con aspecto felino y practicantes de incesto que se alimentaban de la energía vital de los seres humanos, concretamente de la de Tanya (Mädchen Amick). Se trataba de una cinta violenta, alocada y anárquica repleta de cameos de iconos del cine fantástico y de terror (Mark Hammill, Clive Barker, Tobe Hooper, Joe Dante, John Landis) muy denostada en su época, pero con notable encanto. Después aunaron fuerzas en un proyecto mucho más ambicioso como fue llevar a formato televisivo una de las novelas más descomunales del autor de Maine. Apocalipsis (The Stand) conoció una muy digna y competente traslación audiovisual a modo de miniserie de cuatro episodios. Gary Sinise, Molly Ringawald, Ray Walston, Laura San Giacomo, Ruby Dee, Ossie Davis, Miguel Ferrer, Corin Nemec, Matt Frewer, Rob Lowe o un inolvidable Jamey Sheridan en la piel del diabólico Randall Flagg ofrecieron una fiel versión del extenso libro que, una vez más, King se ocupó de adaptar para la pequeña pantalla. De manera que para entonces la relación personal y profesional de ambos autores estaba más que afianzada.




El buen feeling entre la pareja y, sobre todo, lo contento que King quedó con la miniserie de Apocalipsis seguramente fueron los motivos por los que el novelista depositó en Garris la responsabilidad de dirigir otra miniserie para el medio televisivo, en esta ocasión una convertida en deuda pendiente para el marido de Tabitha King. El Resplandor, su famosa novela adaptada, de manera muy sui generis, por el gran Stanley Kubrick y tansformada en un clásico del cine de terror iba a conocer una nueva versión a manos de su propio creador con el respaldo de Warner Bros, poseedora de los derechos del célebre trabajo literario. Jack Nicholson, Shelley Duvall y Danny Lloyd iban a ser sustituidos por Steven Weber (Por Trece Razones) Rebecca de Mornay (Jessica Jones) y Courtlan Mead (Hellraiser 4) a los que sumarían Melvin Van Peebles, Elliot Gould, Pat Hingle, Stanley Anderson o John Durbin entre otros. De todos ellos el trabajo más complicado lo tenía Weber, ya que debía afrontar el desafío de interpretar a un personaje al que en su primera encarnación le dio vida un titán como Jack Nicholson, pero a eso volveremos un poco más tarde.




Uno de los primeros síntomas que convertían esta nueva versión de la famosa novela en una obra en la que King tenía todo el control creativo es que su nombre acompañaba al título de la miniserie. Stephen King’s The Shining se ceñía tanto a lo acontecido en el libro original que hasta el Overlook utilizado en su producción es el Hotel Stanley de Estes Park, Colorado, el auténtico edificio que inspiró a King a la hora de escribir la historia de la famila Torrance y cuya fachada es usada para los planos exteriores de esta nueva El Resplandor. Tomando como partida ese detalle de vital importancia King escribió un guión dividido en tres partes, porque ese era el número de episodios del que constaba la miniserie, en el que recuperaba todo aquello que Stanley Kubrick había desechado para su película de 1980 convirtiendo así esta nueva adaptación en un trabajo escrupulosamente fiel a la palabra escrita, con todo lo bueno y malo que ello implica. Una vez el libreto estaba listo Mick Garris, sus actores y el equipo técnico se pusieron manos a la obra con el rodaje.




La versión de 1997 de El Resplandor es un producto meritorio en no pocos aspectos y eso que fue gestado y estrenado poco antes de que series como Oz o Los Soprano, ambas de HBO y por tanto también de Warner Bros, dieran el pistoletazo de salida a lo que hoy se conoce como la Nueva Edad Dorada de la ficción televisiva estadounidense. Desde el minuto uno se percibe el dinero invertido por los productores para llevar a buen puerto el deseo de Stephen King de realizar la adaptación más fiel posible de su propia novela. Los tres episodios en los que se divide el proyecto suman unas cuatro horas de metraje que en ningún momento se hacen plomizas o aburridas y eso es gracia a la labor de un artesano curtido en mil batallas como Mick Garris. El creador de Masters of Horror nunca ha facturado grandes producciones cinematográficas o televisivas, de hecho en no pocas ocasiones ha bordeado una más que contrastada mediocridad. Pero, de la misma manera que Frank Darabont entiende perfectamente la letra del autor de Maine a la hora de llevarla a la pantalla grande, Garris hace lo propio cuando es el medio televisivo el receptor de dicho material literario.




