A lo largo de 2007 un J.J Abrams que se había bajado del carro de la recordada serie Lost, por aquel entonces con su fama por las nubes como programa catódico, en calidad de co productor y co creador comenzó a gestar un proyecto cinematográfico que permaneció bajo el más estricto de los secretos y del que se supo más bien poco hasta el mismo momento de su estreno el 18 de Enero de 2008 en Estados Unidos. Cloverfield, que en España recibió el estúpido título de Monstruoso (el mismo que ha dado pie a que la secuela/spin off que comentaremos más tarde casi no sea reconocida por el público de nuestro país como tal) supuso una nueva entrega de formato found footage (metraje encontrado) en el que un grupo de amigos grababan un vídeo casero de una fiesta en New York que se vería interrumpida por el ataque de un enorme monstruo de origen desconocido a la ciudad. Gracias a una inteligente y potente campaña de marketing centrada en internet con vídeos virales, teaser trailers misteriosos y pósters que incitaban a la especulación continua sobre la naturaleza desconocida del proyecto (se habló de una nueva entrega de Godzilla e incluso de una adaptación a imagen real de los mitos de Cthulhu nacidos de la pluma de H.P. Lovecraft e influncias de ambas había el resultado, para qué negarlo) el film fue todo un éxito a nivel internacional, aumentó el caché del creador de Alias o Felicity en el séptimo arte y dio a conocer a nombres que años después cobrarían considerable importancia en el resurgir del cine comercial de calidad americano como Drew Goddard o Matt Reeves en los que pararemos más tarde.
Ocho años después y de nuevo con un secretismo que poco tenía que envidiar al de su predecesora llegó a Estados Unidos y el resto de la cartelera internacional 10 Cloverfield Lane (Calle Cloverfield 10 en España) una secuela poco ortodoxa (sucede de manera paralela al film original) que narra el confinamiento de tres personajes encerrados en el búnker antinuclear creado por uno de ellos. Dirigida por el debutante Dan Trachtenberg, con un guión ideado a seis manos por Damien Chazelle (la mente detrás de esa obra maestra de reciente factura titulada Whiplash) el habitual asistente de montaje Josh Campbell o el productor Matthew Stuecken y protagonizado por Mary Elizabeth Winstead, John Goodman y John Gallagher Jr esta nueva producción del director de Star Trek: En la Oscuridad o Misión Imposible 3 ha supuesto todo un inesperado éxito, un sleeper de manual que a no pocos a pillado desprevenidos haciendo una muy digna taquilla y recibiendo los parabienes de una prensa especializada que la ha destacado como uno de los mejores thrillers del 2016. A continuación reseñaremos los dos largometrajes, hablaremos de las virtudes y defectos que cada uno de ellos posee, en qué se parecen o qué las diferencia y todo con la intención de discernir si esta segunda entrega tiene el suficiente potencial para dar inicio a una nueva y exitosa saga cinematográfica.
Cloverfield, do not fall in New York
El 18 de Enero de 2008 todo se destapó. El secreto proyecto auspiciado por J.J. Abrams que se había gestado de manera furtiva vio la luz y la taquilla internacional pudo finalmente descubrir de qué se trataba aquella misteriosa cinta. Por mucho que haya quien lo crea el formato found footage (metraje encontrado) o como siempre se ha conocido, falso documental, no nació con El Proyecto de la Bruja de Blair de Eduardo Sánchez y Daniel Miryck en 1999. Obras como la polémica Holocausto Caníbal de Ruggero Deodato en los setenta, la despoliante This is Spinal Tap de Rob Reiner en los ochenta o la brutal Ocurrió Cerca de Su Casa de Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde en los 90 dan buena muestra de que este tipo de ficción que emula la realidad por medio de “grabaciones caseras” se lleva utilizando en el séptimo arte desde hace varios decenios. Esta producción se adhiere a ese subgénero ya que la base narrativa de su relato es la grabación de la fiesta de despedida del personaje protagonista que al día siguiente pondrá rumbo a Japón para iniciar una nueva vida personal y profesional. Pero uno de los mayores éxitos de Cloverfield es su mixtura de géneros ya que lo que inicia como si fuera un capítulo de Felicity (serie creada por el mismo J.J. Abrams y en la que colaboraron varios de los profesionales que trabajan en el film que estamos comentando en esta entrada) en el que un grupo de amigos disfrutan de una velada en la que las relaciones sentimentales y los problemas personales de los personajes se convierten en el tema central de la trama durante los primeros quince minutos de metraje a partir de esta ruptura de tono el producto se transforma en una mezcla entre muestra de cine de catástrofes y una peculiar visión de las monster movies típicamente niponas.
