Título Original The Man With the Iron Fists (2012)
Director RZA
Guión Eli Roth y RZA
Actores RZA, Russell Crowe, Lucy Liu, Byron Mann, Jamie Chung, Rick Yune, Dave Bautista, Cung Le, MC Jin, Gordon Liu, Chen Kuan Tai, Ka Yan Leung, Andrew Lin, Grace Huang, Telly Liu, Xue Jingyao, Pam Grier, Zhu Zhu, Daniel Wu, Chia Hui Liu, Andrew Ng, Yoyao Hsueh, Jin Auyeung, Brian Yang, Grace Huang, Lu Kai, Darren E. Scott, Eli Roth, Osric Chau, Celina Jade, Jin Auyeung, Dennis Chan, Terence Yin
Para compensar el ser uno de los mejores directores cinematográficos de la actualidad, Quentin Tarantino como productor de obras ajenas es realmente malo. Por mediación suya hemos conocido films olvidables como Hostel 1 y 2 del sobrevaloradísimo Eli Roth, Killing Zoe, la poco interesante ópera prima de su ex colega Roger Avary (aunque este luego se resarcio con esa joyita llena de mala baba llamada Rules of Attraction) o insustancialidades inteligentemente perdidas de nuestra vista como Tú Asesina, que Nosotras Limpiamos la Sangre (Curdled)
Su último largometraje como productor ha sido la ópera prima como realizador y guionista del famoso (al menos en su país de origen) rapero estadounidense RZA, El Hombre de los Puños de Hierro, un homenaje al cine de artes marciales hongkones de los años 70. El resultado es una disparatada y mala película sin pies ni cabeza, pero que entretiene y es fiel (al menos en la forma) a los referentes a los que quiere rendir pleitesía. El cúmulo de pasajes inverosímiles es tal que al espectador en bastantes ocasiones no le queda más remedio que rendirse a la carcajada y el sano cachondeo.
Es una tontería intentar desgranar la trama sobre venganzas, clanes, prostitutas asesinas y mercenarios que contiene una película como The Man With the Iron Fists, es más, el mismo argumento (enredado, insulso y tópico) es el mayor lastre del film. En este tipo de productos, conscientes de su intrascendencia cinematográfica, queremos una narración simple y todo rebozado con escenas de lucha alocadas y hemoglobina por un tubo, por suerte la cinta da eso en cantidades industriales, pero nada más.
A RZA se le ve ímpetu como director, se nota que le gusta el cine oriental de artes marciales y las producciones de los Shaw Brothers, pero todo es un quiero y no puedo, el rapero no es Tarantino, ni entiende como aquel la esencia del tipo de celuloide al que quiere rendir tributo. Lo que en el díptico de Kill Bill era un inteligente revisión de géneros en los que la suspensión de credibilidad en ocasiones se convertía en una virtud más, en El Hombre de los Puños de Hierro es un tara considerable, porque muchas de las coreografías de acción son tan exageradas y grandguiñolescas que más que asombrar arrancan risas a la platea.
Hay guiños a la serie B oriental desde los títulos de crédito, continuas referencias, homenajes y mucho cariño para con esos largometrajes. Lo que no hay es verdadero talento ni conocimientos del lenguaje cinematográfico propiamente dicho para llevar a cabo no sólo una oda a este tipo de films, también para crear un producto consistente como película. Sólo nos queda entregarnos al exceso, la barrabasada simpaticona y a unos actores haciendo el tonto mientras se divierten de lo lindo formando parte de este mix exagerado e hipertrófico.
De el reparto con actores habituales del cine de acción y artes marciales como Rick Yune o Byron Man destaca un Russell Crowe muy entrado en carnes, una Lucy Liu copiando descaradamente a su O-Ren Ishii de Kill Bill y Dave Bautista (nombre real del luchador de wrestling retirado, Batista). Pero curiosamente el peor actor es el mismo protagonista al que da vida el director y co coguionista, RZA, que lleva a límites inalcanzables la inexpresividad facial. Ni cuando lo mutilan salvajemente cambia apenas las facciones de su rostro.
El Hombre de los Puños de Hierro es el capricho de un músico que ha encontrado en Quentin Tarantino a alguien que saque adelante su proyecto. Nos encontramos con un producto mediocre, que no sabemos sí está hecho mal de manera intencionada o no. Por suerte entre litros de sangre digital, piruetas imposibles, sexualidad pacata, violencia espídica, gore, machismo, hip hop (¿homenaje intencionado al anime Samurai Shamploo?) y frases lapidarias, el espectador puede echar un rato entretenido con este quiero y no puedo que demuestra que para hacer cine multireferencial hay que tener talento y no sólo ganas e ilusión.