Título Original El Día de la Bestia (1995)
Director Álex de la Iglesia
Guión Jorge Guerricaechevarria y Álex de la Iglesia
Para un servidor hay dos cintas clave dentro del cine español estandartes del celuloide de corte navideño y que deben ser vistas sí o sí durante esta festividad. Una de ellas es indudablemente esa obra maestra sobre el fariseismo y la falsa caridad llamada Plácido, estrenada en 1961 e ideada por esos dos maestros llamados Luis García Berlanga y Rafael Azcona, genios que por desgracia ya no están entre nosotros. La otra es la que nos ocupa, una obra que marcó un punto de inflexión (que no se supo explotar adecuadamente) dentro del cine patrio. Hablo como no podía ser menos de El Día de la Bestia del bilbaino Álex de la Iglesia.
A principios de los 90 un grupo de jóvenes directores procedentes de Euskadi formaron una pequeña, pero notable, revolución dentro de la manera de entender el panorama cinematográfico español. A ese grupo de autores se les conoció como los precursores de lo que se llamó el "Nuevo Cine Vasco". Julio Medem con sus atípicas y oníricas Vacas y La Ardilla Roja, Daniel Calparsoro con la fallida pero potente Salto al Vacío, Enrique Urbizu con la conseguida pero sobrevalorada Todo Por la Pasta o Juanma Bajo Ulloa con las inmensas Alas de Mariposa y La Madre Muerta nos mostraron que en España había savia nueva con ganas de romper tabúes y barreras generacionales.
Dentro de ese grupo de autores vascos destacaba un joven descarado llamado Álex de la Iglesia que había llamado la atención son su primer y único cortometraje Mirindas Asesinas. Con la ayuda de Pedro Almodóvar y su productora, El Deseo, llevó a cabo su ópera prima, Acción Mutante. Esa producción de 1993 supuso una gamberrada de género políticamente incorrecta, una apología futurista y cañí de lo diferente y lo freak protagonizada por un grupo terrorista de deformes, encabezados por un inusual e inmeso Antonio Resines, que querían acabar con todo individuo bello y bienpensante.
Cuando De la Iglesia puso en marcha su segundo trabajo, de manera equívoca, los hermanos Almodóvar se desvincularon del proyecto porque no les hacía gracia producir un largometraje de temática satánica como el que les proponia el director. El famoso Andrés Vicente Gómez, hombre detrás de algunas de las producciones más exitosas de la historia del cine español y también de las más bochornosas, se hizo cargo de ayudar a Álex para sacar adelante este segundo film que no sólo supondría su confirmación como director talentoso y rompedor, también se revelaría como su mejor trabajo hasta la fecha y un puñetazo que golpearía considerablemente fuerte en la mesa del cine español.
Ángel Berriatúa es un sacerdote que lleva 25 años estudiando el Apocalipsis de San Juan en la universidad de Deusto para descifrar el mensaje, según él mismo, oculto en dichas escrituras. Tras décadas de investigación ha llegado a la conclusión de que el nacimiento del Anticristo se producirá en la Nochebuena de 1995 en algún lugar de Madrid. Para acabar con el hijo de Satanás deberá sumergirse en el mundo del pecado "hacer todo el mal que pueda" escuchamos de su propia boca, para atraer la atención del maligno y así convertirse en uno de sus acólitos. En su viaje recibirá ayuda de Jose María, un simpático heavy "satánico y de Carabanchel" y del Profesor Cavan, un presentador italiano con dotes de supuesto medium que triunfa en televisión con su programa esotérico La Zona Oscura.
El Día de la Bestia es directamente, y sin paños calientes, una de las películas más importantes del cine español contemporáneo, incluso a nivel internacional, y marcó época dentro de nuestro celuloide en muchos sentidos. Su tipo de producción y dirección eran por aquel entonces inusuales en nuestro país, teniendo pocos referentes en los que reflejarse a nivel técnico, si acaso en cierto sentido la ya mencionada Todo Por la Pasta de Enrique Urbizu, film en el que el mismo Álex De la Iglesia ejerció como director artístico, podría servir de casi único ejemplo claro y directo por su estética y puesta en escena.
