Título Original The Hills Have Eyes (2006)
Director Alexandre Aja
Guión Grégory Levasseur y Alexandre Aja basado en la película de Wes Craven
Actores Aaron Stanford, Ted Levine, Kathleen Quinlan, Vinessa Shaw, Emilie de Ravin, Dan Byrd, Robert Joy, Billy Drago
Aunque en 1972 ya había marcado época dentro del cine de terror con aquella versión bastarda y cruda de El Manantial de la Doncella de Ingmar Bergman titulada La Última Casa de la Izquierda que se convirtió en una de las obras estandarte de lo que se conoció como el subgénero rape and revenge, cinco años después Wes Craven volvió a rodar una pieza clave dentro del tipo de ese cine que lleva décadas cultivando como irregular cineasta. En 1977 Las Colinas Tienen Ojos se adherió a aquel celuloide que convertía nuestros abstractos miedos en palpables y concretas pesadillas andantes. Films como el del director de Pesadilla en Elm Street o La Matanza de Texas de Tobe Hooper vinieron a decir al espectador que ningún espíritu o muerto viviente era más aterrador que el hecho de que el vecino que vive al lado de nuestra casa pudiera ser un demente asesino homicida o un salvaje antropófago.
La trama era de una sencillez alarmante y narraba cómo un familia típica americana se extraviaba en el desierto y era asaltada por un grupo de caníbales que los asediaba hasta lo inhumano. Con sus fallos (que siempre los tuvo) a día de hoy sigue considerándose de manera totalmente justificada una de las obras más acertadas de Wes Craven gracias a una atmósfera cruda muy conseguida y un salvajismo formal impropio para la época. Ocho años después y dejando de lado la realización de las secuelas sobre las andanzas oníricas de Freddy Krueger que él ayudó a iniciar rodó Las Colinas Tienen Ojos 2, una infame, tardía, ridícula y estúpida secuela de la que sólo se salvaban la labor de su actor protagonista y momentos de involuntaria comedia, como aquel en el que asistimos al flashback del perro que recuerda a los agresores que le atacaron en la anterior entrega o ver cómo la imponente presencia física de Michael Berryman en el film de 1977 se perdía en favor de convertir a su Plutón en un bufón travestido haciendo motocross en esta segunda parte.
Ya durante la pasada década y viendo que tras el éxito de la saga Scream sus últimas obras como director no llamaban suficientemente la atención de la taquilla (aunque aquella interesante Vuelo Nocturno de 2005 puede considerarse su último trabajo meritorio detrás de las cámaras) decidió entregarse a su labor como productor impulsando remakes de sus films más emblemáticos, aunque curiosamente él no tuvo nada que ver con el recuperable de Pesadilla en Elm Street rodado por Samuel Bayer y protagonizado por Jackie Earle Haley en 2010. El primero de sus éxitos de la década de los 70 que eligió para revisitar fue aquella Las Colinas Tienen Ojos que nos ocupa, pero para ponerlo en circulación Craven, así como Peter Locke y Marianne Maddalena (productor del film original el primero y de toda la filmografía del director desde Shocker la segunda) viajaron a Europa para buscar a los autores que dieran forma al proyecto. Finalmente en Francia encontraron a sus dos valedores.
En 2006 Alexandre Aja y Grégory Levasseur ya tenían un nombre más o menos importante en su Francia natal. El primero ejerce de director y guionista en sus proyectos y el segundo hace las veces de director artístico, realizador de la segunda unidad y también guionista. Ambos debutaron con Furia, una fallida adaptación del relato corto Graffiti del argentino Julio Cortázar, un largometraje distópico con buenas intenciones pero que pecaba de despersonalizado y rudimentario. Tras él en 2003 llegó el primer éxito internacional del binomio de jóvenes autores, Alta Tensión, mezcla entre slasher brutalizado y giallo italiano con un pulso narrativo y una puesta en escena magistrales, así como unos actores memorables como Cecile de France y Philip Nahon, hallazgos todos ellos por desgracia considerablemente ensombrecidos por un desenlace tramposo y estúpido que según cuenta la leyenda impuso a los autores el productor de la cinta, el famoso Luc Besson.
