lunes, 11 de febrero de 2019

Trilogía El Protegido/Múltiple/Glass, dioses y monstruos



“La vida real no encaja en viñetas dibujadas específicamente para ella”

                                                                                      ELIJAH PRICE


El pasado día 18 de enero el cineasta estadounidense de origen hindú, M. Night Shyamalan cerró una etapa de su vida profesional a la que dio inicio en el año 2000, hace casi veinte años. El autor nacido en Puducherry y arraigado en Philadelphia despidió el siglo XX con su cuarta película, El Protegido (Unbreakable), en la que dio su particular visión del mundo del cómic y los superhéroes. Poco más de quince años después y tras haber pasado de ser una de las promesas cinematográficas más sólidas de Hollywood a un profesional caído en desgracia convirtiéndose casi en veneno para la taquilla llevó a la pantalla grande Múltiple (Split), su segunda colaboración con el productor Jason Blum (Insidious, Paranormal Activity, The Purge) revelándose en su escena final como un producto localizado en el mismo microcosmos que el film protagonizado por Bruce Willis, actor encargado de crear el vínculo entre ambas obras. Tras la sorpresa y el buen recibimiento por parte de crítica y público con respecto al largometraje centrado en las desdobladas personalidades del rol interpretado por James McAvoy Shyamalan confirmó dicha saga como una trilogía cuyo cierre llegaría en 2019.




Con motivo del estreno de Glass hemos decidido dedicar un especial a esta trilogía tan personal por parte del director de After Earth o Airbender: El Último Guerrero. Como es lógico seguiremos el orden cronológico con una reseña de El Protegido (Unbreakable) acompañada de la que en su momento dedicamos a Múltiple (Split), recuperada para la ocasión, y finalizando con la opinión de Glass, degustada hace unos días. De esta manera daremos una visión más global del tríptico, trataremos de profundizar humildemente en su subtexto, intencionalidad, referencialidad cinematográfica y secuencial y su relevancia en la carrera del cineasta originario de la India. Acompañadnos, una vez más, en un ¿último? viaje para ser testigos del enfrentamiento entre tres de iconos del universo superheróico no nacido ninguno de ellos en cómic o viñeta alguna. David Dunn (Bruce Willis), Mr Glass (Samuel L. Jackson) y Kevin/la Horda/la Bestia (James McAvoy) están aquí para protagonizar el asalto definitivo a tres bandas con el que su máximo creador afirma haber cerrado la trilogía y una de las etapas más largas e interesantes de su carrera cinematográfica. Pero para ello debemos volver al pasado y poner nuestra mirada en aquel ya lejano año 2000 en el que todo comenzó, con un trágico viaje en tren.


El Protegido (2000)



Título Original Unbreakable (2000)
Director M. Night Shyamalan
Guión M. Night Shyamalan
Reparto Bruce Willis, Samuel L. Jackson, Robin Wright, Spencer Treat Clark, Eamonn Walker, Charlayne Woodard, Leslie Stefanson, Johnny Hiram Jamison,M. Night Shyamalan





El año 1999 fue el más importante de la carrera profesional de M. Night Shyamalan. Después de haber rodado dos largometrajes, Praying With Anger y Wide Awake, pasando con más pena que gloria por las carteleras de Estados Unidos, el tercero de ellos, El Sexto Sentido, se convirtió en un descomunal éxito internacional. Su primera incursión en cine de terror se saldó con una pieza magistral sobre fantasmas protagonizada por Bruce Willis, Haley Joel Osment, Toni Collette u Olivia Williams convertida al poco de estrenarse en una película de culto. Las alabanzas generalizadas de la prensa especializada, una enorme recaudación a nivel mundial y una interminable galería de nominaciones y galardones, cuyo punto más alto tuvo lugar con su aspiración hasta a seis estatuillas de la academia de Hollywood, hicieron el resto con una obra transformada en icónica y, posteriormente, copiada u homenajeada hasta la saciedad llegando su influencia hasta la actualidad. Tratar de imaginar el nivel de presión al que se debió ver sometido M. Night Shyamalan por Touchstone Pictures, filial de Disney y productora de El Sexto Sentido, se antoja un ejercicio de futilidad. La intención de repetir un bombazo como el del film en el que Haley Joel Osment afirmaba ver muertos incitó a los precursores del proyecto a meter prisa al autor del mismo y su respuesta materializó sólo un año después, algo totalmente contraproducente si la intención era ofrecer un producto de verdadera calidad. Por suerte Shyamalan se encontraba por aquel entonces en todo su apogeo creativo y el resultado estuvo a la altura de las circunstancias.