La segunda película de Álex de la Iglesia, reflejándose como producto en una manera de hacer películas con ritmo puramente americano, no dejaba de imbuirse por una larga tradición de celuloide ibérico al que homenajeaba de manera brutalmente sincera y con devoción intachable. Pero sobre todo supuso la película que confirmó una relación de amor entre el público y un nuevo tipo de largometrajes de aquí, muy nuestros, que respiraban humor, acción, diversión quitando esas telarañas que tenían a nuestra producción nacional estancada y sin evolucionar un ápice a finales de los 80 y principios de los 90.
La solución era sencilla, pero nadie supo verla. Cuando el cine español pasó su etapa de la transición con obras de conciencia social auspiciadas por autores como Eloy de la Iglesia, José Luis Borau o Manuel Gutiérrez Aragón, y el filón del destape, con Andrés Pajares y Fernando Esteso como actores y Mariano Ozores como director a la cabeza, se agotó, el público necesitaba alarmantemente algo nuevo, pero que siempre había estado ahí a manos de autores como Jesús Franco, Paul Naschy o Juan Piquer Simón. Nada más y nada menos que cine de género, y eso es lo que El Día de la Bestia de Álex de la Iglesia ofreció al respetable, sobre todo a la rama más joven del mismo que cayó rendida a los pies del Padre Berriatúa y sus dos secuaces.
El triunfo como obra de El Día de la Bestia radica en que a pesar de su envoltorio, escenas de acción, producción elaborada y coherente ritmo trepidante, no deja de ser una versión cafre, oscura y barriobajera del cine berlanguiano o tomando ya un referente literario, una reinterpretación contemporánea de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes. Pero también, y de manera elocuente, es un homenaje a cientos de producciones comerciales norteamericanas o europeas, conteniendo referencias, obviando las más directas y lógicas que serían a La Profecía y El Exorcista, que van desde el cine comercial ochentero como Los Cazafantasmas (las tomas que muestran la estructura de las Torres Kio recuerdan a la azotea del edificio donde hace su aparición Gosser el Gozeriano) hasta al cine elegante y rompedor de la Hammer Films británica (el ritual satánico con la cabra transmite ecos de The Devil Rides Out de Terence Fisher).
El gran mérito del director de La Comunidad era mirar hacia delante, queriendo ofrecer un cine español distinto, vivo, moderno, lleno de acción y humor, pero siempre retrocediendo la mirada hacia los clásicos que hoy día son patrimonio ineludible para entender la evolución de nuestro celuloide. Por eso no es de extrañar que todo ese hostal y los oscuros hechos que allí acontecen nos traigan a la cabeza en numerosas ocasiones aquella joya urgentemente recuperable titulada El Extraño Viaje, inolvidable obra maldita dirigida por Fernando Fernán Gómez, o que el personaje de Rosario al que da vida una impagable Terele Pávez, inmensos diálogos los suyos, parezca una amalgama granguiñolesca de los roles que interepetara una actriz tan personal como Lola Gaos en Tristana de Luis Buñuel o Furtivos de Jose Luis Borau, obras cinematográficas de culto.
Aunque su principal misión como obra era ofrecer entretenimiento directo al espectador. El Día de la Bestia mostró otro tipo de cine español, más dirigido a la muchachada, con música metal (la banda sonora fue un considerable éxito a nivel nacional y contenía temas de Def Con Dos, Extremoduro, Siniestro Total o de pesos pesados internacionales Pantera o Ministry) violencia, humor y una historia muy bien trabajada tanto en el guión como en los diálogos. El boca/oreja durante la época de estreno fue bestial, viéndose un servidor rodeado de amigos y compañeros de clase que hablaban de los actores, la acción, los pechos de Maria Grazzia Cucinotta y destacando todos ellos, por encima de cualquier apunte, la grata experiencia que suponía ver el largometraje.
