lunes, 24 de febrero de 2014

Robocop: Prime Directives, the technology is our friend



Título Original Robocop: Prime Directives (2000)
Director Julian Grant
Guión Joseph O'Brien y Brad Abraham basado en personajes de Ed Neumeier y Michael Miner
Actores Page Fletcher, Maurice Dean Wint, Maria del Mar, Anthony Lemke, Kevin Jubinville, David Fraser, Geraint Wyn Davies, Leslie Hope






Después del enorme fracaso que supuso Robocop 3 la Orion Pictures daba sus últimos coletazos. Para sacar algo de beneficio monetario en tiempos aciagos decidió vender los derechos del personaje a una productora canadiense llamada Skyvision Entertainment. Una vez en su poder esta puso en marcha en 1994 una serie de televisión en la que no se escatimaron medios (cuenta la leyenda que cada episodio tenía un presupuesto de un millón de dólares) pero el tono demasiado para todos los públicos alejado de la esencia del personaje dio pie a que el programa no durara más de una temporada siendo cancelado prematuramente a los 22 episodios. Un servidor la vio completa en su momento y sólo la recuerda lejánamente, pero si puedo remediarlo la revisionaré y comentaré antes de que acabe este mes que le estoy dedicando a Robocop.




En el año 1999 Jay Firestone (dueño de la productora Fireworks Entertainment) conservaba los derechos de Robocop que en su momento adquirió Skyvision Entertainment y decidió hacer "algo" con el personaje antes de que los mismos expiraran. Firestone contrató al director Julian Grant y a los guionistas Jospeh O'Brien y Brad Abraham para que dieran forma a una miniserie de cuatro episodios de 90 minutos de duración cada uno para relatar una nueva historia protagonizada por el policía más famoso de la Detroit del futuro. Robocop: Prime Directives se estrenó en el año 2001 con un moderado éxito de audiencia. El producto a pesar de sus escasísimos medios es un trabajo muy entretenido que consigue algo que ningún otro proyecto audiovisual relacionado con el personaje ha conseguido. Captar adecuadamente el tono de sátira política corrosiva y punzante que destilaba la cinta primigenia dirigida por Paul Verhoeven.




Robocop: Prime Directives está formada por cuatro episodios en continuidad titulados Dark Justice, Meltdown, Ressurrection y Crash and Burn. La historia tiene lugar 10 años después de que Robocop entre en servicio, Delta City es una realidad y es considerada la ciudad más segura del mundo gracias a los servicios del mencionado agente Álex Murphy. La OCP controla toda Delta City y entre los componentes de la organización se encuentra James Murphy, el ya maduro hijo del protagonista y candidato con futuro dentro de la compañía. La historia comienza cuando un antiguo compañero de Álex, el agente John Cable, empieza a investigar los trapos sucios de la OCP y descubre algunos secretos bien guardados por los que tendrá que unir sus fuerzas con su antiguo colega y pagar un caro precio por sus descubrimientos.




Vayamos al grano y sin muchos rodeos. Robocop: Prime Directives es un producto formalmente mediocre que no se aleja estilísticamente mucho de un episodio de la primera serie de Nikita protagonizada por la australiana Peta Wilson y realizado con el único fin de que los, por aquel entonces, dueños de los derechos del personaje pudieran exprimir los mismos hasta el último momento, de modo que no podemos esperar una obra muy destacable. En pantalla eso se deja notar ya que la miniserie en casi todo momento deja claro al espectador que los escasos 8 millones de dólares que se invirtieron para crearla no fueron suficientes para que los efectos digitales de baratillo, las cámaras lentas cutres y los rayos de electricidad ridículos den forma a las esforzadas pero en general humildes secuencias de acción que por otro lado son indudablemente entretenidas y con un tono a Serie B que no le queda nada mal al conjunto del proyecto.




Pero ante la escasez presupuestaria lo mejor es tener imaginación y ganas de ofrecer algo interesante, no sólo al espectador ocasional, sino también al fan del verdadero Robocop, el de la película de Paul Verhoeven. Como ya he comentado brévemente de manera previa Julian Grant, Jospeh O'Brien y Brad Abraham consiguen con Robocop: Prime Directives algo que no han logrado ni secuelas, ni remakes, ni series de televisión en imagen real o animadas que es nada más y nada menos que captar totalmente el tono sardónico, de humor negro, mala baba e incorrección política de la cinta de 1987. Pero no como la malentendieron Frank Miller, Walon Green o Fred Dekker sino en toda su extensión llegando a ejecutar momentos de puro genio que se convierten sin lugar a dudas en lo mejor de la miniserie y su más interesante virtud.




El telediario Media Net encabezado por dos asépticas presentadoras de sonrisa falsa ofrecen noticias como que un atentado en Texas reivindicado por un grupo extremista enfadado por la derrota del ejército mexicano más de 200 años atrás hace volar por los aires el monumento a El Álamo declarando sus miembros que: "Más vale tarde que nunca". En la publicidad podemos ver la promoción de un dvd que contiene "los grandes momentos de Robocop" deteniendo y eliminando a los delincuentes (hay un plano genial en el que Robo se ve incluso lanzando por los aires un carricoche de bebé) para poco después cuando el protagonista es tildado de "peligroso terrorista rebelde" por la OCP  promocionarse el mismo dvd pero como muestra de lo peligroso que puede ser el policía cyborg cambiando el tono friunfal del spot anterior por una brutalmente alarmista.




Científicos de la OCP desautorizando las voces que critican que Robocop incrementa la violencia a la hora de imponer la ley por medio de la brutalidad policial, una caja de ahorros llamada Chelsea Clinton, una plaza "cívica" con el nombre de Jerry Springer y como cumbre un programa de investigación en el que, tras convertirse Robocop en un renegado, sus reporteros deciden ir a visitar de manera furtiva la sala donde se realizaba hasta ese momento su mantenimiento preguntándose que hay dentro del disco duro de la memoria del personaje (¿peliculas de Barbra Streisand, la existencia de vida extraterrestre, pornografía?) o el momento en el que se menciona el culo del protagonista para seguidamente salir una aplicación interactiva en pantalla en la que si pinchamos nos permite a los espectadores saber más cosas sobre el culo de agente cibernético.




