miércoles, 31 de agosto de 2016

La Mosca II, el testamento del Dr Brundle



Título Original The Fly II (1989)
Director Chris Walas
Guión Frank Darabont, Mick Garris, Jim Wheat, Ken Wheat, basado en personajes de George Langelaan y David Cronenberg
Actores Eric Stoltz, Daphne Zuniga, Lee Richardson, John Getz, Frank Turner, Anne Marie Lee, Gary Chalk, Saffron Henderson, Harley Cross





Mientras un ya desvinculado del proyecto David Cronenberg disfrutaba de las miles del éxito con el estreno de Inseparables (Dead Ringers) su reinterpretación del caso real de los hermanos gemelos Cyril y Stewart Marcus protagonizado por un desdoblado Jeremy Irons consiguiendo el que a día de hoy sigue siendo el cénit de su carrera como cineasta la productora Brooks Films (propiedad del productor Mel Brooks) y 20th Century Fox volvieron a asociarse para dar forma a una secuela de La Mosca, que permitiera a sus inversores conseguir otro éxito como el que se habían permitido con el film protagonizado por Jeff Goldblum y Geena Davis, aunque esta vez tomando como protagonista al hijo que los personajes de estos dos actores tuvieron en el largometraje de 1986, como recordamos, un remake de la versión de 1958 dirigida por Kurt Neumann y que también conoció dos continuaciones. El Regreso de la Mosca y La Maldición de la Mosca dirigidas por Edward Benrds y Don Sharp respectivamente.




Aunque el punto de vista es muy parecido esta La Mosca II no es un remake ortodoxo de El Regreso de la Mosca, la secuela del film de 1958 dirigido por Edward Bernds y protagonizado por Vincent Price (que a su vez ejercía un rol secundario en el film de Kurt Neumann) entre otros. Esta producción de 1989 también toma como protagonista al hijo de Seth Brundle, Martin (Eric Stoltz) pero el mismo como personaje es abordado de una manera muy diferente. El vástago del científico que creó las maquinas de teletransportación y la periodista Verónica Quaife es un inusual caso genético que al haber heredado el ADN mutado de su padre crece a una velocidad desproporcionada y posee una inteligencia superdotada. Desde su mismo nacimiento Martin se encuentra confinado en las instalaciones de la compañía Bartok Industries, propiedad de Anton Bartok (Lee Richardson) para que sus captores puedan vigilar el proceso de transformación que, al igual que sucedió con su progenitor, le convertirá en una mosca humana.




Para abordar esta segunda entrega se colocó en la silla del director Chis Walas, el autor de los efectos de maquillaje del largometraje de David Cronenberg con el que ganó un Oscar en dicha categoría, del guión se ocuparon unos por aquel entonces todavía desconocidos Frank Darabont (Cadena Perpetua, La Milla Verde), Mick Garris (Masters of Horror, Apocalipsis) y los hermanos Jim y Kean Wheat que por aquel entonces sólo eran conocidos por haber participado (de manera no acreditada) en el guión de Pesadilla en Elm Street 4: El Amo del Sueño y haber escrito el de la tv movie Ewoks: La Batalla de Endor y Howard Shore cedió la batuta al no menos talentoso compositor Christopher Young (Hellraiser II, Sinister). Todas estas decisiones dan muestra de que los productores se tomaron totalmente en serio la realización de esta secuela y aunque como es lógico quedó a años luz de su predecesora todavía hoy guarda el tipo como una muy competente cinta de terror y ciencia ficción.




Si La Mosca tomaba como núcleo central un argumento clásico de Serie B para trascender el mismo gracias a un brillante tratamiento de personajes y un guión que incidía en ideas existencialistas y metafísicas La Mosca II abraza totalmente esa naturaleza de explotación para convertirse en una pieza de género tan efectiva como ausente de pretensiones. Mientras David Cronenberg y Charles Edward Pogue ejercían de entomólogos Chris Walas, Mick Garris, Frank Darobont y los hermanos Wheat toman el rol de pirotécnicos que utilizarán todos los clichés del tipo de celuloide al que se adscriben en su propio beneficio pero decorándolos adecuadamente con los últimos avances de la época en efectos especiales para ejecutar una pieza que ofrezca al espectador las sensaciones fuertes que busca en un producto cinematográfico de esta naturaleza, tan intrascendente como bien realizado en sus planos técnico y artístico.




Por suerte el guión a ocho manos no sólo se entrega irremisiblemente al espectáculo de artificio también hay cierto interés por crear unos personajes creíbles y que consigan empatizar mínimamente con el espectador. Eric Stoltz hace un muy buen trabajo como Martin Brundle, su mezcla entre inteligencia e inocencia es cercana y toda la subtrama con el perro (que contiene una meritoria aunque simplista crítica al uso de animales en experimentos científicos) permiten que la platea se implique con su trágica historia, algo que se acentuará todavía más cuando encuentre el amor en Beth Logan (una encantadora Daphne Zuniga) con la que compartirá una convencional pero aceptable historia de amor. Aunque si hay un personaje destacable en La Mosca II ese es el sutil pero amoral villano interpretado por el veterano Lee Richardson, ese Anton Bartok que ejerce como tóxica figura paterna en Martin y que se revela, junto a su peligrosa corporación acechando entre las sombras, como el rol más puramente cronenbergiano del largometraje.




Pese a todo Chris Walas y sus colaboradores saben que no van a poder llegar a las cotas de genialidad de la versión de David Cronenberg, de modo que tratan de hacerse fuertes en los resortes relacionados con el terror, el suspense y la ciencia ficción, El también director de Psicosis Mortal (The Vagrant) ejerce como competente artesano, sabe encuadrar con oficio (precioso el plano general de Martin y Beth bailando mientras la luz que entra en el laboratorio ilumina los Telepods) mantener el ritmo de la narración, ejecutar potentes escenas de acción (ese plano secuencia que sigue los pasos del guardia de seguridad hasta que es eliminado de manera sanguinolenta por el protagonista) y aprovechar al máximo los soberbios efectos de maquillaje que su equipo crea para el proyecto y que se revelan como los más deliciosamente abominables y desagradables realizados por una cinta hollywoodiense desde los que Roy Arbogast, Rob Bottin y Stan Winston diseñaron para el remake de La Cosa dirigido por John Carpenter en 1982.




