jueves, 31 de diciembre de 2015

Foxcatcher, this land is your land



Título Original Foxcatcher (2015)
Director Bennett Miller
Guión  E. Max Frye, Dan Futterman
Actores Channing Tatum, Steve Carell, Mark Ruffalo, Sienna Miller, Anthony Michael Hall, Vanessa Redgrave, Tara Subkoff, Sherry Hudak-Weinhardt, Guy Boyd, Brett Rice, Jackson Frazer, Samara Lee, Francis J. Murphy III, Jane Mowder, David Bennett, Lee Perkins, Robert Haramia





Tercera incursión en el mundo del largometraje del cineasta norteamericano Bennett Miller tras Truman Capote, el biopic sobre el afamado autor literario de A Sangre Fría o Desayuno con Diamantes protagonizado por el tristemente desaparecido (y en esta ocasión oscarizado) Philip Seymour Hofman, y Moneyball: Rompiendo las Reglas, cinta con la que abordaba los entresijos del mundo del beisbol con Brad Pitt como actor principal dando vida Billy Beane, gerente general de los Oakland Athletics . Con su última obra, Foxcatcher (al igual que sus dos films anteriores, inspirado en hechos reales) Miller no sólo consigue amalgamar la crónica negra americana de su primer trabajo y el subgénero deportivo del segundo, también logra la que es sin lugar a dudas su mejor obra cinematográfica y una de las propuestas más sobresalientes estrenadas en España a lo largo del este ya casi extinto 2015.




Mark Schultz (Channing Tatum) es un campeón olímpico de lucha grecorromana que siempre ha vivido a la sombra de su hermano y entrenador Dave (Mark Ruffalo) hecho que frena muchas de sus aspiraciones personales y profesionales. Un día Mark recibe la llamada de John Du Pont (Steve Carell), heredero de una de las familias más adineradas del país, para que se una al Foxcatcher Team, el equipo de lucha al que él entrena y que representará a Estados Unidos en las olimpiadas de Seul de 1988 y para ello se instalará en las inmediaciones del terreno de proporciones mastodónticas en el que viven los Du Pont en el estado de Pennsylvania. Al poco tiempo la relación entre John y Mark comenzará a resquebrajarse y entonces entrará en escena Dave, el ya mencionado hermano mayor de este último que tratará de intermediar entre los dos hombres y preparar al equipo para ganar las inminentes olimpiadas coreanas, desembocando todo esto en unos trágicos hechos que coparon portadas a nivel global años después.




Aunque sea parte de su núcleo central y bascule todo el desarrollo de la historia la lucha grecorromana en particular y el deporte en general no son los temas principales sobre los que habla una película como Foxcatcher, estos son más bien una excusa para diseccionar otro tema. La tercera película de Bennett Miller habla de América y sobre todo del concepto de "lo americano". De un país en el que la ambición, la avaricia, el afán obsesivo por la competitividad para destacar sobre el resto, la paranoia, las apariencias y lo pomposo son las señas de identidad de la mayor parte de su ciudadanía. Todos estos defectos amalgamados en una sola y mórbida entidad se encuentran en la personalidad de John Du Pont, el multimillonario que sirve como epicentro del relato adaptado de la realidad por los guionistas E. Max Frye, Dan Futterman y al que volveremos más tarde para hablar de la mayor virtud de Foxcatcher, nada más y nada menos que un equipo artístico que nos ofrece un verdadero  e impagable recital de interpretación.




Bennett Miller aborda esta historia, esta tragedia contemporánea, con una medida puesta en escena en la que la dirección de fotografía y el montaje cobran capital importancia y apelando en todo momento a una contención que se convierte en su mayor virtud, pero puede que también en el defecto que impide una mayor implicación emocional, posiblemente no con los personajes ya que estos están perfectamente definidos e interpretados, pero sí con la historia que se nos está narrando. Eludiendo cualquier pernicioso o gratuito sensacionalismo, con un distanciamiento entomológico propio de autores como Stanley Kubrick o David Fincher Miller deconstruye el sueño americano para desnudarlo y exponerlo en pantalla como una monstruosidad que más que reafirmar a las personas que ansían tocarlo con los dedos las acaba devorando. Por ello no es extraño que el norteamericano ganara, con todo el merecimiento del mundo, el premio al mejor director en el Festival de Cannes de 2014