El Protegido, Unbreakable en su más coherente título original, se estrenó el 14 de noviembre del año 2000 en Estados Unidos, en España lo haría en enero del año siguiente, y aunque es una de las mejores, posiblemente la mejor, de las obras de M. Night Shyamalan también fue la primera vinculada a la polémica dentro de su extensa y e irregular filmografía. No fueron pocos los decepcionados por el cambio de género que suponía la nueva obra del futuro autor de La Visita, esperando otro relato de terror como El Sexto Sentido con el que El Protegido poco o nada tenía que ver, al menos desde un punto de vista argumental. Unbreakable se compone de dos tramas protagonizadas por una pareja de personajes antagónicos. Por un lado tenemos a David Dunn (Bruce Willis) vigilante de seguridad casado y con un hijo, además de único superviviente en un accidente de tren en el que perdieron la vida mas de un centenar de pasajeros. Por otro seguimos los pasos, literales y figurados, de Elijah Price (Samuel L. Jackson) un coleccionista de cómics afectado por “osteogénisis imperfecta”, conocida como la enfermedad de los “huesos de cristal”, que debido a dicha afección se vio obsesivamente sumergido desde niño en el mundo del arte secuencial por mediación de su madre, único vínculo familiar y emocional del personaje. Cuando los caminos de David Dunn y Elijah Price se cruzan la vida de ambos, y la de sus allegados, cambia radicalmente.




El Protegido es el personal y rendido homenaje al cómic superheróico de M. Night Shyamalan. Desde el texto inicial, un resumen de los números de ventas dentro de este medio a nivel mundial, la misión de guionista y director es diseccionar la iconografía, el trasfondo y las señas de identidad propias e identificables del mundo de la viñeta. La novedad en este sentido es que nos encontramos en las antípodas de una película de acción, adentrándose sin miramientos en terrenos dramáticos con apuntes de fantasía muy autocontenida. La misión de Shyamalan, abordada en incontables ocasiones a lo largo de la historia del cómic, es la de mostrar el impacto que produciría la presencia de personas con poderes sobrenaturales en un contexto totalmente realista. Buscando de esta manera marcar un profundo contraste en el que nuestro sistema de valores y condición social llegaran a tambalearse por la irrupción de lo inexplicable. De manera inteligente el autor expone su relato a pequeña escala con un personaje, el de David Dunn, que llegará a ejercer como “vigilante” o “protector” a nivel local, sin que su existencia como superhombre cambie el porvenir de la humanidad a un nivel nacional o global. Algo que cambiará drásticamente en Glass, cuando la historia planteada en aquella sí se adentre en dichos terrenos.




Al decidir acometer la “aventura del superhéroe” de esta manera tan intimista Shyamalan elude tener que bregar con lugares comunes del género como relaciones con otros encapuchados, formar un grupo de ellos o trabajar para el gobierno, porque al fin y al cabo está contando una historia de orígenes. Tomando esta elección el guionista y director puede focalizar su interés en las emociones del trío de personajes formado por David, su esposa Audrey (Robin Wright) y su hijo Joseph (Spencer Treat Clark) y ahí es donde reside uno de los mayores aciertos de la obra. En ese descubrimiento de sus poderes que irá haciendo mella en una familia desestructurada debido a los problemas sentimentales de un matrimonio a las puertas de la ruptura. El trío de actores ayuda a elevar la palabra escrita de Shymalan ya que a la dureza impertérrita y contenida de un excelente Bruce Willis se anteponen la vulnerabilidad, el desconcierto y el miedo de unos Wright y Treat Clark capaces de dar empaque el apartado artístico de la producción. Algo parecido sucede con el Elijah Price de un inmenso Samuel L. Jackson. Ese Charles Xavier reconvertido finalmene en Erik Lensher, atormentado por encontrar su lugar en el mundo al revelarse como el opuesto al hombre irrompible, aunque en el proceso se cobre la vida de cientos de personas inocentes. Una película de personajes al fin y al cabo, aunque con una factura impecable por parte del productor de Devil.




