domingo, 30 de junio de 2013

Silent Hill: Revelación 3D, sombras y niebla



Título Original Silent Hill: Revelation 3D (2012)
Director Michael J. Basset
Guión Michael J. Basset
Actores Adelaide Clemens, Kit Harington, Sean Bean, Carrie-Anne Moss, Malcolm McDowell, Radha Mitchell, Deborah Kara Unger, Martin Donovan, Heather Marks, James Collins




Si dentro del mundo del cine actual hay un subgénero penoso ese es indudablemente el que adapta a imágenes en movimiento nuestros videojuegos favoritos. Engendros como Street Fighter: La Útima Batalla, Super Mario Bros, Mortal Kombat o Double Dragon dieron buena cuenta durante los 90 que el séptimo arte que da vida a a las correrías de los personajes de nuestras videoconsolas y ordenadores era poco menos que un cúmulo de bazofia, en ocasiones entrañable, pero bazofia al fin y al cabo. La cosa no se arregló en la década siguiente ya que si tenemos en cuenta que el director estandarte de este tipo de films fue el inefable Uwe Boll autor de astracanadas como las versiones en pantalla grande de House of the Dead o Alone in the Dark la cosa en vez de mejorar iba empeorando a pasos agigantados.




Pero entre Tomb Raiders, Hitmans, Max Paynes y demás mediocridades en 2006 se estrenó la que es con mucha diferencia la mejor cinta inpirada en un videojuego, Silent Hill. Aquella pieza funcionaba principalmente porque tenía como director al francés Christophe Gans experto en cine de terror y fantasía con obras como Crying Freeman o El Pacto de los Lobos y como guionista a Roger Avary, co escritor de Pulp Fiction y director de la muy recuperable Rules of Atracction que adaptaba una novela del controvertido escritor Breat Easton Ellis. Pero también por ser una fiel adaptación del juego de Konami y hasta una encomiáble cinta de terror con una conseguida atmósfera, escenas de alto voltaje y una sensación de suspense que aumentaba a lo largo del metraje y que desembocaba en un clímax tan catárquico como excesivo.




Aunque el film fue un considerable éxito la secuela se hizo esperar seis años y fue estrenada en el pasado 2012 en Estados Unidos, por España creo que no ha sido vista y si lo hace seguramente sea directamente en el mercado doméstico. Porque seamos realistas, esta segunda parte titulada Silent Hill: Revelación 3D es una mediocre continuación del primer film y sobre todo una mala película desde que empieza hasta que acaba. En resumidas cuentas la cinta que nos ocupa podría resumirse como la "Silent Hill de los pobres", porque a pesar de que el producto tiene sus medios técnicos y un reparto de actores conocidos (dos habitantes de Invernalia, nada más y nada menos) la obra no sale del pozo de la mediocridad falsaria en ningún momento.




Han pasado muchos años desde los hechos ocurridos en Silent Hill. Hoy Heather (la pequeña Alessa de la primera entrega) tiene 18 años y vive con su padre Harry haciendo una vida más o menos normal. Los problemas comienzan cuando el cabeza de familia desaparece misteriosamente y Heather decide investigar a qué se debe su posible rapto. Con la ayuda de Vincent, un compañero de clase al que acaba de conocer y del que poco sabe, la joven chica descubrirá que la resolución de la abducción de su progenitor está en Silent Hill de modo que su regreso a la inefable ciudad con sus aterradores ciudadanos se hará inevitable si Heather quiere salvar la vida de Harry.




Silent Hill: Revelation 3D es un claro caso de quiero y no puedo. El film tiene unos medios aceptables pero lo cierto es que su presupuesto no llega ni a la mitad del que tenía el largometraje de Christophe Gans. Pero no es esto lo que lo aboca indudablemente al fracaso (productos comerciales con menos de los 20 millones de dolares que se invirtieron en este bulto con ojos son obras remarcables) sino el tener a los mandos de la dirección y el guión a Michael J. Basset, ese mercenario del buen gusto que convirtió la adaptación cinematográfica de Solomon Kane (personaje nacido de la pluma literaria de Robert E, Howard, padre de Conan, el Bárbaro) en un cutre videojuego de casi dos horas lleno de planos digitales que mataban desde dentro la misma concepción del largometraje.




