viernes, 30 de agosto de 2019

Midsommar



Título Original Midsommar (2019)
Dirección Ari Aster
Guión Ari Aster
Reparto  Florence Pugh, Jack Reynor, Will Poulter, William Jackson Harper, Vilhelm Blomgren, Ellora Torchia, Archie Madekwe, Julia Ragnarsson, Anna Åström, Anki Larsson, Lars Väringer, Katarina Weidhagen van Hal, Isabelle Grill




A poco más de un año del estreno de su ópera prima detrás de las cámaras, Hereditary, el cineasta estadounidense Ari Aster vuelve a las pantallas españolas, y de medio mundo, con su segunda propuesta cinematográfica. Al igual que sucediera con el largometraje protagonizado por Toni Collette, Gabriel Byrne, Alex Wolff y Milly Shapiro la crítica, en líneas generales, se ha volcado con la película. Pero con el público no ha encontrado su hueco debido a algunas características que más tarde pasaremos a mencionar. Florence Pugh (Lady Macbeth) Jack Reynor (Detroit), Will Poulter (Black Mirror: Bandersnatch), William Jackson Harper (Paterson) y Vilhelm Blomgren (Gösta) son cinco estudiantes estadounidenses que viajan a Suecia para pasar la festividad del Midsommar, el solsticio de verano, con la familia de uno de ellos procedente del país europeo. Dentro de este grupo destaca la pareja formada por Dani y Christian, ella sumergida en la depresión por culpa de un suceso trágico relacionado con su vida personal y él con intención de abandonarla por no soportar más la presión ejercida por dicha situación. Una vez en Suecia y reunidos con la peculiar, y aparentemente afable, comunidad a la que pertenece Pelle las sustancias psicotrópicas comienzan a alternarse con los preparativos de un Midsommar que se antojará imposible de olvidar para todos los implicados.




El prólogo de Midsommar, planteando el conflicto que vertebrará el relato y mostrando algunas conexiones con Hereditary como si se mostrara continuista con respecto a ella, es uno de los trabajos audiovisuales más potentes y compactos de lo que llevamos de 2019. Poco más de diez minutos en los que Ari Aster demuestra que una corta carrera como cineasta no es obstáculo para confirmarse como un fuera de serie con la puesta en escena. Posicionamiento y movimiento de cámara, interpretación de los actores, iluminación, efectos de sonido y una mímesis gloriosa entre dirección de fotografía y banda sonora alumbran una cristalina muestra de alta cinematografía en la que una manguera se convierte en un cordón umbilical conectado con el horror y la tragedia. Tras este pletórico y desgarrador arranque Midsommar ejecuta una ruptura tonal y argumental de naturaleza transicional desembocante en una acertada elipsis temporal sirviendo como antesala de la verdadera película. Aquella que cristaliza cuando el vehículo de los protagonistas se cruza con el cartel de localidad sueca de Hårga a la que se dirigen y su mundo, en el sentido literal, se invierte como mal presagio de lo que está por acontecer.




A partir de entonces las pocos más de dos horas de metraje restante suponen la personal mirada de Ari Aster hacia el folk horror. Dentro de este subgénero encontramos clásicos como The Wicker Man (Robin Hardy, 1973), The City of the Dead (John Llewellyn Moxey, 1960), The Blood on Satan’s Claw (Piers Haggard, 1971) o Los Chicos del Maiz (Fritz Kiersch, 1984), así como acercamientos más recientes como The Witch (Robert Eggers, 2016). The Lords of Salem (Rob Zombie, 2012) o The Ritual (David Bruckner, 2017) que dan forma a un nuevo revival de este tipo de celuloide. Apuntado esto debemos dejar claro desde un principio que Midsommar queda lejos de ser una película de terror. Es más un drama con algunos apuntes de suspense e intriga. De hecho las cintas tomadas por Ari Aster como referencia para crear la suya y que recomienda visionar antes o después de la misma son Tess (Roman Polanski, 1979), Macbeth (Roman Polanski, 1971), Narciso Negro (Michael Powell y Emeric Pressburger, 1947) o Qué Difícil Es Ser Un Dios (Aleksey German, 2013). Un compendio de trabajos que poco o nada tienen que ver con un género como el terror y que también delata el buen gusto del director estadounidense a la hora de valorar cine europeo.