Esa es la tónica general a la hora de retratar lo manipulados que están los medios de comunicación en la miniserie, son tantos los chistes, tantas las bromas ocultas que mientras tenemos a una presentadora hablando de la OCP puede pensar por los ciudadanos y quitarles así esa engorrosa tarea por la parte baja y superior de la pantalla destilan mensajes como que sólo un mal americano que no mira por la seguridad de su familia no aceptaría el libre comercio de armas para defender sus derechos. Hasta tenemos unos anuncios publicitarios protagonizados por una especie de Michael Moore de baratillo criticando esos mismos medios y acusando a los televidentes de ser los conejillos de indias de una corporación que por medio de un programa informático llamado SAINT quiere controlar desde las oficinas centrales de la OCP toda la energia de Delta City. En resumidas cuentas, por fin alguien capta la esencia del verdadero Robocop, el que vive en un futuro privatizado, fascistoide, globalizado y por desgracia no muy diferente a los tiempos que estamos viviendo en la actualidad.




Lo demás es acción por un tubo, personajes pintorescos, simpáticos villanos de opereta, violencia más o menos cruda, dos pares de tetas furtivas, muchas armas eléctricas, científicos pirados, yuppies engreidos (con una tal actriz llamada Maria del Mar de origen madrileño de muy buen ver) cierta inciedencia en la piscología del protagonista y un nuevo Robocop para enfrentarse con el clásico en varios combates cuerpo a cuerpo y tiroteos que no están mal pero que finalmente se llegan a hacer cansinos por redundantes. Los actores se esfuerzan y aunque podemos ver rostros más o menos conocidos del cine canadiense como Page Fletcher (Carretera al Infierno) Maurice Dean Wint (Cube) Leslie Hope (Hablando con la Muerte, 24) o Geraint Wyn Davies, protagonista de aquella mediaocridad catódica titulada El Señor de las Tinieblas (Forever Knight en su nombre original) que llenó mi infancia de vampiros modernos a lo Anne Rice pero en cutre y que casi con toda seguridad inspiró a Joss Whedon y David Greenwalt para crear la serie Ángel, el reparto está formado por intérpretes que parecen salidos de cintas eróticas de medio pelo.




Si tenemos en cuenta su origen y los motivos por los que fue gestada este miniserie Robocop: Prime Directives es, no sólo un producto entretenido y bastante aceptable, también la obra en imagen real que, como ya he mencionado, es más fiel a la esencia del personaje que toma como protagonista y una grata sorpresa que hace pasar al espectador seis horas harto entretenidas entre acción, sátira, reminiscencias al género western (el terrible tema principal parece un corte compuesto por Alan Silvestri creyéndose Ennio Morricone bajo los efectos de la mescalina) no sólo un Robocop sino dos y muy buenas intenciones que eclipsan los pocos medios con los que el proyecto fue gestado y que fueron suficientes para crear la pieza audiovisual más simpática e irónica relacionada con Robocop desde la película que lo vio nacer como icono de la cultura pop.



sábado, 22 de febrero de 2014

Robocop (2014)



Título Original Robocop (2014)
Director Jose Padilha
Guión Joshua Zetumer basado en personajes de Ed Neumeier y Michael Miner
Actores Joel Kinnaman, Gary Oldman, Michael Keaton, Abbie Cornish, Samuel L. Jackson, Jackie Earle Haley, Michael K. Williams, Jay Baruchel, Jennifer Ehle, Marianne Jean-Baptiste





Este mes de febrero que le estoy dedicando al personaje de Robocop tiene origen en el estreno de este remake que ha despertado un agradable revival sobre la creación de Ed Neumeier, Michael Miner y Paul Verhoeven con monográficos, nuevas colecciones de cómics, ediciones especiales de la película original en distintos formatos domésticos y una nueva fiebre que nos recupera al personaje de los 80 mitad hombre, mitad máquina, todo policía. No sé si por haber ido con las expectativas muy bajas o porque realmente es una película más que decente he salido bastante contento del cine con la versión que el carioca Jose Padilha ha dado de Robocop, aunque con varias reservas como es lógico.




El proyecto llevaba dando vueltas por la Metro Goldwyn Mayer desde hace años pero cuando aquella entró en bancarrota hace unos años aparcó la idea. Para dirgirla se habló durante bastante tiempo de Darren Aronofsky, talentoso cineasta pero también un catacaldos que ha estado implicado en la pre producción de films sobre Batman, Lobezno y Robocop sin llegar nunca a desarrollarlos. Finalmente esa responsabilidad cayó sobre el brasileño Jose Padilha autor de las dos soberbias entregas de Tropa de Élite. Poco después de elegir el reparto (cayéndose Hugh Laurie como villano y ocupando su lugar Michael Keaton) Fernando Meirelles (amigo de Padilha) comentó en una entrevista que su colega estaba pasando un calvario en la producción del remake de la obra de Paul Verhoeven, declaraciones que el realizador negó elegántemente poco después.




Una vez vista la película puedo proclamar lo que todo esperábamos. Sí, es un hecho, esta Robocop (2014) palidece brutalmente al ser comparada con la versión de 1987 y no es ni de lejos tan buena como aquella. Pero no es una pieza desdeñable, respeta el contexto (que no el tono) de aquella y en ningún momento la mira por encima del hombro o se cree superior a ella, como sí le sucedió al (también innecesario) remake de Desafío Total que, a diferencia de esta revisión que ha hecho Jose Padilha del cyborg policía, tenía poco o nada de interés como obra cinematográfica y mucho de egolatría por parte de sus autores. El resultado es una cinta comercial de ciencia ficción bien facturada en todos sus aspectos que trata de transmitir un mensaje político interesante y otro más humanista que no están mal expuestos si tenemos en cuenta la naturaleza impersonal del producto que por otro lado carece de verdadera personalidad o inventiva.




