“Hay momentos en los que tienes que hacer elecciones imposibles”
Sarah Linden
Homeland, Shameless, House of Cards, The Office, Ugly Betty o la futura The Mysteries of Laura son ejemplos de algo que en Hollywood está al orden del día, pero no tanto en la televisión estadounidense. Nada más y nada menos que series remakes, productos catódicos que adaptan para el público norteamericano programas de distintos países como Israel, Reino Unido, España o Colombia. The Killing, la serie de la guionista y productora canadiense Veena Sud, que comenzó su andadura en AMC (Breaking Bad, The Walking Dead, Mad Men) y la terminó hace poco en Netflix (Arrested Development, Orange is the New Black) hizo lo propio con el serial danés Forbrydelsen de Søren Sveistrup con un humilde pero meritorio seguimiento de telespectadores fieles y un éxito más que considerable de cara a la opinión de una prensa especializada que supo reconocer los hallazgos y méritos estéticos, artísticos o narrativos de esta revisión en cuatro temporadas, divididas en dos bloques, de la producción nórdica, de la que se desvincula (de manera muy inteligente) argumentalmente a partir de la tercera tanda de episodios.
Durante esas cuatro temporadas Veena Sud, con la ayuda de su equipo de guionistas y directores y un dúo protagonista superlativo que comandaban un reparto de distintos y eclécticos secundarios a cada cual más memorable, dio forma a un magnífico producto de una más que contrastada calidad en todas sus vertientes, que bebiendo en muchos aspectos del programa en el que se basaba dio su propia visión, sacando a relucir las dicotomías a las que daba lugar el choque entre vida y muerte en la ciudad de Seattle, sustentando su esqueleto argumental en tres casos de asesinato que permitieron a sus autores retratar el lado más oscuro del ser humano y los tortuosos caminos mal asfaltados de un sistema en el que la política, la pena capital, la paupérrima condición en la que viven los adolescentes huérfanos o las estricta disciplina de una academia militar ofrecen por fin una cara que no es la que habitualmente nos vende la, supuestamente impoluta, sociedad estadounidense que prefiere guardar sus propios esqueletos en armarios cerrados con cuádruple candado por miedo a las apariencias y a alterar su estado de bienestar, ese que debería de ser el mismo para todos los estratos sociales o razas sean de la índole que sean, algo, por desgracia, muy alejado de la realidad.
The Killing Primera Temporada: ¿Quién Mató a Rosie Larsen?
Una detective de homicidios de Seattle que se enfrenta a su último caso antes de abandonar la ciudad con su hijo, el sustituto que la relevará en el cargo y que deberá descifrar el crimen, un suéter encontrado en un bosque a las afueras, el cadáver de la dueña de la prenda localizado en el maletero de un coche previamente sumergido en un lago, una familia destrozada por el terrible hecho y un político local de considerable importancia como principal (pero no único) sospechoso del asesinato. Con esta twinpeaskiana premisa (practicamente la misma de la versión danesa) daba su primer paso el 3 de abril de 2011 en la cadena AMC The Killing, alargando su travesía durante 13 soberbios episodios. Veena Sud y sus huestes se ocuparon de que el tono recuperara ese ambiente gélido propiamente nórdico del producto nacido de la mano de Søren Sveistrup y que la milimétrica puesta en escena recordara a la mano de David Fincher y Jonathan Demme, autores de dos de los mejores thrillers de la historia del cine (Seven y El Silencio de los Corderos) y el último en un inesperado giro de acontecimientos futuro director de dos de los más brillantes episodios de la tercera y cuarta temporada de la serie.