Por desgracia algo parecido sucede en la obra que nos ocupa, porque es el acabado técnico el mayor fallo del film. La atmósfera que en la primera cinta era palpable, epidérmica y cercana se muestra aquí artificiosa, impostada y cutre por el abuso de unos CGI que no son nada del otro mundo y que deberían haber sido dosificados a lo largo del metraje porque no daban más de sí. A eso sumémosle unos efectos 3D tan penosos que hacen que los de Drive Angry parezcan los de Avatar. Todas las criaturas (ese horrible monstruo hecho de maniquís), objetos y acciones llevadas a cabo con este formato (supongo que metido con calzador en la post producción) termina por destrozar en mil pedazos la posible veracidad plástica que pudiera transmitir la obra y que sí se dejaba ver considerablemente en la anterior entrega cinematográfica de la saga.




El reparto tampoco ayuda demasiado. Tanto Sean Bean, como Kit Harington o Adelaide Clemens muestran una desgana y poca complicidad con su trabajo que se transmite a un espectador que no se cree en ningún momento los actos que llevan a lo largo del metraje. Pero peor aún son las apariciones esporádicas de otros actores como un Radha Mitchel (protagonista de la primera parte y uno de los mayores aciertos de aquella) marcándose un cameo de poco más de dos minutos para llevárselo calentito y desvincularse lo antes posible de este engendro, una Carrie-Anne Moss disfrazada de Jeremy Irons en La Máquina del Tiempo y un Malcolm McDowell sencillamente de pena haciendo de una especie de anciana invidente con mucha mala baba.




Todo es un desastre en Silent Hill: Revelación 3D y lo peor es que la materia prima para por lo menos hacer un producto decente y entretenido está ahí. Pero la ineptitud de su director y co guionista, su anodino reparto, productores avariciosos, argumento engorroso y convertir por medio de un acabado estético del todo fallido en desaciertos todo lo que en la primera Silent Hill eran virtudes transforman la producción que aquí comentamos en un recargado e interminable videoclip de Marilyn Manson o Nine Ich Niles (para colmo sin terror y con poco gore) que no ofrece nada de interés al espectador más allá de sorprender a la platea dejando por segunda vez vivo a Sean Bean al final del metraje. ¡Cuidado, Spoiler!.



Aquiles y la Tortuga, paint it black



Título Original Achilles to Kame (2008)
Director Takeshi Kitano
Guión Takeshi Kitano
Actores Beat Takeshi, Kanako Higuchi, Yurei Yanagi, Kumiko Aso, Akira Nakao, Reo Yoshioka, Susumu Terajima, Nao Omori, Yûrei Yanagi






Durante la década pasada y tras su mayor éxito de público, Zatoichi, el director, guionista, actor, humorista, presentador y showman Takeshi Kitano decidió dejar un poco de lado su cine policíaco sobre la yakuza japonesa para adentrarse por medio de la metaficción y los juegos de espejos en el mundo de la creación. Con la felliniana Takeshis' dio el primera paso, diseccionando su propia fama como figura pública y profesional ofreciendo un producto atípico pero coherente con su naturaleza entomológica. Dos años después dio un paso más allá adentrándose aún más en la autobiografía con la irregular Glory to the Filmmaker donde ya analizaba su propia obra como cineasta de manera tan autocrítica como descacharrante en la primera mitad pero adentrándose en derroteros demasiado surrealitas y cómicamente fallidos en la segunda.




Siguiendo esta senda abierta con los ya mencionados films pero abordando un tema distinto Kitano vuelve a hablar de sí mismo pero esta vez de una de sus facetas más desconocidas, la de pintor frustrado. El director de Violent Cop u Outrage ha sido desde su niñez un ferviente admirador de las artes pictóricas, pero sus dotes para la pintura son más bien escasas. Aunque nunca ha dejado de dedicarse a un mundo que incluso ama más que el catódico o el cinematográfico, es más, en la que sigue siendo su obra maestra como cineasta y para el que suscribe su mejor film, Hana-Bi: Flores de Fuego, cuadros salidos de su mano cobraban capital importancia en la trama central del largometraje. De modo que no era descabellado que algún día el nipón rindiera tributo a esta rama artística.