Como comento el trasfondo de crítica política sigue en este reboot. José Padilha y su guionista Joshua Zetumer mantienen la visión dura en la que corporaciones capitalistas sustentadas en un consumismo cuyas bases nacen de crear en la población falsas necesidades son las que rigen el devenir de los ciudadanos, ya no sólo de Detroit, también del país entero e incluso de otros localizados en el extranjero. Pero los autores prefieren centrarse esta vez en la política exterior de Estados Unidos haciendo un retrato de bastante incorrección política sobre cómo la proliferación de drones para las maniobras de pacificación en países desfavorecidos abocan a América a convertirse en una insaciable máquina imperialista cercana al fascismo, en resmuidas cuentas, a transformarse en lo que se conoce como la "policía del mundo".




Pero si por un lado esta Robocop del año 2014 mantiene el subtexto de la visión crítica de corte político or otro carece totalmente del tono satírico y lacerante de la versión de Paul Verhoeven. Lo mejor de la producción de 1987 es que detrás de su visión distópica sobre un futuro globalizado y fascistoide se escondía una mirada sardónica de un humor muy negro y una perspectiva desnaturalizada y paródica del cine de acción de los años 80 auspiciado por actores como Arnold Schwarzzenegger o Sylvester Stallone. Nada de este tono de comedia malintencionada puede verse en la obra que nos ocupa. Padilha y sus colaboradores quieren molestar pero no meter el dedo en la llaga, levantar la voz pero no gritar, herir pero no matar y en ese sentido sus intenciones quedan lejos de las de el guión de Ed Neumeier y Michael Miner que no hacía prisioneros e iba directamente a la yugular. Sólo en el pasaje del reclutamiento de los candidatos para dar forma al proyecto Robocop se puede ver algo de la incisiva mala baba del film original y con eso no tenemos suficiente.




Por otro lado sí hay en el Robocop del director de Ônibus174 una clara intencionalidad de ahondar en la mente de Alex Murphy y en el dilema de lo que su confinamiento en un cuerpo mecanizado supone para su vida y la de los que le rodean. En ese sentido la cinta muestra unas buenas intenciones del todo encomiables, el guión toma reminiscencias de Frankenstein o el mito del Golem (como ya hacía el film de los 80) para perfilar con elegancia la psique del protagonista que debe afrontar su nuevo estatus asumiendo que su humanidad ha desaparecido casi por completo aunque su mente siga siendo la misma que antes de sufrir el accidente. Sirva como ejemplo la impactante secuencia en la que el Doctor Denneth Norton "ilustra" a Murphy con respecto a lo que queda de su cuerpo humano que es un momento de competente dramatismo que apela a cierta profundidad emocional que le queda bien al producto. Sólo en lo relacionado con la mujer y el hijo del protagonista se adentra la trama en cierto sentimentalismo comercial, pero nunca llegando a la sensiblería barata.




Técnicamente el largometrahe es intachable tanto por la labor de José Padilha detrás de la cámara como por todo el diseño de producción que forma el conjunto de la película que como es lógico es todo lo holgado que se puede esperar de una producción rompetaquillas de esta índole. Cámaras al hombro, uso de falsas imágenes de archivo, entrevistas y reportajes a pie de calle, informativos sensacionalistas y tendenciosos, el brasileño utiliza todo tipo de recursos para dar forma a un producto rico en su estructura que trata por todos los medios de transmitir también algo de autoría. Pero ahí por desgracia no consigue triunfar ya que aunque en esta Robocop hay señas de identidad director de las dos Tropas de Élite como algunas resoluciones visuales o el retrato incómodo sobre las fuerzas de la ley y la corrupción de los partidos políticos el resultado se antoja bastante impersonal en casi todo momento.




Aunque sí hay que reconocerle a José Padilha el estilo con el que ha driblado con la innecesaria calificación PG-13 del largometraje que como sabemos nos impide ver en la cinta la brutal y explícita violencia de la versión de Paul Verhoeven. El carioca no escatima en explosiones, tiroteos y secuencias duras en las que como es lógico casi no vemos una gota de sangre, pero que están formalmente muy bien ejectuadas (el arranque con los ED-209 en Teherán, la prueba de adiestramiento de Murphy ante los jefazos de Omni Corp con Hocus Pocus de los Focus sonando de fondo o el asalto al almacén de Antoine Vallon) y poco se les puede reprochar en el plano técnico. De todas formas conociendo a los de Hollywood y cómo les gusta rascar dinero con los formatos domésticos no sería de extrañar que cuando el film salga en blu-ray y dvd editen una versión uncut con unas escenas de acción más propias de una califiación R, algo parecido a lo que hicieron con el ya mencionado remake de Desafío Total.




Lo del reparto antes del estreno sabíamos que iba a ser uno de los puntos fuertes del largometraje y como es lógico no decepciona en ningún momento. Joel Kinnaman (inolvidable Stephen Holder en la magnífica versión americana de The Killing) hace un excelente trabajo como Alex Murphy/Robocop, sabe transmitir la melancolía y furia del personaje sobre todo cuando ya ha sido convertido en una máquina y aunque nos nos hace olvidar al pletórico Peter Weller tampoco ensucia la labor de aquel porque su trabajo no es nada desdeñable. Muy bien también Gary Oldman como el íntegro Doctor Dennett Norton, Jack Earl Haley como Rick Mattox (el personaje más Verhoeven del film), una esforzada Abbie Cornish como Clara Murphy, Michael K. Williams como el nuevo Lewis o Michael Keaton como Raymond Sellars (una mezcla de los personajes de Miguel Ferrer y Ronny Cox de la versión de 1987) alégremente recuperado para el cine hollywoodiense aunque habiéndose hecho algo en la cara que lo ha convertido en una mezcla entre los actuales Billy Cristal y Lars Ulrich.