Como ya hemos apuntado a la hora de hablar del prólogo de Midsommar, y teniendo en cuenta que se extiende a lo largo y ancho de todo su metraje, debemos hacer parada obligatoria en la impresionante labor de Ari Aster detrás de las cámaras. Acabamos de confirmar que la última pieza del director de Hereditary no pertenece, al menos de manera ortodoxa, al género de terror, pero esto no es óbice para que una atmósfera mórbida y malsana sobrevuele todo el producto. Aster consigue que la prístina luminosidad que envuelve sus encuadres se convierta en el mayor de sus aliados al crear paralelismos con el supuestamente encantador comportamiento de los habitantes de Harga mientras los contados, pero muy potentes y medidos, arrebatos violentos resquebrajan una tensa calma que llega a crispar los nervios del espectador. Los grandes angulares, la profundidad de campo, aquello que acontece sutilmente en segundo plano o la brillante dinámica entre lo que puede ser realidad y lo que aparenta ser resultado de los efectos psicotrópicos ingeridos por los protagonistas, siendo extrapolados al apartado visual del film, hacen de su puesta en escena la más destacada virtud de Midsommar, confirmando el enorme talento de su máximo responsable.




Si en lo concerniente a la labor de Ari Aster como realizador no hay una sola queja, la cosa cambia cuando tenemos que evaluar su trabajo con la escritura del guión. A pesar de sus 145 minutos de metraje Midsommar no aburre en ningún momento, ya que en el discurrir cadencioso y minimalista de una trama sin grandes aspavientes siempre están aconteciendo hechos estrechamente relaciones con los personajes protagonistas y la cuestionabilidad de su bienestar físico o psicológico. Pero desgraciadamente el creador de la obra se embriaga de su propio discurso y parece dispuesto a sacrificar la cohesión de su narrativa en pos de marcar a fuego, y de manera harto innecesaria, una impronta como autor que nadie le exige. Antojándose caprichosa la idea de querer convertirse en una voz personal, intransferible y diferenciable con sólo dos películas en su filmografía. Esa delectación enfermiza en el folclore autóctono y la parafernalia ritualista que conforma el grueso de su relato en ocasiones juega en contra de su adecuado desarrollo, manteniendo un peligroso contraste entre pasajes muy poderosos y otros algo más irregulares.




Ya hemos apelado al acierto que supone la tendencia por diseñar personajes sólidos y con cierta profundidad psicológica de Ari Aster iniciada en Hereditary y consolidada en Midsommar. Pero también es reseñable su olfato a la hora de elegir los actores para protagonizar sus productos. Es posible que los personajes, al menos los secundarios, estén sustentados en ciertos estereotipos reconocibles, pero la labor del casting es tan meritoria que no es difícil empatizar con ellos y las desdichas en las que se ven implicados. Los dos protagonistas destacan sobremanera con respecto al resto del reparto, ya que al núcleo central del relato, como por otro lado es lógico, disecciona con más precisión sus roles. Florence Pugh, que ya llamó nuestra atención en Lady Macbeth (William Oldroyd, 2016), sostiene sobre sus hombros todo el poso dramático del argumento con una composición llena de matices y desgarro. Mientras, Jack Reynor, ejecuta a un pusilánime cuyo empequeñecimiento personal va en aumento a lo largo del metraje desembocando en confusión y terror. Culminando Este proceso con una escena sexual que podía haber facturado el Alejandro Jodorowsky de Fando y Lis, El Topo o La Montaña Sagrada.




Midsommar no es una película de fácil digestión y es hasta cierto punto comprensible el rechazo que ha causado entre algunos sectores del público generalista. Algo parecido a lo que sucedió con otra propuesta nada acomodaticia como Madre! (Darren Aronofsky, 2017), aunque la respuesta negativa hacia aquella fue mucho más visceral. Si el espectador no entra en el juego propuesto por Ari Aster y sus colaboradores, delante y detrás de las cámaras, su reacción natural será la de tomar a broma mucho de lo acontecido en pantalla, sobre todo en ese clímax final en el que el autor difumina tanto la línea que separa la tragedia de la comedia que se antoja difícil no saber cuando empieza una y acaba la otra. En cambio aquellos que decidan imbuirse en esta historia y sumergirse sin miramientos en el conjuro propuesto por Ari Aster, siendo conscientes de las exigencias que la misma obra propone a su interlocutor, posiblemente disfrute de una de las piezas más interesantes del 2019 y la confirmación de encontrarnos ante una interesante nueva voz que en su próxima propuesta, esperemos, lleve a cabo una necesaria cura de humildad.



lunes, 12 de agosto de 2019

The Boys: Temporada 1, ¿qué tiene de divertido la verdad, la justicia y el estilo de vida americano?



