lunes, 29 de julio de 2019

Rutger Hauer (1944 - 2019)



Esta misma tarde nos hemos enterado del fallecimiento del actor holandés Rutger Hauer que se produjo el pasado 19 de julio “tras una corta enfermedad” según fuentes cercanas a su entorno. Convertido en icono del cine de ciencia ficción gracias a su mítico replicante Nexus 6, Roy Batty, de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) con el que protagonizó el, posiblemente, monólogo más celebrado de la historia del Septimo Arte Rutger Hauer comenzó su carrera en su Holanda de la mano del cineasta Paul Verhoeven con el que ideó controvertidos y rompedores productos como Delicias Turcas (Turks Fruit), Spetters, Eric: Oficial de la Reina (Soldier of Orange) o Katty Tipel a las que habría que sumar la internacional Los Señores del Acero (Flesh + Blood). Durante la primera mitad de los 80 se hace un nombre en Hollywood con producciones como Halcones de la Noche (Bruce Malmuth, 1981), Lady Halcón (Richard Donner, 1985) o Carretera al Infierno (Robert Harmon, 1986) labrándose una prometedora carrera en Estados Unidos.




Desgraciadamente en los 90 su carrera comenzó a inclinarse por la Serie B y los estrenos directos a videoclub. A pesar de ello nunca dejó de trabajar con asiduidad encadenando proyectos tanto en Estados Unidos como en Europa. Dentro de esta etapa más decadente todavía destacan productos como Furia Ciega (Philip Noyce, 1990), Peligrosamente Unidos (Lewis Teague, 1991) Segundo Sangriento (Tony Maylam, 1992) o la inefable película de Buffy, Cazavampiros (Fran Rubel Kuzui, 1992) en la que interpretaba a Lothos, el Rey de los Vampiros. Durante la segunda mitad de esta década no para de facturar thrillers de medio pelo entre los que sobresale poca cosa, como aquella recuperable produccción alemana llamada Knockin’ on Heaven’s Door (Thomas Jahn, 1997), de las pocas muestras afectadas de “tarantinitis” noventera que merecen la pena y en la que interpretaba uno de esos roles secundarios en los que se especializó durante gran parte de su filmografía.




Con el cambio de siglo sigue alternando producciones menores y alimenticias para el mercado doméstico y la televisión con una nueva etapa en Hollywood con directores importantes reclamando sus servicios. Pudimos verlo en adaptaciones del mundo del cómic como Batman Begins (Christopher Nolan, 2005) o Sin City (Robert Rodríguez, 2005), en Confesiones de Una Mente Peligrosa (George Clooney, 2002), el remake para la pequeña pantalla de Salem’s Lot (Mikael Salomon, 2004) interpretando al vampiro Kurt Barlow, El Rito (Mikael Håfström, 2011), la inenarrable Drácula 3D (Dario Argento, 2012) o Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas (Luc Besson, 2017). Aunque quedan por estrenar media decena de productos en los que intervino es su partipición en la serie atológica Channel Zero su último papel reseñable. Vaya este breve y humilde homenaje en honor a ese holandés errante que nos descubrió que vivir con miedo significa ser esclavo y qué había más allá de Orion y la Puerta de Tannhäuser.


viernes, 19 de julio de 2019

Joe Dante: En el Límite de la Realidad



Edición Nacional/España Applehead Team
Autor Álvaro Pita
Formato Rústica
Páginas 700 páginas
Precio 22,95€