La puesta en escena de M. Night Shyamalan es la mayor de sus virtudes y hasta en sus largometrajes más endebles, los construidos sobre guiones insostenibles, su impronta siempre nos reservaba alguna que otra escena memorable. Cuando facturó El Protegido se encontraba en la plenitud de sus facultades como narrador y es algo que se deja notar a lo largo de todo el metraje. Pasajes como el nacimiento de Elijah o el previo al accidente de tren, ese plano fijo acercándose a Bruce Willis mientras el doctor le comunica ser el único superviviente del siniestro, el detalle del bastón de cristal durante la caída por las escaleras del personaje de Samuel L. Jackson o el flashback en el que abre su primer cómic, el intento de disparo en la cocina, la sesión de halterofilia o David dando rienda suelta a sus poderes en la estación de tren sólo son solo algunos de los momentos para el recuerdo en un proyecto ejecutado por su autor principal con una contención, elegancia, sutilidad, simbología y profundidad intachable, sólo dando muestras de flaqueza en la única escena de acción de la obra, esa pelea que Shyamalan parece querer quitarse pronto de encima abordada con un plano fijo picado en el que son los dos especialistas los que realizan la labor más importante por medio de la realización física de una coreografía más bien pobre, estática y algo rácana.




Aunque en su estreno no fue recibida con excesivas alabanzas, ya hemos mencionado la decepción que supuso para cierto sector de los espectadores, El Protegido ha ido ganando un gran número de adeptos dispuestos no sólo a revalorizarla como producto cinematográfico o la mejor obra de un cineasta prematuramente caído en desgracia, sino también como una de las películas estandarte centrada en el mundo superheróico sin estar inspirada en cómic alguno. Tras su estreno M. Night Shyamalan fue creando productos cada vez menos compactos y cohesionados, aunque siempre con fogonazos de su talento, perdiendo gradualmente el favor de la taquilla y convirtiéndose en el punching ball de la prensa especializada tanto e su país como fuera del mismo. Cuando la historia de David Dunn y su archienemigo Elijah Price ya sólo era un recuerdo lejano en 2016 su creador unió fuerzas con el productor Jason Blum para rodar Múltiple (Split), la historia de un asesino en serie y secuestrador protagonizada por James McAvoy, Anya Taylor Joy y Betty Buckley, entre otros, que en sus últimos segundos conectaba directamente con la obra que nos ocupa y a su vez tendía un puente con la reciente y memorable Glass, última entrega de esta personalísima trilogía.


Múltiple (2016)



Título Original Split (2016)
Director M. Night Shyamalan
Guión M. Night Shyamalan
Reparto James McAvoy, Anya Taylor Joy, Betty Buckley, Brad William Henke, Haley Lu Richardson, Sterling K. Brown, Kim Director, Sebastian Arcelus, Lyne Renee, Neal Huff, Jessica Sula, Maria Breyman, Steven Dennis, Peter Patrikios, Matthew Nadu





Después de años convertido en “veneno para la taquilla” y siendo vilipendiado por crítica y público con todos y cada uno de sus proyectos entre los que se encuentran El Bosque (The Village), La Joven del AguaEl IncidenteThe Last Airbender o After Earth (en la promoción de este último incluso se ocultó en la medida de lo posible su nombre para que no destacase en manera alguna) en 2015 con la, más o menos, independiente y humilde La Visita el cineasta norteamericano de origen hindú M.Night Shyamalan parecía volver a recuperar el norte y dar considerables muestras de seguir siendo aquel director que revolucionó Hollywood en las postrimerías del siglo XX con piezas como El Sexto Sentido o El Protegido (Unbreakable) Dicha cinta en formato found footage protagonizada por dos peculiares ancianos y moviéndose a placer entre el terror y la comedia negra supuso una luz al fondo del oscuro túnel en el que estaba convirtiéndose la carrera de su creador. MúltipleSplit en su título original, su último trabajo detrás de las cámaras producido en colaboración con Blumhouse (hogar de sagas como Insidious o Paranormal Activity) y protagonizado por James McAvoy, las jóvenes actrices Anya Taylor Joy, Haley Lu Richardson, Jessica Sula o la veterana Betty Buckley es la confirmación de que el autor de Señales por fin vuelve al buen camino tras más de una década en la que llegó a convertirse (unas veces de manera justa, otras no) en la risión de la industria,  ofreciendo de nuevo piezas destacables y haciendo honor a su talento como narrador de historias.