"Los súper matan a cientos de personas al año como daños colaterales. Ahí es donde entramos en juego los Chicos y yo"




Cuando a finales del año 2017 saltó la noticia de que la plataforma de streaming Amazon Prime Video iba a contratar los servicios de Seth Rogen y Evan Goldberg para adaptar el cómic The Boys, escrito por Garth Ennis y dibujado por Darick Robertson para Wildstorm Studios y Dynamite Entertainment, debo admitir que no fue precisamente alegría lo que experimenté. Por aquel entonces ya había visto dos temporadas de la serie Preacher, otra traslación de un cómic del guionista irlandés impulsada por la misma pareja, y ya quedaba patente la escasa fidelidad hacia el material de partida y la ineficacia a la hora de explotar adecuadamente la icónica historia de Jesse Custer, Tulip O’Hare y Proinsias Cassidy publicada en el sello Vertigo de DC Comics. Un servidor pensaba que al igual que con el producto protagonizado por Dominic Cooper, Ruth Negga y Joe Gilgun iban a escamotear la violencia, el sexo y los diálogos irreverentes en favor de crear un producto más accesible para el público. Poco a poco se fueron confirmando nuevos nombres vinculados a esta The Boys audiovisual. Eric Kripke (Supernatural) se sumaba como tercer showrunner al proyecto, Karl Urban daría vida a Billy Butcher y Simon Pegg interpretaría al padre de Hughie como guiño a los cómics, ya que en las viñetas dicho personaje tenía los rasgos físicos del actor británico. Mi primer voto de confianza hacia la serie llegó con el teaser, que revelaba poco, pero parecía captar el mensaje de la obra en papel. Los siguientes trailers ya mostraban de manera explícita pasajes gore, diálogos muy ácidos propios de las correrías de The Boys y una acertada caracterización de los protagonistas. Finalmente el pasado día 26 Amazon Prime Video subió los ocho episodios de los que consta la primera temporada a su catálogo y lo cierto es que el resultado no es perfecto, pero sí muy satisfactorio a distintos niveles y sorprendente en no pocos aspectos.




The Boys se estructura siguiendo, en cierta manera, los patrones de los tres primeros arcos argumentales del cómic. De hecho los capítulos comparten títulos de los distintos números de la colección. El doble punto de arranque es el mismo que en la obra de Ennis y Robertson y con ellos se ahonda en la vida tanto de los Boys como de los superhéroes. Por un lado seguimos los pasos de Hughie (Jack Quaid), que al ver morir de manera accidental a su novia a manos del superhéroe A-Train es reclutado por un supuesto agente del FBI llamado Billy Butcher (Karl Urban) para formar parte de un grupo que se dedica a detener a los empijamados y que también contará en sus filas con Frenchie (Tomer Capon), Mother’s Milk (Laz Alonso) y the Female (Karen Fukuhara). Por otro acompañamos a Starlight (Erin Moriarity), nueva incorporación a The Seven, el grupo de supers más importante de la historia y propiedad de la compañía Vought Corporation dirigida por Madelyn Stillwell (Elisabeth Shue). The Seven están formados por Queen Maeve (Dominique McElligott), Black Noir (Nathan Mitchell), The Deep (Chace Crawford), A-Train (Jessie T. Usher), Translucent (Alex Hassell) y Homelander (Antony Starr), el miembro más destacado del grupo y superhéroe más poderoso del planeta.




