"Norman, pase lo que pase esto se hará público y saldrá en los periódicos, todo el mundo lo sabrá, ¿quién va a reservar en el motel de las violaciones y asesinatos?"
Norma Bates
El 16 de junio de 1960 el director Alfred Hitchcock estrenaría en Estados Unidos una de sus películas más importantes y la que revitalizaría por medio de un punto de inflexión su carrera cinematográfica. Hablamos como no puede ser menos de Psicosis (Psycho) la adaptación a imágenes que el realizador británico realizó con la ayuda del guionista Joseph Stephano de la novela homónima del escritor Robert Bloch que sólo un año antes había sido puesta en circulación en el mundo literario. Aquella mítica producción protagonizada por Anthony Perkins, Janet Leigh o Vera Miles se convirtió rápidamente en un clásico del género y en portadora de algunas de las imágenes más icónicas de la historia del cine de terror y suspense. Una casa en una colina, un siniestro motel, una ducha, un cuchillo de cocina, un sótano, una silla con una figura femenina en ella y una bombilla bamboleante dieron forma a una obra maestra que suscitó tres innecesarias secuelas (la cuarta, Psicosis IV: El Comienzo, dirigida por Mick Garris y escrita por el mismo Joseph Stephano fue una precuela para la tv americana) impulsadas por el mismo Anthony Perkins (que incluso se ocupó de dirigir la tercera entrega) durante los años 80 y un remake a manos de Gus Van Sant en 1997 que copiaba plano por plano la cinta primigenia para el desconcierto de muchos y la satisfacción de muy pocos. Curiosamente en 1987 se estrenó en Estados Unidos una serie de corta vida llamada Bates Motel en la que un paciente compañero de Norman Bates en la institución mental que ambos regentaban se hacía cargo del motel familiar. Pero no sería esa la última vez que un serial catódico narrara las desventuras de Norman Bates y su legado familiar y eso mismo nos trae al presente.
Año 2013, el 18 de marzo la cadena de televisión por cable americana A&E Networks estrena Bates Motel, una serie desarrollada por Anthony Cipriano (El Fin de la Inocencia) Carlton Cuse (Perdidos) y Kerry Ehrin (Friday Night Lights) que tomando como inspiración la novela de Robert Bloch y la película de Alfred Hitchcock se presenta como una precuela de las mismas narrando, entre otros hechos, la adolescencia de Norman Bates y su peculiar relación con su madre Norma. Sin la publicidad o la repercusión de otros productos de la televisión americana como Breaking Bad, Juego de Tronos, The Walking Dead o Hijos de la Anarquía la primera temporada Bates Motel se hizo con un considerable grupo de seguidores y un recibimiento moderado por parte de la prensa especializada. Si bien no hablamos de uno de los programas más destacados del panorama televisivo americano (recordemos que el nivel es altisimo) si lo hacemos de un trabajo interesante, bien ejecutado en el plano artístico y técnico y bastante considerado con los seguidores de el desdoblado Norman Bates y la alargada sombra de su difunta madre.
No era fácil para el espectador entrar en la primera temporada de Bates Motel ya que el episodio piloto (y la serie al completo) está localizado temporalmente en la actualidad para desconcierto del fan del film del director de Vértigo. Pero aquello que en principio podía ser una fallo garrafal se convierte en uno de los mayores alicientes del programa. A nadie se le escapa que ver a un personaje que nació en imagen y sonido en 1960 utilizar durante su supuesta adolescencia teléfonos móviles y iphones descoloca al seguidor de Psicosis y Norman Bates. Pero este recurso narrativo se antoja un acierto mayúsculo cuando descubrimos que aunque la narración tiene lugar en pleno siglo XXI cuando entramos en la famosa casa familiar de los Bates es como si el tiempo se detuviera. Esa enorme mansión de siniestra arquitectura parece fuera de lugar, su interior muestra un hogar oscuro que no parece haber abandonado esos finales de los 50 y principios de los 60 en los que tenía lugar la película original y que contiene en su interior secretos narrados entre susurros, miseria moral, morbidez y la siempre amenazante sombra del incesto que a lo largo del serial descubriremos que es de corte generacional. Porque como era de esperar el epicentro de Bates Motel es la tóxica relación de Norman con su madre Norma (no es un detalle valadí que hasta los nombres sean casi idénticos) el primero interpretado por el antaño insoportable Freddie Highmore (Charlie y a Fábrica de Chocolate, Descubriendo Nunca Jamás) reconvertido hoy en un competente actor adulto de mirada perturbadora y la segunda con el cuerpo de una soberbia Vera Farmiga (Infiltrados, Expediente Warren) que se ocupa de componer el mejor y más destacado personaje del programa. Norma Bates es una mujer manipuladora, sobreprotectora e inimisericorde con su hijo pequeño. Casi nunca impone órdenes de manera directa, pero por medio de la sutilidad y el más deleznable de los chantajes psicológicos siempre consigue que Norman obedezca ciegamente todas sus peticiones por muy retorcidas que sean.