Machisu Kuramuchi lleva pintando desde que era un niño, pero el éxito nunca le ha llegado porque si bien su pasión por el arte de crear no tiene límites sus dotes como pintor no son las adecuadas para recibir el reconocimiento que busca desde su más tierna infancia. Pero ello nunca ha sido un obstáculo para Machisu, al que seguiremos a lo largo de toda su vida como pintor frustrado luchando contra familiares, marchantes aprovechados, profesores bohemios con ínfulas de genios o compañeros de estudio que llevan hasta límites insospechados su afán por el arte. Ya en su madurez nuestro protagonista encontrará complicidad en su mujer Sachiko que hará lo indecible para que su marido cumpla un sueño inalcanzable.




Aquiles y la Tortuga tiene varias lecturas como obra cinematográfica. La primera sería afirmar que es una carta de amor por parte de Takeshi Kitano al mundo de la pintura, pero en ese sentido más bien lo sería para los creadores, aquellas personas que dedican toda su vida al arte. Pero si miramos el cuadro desde lejos (el símil es adecuado, no lo neguéis) la antepenúltima cinta del director de Dolls es una oda universal a luchar por los sueños por muy inalcanzables que puedan llegar a ser. Pero hay una reflexión que va más allá, por que si bien el cineasta a pela a recurrir a la perseverancia, la paciencia y hasta la tozudez para llegar a metas determinadas su mensaje final es vitalista y positivo con respecto a las relaciones personales entre individuos más allá del tema central del film.




Hay a lo largo del metraje un cariño desmesurado no sólo por la pintura como concepto o por autores como los impresionistas franceses o las técnicas de expresionistas abstractos como el norteamericano Jackson Pollock o los trazos totémicos de su compatriota Jean-Michel Basquiat, también se aborda con una delectación de profundo lirismo los momentos en los que los artistas experimentan con las distintas maneras de crear arte por medio de lienzos, pinceles, utensilios o vehículos de todo tipo. Esta recurso visual (glorioso el plano cenital con el bate de beisbol destrozando los globos llenos de pintura) le sirven a Kitano para marcar una poética puesta en escena llena de planos de un acabado lógicamente pictórico que están dentro del cine más bello jamás rodado por el director de A Scene at the Sea.




Pero donde Aquiles y la Tortuga da lo mejor de sí misma como obra cinematográfica es cuando Kitano equilibra magistralmente el drama y la comedia por medio de una alternancia exquisita entre patetismo y comicidad desatada. Hay momentos en los que la carcajada es inevitable cuando vemos los métodos tan retorcidos que tiene Machisu para captar momentos cotidianos por medio de sus lienzos. Deberíamos destacar el del accidente, el del cuadro aplastado por el taladro del obrero de la construcción, el de la obra de matiz político sobre África con los huellas negras o el momento boxeador, pero me veo en la obligación de dar una mención especial a la secuencia de la bañera en la que el protagonista quiere poner su vida a límite para crear verdadero y espontaneo arte. Creo que hacía años, muchos años, que no me reía tanto con una escena de un largometraje, tanto como para estar casi al borde del ahogo, sólo ese pasaje ya hace que merezca la pena verse el film en su totalidad.




Estos momentos se alternan otros más duros en los que vemos como Machisu no sólo deja de lado a su propia familia en favor de su pasión por el arte, sino que también es capaz (de manera consciente o no) de hacerla sufrir lo indecible con tal de llegar a cumplir su cometido como creador. La escena cumbre dentro de esta vertiente sería sin lugar a dudas la del maquillaje en la morgue que desarma a un espectador que hasta ese momento había disfrutado con momentos de poderosa comicidad y que en esa parte del metraje se enfrenta a una de las escenas más duras (conceptualmente, ya que no hay imágenes de impacto, Aquiles y la Tortuga carece por completo de la violencia explícita tan propia de su autor) y simbólicas que ha dado la filmografía de Takeshi Kitano.