Ellos fueron los elegidos por Wes Craven y sus colaboradores para llevar a imágenes una nueva versión de Las Colinas Tienen Ojos y si tenemos en cuenta que los dos incluso escribieron el guión (en gran parte adaptado del que tenía el film de 1977 pero añadiéndole detalles nuevos que más tarde pasaremos a comentar) la rodaron con una libertad artísitica bastante notable para suponer su debut en la Hollywood y con un presupuesto más o menos amplio como el que Twentieth Century Fox puso en sus manos. Esta Hills Have Eyes de 2006 no sólo es un magnífico remake, también es una película muy superior a la obra original en múltiples aspectos y sobre todo una de las mejores y más sólidas cintas de terror de la pasada década, confirmando a sus creadores como dos talentos muy a tener en cuenta y a Wes Craven como un señor que en la actualidad tiene más olfato como productor que como cineasta de sus propios films.
El argumento es prácticamente el mismo que el de la versión de 1977: Una familia media americana que viaja en caravana se pierde en el desierto de Nuevo México y allí es asaltada y asediada por una familia de caníbales deformes que tratarán de eliminarlos. Hasta aquí todo es igual que en la película de Wes Craven, pero Aja y Levasseur toman un detalle nimio de aquella para desarrollarlo y crear un tercer acto completamente nuevo y con ello añadir un interesantísimo subtexto al grueso de la narración que hace que esta Las Colinas Tienen Ojos del año 2006 tengo algo interesante que decir más allá de la sangre, tripas, torturas, pólvora o cuerpos deformes. Los autores de Piraña 3D incluyen sabiamente y ya desde el arranque la importancia que tiene en la historia la presencia de esas pruebas nucleares que el ejército de Estados Unidos llevó acabo años atrás en el desierto.
En su arranque el largometraje se abre con un grupo de técnicos nucleares calculando los niveles de radiación de la zona del desierto de Nuevo México que son brutalmente asaltados y asesinados con un enorme hacha por el personaje de Plutón al que da vida ex jugador de fútbol americano Michael Bay Smith. Seguidamente los soberbios títulos de crédito alternan imágenes de naturaleza naif y vintage de la cultura estadounidense con explosiones atómicas reales y los efectos que estas producen en todo tipo de población, principalmente niños recién nacidos. Todo al ritmo del tema de los años 50 More and More interpretado por el cantante Webb Pierce dejando claro Alexandre Aja desde los primeros pasos que el humor negro, el salvajismo y los juegos perversos con el american way of life van a estar presentes durante toda la velada.
Que el ejército de Estados Unidos eliminara por medio de las pruebas nucleares a los habitantes que se resistían a abandonar sus hogares y el hecho de que los que sobrevivieran sufrieran malformaciones que los harían odiar a todo ciudadano de la gran ciudad que se acerca al desierto de Nuevo México le sirve al binomio Aja/Levasseur para realizar una sutil crítica al intervencionismo militar americano y su afán imperialista como nación. Pero también consiguen con ello realizar una lectura subtextual sobre cómo la familia de clase media/alta del país de las barras y estrellas (representada por los Carter, personas de bien, religiosas y amantes de la famosa segunda enmienda de la constitución les permite portar armas de fuego) pisotea a las de clase baja (la formada por los mutantes que han sufrido los ataques atómicos en sus propios cuerpos malformados) para que esta última decida finalmente vengarse por todas las desgracias a las que su nación les ha sometido.
Para que esta alegoría narrativa tenga sentido no hay más que mirar al personaje de Doug Boukowski interpretado por un Aaron Stanford pletórico. Con un desarrollo de personalidad (y hasta con un gran parecido físico) que emula al del David Sumner al que diera vida Dustin Hoffman de Perros de Paja de Sam Peckinpah (uno de los autores que más influyen en este largometraje) mostrándose al principio como un supuesto enclenque y votante demócrata del que su suegro se ríe por no saber usar una pistola para luego revelarse como una bestia salvaje cuando los mutantes hacen acto de presencia y empiezan a atacar a los Carter. Por culpa de la barbarie a la que asiste y porque a base de sufrimiento físico y psicológico sale a relucir su instinto de supervivencia Doug se convierte en el antihéroe de la película.