El director de Piscosis IV: El Comienzo ejecuta una labor encomiable detrás de las cámaras construyendo una clásica historia de casas encantadas apelando acertádamente a los lugares comunes propios del subgénero. La naturaleza sobrenatural del Overlook y los espíritus que en él habitan van haciéndose presentes de manera gradual, con un tempo bien dosificado aunque en ocasiones el director abuse del recurso de mover objetos cuando los personajes han abandonado el encuadre. Garris apela a una puesta en escena elegante y unos movimientos de cámara bien insertados que acrecientan la sensación de amenaza latente en el edificio supuestamente deshabitado. De su labor técnica sólo podemos desacreditar algunos recursos visuales como las apariciones de Tony levitando, que más que aterrar incitan a la risa, o lo obsoletos que han quedado los efectos digitales, ya bastante pobres cuando se estrenó la miniserie, por suerte no muy abundantes a lo largo del metraje. Más allá de eso y teniendo en cuenta las limitaciones conceptuales y narrativas que la pequeña pantalla proporcionaba por aquel entonces a sus autores Garris cumple su cometido de manera harto profesional.




El guión de Stephen King no deja nada en el tintero con respecto a la novela. Aquí profundizamos adecuadamente en los problemas de alcoholismo de Jack Torrance, en su truncada carrera como escritor y los episodios de malos tratos que protagonizó en el pasado volviendo cuando el Overlook comienza a dominar su psique. La mala relación del protagonista con Stuart Ullman, que no quiere a un “borracho” cuidando de su valioso hotel, la importancia capital en la trama de la caldera averiada que finalmente hará explotar el edificio o la relevancia de un personaje como Horace Derwent, el pervertido dueño del hotel, son muchas de las señas de identidad de la novela original que King consideraba necesarias para llevar a cabo una fiel traslación de la misma. Como es lógico hablamos de un producto para la televisión en abierto y por mucho que su calificación moral la convierta en una miniserie dirigida al público adulto esa personalidad sórdida, visceral y enfermiza que rara vez es llevada al medio audiovisual cuando se adaptan los escritos de King tampoco hace acto de presencia aquí aunque Mick Garris no escatima violencia e incluso cierto sadismo a la hora de ejecutar los pasajes en los que Jack Torrance trata de asesinar a su familia.




En cuanto al reparto un servidor opina que Steven Weber compone un Jack Torrance ejemplar, no sólo más cercano al de la novela de King, sino también alejado radicalmente del interpretado por Jack Nicholson en 1980. Evidentemente sería de necios comparar las dotes interpretativas de ambos actores, porque el protagonista de Infiltrados (The Departed) devoraría impunemente a su oponente. Pero es un hecho que la composición de Weber sí muestra de manera clara y gradual la caída en la locura de un buen hombre superado por los acontecimientos y con la sombra del alcoholismo siempre sobrevolándole. Su inmersión en el papel es cada vez más intensa y cuando su personalidad finalmente deriva en un homicida cuya única intención es matar a su mujer y entregar su hijo a los espíritus del Overlook da lo mejor de sí mismo. Para el que suscribe Steven Weber es lo mejor de esta versión de El Resplandor y siempre he lamentado que a un profesional con tanto talento como él nunca le hayan ofrecido un papel protagonista con el que pudiera demostrar su valía. Como muchos otros actores que han interpretado a personajes nacidos de la literatura del autor de La Niebla Weber reincidió apareciendo en las adaptaciones de Desesperación, de nuevo bajo las órdenes de Mick Garris, y en un episodio de la serie de televisión inspirada en la recopilación de relatos Pesadillas y Alucinaciones.




Rebecca De Mornay da la réplica muy dignamente a Steven Weber componiendo una Wendy Torrance que también se acerca a la retratada por Stephen King en la novela original asumiendo un rol mucho más activo a la hora de defender la integridad física y psiológica de su hijo, Danny, frente a los arrebatos parricidas de su esposo. La nota negativa la pone el pequeño Courtland Mead, un repelente niño de voz irritante que a pesar de poner todo su esfuerzo por resultar creíble sólo transmite al espectador una terrible sensación de rechazo que casi nos hace desear su no supervivencia a la encrucijada familiar en la que se ve envuelto. Veteranos como Melvin Van Peebles, Elliot Gould o Pat Hingle o Stanley Anderson entre otros completan un reparto muy competente con caras conocidas del cine y la televisión. Como en otros producciones de Mick Garris, estén o no adaptadas de novelas de King, tenemos varios cameos entre los que podemos distinguir las caras de Sam Raimi, Frank Darabont, los mismos Garris y King o la inconfundible voz de Miguel Ferrer al que los fans irredentos de Twin Peaks siempre recordaremos como el inolvidable agente del FBI Albert Rosenfield.