Aunque en su arranque le cuesta dar sus primeros pasos (todo el inicio con Martin siendo un niño es rutinario y carente de verdadero interés) La Mosca II es una digna secuela del remake dirigido por David Cronenberg. Evidentemente está a años luz del largometraje ideado por el director de Un Método Peligroso o Cosmopolis, pero gracias a su sencillez genérica, carencia de pretensiones y la profesionalidad con la que todos los implicados en su creación abordaron su labor se puede disfrutar considerablemente como un producto entretenido, con algunos momentos muy bien ejecutados, un reparto bastante competente y alguna interesante reflexión, no muy trascendente, planteada en el tan previsible como efectivo guión que sustenta el proyecto. Una demostración más de que hasta fuera del cine infantil los años ochenta ofrecieron no pocos proyectos de cariz indudablemente comercial que a día de hoy, casi treinta años después de su estreno, siguen mostrando ideas y resoluciones formales más interesantes que el 90% de los productos actuales nacidos en el seno de la meca del cine.



martes, 30 de agosto de 2016

La Mosca (1986), el experimento del Dr Brundle



Título Original The Fly (1986)
Director David Cronenberg
Guión Charles Edward Pogue y David Cronenberg, basado en la historia corta de George Langelaan
Actores Jeff Goldblum, Geena Davis, John Getz, Joy Boushel, Leslie Carlson, George Chuvalo, Michael Copeman, David Cronenberg, Carol Lazare, Shawn Hewitt







En el año 1983 el cineasta canadiense David Cronenberg rodó dos largometrajes diametralmente opuestos. El primero fue Videodrome, un suicidio artístico y conceptual protagonizado por James Woods y la cantante Debbie Harry con el que radicalizaba su discurso y en el que ponía sobre la palestra por primer vez de manera explícita y nominal su concepto de la "Nueva Carne" o lo que es lo mismo, un paso más en la escala evolutiva en el que el ser humano se fusionaba con la tecnología dando forma a una nueva entidad corpórea. El segundo La Zona Muerta, una adaptación de la excelente novela homónima de Stephen King producida por el prolífico Dino de Laurentiis y con un reparto formado por Christopher Walken, Martin Sheen, Brooke Adams, Tom Skerrit y Herbert Lom entre otros. Sería esta cinta que extrapolaba a imágenes las aventuras de John Smith, el hombre que podía predecir el porvenir de sus allegados con sólo tocarlos, el puente que llevaría al director de Rabia o Scanners a Hollywood.




El cineasta Mel Brooks en su labor de productor fue quien hizo llegar a David Cronenberg el guión de La Mosca, un proyecto que revisaría para el celuloide la cinta de culto homónima dirigida en 1958 por Kurt Neumman inspirada en un relato corto de George Langelaan incluido en una antología literaria adscrita a la ciencia ficción titulada Relatos del Antimundo. El libreto escrito por Charles Edward Pogue (Dragonheart, Psicosis III) sorprendió gratamente al director de Ontario cuando al leerlo descubrió que en él podía encontrar no pocas de sus inquietudes cinematográficas como la mutación física y psicológica del ser humano, la enfermedad como elemento nuclear del relato, el uso de las altas tecnologías como elemento deshumanizador y la presencia de misteriosas corporaciones que conspiran en la sombra. Después de reescribir el guión él mismo y con la ayuda de la 20th Century Fox que amparó el producto el debut del director de Crash en Hollywood vio la luz con Jeff Goldblum y Geena Davis como protagonistas y el éxito no se hizo esperar.




Durante una convención el científico Seth Brundle (Jeff Goldblum) conoce a la periodista Verónica Quaife (Geena Davis) y la invita a su casa para mostrarle un experimento que según él cambiará la historia de la humanidad tal y como la conocemos. Una vez allí Brundle muestra a su invitada dos cabinas con las que puede teletransportar materia artificial pero no orgánica. Con el paso del tiempo la pareja irá estrechando lazos y ambos aunarán fuerzas para conseguir por fin transportar de uno a otro de los Telepod (que así se llaman dichos artilugios) tejido con vida. Una vez conseguido el reto el mismo Brundle, durante una noche de despecho y borrachera, probará consigo mismo la máquina de su creación sin saber que en el mismo momento en el que va a realizar el proceso de teletransportación una mosca entra junto a él en el Telepod dando pie a que ambos ADN se fusionen y den forma a una criatura deforme que poco a poco irá devorando la humanidad del científico convirtiéndolo en un insecto viviente.




La Mosca ofreció no pocas satisfacciones a David Cronenberg. Por un lado fue la consolidación de su madurez como autor (la misma que llegaría a su máximo exponente dos años después con Inseparables, la que a día de hoy sigue siendo su mejor obra) por otro suponía su entrada con alfombra roja en la meca del cine ayudado por un guión ajeno que se adscribía tanto a su discurso cinematográfico como para permitirle no dejar de ser él mismo sin tener que convertirse en uno más de esos cineastas independientes de sobrado talento que deben vender su alma para trabajar en Hollywood y por último se trató de un proyecto que le permitió equilibrar de manera totalmente armónica la vertiente más física y gore de su cine pretérito con esa nueva vertiente de calado psicológico que tuvo su germen en la magnífica, y en cierta manera autobiográfica, Cromosoma 3 (The Brood), permitíendole ahondar a partir de entonces más en la mente de las criaturas que poblaban sus peculiares producciones como director.




Pero The Fly no sólo fue un producto destacado por el paso evolutivo que supuso para su creador o por haber encontrado en un proyecto que él no había ideado muchas de sus constantes narrativas sino también porque con él pudo acercarse más que nunca a un apunte autobiográfico de su propia vida como la muerte de su padre por culpa de una larga enfermedad degenerativa en el año 1973, hecho que influyo en su personalidad cinematográfica y que sobrevuela toda su obra, pero que en esta cinta de 1986 se revela de manera más explícita. Posiblemente esta situación sea la que incitara a Cronenberg y su co guionista a perfilar con más profundidad a sus dos personajes principales convirtiendo el largometraje casi en una obra teatral (aparte de la presencia de los protagonistas sólo el rol de John Getz tiene algo más de peso, reduciendo el film a un reparto mínimo) que aunque presume de unos efectos especiales y de maquillaje brillantes por suerte se centra principalmente en el desarrollo de los caracteres.




Seth Brundle no es una muestra del mad doctor prototípico del celuloide de terror y ciencia ficción, es un hombre carismático, elegante, con un más que considerable atractivo físico y no del todo asocial. Esto gracias no sólo al guión de Charles Edward Pogue y David Cronenberg, sino también a la excelente labor de un Jeff Goldblum sencillamente pletórico. Estas son las características de su personalidad que atraen a Verónica (una magnífica Geena Davis en su por aquel entonces primer papel totalmente dramático) que se revela como el, posiblemente, primer papel femenino de la filmografía de Cronenberg que aporta un considerable peso a la trama y no se reduce a ser un vehículo narrativo para potenciar al rol masculino (aunque algo de ello hay) o el personaje negativo que reactive el debate sobre la supuesta misoginia del director de Una Historia de Violencia o Promesas del Este. De este modo la interacción entre la pareja es total y va asentando las bases de la historia de amor y tragedia que compartirá a lo largo del metraje.