La puesta en escena es la habitual del director. Un mirada lírica y contemplativa de ritmo mesurado que esta vez no es resquebrajado por momentos de brutal violencia sino por pasajes de una comicidad entre gamberra e inteligente que nos retrotraen al mítico programa creado por el mismo Kitano en los años 80 para le televisión nipona, Takeshi's Castle (Humor Amarillo aquí en España). Los actores entregados al humor desatado o el drama contenido si el cineasta lo requiere y el mismo director, guionista e intérprete dando vida a una de sus criaturas calladas, apocadas y con mirada de mapache triste que dice más con sus actos físicos que con su palabras, que son pocas o casi ninguna, recordemos que el mismo autor ha reconocido que es penoso para memorizar los textos, de ahí que sus personajes casi no hablen en sus largometrajes.




Con Aquiles y la Tortuga Takeshi Kitano una vez más se abre el pecho para hablarnos de sus glorías y miserias como creador e individuo aunque esta vez ahondando en una faceta que sus seguidores conocíamos sólo de oidas y que aquí es expuesta en una desnudez del todo encomiáble que convierte a esta producción de 2008 no en una de sus mejores obras (esta lejos de serlo teniendo que enfrentarse con cosas como El Verano de Kikujiro o Brother) pero sí junto a Takeshis' y Glory to the Filmmaker la más sincera y consecuente consigo misma y la más destacada de esa trilogía metatextual y autobiográfica que se sacó de la manga la década pasada cuando empezó a dudar de sus dotes como narrador cinematográfico, esas que un servidor sabe a ciencia cierta que dificilmente perderá algún día.


Micmacs, une balle dans la tête



Título Original Micmacs: À Tire-Larigot (2009)
Director Jean-Pierre Jeunet
Guión Guillaume Laurant y Jean-Pierre Jeunet
Actores Dany Boon, André Dussollier, Nicolas Marié, Jean-Pierre Marielle, Yolande Moreau, Julie Ferrier, Omar Sy, Dominique Pinon, Michel Crémadès, Marie-Julie Baup, Urbain Cancelier, Patrick Paroux, Jean-Pierre Becker, Stéphane Butet, Philippe Girard, Doudou Masta






En 1991 dos jóvenes cineastas franceses llamados Jean-Pierre Jeunet y Marc Caró debutaron en el mundo del largometraje con Delicatessen, ópera prima de ambos localizada en un inmueble en el que un grupo de vecinos practicaba el canibalismo. Moviéndose entre un humor tan negro como en ocasiones inocente los dos autores tomaban como referentes la comicidad de grandes autores como Roman Polanski, Emir Kusturika o Terry Gilliam para parir un grandguiñol antropófago y atípico que fue muy bien recibido en su momento.Tras ella el dúo de realizadores dio forma a La Ciudad de los Niños Perdidos, oscuro cuento de hadas góticopostindustrial en co producción con España (el recientemente fallecido Elías Querejeta estuvo implicado) que supuso una rara avis para el cine europeo de la época e impactando con su visionado a un aún inocente Armin Tamzarian que se quedó fascinado con las ténebres correrías de un mudo Ron Perlman y un grupo de niños que tenían más bien poco de tiernos infantes.




Tras La Cité des Enfants Perdus el dúo Marc Caró y Jean- Pierre Jeunet se disolvió al menos oficialmente. El primero siguió como director artístico en su país natal debutando años más tarde dentro del género de sci-fi con su vapuleada ópera prima como cineasta, Dante 1 y el segundo dio el salto a Hollywood con esa recuperable gamberrada espacial llamada Alien Resurrección que cayó en sus manos cuando nuestro Álex de la Iglesia se negó a ponerse a los mandos del proyecto escrito por Joss Whedon y protagonizado por actores como la indispensable Sigourney Weaver, Winona Ryder o dos de los intérpretes fetiche de Jeunet,  su compatriota Dominique Pinon, amigo cercano que aparece en todas sus cintas y el norteamericano Ron Perlman.