Foxcatcher es una película de hombres, seres melancólicos, animales heridos que buscan algo que no pueden encontrar. Poco importa si quien lo intenta es un multimillonario que lo tiene todo pero no atesora nada, un atleta tozudo pero entregado con ansias de reconocimiento individual o un mentor de buen corazón que trata de ayudar a un hermano que sin él no es nada, poco más que un gigante torpe y apocado. Ninguno de ellos consigue llegar a cumplir sus metas (puede que sólo el personaje de Mark Ruffalo alcance en cierta manera esa autorrealización personal gracias a su mujer y sus dos hijos) viéndose sepultados por las expectativas, los problemas personales o una psicología maleable y distorsionada. Bennett Miller se ocupa de que el realismo se agarre a la epidermis de sus criaturas y se transmita a la platea (las escenas de lucha están rodadas sin efectismos, de manera academicista pero con contundencia) y los hermanos Schultz son buena muestra de ello. En la primera escena en la que los vemos interactuar juntos ambos están entrenando y sólo con el lenguaje corporal, las movimientos violentos de Mark o la reacción tranquila y comprensiva de Dave, percibimos más de la personalidad de los personajes y su relación que si mantuvieran una conversación con 50 líneas de diálogo por cabeza, apelando así a que el físico de los actores y sobre todo los silencios (otro de los protagonistas de Foxcatcher, el silencio) ofrezcan al espectador toda la información necesaria para comprender a los protagonistas y sus aspiraciones emocionales o profesionales.




Evidentemente sin la ayuda de unos actores a la altura de las exigencias de la historia todo el trabajo de Miller  y sus escritores quedaría reducido prácticamente a cero, pero nada más alejado de la realidad con respecto a Foxcatcher, ya que sus tres actores principales nunca han estado mejor. Channing Tatum brilla como Mark Schultz, el intérprete conoce sus limitaciones y ofrece su fisicidad a un personaje que principalmente le exige eso, pero también saber armonizar su trabajo en el plano psicológico para precisamente mostrar en pantalla todo lo contrario, un caos emocional del todo palpable. Su manera de andar, sus movimientos bruscos de mandíbula, su poca predilección por hablar y esos contados pero acertados y muy bien medidos arrebatos violentos (el de la habitación de hotel está perfectamente coreografiado) nos dan buena muestra de que el guión quiere eludir la típica historia de hombre de buen corazón vampirizado por una figura paternal perniciosa (los guionistas huyen de los estereotipos y lo consiguen en todo momento) ya que por mucho que la influencia de John Du Pont en Mark sea negativa este último sólo necesitaba una mínima excusa, un catalizador para explotar y convertirse en un ser autodestructivo, sacar el Hyde que habitaba en su Jekyll, el Heisenberg que anidaba en su Walter White.




El otro lado de la moneda es el Dave Schultz al que Mark Ruffalo entrega todo su naturalismo, carisma, sinceridad, entereza. El hermano mayor de Mark es la América humilde, la clase trabajadora que levanta el país (la que choca directamente con la de John Du Pont, aposentada desde hace más de un siglo, aburrida de tenerlo todo) el noble héroe fordiano que nunca dejaría tirado a su hermano, que sabe batallar contra viento y marea, que no ambiciona nada más que tener un sustento para sacar adelante a su mujer y sus hijos y ser la brújula moral, profesional y psicológica de un Mark inestable que se siente desnudo sin su tutela, Realmente el rol del intérprete de Los Vengadores: La Era de Ultrón o Mi Vida Sin Mí es el que representa el punto de vista del espectador, su presencia es balsámica, él rompe toda la tensión latente y la violencia a flor de piel que destila el film cuando los personajes de Mark y John comienzan a tener sus cada vez más continuos desencuentros y ni siquiera ese terrible corte de pelo para fingir una falsa alopecia, su baja estatura o escasa corpulencia nos impiden ver un personaje abordado desde las entrañas y al que en última instancia está dedicado un film realizado sobre todo para enaltecer su figura.




