jueves, 31 de marzo de 2016

Big Hero 6



Título Original Big Hero 6 (2014)
Director Chris Williams y Don Hall
Guión Don Hall, Jordan Roberts y Robert L. Baird basado en el cómic  de Duncan Rouleau, Steven T. Seagle






En su afán por comprar hasta las Naciones Unidas en 2009 la productora cinematográfica Disney absorbió la editorial de cómics Marvel y todas sus subdivisiones (cine, mechandising, televisión...) por 2.800 millones de dólares. Después de cinco años de publicaciones con numerosas colecciones de cómics, series de figuras de acción y la producción de blockbusters protagonizados por superhéroes como Iron Man, Capitán América,Thor o los Guardianes de la Galaxia la división animada de la casa creada por Walt Disney toma personajes nacidos de en las viñetas de la Casa de las Ideas y estrena un film en el que por primera vez se cruza en un mismo proyecto Marvel, la productora de El Rey León o Aladdin y el séquito de John Lasseter. líder de Pixar y actual responsable del departamento de animación del hogar del ratón Mickey y el Pato Donald.




Big Hero 6 toma como protagonistas a un grupo nacido de las manos de Duncan Rouleau, y Steven T. Seagle como contrapartida cómica de los Alpha Flight, los superhéroes canadiense creados por el guionista e ilustrador John Byrne. Con no mas de diez números en los que hicieron acto de presencia y un rediseño de los personajes para adaptarlos al estilo Disney el film de Don Hall y Chris Williams confirma que la productora se encuentra en un momento dulce desde que el director de Toy Story o Bichos tomara las riendas de sus proyectos animados, Enredados, Frozen, la reciente Zootrópolis o la obra que nos ocupa han supuesto un soplo de aire fresco para la empresa estadounidense utilizando técnicas de última generación en lo que a cine animado se refiere, pero anclando sus historias en ese clasicismo que llevó durante 70 años a la productora del tío Walt a lo más alto del panorama cinematográfico.




En un futuro no muy lejano en la ciudad de San Fransokyo (unión de la ciudad estadounidense y la capital japonesa) viven con su tía Cass el adolescente Hiro Hamada y su hermano mayor, Tadashi. El primero es un niño inventor que pasa el tiempo participando en combates ilegales de robots manejados por control remoto para conseguir dinero fácil, el segundo pertenece a una prestigiosa universidad en la que colabora con un grupo de amigos y compañeros en la creación de todo tipo de aparatosos utensilios de alta tecnología. Su mayor obra es un robot médico llamado Baymax cuya única misión es velar por la salud de sus pacientes. Unos hechos imprevistos darán pie a que Hiro funde un improbable grupo de superhéroes que deberán enfrentarse un misterioso villano con máscara kabuki que guarda mas de un secreto.




La armónica convivencia de estilos occidental y oriental en la última producción de Disney es todo un hecho y un acierto pleno. Por un lado Japón está presente cuando en no pocos momentos Big Hero 6 nos remite a obras de Osamu Tezuka como Astroboy y en otras varias ocasiones son ilustradores de cómics procedentes de norteamerica (aunque curiosamente influenciados por el manga) como Joe Madureira (Masacre, The Ultimates) o Ed McGuines (Hulk, Superman/Batman) los que dejan notar su influencia en el grueso del acabado técnico y artístico de la obra cinematográfica que nos ocupa. Porque si bien Lasseter y sus muchachos realizan productos cada vez más minuciosos y elaborados en el plano visual es el trasfondo de sus historias el que convierte a las últimas entregas de la mítica productora en largometrajes con potencial para adscribirse a la atemporalidad cinematográfica.




Como afirmamos no sólo de un prodigioso uso de la técnica hace gala una delicia como Big Hero 6, ya que son sus personajes principales y secundarios y lo magníficamente perfilados que están los que hacen grande una película como la de Don Hall y Chris Williams. No encontramos nada novedoso en la exposición y desarrollo de roles del penúltimo film Disney, pero hay cierto poso de veracidad en la relación de hermanos entre Hiro y Tadashi revelándose en pantalla como seres humanos con sus virtudes y carencias apelando a una sana tridimensionalidad, sobre todo el protagonista del largometraje que irá evolucionando y mostrando cada vez más sus debilidades que no llegarán a convertirlo en un antihéroe, pero si coqueteando con la concatenación de situaciones a las que da lugar en una criatura con ciertos claroscuros que muestran un rostro diferente cuando se encuentra en situaciones de presión tras ese importante giro que tiene lugar, más o menos, a la mitad de la cinta.