Como era de esperar la vendetta personal de Stephen King contra Stanley Kubrick se resolvió con una clara victoria de este último, porque como dicta la lógica la versión del director de Senderos de Gloria o Barry Lyndon, a pesar de sus numerosas y molestas licencias con respecto al libro, está a años luz de la ideada por el escritor y su amigo Mick Garris. Con todo un servidor sigue recomendando encarecidamente esta más que competente miniserie de 1997 con la que podemos acercarnos a una perspectiva mucho más fiel a la fuente literaria original aunque su calidad como producto audiovisual no se adentre en ningún momento en los terrenos de lo excepcional y esté rematado con un innecesario y lacrimógeno epílogo. La colaboración entre Stephen King y Mick Garris continuó con nuevas traslaciones de sus textos al medio televisivo como más miniseries y tv movies tomando inspiración en trabajos del autor de Maine como Desesperación, Riding the Bullet o Un Saco de Huesos. Contra todo pronóstico esta no fue la última vez que el cine o la televisión recibieron la visita de algún miembro de la famulia Torrance. Porque en el presente 2019 Mike Flanagan se ocupó de adaptar a la pantalla grande Doctor Sueño, la secuela literaria de El Resplandor publicada por King seis años antes y de ella también hablaremos.


viernes, 27 de diciembre de 2019

El Resplandor (1980)



Título Original The Shining (1980)
Director Stanley Kubrick
Guión Diane Johnson y Stanley Kubrick, basado en la novela de Stephen King
Reparto Jack Nicholson, Shelley Duvall, Danny Lloyd, Scatman Crothers, Barry Nelson, Philip Stone, Joe Turkel, Lia Beldam, Billie Gibson, Barry Dennen, David Baxt, Manning Redwood, Lisa Burns, Alison Coleridge, Norman Gay


Aunque en 1980 ya llevaba casi treinta años de prestigiosa carrera a sus espaldas y había coqueteado con distinto tipo de géneros como el noir, la comedia, el drama, el peplum, la ciencia ficción, la distopía, el cine de época o el bélico era el terror la asignatura pendiente de Stanley Kubrick, mítico cineasta estadounidense afincado en Reino Unido. John Calley, ejecutivo de Warner Bros, envió a Kubrick pruebas de imprenta de lo que en un futura iba a ser El Resplandor, la tercera novela de Stephen King, y fue en ese momento cuando decidió acometer el proyecto de llevarla al medio cinematográfico. Después de rechazar una versión del guión escrita por King, con el que mantuvo poco contacto y no precisamente con buenos resultados, Kubrick comenzó a elaborar un libreto junto a Diane Johnson, profesora de literatura gótica que consideraba la novela del autor de Maine poco menos que una mediocridad, y cuando lo tuvieron acabado la maquinaria de Hollywood se puso en marcha. Jack Nicholson, Shelley Duvall y Danny Lloyd interpretarían a la familia Torrance y Scatman Crothers o Barry Nelson darían vida a roles secundarios como Dick Halloran y Stuart Ullman, cocinero jefe y director del hotel Overlook, respectivamente. El rodaje se llevó a cabo, principalmente, en los estudios Borehamwood, de MGM, en Hertfordshire, durante poco más de un año y a lo largo del mismo se extendió, más que nunca, la fama de tirano de Kubrick cuando se sumergía en la producción de una de sus obras. Los exteriores, centrados exclusivamente en la fachada real del hotel y sus inmediaciones, estaban localizados en los estados de Montana y Oregón.




La trama de El Resplandor es por muchos conocida, pero a grandes rasgos se centra en Jack Torrance, su mujer Wendy, el hijo de ambos, Danny, y el invierno que pasaron en el hotel Overlook en el que el primero debía ejercer de vigilante mientas las instalaciones del inmueble estaban cerradas al público. Allí los fantasmas del hotel se interesan por el poder extrasensorial de Danny y utilizan al inestable Jack, con problemas de alcoholismo y arrebatos violentos, para conseguir su cometido. Con este punto de partida inspirado en la novela de King, pero bastante alejado de la misma, como mencionaremos más adelante, Stanley Kubrick volvía a facturar uno de esos trabajos cinematográficos con los que marcaba un punto de inflexión en el género al que estos se adscribían. Pero los primeros pasos de El Resplandor no fueron los esperados, ya que la tibia acogida en la taquilla estadounidense incitó al cineasta y a los directivos de Warner Bros a aligerar el montaje del film que pasaba de los 144 minutos del corte original a los 114 del internacional, perdiendo unos treinta minutos de metraje que hacen la película más compacta y rica en matices, sobre todo en lo referido al alcoholismo del protagonista y los problemas psicológicos de su hijo. Un servidor recomienda, a quien no lo haya hecho, visionar esta versión de El Resplandor, mucho más completa y satisfactoría que la conocida en el resto del mundo.