Robocop 2014 es una obra innecesaria como remake y aunque mantiene varias constantes de la película en la que se inspira, la idolatra por medio de continuas referencias (la fanfarria de Basil Poledouris sonando al inicio del film, los ED-209, el color del primer prototipo del traje, la aparición a modo de cameo del original) y la respeta, su existencia como revisión de una cinta de culto que no necesitaba ser modernizada, porque a día de hoy sigue siendo actual, se antoja un capricho puramente económico. Pero como muestra de ciencia ficción comercial es un producto competente, sobresale en cierta manera entre tanta pieza vacua que puebla la cartelera y hace pasar poco menos de dos horas muy entretenidas ofreciendo un trabajo agradable y resultón que podría haber salido mucho peor y que por la labor de los profesionales que se implicaron en su gestación no ha quedado nada mal. Ahora, lo de la secuela que se lo piensen bien, porque si la segunda parte de la cinta original fue un producto fallido la de este remake puede llegar a ser un desastre de proporciones cibernéticas.



miércoles, 19 de febrero de 2014

12 Años de Esclavitud



Título Original 12 Years a Slave (2013)
Director Steve McQueen
Guión John Ridley basado en el libro de Solomon Northup
Actores Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender, Lupita Nyong’o, Benedict Cumberbatch, Paul Dano, Paul Giamatti, Sarah Paulson, Brad Pitt, Alfre Woodard, Michael K. Williams, Garret Dillahunt, Quvenzhané Wallis, Scoot McNairy, Taran Killam, Bryan Batt, Dwight Henry






Después del enorme éxito de Shame, su interesante segundo largometraje protagonizado por unos superlativos Michael Fassbender y Carey Mulligan, el cineasta británico Steve McQueen debuta en Estados Unidos con 12 Años de Esclavitud, traslación a imágenes de la autobiografía de Solomon Northup. La última obra del director de Hunger ha sido alabada por crítica y público, ha recibido una incesante cantidad de premios internacionales y parte como una de las favoritas para la gala de los próximos Oscars con 9 nominaciones. Todos los elogios vertidos hasta ahora sobre el film que nos ocupan están totalmente justificados,  porque hablamos de una obra mayor que ni tan siquiera se ve ensombrecida por algunos (más bien pocos) de sus fallos.




Solomon Northup es un ciudadano negro libre que vive con su mujer y sus dos hijos en la ciudad de New York. Un día una pareja de empresarios del mundo artístico le propondrán participar como violinista (Solomon es un virtuoso de este instrumento) en uno de sus circos por una sustanciosa suma. La misma noche de la primera actuación Solomon será secuestrado y hecho prisionero. Desde 1841 a 1853 Solomon vivirá un terrible calvario como esclavo pasando de amo en amo y sobreviviendo como buenamente puede recogiendo algodón o haciendo favores a sus dueños. Por desgracia su antigua posición social y sus conocimientos intelectuales serán más una carga que una virtud a la hora de conseguir la ansiada libertad que le permita volver con su familia




Steve McQueen ha conseguido con 12 Años de Esclavitud el sueño de todo director no nacido en los Estados Unidos. Debutar en Hollywood con un gran proyecto, que el mismo no se le vaya de las manos por culpa de los productores (en esta ocasión con el actor Brad Pitt entre ellos) y que consiga mantener gran parte de su sello como autor en el interior. Su tercera película es un desgarrador testimonio sobre la esclavitud que sin miramientos ni paños calientes consigue atrapar los sentidos del espectador pero siempre midiendo con una maestría sobresaliente lo que se debe o no mostrar en pantalla y sobre todo, durante cuánto hay que mostrarlo. En ese sentido el director británico ha llegado a su consolidación como narrador de historias con la que para el que suscribe es a día de hoy (sin haber visto su ya mencionada ópera prima) su mejor obra cinematográfica.




12 Years a Slave no es otra película sobre la esclavitud, es una de las mejores que han intentado abordar tan cruda y complicada página de la historia estadounidense. Steve McQueen consigue una convergencia armónica entre la narración visceral, el retrato fidedigno y el naturalismo doliente con la elegancia en la puesta en escena, el preciosismo de la imagen y la entrega sin miramientos de un reparto que (en líneas generales) se abre en canal las entrañas para ofrecer trabajos mayúsculos apoyado por la mano de un cineasta que sabe sacar lo mejor de sus castings hasta dejarlos extenuados. El creador de Shame da lecciones de cine de profundo calado aunque en el trayecto comete algún error que comentaré posteriormente y que si bien casi no empaña los logros del film sí se antoja como un capricho innecesario.




Steve McQueen asume ciertos riesgos con su última obra. El más  interesante es que consigue emocionar al espectador mostrando pasajes durísimos que en ocasiones pueden llegar a estremecer al espectador haciéndolo experimentar una sensación de malestar más que notable. Pero el cineasta sabe dónde está el límite de lo permisible, el mismo que separa las emociones reales y descarnadas de la pornografía emocional que busca arrancar las lárgimas del espectador sin importar los medios que deba desplegar Sólo se excede con la duración de una escena dura con la del ahorcamiento, pero lo que trata de transmitir al espectador con ella justifica su holgado metraje. La visión del británico sigue siendo cruda, carnal, epidérmica y sabe llegar a la platea con ella pero nunca mirándolo por encima del hombro y siempre que puede huyendo de los clichés del cine de Hollywood.




La construcción narrativa también es uno de los puntos fuertes del largometraje, alternando con pericia la época como hombre libre de Solomon con su etapa como esclavo con un montaje tan competente como perfectamente ensamblado. Por otro lado no sé cómo de fiel es el guión a la autobiografía de Northup porque la desconozco pero lo que se ve en pantalla es una narración fluida en la que el guionista John Ridley encuentra la complicidad de un Steve McQueen que quiere esquivar maniqueísmos siempre retratando personajes cercanos y creibles hasta en los casos de los más deleznables, que no son pocos. En ese sentido la imagen que se da del hombre blanco a lo largo del metraje es desoladora pero por desgracia no se aleja de la realidad, teniendo más en común con la visión políticamente incorrecta de los mismos que dio Quentin Tarantino en Django Desencadenado que la solapada, superficial y autocomplaciente que ofreció Steven Spielberg con su tendenciosa Lincoln.




