lunes, 31 de diciembre de 2012

El Hombre de los Puños de Hierro, crippled master



Título Original The Man With the Iron Fists (2012)
Director RZA
Guión Eli Roth y RZA
Actores RZA, Russell Crowe, Lucy Liu, Byron Mann, Jamie Chung, Rick Yune, Dave Bautista, Cung Le, MC Jin, Gordon Liu, Chen Kuan Tai, Ka Yan Leung, Andrew Lin, Grace Huang, Telly Liu, Xue Jingyao, Pam Grier, Zhu Zhu, Daniel Wu, Chia Hui Liu, Andrew Ng, Yoyao Hsueh, Jin Auyeung, Brian Yang, Grace Huang, Lu Kai, Darren E. Scott, Eli Roth, Osric Chau, Celina Jade, Jin Auyeung, Dennis Chan, Terence Yin





Para compensar el ser uno de los mejores directores cinematográficos de la actualidad, Quentin Tarantino como productor de obras ajenas es realmente malo. Por mediación suya hemos conocido films olvidables como Hostel 1 y 2 del sobrevaloradísimo Eli Roth, Killing Zoe, la poco interesante ópera prima de su ex colega Roger Avary (aunque este luego se resarcio con esa joyita llena de mala baba llamada Rules of Attraction) o insustancialidades inteligentemente perdidas de nuestra vista como Tú Asesina, que Nosotras Limpiamos la Sangre (Curdled)




Su último largometraje como productor ha sido la ópera prima como realizador y guionista del famoso (al menos en su país de origen) rapero estadounidense RZA, El Hombre de los Puños de Hierro, un homenaje al cine de artes marciales hongkones de los años 70. El resultado es una disparatada y mala película sin pies ni cabeza, pero que entretiene y es fiel (al menos en la forma) a los referentes a los que quiere rendir pleitesía. El cúmulo de pasajes inverosímiles es tal que al espectador en bastantes ocasiones no le queda más remedio que rendirse a la carcajada y el sano cachondeo.




Es una tontería intentar desgranar la trama sobre venganzas, clanes, prostitutas asesinas y mercenarios que contiene una película como The Man With the Iron Fists, es más, el mismo argumento (enredado, insulso y tópico) es el mayor lastre del film. En este  tipo de productos, conscientes de su intrascendencia cinematográfica, queremos una narración simple y todo rebozado con escenas de lucha alocadas y hemoglobina por un tubo, por suerte la cinta da eso en cantidades industriales, pero nada más.




A RZA se le ve ímpetu como director, se nota que le gusta el cine oriental de artes marciales y las producciones de los Shaw Brothers, pero todo es un quiero y no puedo, el rapero no es Tarantino, ni entiende como aquel la esencia del tipo de celuloide al que quiere rendir tributo. Lo que en el díptico de Kill Bill era un inteligente revisión de géneros en los que la suspensión de credibilidad en ocasiones se convertía en una virtud más, en El Hombre de los Puños de Hierro es un tara considerable, porque muchas de las coreografías de acción son tan exageradas y grandguiñolescas que más que asombrar arrancan risas a la platea.




Hay guiños a la serie B oriental desde los títulos de crédito, continuas referencias, homenajes y mucho cariño para con esos largometrajes. Lo que no hay es verdadero talento ni conocimientos del lenguaje cinematográfico propiamente dicho para llevar a cabo no sólo una oda a este tipo de films, también para crear un producto consistente como película. Sólo nos queda entregarnos al exceso, la barrabasada simpaticona y a unos actores haciendo el tonto mientras se divierten de lo lindo formando parte de este mix exagerado e hipertrófico.




De el reparto con actores habituales del cine de acción y artes marciales como Rick Yune o Byron Man destaca un Russell Crowe muy entrado en carnes, una Lucy Liu copiando descaradamente a su O-Ren Ishii de Kill Bill y Dave Bautista (nombre real del luchador de wrestling retirado, Batista). Pero curiosamente el peor actor es el mismo protagonista al que da vida el director y co coguionista, RZA, que lleva a límites inalcanzables la inexpresividad facial. Ni cuando lo mutilan salvajemente cambia  apenas las facciones de su rostro.