Como era de esperar la incursión en el cine de terror por parte de Stanley Kubrick iba a ser de todo menos convencional. El Resplandor elude en todo momento el susto fácil o el jumpscare de baratillo y se adentra en terrenos psicológicos gracias al tono cuasi onírico que el director insufla a su puesta en escena. Con la indispensable ayuda de la inquietante e inmersiva banda sonora de Wendy Carlos y Rachel Elkind la atmósfera el autor de La Naranja Mecánica o Lolita mezcla la habitual meticulosidad y simetría, tanto visual como narrativa, propia de su impronta con un continuo y gradual in crescendo de tensión desembocando en la recta final del metraje con el personaje de Jack Torrance convertido en un maníaco homicida. Como suele ser habitual en la filmografía de Kubrick cada plano, cada movimiento de cámara, cada gesto de sus actores estaba medido al milímetro y si tenía que hace repetir a estos últimos más de cien veces una secuencia lo ejecutaba sin miramiento alguno. En lo referido a la realización del film destaca el, por aquel entonces, revolucionario uso de la steadycam, una cámara con estabilizador novedosa para la época con la que podíamos seguir los trayectos del pequeño Danny recorriendo las entrañas del Overlook montado en su triciclo.




Kubrick acomete la labor de adaptar la novela de Stephen King apelando a su conocido distanciamento emocional convirtiéndose normalmente más en un entomólogo o un demiurgo que en un autor totalmente implicado en la deriva existencial de sus criaturas. En muchas ocasiones a lo largo de la filmografía del norteamericano los actores han sido utilizados como un mero nexo entre su discurso y el espectador, aunque eso no es obstáculo para que fuera un maestro a lo hora de exprimirlos hasta lo insano con la misión de sacar lo mejor de ellos mismos. Esta asepsia conceptual no exenta de verismo ofrece al relato una pátina de gelidez capaz de acrecentar la sensación de claustrofobia y desasosiego sobre la que este se construye. Kubrick no siente compasión por sus personajes, el final de Dick Halloran tras su enorme esfuerzo por ayudar a los Torrance sería una buena muestra de ello, pero consigue guiarnos con pericia por la desgraciada situación de sus personajes haciéndonos temer por su integridad psicológica y física mientras el aumento gradual de las situaciones terroríficas se apoderan del metraje con un clímax final a más escala que el resto del film, pero siempre medido al milímetro por su máximo responsable.




Pero como ya hemos apuntado los actores elegidos por Stanley Kubrick para participar en sus producciones siempre estaban brillantes cuando trabajaban bajo su batuta y ahora nos centraremos en la labor del trío principal sobre el que recae el peso de la narración. En el caso de Jack Nicholson, ya por 1980 habiendo ganado el primero de sus tres Oscars, poco tendría que decirle nadie, por muy cineasta de prestigio que fuera, para hacer adecuadamente su trabajo. Pero hubo una soberbia conexión entre director y actor cuyo trabajo conjunto alumbró una de las interpretaciones más icónicas de la historia del cine de terror. El Jack Torrance de Nicholson tiende a lo largo de metraje al exceso y a cierta sobreactuación, pero su inmersión el papel es tan impresionante que se adecúa perfectamente a la historia narrada. Esa buena relación entre el director de Espartaco y el protagonista de Chinatown no se dio con Shelley Duvall, actriz curtida en la filmografía de Robert Altman elegida para dar vida a Wendy Torrance. Una escena en el making of de El Resplandor, rodado por una de las hijas de Kubrick, con la intérprete mostrando cómo se le caía el pelo en grandes cantidades por culpa del estrés dice mucho más del calvario sufrido que cualquier mención que pueda hacer un servidor, aunque el resultado finalmente fuese de nota. Danny LLoyd, que no se prodigó mucho más en el mundo de la interpretación, también ejecuta una excelente labor como el pequeño y avispado hijo del matrimonio Torrance.





Abordando la interpretaciones del reparto y centrándonos en la de Jack Nicholson vamos a adentrarnos en las notables diferencias entre la novela de Stephen King y la adaptación de Stanley Kubrick. Una de las críticas más conocidas del novelista de Maine hacia el film era precisamente referida a la labor de su protagonista. King, no sin razón, afirmaba que el actor de Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco parecía un hombre perturbado desde los primeros compases del largometraje, de manera que esta decisión hacía mucho menos orgánica su personal caída bajo la influencia del hotel Overlook. También se quitaba relevancia al alcoholismo de Jack Torrance, de hecho en el montaje internacional casi ni se menciona, cuando era el tema sobre el que se construía el libro. Así como sobre la caldera que necesitaba ser purgada y que finalmente hacía volar el edificio por los aires, apareciendo aquí en una sola escena y sin mostrar ningún tipo de tratamiento especial por parte de sus responsables. Algunas diferencias más, además del final, serían la muerte de Dick Halloran, presente en el film pero no en la novela, la mala relación entre Jack y Sutart Ullman, ausente en la versión de Stanley Kubrick, o la sustitución del mazo de “Croquet de Denver” por el hacha utilizada por el protagonista son varias de ellas y nuevamente muestran lo notablemente alejado que está el trabajo del realizador de la novela de su compatriota.