Si Hiro es el adolescente alienado (que se dedique a construir robots para hacer peleas clandestinas supone un desperdicio de su prematuro talento como inventor) y Tadashi el hermano mayor y carismático, la amalagama perfecta entre responsabilidad y simpatía juvenil, el equipo de este que más tarde dará forma a los Big Hero 6 son el séquito de secundarios robaescenas de toda película Disney (o Pixar) que en no pocas descripciones de sus personalidades nos recuerdan a otros superhéroes (o sus alter egos) en un tono paródico con referencias a iconos del noveno arte (y ya también el séptimo) como Batman. Iron Man, Mariposa Mental  (Psylocke) o Flash y un villano con ambiguas intenciones, identidad oculta y que, paradójicamente, transmite más sensación de amenaza y peligro para los personajes principales que muchos de los que pueblan las películas en imagen real de la productora Marvel Studios que, como hemos mencionado previamente, también es propiedad de Disney desde hace siete años.




Aunque si abordamos el tema de los personajes de Big Hero 6 que deben estar en la estantería del recuerdo ese sería sin lugar a dudas Baymax. El robot médico se convierte indudablemente en el alma de película con su corpulencia redondeada, su cara aniñada enfatizada cuando al "nacer" se va familiarizando con todos los series vivos y objetos que le rodean transmitiendo así una sensación de inocencia y pureza que se suma a su faceta servicial a la hora de atender a sus pacientes. Pero un rol tan efectivo como sencillo gana enteros cuando Hiro lo va moldeando para convertirse en un superhéroe y con ello finalmente, en sus momentos de tristeza y confusión más insondables, utilizarlo para llevar a cabo actos del todo reprobables que se reflejan en pantalla como algunos de los mejores pasajes del film gracias al dramatismo en el que se adentra con ellos y que en ocasiones da la impresión de ser material un tanto duro para el espectador medio infantil.




Finalmente sería destacable mencionar la sólida empresa que forman el guión y la realización de Big Hero 6 y que, una vez más, viene de la influencia que las cabezas pensantes de Pixar están extendiendo al resto de la producción animada de Disney, algo que el largometraje que nos ocupa comparte con el sobresaliente e injustamente infravalorado último trabajo, El Viaje de Arlo (The Good Dinosaur), de la casa co creada por John Lasseter y Steve Jobs y de la que hablaremos aquí próximamente. Un libreto medido milimétricamente con un desarrollo de la trama de acción y thriller high tec añadiendo intriga de fondo se adhiere una realización dinámica, poderosa, que transmite una sensación de mixtura bien entendida entre clasicismo y vanguardia y que eleva hasta la excelencia el proyecto ideado por los cineastas Don Hall y Chris Sarandon que se encuentran aquí con sus facultades como narradores al 100% de eficacia, algo que la pantalla extrapola  a la platea en todo momento,




Big Hero 6 nació como una rara avis en cuanto a su atípica (no)colaboración entre Disney y Marvel para trasladar a imagen en 3D los personajes que toma como epicentro y finalmente se revela como otro de los no pocos, y nada desdeñables, grandes últimos films de la cuasi centenaria factoría de sueños desde que el necesario giro de timón que John Lasseter y sus huestes dieron a la producción animada, que a principios de la década pasada pasaba por uno de sus momentos más bajos, rejuveneció su material de primera línea. Don Hall, Chis Sarandon y su equipo de guinistas ofrecen un producto brillante, apto para infantes y adultos, con algunos momentos de admirable dramatismo y un emocionante final, deudor de aquella obra maestra de Brad Bird llamada El Gigante de Hierro, que cierra con broche de oro el viaje al que nos invita la merecedora ganadora del Óscar a la mejor película animada del año 2014 y de la que un servidor espera con altas expectativas una secuela que nos devuelva a estos memorables personajes que ofrecen una faceta distinta del cine pijamero tan de moda en la actualidad.