El Hombre de los Puños de Hierro es el capricho de un músico que ha encontrado en Quentin Tarantino a alguien que saque adelante su proyecto. Nos encontramos con un producto mediocre, que no sabemos sí está hecho mal de manera intencionada o no. Por suerte entre litros de sangre digital, piruetas imposibles, sexualidad pacata, violencia espídica, gore, machismo, hip hop (¿homenaje intencionado al anime Samurai Shamploo?) y frases lapidarias, el espectador puede echar un rato entretenido con este quiero y no puedo que demuestra que para hacer cine multireferencial hay que tener talento y no sólo ganas e ilusión.


viernes, 28 de diciembre de 2012

La Zona Gris, las cenizas de la derrota



Título Original The Grey Zone (2001)
Director Tim Blake Nelson
Guión Tim Blake Nelson
Actores David Arquette, Steve Buscemi, Harvey Keitel, Natasha Lyonne, Mira Sorvino, Michael Stuhlbarg, Daniel Benzali, David Chandler, Allan Corduner





Tim Blake Nelson es un actor norteamericano que siempre ha ejercido como secundario en los films en los que ha trabajado. Su peculiar (por no decir feo) rostro lo hemos podido contemplar en films como Oh Brother, Donnie Brasco, Minority Report o El Increíble Hulk. Paralela a su carrera como intérprete ha desarrollado una menos prolífica pero sí más prestigiosa faceta como director y guionista y aunque films como Laberinto Envenenado (O) o Leaves of Grass no son muy conocidos, en 2001 dio bastante que hablar con su tercera película detrás de las cámaras, La Zona Gris.




Inspirada en parte en Auschwitz: A Doctor's Eyewitness Account el libro autobiográfico que escribió Miklos Nyiszli, un médico judío que colaboró de manera forzosa con el Doctor Menguele en sus experimentos inhumanos si no quería que los nazis asesinaran a su mujer y su hija, The Grey Zone es un magnífico largometraje sobre el holocausto judío localizando su historia en el infame campo de exterminio Auschwitz pero narrando su historia desde un punto de vista bastante atípico dentro de este tipo de productos.




La historia sigue los pasos de los componente de lo que en Auschwitz se conocía como Sonderkommandos, grupos de judíos que colaboraban con los nazis para facilitar el exterminio de sus propios compatriotas recibiendo de este modo facilidades como ropa, alimentos y objetos de valor que se quedaban a cambio de sus servicios. De cualquier manera todo era fútil, ya que a los 4 meses los componentes de Sonderkommandos eran asesinados también por el ejército alemán que custodiaba el campo de concentración. Un día una niña sobrevive in extremis en una de las cámaras de gas y ponerla a salvo será la misión de estos judíos que colaboran forzosamente con el enemigo para exterminar a sus propios paisanos.




La Zona Gris funciona a distintos niveles y sirve como contrapunto a otros trabajos sobre el holocausto judío un poco más autocomplacientes. Nada hay del espíritu hollywoodisense de La Lista de Schindler de Steven Spielberg o del mensaje esperanzador de El Pianista de Roman Polanski (ojo, no tengo nada en contra de estos dos films, es más, me parecen ejemplares) un largometraje como el que nos ocupa. La mirada de Blake Nelson es hiperrealista, seca, con un tono a lo Tarkovski que lo acerca al documental y a una frialdad expositiva no exenta de emociones.




La recreación de Auschwitz es soberbia, aséptica y está expuesta en pantalla en carne viva, Blake Nelson aprovecha su escueto presupuesto y localizaciones limitadas con una profesionalidad digna de la de cualquier director de renombre que haya abordado este tipo de cine histórico. El reparto es destacable, llama la atención que todos los actores son judíos (interesante mensaje de autocrítica el que se desprende con esta elección artísitica) y el director sabe llevarlos por el buen camino con resultados encomiables.