El punto de partida de Split es genérico y lo hemos visto millones de veces, en ese sentido la cinta no inventa nada. Tres chicas adolescentes son secuestradas por Kevin, un hombre que sufre un desdoblamiento de nada más y nada menos que 23 personalidades entre las que se encuentran las del enfermizo Dennis, obsesionado con la suciedad, una mujer posesiva llamada Patricia, un diseñador de moda que responde al nombre de Barry o Hedwig, un niño de nueve años. Varias de esas personalidades advierten al resto de personajes la próxima llegada de una nueva, la número 24, conocida como “La Bestia”, cuya naturaleza no parece humana y pondrá en peligro la integridad física del trío de adolescentes secuestradas por Kevin. Esta es la premisa del largometaje, y como acabamos de mencionar tiene poco de original, pero M. Night Shyamalan se guarda unos cuantos ases en la manga (no refiriéndonos sólo al famoso twist que rara vez falta en sus films, aquí también haciendo acto de presencia) permitiendo aumentar exponencialmente la sencilla naturaleza de thriller adscrita a Múltiple para convertirlo en una criatura multiforme adentrándose en distintos tipos de géneros cinematográficos que funcionan en prácticamente todas sus vertientes.




Múltiple, al igual que La Visita, arregla uno de los problemas más graves que arrastraban los últimos trabajos de M.Night Shyamalan, la incosistencia de sus guiones. Ya que en cuanto a puesta en escena el cineasta de origen hindú siempre ha dado muestras de poderosa inventiva y una peculiaridad cinemática fuera de toda duda hasta en sus horas más bajas. La escritura del último largometraje del norteamericano esta sustentada en la sutilidad, la sugestión más que la explicitud, la elegancia y el control del tempo narrativo. Tres tramas avanzan paralelas en Split. La centrada en el confinamiento y asedio al que el personaje protagonista somete a las chicas secuestradas, la amparada en la relación de este con su psiquiatra, la Doctora Fletcher, y la que por medio de flashbacks nos enseña un momento concreto de la infancia del personaje de Casey que define su presente y actos durante su encarcelamiento. Salvo un par de momentos en los que la subtrama de la psiquiatra se entrega a cierta dejadez, bajando el ritmo del metraje, este discurrir de las tres historias muestra una cohesión narrativa magnífica, apelando siempre, como ya hemos apuntado, a una realización tan sólida como vibrante, con algunos planos brillantes recordándonos al mejor M. Night Shyamalan y un reparto muy solvente comandado por un James McAvoy en el que nos detendremos más adelante por motivos obvios.




Múltiple es una producción tan consecuente consigo misma que retratando a un personaje con varias personalidades también se aventura en la feliz idea de ser tres películas en una. La primera, que abarca la mayor parte del metraje es una cinta de intriga creciéndose a la hora de entregarse sin miramientos a la violencia psicológica y a la claustrofobia experimentada por las tres co protagonistas al verse encerradas en una localización desconocida a manos de un hombre totalmente perturbado con el que Shyamalan se adentra en teorías científicas sobre la complejidad de la mente y cómo esta puede llegar a someter al cuerpo humano. La segunda toma lugar en la media hora final convirtiendo el proyecto en una obra de terror puro. Algo perceptible no sólo en los acontecimientos a los que asistimos en pantalla, sino también en la puesta en escena de Shyamalan pasando de la elegancia y planificación meticulosa previa a una visceralidad cruda, peligrosa, aumentando de manera notable la incomodidad del espectador con respecto al devenir de acontecimientos dentro del argumento. La última, que realmente no es tal, tiene lugar en la escena final de la cinta. El famoso giro “made in Shyamalan”, que la redefine completamente, haciéndonos replantearnos todo lo visto. No porque se nos haya escapado algo, sino porque las intenciones y el fin del autor no eran los que esperábamos. Aunque a lo largo de toda la película va dejando pistas, pero la idea era demasiado brillante para que el espectador acabara aceptándola.