domingo, 27 de marzo de 2016

Punisher: Zona de Guerra, no habrá paz para los malvados



Título Original Punisher: War Zone (2008)
Director Lexi Alexander
Guión Nick Santora, Art Marcum, Matt Holloway, basado en los cómics de Gerry Conway, Ross Andru y John Romita Sr
Actores Ray Stevenson, Dominic West, Julie Benz, Dash Mihok, Doug Hutchison, Wayne Knight, Colin Salmon, Keram Malicki-Sánchez, T.J. Storm, Bjanka Murgel, Larry Day, David Vadim, Romano Orzari, Tony Calabretta, Jon Barton





Punisher (o el Castigador como ha sido conocido siempre en España) es un personaje nacido en el seno de Marvel Cómics en 1974 a manos del guionista Gerry Conway y los dibujantes Ross Andru y John Romita Sr. El alter ego de Frank Castle es el antihéroe por antonomasia de la Casa de las Ideas, un ex marine que tras el asesinato de su mujer y sus dos hijos a manos de la mafia decide comenzar una cruzada para eliminar a todos los criminales que, según su estricto código moral, merezcan ser ejecutados a sangre y fuego. Punisher es la antítesis de superhéroes como Spiderman, Capitán América o Daredevil, un vigilante que se toma la justicia por su propia mano afirmando que las fuerzas de la ley de su país no ofrecen a los asesinos, violadores y traficantes un castigo que se ajuste al crimen. Después de años de subidas y bajadas y tras pasar por la mano de guionistas como Steven Grant, Carl Potts o un Garth Ennis que reinventó toda su mitología e idiosincrasia con el paso de sus historias al sello MAX y dibujantes como Jim Lee, Steve Dillon o Leandro Rivera el Castigador se hizo con un nombre dentro de la editorial de Stan Lee.




Como muchos otros personajes de Marvel, Punisher ha probado suerte hasta en tres ocasiones para trasladar sus aventuras en viñetas a la pantalla grande sin los resultados esperados. La primera vez que Frank Castke dio el salto al celuloide fue a manos del habitual montador Mark Goldblatt en labores de director y con el sueco Dolph Lundgren en la piel del personaje protagonista, tinte de pelo mediante para tapar su melena rubia, en The Punisher. El film se estrenó en España con el confuso título Vengador y como en ningún momento el personaje principal lucía la característica calavera blanca en su vestimenta pocos supieron en su momento que se trataba de una adaptación cinematográfica del famoso Castigador, El resultado fue una mediocre cinta de acción cafre y divertida que en poco se diferenciaba de las producciones propias de los action heroes de la era Reagan. Su seca visceralidad, un Dolph Lundgren de impionente fisicidad o la presencia de secundarios como Louis Gosset Jr o Jeroen Krabbé hacen que aún a día de hoy la producción destile cierto encanto demodé propio de los ochenta.




Ya en 2004 y en pleno arranque de la nueva era del cine superheróico con producciones como X-Men de Bryan Singer, Spiderman de Sam Raimi o Batman Begins de Christopher Nolan se estrenó El Castigador (The Punisher, nuevamente en su título original) auspiciada por Artisan Entertainment, en co producción con unos Marvel Studios que todavía no creaban su propio material de manera independiente, dirigida por Jonathan Hensleigh (guionista de productos como Armageddon o La Jungla de Cristal; La Venganza) y protagonizada por Thomas Jane en el papel de Frank Castle y con John Travolta como el villano de la velada. Aunque el film trataba de adaptar la etapa de Garth Ennis y Steve Dillon en el sello Marvel Knights el resultado fue un desastre de inabarcable estupidez, secuencias sonrojantes, violencia light, tramas endebles y secundarios intragables como el Howard Saint del protagonista de Pulp Fiction que no había por donde cogerlo. El proyecto pasó sin pena ni gloria y aunque funcionó bien en taquilla nunca tuvo una continuación e incluso se vio altamente superado por el cortometraje Dirty Laundry en el que el protagonista de La Niebla se metía de nuevo en la piel de Punisher con mucho mejor resultado.