Steve Buscemi, un por aquel entonces desconocido Michael Stuhlbarg, Mira Sorvino o Daniel Benzali   abordan con la convicción que se espera de ellos los roles que desempeñan, pero sobre todo destacan Harvey Keitel como nazi, ya que a pesar de hacerse la picha un lío con el acento el actor consigue una encarnación magistral, y sobre todo un inusualmente remarcable David Arquette, ese terrible actor que hace aquí uno de los pocos trabajos destacables (puede que el mejor de todos ellos) de su insustancial carrera.




El guión teje varias tramas que convergen en una sola, narrando el día a día del Sonderkommando, la vida de las presas mujeres en el campo de concentración y como influye la intervención del doctor Nyiszli en el devenir de todos los implicados en dichos acontecimientos. Blake Nelson no se amilana y sin usar una explicitud abrasiva (qué elegante su manera de mostrar la sesión de la cámara de gas) innecesaria tampoco priva al espectador de una crudeza cortante y palpable (esos cadáveres brutalmente desnudos por dentro y por fuera) necesaria para relatar la historia, pero siempre sin sensacionalismos o gratuidad.




La paliza en la ducha por el reloj (grande Arquette) las conversaciones del Doctor Nyiszli con el alto mando al que da vida Harvey Keitel, el monólogo final (tan surrealista como esclarecedoramente coherente) o esa despedida de dos amigos con una conversación mundana que los haga sentirse vivos poco antes de su fatal desenlace son muestras de gran cine que consiguen que La Zona Gris entre con honores en el panteón de los films que mejor y con más valor han retratado el holocausto judío. 





En el proceso Blake Nelson (que perdió a sus abuelos durante la Segunda Guerra Mundial por el simple hecho de ser judíos) realiza un meritorio ejercicio de crítica retrospectiva hacia sus antepasados para que nosotros como espectadores no olvidemos los errores (muy humanos algunos de ellos) que se cometieron en aquellos tiempos convulsos en los que ejercer algo tan primario como el sacrificio o el perdón era una misión inalcanzable.



miércoles, 19 de diciembre de 2012

Ciudad de Vida y Muerte, los hombres detrás del sol



Título Original City of Life and Death - Nanjing! Nanjing! (2009)
Director Lu Chan
Guión Lu Chan
Actores Liu Ye, Gao Yuanyuan, Hideo Nakaizumi, Fan Wei, Ryu Kohata, Qin Lan, Jiang Yiyan, Zhao Yisui, Yao Di, John Paisley, Yuko Miyamoto, Liu Bin, Beverly Peckous, Aisling Dunne, Sam Voutas, Zhao Yisui





Ciudad de Vida y Muerte es una alabadísimo drama bélico de origen chino que consiguió un sonoro éxito de crítica y público en 2009. Aquí en España se llevó la concha de oro del festival internacional de San Sebastíán y el aplauso unánime de un público y una prensa especializada que se rindieron sin miramientos a sus pies. Muchos compararon a su director, Lu Chan, con el norteamericano Steven Spielberg y comentaron que el largometraje era una soberbia y acertada mezcla entre La Lista de Schlinder y Salvar al Soldado Ryan.




Durante el año1937 y tras el estallido de la Segunda Guerra Sinojaponesa el ejército imperial de Japón tomó Nakín, la capital de la República China de la época, reduciendo y capturando a gran parte de las fuerzas enemigas. Durante semanas los soldados nipones llevaron a cabo una brutal matanza en la ciudad en la que eliminaron indiscriminadamente tanto a militares chinos como a civiles (hombres, mujeres y niños) de la zona. Aquel hecho fue conocido como la Masacre de Nakín y en la historia seguiremos los pasos de algunos de los implicados en tan terrible suceso.




Ciudad de Vida y Muerte es una buena película de género rodada con aplomo, profesionalidad y una pericia fuera de toda duda. Se nota que hay buen dinero invertido en ella, su realismo está fuera de toda duda y su calidad cinematográfica en el plano técnico es apabullante... pero no me transmite prácticamente nada con la historia que me relata. Puede que  influya el no tener un personaje verdaderamente central o que los que forman parte del metraje no estén bien perfilados, pero no consigo llegar a empatizar con ellos, soy consciente de que lo que veo en pantalla es atroz, que todo aquello sucedió y que como film muestra lo más bajo del ser humano.