No puedo estar en más desacuerdo con aquellos que afirman que el John Du Pont al que da vida un pletórico e irreconocible Steve Carell es un monstruo, un ser despreciable y manipulador que hunde en la miseria económica y moral a su pupilo Mark Schultz. El personaje del Michael Scott de The Office es un clásico "pobre niño rico", un juguete roto, el eterno adolescente encerrado en el cuerpo de un anciano que todavía busca la aprobación y admiración negada de una madre (una Vanessa Redgrave que con cinco minutos en pantalla se lleva el gato al agua, como  es habitual en ella) que posiblemente siga rechazando darle su tan ansiada bendición por culpa de la demencia senil propia de su edad más que por otro motivo. Sirva como ejemplo ese falso alarde de liderazgo del que hace gala su hijo cuando ella visita el gimnasio y cómo este deja su exhibición en el acto cuando su progenitora abandona indiferente la sala, secuencia que sintetiza magistralmente la esencia del personaje de Du Pont y en la que Carell está pletórico sorprendiendo a todos aquellos que nos hemos malacostumbrado a verlo hacer comedia y películas de humorísticas de medio pelo.




John se considera un verdadero patriota cuya misión es devolver el honor a un país que desde su punto de vista ha perdido los valores de sacrificio, gallardía y esa "excepcionalidad americana" que con tanto acierto criticaba Oliver Stone en su magistral serie de documentales La Historia No Contada de Estados Unidos, pero debajo de esa carcasa de falsa fastuosidad sólo queda un hombre en busca de una admiración y reconocimiento que le permita sentirse realmente vivo, Con aspecto de reptil, sonrisa de psicópata taciturno, voz ahogada y una tensa calma John Du Pont transmite al espectador sensaciones que van desde la inquietud y el temor cuando comienza a acentuar su pasión por las armas de fuego y el uso de las mismas, la compasión cuando asistimos a como el peso del legado familiar recae sobre sus hombros (esos imponentes cuadros de antepasados que parecen mirarle acusatoriamente desde las paredes de su enorme mansión) o la tristeza al ver que está solo en el mundo y que la única persona que realmente sintió algo de empatía o aprecio hacia su idealizada imagen paternal acabó dando forma con él a una relación de peligrosa toxicidad que  destrozó sus vidas y la de sus allegados.




La última gran obra de Bennett Miller puede no ser plato para todo tipo de paladares por su contención formal y conceptual, por tomarse todo el tiempo del mundo para poner sus fichas sobre el tablero (a un servidor ciertamente no le pesaron ni uno sólo de los 134 minutos que dura el largometraje) y por el distanciamiento necesario con el que su director trata unos hechos que no deben ser abordados desde el morbo o la superficialidad y a los que rodea de una atmósfera de tristeza gélida que hiela la sangre y transmite una sensación de melancolía desencantada y misántropa. Pero lo que está claro es que con un director que en cada nuevo proyecto afianza un discurso propio muy a tener en cuenta, una banda sonora adecuadamente minimalista, un guión medido y perfectamente modelado y un reparto encabezado por tres actores superlativos Foxcatcher finalmente parte a América en dos para dejar a la forjada por hombres nobles y justos yaciendo inerte en la nieve y a la otra, la que con sus fauces arranca piel y hueso por medio de imperialismo, miedo a lo desconocido, ambición desmesurada y capitalismo agresivo se alza triunfante con la mándibula apretada y el gesto intimidante mientras una turba sedienta de violencia vocifera el nombre de un país que se enorgullece de ser el ganador, el número uno, el mejor, en una carrera en la que él es el único competidor.


lunes, 28 de diciembre de 2015

Perdida, persiguiendo a Amy



Título Original Gone Girl (2014)
Director Davd Fincher
Guión Gillian Flynn, basado en su propio libro
Actores Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Kim Dickens, Patrick Fugit, Carrie Coon, Missi Pyle, Kathleen Rose Perkins, Scoot McNairy, Sela Ward, Emily Ratajkowski, Lee Norris, Casey Wilson, Lyn Quinn, Lola Kirke, David Clennon, Lola Kirke