Pero sería en su propio país donde Jeunet consiguiera su mayor éxito de crítica y público así como un fenómeno cinematográfico con pocos precedentes dentro del celuloide del país vecino. En 2001 Le Fabuleux Destin d'Amélie Poulain (Amelie en España, que aquí somos muy de ahorrar palabras) fue un atronador bombazo a nivel mundial. La cinta protagonizada por la adorable camarera a la que daba vida una Audrey Tautou que aún hoy debería darle besos todas las mañanas a una foto de Jeunet se ganó el corazón (el mío entre ellos, aunque cada vez que revisiono el film le sacó más fallos) de millones de espectadores y el odio de otros cuantos. Como largometraje es una deliciosa y bizarra comedia romántica francesa hasta las trancas envuelta en un torrente visual marca de la casa.




Después de este pelotazo todo el mundo esperaba algo importante por parte del director. Su siguiente trabajo fue Largo Domingo de Noviazgo un drama romántico que tiene lugar durante la Primera Guerra Mundial y de nuevo con Audrey Tautou como protagonista. Aunque un servidor tiene en sus manos desde hace años el dvd en edición especial del film a día de hoy no lo he visto por sabe dios qué motivos, pero en su 2004 de estreno fue bastante bien recibido por el público y la taquilla, aunque quedándose lejos del rotundo éxito de Amelie, sus cremas catalanas, sus figuras de cerámicas parlantes y máquinas de fotomatón misteriosas.




Ya en 2009 sin mucho ruido (al menos en España, hasta dos años tardó en estrenarse en las carteleras de aquí haciendo poco o ningún ruido) vio la luz la sexta película (cuarta en solitario) de Jean-Pierre Jeunet, Micmacs: À Tire-Larigot, en (acertadas) palabras del propio cineasta: una mezcla entre Delicatessen y Amelie. El resultado es una divertido largometraje que se mueve con soltura entre el grandguiñol o el humor blanco y negro asentando sus bases en terrenos que van desde la sátira antiarmamentistica hasta el amor fou. Una deliciosa fábula en clave de cuento infantil pero abordando temas adultos, aunque siempre desde un punto de vista de ternura.




Bazil está decidido a vengarse de los dueños de las fábricas armamentísticas que crearon la mina antipersona que acabó con la vida de su padre y la bala que acabó incrustada en su cerebro durante un tiroteo mientras ejercía como dependiente en un videoclub parisino. Bazil se unirá a un grupo de artistas callejeros que viven como una comuna familiar alejada del mundanal ruido. Ellos serán de vital importancia para que el muchacho pueda llevar a cabo su vendetta con la que hacer pagar a los empresarios que se hacen millonarios creando en cadena de montaje armas que venden indiferentemente a países en guerra, grupos terroristas o mercenarios sanguinarios.




Micmacs es indudablemente un producto hijo de su padre. Jeunet una vez más despliega todo su poderío visual deudor del slapstick norteamericano para dar forma a este extraño cuento infantil sobre un hombre bueno que decide dar un utópico escarmiento a los empresarios armaméntisticos. En este sentido la película está idealizada en extremo, por tanto en ocasiones se adentra en un realismo mágico (muy de su director) que impide una análisis sociopolítico profundo ya que la naturaleza del mensaje del film es tan inocente y ensoñadora que intentar abordar el mismo con solemnidad o verismo es una equivocación que impedirá el disfrute de la pieza cinematográfica.




En la penúltima cinta de Jean-Pierre Jeunet se da la mano el Jacques Tati de Mon OncleLes Vacances de M. Hulot con el Kusturika de Underground o La Vida es Un Milagro, pero por el camino hay referencias al indispensable Terry Gilliam e incluso a films del actor francés Louis de Funes. No se olvida el director de sus deudas con la animación clásica de la Warner (presente en todos sus trabajos como cineasta) o con clásicos en blanco y negro como Freaks de Tod Browning con la que también tiene una deuda pendiente con el retrato de esos impagables outsiders circenses, tan extraños como entrañables, que pueblan el metraje.