Finalmente hacemos parada en el año 2008 para hablar de la cinta que nos ocupa, esta Punisher War Zone que supuso el tercer y último intento por trasladar los cómics del Castigador a la pantalla grande con los mejores resultados hasta aquel momento, pero no por ello consiguiendo el éxito que Frank Castle merecía. No son pocos los problemas a los que se enfrentó el film, desde el encontronazo de la productora Gale Ann Hurd (Terminator, The Walking Dead) con la directora asignada para sacar el proyecto adelante, la alemana Lexi Alexander que por entonces sólo había rodado la más o menos conocida Green Street Hoolingans, hasta el triste recibimiento que tuvo en la taquilla americana y que lo abocó a ser estrenado en no pocos países (España entre ellos) directamente en el mercado doméstico sin pasar por las carteleras. A continuación vamos a desgranar en la medida de lo posible esta Punisher Zona de Guerra que en nuestro país fue vendida estúpidamente como secuela de la versión de 2004 y que aún siendo un proyecto fallido y que no consigue estar a la altura de lo que se le exigía sí ofreció el mejor retrato que se ha realizado del personaje en el séptimo arte.




En una de sus misiones para eliminar a toda una familia de la mafia italoamericana Frank Castle alias Punisher (Ray Stevenson) acaba asesinando por error a Nicky Donattelli (Romano Orzari) un agente del FBI que se encontraba infiltrado en el submundo del hampa. En el proceso el Castigador también lanza al criminal Billy Russoti (Dominic West) a una máquina trituradora de vidrio deformando su rostro y pasando de este modo a tomar la personalidad del criminal Jigsaw. Mientras el FBI sigue la pista de Castle por medio de la intervención de los agentes Martin Soap (Dash Mihok) y Paul Budianski (Colin Salmon) el vigilante tendrá que hacer lo posible por mantener a salvo a Angela Donnatelli (Julie Benz) y la pequeña Grace (Stephanie Janušauskas) viuda e hija del agente al que ha eliminado por error. Con la ayuda de su compañero Micro (Wayne Knight) Punisher tratará de cumplir su cometido, pero la aparición de "Loony Bin Jim" (Doug Hutchison) el demente y antropófago hermano de Billy Russoti añadirá considerables dificultades para que pueda llevar a cabo su complicada misión.




Punisher: War Zone es la versión estilizada y brutalizada de una película de la Cannon Films de Menahem Golan y Yoram Globus. Aunque su guión esté realizado por Matt Holloway, Art Marcum y Nick Santora fueron la directora Lexi Alexander y el director de fotografía Steve Gainer los que se ocuparon de dar el look a la cinta, para bien y para mal. En este sentido por el lado bueno realizadora y camarógrafo trataron de ceñirse escrupulosamente a la fuente en la que se basaban, la etapa de Garth Ennis en la colección Punisher MAX dirigida a lectores adultos, con la violencia más explícita y brutal jamás vista en una cinta protagonizada por el personaje de Frank Castle y por otro trasladando casi literalmente las viñetas de los cómics ( sirva como ejemplo el arranque en la casa de Gaitano Cesare, que está sacado de el tomo En el Principio) para que el trabajo del creador de Predicador o War Stories y las soberbias ilustraciones del portadista Tim Bradstreet (con homenaje en la película por medio del hotel en el que tiene lugar el clímax final de la trama) fueran extrapoladas a imagen real con la mayor de las fidelidades.