Desconcertante y hasta cierto punto decepcionante última incursión detrás de las cámaras de uno de los directores más talentosos y personales del Hollywood contemporáneo, el norteamericano David Fincher. El cineasta de Seven o The Game adapta el best seller homónimo (novela que un servidor desconoce) de Gillian Flynn con la ayuda de esta en la escritura del guión. El resultado es un proyecto 100% "made in Fincher" con todo su ideario nihilista y una puesta en escena sencillamente brillante en la que destaca un reparto magnífico que está a la altura de las exigencias del genio que se encuentra controlando las riendas del proyecto, pero que desgraciadamente no está a la altura de su autor. Evidentemente con Perdida no podemos hablar de una obra fallida, ni siquiera de una irregular, pero sí de un largometraje con los suficientes fallos estructurales y conceptuales como para no ser algo más que una pieza menor dentro de la ejemplar filmografía del cineasta nacido en Denver, Colorado.




Como previamente he comentado no he leído la novela de Gillian Lynn en la que se basa la película, pero el punto de partida de la adaptación cinematográfica de David Fincher no se aleja demasiado del del típico telefilm vespertino de fin de semana. El día del quinto aniversario de su matrimonio Nick Dunne (Ben Affleck) descubre que su mujer, Amy (Rosamund Pike) ha desaparecido misteriosamente. Tras hacer oficial a los medios de comunicación la repentina ausencia de su esposa Nick se convertirá en el sospechoso principal del posible asesinato de esta y la policía no tardará en seguir sus pasos para en el proceso ir descubriendo poco a poco que el idílico matrimonio Dunne no parecía serlo tanto debido a varios secretos oscuros que ambos cónyuges mantenían bajo llave y que finalmente saldrán a la luz.




Como podemos apreciar el arranque de Perdida lo hemos visto miles de veces en todo tipo de películas o tv movies de medio pelo, pero por suerte detrás de este proyecto tenemos la venenosa e incisiva mirada del autor de El Club de la Lucha o El Curioso Caso de Benjamin Button y eso evidentemente marca las distancias. Artificio, ese es el mayor fallo de un producto como la última película de David Fincher, desde el mismo momento en el que Amy desaparece la obra se adentra totalmente y sin miramientos en el terreno de lo inverosímil y esto lastra el desarrollo adecuado del metraje. Porque aunque los personajes puedan parecer creíbles y sus personalidades (de las que hablaremos posteriormente) realistas los actos que llevan a cabo o en los que se ven implicados exhalan falsedad, rimbombancia y efectismo por todos y cada uno de sus fotogramas. 




Es como si el mismo David Fincher (que curiosamente en el audiocomentario del blu-ray del film admite que la historia se va haciendo cada vez más rocambolesca) quisiera ir ejecutando una serie de situaciones que adolecen totalmente de verismo, como si anhelara reconvertirse en un nuevo Brian de Palma, pero como todos sabemos Brian de Palma sólo hay uno y únicamente él sabe usar sus dotes de trilero en este terreno y salir (casi) siempre triunfante, Por eso ni la búsqueda de Amy por parte de Nick, ni ese giro (tan polémico como bien ejecutado, eso no puede negarse) a mitad de metraje, ni toda la cascada de sinsentidos argumentales que toman forma después de la visita a la casa del personaje de Neil Patrick Harris y lo que allí acontece pueden transmitir al espectador algo más que curiosidad por saber cuál será el futuro de los personajes protagonistas o de dónde vendrá la próxima pasada de rosca argumental con la que nos sorprenderá (unas veces para bien y otras para mal) una obra como Gone Girl.