Alexandre Aja y Grégory Levasseur lo dejan claro en la escena en la que el protagonista llega a la casa de los mutantes, ya que no es un detalle baladí que Big Brain parezca cantando el himno americano para después acusar a Doug de que "los suyos" arrasaron el desierto "con sus bombas" y los convirtieran en monstruos. Por no mencionar que el protagonista culmine su escena de victoria clavando en el cuello de Plutón la banderita de Estados Unidos que este había robado previamente de la camioneta familiar. En ese momento los franceses depositan en Doug el rol de antihéroe y en un acto de perversión de roles, que recuerda al Rob Zombie de Los Renegados del Diablo del año anterior, crean una metáfora en la que esa clase media/alta americana seguirá pisoteando a las desfavorecidas y extendiendo su imperio siempre que pueda sacar beneficio económico con él, realizando un paralelismo bastante claro con la no muy lejana por aquel entonces guerra de Iraq.
Por otro lado si abordamos el tema de los personajes no es difícil darse cuenta que los autores de Alta Tensión dan la suficiente profundidad a sus criaturas para que nos preocupemos por lo que pueda sucederles a manos de Plutón, Papá Jupiter y el resto de la familia antropófaga. Los Carter son roles realistas, ninguno de sus miembros es el típico imbécil de encefalograma plano cuya muerte deseamos que se produzca lo antes posible. El personaje que peor puede caer es el de Big Bob de un memorable Ted Levine por su antipatía hacia su yerno al que mira continuamente por encima del hombro, pero su posición de cabeza de familia tiene todo el sentido del mundo cuando descubrimos posteriormente que será Doug el que lo ocupe cuando se desate la hecatombe. Personajes como el del Bobby de Dan Byrd, la Brenda a la que da vida Emile de Ravin o la Ethel a la que presta voz y presencia Kathleen Quinlan nos son cercanos, no son simple carne de cañón gracias a cómo los perfila el guión y ahí entra en escena el salvajismo propio de Alexandre Aja como cineasta. Cuando más tememos por los protagonistas empieza la carnicería. indiscriminada.
Si algo ha caracterizado a la obra de los autores de Furia es su visión brutal y sin cortapisas de la violencia, aquella deudora del cine de terror de los 70 y que también practican en la actualidad coetáneos suyos como el ya mencionado Rob Zombie, el americano Eli Roth (Cabin Fever, Hostel 1 y 2, Green Inferno) o el británico Neil Marshall (Dog Soldiers, The Descent, Doomsday). Esta descarnada impronta es el sello más personal de los franceses y si a lo largo de todo el film la marcan con fuego en el celuloide es en el pasaje del asalto a la caravana donde mejor y con más fuerza lo dejan ver a la platea. Si ya en la versión de 1977 Wes Craven supo realizar un magnífico ejercicio de tensión con dicho ataque, lo que Aja consigue en este remake de 2006 es superarlo en todos los aspectos, realizando una mezcla de violencia física (la violación, la defunción de dos de los miembros de la familia) y sobre todo psicológica (cuando Lizzard apunta con a pistola al bebé o succiona la leche materna del pecho del personaje de Lynn) en la que su pulso como narrador consigue mantener con firmeza una escena de caos controlado que recuerda a la pletórica recta final de La Matanza de Texas de Tobe Hooper.
Que Alexandre Aja supere la labor de Wes Craven en esta versión de 2006 es la tónica general a lo largo de toda la cinta y no es algo común que un remake supere a la obra original ya que casos en los que las nuevas visiones de clásicos como Posesión Infernal, La Matanza de Texas o Amanecer de los Muertos han dado como resultado piezas meritorias rara vez han superado a la pieza primigenia en la que se basan. Pero este es una de esas raras avis en las que dos jóvenes con talento saben aprovechar el material que tienen en las manos enriqueciéndolo argumental y artísticamente para ofrecer algo distinto. El hijo del cineasta Alexandre Arcady ofrece un trabajo de una solidez brutal, con una puesta en escena árida y atmosférica que hace que sintamos en la piel el calor del desierto y latente la amenaza de la familia mutante, por no mencionar la enorme labor en el plano técnico de todas y cada una de las escenas de acción, destacando por méritos propios la pelea entre Plutón y Doug en la casa familiar que es un prodigio de posicionamiento de cámara, naturalismo y montaje. tofo envuelto en la magistral partitura del grupo Tomandandy.