Por el lado malo debemos afirmar que aunque la violencia sea más cruda y visceral que nunca y que en ocasiones el film parezca una serie de ilustraciones de Tim Bradstreet en movimiento Lexi Alexander y Steve Gainer no comprenden lo que supone dar "iluminación de cómic" a su producto. Como ambos autores afirman en el audiocomentario del dvd del largometraje quisieron ser tan fieles a las viñetas que si en las mismas veían que sólo se utilizaba una paleta de tres colores esos serían los que trasladarían literalmente a la pantalla. Esta desnortada decisión convierte la fotografía del largometraje en un desfile interminable de horteras luces de neón que invaden prácticamente todos los encuadres del metraje. El contraste es complicado porque si bien las localizaciones poseen el tono sucio, urbano y oscuro de los cómics es esa innecesaria y deficiente iluminación la que resta naturalismo al conjunto y da testimonio de que tanto Alexander como Gainer demuestran no saber que para dar estética de cómic a una obra cinematográfica no es necesario copiarla descaradamente.




Otro de los defectos de Punisher: Zona de Guerra es su montaje. Como hemos mencionado previamente la directora Lexi Alexander tuvo algunos problemas con los productores y su nombre estuvo apunto de desaparecer de los títulos de crédito por voluntad propia, aunque al final la sangre no llegó al río. En palabras de la propia realizadora se afirma que los jefazos de Lionsgate no le permitieron poner en circulación algunas ideas que tenía para el film y eso creó ciertos roces. Esto que mencionamos se deja ver en pantalla cuando somos testigos de la deficiente edición de la obra, muy tosca y en la que hubo un enorme caos a la hora de alternar metraje rodado por la primera unidad y el que añadió la segunda que era básicamente el más gore y explícito. Todo esto nos hace evidenciar que seguramente exista un director's cut (de hecho la cineasta lo menciona en el ya citado audiocomentario) que daría más empaque al conjunto de la obra si algún día viera la luz (como ya sucedió con otros films del ramo como El Castigador o Daredevil) aunque dicha posibilidad a estas alturas sería considerablemente improbable.




Una vez mencionados los defectos de Punisher: War Zone ya sólo nos queda reivindicarlo como producto de evasión cafre y desprejuiciado. La cinta de Lexi Alexander es un desfile de salvajismo políticamente incorrecto en el que podemos ver a un Frank Castle desatado y sin cortapisas dando matarile a todo tipo de criminales desalmados y en el que asistimos a todo un muestrario de cabezas explotadas, rostros saltando por los aires, mutilaciones con hachas, gargantas atravesadas por distinto tipo de vidrios y cuerpos desmembrados, todo un ejercicio de fruición como celuloide fascistoide y divertido que haría las delicias de Chuck Norris o Charles Bronson con aroma a inflada producción de Serie B reventavideoclubs de los ochenta cuya única aspiración es ofrecer entretenimiento bestia en poco más de noventa minutos de metraje. Lexi Alexander demuestra destreza con las escenas de acción y puebla el film de tiroteos, peleas y pasajes de una estilización pulp que no da un respiro ni hace prisioneros. Una pena, que como hemos mencionado, su trabajo se viera cercenado o al menos debilitado, por un montaje que podría haber sido bastante más efectivo.




Ray Stevenson fue una acertadísima elección de casting. El actor de Roma, Dexter o las dos entregas de Thor es el mejor Frank Castle que se ha visto en pantalla grande hasta el momento. La fisicidad, su altura (más o menos un metro noventa) la presencia física y el dominio que tiene de las armas de fuego (el actor británico recibió entrenamiento militar durante el proceso de creación del film para parecer un verdadero marine) conseguían que en todo momento viéramos en pantalla al Punisher de las, ya mencionadas, ilustraciones de Tim Bradstreet, también estando a la altura en las secuencias dramáticas que tratan de ahondar (sin mucho éxito pero con buenas intenciones) en el drama que siempre supondrá para él la pérdida de su familia a manos de la mafia. En el lado contrario tenemos a unos desatadísimos villanos, uno, Jigsaw (con génesis descaradamente copiada de la del Joker del Batman de Tim Burton) en la piel desfigurada de un Dominic West que poco tiene que ver con su inolvidable y contenido Jimmy McNulty de la mítica The Wire y otro en el enano pero frenético cuerpo de un Doug Hutchison haciendo lo que mejor sabe, de demente con cara de asesino y viceversa. Estos dos personajes que pueden llegar a cargar al espectador no desentonan con el tono exagerado y espídico del film y por descontado que, por lo que se ve en las imágenes, los actores debieron pasarlo de vicio interpretándolos.