Pero en honor a la verdad poco más negativo podemos decir de una obra como el último trabajo de David Fincher. No sólo porque, como previamente hemos mencionado, el director de La Red Social está al 100% de sus capacidades como autor sino también porque con Perdida posiblemente estemos hablando de la película más lacerante, maquiavélica, incómoda y políticamente incorrecta salida de su mano desde que adaptara la inciendiaria novela homónima de Chuck Palahnniuk con Edward Norton y Brad Pitt como protagonistas. Todo esto es debido a la valentía del film al correr el riesgo de apuntar sus dardos envenenados contra una de las instiuciones más sagradas, sobre todo dentro del país de las barras y estrellas, como es el matrimonio y ahí es cuando el productor de House of Cards da lo mejor de sí mismo y amparándose en otros misántropos como Alfred Hitchcock, Paul Verhoeven o David Cronenberg decide coger a sus protagonistas y desnudarlos por dentro y por fuera para que la cámara sea testigo de cuán falsaria y pueril puede ser la relación emocional en la que están implicados y el incontable beneficio que de ello pueden sacar unos medios de comunicación vampirizadores y sensacionalistas con los que Fincher tampoco hace prisioneros a la hora de retratarlos.




Pero si debemos hablar de levantar ampollas es inevitable que abordemos el tema que más ríos de tinta hizo correr con respecto a Perdida en la época de su estreno, su supuesta misoginia centrada principalmente en la personalidad de la Amy Dunne a la que da todo lo que tiene y más una brutal Rosamund Pike. Es inevitable pensar que esa mujer manipuladora, fría y calculadora es expuesta en pantalla como el típico personaje femenino negativo que aún teniendo motivos para llevar a cabo sus reprobables actos no deja de ser una psicótica, una femme fatale escondida debajo de la falsa imagen de una esposa ejemplar. Pero a un autor que ha retratado personajes femeninos magníficos e individualistas como la mesiánica Ellen Ripley de la recuperable (sobre todo en su montaje extendido) Alien 3, la Meg Altman de La Habitación del Pánico o la Lisbeth Salander de su sobresaliente adaptación de la primera novela de la saga Millenium ideada por el fallecido escritor sueco Stieg Larson dan buena muestra de que Fincher es de todo menos un "hombre que no ama a las mujeres" y si a ello sumamos que el guión de la película está escrito por una mujer (recordemos, la misma autora de la novela original) esta teoría cada vez se tambalaea más.




Porque realmente Perdida no apela a la misoginia sino a la misantropía, ideario que no es ajeno a la obra de David Fincher y al que apela en la mayoría de sus largometrajes, Por que si Amy es una experta manipuladora nata el Nick Dunne al que da vida un adecuadamente taciturno Ben Affleck, que nunca será un gran actor pero al que la madurez le está sentando maravillosamente, también saber ser un mentiroso, un titiritero con aires de falso victimismo (grande su entrevista a modo de confesión) que es capaz de engañar a su hermana Go (magnífica Carrie Coon como secundaria devoraplanos) cuando esta se ha revelado como su mayor aliada y su más importante punto de apoyo. Pero no sólo los protagonistas se exponen en pantalla como seres egoístas con intenciones subrepticias, roles como los de los padres de Amy, el de la guapa Emily Ratajkowski, el de Neil Patrick Harris, el del abogado de Tyler Perry o los de las periodistas a las que dan vida Sella Ward y Missi Pyle anulan cualquier tipo de empatía con un espectador que en todo momento descubre que Perdida está repleta de hienas en busca de carroña de las que sólo se salvan de la quema (y no del todo) el dúo de policías a los que dan vida Kim Dickens (Deadwood) y Patrick Fugit (Casi Famosos).




En resumidas cuentas Gone Girl es un buen thriller con apuntes dramáticos y muy mala baba perfectamente ejecutado en todos y cada uno de sus apartados ya sea este el artístico o el técnico. Destila una maldad y un veneno tan incómodo para el espectador como atractivo para el mismo diseccionando la institución matrimonial. El problema nace con su guión que demanda demasiado a la platea con respecto a aceptar una suspensión de la incredulidad que en ocasiones es demasiado exigente y que nos impide tomarnos realmente en serio un relato que se mueve entre el drama erótico, el slasher, el folletín y la comedia negra, Por lo tanto y aunque sus casi 150 minutos de metraje se pasan en un suspiro y nunca pierden interés, la banda sonora minimalista de Trent Reznor y Atticus Fetch dan entidad a algunas de las escenas más potentes de la obra (esa escena de sexo, ese torrente de sangre bañando el cuerpo de uno de los personajes) y el reparto cumpla sobradamente su cometido David Fincher es un director poseedor de una impronta tan personal e intransferible que un proyecto como el que nos ocupa no está a su altura, algo que sucedió en su momento también con La Habitación del Pánico y que esperemos no vuelva a suceder. Él merece mucho más que esto.


domingo, 27 de diciembre de 2015

Operación U.N.C.L.E.