Esta primera temporada sirve para tejer el entramado sobre sospechosos, falsas pistas, dobles juegos y medias verdades con las que el espectador se vea imbuido en una clásica historia de búsqueda del autor de un brutal asesinato que puede ser cualquiera de los personajes que pueblan el programa. Pero Veena Sud principalmente se ocupa de que sus protagonistas y secundarios sean cercanos y creíbles, seres de carne y hueso llenos de dudas, miedos y prejuicios de todo tipo. Son feos y con cuerpos delgaducho el uno y menudo la otra. La Sarah Linden de una impresionante Mireille Enos (Sabotage, Guerra Mundial Z) es una mujer seria por dentro y por fuera (las contadas ocasiones en las que la vemos sonreír siempre nos pilla de sorpresa) de andares patosos, ojos profundos pero estrábicos y voz siempre susurrante. El Stephen Holder (Robocop 2014, la saga Dinero Fácil) de un carismático Joel Kinnaman es un espigado policía de modos barriobajeros, verborrea incontrolable y una simpatía que oculta más de un trauma pasado. Antagónicos en personalidad y modus operandi como detectives, les une el hecho de ser dos animales heridos castigados por vidas llenas de obstáculos tanto físicos como abstractos, unos Mulder y Scully con los pies en la tierra que se complementan y hasta necesitan pero que, gracias a los guiones, eluden (casi siempre) cualquier atisbo de relación física de pueril comercialidad de cara a la galería.
Los guiones también se ocupan de mostrar los estragos que el asesinato de Rosie produce en el núcleo familiar, especialmente en el cabeza de familia Stan su mujer Mitch o Terry, la hermana de esta y a su vez tía de, no sólo la adolescente fallecida, también de los dos hermanos pequeños de esta que se convierten en víctimas colaterales de tan terrible asesinato. Por otro lado comenzamos a sumergirnos por medio de personajes como Darren Richmond, Jamie Bright o Gwen Eaton en el mundo de las campañas electorales estadounidenses y toda la inmundicia e intereses que las mismas arrastran. Por el camino la trama criminal se va recrudeciendo y cerrándose cada vez más al ir descartando sospechosos mientras Holder y Linden se implican con más visceralidad en el caso (convirtiéndose el mismo en un asunto personal para ambos, sobre todo para ella) llegando este a un cliffhanger final que disgustó a algunos por no resolver el crimen y agradó a otros porque sirvió para la renovación de una segunda temporada. La confirmación como gran serie de The Killing ya era un hecho por aquel entonces, pero compartir parrilla con exitazos catódicos como The Walking Dead o Hijos de la Anarquía siempre eclipsó sus no pocas virtudes, algo que se convertiría en la tónica habitual a lo largo de todo el recorrido del programa.
The Killing Segunda Temporada: Se Cierra el Círculo
El 1 de abril de 2012 AMC inició la segunda temporada de la la producción catódica. Como hemos comentado la primera temporada de The Killing acabó, no sólo sin sacar a la luz quién fue el asesino de Rosie, también dejando en el limbo la permanencia de algún personaje importante y una traición que podía cambiarlo todo con respecto a la investigación de lo sucedido con la primogénita de los Larsen. Pero como siempre, cuando nos referimos a la profesionalidad de Veena Sud, todo estaba pensado milimétricamente y la no resolución del crimen sirvió como excusa a la guionista y productora de Caso Abierto para enfatizar la morbidez que rodea a todo lo referido con la ejecución de Rosie, mostrando el lado más oscuro de la psicología humana, ahondando en la guerra sucia implícita en las elecciones políticas, incluso en las locales, en las que cualquier acto polémico o hecho del pasado puede hundir a un candidato con un simple chasquear de dedos.
Pero la misión principal de la canadiense, su único fin, es profundizar en el magnífico estudio de personajes al que llevaba dando forma desde los primeros pasos de la temporada inicial del programa de AMC. Mientras vamos conociendo de manera cada vez más esclarecedora los fantasmas internos de Holder (problemas con el alcohol y las drogas) y Linden (antiguos traumas psicológicos por los cuales pasó tiempo internada en un sanatorio mental) viendo como poco a poco Mireille Enos y Joel Kinnaman van ofreciendo cada vez más matices y pequeños detalles a sus criaturas son Brent Sexton (Deadwood, Justified) y Michelle Forbes (True Blood, En Tratamiento) como Stan y Mitch Larsen o Jamie Anne Allman dando vida a Terry los que ganan enteros como roles de carne y hueso formando un triunvirato que expone de manera analítica la descomposición total de un núcleo familiar que más tarde descubriremos está podrido por dentro. Pasando por el pasado en la mafia del marido, la crisis de personalidad de la mujer y los trapos sucios de la hermana de esta última Veen Sud y su séquito de escritores desarrollan un contenido y soberbio fresco de cómo la institución familiar debe liberarse de sus demonios internos para pasar por el purgatorio existencial que les permita poder seguir adelante dando inicio a una nueva etapa.