Aunque lo más grave es el afán sensacionalista y el tono bastante sesgado por parte del director y guionista, que en ocasiones se entrega a un matiz manipulador que en ocasiones bordea lo irritante. Que el cineasta localice la historia en la matanza de Nakin le sirve de justificación para mostrar en imágenes sólo las barbaridades llevadas a a cabo por el ejército imperial japonés, eludiendo casi por completo el tener que retratar a sus compatriotas militares. En ese sentido Lu Chan realiza un fresco sobre aquel acto de brutalidad por parte de los japoneses en el que no hay lugar para las elipsis narrativas y sí para la delectación innecesaria en el morbo y la crueldad de manera un tanto gratuita.




El director no escatima a la hora de mostrarnos ejecuciones, violaciones (en este sentido recurre al subrayado de manera manipuladora) asesinatos aleatorios de niños pequeños, tortura, traiciones, todo con una insana intención de obligar al espectador que se retuerza en su butaca y no tenga opción para dar su propia opinión sobre la historia, porque lo que vemos en pantalla es tan atroz que no hay lugar al debate o la duda. Como es lógico todo lo que vemos en Ciudad de Vida y Muerte es real, sucedió tal que así, pero no hay necesidad de exponerlo e pantalla de esa manera tan explícita.




Mis ojos sólo podían ver una secuencia tras otra repletas de una innecesaria pornografía cinematográfica que se recrea en el dolor y lo terrible, mostrando a prácticamente todo el ejército japonés como bárbaros sedientos de sangre, pero completamente terrenales. Lu Chan es listo, muchos pensarán que al retratar a los nipones como personas normales y corrientes los humaniza, pero el efecto es el contrario, la historia nos quiere vender que los monstruos pueden tener rostros mundanos y reconocibles. También se cubre las espaldas al retratar a un soldado del país del sol naciente (ojo, sólo uno entre miles) como voz de la conciencia de su nación al ser consciente de los crímenes brutales que sus compañeros de armas están llevando a cabo. Acto que parece más una excusa para que no se le lancen al cuello que una verdadera declaración de redención y perdón para con el enemigo.




Si cada escena, cada secuencia, cada plano, está elaborado con la única misión de mostrar el lado más ruín de uno solo de los bandos, si el retrato sobre las crueldades se centra en uno sólo de los contendientes, si la unidireccionalidad es un hecho, nos metemos de cabeza en los terrenos de la propaganda. La guerra saca lo más terrible del ser humano, Japón mostró lo peor de sí misma como nación durante la Segunda Guerra Mundial al unirse a la causa imperialista de Hitler y el nazismo. Por desgracia pagó aquella errónea decisión con sangre (Hiroshima y Nagasaki) y aprendió de sus errores, hoy es un país muy diferente en todos los aspectos, pero es bueno que el mundo sepa lo que llego a cometer para que no vuelva a repetirse, pero esta no es la manera. fílmica al menos, de llevarlo a imágenes.




Por eso puede que por muy bien rodada que esté en el apartado técnico (soberbio el plano con grúa que pasa por encima del soldado japonés mostrándonos los cientos de prisioneros de guerra chinos ejecutados que tiene delante),  lo resuelta que esté en lo artístico (muy bien la mayoría de los actores, bastante creíbles en sus roles) y por muchos aciertos que tenga (que intérpretes nipones se hayan implicado en un proyecto tan crítico con su país los dignifica como personas) Ciudad de Vida y Muerte no me ha parecido la gran película que la mayoría promulga.