Título Original The Man From U.N.C.L.E. (2015)
Director Guy Ritchie
Guión Lionel Wigram, Jeff Kleeman, David C. Wilson  y Guy Ritchie basado en la serie televisiva de Sam Rolfe
Actores Henry Cavill, Armie Hammer, Alicia Vikander, Elizabeth Debicki, Hugh Grant, Jared Harris, Christopher Sciueref, Susan Gillias, Luca Calvani, Nicon Caraman





En el año 1964 la Metro Goldwyn Mayer estrenó en televisión una serie titulada The Man of U.N.C.L.E (titulada en España y algunos países de Sudamérica como El Agente de C.I.P.O.L) protagonizada por dos agentes secretos, uno estadounidense, Napoleón Solo (Robert Vaughn) y otro ruso Illya Kuryakin (David McCallum) que trabajaban para una Agencia Secreta Iternacional llamada U.N.C.L.E y cuyo principal rival era la organización criminal THRUSH. Creada por Sam Rolfe con la inestimable del creador literario de James Bond, Ian Fleming, el programa duró cuatro temporadas, terminando su recorrido catódico en 1968 después de la emisión de 105 episodios. La serie consiguió el título de producción de culto y la intención por parte de Hollywood de realizar un remake de la misma a modo de largometraje permaneció años tanteándose. Hasta directores reconocidos como Steven Soderbergh o actores importantes como George Clooney, Tom Cruise o Ryan Gosling entre otros quisieron sacar adelante, sin éxito, dicha empresa.




Hasta que en 2013 se confirmó que el encargado de rodar esta actualización en pantalla grande de la serie de Sam Rolfe sería el cineasta británico Guy Ritchie, director de films de culto relacionados con el mundo del hampa inglés como Lock & Stock, Snatch, Rockanrolla o las adaptaciones cinematográficas del cómic Sherlock Holmes con el que el guionista Lionel Wigram daba su personal versión de las investigaciones del detective creado por Arthur Conan Doyle. Cuirosamente el mismo Wigram, junto a Jeff Kleeman y David C. Wilson, colaboran con el director de Barridos Por la Marea en el guión de esta versión de 2015 de The Man From U.N.C.L.E (titulada en España Operación U.N.C.L.E) que finalmente está protagonizada por Henry Cavill (El Hombre de Acero), Armie Hammer (El Llanero Solitario) y Alicia Vikander (Ex Machina) entre otros actores entre los que podemos destacar en breves papeles a Hugh Grant (El Diario de Bridget Jones) o Jared Harris (Mad Men).




Operación U.N.C.L.E. es un caso extraño dentro de la filmografía de Guy Ritchie. Por un lado es su film más impersonal y academicista, ya que ciertamente el británico nunca ha sido un autor cinematográfico, pero su obra tiene algunas señas de identidad visuales, estilísticas y tonales que la hacen identificable y estas brillan por su ausencia a lo largo del metraje de la película que nos ocupa. Por otro lado todavía más sangrantesería el hecho de que la que es la película "menos Ritchie" de la filmografía del realizador de Revolver se revele como la mejor de las suyas desde los tiempos de Lock & Stock o Snatch, ya que su último trabajo detrás de las cámaras es una actualización elegante, exquisita, dinámica y muy sexy (en todos los aspectos) de la mítica serie de Sam Rolfe utilizando toda la icnonografía y microcosmos que hicieron famoso al producto catódico pero extrapolándolos a una visión de aquellos años 60 desde un prisma puramente del siglo XXI.