Ahora que la nueva entrega de Stranger Things vuelve a enamorar a millones de espectadores por mediación de la plataforma de streaming Netflix con su revisionismo de los clásicos cinematográficos y televisivos del Hollywood de los años 80 es de recibo hablar de uno de los directores más importantes de aquella época y a cuya filmografía los hermanos Matt y Ross Duffer han hecho no pocas referencias y guiños en estas tres temporadas de la serie. Hablamos como no podía ser menos de Joe Dante, cineasta estadounidense al que debemos cintas de culto como Piraña, Aullidos, Gremlins 1 y 2, El Chip Prodigioso (Innerspace), Exploradores, No Matarás… al Vecino (The Burbs), Matinee, Looney Tunes: De Nuevo en Acción o Pequeños Guerreros. Para acercarnos a su persona en esta ocasión vamos a reseñar Joe Dante: En el Límite de la Realidad, un ensayo sobre su obra y milagros publicado por la editorial Applehead Team y escrito por el crítico, cineasta y filólogo Álvaro Pita (A Coruña, 1979)

Una de las mayores virtudes de Joe Dante: En el Límite de la Realidad, que en otras manos podía haberse convertido en su mayor flaqueza, es que como obra contó con la implicación total del director a la hora de que su autor la escribiera. De esta manera Álvaro Pita consiguió tras incontables horas de entrevistas al biografiado y un enorme trabajo de investigación no sólo dar forma a un repaso extenso y minucioso por toda la filmografía de Dante, sino también marcar las distancias para no dejarse llevar por la mística detrás de un creador cuya trayectoria ha copado enorme protagonismo para los espectadores y cinéfilos que nos criamos con sus films durante los años 70, 80 y 90. Pita es consciente de que su admiración por el protagonista de su libro no debe menoscabar su trabajo como biógrafo o crítico y en ocasiones incluso llegará a mencionar sin cortapisas las carencias de sus largometrajes y a explicitar su opinión sobre los que no son de su agrado.

Una vez tenemos declaraciones en primera persona a manos del cineasta y a un autor con los pies en el suelo lo suficientemente inteligente para no caer en los brazos de la adulación excesiva o la mitificación por el simple hecho de que el objetivo de su trabajo se convierta en el mayor y más estrecho de sus colaboradores el resultado de Joe Dante: En el Límite de la Realidad se adentra en los terrenos de la brillantez gracias al retrato, personal y profesional, ofrecido para que el lector se haga una idea de cuan necesaria e imprescindible es la filmografía de este artesano nacido el 28 de noviembre de 1946, en Morristown, Nueva Jersey. En ese sentido también juega muy a favor de la labor expuesta en el libro su acertada estructuración y la meticulosidad con la que esta es desarrollada a lo largo y ancho de 700 páginas en ningún momento plomizas o farragosas y sí repletas de información valiosa y una narrativa tan elaborada como accesible para el amante del cineasta en particular y el celuloide fantástico y de terror en general.

Joe Dante: En el Límite de la Realidad arranca con un primer capítulo en el que se profundiza en los primeros años de vida del cineasta. Su pasión por el cine, propensión por las publicaciones en papel relacionadas con la fantasía, el terror y el humor, su inclinación por la Serie B y un refinado paladar para el celuloide europeo fueron forjando la personalidad de un artesano de la vieja escuela que, como muchos de sus coetáneos, se formó como profesional bajo el amparo del gran Roger Corman. Dante dio sus primeros pasos en el medio cinematográfico como montador de todo tipo de trabajos, tanto trailers como films, adscritos a la factoría del director de La Pequeña Tienda de los Horrores editando insalubres producciones, en ocasiones amalgamando varias en un mismo producto, por sueldos miserables. Tras esta contextualización espacial y temporal el libro dedica 40 capítulos a desgranar una a una todas las obras audiovisuales del autor, desde The Movie Orgy (1968) hasta Enterrando a la Ex (2014), sin olvidar su paso por la televisión con series como Cuentos Asombrosos, Naked Gun o Masters of Horror entre otras.