Entre los secundarios tenemos a un muy convincente Wayne Knight (Seinfield, Parque Jurásico) dando vida a Micro, el inseparable compañero de Castle que le proporciona su armamento y cuyo físico se adecúa totalmente al del rol de las viñetas, Julie Benz (Dexter, Ángel, John Rambo) y Stephanie Janušauskas dan el tono dramático como la familia Donatelli, por otro lado Colin Salmon (Resident Evil, Alien vs. Predator) y Dash Mihok (El Lado Bueno de las Cosas, La Delgada Línea Roja) son los policías que ayudarán a Frank en su encrucijada contra los criminales de New York. Todos estos se exponen como personajes unidimensionales, algunos con más peso que otros en la trama, pero sólo son comparsas para que Ray Stevenson se luzca como máquina de matar perfectamente engrasada y Dominic West y Doug Hutchison puedan torturarlos y agredirlos para exponer delante de pantalla su perfil de descerebrados villanos de opereta. Por ello poco importa que el casting haga un buen trabajo en líneas generales, son Castle, Jigsaw y Loony Bin Jim los que centran la atención a lo largo del metraje con sus desaforados actos de venganza el primero y sus sádicas pasadas de rosca los segundos.




Desde estas humildes cuatro paredes quiero reivindicar un divertidísimo y vikingo placer culpable a ritmo de nu metal como Punisher: War Zone. Esta producción de 2008 es lo más cerca que ha estado el séptimo arte de realizar una traslación digna del Castigador que fuera fiel a los cómics. Evidentemente se quedó a medio camino ya que nada del nihilismo, la desesperanza y la disección psicológica que Garth Ennis imprimió al personaje en los distintos arcos de la serie MAX encontramos en estos 108 minutos de metraje. Pero por primera vez los productores tuvieron el suficiente valor para exponer en celuloide toda la violencia  y el salvajismo que eran necesarios para adaptar sus correrías. El problema es que las deficiencias del producto, sus carencias y una calificación R que en el género superheróico casi siempre ha sido sinónimo de exigua taquilla (lo de Deadpool casi ha sido un inesperado y existoso oasis en el desierto) dieron al traste con este intento de reboot que finalmente quedó en poco o nada. A falta de ver a Jon Bernthal en la segunda temporada de Daredevil me sigo quedando con Ray Stevenson como el, hasta ahora, mejor Frank Castle en imagen real y es una pena que Marvel no haya confiado en su talento para seguir dando vida al personaje, seguro que le hubiera sacado mucho partido.


¡Ave César!



Título Original Hail, Caesar! (2016)
Director Joel y Ethan Coen
Guión Ethan y Joel Coen
Actores Josh Brolin, George Clooney, Ralph Fiennes, Tilda Swinton, Channing Tatum, Scarlett Johansson, Alden Ehrenreich, Frances McDormand, Jonah Hill, Christopher Lambert, Clancy Brown, Wayne Knight, Dolph Lundgren, Patrick Fischler, Robert Picardo, David Krumholtz, Fisher Stevens, Emily Beecham, Fred Melamed





Alguna vez tenía que pasar, pero un servidor guardaba la esperanza de que el fatídico día no llegara nunca. Por primera vez en mi vida como cinéfilo y fan de los hermanos Coen una de sus películas me decepciona casi en su totalidad. Por desgracia ¡Ave César! se revela para el que suscribe como el trabajo más deficiente de los autores de obras maestras como El Gran LebowskiFargoMuerte Entre las Flores (Miller’s Crossing) o No Es País Para Viejos, algo impensable viniendo de dos de mis autores favoritos dentro de los últimos treinta años del cine estadounidense y que previamente jamás me habían decepcionado tanto con uno de sus proyectos. Una producción que tratando de seguir la estela de otras comedias menores de los guionistas y cineastas de origen judío como Crueldad Intolerable, el remake de Ladykillers de Alexander MacKendrick o Quemar Después de Leer (dejaremos a un lado la atípica Un Tipo Serio, que estaba hecha de otra pasta) se queda a mitad de camino en el proceso fallando en algunos de sus más importantes apartados y exponiendo en pantalla un conjunto cinematográfico indigno del talento de los titanes del séptimo arte que lo han perpetrado. Poco importa que el reparto cuente con nombres capitales del actual Hollywood como Josh Brolin, George Clooney, Scarlett Johansson, Jonah Hill, Ralph Fiennes, Channing Tatum o Tilda Swinton, es la labor de los autores detrás de la propuesta la que se mueve entre lo fallido y lo inesperadamente deficiente. A continuación trataré de incidir en cuáles son los motivos por los que ¡Hail, Caesar! es la película más endeble de toda la copiosa filmografía de la pareja de hermanos ganadores de cuatro premios de la academia.