El único fallo destacable de 12 Años de Esclavitud es el personaje de Brad Pitt, su presencia en el film y lo que en él lleva a cabo por mucho que se ciña a la realidad. El papel del protagonista del El Árbol de la Vida es un enorme pegote, un cliché andante que resquebraja de una tacada el hiperrealismo que hasta ese momento estaba controlando con mano firme Steve McQueen. Cuando el marido de Angelina Jolie se pone a semonear al rol de Michael Fassbender soltando una sarta de tópicos y obviedades sobre lo denigrante que es la esclavitud, sobre que los negros tienen los mismos derechos que los blancos y que es un mal hombre parece que de un momento a otro va a darse la vuelta, mirar directamente a la cámara y señalar con el dedo al espectador. Como el hombre es el productor del largometraje comprendo que el director pasara por el aro, pero su aportación en el plano conceptual a la película (en el artísitico no me meto, el señor cumple como es habitual en él) es sonrojante y de un mesianismo impostado que apesta a egocentrismo por todos y cada uno de sus fotogramas.




Luego esta el reparto y aunque como ya he comentado Steve McQueen es un portento para la dirección de actores este casting te da el trabajo hecho. Comandados por un Chiwetel Eijofor de contención virtuosa, mirada melancólica y elegancia medida que parece haber nacido para dar vida a Solomon Northop tenemos a unos Michael Fassbender, Paul Giamatti, Paul Dano, Benedict Cumberbatch y Sarah Paulson pletóricos como amos déspotas, negreros o explotadores desalmados, destacando el primero por dar vida a uno de los villanos más odiosos del cine reciente (cuánto patetismo transmite la escena de la violación) y el último por esa dualidad que nos hace pensar que es un "amo bueno" cuando posiblemente sea el más hipócrita y cruel de cuantos contratan los servicios del protagonista. También mencionar el descubrimiento de la maravillosa Lupita Nyong’que se deja la vida por dar humanidad a la torturada Patsey.




12 Años de Esclavitud es una de las mejores películas de la temporada y por ahora de las que he visto mi cinta favorita para ganar el Oscar, aunque El Lobo de Wall Street es más de mi estilo de cine. Steve McQueen ofrece una visión poco complaciente de la esclavitud (finalmente Solomon aprovecha su antiguo estatus social para huír de su cautiverio y lo hace sin mirar atrás y por descontado que también se retratan ex esclavos que por favoritismo con sus amos han escalado socialmente olvidándose de los otros negros que siguen siéndolo) pero repleta de un humanismo remarcable que se puede ver tanto en la escena de la canción en el entierro expuesta con una sencillez desarmante como en el brutal plano secuencia con el que captura la sensación de impotencia, dolor y visceralidad del pasaje de los latigazos en el que Michael Fassbender, Chiwetel Ejiofor, Lupita Nyong’ y Sarah Paulson dan forma a uno de los mejores momentos cinematográficos que llevamos de 2014. El momento cumbre de una obra cuyas remarcables virtudes solapan sus perdonables pecados. Una película para el recuerdo.



sábado, 15 de febrero de 2014

Una Luz en la Oscuridad, season of the witch



Título Original Night of Dark Shadows (1971)
Director Dan Curtis
Guión Sam Hall y Dan Curtis
Actores David Selby, Grayson Hall, Kate Jackson, Lara Parker, John Karlen, Nancy Barrett, Jim Storm, Thayer David, Christopher Pennock, Diana Millay, Monica Rich, Clarice Blackburn





Un años después del considerable éxito de la versión para la pantalla grande que hizo de su serie Dark Shadows con House of Dark Shadows (Sombras en la Oscuridad en España) Dan Curtis se puso de nuevo detrás de las cámaras para rodar una poco ortodoxa continuación de aquella. A pesar de los problemas con los que el guionista, productor y realizador se encontró durante la gestación del largometraje el resultado fue bastante notable y aunque es inferior a la cinta previa posee una impronta interesante y una amalgama acertada de tonalidades que la convierten en una pieza estimable dentro del cine de terror de los primeros años 70.




Quentin Collins y su prometida Tracy llegan a la antigua mansión familiar de Collinwood para establecerse en ella. Al llegar a la casa son recibidos por Carlotta Drake y Gerard Stiles, la ama de llaves y el vigilante de la casa respectivamente. Ya instalados allí Quentin, que es un talentoso pintor, comenzará a tener visiones en las distintas estancias del edificio en las que rememorará la retazos de la vida de su antepasado Charles Collins que se enamoró de Angelique, la mujer de su hermano Gabriel y que murió ahorcada al ser acusada de brujería. Poco a poco Quentin irá siendo poseído por Charles gracias al influjo que Angelique ejerce todavía sobre la casa y Tracy sufrirá las consecuencias. Esta última se unirá a sus amigos los novelistas Alex y Claire Jenkins para intentar salvar el alma de su futuro marido.




Tras le negativa de Jonathan Frid de volver a interpretar al centenario vampiro Barnabas Collins en esta secuela Dan Curtis se vio en la obligación de reformular completamente al argumento. Tomando como protagonistas a varios de los personajes de la Dark Shadows original pero cambiando algunas características de los mismos (sirva como ejemplo que el Quentin Collins al que da vida de nuevo David Selby en el film que nos ocupa no es un licántropo como sí lo era el del producto catódico) el relato que se narra tiene supuestamente lugar años después de la historia protagonizada por Victoria Winters, la chica huérfana que llegó a Collinwood para descubrir su pasado en los primeros episodios del programa, y gracias a ello su creador puede tomarse ciertas licencias con respecto a la serie para dar forma a este producto cinematográfico.