Convertida no muchos años después de su estreno en un clásico dentro del género y siendo motivo de cientos de especulaciones y teorías (que nadie se pierda el conspiranóico, sensacionalista y alucinado documental Room 327) El Resplandor es una obra maestra que, paradójimacamente, queda lejos de pertenecer a las mejores película nacidas de la impronta de Stanley Kubrick. Un servidor la descubrió en su fervor por todo lo relacionado con Stephen King, independientemente de si eran novelas o adaptaciones al medio audiovisual de las mismas, y llegué a verla una veintena de veces que han aumentado con el paso de los años. Pasajes como la sangre manando en cascadas del ascensor, Jack Nicholson y su hacha destrozando la puerta tras la que esconden su mujer e hijo con el ya mítico “Here’s Johnny" que el actor improvisó, la aparición de las gemelas, lo que acontece en la habitación 327, la persecución final en el laberinto nevado o el último y ambiguo plano ayudaron a construir una producción incontestable que confirmaba, por enésima vez, que Stanley Kubrick era uno de grandes maestros de la historia del séptimo arte. Stephen King pareció ser de los pocos en desacuerdo con la merecida fama ganada por El Resplandor y por ello diecisiete años después decidió ofrecer su “propia versión” en imagen real inspirada de su novela. Pero esa ya es otra historia.


viernes, 13 de diciembre de 2019

Transgresión Continua Express - Noviembre II


El Guardián Invisible (Fernando González Molina, 2017) - Dentro del actual resurgir del thriller patrio esta adaptación de la novela de Dolores Redondo no destaca, pero funciona gracias a su atmósfera y labor actoral. Su mayor escollo, los lugares comunes propios del subgénero.



La Niebla y la Doncella (Andrés M. Koppel, 2017) - Construida sobre la contención y cierto distanciamiento emocional acierta al dar más importancia a los personajes que al desarrollo o resolución del caso policial. La deuda con el thriller nórdico es notoria y enriquecedora.




13 Fantasmas (Steve Beck, 2001) - Remake del film homónimo de William Castle ideado por aquella penosa productora llamada Dark Castle Entertainment. Con estética de videoclip de Marilyn Manson y los tics visuales del cine de terror de finales de los 90 no ofrece nada interesante



Fractura (Brad Anderson, 2019) - Brad Anderson vuelve con Fractura a los terrenos de El Maquinista ejecutando un desangelado ejercicio de subrayado y redundancia culminado con un final tramposo que se ve venir desde el planteamiento del conflicto central del film. Se salva Sam Worthington y poco más.




Plan de Fuga (Iñaki Dorronsoro, 2017) - Con una puesta en escena, interpretaciones y banda sonora que la hacen parecer una película rodada hace 20 años Plan de Fuga se ve con agrado gracias a su aroma clásico y la gran labor del trío protagonista.




Arde Mississipi (Alan Parker, 1988) - Brillante thriller racial y criminal rodado por Alan Parker e inspirado en hechos reales. Crudo y sin concesiones, necesario en su discurso, cuenta con unos Gene Hackman y Willem Dafoe descomunales o unos no menos destacables secundarios.




Retrato de Una Mujer en Llamas (Céline Sciamma, 2019) - Exquisita y elegante, con una puesta en escena teatral sustentada en una construcción formal naturalista y meticulosa deudora del pictoricismo al que homenajea y moldeada por un dúo actoral superlativo Retrato De Una Mujer En Llamas es una de las grandes películas del 2019.




The Laundromat: Dinero Sucio (Steven Soderbergh, 2019) - A pesar de sus buenas intenciones y afán didáctico The Laundromat: Dinero Sucio es dispersa, liviana y no vascula adecuadamente entre los géneros que aborda. Entretiene y sus protagonistas brillan (Meryl Streep, Gary Oldman y Antonio Banderas), pero es un Steven Soderbergh menor, otro más.


lunes, 9 de diciembre de 2019

Transgresión Continua Express - Noviembre I




Lucy (Luc Besson, 2014) - Remake inconfeso y pretencioso del díptico Crank con el que Luc Besson ejecuta un disparate psicotrónico en el que también encaja a martillazos referencias a Matrix o 2001: Una Odisea del Espacio. Sin pies ni cabeza y repleta de humor involuntario.




Drácula, la Leyenda Jamás Contada (Gary Shore, 2014) - Infestada por la estética de 300 y plagiando la épica de la trilogía de El Señor de los Anillos es un inoperante fuego de artificio en el que Drácula ejerce de improbable superhéroe de cómic. Bram Stoker no se merece esto.



La Oveja Shaun. La Película: Granjaguedón (Will Becher, Richard Phelan, 2019) -  Estructurada como un remake de E.T y con referencias a cientos de films sobre extraterrestres o el espacio exterior (2001: Una Odisea del Espacio, Encuentros en la Tercera Fase, Aliens, La Llegada) Aardman vuelve a facturar con cariño y meticulosidad una impagable obra maestra en virtuoso claymotion.