Con la resolución del asesinato de la joven Rosie Larsen y la muestra de un atisbo de lo que será el futuro de todos los implicados en el mismo (familiares, amigos, sospechosos cuplables e inocentes de serlo) se cierra la segunda temporada de The Killing y su primera etapa a modo de antología o novela literaria. A partir de ese momento el porvenir del programa se pondrá continuamente en entredicho y se confirmará la desvinculación total con la versión danesa de Søren Sveistrup. AMC decide cancelar la producción dejándola como una serie cerrada de dos temporadas, pero un acuerdo con otra cadena de televisión por cable como Netflix permitirá el rodaje de una tercera temporada con un reparto de secundarios prácticamente nuevo y en la que Stephen Holder y Sarah Linden investigarán un caso completamente distinto al del asesinato de Rosie Larsen. El resultado de esta tanda de episodios número tres será el menos esperado tanto por la crítica como por la audiencia adicta a las correrías de los dos detectives de Seattle. Veena Sud decide alejarse de su fuente de inspiración y la jugada se convierte en el mayor acierto que pudiera haber tenido el programa.
The Killing Tercera Temporada: A Sangre Fría
La tercera temporada de Juego de Tronos de la HBO con su impactante Boda Roja o la segunda mitad de la quinta de Breaking Bad con la resolución de las (des)venturas de Walter White (aka Heisenberg) Jesse Pinkman y compañía, eclipsaron con su impacto y (para qué negarlo) calidad mas que contrastada la tercera y mejor temporada de The Killing que pasó casi desapercibida por las pantallas de medio mundo cuando podía rivalizar con la cabeza muy alta con las series de David Benioff y D.B. Weiss o Vince Gilligan, algo que también podría decirse de la sexta temporada de Hijos de la Anarquía de Kurt Sutter, pero de eso hablaremos en un futuro próximo. Con un renovado plantel de actores de reparto con secundarios de lujo (a los que en Hollywood todavía no ha reconocido su más que considerable talento) como el canadiense de origen griego Elias Koteas (La Delgada Linea Roja, Crash, Defendor) el norteamericano Peter Sagaard (Jarhead, Green Lantern, Blue Jasmine) o el también estadounidense Gregg Henry (Doble Cuerpo, Firefly, Guardianes de la Galaxia) Veena Sud da forma a una pequeña obra maestra de la televisión moderna, una de las reflexiones más sutiles, elegantes y críticas sobre la pena de muerte jamás plasmadas en ficción dentro de Estados Unidos, un país en el que más de 32 estados se aplica pena capital.
El 2 de junio de 2013 llegó esa tercera temporada en la que se investiga el caso de un asesino múltiple cuyo modus operandi es igual al de uno llamado “el flautista” al que Linden mandó al corredor de la muerte años atrás y que amalgama la crítica tan visceral como analítica del Truman Capote de A Sangre Fría (adaptada magistralmente al celuloide por un Richard Brooks pletórico tanto en la escritura como la dirección en el año 1967) la mirada hacia los desamparados Charles Dickens de Oliver Twist adaptado a pleno siglo XXI y el estilo del Atom Egoyan elegante, contenido en su exterior pero intenso en el interior, de El Dulce Porvenir fusionandose en una sola y poliédrica mirada que paradójicamente exhala tanto uniformidad como personalidad. Veena Sud consigue lo que parecía imposible, no sólo demostrar que esta tercera temporada puede mantener la compostura con respecto a las dos anteriores, sino superarlas considerablemente con el mejor trabajo de dirección de toda la serie (Jonathan Demme y Nicole Kassel ejecutan dos capítulos finales sencillamente apabullantes) los mejores secundarios de todo el recorrido del programa (Elias Koteas está soberbio como siempre dando vida al misterioso James Skinner, pero es Peter Sasgaard el que llena de rabia, verdad y fuerza a su Ray Seward en el que es a día de hoy el mejor papel de su carrera) los dos mejores trabajos de Joel Kinnaman y Mireille Enos como el dúo protagonista (la obsesión de ella con el caso y su relación con Skinner son dos de los mejores apuntes de la temporada) y algunos momentos que se encuentran entre los mejores de la televisión reciente como ese hombre que acepta finalmente su destino después de mirar por una ventana o esas últimas palabras aparéntemente vacuas que nos confirman que nadie merece morir y que un sistema que ejecuta a hombres inocentes en un país del primer mundo es algo de lo que muchos deberíamos avergonzarnos, no sólo los estadounidenses.