Al igual que su predecesora Night of Dark Shadows es la reformulación de un cierto tipo de cine de terror. El largometraje de Dan Curtis aúna el tono clasicista de las producciones protagonizadas por los monstruos de Universal de los años 30 con esa vanguardia dentro del género que en Gran Bretaña forjaron la Hammer Films o la Amicus en Italia Mario Bava y en Estados Unidos autores como Roger Corman con sus memorables adaptaciones de novelas de Edgar Allan Poe. Si en Sombras en la Oscuridad se realizaba una muy acertada lectura revisionista tan romántica como visceral sobre el mito del vampirismo y sus variantes estilísticas y formales en Una Luz en la Oscuridad sucede lo propio pero esta vez con los films sobre brujería, casas encantadas, posesiones y legados malditos. 




Dan Curtis vuelve a mostrar su talento para crear atmósferas lúgubres de un palpable tenebrismo por medio de una vivaz puesta en escena en la que juega con distintos movimientos de cámara, picados y contrapicados o travellings para dar un tono mórbido al relato que está narrando. Momentos como el ahorcamiento y el entierro de Angelique bajo la lluvia o las distintas apariciones de esta en Collinwood dan muestra de que el creador de Pesadilla Diabólica (Burnt Offerings), aunque recurre a métodos hoy anticuados como el flou para las ensoñaciones, era un cineasta inquieto y con una personalidad muy marcada a la hora de abordar sus proyectos cinematográficos a los que inyectaba una fuerza visual de contrastada potencia estilística y un halo melancólico acentuado por la deliciosa banda sonora de Robert Cobert.




El problema más grave de Night of Dark Shadows es su en ocasiones penoso montaje. Por culpa de que los productores obligaron a Curtis a cortar más de 25 minutos de metraje (que a día de hoy sólo puede ser recuperado sin el audio) el desarrollo del film acusa la ausencia de escenas que expliquen algunos de los actos llevados a cabo por varios de los personajes o situaciones que al ser omitidas dejan cojo el conjunto de la narración de la obra. Es más, la versión que posee un servidor, la del blu ray editado por Warner Bros, tiene unos cortes considerablemente bruscos entre secuencias que incluso cortan bruscamente algunos de los temas de la banda sonora, transmitiendo al espectador una sensación de trabajo poco profesional en la sala de edición o peor, tijeretazos por parte de la censura.




Pero por el contrario el reparto de actores hace un trabajo más que meritorio. David Selby (que para un servidor siempre será Richard, el hijo de la pérfida Angela Chaninng en la inolvidable Falcon Crest) y Kate Jackson llevan con mucho oficio el peso de la película como el matrimonio Collins, Grayson Hall y Jim Storms transmiten la inquietud que sus roles demandan, pero es la magnética presencia de Lara Parker como Angelique (personaje al que dio vida en la revisión cinematográfica que hizo Tim Burton de la serie original una no menos arrebatadora Eva Green, lo mejor de aquel film sin lugar a dudas), cuyo cuerpo escultural y profunda mirada que Dan Curtis encuadra con delectación por medio de su cámara, el mayor acierto del largometraje aunque sus apariciones en ocasiones se antojan casi anecdóticas.




Aunque como he comentado previamente Sombras en la Oscuridad es superior como obra cinematográfica sobre todo por tener la presencia del impagable Barnabas Collins de Jonathan Frid o secundarios de alto nivel como Joan Bennet y Louis Edmonds dando vida a los hermanos George y Elizaberh Collins, Una Luz en la Oscuridad es tanto un interesante complemento para aquella (verlas en sesión doble es todo un placer para los amantes del género) como un muy digno largometraje de terror tan hijo de su tiempo como dignamente envejecido en la actualidad y que al igual que su predecesora pervierte e intoxíca acertádamente el serial catódico en el que se basa para trasladarlo al cine. En este blog seguiré reivindicando al figura del hoy muy olvidado Dan Curtis que ofreció tanto en la pequeña pantalla como en la grande piezas de género harto interesantes que merecen la pena ser recuperadas y revalorizadas adecuadamente.



jueves, 13 de febrero de 2014

La Costa de los Mosquitos, paradise lost



Título Original The Mosquito Coast (1986)
Director Peter Weir
Guión Paul Schrader basado en la novela de Paul Theroux
Actores Harrison Ford, River Phoenix, Helen Mirren, Andre Gregory, Martha Plimpton, Jadrien Steele, Hilary Gordon, Rebecca Gordon, Jason Alexander, Dick O'Neill, Alice Sneed







Un año después de que debutara en Hollywood con la aceptable, pero no muy destacable, Único Testigo (Witness, 1985), cinta que consiguió varias nominaciones a los Oscars llevándose a casa los de mejor montaje y mejor guión original, el cineasta australiano Peter Weir volvió a embarcarse en una producción estadounidense, aunque esta vez mucho menos comercial o autocomplaciente y puede que por ello poco exitosa. La Costa de los Mosquitos es una adaptación de la novela homónima del escritor Paul Theroux, una estimable obra que mereció más crédito del que recibió por narrar desde las entrañas una historia tan incómoda como lúcida y que incita a un interesante debate por su planteamiento y desarrollo.




Allie Fox es un incoformista ciudadano norteamericano que reniega de los Estados Unidos y su modo de vida. De profesión inventor, casado y con cuatro hijos Fox es un hombre que vive hastiado del consumismo y la autocomplacencia de la sociedad en la que le ha tocado vivir. Por ello un día toma la decisión de viajar con su familia hasta la famosa Costa de los Mosquitos en Honduras para comenzar una nueva vida allí. Rodeado de indígenas en la jungla Fox comenzará a poner en marcha proyectos con los que llevar el progreso a la zona. Pero su ambición, su obsesión y la incursión de unos mercenarios que truncarán sus planes le convertirán en un hombre inestable y peligroso para sí mismo, sus familiares y todos los habitantes de la costa.