Como en otras ocasiones la cámara del director en parte solapa la historia que el guión quiere narrarnos. Es indudable que Jeunet es un director muy visual y que antepone la forma al fondo, pero la historia de Micmacs al ser tan sencilla, efectiva y universal se sigue con interés y simpatía. Con respecto al argumento me ha llamado la atención cómo el director parece querer vendernos como sea que es hombre progresista. Puede que esto se deba a aquella estúpida (pero cachonda) polémica que hubo con que Amelie era una película neoconservadora (lo que dijo un crítico francés sobre que el cineasta era un racista porque no salía gente de color en el largometraje era de traca) cuando el político de extrema derecha Jean-Marie Le Pen se declaró fan irredento del aquella producción de 2001. Lo cierto es que el realizador no tiene que justificar nada ante nadie, pero viendo Micmacs un servidor no puede dejar de pensar en la idea de que sí lo está haciendo.




Los personajes se ganan el corazón del espectador en pocos minutos. Roles como Remington, Calculette (interpretada por una Marie-Julie Baup especialmente adorable que me recuerda en ocasiones a nuestra no menos encantadora Mariam Hernández), La Môme Caoutchouc o Fracasse (grande Dominique Pinon, como siempre) son criaturas puramente jeunetianas con su inocencia, su caráctar afable pero difícil, sus riñas infantiles y corazón de oro. Toda esta familia está comandada por el humorista Dany Boon que llena de vida y carisma a su Bazil, rey indudable de la velada con momentos de comedia física sencillamente brillantes. No quiero terminar de hablar del casting sin mencionar a los dos villanos de la velada, a los que dan vida unos André Dussollier y Nicolas Marié algo sobreactuados pero geniales, soberbios ambos en la recta final del film.





Micmacs funciona como  fábula ensoñadora e infantil. Tiene sus fallos y en ocasiones peca de simplista, pero ofrece al espectador dos horas de cine cálido, divertido, entrañable, extraño e idealista. Jeunet quiere dejar un buen sabor de boca en el espectador con su artefacto, sabe que lo que nos cuenta es imposible, que David realmente casi nunca puede vencer a Goliat, pero el cine está para eso, para hacernos viajar a otros mundos, aquellos en los que los buenos son recompensados, los malos reciben su escarmiento, el amor triunfa y todos los justos y nobles viven felices hasta el fin de sus días. Todos sabemos que la vida real por desgracia no es así, peo que durante dos horas nos hagan dudar sobre ello es algo que no se puede pagar con dinero. 




sábado, 29 de junio de 2013

Comandante, cosas que dejé en la Habana



Título Original Comandante (2003)
Director Oliver Stone
Guión Oliver Stone




Desde hace años el cineasta estadounidense Oliver Stone (por el que profeso una gran admiración, como sabrán varios de los que me leen con asiduidad) se mueve entre dos vertientes. Por un lado la del director comercial que trata de ganarse el favor del público con revalorizables epopeyas históricas como Alejandro Magno, dramas de corte comercial impropios de su persona como World Trade Center o thrillers a medio gas como Salvajes. Por otro la del interesantísimo documentalista que trata de hacer con el conjunto de sus trabajos un enorme fresco sobre la política internacional a nivel mundial y que es a día de hoy la cara más interesante del creador de Platoon o Nacido el 4 de Julio. En el año 2003 Comandante fue la obra que dio inicio a esta interesante carrera dentro de la no ficción por parte de Stone.




En el año 2002 el cineasta Oliver Stone y un pequeño equipo de rodaje pasaron tres días junto a Fidel Castro durante los que grabaron 30 horas de material junto al líder cubano. En el proceso el director habló con él sobre distintos temas relacionados con la política de Cuba durante la segunda mitad del siglo XX, como la revolución de 1959, el bloqueo de Estados Unidos, la crisis de los misiles, el frustrado atentado de Bahía de Cochinos, su relación con Rusia, China o los distintos gobernantes norteamericanos con los que ha coincidido y sobre la ausencia de democracia en la isla. Fidel responde a todas las preguntas del realizador ofreciendo interesantes reflexiones y declaraciones que se mueven entre lo lúcido e interesante o lo contradictorio y desconcertante.