Álvaro Pita realiza una pormenorizada disección de todos y cada uno de los productos ficcionales de Dante con declaraciones de este, como bien ya hemos apuntado, de varios de sus colaboradores en distintas épocas y aportando todo tipo de material gráfico. Cada capítulo dedicado a uno de sus films, o episodios en caso de las series de tv, aborda todas las etapas de su producción, incide en su génesis y desarrollo como proyecto, aborda su recepción en cuanto a taquilla y prensa especializada o ahonda en las múltiples lecturas y subtextos que casi siempre acompañan a un Joe Dante con propensión a la crítica social y política como puede verse en Piraña o Aullidos, el humor negro de Gremlins o No Matarás… Al Vecino, su entrega por la ciencia ficción catódica y de Serie B como la de El Chip Prodigioso o Pequeños Guerreros o su pasión por el cartoon y la animación presente en su episodio de En los Límites de la Realidad: La Película y Looney Tunes: De Nuevo en Acción.

Durante este trayecto Pita ofrece su opinión personal de la filmografía de Dante como un profundo admirador, pero con una equidistancia digna de elogio. No duda en destacar las carencias de obras consideradas intocables dentro de la filmografía del director como Aullidos, con las que un servidor puede estar en desacuerdo, pero admitiendo siempre la solidez de sus argumentaciones a la hora de exponerlas. También muestra una especial elegancia y profesionalidad a la hora de preguntar al cineasta por aquellos proyectos con los que no está del todo satisfecho o que no le traen muy buenos recuerdos por culpa de variopintos problemas de producción como sucede con Exploradores o más recientemente con Looney Tunes: De Nuevo en Acción, la obra que debería haberlo devuelto a la primera línea de Hollywood, pero que le produjo más quebraderos de cabeza que otra cosa.

Joe Dante: En el Límite de la Realidad no sólo es una perfecta lectura para la temporada estival veraniega, un viaje a aquel celuloide que nos vio crecer y ayudó a dar nuestros primeros pasos dentro de la cinefilia. También se revela como uno de los ensayos sobre la carrera de un director más completos, trabajados e interesantes que un servidor ha leído en nuestro idioma en mucho tiempo. Applehead Team sigue ampliando su catálogo hablando de ese cine que no abunda en libros de la misma temática adscritos a otras editoriales repleto de productoras, géneros, directores, actores e iconos de nuestra infancia y adolescencia. El libro de Álvaro Pita que nos ocupa es una de las mejores muestras de lo que puede llegar a facturar la editorial andaluza no cejando en su empeño por traernos material original, elaborado y satisfactorio a distintos niveles con el que cubrir el enorme vacío hasta hace poco presente en el panorama nacional en lo referido al cine comercial y de evasión tan revalorizado en la actualidad.


lunes, 15 de julio de 2019

Stranger Things 3, sé lo que hicisteis el último verano



"Tú nos dejaste entrar. Y ahora tú nos dejarás quedarnos"




Poco más de año y medio hemos tenido que esperar para volver a la ficticia, y ya icónica, población estadounidense de Hawkins después de aquella excelente Stranger Things 2 que a pesar de parecer un remake a mayor escala de Stranger Things 1 funcionó casi al máximo de sus posibilidades en noviembre de 2017. Netflix vuelve a depositar toda su confianza en uno de sus buques insignia con Stranger Things 3, la, presumiblemente, penúltima temporada de la serie creada por los hermanos Matt y Ross Duffer (Wayward Pines, Hidden). Más allá de la inclusión de algún nuevo fichaje como la actriz Maya Hawke dando vida a Robin, Cary Elwes como el alcalde Larry Kline, Jake Busey en la piel del antipático Bruce o Alec Utgoff interpretando al Doctor Alexei mantenemos el mismo reparto de las dos entregas anteriores. La nueva tanda de ocho episodios fue subida al catálogo de la plataforma de streaming el pasado 4 de julio y nosotros ya hemos podido ver esta muy esperada tercera temporada de las aventuras sobrenaturales de Eleven, Mike, Will, Dustin, Lucas, Max y compañía. Lo cierto es que hemos quedado muy satisfechos a casi todos los niveles porque el producto mantiene casi intacta su calidad, potencia su naturaleza multirreferencial y hace evolucionar a sus personajes. Pero también posee algunas carencias y cae en ciertas decisiones erróneas que más tarde pasaremos a enumerar a la hora de evaluar globalmente un proyecto tan exitoso y disfrutable como este.