Con su tercera temporada The Killing toca el cielo de su producción, sus creadores regalan a los seguidores televisión de alto nivel gloriosamente ejecutada en todos sus apartados, pero el único fallo que podemos reprochar a esta season finale es el que tiene la culpa de que la despedida que hace un año podía haber sido triunfal ha sido este 2014 bastante buena, pero no perfecta. Por desgracia la tercera tanda de episodios del programa de la AMC concluye con un cliffhanger de manual que no cierra una de las tramas que implican directamente al porvenir de Holder y Linden para que se pudiera rodar una cuarta y última temporada. Aunque la sombra de la cancelación volvió a sobrevolar el futuro de la serie de Veena Sud esta vez fue Netflix (recordemos que en la tercera temporada este canal llegó a un acuerdo con AMC para la producción del programa) la que se ocupó del estreno y posterior emisión de los últimos seis episodios que confirmarían esa cuarta temporada que serviría para cerrar finalmente el ciclo vital y profesional iniciado por los agentes Linden y Holder con la investigación del caso del asesinato de Rosie Larsen.
The Killing Cuarta Temporada: Kyle Cogió su Fusil
Si las tres primeras temporadas de The Killng daban forma a dos relatos puramente literarios, la cuarta vendría a ser el epílogo de los mismos, un regalo para los fans que habían seguido con ávida (y adictiva) fidelidad las correrías de Stephen Holder y Sarah Linden en las calles de la ciudad de Seattle. Esta cuarta entrega constó de seis episodios de una hora de duración, se estrenó íntegra en streaming el 1 de Agosto del presente 2014 y supuso la temporada menos sobresaliente del show, pero hablando en los terminos de calidad del programa en ningún momento podemos referirnos a ella como menos de seis horas de televisión brillantes. Algunos cambios se producen a lo largo de dichos capítulos y tienen más que ver con el paso de un canal a otro (al igual que otras cadenas por cable como Showtime o HBO, Netflix sí permite la inclusión de la palabra “fuck”, que está prohibida en otras como FX Network, A&E o la misma AMC en la que nació el producto que nos ocupa en esta entrada y la sensación de extrañeza se hace notable, pero sólo en el primer episodio, ya que luego Holder lo coge gusto a la expresión y la utiliza con su particular labia) que con otros aspectos, los mismos que convirtieron la versión de americana de Forbrydelsen en un producto de referencia por su calidad.
La cuarta temporada de The Killing comienza justo donde acabó la anterior y dejándonos claro desde el primer minuto que los actos llevados a cabo por Linden y Holder en aquella serán el núcleo central de todo el entramado argumental que será sobrevolado por la posible caída en desgracia de los dos detectives de Seattle. Pero una vez más nuestros ojos se dirigirán hacia un caso de asesinato múltiple, el de una familia adinerada cuyo hijo mayor (y principal sospechoso con amnesia temporal producida por el hecho traumático) es miembro de una estricta y selecta escuela militar dirigida da por la Comandante Margart Rayne (una intachable Joan Allen confirmando que es una de las mejores actrices de su generación). La historia es una intriga de corte militarista que bebe de producciones de Hollywood como Algunos Hombres Buenos de Rob Reiner (con guión del prestigioso Aaron Sorkin) La Hija del General de Simon West o la memorable En el Valle de Elah de Paul Haggis, films que tejen una intriga en la que la investigación de un crimen en ambiente castrense ocupa todo el exoesqueleto de la historia, normalmente repleta de medias verdades, falsos culpables y conspiraciones colectivas que ponen en entredicho muchos de los métodos de adiestramiento del ejército de los Estados Unidos que convierten a sus soldados en insensibles y automatizadas máquinas de matar.