Una vez los personajes han sido presentados, sus personalidades levemente definidas con un par de pinceladas que no van más allá de estereotipos reconocibles, que por suerte tampoco convierten sus roles en las típicas víctimas estúpidas por las que no sentimos empatía alguna, la obra se convierte en un artefacto espídico y frenético que se sustenta principalmente en la labor del equipo técnico comandado por un Matt Reeves pletórico en la puesta en escena. A partir de ese giro Cloverfield se convierte en una montaña rusa que no da respiro al espectador revelándose como pieza escrupulósamente fiel a las constantes del formato en el que se sustenta como relato (no más de 90 minutos de duración, licencias narrativas para que uno de los personajes no deje nunca de grabar con su cámara en ningún momento, desarrollo casi totalmente en tiempo real) ofreciendo una visión hasta ese momento poco común del cine protagonizado por monstruos gigantescos que arrasan grandes ciudades. Para que el proyecto salga adelante y consiga condensar en sus exiguos 84 minutos de duración todo el tonelaje que una producción catastrófica puede condensar el film se sustenta, sobre todo, en la pericia como storyteller de un Drew Goddard (que por aquel entonces venía de colaborar con Joss Whedon en Buffy Cazavampiros y Ángel o con el mismo J.J. Abrams en Lost) que ya iba dando muestra de un talento, que se confirmaría en el futuro, poniendo en bandeja de plata a Matt Reeves una serie de escenas de destrucción y peligro tensado como un cable de acero que el director de Mi Desconocido Amigo (The Pallbearer) aprovecha para dar muestras de un ferreo dominio del caos controlado que en todo momento acentúa el tono apocalíptico y aterrador de una obra como Cloverfield.
Cloverfield también es una hija de su tiempo y aunque como obra supuso un soplo de aire fresco dentro del género de cine catastrófico se adscribe al mismo por medio de la metáfora que supuso la situación mundial en general y estadounidense en particular tras los atentados del 11S. El mismo Matt Reeves lo menciona en los audiocomentarios del blu-ray del film, los ecos de la infame destrucción de las Torres Gemelas a manos de Al-Qaeda son notorios a lo largo de la película no sólo por el trasfondo de utilizar algo tan viejo como hacer uso de la figura de una “criatura extraterrestre” como una “amenaza exterior” (en este caso el terrorismo radical islamista, en los años 50 y 60 el comunismo de la U.R.S.S) sino también por emular casi de manera fidedigna algunas de las imágenes que aquella fecha dejó grabada a fuego en el inconsciente colectivo a nivel global como todas esas personas caminando aturdidas con el cuerpo cubierto de polvo blanco o ese enorme edificio que se vuelca sobre otro tras ser derruido. Sirva como ejemplo claro de lo que mencionamos la célebre escena en la que la cabeza decapitada de la Estatua de la Libertad (la misma que copa el protagonismo del cartel oficial de la película) es arrojada en medio de la calle en la que los personajes principales se encuentran tras el inicio del ataque alienígena, un pasaje que no sólo nos remite a otros clásicos de la ciencia ficción como El Planeta de los Simios de Franklin J. Schaffner o 1997: Rescate en New York de John Carpenter sino que también condensa en su claro subtexto los miedos atávicos de América relacionados con la destrucción de su statu quo, de cómo “el enemigo” viene a destruir el “modo de vida americano” aniquilando uno de sus símbolos monumentales más conocidos y representativos a nivel mundial.
Pero no eludamos lo evidente, Cloverfield es cine de evasión, una pieza vibrante y directa sobre el ataque de una criatura de origen extraterrestre que viene a arrasar New York. Abrams, Goddard y Reeves saben condensar con profesionalidad en una sola pieza una inteligente mixtura de géneros que enriquecen el conjunto del producto y que lo convierten en una experiencia sensorial para todo tipo de espectadores que buscen emociones fuertes no sólo bebiendo del séptimo arte sino también de obras literarias como La Guerra de los Mundos de H.G. Welles. El in crescendo de tensión desde el arranque del metraje, el esconder a la criatura entre las sombras para ir gradualmente mostrándola a la platea, el grupo de actores mediocres pero entregados físicamente por la causa y pasajes aterradores como el de la ya mencionada cabeza de la Estatua de la Libertad, el del puente de Brooklin viníendose abajo, el de la caída al vacío del helicóptero militar o el del parque que cierra el film son aciertos que hacen de Cloverfield un excelente producto comercial que entre otras cosas dio a conocer a dos autores que se harían un nombre en Hollywood en años posteriores. Drew Goddard debutó en la dirección, ayudado por su amigo Joss Whedon, con la ya de culto Cabaña en el Bosque, se ocupó de escribir los guiones de The Martian y Guerra Mundial Z que adaptaban dos exitosos best sellers o los primeros episodios de la Daredevil de Netflix y Matt Reeves ejecutó un memorable remake de Déjame Entrar, la brillante cinta sobre vampirismo del sueco Thomas Alfredson, y demostró que era un artesano muy a tener en cuenta con El Amanecer del Planeta de los Simios la colosal secuela de la precuela del film clásico de 1968. En cuanto a Cloverfield su paso por la taquilla mundial fue un éxito y la crítica la recibió bastante bien, pero un J.J Abrams embarcado ya en proyectos como Super 8 o la saga Star Trek no parecía tener intención de continuar inmediatamente la saga, algo que cambió ocho años después en el actual 2016, como veremos a continuación.