Viendo el tercer largometraje de Lu Chan no podía parar de pensar en esa obra maestra llamada Masacre: Ven y Mira de Elem Klimov, otra cinta (rusa en esta ocasión) de género bélico situada en la Segunda Guerra Mundial que consigue hacer el retrato más duro, brutal, en ocasiones casi insoportable, del lado animal del ser humano sin mostrar prácticamente nada, dejando a la imaginación del espectador los momentos más terribles e impactando sólo con la mirada sumergida en la locura de su joven protagonista. Por desgracia tras descubrir esa película todo el cine de guerra que visiono parece palidecer ante ella y la cinta que nos ocupa no consigue hacerle ni sombra. Porque no se necesita talento para mostrar de frente un acto atroz, pero sí para sugerirlo.



lunes, 17 de diciembre de 2012

Manolete, si no sabes torear ¿pa' qué te metes?



Título Original Manolete (2008)
Director Menno Meyjes
Guión Menno Meyjes
Actores Adrien Brody, Penélope Cruz, Santiago Segura, Juan Echanove, Ann Mitchell, Nacho Aldeguer, Omar Muñoz




"Este tío tiene toda la cara de Manolete". En la vida olvidaré este comentario de mi cuñado después de ver a Adrien Brody en esa obra maestra llamada El Pianista dirigida por Roman Polanski. Por paradojas del destino cuatro años después el oscarizado actor dio vida en una película que trajo mucha cola (o rabo de morlaco en este caso) al célebre matador cordobés que sufrió una grave cogida el 28 de Agosto de 1947 en la plaza de toros de mi ciudad muriendo al día siguiente, Linares, localizada en la provincia andaluza de Jaén. La película fue polémica desde su gestación (no pudo rodarse en la localidad por "desacuerdos con el ayuntamiento") pero fue tras su producción cuando empezó a crecer la "leyenda" tras ella.




Manolete se rodó en 2006 y estaba lista para ser estrenada en 2007, pero según la productora el material del film fue embargado impidiendo su puesta de largo por culpa de una deuda con la empresa que llevaba la dirección artística del largometraje. Esa es la versión oficial, la que vendían las malas lenguas es que la película era tan mala que hasta el mismo director y guionista exigió (sin éxito) que retiraran su nombre de los títulos de crédito por el estropicio que los productores hicieron con el film, de modo que había miedo de estrenarla. El efecto Alan Smithee no llegó a efectuarse de todas maneras, ya que el nombre del guionista y director holandés permaneció en los carteles.




Desconozco qué versión es la real, sólo sé que el largometraje no vio la luz en España hasta este 2012, ya que permaneció bajo llave (es un decir, tuvo pases previos para la prensa especializada en algunos países europeos como Francia o Italia, fue allí donde empezaron a lloverle hostias a diestro y siniestro) seis años. Mi opinión tras verla es que las dudas sobre sacar a la luz el film eran fundadas y lógicas, porque nos encontramos ante un despropósito cinematográfico tal, que enumerar todos los fallos que la convierten en una muy mala película es una misión hercúlea.




Manuel Laureano Rodríguez Sánchez, más conocido como Manolete (Adrien Brody), fue un famoso torero de la primera mitad del siglo XX que perdió la vida el 29 de Agosto de 1947, un día después de sufrir una cogida al enfrentarse al morlaco Islero en la plaza de toros de Linares (Jaén). Durante la víspera del trágico acontecimiento seremos testigos de los últimos días de vida del diestro, mientras recuerda los mejores y peores momentos con el amor de su vida, la actriz española Lupe Sino (Penélope Cruz) que le acompañó de manera intermitente hasta sus últimas horas a pesar de la oposición de los familiares y allegados del diestro.




Manolete es una terrible película que no hay por donde cogerla. Es una de esas tv movies de sobremesa con las que nos maltrata la cadena española Tele 5, protagonizadas por personajes de la farándula y el famoseo, pero con más presupuesto y dos actores de renombre internacional. Se trata de un producto desangelado de ritmo plomizo y soporífero, mal escrito, interpretado, montado y rematado con una falta de profesionaldad tal que no nos permite poner en duda que su gestación debió ser un caos enorme en el que todo el mundo metió mano y en el que nadie parecía saber qué tenía que hacer.