Pero aunque en La Mosca se incida en la relación emocional de sus protagonistas la historia que verdaderamente interesa a David Cronenberg es la del científico que quiere cambiar el curso de la historia. y qu se deja devorar por la ambición El director de El Almuerzo Desnudo utiliza los últimos días de vida de Seth Brundle como una extensión conceptual de los cambios físicos y psicológicos que sufría el Max Renn de Videodrome y el John Smith de La Zona Muerta respectivamente creando un paralelismo bastante claro con los estragos que el cáncer produce en un cuerpo vivo, Todo el contexto de la creación de un teletransportador de materia es la excusa argumental para que el canadiense pueda incidir en su idea de la "Nueva Carne" y la descomposición (en todas sus vertientes) moral y corpórea de nuestra sociedad en general y del ser humano como individuo en particular. Es su visión como entomólogo del hombre de finales del siglo XX y principios del XXI a la máxima potencia aunque esta vez su rol demiúrgico no es tan distante y hay algo más de implicación en la tragedia que sobrevuela el trayecto vital de sus personajes.




En un planó técnico el trabajo de David Cronenberg es sencillamente brillante, como suele ser habitual en su impronta. Una puesta en escena medida y ejecutada con prodigiosa simetría, ninguna floritura innecesaria con la cámara más allá de los trucajes visuales para dar forma a los "nuevos hábitos como insecto" de Brundle y un uso magistral de los brillantes efectos de maquillaje de un Chris Walas pletórico con el látex y la animatrónica (merecido Óscar en este apartado aquel año 1986) no sólo con la transformación física que experimente el protagonista sino también con algunas creaciones aterradoras como la masa informe y retorcida en la que se convierte el simio que el científico utiliza para sus experimentos (ecos inevitables al remake de La Cosa que realizó John Carpenter sólo cuatro años antes) la gigantesca larva de la escena del alumbramiento o los efectos en objetos y personas (el brazo del camionero que echa el pulso con el personaje de Jeff Goldblum) que produce la fuerza sobrehumana que contrae dicho personaje durante los primeros compases de su transformación. Todo ello enfatizado con inolvidable score de un Howard Shore a esas alturas mimetizado al 100% con el estilo cinematográfico de David Cronenberg.




Aunque La Mosca supuso un enorme éxito de crítica y público y ganó no pocos galardones internacionales en distintos festivales David Cronenberg no se dejó encandilar por los cantos de sirena de Hollywood y para su siguiente proyecto (la ya mencionada Inseparables) volvió a su Canadá natal para seguir dando forma, con un control artístico total, a la que sigue siendo una de las carreras cinematográficas más personales y originales del cine contemporáneo. Mientras el cineasta de Ontario volvía a su independecia autoral Brooks films y 20th Century Fox volvieron a aunar fuerzas tres años después para rodar La Mosca 2, una secuela del film que nos ocupa dirigido por el mismo Chris Walas, creador de los efectos de maquillaje del remake que nos ocupa, con Eric Stoltz, Daphne Zuniga, Lee Richardson y John Getz entre otros como protagonistas y cuyos resultados analizaremos dentro de poco en una nueva entrada del blog para reivindicarla como una más que aceptable secuela que, aún estando lejos de su predecesora, contiene algunos apuntes interesantes que la hacen merecedora de cierto crédito.



lunes, 29 de agosto de 2016

Cazafantasmas (2016)



Título original Ghostbusters (2016)
Director Paul Feig
Guión Katie Dippold y Paul Feig, basado en personajes de Dan Aykroyd y Harold Ramis
Actores Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Leslie Jones, Kate McKinnon, Cecily Strong, Chris Hemsworth, Andy Garcia, Michael Kenneth Williams, Neil Casey, Matt Walsh, Nate Corddry, Mark Burzenski, Pat Kiernan, Nick Austin




En el año 1984 el director canadiense Ivan Reitman y los actores y guionistas norteamericanos Dan Aykroyd y Harold Ramis decidieron ir un poco más allá con respecto a las previas colaboraciones cinematográficas que habían compartido e idearon una comedia con apuntes de terror llamada Cazafantasmas que narraba las aventuras de un grupo de científicos que se dedicaban a recorrer la ciudad de New York para atrapar todas las entidades sobrenaturales que decidían aterrorizar a los habitantes de la Gran Manzana. Al carro se subieron también Bill Murray, Ernie Hudson, Sigourney Weaver, Rick Moranis o Annie Potts entre otros y el éxito, como todos sabemos, fue descomunal. Ghostbusters se convirtió de la noche a la mañana en un taquillazo brutal que dejó una huella indeleble en la mente de no pocos espectadores y aunque cinco años después su secuela, Cazafantasmas 2, no tuvo el mismo recibimiento el que aquí suscribe ya la defendió hace un tiempo como una más que digna continuación del film primigenio en este artículo con el que repasamos la saga y sus derivados. La idea de una nueva secuela o un reinicio de la franquicia llevaba décadas tanteándose en las oficinas de Sony Pictures Entertainment, pero la negativa del actor de Lost in Translation a participar en el reparto o la defunción del gran Harold Ramis dieron al traste con una continuación de los films originales. De modo que el remake era la única solución por parte de Hollywood para resucitar a los cazadores de fantasmas más famosos del cine moderno. El problema es que el lógico y comprensible recelo hacia revisar películas de culto que no merecen una nueva versión pasó a algo más grave cuando los productores del nuevo proyecto decidieron que este pasaría a estar protagonizado por cuatro mujeres en logar de los hombres que dieron vida a los personajes principales en los films de los años 80.




Es posible que en los meses posteriores a la elección del reparto femenino de la nueva Cazafantasmas un servidor haya asistido a algunos de los comportamientos y comentarios más vergonzosos y sonrojonates de toda mi vida como cinéfilo y para más escarnio viniendo la mayoría de ellos de miembros de mi mismo sexo. Expresiones como “feminazis”, “destructores de infancias” o “corrección política” se encontrarían entre las más moderadas leídas por la red relacionadas con el tema de este remake, eso siempre que eludamos las aberrantes opiniones en las que se hacía mofa con el aspecto físico de las actrices (como todos recordamos los protagonistas de los dos films originales eran unos Adonis dentro de Hollywood) enfatizando que una cinta de Ghostbusters jamás podría estar interpretada por mujeres, sin dar motivos de peso para defender tan peregrina idea. De manera tan demencial como vírica el odio hacia todo lo relacionado con la cinta de Paul Feig llegó a unos cotas alarmantes de vergüenza ajena cuando veíamos a su primer trailer convertirse en el vídeo con más votos negativos de la historia de Youtube, a la actriz Leslie Jones tener que abandonar la red social Twitter tras recibir una enorme ola de insultos sexistas, IMDB llenarse de notas negativas antes de estrenarse el film, al fandom más cerril y radical volverse más loco todavía cuando la crítica americana reseñaba la película como un muy competente ejercicio de cine veraniego y ya alcanzando el mayor nivel de despropósito cuando Dan Aykroyd defendió que este reboot era mejor que los largometrajes originales para seguidamente los seguidores más extremistas echárseles al cuello, es decir, gente que llega a defender de manera tan dogmática un producto que cree de su propiedad como para llegar a insultar al creador del mismo.




