Título Original Kung Fury (2015)
Director David Sandberg
Guión David Sandberg
Actores David Sandberg, Jorma Taccone, Steven Chew, Leopold Nilsson, Andreas Cahling, Erik Hornqvist, Eleni Young, Helene Ahlson, Per-Henrik Arvidius, Magnus Betnér, Björn Gustafsson, Eos Karlsson, David Hasselhoff, Frank Sanderson
Los 80 molan, han tenido que pasar 30 años de negación y hasta burla para que nos diéramos cuenta de ello, pero el revival ya está aquí. Cómo no echar de menos de aquella década los gobiernos de personajes tan entrañables como Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Tatcher en Gran Bretaña con sus bombardeos indiscriminados, guerras, privatizaciones, pisoteos de los derechos de los trabajadores, apoyos a dictadores o por otro lado cosas más terribles todavía como los cardados, hombreras y camisas de cuadros dos tallas más grandes que por aquel entonces eran lo más y ahora queman corneas en milésimas de segundo. Hace poco menos de 20 años tu amigo grunge o tu primo el bakala te hubieran dado de hostias por alabar las virtudes de films como Los Goonies, Gremlins o Cazafantasmas acusándote de infantil, comercialoide y pijo, que era lo más despectivo que podían llamarte durante los desaliñados 90. Pero en la segunda década del siglo XXI aquel cine revientataquillas de Hollywood al que nos pasamos mirando por encima del hombro casi toda nuestra vida ahora se ha revalorizado, más por la paupérrima y vergonzante calidad del actual que por otro motivo, pero no jodamos la fiesta antes de empezarla. Productos como Super 8 de J.J “¡Lucecitas, más lucecitas!” Abrams, Drive de Nicolas “¿pretencioso yo?” Winding Refn, Donnie Darko de Richard “no doy una derechas desde esta” Kelly o American Psycho de Mary “¿se acuerda alguien de mí?” Harron confirman que los cineastas criados en los 80 quedaron profundamente marcados por la estética y resoluciones formales del celuloide americano de aquella época. Pero ha tenido que ser un director, productor, guionista y actor sueco (un Ingmar Bergman trash) llamado David Sandberg el que haya realizado el homenaje más potente, desquiciado, multireferencial y chulesco a aquella cinematografía de los 80.
En el año 2013 se estrenó el tráiler que adjuntamos arriba con un considerable éxito en la red. Por medio de la financiacion crowdfunding desde una web llamada Kickstarter y recaudando 630,019 dólares (dos veces más del presupuesto que se esperaba conseguir) lo que en principio tenía intención de ser un largo quedó (por suerte, como comentaremos más adelante) en un mediometraje de 30 minutos ya que la financiación no daba para más. La producción se estrenó nada más y nada menos que en la Quincena de los realizadores del Festival de Cannes del presente año y seguidamente fue subida a Youtube consiguiendo un gran éxito de visitas y las alabanzas tanto de críticos como de usuarios de internet. El resultado es media hora de frenetismo desatado en el que David Sandberg mete en una turmix la estética, las resoluciones formales, los clichés, los subgéneros y los personajes tipo forjados en el cine de Serie B de los años 80 pero llevándolos al extremo, al disparate cómplice, a la hipérbole más fruiciosa. Tildada por el imparcial periódico español El Mundo como “la mejor película de todos los tiempos” Kung Fury es desde ya una obra de culto con una fiel horda de aguerridos fans que han disfrutado lo indecible con su mezcolanza de fantasmadas a cual más exagerada revelándose como un producto hecho con verdadero cariño y reverencialidad hacia una manera de hacer cine que otros han tratado de recuperar pero sin tanto éxito como este desconocido David Sandberg que ya ha grabado su nombre a fuego en la cultura pop de principios del siglo XXI.