Nada funciona en la cinta de Menno Meyjes. El guión es un folletín de tres al cuarto lleno de clichés, insustancialidades, tópicos rancios y diálogos impostados que incitan a la vergüenza ajena. El retrato de Manolete es paupérrimo y no se parece en nada al hombre introvertido y callado que parecía en la realidad. Cuando el film acaba poco o nada sabemos de su vida o personalidad más allá del campo profesional, porque el sentimental está reducido a su relación eroticofestiva con Lupe, romance falsario, chirriante, poco  realista y tan manido que el espectador no se lo cree en ningún momento.




Tampoco ayuda la desgana de la pareja protagonista, que en un ejercicio de pasotismo global ofrecen lo justo para que los roles salgan adelante de mala manera. Adrien Brody y Penélope Cruz tienen tablas y se nota en pantalla, pero la apatía con la que abordan sus criaturas hacen que el artificio y la redundancia se haga con la historia. Un poco mejor están los secundarios, un Santiago Segura con sobredosis de maquillaje y un Juan Echanove algo más entregado que el resto de sus compañeros. Pero ni ellos hacen que la cinta levante minimamente el vuelo, porque la misma no se sostiene por su propio peso.




Nefasto es también el montaje, que alterna flashbacks y pasajes del presente de manera arbitraria, caótica, impidiendo que el espectador haga pie espaciotemporal (pasando de un año a otro o localizando la acción en ciudades distintas sin venir a cuento) para intentar seguir con lógica la historia. Esto anula un desarrollo adecuado de la relación de los enamorados o la supuesta decadencia de Manolete como torero y sólo consigue que el espectador se pierda entre pasajes sin sentido en los que un Adrien Brody con cara de mapache depresivo suspira por patios cordobeses o calles lacónicas. Aunque nada de esto debería sorprendernos cuando se rumorea por la red que hay hasta 8 montajes distintos de la película. En ese caso podían haber estrenado el bueno (si existe) por consideración con la audiencia.




Puede salvarse un poco la fotografía y la dirección artística. El look visual de la película es pobre, pero las escenas de las corridas taurinas tienen más empaque (aquí casi no se nota que Brody no torea realmente, posiblemente el único acierto del ya mencionado montaje) que las que nos ofreció el polifacético cineasta Javier Elorrieta en Sangre y Arena, aquel esperpento con cuernos que sólo se salvaba por la belleza de un Sharon Stone imponente. Pero en ese sentido también chirrían las imágenes supuestamente líricas (la de las palomas parece un vídeo de campaña del PP rodado por John Woo) metidas con calzador o esa ruptura tonal abrupta que se produce con el flashback de la operación del protagonista, con lentes deformantes y montaje espídico que convierte el film por unos segundos en un sucedáneo de El Milagro de P. Tinto, de Javier Fesser.




Manolete es mala para la salud física y mental, su estreno finalmente fue un error, pero si nos ponemos puristas su misma gestación también lo era. Que conste que he dejado de lado mi repulsa por la mal llamada fiesta nacional o la recreación que han hecho de mi ciudad, que parece haber sido llevada a cabo por un adicto a distinta clase de psicotrópicos. Sólo me he centrado en las miserias de corte cinematográfico que esta, desde ya, cinta de culto de la caspa española, esta película de Vicente Aranda sin tetas, esta mala novela de Corín Tellado en imágenes con capote de grana y oro nos ofrece a lo largo de esos interminables 92 minutos de metraje en los que nos hacemos una sola pregunta: "¿Dónde estás, Matador?".


domingo, 16 de diciembre de 2012

El Hobbit: Un Viaje Inesperado



Título Original The Hobbit: An Unexpected Journey (2012)
Director Peter Jackson
Guión Guillermo del Toro, Philipa Boyens, Fran Walsh y Peter Jackson
Actores Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, James Nesbitt, Aidan Turner, Graham McTavish, Jed Brophy, Stephen Hunter, Ken Stott, John Callen, Adam Brown, Dean O'Gorman, William Kircher, Peter Hambleton, Mark Hadlow, Hugo Weaving, Andy Serkis, Sylvester McCoy, Cate Blanchett, Christopher Lee, Elijah Wood, Ian Holm, Barry Humphries, Jeffrey Thomas, Lee Pace, Conan Stevens, Bret McKenzie