Al igual que sucedió en la segunda temporada con respecto a la primera esta Stranger Things 3 toma como punto de inicio los últimos segundos que cerraban a su predecesora y a partir de él los hermanos Duffer y sus colaboradores al guión o la dirección van desarrollando las distintas tramas. En esta ocasión el argumento se localiza en la víspera del 4 de julio de 1985, un año después de los hechos acontecidos en Stranger Things 2, con los protagonistas experimentando sus primeras relaciones amorosas y problemas derivados de la entrada en la adultez, mientras el nuevo centro comercial de la empresa Starcourt se convierte en el epicentro de las aventuras de todos los personajes. Como viene siendo tradición detrás de la idílica estampa de Hawkins las monstruosidades interdimensionales siguen amenazando la vida de los lugareños desde las sombras y los protagonistas deberán enfrentarse nuevamente con ellas para impedir un apocalipsis a escala mundial.




La principal seña de identidad de Stranger Things 3 es su ligereza, mucho más acentuada que en las dos temporadas anteriores. La serie de Matt y Ross Duffer siempre se ha caracterizado por la alternancia de acción, ciencia ficción, terror, drama y comedia. Pero en esta ocasión el humor y un tomo mucho más liviano se apoderan de la mayor parte de la velada sólo cediendo terreno al dramatismo en el último episodio que, eso sí, es el más emocional y melancólico de todo lo que llevamos de serie. Esta predisposición por la aventura continuada, dinámica, fruiciosa no sólo se vertebra por todas las subtramas que dan forma a Stranger Things 3 enriquieciéndolas con matices y referencias, sino que también da al conjunto del proyecto un ritmo endiablado capaz de influir en el ánimo de un espectador que verá volar delante de sus ojos las poco menos de nueve horas que dura la temporada. Aunque es a partir del tercer episodio cuando la historia toma fuerza, desde el minuto uno el tempo narrativo y la realización trabajan en equipo para engancharnos a las aventuras de los habitantes de Hawkins.




Hasta media decena de subtramas se alternan en el discurrir de estos nuevos ocho episodios. Cada una de ellas con su propia autonomía, tono y solidez suficiente para funcionar de manera independiente. Pero el añadido más interesante de las mismas es que todas hacen referencia a algún clásico del terror y la ciencia ficción de los 70, 80 o 90. En este sentido destacan, sobre todo, la trama protagonizada por Billy como multihomenaje a obras como La Invasión de los Ladrones de Cuerpos, The Blob, The Stuff, La Cosa, Cazafantasmas 2 e incluso Hellraiser o la centrada en unos geniales Steve, Erica, Robin y Dustin como si fueran los personajes de una cinta de John Hughes sumergidos en un remake de Amanecer Rojo (Johm Milius, 1984) con sus adolescentes americanos plantando cara a unos, convenientemente, inútiles soldados rusos mientras hacen apología de los parabienes del capitalismo y las maldades del comunismo por medio del personaje de Erica, uno de los más memorables de la temporada gracias a su locuacidad y verborrea.





Desde el punto de vista técnico Matt y Ross Duffer, Shawn Levy y Uta Briesewitz mantienen la puesta en escena, entre cálida y vibrante, habitual de la serie de Netflix. Aunque es en su recta final donde más se acentúa sobrevuela toda la temporada una sabia amalgama entre espectacularidad estilística y minuciosidad emocional en lo referido a las relaciones interpersonales de los personajes que elevan el proyecto como ya sucediera en las dos anteriores temporadas. El recurrente uso del CGI se antoja algo tosco e irregular en los primeros compases de Stranger Things 3, pero va cogiendo fuerza y solidez a lo largo de los capítulos llegando a momentos de brillantez incuestionable con una oda a la “Nueva Carne” cronenbergiana corporeizada en ese amasijo informe y devorador copando gran parte del protagonismo a lo largo de la trama central. Puede que la ya mencionada ligereza y el tono de Serie B imperante en la temporada resten algo de consistencia a la realización, pero el resultado sigue siendo de nota muy alta y con algunos pasajes para el recuerdo.