The Mosquito Coast es la odisea física e introspectiva de un solo individuo contra el mundo. Allie Fox es un hombre de ciencia que no ve con buenos ojos el camino que está tomando su país convencido de que una guerra nuclear acabará con el mismo en un futuro próximo. Aunque es una persona de una más que considerable inteligencia finalmente se verá arrastrado por su propia obsesión de crear una utopía terrenal, un paraíso para él y los suyos que se verá destruido por culpa de que el esqueleto que debe sostenerlo nace de su egoísmo y megalomanía desmesurada, arrastrando a su familia a un infierno existencial localizado en una guerra perdida de antemano.




Curiosamente el mayor acierto de La Costa de los Mosquitos es el que posiblemente impidió su triunfo entre el gran público. El protagonista de la octava película del cineasta de El Club de los Poetas Muertos es un personaje con el que es casi imposible identificarse o empatizar con él. Un hombre contradictorio que comienza una nueva vida en una jungla hondureña para alejarse de la civilización con su familia y viendo como su proyecto fracasa cuando cambie el altruismo por la ambición y acabe siendo un reflejo deformado del agresivo imperialismo estadounidense del que venía huyendo. Un padre y marido que será odiado por sus parientes (su hijo mayor, interpretado de manera destacable por el malogrado River Phoenix narra la historia con su voz en off) que llegarán a desear su muerte porque finalmente se convierte en una figura indeseable, pretenciosa y cruel anteponiendo su autorrealización personal al bienestar de los suyos.




Pero esto no impide que el Allie Fox al que da vida un magnífico Harrison Ford no sea una criatura fascinante y poliédrica que sustenta en sus hombros la mayor parte del largometraje. No es nada descabellado que detrás del guión que adapta a imágenes la novela de Paul Theroux se encuentre Paul Schrader, colaborador de Martin Scorsese en la escritura de algunas de sus obras más recordadas como Taxi Driver, Toro Salvaje o La Última Tentación de Cristo e irregular cineasta que entre algunas obras alimenticias o poco interesantes también ha dado forma a joyas como Aflicción, Posibilidad de Escape (Light Sleeper) o El Placer de los Extraños. Schrader es un experto diseccionador de la mentalidad perturbada en continua lucha interna por culpa de su inestabilidad psicológica o contradicciones morales, por ello el retrato que hace del personaje principal en La Costa de los Mosquitos es tan enriquecedor e interesante.





Peter Weir, como siempre, hace un trabajo mastodóntico en la realización. Su tono clasicista y grandilocuente torna aquí en momentos de magnificencia visual y narrativa, aunque en esta ocasión siempre rodeado de una pátina de crepuscularidad dejándose notar hasta en los pasajes más alegres del relato. El director de El Show de Truman sabe aprovechar con pericia y mucho oficio los parajes salvajes en los que rueda el grueso del largometraje incluyendo pasajes que rememoran obras cinematográficas pretéritas como Apocalipsis Now y hasta literarias como El Señor de las Moscas de William Golding. Secuencias como la de la destrucción de la enorme máquina para fabricar hielo se quedan grabadas en la retina por su poderosa impronta visual y su carga emocional recayendo en ese mismo momento en el rostro de desesperación de Harrison Ford al ver como se derrumban todos sus sueños por su pretenciosidad.




La Costa de los Mosquitos es una recuperable obra con los suficientes aciertos y alicientes como para no ser olvidada. Desde su dirección y escritura, pasando por la soberbia fotografía de John Sheale o la evocadora banda sonora de Maurice Jarre hasta la labor de todos sus actores entre los que destaca el ya mencionado Harrison Ford y una, como siempre, sobresaliente Helen Mirren dándole la réplica como su mujer. Ofreciendo una mirada sin contemplaciones hacia los fanatismos de toda índole, los enfrentamientos de Fox con el Reverendo Spellgood en los que ninguno de los dos da el brazo a torcer son memorables, y una lectura bastante desencantada sobre las relaciones paternofiliales forjadas por medio de la toxicidad el australiano Peter Weir volvió a dar en la diana con una obra que, sin ser uno de sus productos más destacados, sí merece el reconocimiento que en su momento no recibió de manera totalmente injusta.


sábado, 8 de febrero de 2014

Robocop 3, Detroit Rock City



Título Original Robocop 3 (1993)
Director Fred Dekker
Guión Frank Miller y Fred Dekker
Actores Robert Burke, Nancy Allen, Rip Torn, Remy Ryan, John Castle, Jill Hennessy, CCH Pounder





A principios de los 90 la franquicia de Robocop en el celuloide estaba herida de muerte. Robocop 2 tuvo un moderado éxito en taquilla pero los alquileres y ventas del film en los antiguos VHS fue descomunal. De modo que Orion Pictures volvió a asociarse con la Metro Goldwyn Mayer para matar definitivamente al cyborg policía del futuro con una tercera e innecesaria entrega. En 1993 Robocop 3 se dio a conocer al mundo y el resultado fue un desastre mayúsculo, tanto en el plano artístico como el económico, hundiendo a la Orion Pictures y mandándola a la bancarrota. Esta segunda secuela del personaje creado por Ed Neumeier, Michael Miner y Paul Verhoeven es un disparate de proporciones catedralicias, un intento por parte de los productores de abrir la saga a un público más amplio que resultó una cagada de campeonato.




La OCP ha sido absorbida por una multinacional japonesa que quiere llevar a buen puerto el proyecto Delta City para convertir Detroit en una ídilica ciudad perfecta. Para ello la empresa utilizará a uno grupo de agentes militarizados que por medio de la fuerza desalojará a las clases bajas de los barrios desfavorecidos. En este contexto el agente Alex Murphy, el primer Robocop, y su compañera Ann Lewis se verán en la obligación de unirse a un grupo de sublevados que lucharán hasta el final por impedir que la OCP les arrebate sus hogares. Robocop con la ayuda de su grupo de amigos, al que se unirá la doctora Marie Lazarus que es la supervisora de su funcionamiento, tendrá que ponerse en contra de sus superiores para mantener el orden en la vieja Detroit.