Retorno cinematográfico a la Tierra Media de mano de Peter Jackson, el director y guionista que llevó a magníficas imágenes la trilogía literaria de El Señor de los Anillos creada por el escritor inglés de origen sudafricano, J.R.R. Tolkien en tres largometrajes durante la década pasada, consiguiendo un éxito descomunal de crítica y público y 17 premios de la academia. En esta ocasión se adapta el primer libro que el afamado novelista editó sobre estos célebres personajes, El Hobbit, viendo la luz en 1937 y sin el éxito  que posteriormente tendrían sus continuaciones literarias.




Poco tiempo después del estreno de El Retorno del Rey empezaron a escucharse noticias sobre la adaptación cinematográfica de El Hobbit. Por aquel entonces el proyecto iba a estar impulsado, escrito y producido por el mismo Peter Jackson (lo que era un seguro de vida tras ver su excelente trabajo previo con la obra de Tolkien) y dirigida por el mexicano Guillermo del Toro, director de Hellboy 1 y 2, El Laberinto del Fauno y de la próxima Pacific Rim. Finalmente por problemas de fechas Jackson se hizo de nuevo con la dirección del proyecto y Del Toro pasó a a ser co guionista del mismo.




Hace unos meses se supo que la novela, que en un principio iba a ser adaptada en dos largometrajes, finalmente pasaría a ser llevada a la pantalla grande en tres. Una idea que tenía poco de lógica y sí mucho de interés económico para alargar innecesariamente un texto de no más de 360 páginas con la intención de convertir una modesta obra literaria en otra ambiciosa trilogía cinematográfica sin existir motivos de peso para que el proyecto se abordara de esta manera. El resultado del primer largometraje es en líneas generales muy bueno, pero se le notan algunas carencias conceptuales y estilísticas, sobre todo por lo esperable, el excesivo relleno introducido en el film y el considerable alargamiento de bastantes de los pasajes de la película.




Bilbo Bolsón (Martin Freeman) es un apacible y tranquilo hobbit que vive en paz en la comarca. Un día el mago Gandalf (Ian McKellen) lo visita con un grupo de 13 enanos comandados por Thorin, Escudo de Roble (Richard Armitage) el Rey Bajo la Montaña. Este variopinto club le propondrá iniciar un aventura cuyo fin es recuperar el oro del reino de su pueblo que robó el terrible dragón Smaug. Aunque reacio en principio a la propuesta, Bilbo acabará aceptando la misma. En el trayecto el hobbit, Gandalf y los enanos se enfrentarán a trolls y orcos, visitarán Rivendel, la tierra de los elfos y sufrirán incontables infortunios para llegar a cumplir su complicada misión.




Hay muchas cosas buenas y alguna mala en El Hobbit: Un Viaje Inesperado. La que más llama la atención es que si se ha leído la novela en la que se basa el largometraje uno es consciente (sin enfadarse, pero sí con cierta ironía y sorna) que Peter Jackson se la está dando con queso, que la película está repleta de relleno y subtramas innecesariamente alargadas que en el libro o son mencionadas de pasada o ni siquiera existen como tales en sus páginas. Pasajes que en la novela se despachan en pocas líneas (en un capítulo como mucho) en la cinta pueden durar más de 40 minutos (la cena en casa de Bilbo que sirve como reunión para todo el grupo), pero claro, Jackson sabe lo que hace, inyecta un ritmo espídico, llena todo de referencias e intertextualidad tanto cinematográfica como literaria y da al espectador, y sobre todo al fan de la trilogía anterior o del mismo Tolkien, lo que demanda, pan y circo.