Calle Cloverfield 10, gimme shelter
Mientras el estreno de la polémica visión que Zack Snyder, David S. Goyer y Chris Terrio han dado del titánico combate entre el Hombre Murciélago y el Último Hijo de Krypton en Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia acaparaba todos los focos mediáticos un pequeño y secreto proyecto impulsado por el polifacético J.J. Abrams llegaba sin hacer mucho ruído, casi sin molestar, a la cartelera internacional. Se trataba de 10 Cloverfield Lane, Calle Cloverfield 10 en España, una especie de secuela, spin off o historia paralela de aquella exitosa cinta que aunaba el formato found footage con el cine de catástrofes o las monster movies llamado Cloverfield, y como hemos mencionado previamente, terriblemente rebautizada como Monstruoso en España. Mientras los superhéroes de DC intercambiaban hostilidades y polarizaban la opinión de crítica y público la producción del director de Super 8 se ganaba un pequeño pero sólido grupo de seguidores maravillados con la propuesta a los que se sumaron unos críticos que disfrutaron considerablemente con el debut en la dirección del cineasta Dan Trachtenberg cuyo guión está ideado entre otros por Damien Chazelle, escritor y director de la brillante Whiplash. A continuación vamos a hablar de qué funciona y qué no en esta atípica continuación, comentaremos sus distintos apartados y trataremos de afirmar que es una obra meritoria y hasta cierto punto arriesgada pero que no es tan impresionante como se ha afirmado de manera general y reiterada por mucho que pocas carencias podamos echarle en cara como conjunto cinematográfico.
Calle Cloverfield 10 ha visto la luz sin saberse casi nada de su gestación o argumento y ahí reside gran parte de su encanto. Como proyecto corre varios riesgos y el primero y más destacable es que se aleja totalmente del tono y el formato de su predecesora. Dan Trachtenberg, sus guionistas y J.J. Abrams como productor en la sombra abandonan el found footage para narrar una historia del fin del mundo en un tono más intimista no con la personalidad y rotundidad de productos como Melancolía de Lars Von Trier o El Tiempo del Lobo de Michael Haneke, pero sí un poco más cerca de la sensibilidad minimalista de la indie Take Shelter de Jeff Nichols. 10 Cloverfield Lane también es un survivor reducido al mínimo exponente, ya que no más de tres personajes pueblan el film, y en este sentido también es sencillo que al verla rememoremos aquella La Huella (Sleuth) de Joseph L Mankiewicz en la que Lawrence Oliver y Michael Caine daban un recital de interpretación en una exigua localización (la vistosa y siniestra mansión del primero) o incluso al remake dirigido por Kenneth Branagh y que tenía como protagonistas a Jude Law y al ya mencionado actor de Hannah y Sus Hermanas o El Caballero Oscuro. De modo que el largometraje que nos ocupa narra la historia mínima de cómo tras un accidente de tráfico Michelle (Mary Elizabeth Winstead) es secuestrada por Howard (John Goodman) un extraño individuo que se ha recluido en un búnker de su propia creación con Emmeth (John Gallagher Jr) un joven conocido suyo a la espera de que el equipamiento que la localización les permita pasar los años que Howard piensa que serán suficientes para salir al exterior sin sufrir daño físico por la supuesta radiación que ahora recorre Estados Unidos.