En cuanto al reparto sigue haciéndose patente la química y complicidad entre los seis actores principales siendo extensible a otros de los secundarios. Millie Bobby Brown, Gaten Matarazzo, Finn Wolfhard, Caleb McLaughlin, Noah Schnapp y Sadie Sink son el corazón de Stranger Things, pero por suerte funcionan tanto unidos, como por parejas o interactuando con los roles adolescentes o adultos. David Harbour y Winona Ryder siguen siendo una pareja encantadora, Dacre Montgomery gana mucho protagonismo como Billy, la pareja formada por Natalia Dyer y Charlie Heuton pierde algo de relevancia por el, poco disimulado, arrinconamiento del último en cuanto a la escritura (¿castigo por sus problemas personales?) que lo diluye aunque siga teniendo una notoria presencia en pantalla. Al igual que sucedía en Stranger Things 2 varios de los nuevos fichajes son los que más brillan en esta tercera parte. Mención especial para Alec Utgoff, ese Doctor Alexei de mente prodigiosa contrastando con su carácter infantil y matrícula de honor para Maya Hawke, hija de los actores Ethan Hawke y Uma Thurman, enorme como Robin, un personaje del que es imposible no enamorarse, sobre todo cuando forma equipo con Steve, Dustin y Erica.




Pero, desgraciadamente, no todo son alabanzas hacia esta Stranger Things 3 porque con ella se agrava una afección que ya mostró sus primeros síntomas en la segunda temporada. Una vez más nos encontramos con un producto estructural y conceptualmente casi idéntico a sus dos anteriores entregas. Evidentemente el proyecto ofrece las suficientes dosis de calidad en todos sus apartados para que no nos cause molestia el seguir viendo “más de lo mismo”, pero esta tendencia al subrayado y la redundancia parece confirmar que Matt y Ross Duffer, acompañados de sus colaboradores, ya han explotado al máximo una fórmula que no parece dar más de sí. En ese sentido se antoja casi necesaria la decisión, por parte de sus creadores, de acabar la serie en la próxima temporada porque, más allá de ciertos cambios en cuanto a tono y resoluciones argumentales, esta tercera tanda de episodios es, al igual que la segunda, una revisión de aquella Stranger Things 1 de la que sus máximos responsables no quieren alejarse demasiado por si al probar ideas nuevas pierden el favor de la crítica y el público.




Stranger Things 3 es pura diversión, evasión, emoción y fuego de artificio bien facturado. Es imposible no seguir enamorado de los habitantes de Hawkins comandados por esta pandilla de chicos a los que estamos viendo crecer, madurar, cambiar y recibir los primeros golpes de la vida, que en verdad poco tienen que ver con aperturas dimensionales o poderes piscoquinéticos. Mientras tanto ahí siguen Matt y Ross Duffer, facturando la, para un servidor, temporada menos potente de las tres estrenadas hasta ahora, pero poseedora de unas cualidades, una fuerza visual y un ritmo narrativo vigoroso incuestionable. Unos años 80 repletos de referencias variopintas a Regreso al Futuro (Robert Zemeckis 1985), El Día de los Muertos (George A. Romero, 1985) la serie Magnum (1980-1988) o Terminator (James Cameron, 1984), obra maestra a la que dedican no ya un guiño o una subtrama, sino un personaje completo que hará las delicias de los fans. Tras un final que lo cambia todo, y una escena post créditos que nadie debe perderse, ya sólo queda esperar hacia dónde se encaminaran los Duffer con esa Stranger Things 4 que nos despedirá ¿para siempre? de la tan idílica como peligrosa localidad de Hawkins.