La cinta hereda gran parte de la épica de las anteriores entregas, el guión interconecta personajes y situaciones y Jackson una vez más demuestra que sabe cómo llevar a imágenes el imaginario tolkiano en todo su esplendor, llenando la Tierra Media de hobbits, elfos, trasgos, orcos y demás criaturas fantásticas. Los personajes son fieles a los retratados en el libro (la mayoría de los enanos no están muy definidos, al igual que pasaba en el material escrito) pero el tono de la novela y el rol que ejerce Bilbo en la misma se ven en pantalla algo tergiversados.




La adaptación cinematográfica de El Hobbit sesga de una tacada casi todo el tono de ligereza narrativa y literatura infantil (Tolkien escribió en un principio el libro para sus propios hijos) que contiene la novela y que lo diferencia del que poseían el resto de textos de la saga. Cierto es que hay momentos en que el espíritu desenfadado del escrito se ve en pantalla (sobre todo en el pasaje en el hogar de Bilbo) pero más tarde Jackson se entrega a una trascendencia que en cierta manera chirría un poco, por mucho que esta sea acorde en espíritu con la que transmitían los tres anteriores films.




Por otro lado como ya he mencionado hay bastantes momentos en los que Bilbo queda en un considerable segundo plano algo molesto, depositando la trama el protagonismo en Gandalf, Thorin o el grupo de enanos. La idea en principio no es mala, pero en la novela Tolkien conseguía darle peso a los personajes secundarios sin dejarnos de transmitir que el hobbit (que no por nada da el nombre al libro) era el núcleo central de la historia que nos estaba relatando, que la misma gira alrededor suyo y que sin él esta no podría desarrollarse adecuadamente. Por suerte estos momentos son pocos y los que tienen al tío de Frodo Bolsón como protagonista brillan considerablemente.




No se podría hablar de un gran trabajo actoral, demasiado maquillaje (James Nesbitt irreconocible como Bofur) y un considerable número de personajes impiden hacer una adecuada evaluación valoratiba del trabajo del reparto. Pero por descontado que Martin Freeman está harto creíble como Bilbo Bolsón, que Ian McKellen sigue magistral como Gandalf, que Richard Armitage transmite carisma, grandeza y fuerza como Thorin (magistral el flashback de la batalla de Azanulbizar, posiblemente el mejor pasaje del largometraje) aunque su personaje es bastante más arisco que en el libro. Pero mi corazoncito se va una vez más (puede que por eso Las Dos Torres sea mi película favorita de la trilogía original porque ahí "lo vi por primera vez") con un inmenso Gollum más Gollum que nunca (Andy Serkis merece un monumento) con momentos brillantes en su corta intervención y con apuntes de humor sencillamente inolvidables.




Los fallos que pueda tener el guión o el montaje Peter Jackson los suple con una épica desatada (cómo pone la piel de gallina el momento en que Thorin va a atacar a Azog aunque la secuencia desemboca en un decepcionante coitus interruptus) fan service para satisfacer a los seguidores (Frodo, Galadriel y Saruman metidos con calzador, las primeras notas musicales de los temas más conocidos de la banda sonora compuesta por Howard Shore para las películas anteriores sonando de fondo en momentos puntuales) un ritmo endiablado y mucha aventura. Además, el polémico formato 48fps es todo un acierto, la nitidez y definición de la imagen son soberbias y las escenas de acción ganan en grandilocuencia y acabado artístico. Por el lado malo los efectos digitales pierden algo de solidez, aunque cuando están muy bien trabajados (como en los casos de Azog y Gollum) no se nota.




A Peter Jackson le ha salido bien la primera jugada. Sigue en forma a la hora de transformar en imágenes la letra de Tolkien y entiende perfectamente ese mundo fantástico. Por el camino se cometen fallos, se alargan y añaden tramas innecesariamente (en ese sentido seguro que los que no hayan leído el libro no notarán tanto esos errores) para exprimir al máximo la gallina de huevos de oro, pero en el proceso somos testigos de un cine de aventuras de calidad, con reminiscencias al celuloide comercial americano de los 80 (inevitable en ocasiones pensar en Dentro del Laberinto o Cristal Oscuro) que finalmente se revela como uno de los productos cinematográficos más agradecidos de la temporada.