Tomemos como punto de partida una estética deudora del videojuego Streets of Rage de Sega, un beat’em up de manual sin chorradas rebuscadas, sólo dar hostias y avanza hasta que no quede nadie en pie. A partir de ahí cogemos al paciente y le inyectamos en vena un poco de Regreso al Futuro, otro de Robocop, Transformers y Terminator, algo de Golpe en la Pequeña China, una pizca de Operación Dragón, una migaja de Arma Letal, apuntes de exploit nazi y medieval, dinosaurios, piratas informáticos, panorámicas de playas californianas a lo Corrupción en Miami (Miami Vice), animación deudora de Masters del Universo, David Hasselhoff, mucho cariño y muy poca vergüenza. El monstruo resultante es una historia sin pies ni cabeza en la que Kung Fury, un policía alcanzado por un rayo mientras es mordido por una cobra que inmediatamente se convierten en un legendario guerrero de kung-fu apodado el Elegido, se las ve con máquinas recreativas robóticas, bandas de punks violentos, ninjas y sobre todo un Adolf Hitler experto en artes marciales (apodado Kung Führer) con el que tendrá que enfrentarse durante la Segunda Guerra Mundial. Con estos ingredientes es de esperar que los 30 minutos de metraje encadenen una escena épica detrás de otra en la que podremos ver a vikingas armadas con metralletas de asalto, un Thor gigantesco que viaja en el tiempo, laserraptores, un águila de oro nazi que toma vida, un hacker con pinta de nerd o un policía con la cabeza de un triceratops.
Música de sintetizador, el uso del Tracking de los vídeos analógicos en pleno metraje, artes marciales, explosiones, tiroteos, gore, viajes en el tiempo llevados a cabo por medio de equipos de informática entrañablemente anticuados, valkirias y dioses nórdicos al más puro estilo del subgénero de Espada y Brujería, videojuegos, coches deportivos, todas aquellas señas de identidad del cine americano de la década de los 80 se concentra en Kung Fury. Más allá de los distintos coqueteos con el Grindhouse de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino, más allá de pequeñas joyas contemporáneas adscritas a ese tipo de celuloide como Ovejas Asesinas (Black Sheep), de Jonathan King o Bicho Malo (Bad Milo!), de Jacob Vaughn, David Sandberg no apela a imponer su autoría a la obra que está gestando para parecer el más listo de la clase, ni se queda en homenajear en tono o forma los films en los que se sustenta para dar forma a su criatura, él prefiere realizar un estruendoso facsimil en el que el cariño, la admiración y la nostalgia se sobreponen a argumentos (la trama es un disparate sin sentido alguno) personajes (todos son estereotipos de los disitintos géneros de la época e incluso los actores lo hacen intencionadamente mal o eso parece al menos) y se entrega por completo a una soberbia dirección técnica llena de excesos, pasadas de rosca o secuencias inolvidables como el protagonista abriéndose de piernas a lo Van Damme mientras un camión cisterna explota a sus espaldas, Hitler haciendo movimientos de kung fu, un sosias del Doctor Menguele realizando experimentos con humanos para encontrar al Elegido, todo el pasaje del nacimiento de Kung Fury como superhéroe con el asesinato de su compañero (¡Esa lengua en la escena gore!) su viaje a través del tiempo montado encima de un teclado de ordenador o esa batalla final entre toda la banda del personaje principal y el ejército nazi de Hitler que da cierre a un broche de oro con el que la cinta de David Sandberg se despide a lo grande dejando un final abierto que seguramente dé pie a una secuela.
Hay dos motivos de peso por los que ha sido un acierto dejar esta pequeña joya del polifacético sueco David Sandberg llamada Kung Fury en un mediometraje. El primero es que posiblemente haber alargado a 90 minutos su duración habría sobrecargado y saturado a más de un espectador que llegado a un punto vería la misma formula repetida incesantemente hasta el final de la película hiriéndola considerablemente y entregándola a los prostituibles brazos de la reiteracion. El segundo es que alargar más esa media hora hubiera hecho bastante difícil rematar esta reseña que ya con los consabidos 30 minutos está costando bastante acabar al que suscribe, humilde redactor que tiene un límite de sinónimos a la hora de hablar de artes marciales, años 80, acción, descontrol y nostalgia, el contenido exclusivo de este indispensable proyecto de 2015. Kung Fury ha sido una de las sensaciones de la temporada, una nueva especie de sleeper ideado, financiado, rodado, interpretado y estrenado por fans con todas las letras. Un producto indispensable para freaks de todo pelaje que se dejen enamorar por una imposible amalgama de referencias que se mueven entre lo brillante y lo risible y que nos devuelven aquel olvidado y ya relativamente lejano aroma a cinta de vídeo, a juego de mesa, a partido de fútbol con los amigos, a tardes de merienda y tele compartida con primos o vecinos, a nostaliga bien entendida, a recuerdos de una época en la que el gran “The Hoff” dominaba el mundo, las carreteras y las listas de éxitos musicales