Al buen hacer en el guión y la dirección por parte de un M. Night Shyamalan al que hacía años no veíamos tan competente se une su mayor cómplice para que Split salga adelante como atípico experimento cinematográfico dentro de la industria de Hollywood. El escocés James McAvoy deja de lado su perfil heróico y de hombre íntegro (que sólo ha abandonado en puntuales ocasiones, como en Filth) para enfundarse la(s) piel(es) de un rol que abordado inadecuadamente podría haber caído en el mayor de los ridículos por culpa de la sobreactuación, la impostura o el dramatismo mal digerido. Por suerte nuestro Charles Xavier ofrece todo un recital de composición a la hora de dar vida a su poliédrica criatura hasta tal punto, no sólo de parecer distintas personas confinadas en una sola, sino también sumergiéndonos en la fisicidad que confirma el desdoblamiento del protagonista cuando la platea llega a pensar que Dennis, Hedwig, Patricia o Barry son personas diferentes interactuando entre ellas en la misma localización orgánica. La entrega del protagonista de Atonement o Trance llega a cotas de explicitud salvajes en la recta final del metraje, cuando el dominio de su lenguaje corporal y potencia física rigen el núcleo narrativo del clímax dando el golpe de gracia a una labor interpretativa tan mayúscula que llega eclipsar el remarcable trabajo de sus compañeras de pantalla, Destacando una muy convincente Anya Taylor Joy (La Bruja) como Casey y una soberbia Betty Buckley (Carrie) como la Doctora Fletcher.




Múltiple confirma la recuperación de un M. Night Shyamalan que ha vuelto a ganarse el favor del público y gran parte de la crítica demostrando encontrarse más cómodo abordando proyectos medianamente independientes en los que cuenta con menos presupuesto, pero más control artístico. La naturaleza humilde (sólo en apariencia, ese giro final la revela como un proyecto más ambicioso de lo que parece por motivos lógicos) de su último trabajo detrás de las cámaras ha jugado totalmente a su favor y él ha sabido, una vez más después de La Visita, aprovechar la oportunidad para reverdecer unos laureles completamente secos desde hace más de una década. Después de años de varapalos de la prensa especializada, una taquilla que le daba la espalda y unos premios Razzie cebándose con él de manera desmesurada hoy podemos decir que hay futuro en la carrera de uno de los directores que mejor representan cuán caprichoso puede ser el mundo de Hollywood. Capaz de encumbrar en tiempo récord a un cineasta que con sólo dos películas más tras su primer gran éxito se introdujo en un pozo sin fondo de proyectos fallidos o incomprendidos (el que esto suscribe sigue viendo magia en La Joven del Agua y disfruta mucho de The Last Airbender) del que le ha costado mucho salir y en el que esperemos nunca vuelva a caer.


Glass (2019)



Título Original Glass (2019)
Director M. Night Shyamalan
Guión M. Night Shyamalan
Reparto James McAvoy, Bruce Willis, Samuel L. Jackson, Sarah Paulson, Anya Taylor-Joy, Shayna Ryan, Spencer Treat Clark, Charlayne Woodard, Luke Kirby, Rob Yang, Brian Donahue, Adam David Thompson, Marisa Brown, Kyli Zion




La última, y sorprendente, escena de Múltiple (Split) nos dejaba clara la veracidad de aquel rumor que invadió la red en la época de su estreno internacional convertido casi en un secreto a voces. La aparición en forma de cameo del David Dunn al que dio vida Bruce Willis en El Protegido (Unbreakable) mencionando el nombre de Mr Glass convertía la cinta protagonizada por un desdoblado James McAvoy en una especie de spin off o secuela localizada en el mismo microcosmos ficcional de la cuarta, y posiblemente mejor, película del cineasta M. Night Shyamalan. Tras el buen recibimiento de su último trabajo y una vez desvelado el secreto escondido en el final de su metraje el hindú anunció su intención de convertir dicho díptico en una trilogía sumándole una última entrega en la que recuperaría a los personajes de David Dunn y Mr Glass para verse las caras con Kevin/La Horda/La Bestia y cuyo estreno se situaría a finales de 2018 o inicios de 2019. Para llevar acabo el proyecto volvería a unir fuerzas con Jason Blum, máximo responsable de la productora Blumhouse y encargado de financiar sus últimos largometrajes. El rodaje se llevó a cabo entre octubre de 2017 y febrero de 2018, principalmente en Philadelphia, y en su reparto contó, además de con los inevitables Bruce Willis, Samuel L Jackson y James McAvoy, con secundarios como Sarah Paulson (American Horror Story) o Spencer Treat Clark y Charlayne Woodward, recuperando sus roles de Unbreakable, y Anya Taylor-Joy, haciendo lo propio con el que dio vida en Split.