Los tres protagonistas, los tres "Reyes Magos" implicados en el film, han pasado de ser personajes inolvidables a mostrarse como iconos ineludibles dentro del cine español contemporáneo. Apoteósico Álex Ángulo, con su inseparable chapela y su bondad voluntariamente corrompida por un mal que deber realizar para salvar a la humanidad. Un Santiago Segura inmenso como heavy violento pero en el fondo tierno con frases inolvidables. Por último Armando Razza perfectamente adaptado a nuestro cine como Ennio Lombardi, el misterioso y farsante profesor Cavan que no puede creerse, en principio, las barbaridades llevadas a cabo por el padre Berriatúa y Josemari, sus primero captores y posteriormente aliados.
Pero más allá de los disparos, los golpes, el satanismo y el humor, había una historia bien hilada, escrita con pericia por el mismo De la Iglesia y su co guionista y amigo Jorge Guerricoechevarria. Porque en El Día de la Bestia también hay una dualidad muy interesante en la que se percibe una dicotomía entre si lo que vemos en pantalla son hechos supuestamente sobrenaturales en la realidad (¿la verdadera llegada del Anticristo a la tierra?) o pura y llana locura (la de sus protagonistas, contagiados por la determinación del padre Berriatúa y el efecto de los opiáceos creyendo como real lo que él ve, cuando el hombre posiblemente sólo esté loco). Dicotomía psicológica que nos retrotrae al mundo cinematográfico de autores como Terry Gilliam.
También yace en su discurso una sátira durísima e inmisericorde contra la televisión basura, mostrándose visionaro el guión de Guerricaechevarría y De la Iglesia con respecto al tema de los adivinos y tarotistas de medio pelo, ya que si echamos un vistazo a la TDT española actual veremos los canales saturados de charlatanes sacacuartos con perfiles parecidos al de Cavan. También se destila un retrato feroz sobre los grupos urbanos de extrema derecha, autores materiales de ataques xenófobos y clasistas, a los que con acierto no se retrata con pintas de skinheads y neonazis, sino como gente de la calle bien vestidos y con imagen de los hipócritas maridos ejemplares y padres de familia que seguramente sean.
Cuando ya se ha visto esta película tantas veces como lo he hecho yo, si no voy por la veintena poco me faltará, sorprende seguir descubriendo pequeños detalles nunca percibidos en las ocasiones previas que dediqué a revisionarla. Como esa almohada Therapy Pillow en la cama del niño endemoniado, memorable Jimmy Barnatan, el momento tanto quijotesco como teológico (Cristo pidiéndole a su padre que aparte de él "ese cáliz" en los olivos) en el que el padre Berriatúa duda de su misión mientras el antes incrédulo Cavan le anima a seguir con su rocambolesca lucha, la cantidad de sitios en los que aparece a modo de premonición el cartel de la ficticia banda Satannica o los ramalazos buñuelianos del sacerdote negándole la extremaunción al moribundo al incio del film o la cucaracha que no se atreve a entrar en el pentáculo sagrado durante el ritual.
El Día de la Bestia es una obra importantísima (más de lo que muchos creen o admiten, incluso su génesis es más literaria que cinematográfica y vendría directamente del esperpento de Valle Inclán) dentro del cine español. En su momento abrió una senda que por desgracia pocos supieron seguir, ni siquera el mismo Álex de la Iglesia, que aún habiendo entregado posteriormente buenas obras e incluso alguna bastante destacable nunca ha vuelto a destilar tanto talento como en la cinta que nos ocupa, en la que un nuevo cine español se vislumbraba. Era comercial, era moderno, era fiel a la tradición de la ficción filmada de este país, pero por desgracia como vino se fue y sólo dejó pequeños resquicios de lucidez a modo de recordatorio.
Por suerte su sello como obra generacional quedó marcado a fuego en la mente de cientos de miles de espectadores y algunos talentos nuevos de este país. Porque no es difícil ver en productos como Los Cronocrímenes de Nacho Vigalondo, Pagafantas y No Controles de Borja Cobeaga o Carne de Neón de Paco Cabezas ramalazos, ya sean en fondo o forma, que nos hacen recordar con una sonrisa en la cara y un macarra arqueo de ceja que una vez un cura vasco, un heavy de Carabanchel, y un oportunista presentador de televisión italiano nos salvaron el culo a todos cuando en la Nochebuena de 1995 impidieron el nacimiento del Anticristo en la capital española... ¿o tal vez no fue así?