Esta cuarta temporada condensa toda la esencia del programa desde que diera sus primeros pasos. Competente y gélida puesta en escena, escritura sólida y milimétrica, unos actores brillantes desde sus dos protagonistas hasta el extra que aparece en un rincón dando vida a un soldado haciendo flexiones bajo la lluvia y una visión nihilista del ser humano y sus más bajos instintos. Por desgracia Veena Sud sabe que está despidiendo el programa definitivamente y decide por ello intensificar las emociones de sus dos actores principales, sobre todo las de Mireille Enos como Linden, que habíamos visto a lo largo de las tres anteriores temporadas como una mujer contenida que en pocas ocasiones dejaba mostrar su estado mental al exterior y que aquí peca en algunos momentos de cierta sobreactuación (siempre moderada) que no pega demasiado con el personaje. También se fuerza cierta concatenación de momentos forzadamente trascendentes que en un recorrido de sólo seis episodios (por mucho que cada uno de ellos bordee o supere la hora de duración) se antojan algo precipitados o ejecutados bruscamente. Pero la intensidad con la que Mireille Enos y Joel Kinnaman se agarran a unos roles sobresalientes que ya conocen como las palmas de sus manos, la enorme labor en la realización (Jonathan Demme vuelve para cerrar la serie rodando el último episodio) de los distintos directores, el control que Veena Sud mantiene sobre su equipo de libretistas y la magnífica interpretación de Tyler Ross, Stearling Beaumon y Levi Meaden como los cadetes Kyle Stansbury, Lincoln Knopf y A.J Fieldong respectivamente consiguen que la despedida de The Killing merezca la pena consiguiendo que una temporada innecesaria mantenga muy dignamente la compostura, aunque su epílogo demasiado obvio quita enteros a un cierre que podría haber sido mucho más memorable si se hubiese prescindido de esos autocomplacientes minutos finales.
Valoración General
Sin ocupar un lugar de capital importancia como otros productos televisivos de esa impagable nueva edad de oro que estamos viviendo desde hace más de diez años dentro de las series americanas como The Wire, A Dos Metros Bajo Tierra, Los Soprano o Mad Men, la versión americana de The Killing, ideada y desarrollada por Veena Sud, puede considerarse fácilmente y sin controversia alguna una obra de culto, un producto de una brillantez considerablemente contrastada con los suficientes alicientes como para jugar en las grandes ligas de las producciones más destacadas de la parrila internacional. De la innecesaria revisión de una serie europea nació un ejercicio de narración, realización y e interpretación actoral sencillamente intachable. Podríamos hablar de la labor destacada de actores como Billy Campbell dando vida a Darren Richmond, Eric Ladin como Jamie Wright o Jewel Staite dando voz y cuerpo a Caroline Swift (con genial referencia a Firefly/Serenity incluida) de la de directores como Nicole Kassel (El Leñador), Daniel Attias (Ray Donovan, House) Brad Anderson (El Maquinista, The Shield), Patty Jenkins (Monster) o la de guionistas como el hoy muy prestigioso Nic Pizzolatto (True Detective) Brett Conrad (Hijos de la Anarquía) o Dawn Prestwich (Carnivále) o la del de cualquier miembro de los equipos artístico o técnico. Pero quedémonos con Linden y Holder, el cielo gris y el clima siempre lluvioso de Seattle, esa cara oculta de la ciudad en la que se comenten crímenes inhumanos por culpa de nuestros pecados como sociedad o individuos y con esos pequeños resquicios de luz que nos permiten aferrarnos a la esperanza de un futuro mejor, aquel que parece oculto debajo de toneladas de podredumbre económica y moral pero que permanece latente a la espera de ser descubierto.