Unos días antes de su puesta de largo internacional, el 18 de enero, comenzaron a llegar las primeras impresiones de la crítica americana sobre la película y poco después las españolas. Mientras en Estados Unidos y latinoamérica eran mayoritariamente negativas y nada amables con la obra en España los elogios hacia ella y la labor de su autor no se hicieron esperar. Ante el dilema de hacer caso a unos u otros, con un notorio contraste entre furibundos detractores y amantes incondicionales del guionista de Stuart Little, recurrimos a lo más obvio en estos casos. Ver la película por nuestra cuenta y sacar conclusiones sobre ella. Si hacemos caso a las declaraciones de M. Night Shyamalan durante la promoción de Glass esta será la última entrega de una saga que finalmente será oficializada como una trilogía. Si esto es cierto el cierre de lo que ya se conoce como la Eastrail 177 Trilogy no sólo está a la altura de las circunstancias, sino que se revela como la despedida ideal de este microcosmos con el que el director de El Bosque (The Woods) ofrece sincero tributo al mundo de la viñeta superheróica. Una propuesta potente, emocionante e imperfecta repleta de hallazgos, resoluciones visuales memorables y un uso del metalenguaje y la simbología como conductores de muchas de las inquietudes autorales de un talentoso artesano viviendo actualmente una segunda vida profesional sustentada en la autoconsciencia y esa necesaria humildad que ha salvado su carrera.




Contrariamente a lo que se ha insinuado en la promoción y los trailers Glass no comienza en el psiquiátrico en el que se ven confinados Elijah Price, Kevin y David Dunn, ya que estos últimos se encuentran en libertad y sólo el personaje de Samuel L. Jackson permanece allí como nos hizo entender el cartel que ponía cierre a El Protegido (Unbreakable). De manera que la última producción de M. Night Shyamalan dedica sus primeros compases a localizar espaciotemporalmente a las criaturas de Bruce Willis y James McAvoy, hacerlos interactuar por primera vez en pantalla y explicar el motivo por el que son ingresados en el sanatorio mental. Este arranque vigoroso, inteligente, bien construido y sólo empañado ligeramente por unas secuencias de acción físicas poco competentes, la eterna asignatura pendiente del autor de El Incidente, pone en entredicho esa declaración extendida por la red de que la primera hora de Glass es bastante lenta y notablemente aburrida. Nada más alejado de la realidad en este caso. El guionista y director pone las fichas sobre el tablero apelando a una inteligencia fuera de toda duda a la hora de crear expectación y contextualizar el tono de obra bífida aunando sus dos maneras de entender la realización cinematográfica, algo en lo que incidiremos a continuación, y haciendo chocar como una pareja de trenes, nunca mejor dicho, a dos de los personajes más icónicos de su filmografía.