Dejando de lado el tema polémica que nos confirma de manera tajante que nos queda mucho camino que recorrer para erradicar términos como la intolerancia, el machismo o la inmadurez vamos a hablar, ya en un plano estrictamente cinematográfico, de lo que supone como película esta nueva Cazafantasmas. No se puede decir que Sony no haya tratado de poner todo de su parte para que este reinicio de la saga esté arropado por profesionales cuyo talento sea dificilmente rebatible. Para dirigirla la elección de Paul Feig es sencillamente brillante, ya que nos encontramos con uno de los mejores directores de comedia actuales teniendo en su haber films divertidísimos como Espías (Spy), Cuerpos Especiales (The Heat) la muy alabada La Boda de Mi Mejor Amiga (Bride Maids) e incluso alguna serie de culto como Freaks & Geeks, ideada esta junto a su amigo, el también guionista y cineasta, Judd Apatow. El reparto está formado por la habitual de Feig y actual reina de la comedia americana estadounidense Melissa McCarthy, Kate McKinnon y las asiduas del programa Saturday Night Live, Leslie Jones y Kristen Wiig, esto último también utilizado como arma arrojadiza por no pocos exégetas que afirmaban lo injusto que era dar un papel a humoristas que podían haber ejercido intérpretes de verdad, los mismos que suponemos desconocerán que Dan Aykroyd y Bill Murray también salieron de la cantera de aquel mítico y longevo show antes de aparecer en la primera Cazafantasmas. Finalmente y poniendo la peculiar nota masculina tenemos al mismísimo Dios del Trueno, Chris Hemsworth, dando vida a Kevin, el guapo pero poco avispado recepcionista de las cuatro científicas expertas en dar caza a lo sobrenatural y al que se sumarán una serie de numerosos cameos que es conveniente no mencionar aquí.




Cazafantasmas, pese a quien le pese, es un magnífico blockbuster veraniego, una superproducción que apela por el escapismo ligero y la diversión en sesión continua, una muestra clara de qué puede llegar a hacer Hollywood cuando pone al frente de un proyecto de esta envergadura a unos autores que sienten verdadero cariño y respeto por el material de partida sobre el que construirán su producto. Este remake del presente 2016 es escrupulosamente fiel al largometraje de 1984 dirigido por Ivan Reitman y escrito por Dan Aykroyd y Harold Ramis, de hecho en ocasiones lo es tanto que peca de autocomplacencia (la estructura de las trama en ambos films en sencillamente indéntica) y eso le impide tomar forma como proyecto independiente y volar libre, pero sabiendo la presión a la que se han visto sometidos los creadores del largometraje y las ingentes cantidades de bilis que sobre ellos se han regurgitado era de esperar que no arriesgaran en este sentido y a fe mía que no lo hacen. El tono de comedia amalgamada con pasajes de terror está siempre presente en pantalla y en ese apartado hay que destacar un soberbio diseño de los fantasmas que en poco tiene que envidiar a lo de los films originales y unos efectos digitales sencillamente brutales que hasta cuando se muestran más hiperbolizados (ese clímax final desatado y apocalíptico) siempre están supeditados a la historia que Paul Feig y su co guionista Katie Dippold están narrando. En todo momento se nota que en Sony se han tomado muy en serio el relanzamiento de la franquicia ectoplásmica porque por un lado tanto como producto cinematográfico para toda la familia y por otro como revisión de la obra original este remake funciona a la máxima potencia.




Aunque el arranque es muy potente y en él ya podemos vislumbrar cuán respetuosos van a ser los autores con las entregas previas de la saga al largometraje le cuesta dar sus primeros pasos. La película tiene que realizar muchas acciones al mismo tiempo como mostrar las señas de identidad estilísticas de su puesta en escena, calibrar el tono de comedia al que se va a entregar el resto de metraje y presentar a los personajes que con unas leves pinceladas tienen que dar las primeras muestras de sus distintas personalidades. En este proceso los guionistas inyectan una cantidad brutal de gags y chistes por minuto de modo que los descacharrantes y de una brillantez intachable se alternan con los tibios o menos inspirados, pero por suerte este es el tipo de films que pone una sempiterna sonrisa en la cara de un espectador que en no pocas ocasiones se verá interrumpida por la carcajada o el llanto por culpa de la risa (debo admitir que hay al menos tres golpes en el film que me hicieron saltar las lágrimas). Los escritores se hacen fuertes en apartados como el de dar, dentro de lo que cabe, una explicación científica coherente a las actividades paranormales que las protagonistas llevan a cabo y sobre todo o el de aprovechar la era internet y la imediatez de las redes sociales para haber podido meter dentro del film referencias a las muchas descalificaciones personales que las actrices y la producción han recibido (todo apunta a que cuando salió el primer y machacado trailer el film todavía se estaba rodando, porque es imposible que tantas referencias a la realidad sean fruto de la casualidad) transmitiendo el proyecto una sensación de revanchismo bien entendido que regala algunos de los mejores gags del guión. Sirvan como ejemplo cuando las protagonistas leen los comentarios que los usuarios les dejan en los vídeos que cuelgan en Youtube, las menciones a que sus uniformes parecen de basureros o declaraciones machistas por parte de algunos personajes que parecen haber sido sacados de los comentarios que se han vertido sobre el film en la red.




Como era de esperar el reparto está a la altura de la situación y las cuatro actrices son unas muy dignas herederas del casting de actores masculinos que dieron vida a los Cazafantasmas en 1984 y 1989. Que nadie busque en los personajes de este reinicio émulos de los de los film originales, los aquí presentados son otros con personalidades diferentes que en algunos apuntes toman señas de identidad de los interpretados por Murray, Aykroyd, Ramis y Hudson, pero sin que se conviertan en sus contrapartidas femeninas. Aunque Melissa McCarthy es uno de los personajes con más notoriedad y el nombre más conocido del reparto su labor no destaca por encima del resto de sus compañeras. Una vez más su director fetiche le regala una gran cantidad de gags y diálogos con los que explotar su más que contrastadoa vis cómica, pero más entrañable y disparatada se muestrae Kristen Wiig, una actriz especialmente dotada para el humor físico y poseedora de una comunicación no verbal y una gestualidad sencillamente brillantes. Leslie Jones también se gana el sueldo a conciencia con pasajes divertidísimos como su vida como trabajadora en el metro antes de ingresar en las Cazafantasmas, su peculiar manera de “exorcizar”o sus reacciones cuando se enfrenta a sus primeros fantasmas. Pero un servidor se queda enamorado de esa mezcla entre chulería, locura y pasotismo amalgamados en el cuerpo de una brillante Katie McKinnon, que se revela como el mayor acierto de casting del film ofreciendo una cara de los Cazafantasmas entre alocada, sensual y lúcida que ofrece momentos brillantes y que tiene su culmen cuando en plena batalla campal decide probar sus “nuevos juguetitos”, una pasaje de acción magnífico. Por último no olvidarme de Chris Hemsworth como el atontado Kevin, ya que el australiano muestra aquí unas dotes envidiables para el humor y reirse de sí mismo con un personaje puede que demasiado estúpido, pero que sirve como reflejo masculino del clásico rol de secretaria guapa pero tonta con el que Hollywood lleva décadas creando estereotipos pueriles y sexistas.