Porque como previamente hemos comentado Man From U.N.C.L.E. es una película que exhala elegancia desde su guión a su realización pasando por, sobre todo, su diseño de producción y vestuario. Una pieza de espías que enlaza el dinamismo conspiranoico propio de la Guerra Fría adscrito a las primeras entregas cinematográficas de James Bond con la acción física y cruda de las entregas del desmemoriado Jason Bourne pero sin la aspereza formal imperante en dicha saga que adaptaba las novelas del personaje creado por Robert Ludlum. La última pieza de Guy Ritchie trasmite en todo momento ligereza, diversión, evasión y siempre amparándose primordialmente en un clasicismo bien entendido en el que podemos encontrar guerras de sexos, héroes y villanos de la vieja escuela o rivalidades entre egos masculinos que acaban en una camaradería tan previsible como agradecida que nos remite a producciones salidas de la mano de cineastas como Howard Hawkes, George Cukor o John Ford,




En cuanto a la labor de Guy Ritchie este elude inteligentemente (o puede que por presiones desde los productores, nunca se sabe) todos los aspavientos en los movimientos de cámara, el abuso del slow motion o el montaje sincopado marcas de la casa para encuadrar con inteligencia, dejar que los planos respiren, los actores puedan lucirse en pantalla sin necesidad de efectismos visuales y todo apelando a una labor más propia de un competente artesano al servicio de Hollywood que la de un cineasta que se hizo famoso por sus excesos estilísticos. Aunque tampoco se olvida el británico de ejecutar escenas de acción magníficamente resueltas entre persecuciones por tierra, mar y aire, tiroteos o escenas de acción física que se muestran en pantalla armoniosamente ensambladas con una banda sonora pletórica con temas de la época a cargo de de Nina Simone, Rita Pavone o esa maravillosa Che Vuole Questa Musica Stasera de Peppino Gagliard que corona la soberbia escena de la persecución nocturna de lanchas.




Previamente hemos hablado de elegancia y exquisitez en el diseño de vestuario, algo que no es ajeno a un director como Guy Ritchie que con su primera película puso de moda los oscuros abrigos largos que portaban sus protagonistas, pero para que la ropa pueda lucirse en pantalla se necesitan tres buenas perchas y pocas mejores que las del trío protagonista de Operación U.N.C.L.E. El británico Henry Cavill da vida a Napoleón Solo el agente norteamericano de porte señorial y egolatría a la altura de la nacionalidad de su personaje con un estilo que nos recuerda al Sean Connery de sus primeros 007. El estadounidense Armie Hammer es Illya Kuryakin, el espía ruso con maneras de un rudo Steve McQueen en seco contrapunto con el más protocolario Solo y finalmente la también inglesa Alicia Vikander en la piel de la misteriosa Gaby Teller, un rol que mezcla a los dos Hepburn más famosas de la historia del celuloide, amalgamando la fuerte personalidad de Katherine y la elegancia lacónica de Audrey. Los tres dan forma a un iteresante triángulo emocional y profesional que destila una intachable química que da sus mejores frutos en la escena de la borrachera en la habitación del hotel o en ese "ennfrentamiento final" entre los dos aguerridos protagonistas masculinos.




Operación U.N.C.L.E es una muestra de cine comercial de calidad y la confirmación de que si Guy Ritchie está atado en corto todavía puede sorprendernos agradablemente. Un producto que homenajea a un serial catódico apelando a la nostalgia, la sutilidad y el legado de un tipo de cine totalmente antagónico al que Hollywood, por desgracia, da forma en la actualidad. A una puesta en escena medida y profesional se suma un guión perfectamente cohesionado, un trío de actores en estado de gracia acompañados por unos secundarios como Hugh Grant, Jared Harris o Elizabeth Debicki  que realizan con aplomo su trabajo y un look tan refinado como distinguido que nos remite a otro tipo de cine de espionaje perdido en el tiempo con el que sus autores tratan de tender puentes que terminen por enterrar los fantasmas de la guerra fría por medio de una convivencia mutua y enriquecedora para ambas naciones implicadas en aquel conflicto pero sin olvidarse en ningún momento que nos encontramos ante un producto de consumo con el que pasar poco menos de dos horas viendo a actores de muy buen ver correr inocuas aventuras vintage que se ven con agrado y recuerdan con una sonrisa tan cómplice como poco trascendente.