Los responsables de la serie de The Boys han sabido extrapolar fielmente el microcosmos expuesto por Garth Ennis y Darick Robertson en los cómics retratando un mundo en el que los superheróes campan a sus anchas dando muestras de soberbia, enfermizas parafilias sexuales y adicción al Compuesto V, el mismo que les proporciona sus poderes sobrenaturales y que, a diferencia de las viñetas, aquí no es consumido por los Boys, aunque sí fue inoculado a the Female. En este contexto la serie se hace fuerte a la hora de utilizar a los superheróes como una necesaria fuerza incontrolable en la que se antepone la defensa o seguridad nacional las libertades más básicas del ciudadano estadounidense. Un servidor creía que Kripke, Rogen y Goldberg no iban a atreverse a incluir lo de la reformulación del 11S del cómic y aunque no se localiza la acción en tan trágica fecha sí acontece en la temporada, convirtiéndose en uno de los pasajes más potentes e intensos de la serie, definiendo de manera impoluta la personalidad del que se ha revelado como el mejor rol del show al que volveremos un poco más tarde.




Otro punto a favor de la serie es el acierto a la hora de diseñar, a partir de la escritura y con la complicidad del reparto, las relaciones interpersonales de los Boys siendo, una vez más, dignas del material publicado por Wildstorm Studios y Dynamite Entertainment. Aunque el génesis del grupo es diferente al original, aquí Female es la última incorporación al quinteto, y se añaden elementos narrativos de cosecha propia el resultado deja satisfecho tanto al espectador casual como al fan de los cómics. Butcher ejerciendo como líder con un oculto lado oscuro, Mother’s Milk tomando el rol de brújula moral o Hughie como pobre hombre superado por la situación en la que se ve inmerso y con el handicap añadido de estar enamorado de una superheróina con la que le emparentan muchos paralelismos personales y profesionales. Pero es la química entre Frenchie y Female, ya mi favorita en el tebeo, la más satisfactoria en este sentido. Aunque se ha reducido el nivel de demencia de ambos personajes, bastante más psicópatas en sus contrapartidas nacidas y desarrolladas en las viñetas.




La factura técnica es sorprendentemente buena y se aleja bastante de la ejecución, más bien ramplona, del resto de series centradas en personajes de cómic. Contando con una realización de proporciones casi cinematográficas cuya responsabilidad recae en directores con alguna obra reciente destacable como Dan Trachtenberg (Calle Cloverfild 10) o veteranos en realización televisiva como Daniel Attias (The Wire, Six Feet Under, True Detective) a lo largo y ancho de la temporada desfilan tiroteos, peleas, persecuciones, secuencias en las que los superhéroes vuelan o hacen un uso desproporcionado de sus especiales dotes y todo regado con hemoglobina y vísceras. Sin llegar a los límites delirantes de la obra en papel, pero dejando poco en el tintero en cuanto a explicitud o barbarie y sólo mostrándose algo menos gráficos con la sexualidad. Ese apartado técnico sólo ha dado leves muestras de hasta donde puede llegar ya que si en la segunda temporada los Boys comienzan a consumir también el Compuesto V la acción puede tomar un cariz desproporcionado más acorde con la impronta de Garth Ennis y Darick Robertson.




En lo referido al reparto encontramos no pocos hallazgos y algunas decisiones de casting dignas de alabanza. A Karl Urban el papel de Butcher le sienta como un guante, ya que tiene la presencia, el carisma y la mirada demente que acompaña al personaje. Jake Quaid, hijo de Meg Ryan y Dennis Quaid, cumple transmitiendo la inseguridad y bisoñez de Hughie y el resto de componentes de los Boys (Tomer Capon, Laz Alonso y Karen Fukuhara) representan adecuadamente a unas criaturas con las que todavía se están familiarizando. Muy buena labor también de Erin Moriarty como Annie Jannuary/Starlight con la que los showrunners han creado unos vínculos muy interesantes con el actual Hollywood y el impacto de movimientos como el #MeToo. Pero si hay un actor que destaca en el elenco principal ese es Antoy Starr dando vida a Homelander. El supuesto superhéroe más íntegro del planeta, esa mezcla entre lo mejor de Superman y el Capitán América, es una bomba de relojería voladora. Un ser sobrehumano amenazante que puede intimidar al prójimo sin necesidad de hacer uso de sus poderes, sólo con una mirada o un diálogo a media voz corporeizando a un demente capaz de manipular, extorsionar y masacrar a decenas de personas sin titubear. Portentosa labor la del actor de Banshee que se ve enriquecida por su tour de force con la Madelyn Stillwell de una no menos brillante Elisabeth Shue felizmente recupera para el medio audiovisual.