Pero lo que más ha sorprendido al que suscribe de una película como Cazafantasmas ha sido la labor de Paul Feig detrás de las cámaras. Este remake es sin lugar a dudas el proyecto más grande el que se implica el director de episodios de The Office o Arrested Development y como maestro de ceremonias muestra un control total de un presupuesto tan abultado como el que Sony pone a su disposción. El cineasta sabe conjugar la comedia con el terror, hacer un uso brillante de los magníficos fantasmas que los CGI crean con gran maestría estilísitca, mantiene el nivel que siempre ha poseido como director de actores, pero sobre todo llama la atención lo resuelto que se muestra con las escenas de acción, algo que ya se dejó notar en Espías pero que en la cinta que nos ocupa se ve multiplicado exponencialmente hasta el límite de ofrecer algunos de los pasajes técnicos mejor rodados de todo lo que llevamos de verano. Esa recta final con terremotos, espectros dominando el skyline newyorkino, el desfile de globos gigantes rematados con ese entrañable cameo final o la aparición del descomunal “final boss” (toda una declaración de principios la forma que toma el mismo para enfrentarse a las protagonistas) son muestra fidedigna de que Feig y su equipo técnico lo han dado todo para ofrecer una muestra quintaesencial de lo que debería ser normalmente el cine palomitero made in Hollywood, convirtiendo a Ghostbusters en una montaña rusa con subidas y bajadas que saciarán el apetito de todo tipo de espectadores que no se dejen llevar por los prejuicios.




Cazafantasmas es puro cine de evasión, un producto para toda la familia que cumple casi todas las expectativas que se pudieran depositar en él respetando a los largometrajes a los que da reinicio y atrayendo a nuevas generaciones de fans para que descubran el universo creado hace casi veinticinco años por unos humoristas con talento que han delegado responsabilidades en otras que no lo son menos. Por desgracia la inquina que atrajo el proyecto desde su misma gestación ha pasado factura en el rendimiento en la taquilla y por ahora Sony no ve rentable la película como para pensar en unas secuelas que permitirían a la nueva versión de la franquicia tomar su propia personalidad, dar forma a su propia idiosincrasia y permitir a unos personajes desternillantes desarrollarse y ganar enteros en pantalla. La última película de Paul Feig merece mucho la pena, por la labor de este detrás de las cámaras y al guión, por la excelente entrega de cuatro actrices en estado de gracia que explotan al máximo su sobrado talento para el humor y por pasajes como el del concierto, los intentos del personaje de Kristen Wiig por ligar con el de Chris Hemsworth, por las salidas de este (el momento comparación de fotografías es hilarante) por los cameos de la mayor parte del casting de la cinta original y por ser un proyecto ejecutado con pericia, mimo y la sana intención de hacer reír. Recomiendo ir a verla con la mente abierta y sin condicionamientos de ningún tipo (y el que aquí habla es un fan a muerte de la saga original y sus variantes) porque hablamos de cine comercial de calidad, porque poco importa el género de las protagonistas si hacen bien su trabajo, porque es de estúpidos tomarse en serio algo tan liviano como un blockbuster y porque si el hecho de que hagan un remake “con mujeres” de tu película favorita “arruina tu infancia” eso es síntoma inequívoco de que la misma dejó mucho que desear.


sábado, 27 de agosto de 2016

Ocurrió Cerca de su Casa, asesinato en 8mm




Título Original C'est Arrivé Près de Chez Vous (1992)
Director Rémy Belvaux, André Bonzel, Benoît Poelvoorde
Guión Rémy Belvaux, André Bonzel, Benoît Poelvoorde, Vincent Tavier
Actores Benoît Poelvoorde, Rémy Belvaux, Jacqueline Poelvoorde Pappaert, Nelly Pappaert, Hector Pappaert, Jenny Drye, Malou Madou





Es curioso que cuando se mencionan cuales son los trabajos cinematográficos más destacados en el subgénero found footage o falso documental todo el mundo nombra producciones como la infame Holocausto Caníbal, de Ruggero Deodato, El Proyecto de la Bruja de Blair, de Eduardo Sánchez y Daniel Myrick o sagas como la española [·REC], ideada por los cineastas Jaume Balagueró y Paco Plaza y la americana Paranormal Activity. Pero pocos se acuerdan de que en 1992 dio mucho que hablar una cinta belga titulada C'est Arrivé Près de Chez Vous (Ocurrió Cerca de su Casa en España) escrita, dirigida, producida, montada y protagonizada por tres jóvenes cineastas llamados Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde. Este film tuvo un gran éxito en el festival de Sitges de aquel año ganando los premios a mejor actor, para Benoit Poelvoorde, y mejor película teniendo como rivales en esa edición a pesos pesados como Braindead, de Peter Jackson, Reservoir Dogs, de Quentin Tarantino (aunque esta se llevó los premios a mejor director y guión, como era de esperar) El Ejército de las Tinieblas, de Sam Raimi o El Almuerzo Desnudo, de David Cronenberg.




Ocurrió Cerca de su Casa narra cómo un equipo de filmación de jóvenes cineastas sigue las andanzas de Ben, un asesino en serie de cuya vida están rodando un peculiar documental. En el proceso el tan carismático como demente criminal irá explicando pormenorizadamente por un lado su vida diaría con su familia, amigos y allegados, haciendo hincapié en su pasión por la poesía, la música o el cine y por otro su modus operandi como homicida, argumentando las diferencias existentes entre matar ricos o pobres, niños o ancianos, belgas o inmigrantes, todo esto mientras va estrechando lazos con unos realizadores que se dedican a capturar sus "hazañas" cámara en mano y que poco a poco se irán implicando cada vez más en las fechorñias del protagonista llegando a convertirse primero en cómplices y después en asesinos tan o más descerebrados que él. Esta es la trama central del único film como directores de Rémy Belvaux, André Bonzel, Benoît Poelvoorde y la misma sirve al trío de autores para asestar un fuerte puñetazo en el estómago del espectador.