Comandante fue un proyecto polémico desde su estreno en el festival de Berlín de 2003 donde se llevó a cabo su puesta de largo internacional. Se le achacó a Stone su poca agresividad con respecto al interrogatorio al que somete al mandatario cubano y es cierto que en pocas ocasiones pone contra las cuerdas a Castro, pero también sería ilógico llegar a la casa de tu entrevistado y asaltarle con una rudeza que hubiera puesto en peligro el documental. Es comprensible que el director de Un Domingo Cualquiera cree un ambiente más o menos distendido en el que su protagonista pueda abrirse y responder a un gran número de preguntas de naturaleza rotundamente inteligente.




Porque seamos francos, Oliver Stone no es el típico norteamericano sin repajolera idea de lo que se cuece lejos de su amado país y que cree que España está debajo de México o al lado de Argentina. Hablamos del hijo de una francesa convertida al budismo y un padre judío agente de bolsa, un hombre que en su juventud se alistó voluntario como soldado para combatir en Vietnam donde fue herido dos veces, conflicto bélico que marcaría a fuego su personalidad y que haría que volviera a su país de origen desencantado con su gobierno y los altos mandos del ejército con el que luchó. Stone vive la política como pocos cineastas, así lo atestiguan films como Salvador, JFK: Caso Abierto, NixonW. y sin su presencia posiblemente Comandante no sería un producto tan interesante, aunque Castro sea el centro y razón de ser del mismo.




A pesar de que la cinta supone la primera incursión oficial por parte del cineasta norteamericano en el mundo del documental Comandante es un producto 100% Stone, tanto en fondo como en forma. Desde el montaje efectivo (y efectista) marca de la casa en el que se alternan imágenes del mismo rodaje con otras de archivo (geniales las que se pueden ver en la escena de Castro corriendo por su oficina) pasando por esa delectación epidérmica de Stone por mostrar a sus protagonistas con una cercanía física que bordea lo obsceno llegando hasta esa pasión con la que aborda temas sobre política, moral y contenido social que se mueve entre lo apoteósico y la demagogía.




Stone opta por el de tú a tú, aborda todos los temas posibles y desnuda a Castro delante de la cámara mostrándolo en ocasiones como un estadista inteligente, sabio y de vuelta de todo y en otras un demagogo que toma al entrevistador (y al espectador por efecto dominó) por tonto afirmando algunas ideas tan disparatadas que no pueden tomarse en serio. Algunos de los momentos que a un servidor más le gustan son en los que Castro habla de presidentes de Estados Unidos como Kennedy o Nixon, aquellos a los que Stone conoce bastante bien y sobre los que habló en sus (posiblemente) mejores films de temática puramente política como son JFK: Caso Abierto y Nixon.




Es curioso escuchar de boca de Castro afirmaciones como sus relaciones poco amistosas con la U.R.S.S incluso durante la crisis de los misiles de 1962, conflicto en el que suponían aliados inquebrantables o la admiración que siente por algunos mandatarios de norteamérica con los que tuvo enfrentamientos. También opina sobre políticos coetáneos suyos como Salvador Allende y por consiguiente del golpe de estado de Pinochet en Chile o de compañeros de armas como Ernesto "Che" Guevara que le ayudó a sacar adelante su revolución y sobre el no habla mucho, mojándose poco y siendo bastante críptico. Pero puede que los momentos más jugosos del documental sean aquellos en los que Castro maquilla o esquiva todo lo referido a la falta de democracia en la isla llegando al culmen de la desfachatez y hasta la risa cuando afirma que en Cuba las cosas van tan bien que hasta las prostitutas hacen carrera en la universidad, cuando por todos es sabido que son las universitarias las que se ven obligadas a vender su cuerpo para pagar sus estudios u otros en los que vemos informativos estadounidenses de la época que ponían de héroe a Castro tras el derrocamiento de Batista.