The King (David Michôd, 2019) - Tan competente en todos sus apartados como destacable en ninguno de ellos The King es una interesante y funcional adaptación de los relatos relacionados con Enrique V mermada por la impersonalidad de su propuesta y la insana intención por simplificar la palabra de Shakespeare.




Klaus (Sergio Pablos, 2019) - Como si Tim Burton y Brad Bird se embriagaran de Charles Dickens para relatar un cuento navideño Klaus marca un hito en el cine de animación producido en España con su inabarcable acabado visual y una historia repleta de magia. Pequeña obra maestra con aspiraciones de clásico.




El Secreto de Marrowbone (Sergio G. Sánchez, 2017) - A pesar de su corrección formal y competente reparto las similitudes con otros films del género y los continuos giros de guión en pos de la sorpresa terminan por desdibujar el relato central que se va diluyendo gradualmente.




The Toys That Made Us: Temporada 3 (Brian Volk-Weiss, 2019) -  La tercera temporada de The Toys That Made Us se revela como la mejor hasta el momento. Cuatro entregas dedicadas a las Tortugas Ninja, Power Rangers, Mi Pequeño Pony y el wrestling en las que se consolida el tono irónico, ligero y nostálgico de la soberbia serie documental de Netflix.



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The Dirt (Jeff Tremaine, 2019) - Disfrutable biopic sobre la banda Mötley Crüe inspirado en su exitosa autobiografía. Elogio al exceso sexual, estupefaciente y etílico adherido a la historia profesional y personal de Vince Neil, Nikki Sixx, Mick Mars y Tommy Lee.




Vivir de Noche (Ben Affleck, 2016) - Ben Affleck recurre de nuevo a Dennis Lehane para su cuarto largo. Noir de factura impecable y aroma clásico heredero de Clint Eastwood o Michael Mann. Le falta garra para alcanzar mayores cotas de grandeza, pero su visionado merece la pena.


domingo, 1 de diciembre de 2019

Terminator: Destino Oscuro



Título Original Terminator: Dark Fate (2019)
Director Tim Miller
Guión James Cameron, Charles H. Eglee, Josh Friedman, David S. Goyer, Justin Rhodes
Actores Linda Hamilton, Mackenzie Davis, Natalia Reyes, Arnold Schwarzenegger, Gabriel Luna, Diego Boneta, Enrique Arce, Tristán Ulloa, Alicia Borrachero, Tom Hopper, Cassandra Starr, Brett Azar, Edward Furlong




En 1984 un desconocido guionista y director canadiense cuya única carta de presentación era su primer largometraje detrás de las cámaras, Pirañas II: Los Vampiros del Mar, con el que acabó muy decepcionado, estrenó una película independiente protagonizada por un culturista austriaco reconvertido en actor que dos años antes había conseguido su primer gran éxito con Conan: El Bárbaro, adaptación cinematográfica del personaje literario creado por el escritor Robert E. Howard. El director se llamaba James Cameron, el actor Arnold Schwarzenegger y la película Terminator. La historia de Sarah Connor huyendo de un letal cyborg del futuro que intentaba asesinarla para evitar el nacimiento de su primogénito, líder de la resistencia rebelde contra las máquinas en su adultez, se convirtió en un inesperado sleeper que recaudó 78 millones de dólares habiendo costado poco más de 6. 



The Terminator era una impecable y potente mezcla entre cine de terror, acción y distopía futurista con la que Cameron y sus colaboradores al guión, Gale Ann Hurd y William Whiser Jr, asentaron las bases de un microcosmos que en 1984 sólo había dicho su primera palabra de cara al público. Porque siete años después, en 1991, llegó Terminator 2: El Juicio Final, la primera secuela que, al igual que su hermana mayor, marcó un hito dentro de la historia del cine contemporáneo, pero por motivos muy diferentes. Esta segunda entrega era casi un remake del film primigenio con el que James Cameron no sólo facturó una de las mejores películas de acción y ciencia ficción de los 90, sino que consolidó el uso de los efectos digitales por ordenador dentro de Hollywood. Unos tan elaborados y minuciosamente adheridos a la narración que hoy día, casi treinta años después de su estreno, siguen luciendo espectaculares en pantalla.




Terminator 2: El Juicio Final es una obra maestra dentro del género al que se adscribe. En su momento fue la película más cara y una de las más taquilleras de la historia del cine. La calidad de todos sus apartados se antojó tan descomunal que cualquier secuela de la franquicia que viniera tras ella iba a cargar con el handycap de ser comparada con ella y perder irremisiblemente. Así sucedió en 2003 con la, ya por aquel entonces innecesaria, llegada de Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas, primera continuación alejada de la mano de James Cameron, pero con Arnold Schwarzenegger de vuelta. A pesar de mantener la dignidad gracias al buen hacer de un competente artesano como Jonathan Mostow (Breakdown, U-571) detrás de las cámaras, especialmente inspirado en las secuencias de acción, esta tercera parte era la primera en la que la escasez de originalidad y la idea de dar vueltas sobre lo planteado en los dos primeros largometrajes se convirtió en la seña de identidad de la saga.