Tras el éxito de Las Colinas Tienen Ojos los caminos de Alexandre Aja (siempre acompañado de su amigo Grégory Levasseur) y Wes Craven se separaron. El primero siguió probando suerte en Estados Unidos con nuevos remakes rodados por él como la tibia pero aún así interesante Reflejos o la desopilante Piraña 3D o produciéndolos y escribiéndolos para otros cineastas como el soberbio de Maniac que le ofreció a su amigo Franck Khalfoun. Por otro lado también se espera el estreno internacional de su último film detrás de las cámaras, Horns, adaptación de la novela hominima de Joe Hill protagonizada por Daniel Radcliffe y que fue recibida con tibieza en Estados Unidos El segundo siguió en labores de producción con Las Colinas Tienen Ojos 2 (estúpidamente rebautizada en España como El Retorno de los Malditos) inferior a la que nos ocupa, con diferentes equipos técnico y artístico y resultados inferiores (aunque seguía siendo una cafrada muy entretenida) y que por suerte no era un remake de la secuela de la cinta original que el mismo Craven ultrajó en 1984. Dos años después acertó de lleno al contratar al griego Dennis Illiadis para que realizara una nueva La Última Casa a la Izquierda con un resultado bastante meritorio. Su regreso a la dirección con la cuarta entrega de la manida saga Scream ya lo comentaremos en un futuro no muy lejano, en cambio del momento más bajo de su carrera como director con ya dimos constancia hace un tiempo.
Pero por suerte el buen olfato de Wes Craven, Peter Locke y Marianne Maddalena a la hora de elegir a Alexandre Aja y Grégory Levasseur para sacar adelante el remake de Las Colinas Tienen Ojos permitió a los espectadores que disfrutáramos de una de las mejores películas de género de la pasada década, el mejor producto en el que se ha implicado Wes Craven como productor a lo largo de su carrera y la cumbre como autores de los guionistas de Parking 2 detras de las cámaras. Una pelicula de terror brutal, que araña la epidermis ensangrentada del espectador, un western a lo Sam Peckinpah filtrado por las miradas de Tobe Hooper o el mismo Wes Craven y con un trasfondo social y político rabioso y actual con el que estos dos gabachos locos tuvieron el valor de debutar en Hollywood mordiendo la mano que les daba de comer dejando en evidencia a aquel país, que nos venden como la tierra de las oportunidades aunque en ocasiones llegue a asfixiar hasta la muerte a sus propios hijos.
Buena entrada Armin de una película que vi sin demasiadas pretensiones, y que sin embargo disfruté muchísimo, aunque confieso que no puedo comparar con el original puesto que no lo he visto. Muy de acuerdo con tus impresiones, si bien para serte franco, yo no busco tantos subtextos ni interpretaciones en una cinta que es pura diversión cafre para aficionados al género.
ResponderEliminarEn todo caso, me encantan estas entradas tuyas que narran la "historia previa" de una película. Muy interesante.
Como nota curiosa, no hace mucho "experimente" con un grupo de amigos no muy aficionados al género de terror y les puse Alta Tensión, a ver como reaccionaban. Casa rural en medio de la nada y de madrugada, como mandan los cánones. La respuesta general fue muy positiva, y la "trampa" fue bien recibida. Para mi, el resto de la película es tremenda, y todavía no ha decidido si esa "trampa" es una genialidad o convierte una gran película en una gran mierda.
Al sr Aja hay que seguirle, desde luego. Muy disfrutable también la desvergonzada Piraña 3D, o el reciente remake del coleccionista de cabelleras que vi hace unos días.
¡Muchas gracias, Justo!
ResponderEliminarCiertamente se puede disfrutar simplemente como un slasher brutal y directo, pero soy una persona que disfruta cuando uno de mis géneros favoritos, como es el Terror, utiliza sabiamente un contexto o subtexto que va más allá del puro entretenimiento, como es el caso.
Alta Tensión es brillante hasta ese final intragable, porque hay ciertas cosas que pueden colar, pero ya la grabación de la cámara de seguridad de la tienda y que se presente (si mal no recuerdo) antes al personaje de Philip Nahon que al de Cecile de France desmonta toda la lógica de la película. Con todo es una pieza muy a tener en cuenta y hablaré de ella a no mucho tardar.
De Aja todo está bien en mayor o menor medida, hasta sus productos como guionista, como se puede ver en la simpática Parking 2 o la soberbia Maniac que tú mencionas.
¡Un saludo y gracias por pasarte!