Esta afirmación viene dada debido a que un servidor defiende, y creo no encontrarme sólo con esta teoría por lo leído y visto en la red, que la puesta en escena de M. Night Shyamalan ha cambiado con el paso de los años, notándose especialmente en sus últimos trabajos. Aquella meticulosidad, cadencia, descompresión narrativa o tempo reposado para que cada plano pudiera respirar en pantalla de sus primeros films populares ha ido desapareciendo y mutando en algo más visceral, directo y mucho menos propenso al minimalismo y la simbología. Pero en Glass cristaliza, como no podía ser menos, la feliz idea de mutar estos dos estilos por parte de su creador a la hora de acometer su manera de entender el medio cinematográfico. Por ello en su último trabajo se produce una interacción entre esos dos M. Night Shyamalan. El autor lo ejecuta siguiendo los pasos de David Dunn y su hijo (ejerciendo este como una especie de Alfred Pennyworth u Oráculo de su padre) con una visión mesurada o contenida y paralelamente acentuando la tensión, el peligro constante y la imprevisibilidad al centrarse en la subtrama de Kevin. Cuando héroe y villano se encuentran por primera vez, tiene lugar el “crossover”, y se enfrentan físicamente Glass condensa y amalgama estas perspectivas antagónicas para dar forma a un producto más rico, ecléctico y con múltiples posibilidades argumentales posteriormente desarrolladas y cohesionadas cuando Mr Glass, nuestro metanarrador, entra en escena y da forma al triángulo sobre el que se construirá la segunda mitad de la película.




En el momento en que la trama se localiza en la institución mental Glass se convierte en una película de personajes y ahí es donde encuentra una de sus mayores fortalezas. Cuando el trío de protagonistas se ve confinado en dicho emplazamiento y dan inicio las sesiones impartidas por la doctora Ellie Staple, especializada en delirios de grandeza, la película comienza a desplegar su abanico de posibilidades narrativas especialmente localizadas en Mr Glass, clave para entender el film y todo su trasfondo. Para dar profundidad a sus tres “superhombres” Shyamalan recupera tres secundarios pertenecientes a los dos films previos siendo estos de vital importancia para el desarrollo de acontecimientos durante el segundo y, sobre todo, tercer acto. Por un lado Joseph, el hijo de David Dunn, ejercerá como defensor de la naturaleza sobrenatural de su padre, por otro Mrs Price repetirá su rol de madre abnegada creyente en la buena voluntad de Elijah ya interpretado en El Protegido y Casey Cooke acabará covirtiéndose en él único anclaje con la realidad y la estabilidad psicológica de Kevin. Spencer Treat Clark, Charlayne Woodard y Anya Taylor-Joy consiguen con su labor potenciar la de sus familiares y allegados en la ficción, enriqueciendo las composiciones ejecutadas por estos con un pletórico James McAvoy devorando cada encuadre, un carismático Samuel L. Jackson abordando un “villano” repleto de giros argumentales y sorpresas o un Bruce Wills contenido, vulnerable, cercano, pero en gran parte eclipsado por sus compañeros. Nota aparte para Sarah Paulson, abordando con notable eficiencia a esa entregada psiquiatra que afirma no creer en los supuestos poderes de sus pacientes.




La recta final de Glass es una declaración de principios por parte de M. Night Shyamalan. Una reafirmación de la idiosincrasia adscrita a sus personajes como seres excepcionales cuya presencia en nuestra sociedad se antoja necesaria por mucho que haya quien quiera eliminarlos, como si “la realidad” intentara ahogar a “la ficción” hasta hacerla exhalar su último hálito de vida. Por medio de un simbolismo nada críptico el guionista y director reflexiona sobre los cómics, esta trilogía, su carrera o el lugar que ocupa como narrador de historias en Hollywood actual. Apelando así a temas recurrentes de su cine como la fe, la redención o ese “gran poder que conlleva grandes responsabilidades” volviendo a remitirnos al mundo de las viñetas. El círculo se cierra en el instante en el que nuestro demiurgo particular es testigo de la reinterpretación real, gracias a sus dos creaciones y el enfrentamiento final compartido por ambos, de la portada de aquel Active Cómics #1 que lo cambió todo para él. Con Glass termina ese trayecto iniciado hace casi veinte años con el descarrilamiento del Eastrail 177 y se despide en esa estación donde somos testigos de la imposibilidad de poner barreras a la imaginación, a nuestra capacidad de viajar a otros universos, a aquello que promulgaba Luis Buñuel sobre crear ficción porque “este en el que vivimos no es el mejor de los mundos”. El viaje del héroe es tanto cíclico como atemporal y no hay dosis de realidad capaz de arrebatarnos algo tan valioso.



1 comentario:

  1. Artículo publicado originalmente en Zona Negativa

    https://www.zonanegativa.com/zncine-trilogia-el-protegido-multiple-glass-dioses-y-monstruos/

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