Seis años después, y si no contamos la serie de televisión Terminator: Las Crónicas de Sarah Connor que se desarrollaba independientemente, Terminator: Salvation sirvió como una especie de reinicio o reboot de la franquicia situando la acción en el futuro apocalíptico en el que John Connor, en esta ocasión interpretado por Christian Bale, ejercía como líder de la resistencia humana contra las máquinas capitaneadas por Skynet. De este lavado de cara escrito por Michael Ferris y John Brancato, también autores del guión de la tercera entrega, dirigido por McG (Los Ángeles de Charlie, La Babysitter) y con Sam Worthington, Anton Yelchin, Bryce Dallas Howard, Helena Bonham Carter o Michael Ironside entre los secundarios lo decimos todo si tenemos en cuenta que lo más recordado de ella a día de hoy es el audio que recoge la impresionante bronca que el actor de Batman Begins echó al director de fotografía Shane Hurlbut en pleno rodaje. El primer intento por renovar la creación de James Cameron no ofreció los resultados esperados, pero en Hollywood en lugar de dejar las cosas como estaban para no empeorarlas volvieron a intentarlo seis años después.




En 2015 Terminator: Génesis fue un intento desesperado por contentar a fans veteranos y espectadores neófitos. En una vuelta de tuerca imposible esta quinta parte era por un lado otro reseteo y por otro una continuación de la primera película a la que volvía, literalmente, por medio de una rebuscada trama, escrita por Laeta Kalogridis y Patrick Lussier, repleta de viajes y paradojas temporales, construida sobre la impersonal puesta en escena de Alan Taylor (Thor: Mundo Oscuro, Juego de Tronos) y rematada con un casting demencialmente erroneo en el que Jason Clarke, Jai Courtney o Emilia Clarke, entre otros, interpretaban a personajes icónicos a los que ninguno de ellos hacía justicia. Aunque Arnold Schwazenegger volvía a interpretar a otro T-800 y el mismo James Cameron tuvo palabras de alabanza hacia ella, antes de su estreno, Génesis no gustó a casi nadie, no funcionó en taquilla como se esperaba y debería haber sido el último clavo en el ataúd del Universo Terminator. Pero ya sabemos que en la meca del cine tienen otra manera de pensar.




A mediados de 2017, sólo dos años después de la debacle de la última entrega, Skydance Media, Paramount Pictures y 20th Century Fox confirmaban que James Cameron como productor y Tim Miller (Deadpool, Love, Death and Robots) en labores de dirección estaban preparando una nueva película de Terminator a modo de continuación directa de las dos primeras cintas, obviando por ello las otras tres posteriores. Poco a poco íbamos recibiendo noticias del proyecto, entre ellas el previsible regreso de Arnold Schwazenegger y el no tanto de Linda Hamilton en su papel de Sarah Connor e incluso Edward Furlong como su hijo. Dicha concesión a esa nostalgia que en la actualidad llega a incluso nublarnos la razón y el sentido común despertó el interés de propios y extraños. Al reparto se unieron caras nuevas como las de la canadiense Mackenzie Davis y una mezcla de actores estadounidenses, latinoamericanos y españoles entre los que encontramos a Natalia Reyes, Gabriel Luna, Diego Boneta, Tristán Ulloa, Alicia Borrachero o Enrique Arce. En cuanto al guión David S. Goyer, Justin Rhodes, Billy Ray se ocupan de adaptar para la pantalla una historia original escrita por los dos primeros junto a James Cameron, Charles H. Eglee y Josh Friedman.




Desde su prólogo Terminator: Destino Oscuro comienza a construir una trama que se irá debilitando poco a poco hasta su recta final. Esos apresurados primeros compases en los que se minimiza, desmitifica y reduce a la nada todo lo acontecido en Terminator 2: El Juicio Final asientan una enclenque base argumental que transitará por lugares comunes vistos hasta el hartazgo en la franquicia añadiendo en el proceso justificaciones narrativas del todo inviables, llegando a producir hasta sonrojo en no pocas ocasiones. La estructuración de Terminator: Destino Oscuro es una amalgama de las dos primeras entregas, con dos viajeros del futuro llegando al presente, uno para matar a una persona que contraerá una relevancia capital en el año 2042 y otro para intentar salvarla. Nada nuevo en horizonte en lo referido a la construcción de la saga que, salvo en Terminator: Salvation, siempre ha utilizado el mismo y manido esquema impidiendo al universo cinematográfico de Terminator evolucionar mínimamente.