Poco después del estreno de Comandante Stone volvió a Cuba para realizar otro documental llamado Looking for Fidel. Este (según dicen, un servidor aún no lo ha visto) un poco más inquisitivo por parte del director de Hablando con la Muerte ya que en él se aborda la crisis de los cubanos que huyeron del país secuestrando un ferry y que tras ser detenidos por el regimen castrista fueron encarcelados y algunos de ellos ejecutados tras juicio. Como ya he comentado no he visto aún ese producto, pero lo haré y aquí será comentado junto a Persona Non Grata, otro trabajo de no ficción de Stone en el que habla del conflicto palestino/israelí de Oriente Medio y Al Sur de la Frontera que utilizando en mismo formato que Comandante está protagonizado por el hoy ya fallecido mandatario venezolano Hugo Chávez.




Es  cierto que en la obra que nos ocupa falta la voz de los opositores del protagonista y que Oliver Stone se deja enamorar por la personalidad y el misticismo que rodea a Fidel Castro, es más, tras realizar estos documentales sobre políticos sudamericanos el cineasta se ha declarado abiertamente comunista, algo impensable siendo norteamericano mostrándose esta como una decisión de cara a la opinión pública tan valiente como descacharrante. Pero en Comandante hay suficiente calidad cinematográfica y lúdica (que se revalorizará hasta lo incalculable cuando Fidel muera) como para ser tomado como un documental interesante, vibrante y sí, contradictorio y en ocasiones hasta irritante, como se muestra el mismo Castro en pantalla, ese señor que decidió resistir estoicamente el envite de un gigante, pero pagando un precio muy alto, el de la libertad de su propio pueblo.



viernes, 28 de junio de 2013

Entrada 700



Ahí me tienen vuesas mercedes, recibiendo un puñetazo escultural en el Museo Británico de Londres. Pues nada, tras unos 20 días sin internet por líos con mudanzas y cambios de compañías telefónicas vuelvo al redil con esta entrada 700 de Transgresión Continua, vuestro blog amigo contra la crisis. En 2009 comencé esta andadura y hoy cuatro años después muchas entradas sobre cine, música, cómics y libros (pero sobre todo cine, para qué engañarnos) han servido para convertir este pequeño rincón de la red en mi casa y la vuestra, que ya sois 50 miembros afiliados y otros muchos que dais señales de vida en los comentarios y otros sitios de la red en los que regento.




Ahora voy a hablar de un cambio notable en el blog. He quitado las entradas sobre fallecimientos porque al mirar el foro con perspectiva veía que no quedaban bien y además rompían la uniformidad del lugar. De modo que cuando acabe el año le dedicaré una entrada a todos los fallecidos que hayan sido importantes para mí y en este 2013 por desgracia no son pocos (Alfredo Landa, Constantino Romero, Jesús Franco, James Gandolfini...) de modo que les rendiré tributo como es debido cuando el año empiece a dar sus últimos coletazos.




Paso de prometer muchas cosas porque ya sabéis que luego no cumplo ni la mitad. Lo más reciente serán algunas críticas sobre documentales de Oliver Stone y cintas de Jean-Pierre Jeunet, Takeshi Kitano y hablar (cuando las vea) de Monster University y esa Hombre de Acero de Zack Snyder y Christopher Nolan de la que se está hablando con tanta pasión para ponerla tanto de gloria cinematográfica como de truño sin calzoncillos rojos. A no mucho tardar hablaré sobre mis impresiones de ambas y sobre todo de la última que espero que no sean negativas, que ya bastante mal lo pasé con Superman Returns de Bryan Singer en su momento.




Pues nada, jóvenes, gracias por esperarme, por preguntar por mi persona durante mi ausencia y por seguir en esta humilde casa en la que vosotros sois tan necesarios como yo. Tengo mono de escribir y voy a intentar poner varias entradas antes de que acabe el mes y ya en Julio iremos a todo trapo que hay mucho de qué hablar. Cuidaos, ponéos fresquitos los de aquí, abrigaos los que me leen desde fuera y a no mucho tardar este blog volverá a ser el de antes, pero con el mismo mal olor. Saludos para todos.