Al igual que sucedió en su momento en el mundo del cómic se agradece que un medio audiovisual tan saturado de obras de ficción dedicadas a ensalzar las figuras de nuestros superhéroes más conocidos también facture proyectos como The Boys en los que se pone en entredicho su legado e iconicidad aunque sea por medio de sosias de distinto pelaje. Seth Rogen y Evan Goldberg han aprendido de sus errores, seguramente la presencia de un veterano como Eric Kripke también haya influido, y a la hora de adaptar el cómic de Garth Ennis y Darick Robertson no han mirado por encima del hombro ni al material original ni al discurso de dichos autores como sí aconteció con Preacher. Por todo ello y varias virtudes más que hemos ido enumerando podemos considerar The Boys como una de las sorpresas del año en lo referido a adaptaciones de cómics a cine o series. Un Producto que no sólo funciona magníficamente en su primera temporada, sino que asienta las bases de una segunda en la que sus máximos responsables podrán explotar todo el potencial de una propuesta tan inusual como necesaria y a ser posible trayéndonos a secundarios como Terror, Legend, Tek Knight o Love Sausage.



viernes, 2 de agosto de 2019

Spider-Man: Lejos de Casa



Título Original Spider-Man: Far From Home (2019)
Director Jon Watts
Guión Chris McKenna, Erik Sommers, basado en el cómic de Stan Lee y Steve Ditko
Reparto Tom Holland, Jake Gyllenhaal, Zendaya, Jacob Batalon, Marisa Tomei, Samuel L. Jackson, J.B. Smoove, Jon Favreau, Cobie Smulders, Angourie Rice, Davina Sitaram, Martin Starr, Remy Hii, Tony Revolori





Después de que Sony Pictures y Marvel Studios llegaran a un acuerdo Spider-Man pudo debutar en el Universo Cinematográfico Marvel en Capitán América: Civil War (2016) Interpretado por el actor británico Tom Holland (Lo Imposible) el alter ego superheróico de Peter Parker fue reclutado por Tony Stark para luchar contra el grupo encabezado por el Centinela de la Libertad. Un año después el personaje volvía para protagonizar su, más o menos, primera incursión en solitario, con Spider-Man: Homecomig enfrentándose con el Buitre y acentuando su estrecha relación paternofilial con el rol interpretado por Robert Downey Jr. Tras su paso por Vengadores: Infinity War y Vengadores: Endgame ahora tocaba nueva aventura cinematográfica individual y Spider-Man: Lejos de Casa se ha ocupado de cubrir ese hueco.




Tras lo bien que funcionó Spider-Man: Homecoming en Marvel Studios han decidido no arriesgar y mantener prácticamente los mismos equipos técnico y artístico. Jon Watts vuelve a ponerse en la silla del director, Chris McKenna y Erik Sommers se encargan nuevamente del guión y dentro del reparto encontramos a los habituales Tom Holland, Zendaya, Jacob Batalon, Marisa Tomei, Samuel L. Jackson, Jon Favreau, Cobie Smulders, Angourie Rice,Tony Revolori a los que se suma , Jake Gyllenhaal dando vida a  Quentin Beck alias Mysterio. Con estos ingredientes nos encontramos con una pieza continuista y sin sorpresas o sobresaltos con respecto a su predecesora y al igual que con aquella mi opinión se mueve entre la aceptación y cierta indiferencia.




Spider-Man: Lejos de Casa es un annual del personaje extrapolado al medio cinematográfico. Una aventura ligera con una excusa mínima, un tour estudiantil por Europa que el protagonista quiere llevar acabo para pasar tiempo con Mary Jane, en el que todo es diversión, escapismo comedia y acción. Si Ant-Man y la Avispa supuso un alivio con respecto a los trágicos hechos acaecidos en Vengadores: Infinity War, la cinta de Jon Watts hace lo propio con el final de ciclo que supuso la soberbia Vengadores: Endgame. Volvemos a seguir los pasos del personaje mientras asimila la nueva situación mundial y la muerte de Tony Stark. La llamada de Nick Furia y Happy Hogan y la aparición de Mysterio interrumpirán las vacaciones del adolescente mientras hace malabarismos entre su vida personal y profesional.