Calle Cloverfield 10 no tiene absolutamente nada que ver con Cloverfield en lo que a tono se refiere. Si el film escrito por Drew Goddard y dirigido por Matt Reeves era una historia mastodóntica narrada por medio de un pequeño objetivo (el de una videocámara casera) esta poco ortodoxa continuación es una historia mínima relatada por medio de la enorme visión que proporciona el séptimo arte más ortodoxo y ficcional. Sólo tres actores pueblan el metraje y sobre ellos y su labor recae todo el peso de un entramado que tiene en los miembros de su equipo artístico sus principales valedores. El trabajo de los tres protagonistas es lo mejor del largometraje que nos ocupa, tres roles perfectamente perfilados que en ningún momento abandonan el terreno del naturalismo y en el caso de dos de ellos el da la ambigüedad y el desconcierto. Mary Elizabeth Winstead se introduce perfectamente en su papel de chica en apuros que gradualemente y gracias a su astucia se acaba conviertiendo en una superviviente nata, mantiene una excelente química con ella un magnífico John Gallagher Jr que no sabemos si realmente ha conectado con la chica o si guarda algún interés más oscuro con respecto a ella. Por otro lado John Goodman eclipsa a sus dos compañeros de reparto con un contenido recital de dramatismo adherido a un personaje que el actor de El Gran Lebowski o Red State hace suyo por medio de una tensa calma que nos impide discernir durante los primeros pasos de la obra si nos encontramos ante una amenaza o un aliado para el personaje protagonista al que da vida la actriz de Death Proof o Scott Pilgrim Contra el Mundo.
El guión escrito a seis manos está bien estructurado sabe medir los tiempos o aumentar la sensación de creciente suspense que el encierro al que están sometidos los personajes produce a los mismos y por efecto dominó a la platea. Una vez expuesta la sólida narración del relato el director Dan Trahctenberg tira de minuciosiodad, academicismo bien entendido y un control del timing bastante notable para que en todo momento la sensación de amenaza sea palpable para el espectador. El debutante realizador sabe dónde colocar la cámara para aprovechar la escueta localización en la que narra su historia sacando todo el partido posible a la misma para que la elaboración de la atmósfera de opresión y confinamiento se convierta en una verdad ineludible en el proyecto. El problema es que aunque poco o nada se le puede reprochar a un producto como Calle Cloverfield 10 en ninguno de sus apartados acusa el relato de una casi total falta de imaginación e inventiva, no hay lugar para la duda o el quiebro argumental que nos permita percibir que el film haya jugado con nosotros más allá de hacernos dudar sobre la personalidad de sus personajes, esa sensación de déjà vu conceptual es uno de los lastres más notables de la obra. A esto habría que sumar la ausencia de un mayor nivel de empatía con el espectador que le permita implicarse más con los hechos que captan la cámara y que en pocos momentos consiguen transmitir verdadero desasosiego que le mantenga aferrado a butaca ansioso por discernir que sucederá en la próxima escena. Esto no quiere decir que los protagonistas no nos importen o que sus actos nos transmitan indiferencia pero con un poco más de fuerza podríamos entrar con más de visceralidad en el juego que propone el largometraje.
Cloverfield Lane 10 no se trata de la genialidad que muchos se han aventurado a afirmar que es, pero se antoja como un producto valiente, siempre dentro de los encorsetados estándares de Hollywood, e incluso ese clímax que tanto han criticado hasta los que han disfrutado con él al que suscribe le parece no sólo la necesaria conexión con la Cloverfield original sino el momento culminante perfecto para que el minimalismo y la contención de los que había hecho gala el proyecto exploten por los aires con coherencia y espectacularidad en su recta final. La labor de Dan Trachtenberg en la dirección, Damien Chazelle, Josh Campbell, Matthew Stuecken en el guión y J.J. Abrams en la de productor es lo suficientemente efectiva como para dejarnos con ganas de más y a la espera de una nueva entrega que vuelva a rizar el rizo y ofrecernos algo diferente a estas dos cintas que hemos comentando en la entrada. Cloverfield se ha convertido en una potencial saga, posiblemente ninguna de sus dos partes haya conseguido explotar al 100% todas las posibilidades que ofrece la franquicia, pero la misma va por el buen camino. El hecho de que esta secuela haya despertado el interés del público casi una década después del estreno del primer film es un buen síntoma para que sus creadores se planteen seriamente seguir con este interesante microcosmos que han creado y que pueden explotar adecuadamente si no se entregan a los brazos del éxito fugaz y deciden dedicar el tiempo que sea necesario para sacar adelante próximos capítulos con las que dar una visión lo más poliédrica posible de esta peculiar, y ya de culto, invasión extraterrestre al país de las barras y estrellas que seguiremos de cerca en un futuro no muy lejano.
Crítica originalmente publicada en la web Zona Negativa
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