C'est Arrivé Près de Chez Vous es un largometraje que no hace concesión alguna a la platea, sin glorificar ni criticar los brutales actos de su protagonista los expone de manera seca, cruenta y directa. Hay quien afirma que el film del trío Belvaux/Bonzel/Poelvoorde exhala realismo por sus cuatro costados para exponer cómo poco a poco ciudadanos normales y corrientes pueden llegar a dejarse influenciar por un sociópata desalmado y con ello convertirse en personas como él. Un servidor no opina lo mismo, ya que aunque estéticamente el largometraje se deja influenciar por la veracidad estética del Free Cinema británico, el neorrealismo italiano o la Nouvelle Vague francesa, desde su mismo arranque hay un matiz de surrealismo, de exageración granguiñolesca que no nos permite tomarnos completamente en serio la obra, algo que por otro lado no suaviza las escenas bestiales que captura su vívida cámara. El largometraje no habla de un criminal que incita a otras personas a emular sus actos, ya que los cineastas que capturan para la posteridad las vivencias de Ben desde el mismo inicio del film ya son cómplices de los asesinatos que este perpetra, de modo que pasado por el prisma de ese punto de vista Ocurrió Cerca de su Casa disertaría sobre una juventud demente y enferma, pero esa no es su misión principal.




Esta visión un tanto deformada de la realidad es precisamente la que permite a los guionistas, directores y actores inyectar un humor negro sencillamente brutal y no hablamos sólo del que nace cada vez que el personaje de Ben abre la boca como al lamentar el estado laboral en el que se encontraba el guardia de una obra de raza negra al que acaba de asesinar (pero al que no quiere tocar por si le contagia el SIDA), cómo se jacta de haber eliminado a unos marroquíes pero habíendolos "enterrado mirando hacia la meca" como si de un acto respetuoso se tratase o tomar como un hábito sano empezar el mes matando a un cartero, sino también del que estructura globalmente la obra. La muerte de los dos sonidistas (¿referencia a los baterías "muertos en extrañas circunstancias" de This is Spinal Tap, otra joya del falso documental?) con las exageradas y miméticas declaraciones de Remy delante de la cámara, los protagonistas topándose con otro equipo de rodaje que acompaña a otro asesino, la  inexistente policía que nunca hace acto de presencia a pesar de que Ben mata a plena luz del día y con testigos o la reacción de los amigos del personaje principal con lo que acontece durante su cumpleaños son pasajes que confirman el tono de humor entre surrealista y políticamente incorrecto de la producción.




Aunque, como previamente hemos mencionado, este tono exagerado no es óbice para que los cineastas expongas algunas escenas de violencia explícita muy crudas, no ya sólo en el plano físico, sino también en el psicológico. El mismo film se abre con Ben estrangulando a una mujer en un tren y el desarrollo de la trama irá alternando las escenas de esta naturaleza con las más hogareñas. Podremos ver al protagonista disparar a todo tipo de viandantes, deshacerse de sus cadáveres o dar palizas de muerte a desaprensivos para que poco a poco estas situaciones vayan ganando en visceralidad, y paradójicamente, ironía. La secuencia que más recuerdó como espectador y que fue una de las que se me quedó grabadas a fuego cuando vi el film  por primera vez veinte años atrás (hace poco la revisé en bluray para realizar esta crítica) es la de la anciana a la que Ben da un "susto de muerte". Ver a la señora agonizar mientras él explica a la cámara que al ver los medicamentos para el corazón en la mesa del saló ya sabía cómo debía actuar resulta tan aterrador como descacharrante y apuntes como el personaje de Poelvoorde quitándose de encima la mano de la mujer cada vez que intenta tocarlo para pedirle ayuda transmiten una incomodidad totalmente real que atraviesa la pantalla.




No le van a la zaga tampoco secuencias como la de los dos asaltos a inmuebles, uno en un barrio adinerado y otro en uno obrero, que no se diga que nuestro protagonista es un clasista en lo que al asesinato y la tortura se refiere. De la incursión a la casa de familia rica destaca el asesinato del padre en el lavabo (ese micro captando el cuello rompiéndose) con referencia divertidísima a la película El Viejo Fusil y a Philip Noiret incluida, el ataque que sufre la madre en el suelo al ser golpeada en la cara por Ben y sobre todo la asfixia del niño con la almohada en la que el personaje principal recibe la ayuda de un Remy ya totalmente implicado con las fechorías de su "protagonista". En el otro ataque hogareño encontramos a una pareja realizando el acto sexual, seguidamente tanto Ben como todo el equipo de rodaje violan a la muchacha ante la impotente mirada de su novio (aunque no parce muy afectado, todo hay que decirlo) y al día siguiente encontramos el cuerpo de la chica con los intestinos fuera y a los protagonistas tirados por el suelo de la cocina como si hubieran pasado una noche de borrachera normal y corriente.




Lo más interesante de todas estas escenas que estamos mencionando es que se desarrollan de cara al espectador con el personaje de Ben explicándolas con sorna y un sentido del humor explícitamente mórbido que despierta la simpatía del que visiona y ahí radica una de las mayores virtudes de Ocurrió Cerca de su Casa, esa perversión vírica que transmite el objetivo de la cámara de los tres realizadores y guionistas para apelar a la complicidad de un patio de butacas que en más de una ocasión "se divertirá" con los abominables actos de este grupo de criminales. Con la implicación del equipo de rodaje en las barbaridades de Ben no sólo se retrata una generación de individuos amorales, como apunté unos párrafos más arriba, también se realiza una interesante alegoría sobre el poder vampirizador del cine, la liberación primaria a la que una cámara puede incitar cuando estamos compartiendo el día a día con un individuo que convierte el asesinato en un hábito tan rutinario como cualquier otra actividad lúdica que pudiera llevar a cabo en su quehacer diario.




Benoît Poelvoorde, él tiene la culpa de todo. El actor belga es el principal responsable de que un asesino como el que interpreta en Ocurrió Cerca de su Casa caiga bien al espectador. El Ben al que él da vida y del que conoceremos a toda su familia (la real del actor, lo que acantúa la potencial empatía que podamos sentir por él) es un dechado de carisma, socarronería, y mala baba, un tipo que puede transmitir en la misma secuencia, y con una facilidad pasmosa, terror, simpatía, elegancia y patetismo. Dentro del largometaje sus monólogos directamente a cámara son los mejores momentos del mismo como al inicio del largometraje cuando comenta cuánto lastre necesita un cadáver para ser sumergido en agua dependiendo de su edad o tamaño, cuando explica lo poco que le gusta asesinar niños mientras está matando a uno, las secuencias en las que está borracho y se encara con el equipo de rodaje o esos arrebatos artísticos en los que lo vemos recitar poesía, tocar el piano o dar lecciones sobre autores pictóricos antes o después de verlo cometer homicidios sin el más mínimo remordimiento.