Robocop 3 es un sálvese quién pueda, un hagamos lo que sea para que esta franquicia muerta en vida salga adelante aunque tomemos decisiones estúpidas y contradictorias. Una vez más un argumento de Frank Miller es violado impunemente para convertir una historia oscura y llena de mala baba en una cinta para toda la familia al más puro estilo de principios de los 90. Una vez más se hace borrón y cuenta nueva en el equipo técnico y se ficha a Fred Dekker, un director de cine de terror para todos los públicos (autor de la simpática The Monster Squad, Una Pandilla Alucinante en España) para que se ponga detrás de las cámaras. Y por último una vez más el fracaso es desolador a todos los niveles. Robocop 3 es al punto más bajo de la franquicia cinematográfica, pero tampoco es mucho más mala que la segunda parte.




Por un lado los productores quieren recuperar personajes, ideas y conceptos de la primera entrega que se perdieron en la segunda parte dirigida por Irvin Keshner. Volvemos a tener al ED-209 que en Robocop 2 sólo tenía un breve cameo, de nuevo el proyecto Delta City cobra importancia y la OCP se revela una vez más como una corporación capitalista que se beneficia de los ciudadanos desfavorecidos de Detroit. Pero algún avispado tuvo la idea de rebajar la calificación moral de esta tercera parte a la menos permisiva PG-13 para convertir el producto en un largometraje (casi) para todos los públicos. De modo que la violencia explícita, la sátira política (que sólo se ve apuntada en un par de ocasiones con el anuncio de dibujos animados y los telediarios acusando falsamente a Robocop de matar clérigos y monjas) y la crítica lacerante desparecen para dejar paso a niños repelentes, rebeldes que trabajan en equipo para conseguir vencer a los malvados empresarios y diabólicos punkarras que se unen a estos últimos para acabar con Robocop y sus amigos.




Como los autores del film ya han aceptado que van a hacer una cinta que en tono no tiene nada que ver con las dos anteriores entregas deciden ofrecerse a la publicidad flagrante, el humor infantil, las tramas pueriles y el disparate comercialoide. Aquí no veremos a Robocop haciendo atravesar a delincuentes cristaleras mientras les lee sus derechos, tampoco asistitemos a como cose a disparos a un alto cargo de la OCP para regocijo del Johnson, el personaje de Felton Perry que una vez más repite su rol en esta entrega. Pero sí lo veremos suplantar su mano izquierda por una ametralladora que sólo agujerea metal y rara vez impacta en seres humanos, volar con un cutre jet pack y hacer aflorar sus sentimientos con el personaje de la escupible Nicco, una niña hacker sabelotodo que despierta el instinto paternal de nuestro Murphy.




Mi adorado ED-209 será inutilizado por la niña desagradable antes de que pueda convertir a algún desaprensivo en una masa sanguinolenta a base de kilos de munición y Robocop se enfrentará a unos robots ninja con katanas entrenados para no derramar una sola gota de sangre en ninguna de sus ridículas peleas con nuestro protagonista, no se nos vaya a asustar algún espectador infantil. Los tiroteos serán más inofensivos que los de un capítulo de El Equipo A y las persecuciones automovilísticas perderán fuerza y consistencia, no sólo porque el tal Fred Dekker poco puede hacer para evitar que el film (al igual que la segunda entrega pero de manera incluso más acentuada) se libre de su inevitable olor a telefilme de tres al cuarto, sino porque veremos hasta a nuestro agente de policía mecanizado favorito conducir el coche rosa de un proxeneta.




A pesar de que hay un grupo de secundarios bastante reconocibles implicados en el film (Rip Torn, Jill Hennesy, CCH Pounder, Mako, Nancy Allen repitiendo como Lewis) el trabajo actoral es decididamente de pena. El que mejor lo hizo fue Peter Weller, porque se dio cuenta al leer el guión (¿llegó a hacerlo?) de la mierda a la que estaban dando forma los productores y decidió desvincularse del proyecto para realizar uno de sus mejores trabajos colaborando con David Croneberg en la magnífica El Almuerzo Desnudo, la adaptación que el autor de La Mosca hizo de la novela homónima de William S. Burroughs. El marrón se lo pasó el actor de Texas al poco conocido Robert Burke que hizo lo que pudo para que, como mínimo, su presencia física fuera la adecuada para dar vida al protagonista, pero lo consiguió a duras penas.




Robcop 3 es la humillación total de un personaje que nunca debió haber formado parte de una trilogía, ya que sólo el primer largometraje dirigido por el cineasta de Desafío Total merece el interés del espectador. La cinta de Fred Dekker es basura de baja estofa, una especie de versión de Robocop para todos los públicos que sólo puede ser disfrutada en compañía de amigos con ganas de reírse con un trabajo que únicamente puede abordarse por la vía paródica, porque de lo contrario puede inducir a un cabreo mastodóntico. Tras ella llegaría una serie de televisión que duró solo una temporada y cuyos primeros episodios fueron vendidos falsamente como Robocop 4 y 5 y una miniserie poco conocida, pero de la que no hablan mal, titulada Robocop: Prime Directives que comentaré aquí pero ya en un futuro próximo.




Ahora sólo queda esperar a que el día 14 de febrero se estrene el remake con Jose Padilha (Tropa de Élite 1 y 2) de director y un sobresaliente reparto formado por Joel Kinnaman, Gary Oldman, Samuel L. Jackson, Michael Keaton, Jackie Earle Haley, Michael K. Williams o Jay Baruchel delante de las cámaras y ver si sigue el camino de degradación de Robocop 2 y 3 o si es una digna revisión de la película de Paul Verhoeven que no sólo es un clásico dentro de su género, también la única obra cinematográfica con el personaje de protagonista que por ahora merece merece verdaderamente la pena. Las primeras críticas en Estados Unidos no incitan precisamente a la esperanza (los periodistas que la han visto no están alabándola precisamente) pero un servidor hasta dentro de seis días no podrá dictar sentencia, aunque cuando lo haga dejaré constancia aquí de tal hecho.