Otra muestra de la endeblez del argumento tejido por los cinco guionistas es la gratuidad con la que están incluidos los personajes de Linda Hamilton y Arnold Schwarzenegger. El ya citado prólogo es la excusa para insertar a Sarah Connor en la trama, un personaje que aunque se revela como lo mejor de la velada por el carisma y la entrega de la veterana actriz podría ser extirpado de raíz del relato sin que este se resintiera un ápice concentrando la trama en Grace y Dani huyendo del REV-9. Lo del protagonista de Depredador o El Último Gran Héroe (Last Action Hero) es incluso más sangrante, no sólo por su forzosa inclusión en el largometraje sino por la peregrina justificación y vergonzosa explicación que dan los autores del guión a su inclusión social durante más de veinte años. En ese punto a un servidor no le quedó más remedio que echarse las manos a la cabeza ante la sarta de disparates relacionados con este nuevo T-800 interpretado por el ex Mister Olympia y retratado con una pátina de comicidad que funciona entre poco y nada de cara al espectador. Aunque por suerte no es tan exagerada y vergonzante como en Terminator: Génesis.




En cuanto al trabajo de Tim Miller detrás de las cámaras se nota su intención por, dentro de las limitaciones establecidas por una superproducción gestada en el seno de Hollywood, minimizar el uso del CGI en las escenas de acción más espectaculares. Algo curioso si tenemos ne cuenta que antes de ejercer como director se curtió profesionalmente en ese ámbito dentro del séptimo arte. Sirva de ejemplo la primera persecución con vehículos en la que se perciben carreras, choques y explosiones reales en varios momentos concentrándose los efectos digitales por ordenador de manera casi exclusiva en el personaje de Gabriel Luna. En líneas generales la puesta en escena del realizador de Deadpool es competente y sabe aprovechar el abultado presupuesto que tiene a su disposición, pero hay ocasiones puntuales en las que los ya mencionados CGI se muestran notablemente ineficaces, sobre todo en los instantes en los que los personajes saltan o aterrizan desde grandes alturas. Pero como mencionamos los pasajes más dinámicos funcionan y la pelea del clímax final es satisfactoria aunque queden a años luz de cualquier secuencia de Terminator 2: El Juicio Final.




En lo referido al reparto de las nuevas incorporaciones sólo tienen verdadera relevancia los roles de Mackenzie Davis, Natalia Reyes y Gabriel Luna, ya que el resto del cast son secundarios incidentales y de poca importancia. La primera convence gracias a su entrega física en un personaje que no demanda mucho más que eso, pero que ella resuelve con soltura. En cambio a la actriz de origen colombiano le viene grande su criatura en casi todo momento y ni siquiera cuando toma un perfil más activo en la trama consigue ser resolutiva a pesar de su notorio esfuerzo. Por último Gabriel Luna consigue mostrarse como una amenaza física aceptable, pero su composición es demasiado plana y desangelada, a años luz de la milimétrica asepsia del T-1000 al dio vida un enorme Robert Patrick. Como ya hemos apuntado es Linda Hamilton la actriz que se roba la velada, porque a pesar de quedar lejos los años en los que lucía físico fibrado y rotundo su presencia magnética y con efectivos golpes de humor la encumbran dentro del cast. En cambio Arnold Schwarzzeneger sólo puede aprovechar los rescoldos que quedan de la versión del T-800 al que interpretó en las dos primeras películas y que en las posteriores entregas ha ido adentrándose en el ridículo y en un tan ineficiente como innecesario sentido de la autoparodia que, como previamente hemos comentado, tocó fondo en la anterior Terminator: Génesis.




Terminator: Destino Oscuro podía haber supuesto la oportunidad perfecta para que James Cameron recondujera la saga que creó hace treinta y cinco años. Pero tanto él como sus colaboradores más cercanos han ejecutado la enésima repetición de esquemas adscritos a su universo ficcional reconocible. Tenemos otro siniestro futuro distópico, otra inteligencia artificial que pone a las máquinas en contra de la humanidad, a otro ser humano dirigiendo a la resistencia y cuya misión es mandar a una persona de su confianza al pasado para cambiar el futuro mientras esta se alía o enfrenta con variantes de terminators. Más allá de la labor de algunos de los miembros del reparto que ya hemos mencionado o el sano afán de los máximos responsables del largometraje a la hora de apelar por una diversidad racial y de género a la hora de diseñar varios de los personajes principales nos encontramos con la enésima rudimentaria y prescindible secuela de Terminator. Esperemos que los pobres resultados de taquilla que está obteniendo sirvan para que Hollywood deje a la franquicia dormir de una vez ese merecido sueños de los justos en el que debería haberse sumergido en 1991 cuando pudo despedirse por todo lo alto y en su máximo esplendor.