C'est Arrivé Près de Chez Vous es pura sesión golfa, hija de La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick y madre de Asesinos Natos de Oliver Stone la cinta de Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde es el equivalente cinematográfico al típico chiste de mal gusto que sólo contamos entre amigos de confianza y con bebidas espirituosas, u otras sustancias, de por medio. Su único fallo es que su fórmula se vuelve algo redundante a lo largo del metraje y su final se antoja precipitado y caótico, por lo demás nos encontramos con una reivindicable cinta de culto que supuso la única incursión como directores de sus responsables. Después André Bonzel ha ejercido de director de fotografía para otros realizadores, Rémy Belvaux se dedicó a la publicidad y tuvo sus quince minutos de renovada fama al lanzarle una tarta en plena cara a Bill Gates en 1999 para nueve años después suicidarse lanzándose a la vía de un tren. Benoît Poelvoorde por el contrario se ha convertido en una de las caras más reconocibles de la comedia romántica belga y francesa, quién lo diría habiéndose dado a conocer al mundo como el perfecto asesino de personas de la tercera edad.



martes, 23 de agosto de 2016

Mucho Ruido y Pocas Nueces, crazy little thing called love



Título Original Much Ado About Nothing (2012)
Director Joss Whedon
Guión Joss Whedon, basado en la obra de William Shakespeare
Actores Amy Acker, Alexis Denisof, Nathan Fillion, Clark Gregg, Reed Diamond, Fran Kranz, Jillian Morgese, Sean Maher, Spencer Treat Clark, Riki Lindhome, Ashley Johnson, Emma Bates, Tom Lenk, Brian McElhaney, Joshua Zar, Paul M. Meston, Romy Rosemont







Los que conocemos con un mínimo de profundidad la carrera del guionista, productor, cineasta y actor ocasional Joss Whedon sabemos de su predilección por rodearse de amigos cercanos a la hora de realizar no pocos de sus proyectos de ficción. A lo largo de los rodajes de series como Buffy Cazavampiros, Ángel, Firefly o Dollhouse el director de Serenity fue estrechando lazos con, sobre todo, actores como Alexis Denisof, Amy Acker, Nathan Fillion, Alan Tudyk, Sean Maher, Tom Lenk o Frank Krantz, varios de ellos presentes en el largometraje del que vamos a hablar a continuación que se rodó justo después de que su autor finalizara la producción de Los Vengadores revelándose como el lado opuesto de aquella superproducción auspiciada por Marvel Studios que se convirtió en una de las películas más taquilleras de la historia del cine.




El origen de Mucho Ruído y Pocas Nueces viene del año 2002, en aquella época Joss Whedon y su esposa Kai Cole invitaban a sus mejores amigos actores a casa para allí recitar algunas de las obras más famosas escritas por William Shakespeare por simple diversión. Esta fue la semilla de esta nueva adaptación de Much Ado About Nothing que es abordada por su autor de manera totalmente opuesta a como Kenneth Brannagh lo hizo con la suya en 1993. Durante aquellas sesiones el director de Los Vengadores: La Era de Ultrón percibió que los dos actores que mejor se desenvolvían con la prosa del bardo eran Alexis Denisof y Amy Acker, intérperetes que habían colaborado con él, principalmente, en la serie Ángel, el spin off de Buffy Cazavampiros protagonizado por David Boreanaz (Bones), de modo que ellos fueron los elegidos para dar vida a los Beatriz y Benedicto de esta revisión de la obra teatral al celuloide.




Don Pedro (Reed Diamond), su más destacado soldado Claudio (Frank Krantz) y su mejor amigo Benedicto (Alexis Denisof) vuelven a la ciudad de Mesina tras librar encarnizadas batallas, a ellos les acompaña Don Juan, el vil hermano de Don Pedro (Sean Maher) recientemente reconciliado con este. Allí son recibidos por Leonato (Clark Gregg) el gobernador de la ciudad, que vive con su hija Hero (Jillian Morgese) y su sobrina Beatriz (Amy Acker). Al poco de llegar al lugar Claudio comenzará a sentir un irrefrenable amor por Hero, a la que intentará conquistar, con modos más bien poco ortodoxos, para contraer matrimonio con ella y Benedicto comenzará a intercambiar hostilidades verbales con Beatriz con la que en apariencia no parece llevarse nada bien, pero de la que está locamente enamorado, sentimiento que ella comparte con él en silencio ya que previamente habían sido amantes de una noche. Mientras los allegados a los cuatro jóvenes tratarán de hacer lo posible para que las dos parejas tomen forma el malvado Don Juan ideará otros planes no tan altruistas para intentar abocar al fracasa tan felices gestas sentimentales.




Mucho Ruido y Pocas Nueces se adscribe a esas adaptaciones de escritos de William Shakespeare que se trasladan temporalmente a la actualidad. Ricardo III, Romeo + Julieta, Hamlet o más recientemente Coriolanus llevan la prosa del escritor inglés a la contemporaneidad y no siempre aciertan con ello, mismamente un servidor no soporta la cinta de Baz Luhrmann portagonizada por Leonardo DiCaprio y Claire Daines, pero en su momento se enamoró del Hamlet de Michael Almereyda interpretado por Ethan Hawke. Por suerte el tercer film como director de Joss Whedon elude la pompa y los grandes presupuestos para revelarse como una modesta cinta rodada en blanco y negro, en sólo doce días y utilizando la casa del director y su esposa como única localización. El resultado es una deliciosa adaptación de la obra teatral del autor de Macbeth u Othelo cuya sencillez en la puesta en escena y guión ágil permite que el elenco de intérpretes dé lo mejor de sí mismo para convertir la obra en una verdadera historia de personajes.




Este largometraje de 2012 nadie diría que fue realizado como un producto entre colegas rodado en pocos días y con medios más bien escasos. La Much Ado About Nothing de Joss Whedon es una cinta elegante, un producto exquisito con unos actores en estado de gracia que consiguen sacar todo el partido a uno de los libretos más ágiles, divertidos y cómicos de Shakespeare.El reparto al completo se mimetiza al máximo con la elocuencia del guión y en ningún momento chirría el uso del tipo de lenguaje shakespiriano en pleno siglo XXI gracias a la naturalidad que todos saben imprimir a sus roles. En este sentido Joss Whedon puede explotar la que, junto a su timing para la comedia, es su mayor virtud como narrador, su excelente control de la dirección de actores. El guionista de Astonishing X-Men ama a sus intérpretes y ellos se sienten totalmente implicados con su visión, por eso esta pequeña pieza supuso un bálsamo para él después de realizar Los Vengadores una cinta en la que primaba la acción y los efectos especiales.




Pero no sólo a la hora de guiar a su equipo artístico por la senda más adecuada hace competentemente su trabajo Joss Whedon, ya que su puesta en escena, su manera de encuadrar y colocar la cámara en el lugar más adecuado (algo que en este caso nadie podía hacer mejor que él, si tenemos en cuenta que el rodaje tuvo lugar en su preciosa casa) se unen a otras labores ejercidas por él como el montaje, la composición de una sencilla pero efectiva banda sonora y por supuesto la escritura de un libreto terriblemente fiel no sólo al texto que toma como base sino al espíritu y la idiosincrasia del mismo. El cometido del co guionista de Toy Story en todos estos apartados de la obra es el que inyecta en la misma una exquisitez formal y conceptual que en todo momento se dejan notar en pantalla y que en última instancia el reparto lleva a niveles más altos gracias a su labor conjunta delante de las cámaras y a fe del que aquí suscribe que lo consigue.