Pero como es lógico el programa no puede vivir sólo de los roles de Norman y Norma de modo que tenemos una gama de secundarios bastante considerable que protagonizan distinto tipo de subtramas e interactúan con los protagonistas de una u otra manera. El primero es Dylan Masset (Max Thieriot) el hijo primogénito de Norma y hermano mayor de Norman que mantiene una relación con su madre completamente opuesta a la que le une estrechamente con el menor de sus descendientes y que se adentrará en el submundo del hampa de la localidad por medio del tráfico de drogas. Por otro lado están la adorable Emma (Olivia Cooke) el amor no correspondido de Norman, una chica con fibrosis quística (siempre porta su bombona de oxígeno) que estrechará lazos con los Bates, Bradley Martin (Nicola Peltz) la muchacha que será objeto de los deseos amorosos del personaje principal, la señorita Watson (Keegan Connor Tracy) la profesora de Norman que parece tener con él una relación que va más allá de la típica entre profesor/alumno. Pero si hay que destacar un secundario interesante en Bates Motel y que se revela como el más sólido y consistente de la serie después de los dos principales ese es el del Sheriff Alex Romero al que da vida el actor norteamericano de origen español Nestor Carbonell al que muchos recordamos como el inolvidable Richard Alpert de Perdidos. Este representante de la ley honrado en apariencia pero metido en todo tipo de negocios turbios mantiene una extraña atracción por Norma Bates cuya naturaleza nunca queda demasiado clara, pero la misma le permitirá a ella que el sheriff haga oídos sordos ante muchas de las acciones ilegales llevadas a cabo en el motel que da nombre al programa y la casa que lo corona en esa colina a las afueras de White Pine Bay. Curiosamente Alex Romero es el personaje que condensa en una sola personalidad la esencia de la ya mencionada ciudad de White Pine Bay en la que tiene lugar el desarrollo de la serie. Una localidad de una violencia latente que en ocasiones eclosiona, con unos ciudadanos que callan más de un secreto inhumano y sádico y que podría revelarse como el caldo de cultivo del mal que anida en el hogar de la familia Bates.
El éxito de la primera temporada de Bates Motel dio pie a que la renovación para una segunda temporada no se hiciera esperar. El 3 de marzo de 2014 A&E Networks puso en marcha la continuación de las andanzas de los Bates. Desde el primer episodio ya se podía ver que la moderada puesta en escena de la serie estaba mucho más elaborada (el episodio de arranque dirigido por un Tucker Gates ya plenamente implicado en la producción de la serie es de los más logrados del año) poniendo más cuidado en el diseño de producción y añadiendo por medio del personaje de Caleb (Kenny Johnson) una revelación importante del pasado de Norma. El problema de la segunda temporada es que a pesar de que se vuelve algo más consistente la subtrama de narcotráfico de Dylan, se afianza la presencia de el sheriff Romero en la historia y los ecos a la película original no dejan de sucederse gracias a esos animales disecados que crea el personaje y los picados de cámara utilizados en la mayoría de los episodios la semilla de la discordia plantada en la acertada season finale de la primera temporada en la que veíamos los primeros síntomas de la enfermedad de Norman (enorme la primera “conversación” que tiene con su progenitora) y cómo su interacción con su madre de volvía más retorcida es prácticamente anulada en esta segunda. Durante esta etapa del programa Norma deja repentinamente de ser esa mujer manipuladora y maquiavélica para transformarse en la víctima pasando Norman a ser el verdugo indirecto de la relación. El de ella sigue siendo un rol interesante, posiblemente el que más de la serie, pero ese giro tan radical en su personalidad se antoja forzado y un paso atrás en cuanto al desarrollo de su personalidad aunque esto permita a que Freddie Highmore incida más con su composición en la psicología de su criatura. Puede que la culpable de este innecesario cambio haya sido la misma Vera Farmiga que durante esta temporada ejerce también como productora. La experiencia nos ha demostrado que cuando un actor principal se implica en la creación de los productos que protagoniza el resultado puede ser bueno (Michael Chiklis en The Shield o Bryan Cranston en Breaking Bad) o malo (Michael C. Hall en Dexter). Esperemos que la protagonista de La Prueba del Crimen recapacite sobre el hecho de que Norma Bates es mucho más interesante si es abordada desde su lado oscuro.
Antes de terminar la segunda temporada la cadena A&E Networks confirmó la renovación de Bates Motel para una tercera tanda de episodios. La noticia evidentemente es magnífica para los seguidores del programa, pero esa descaracterización del personaje de Norma Bates para humanizarla y librarla de las necesarias aristas que la estaban convirtiendo en uno de los roles más interesantes de la televisión actual siembra la duda sobre el corrector porvenir del producto que debidamente desarrollado puede dar mucho juego con respecto a la historia que narra pero que llevado por el mal camino puede acabar transformándose en el mediocre producto que por suerte hasta ahora nunca ha sido ni ha llegado a ser. A pesar de todo con un éxito moderado, un humilde club de fans que crece poco a poco y una más que decente labor delante y detrás de las cámaras la serie de Anthony Cipriano, Carlton Cuse y Kerry Ehrin no es sólo un serial adictivo, digno y con algunos logros bastante notables, también se confirma como el producto audiovisual más digno inspirado o derivado de la ya citada obra maestra de Alfred Hitchocock, y la fuente original literaria de Robert Bloch, que marcó un punto de inflexión en la historia del séptimo arte en general y en el género de terror y suspense en particular.
Crítica publicada originalmente en Zona Negativa:
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