La última obra de Ethan y Joel Coen sigue los pasos de un personaje que existió realmente, Eddie Mannix (Josh Brolin) el mediador de una gran productora de Hollywood llamada Capitol (en la vida real lo era de la Metro Goldwyn Mayer) que durante los años 50 trabaja para llevar a buen puerto el rodaje de un peplum de temática religiosa titulado ¡Ave César! que protagoniza la estrella Baird Whitlock (George Clooney). Cuando el actor principal es misteriosamente secuestrado los captores piden por el rescate cien mil dólares que Mannix deberá reunir lo antes posible para que la superproducción por la que está velando no acabe en un desastre. Esta trama central es la que vertebra (o eso intenta al menos) el núcleo narrativo de Hail Caesar! y si al mismo le echamos un vistazo rápido podría parecernos un mix entre la visión del Hollywood dorado de la pletórica Barton Fink, la historia sobre secuestros de El Gran Lebowski y el relato conspiranóico y con reparto de relumbrón de la ligera Quemar Después de Leer. El problema es que esta producción de 2016 no llega ni a vislumbrar la magistralidad con la que la cinta de 1991 protagonizada por John Turturro diseccionaba la meca del cine y sus entresijos, carece casi en su totalidad del soberbio humor socarrón del film encabezado por Jeff Bridges y ni siquiera sabe driblar con simpatía con su naturaleza de comedia ligera para el lucimiento de su casting como el largometraje comandado por Frances McDormand, George Clooney, Brad Pitt o John Malkovich entre otros.




Es desconcertante que dos de los mejores guionistas del cine americano actual como los Coen den forma a un libreto tan deficiente en ¡Ave César!. Una trama central que no ancla con solidez el núcleo de la narración, personajes que tienen breves y poco definidas intervenciones (los de Scarlett Johansson y Channing Tatum), gags con un humor impropio de lo autores de comedias brillantes como O Brother! o Arizona Baby siendo alargados hasta lo extenuante (el de Hobie Doyle intentando hacer bien la escena para el director Laurence Lorenz en principio tiene su gracia, pero se extiende tanto en el tiempo que acaba agotando al espectador, al igual que número musical de los marineros protagonizado por un esforzado Burt Gurney que se eterniza hasta lo alarmante) subtramas que no parecen ir a ninguna parte y que aparentan no haber sido pulidas debidamente, el poco aprovechamiento que se hace de secundarios típicamente coenianos (esos comunistas que aunque tienen sus momentos de gloria en pantalla podrían haber dado mucho más de sí) y un desfile de tópicos que convierten la trama de secuestros y rescates en un continuo déjà vu dan al traste con las buenas intenciones del último film de la factoría Coen. En este sentido si la escritura que sirve como base al relato no está bien solidificada la película se entrega a los engorrosos brazos del subrayado, lo plomizo y la impostura. Poco importa que los personajes que hacen acto de presencia sean identificables con la impronta de sus creadores, que los roles protagónicos estén bien perfilados y que la sátira, el grand guiñol y el humor negro marca de la casa haga acto de presencia durante esos 106 minutos de metraje que parecen 180, el barco comienza a hundirse poco después del primer tercio, justo cuando empiezan a notarse las costuras de un guión que más que por sus autores parece escrito por un becario venido a menos que Ethan y Joel han contratado para la ocasión y que malentiende el tono y la conceptualidad narrativa que hizo famosos a estos como cineastas.