La última incursión cinematográfica en solitario del arácnido de Marvel Cómics es una sesión continua de simpatía, fuegos artificiales, diversión y algún leve apunte dramático envolviendo un argumento procedimental y fácilmente digerible. El guión escrito a cuatro manos por Chris McKenna y Erik Sommers tiene ritmo y destila vivacidad con un chiste cada dos minutos cuando Peter tiene que interactuar con sus amigos o compañeros de clase y acentuando la espectacularidad de los pasajes dinámicos cuando la acción tiene la misión de apoderarse del núcleo del relato. Ese equilibrio entre trivialidad adolescente y épica desatada al tomar el protagonista el rol de superhéroe todavía formándose como defensor de los inocentes y desamparados funciona de la manera esperada gracias a su resolutividad.




A favor de esto que comentamos juega un apartado técnico acusando una notable mejoría con respecto al de Spider-Man: Homecoming que, en honor a la verdad, era tan impersonal como cumplidor. El de Spider-Man: Lejos de Casa no podemos afirmar que sea espectacular, pero se nota que Jon Watts se ha adaptado con más pericia al material que los productores han puesto en sus manos gracias a una versatilidad visual intachable,. Seguramente compartida con las labores de realización de la segunda unidad y la de unos diseñadores de efectos digitales ejecutando un trabajo impecable en su apartado. Persecuciones, combates, tiroteos, explosiones, todo un desfile de acción frenética con las estelares apariciones de los "Elementales" y todo lo relacionado con la parafernalia que les rodea.




Pero volviendo sobre mis pasos, debo admitir que no conecto como debería, o quisiera, con este Spider-Man/Peter Parker interpretado con encomiable versatilidad por un encantador Tom Holland. Como ya me sucedía con Spider-Man: Homecoming cuando lo veo balancerse con su tela de araña entre edificios, hacer chascarrillos en pleno combate o peleando con rivales de naturaleza sobrenatural no tengo problema alguno. Pero cuando la personalidad civil tienen que relacionarse con sus allegados y se insertan, innecesariamente, una ingente cantidad de bromas sustentadas en tópicos y se trata de adaptar el protagonista a los tiempos modernos con todas las tecnologías de última generación o los "gadgets" heredados de Tony Stark me encuentro a un Peter Parker del que me separan varias generaciones y con el que no consigo empatizar demasiado.




Donde un proyecto como Spider-Man: Lejos de Casa es infalible y ofrece lo mejor de sí mismo es a la hora de presentar y perfilar a uno de los mejores villanos de la época reciente de Marvel Studios que, por suerte, está superando ese molesto handicap de perfilar paupérrimos enemigos para enfrentarlos a los superhéroes protagonistas de sus largometrajes. No vamos a hablar a estas alturas de las soberbias aptitudes interpretativas de un actor tan consolidado como Jake Gyllenhaal, pero si aunamos estas a una visión muy fiel a la idiosincrasia del Quentin Beck/Mysterio de los cómics, aunque adaptando su tecnología al siglo XXI y un despliegue visual brillante para extrapolar su mundo de ilusiones a la pantalla a un servidor no le queda más remedio que quitarse el sombrero ante semejante hazaña.




Para ser sincero puedo comprender que distinto tipo de público, e incluso fans de los cómics, disfrute y se vea identificado con esta nueva versión cinematográfica del superhéroe creado por Stan Lee y Steve Ditko. Pero desgraciadamente no es para mí o al menos no lo es hasta el punto de sentirme feliz con sus aventuras en pantalla grande, probablemente porque como fan de las correrías clásicas del personaje me hago viejo y conservador, algo que no puedo evitar. Con todo hablamos de un producto disfrutable y agradable que abre puertas a nuevas posibilidades en el UCM y cierra una excelente Fase 3 que ha tenido algún punto bajo, pero también otros altos difícilmente superables en un futuro próximo. A ver qué tal esa Fase 4 ya anunciada con la alternancia de largometrajes y series, así como proyectos bastante prometedores. El próximo 2020 empezaremos a salir de dudas.