Por descontado que no todo son fallos en ¡Ave César!, pero ni siquiera sus virtudes pueden salvar los muebles a los Coen. El reparto está a la altura, destacando sobre el resto un rocoso Josh Brolin com Eddie Mannix y un histriónico George Clooney como Baird Whitlock. A ellos les cubren las espaldas una divertida Scarlett Johansson (que tiene sólo dos míseras escenas en su regreso al mundo de los Coen después de su intervención en la muy superior El Hombre Que Nunca Estuvo Allí) una estirada Tilda Swinton con doble papel, un Channing Tatum bailarín y con tramposa sorpresa final, Ralph Fiennes memorable como director de cine británico, Alden Ehrenreich revelándose como un competente cómico inexpresivo al más puro estilo de Bill Murray y en roles muy episódicos podemos identificar a rostros como los de Jonah Hill o unos Christopher Lambert y Dolph Lundgren que nunca hubiéramos imaginado en una película de los Coen. El problema es que aunque todos los actores hacen una magnífica labor dando vida a sosias de personalidades reconocidas del celuloide americano de aquella época (Esther Williams, Ronald Reagan, Victor Mature, Lawrence Olivier, Carmen Miranda…) sus personajes deambulan perdidos por las inconsistentes tramas que pueblan y que no hacen justicia a la potencialidad humorística que la mayoría de ellos contienen y casi nunca consiguen explotar adecuadamente por culpa de la ya mencionada escritura deficiente del guión. Aunque si una virtud debemos destacar en una pieza como Hail Caesar! esa es indudablemente el acertado e interesante retrato que hace del Hollywood de los años 50. Los autores del remake de Valor de Ley o Un Tipo Serio dan una visión tan desmitificadora (esos representantes religiosos que sólo ponen trabas al retrato de Jesucristo que hace el peplum ficticio que da nombre a la película) como entrañable de la edad de oro del cine ofreciendo su particular mirada hacia representantes, directivos, montadores (grande una también breve Frances McDormand), actores, periodistas, nunca de manera brillante como lo hicieron en la kafkiana y mucho más profunda Barton Fink que también mencioné a inicio de la reseña, pero con el suficiente acierto como para convertirse en uno de los pocos bálsamos que proporciona la cinta.




Después de más de treinta años de carrera por primera vez debo admitir que una obra de los hermanos Coen no merece para mí ni el aprobado, aunque quedándose el borde del mismo. Es una pena que una historia que aunque desde su misma concepción ya apuntaba a ser un producto tan menor como alimenticio para Ethan y Joel haya resultado ser una producción tan decepcionante, autoindulgente y descompensanda a pesar de estar estelarizada por un puñado de actores que revientan taquillas en el Hollywood actual. El problema más grave de ¡Ave César! no es la endeblez de sus distintas tramas, la falta de consistencia a la hora de interconectar las mismas o el desaprovechamiento de lugares, personajes y temas que podrían haber ofrecido pasajes de comedia de alto voltaje, sino que su escueto metraje se hace pesado y considerablemente reiterativo debido a su falta de ritmo y paupérrimo desarrollo. Esta última obra de los Coen no sólo palidece ante otras producciones cómicas de porte liviano dentro de sus filmografía como Crueldad IntolerableLadykillers o aquella Quemar Después de Leer que aún con sus carencias conseguía hacer a todo tipo de espectadores con sus personajes exagerados y su rocambolesca trama de espionaje y servicios secretos, también se presenta como la obra menos conseguida de las diecisiete a las que han dado forma dentro del mundo del largometraje. Con todo una sola mancha no puede ensuciar el soberbio historial de unos cineastas que con las dos piezas inmediatamente anteriores a esta mostraron estar en plena forma después de muchos años de rodaje como cineastas personales e intransferibles en Hollywood, título que esperemos sigan manteniendo gracias a sus próximos proyectos que con toda seguridad volverán a recuperarnos a los genios que nos ofrecieron tratados sobre el miedo a la página en blanco, el honor entre mafiosos, la avaricia del ser humano y de cómo los parias heredarán la tierra entre partidas de bolos y copas de ruso blanco.