Todos los actores de Mucho Ruido y Pocas Nueces están a la altura de las circunstancias, se nota que conocen la obra de Shakespeare y transmiten con verismo lo que este escribió en papel. Esto se deja notar en la excelente labor de Nathan Fillion y Tom Lenk como los descacharrantes Dogberry y Verges, la entrega de Reed Diamond o Frank Krantz como Don Pedro y Claudio, la malicia de Sean Maher como Don Juan, la dignidad de Clark Gregg como Leonato o la etérea belleza de la debutante Jillian Morgese dando vida a Hero, pero son los protagonistas los que hacen una labor mayúscula con sus roles. De Alexis Denisof un servidor poco puede decir más, sus trabajos como Wesley Wyndam-Pryce en Ángel o sus decacharrantes apariciones como Sandy Rivers en Cómo Conocí a Vuestra Madre nos muestran a uno de los actores más infravalorados y desaprovechados del Hollywood actual, pero lo de Amy Acker es toda una sorpresa, no sólo por el talento desatado que muestra recitando unos diálogos que en malas manos podrían ser el colmo de la impostura sino porque su desparpajo, bellaza natural y encanto dejan entrever una potencial actriz cómica y teatral que todavía no ha sido explotada.




Mucho Ruido y Pocas Nueces es una muestra más de la versatilidad de este hombre renacentista en pleno siglo XXI llamado Joss Whedon. Un autor que tan pronto caza vampiros, como surca la galaxia con un western al más puro estilo space opera o se codea con los héroes más poderosos del planeta nacidos en el seno de Marvel. La presente cinta nos confirma que también puede ser un excelente adaptador de la obra de Shakespeare amalgamando el estilo de este con la ligereza para la comedia de enredo propia de Woody Allen (no sé qué hace este hombre que todavía no ha llamado a Amy Acker para que protagonice una de sus cintas) pero marcando a fuego su impronta como uno de los creadores de ficción que más aman su trabajo en la actualidad. No hay más que ver cómo afirma en el audiocomentario del bluray de la obra que aquí comentamos que eligió a los dos actores protagonistas, entre otros motivos, porque quería darle a Wesley y Fred (los roles que ambos interpretaron en la serie Ángel) el final feliz que no tuvieron en aquel spin off de Buffy Cazavampiros. Joss siempre será uno de los nuestros y por suerte nada cambiará eso.



jueves, 18 de agosto de 2016

Spring Breakers, girls gone wild



Título Original Spring Breakers (2012)
Director Harmony Korine
Guión Harmony Korine
Actores Selena Gomez, Vanessa Hudgens, Rachel Korine, Ashley Benson, James Franco, Heather Morris, Emma Holzer, Ash Lendzion, Josh Randall, Gucci Mane





Harmony Korine es un tipo que me produce rechazo, tanto en el plano profesional como en el personal. Como guionista al servicio de otros directores se hizo famoso por escribir Kids, la sobrevalorada y gratuitamente provocadora ópera prima del fotógrafo Larry Clark, y posteriormente sólo me ha convencido realizando la misma operación con Ken Park, la descarnada pero vitalista cuarta película de Clark como realizador. Como director la cosa empeora si tenemos en cuenta que su debut detrás de las cámaras es Gummo uno de los engendros cinematográficos más aburridos, insultantes e irritantes de la década de los 90 que se convirtió en una especie de cinta de culto dentro de los círculos del cine independiente americano, pero de la que hoy por suerte pocos se acuerdan. Más tarde experimentó con el movimiento Dogma 95 en Julien Donkey Boy, rodó una rareza protagonizada por un imitador de Michael Jackson en Mr Lonely y se embarcó en un proyecto llamado Trash Humpers cuyo cartel con un actor disfrazado de anciano mientras hace aguas mayores me hizo perder todo el interés por este niñato con ínfulas de falso transgresor.




Tras un tiempo de relativo silencio realizando cortos o involucrándose en largometrajes rodados por varios directores en 2012 Korine estrenó, con bastante repercusión y una enconada polémica entre los que la consideraban una obra maestra (entre ellos el cineasta John Waters) y los que aseguraban que era la peor película de aquella temporada, Spring Breakers la que puede considerarse su obra más accesible y comercial, una pieza que sin perder las señas de identidad de su discurso (la pocas buenas y las muchas nefastas) ofrece un trabajo que contiene los suficientes alicientes como para ser considerado su mejor obra (que no es decir mucho) detrás de las cámaras gracias a su esquizofrenia ideológica, su malsana inclinación por ensuciar iconos catalogados "para todos los públicos" y por el camino hacernos reflexionar sobre distintos temas bastante interesantes que un servidor jamás hubiera pensado podrían ser abordados con un mínimo de inteligencia por un descerebrado de escaso talento como el que nos ocupa.




Spring Breakers sigue los pasos de Faith (Selena Gómez), Candy (Vanessa Hudgens),  Brit (Ashley Benson) y Cotty (Rachel Korine) cuatro universitarias que tras atracar un restaurante consiguen el dinero suficiente para poder pegarse las vacaciones de primavera de su vida. Durante el desfase de la fiesta interminable en la que las chicas se ven implicadas la policía hace una redada en el apartamento donde se están llevando a cabo la misma y las detienen para llevarlas a comisaria. Arrestadas y ya frente a un juez verán como su suerte cambiará cuando Alien (James Franco) un narcotraficante amante del lujo, las mujeres y las armas pagará la fianza y acabará acogiéndolas en su casa donde les permitirá establecerse entre el lujo y el peligro de la vida de un gangster. Esta es la sencilla trama de la quinta película como director en solitario de Harmony Korine y la simpleza de la misma sigue denotando el pobre talento de este como narrador, pero por suerte como guionista deja subyacer algo interesante debajo de lo rudimentario de su argumento y ahí es donde el film se hace fuerte de cara al espectador.




El agradecido carácter malsano de Spring Breakers se deja notar prematuramente sólo con mirar su casting, Tres de las cuatro protagonistas (la cuarta es la esposa del mismo director, Rachel Korine) son conocidas como iconos infantiles que se han hecho famosas en programas o series dirigidos principalmente a niños y adolescentes. Selena Gómez a parte de cantante es uno de los rostros más reconocibles de Disney Channel, Vanessa Hudgens cimentó su fama con los films de la saga High School Musical, propiedad también de la casa del Pato Donald, y Asley Benson es una de las actrices protagonistas de la serie para quinceañeros Pretty Little Liars. La elección completamente consciente de este reparto "estelar" por parte de Harmony Korine es toda una declaración de principios, ya que mientras las jóvenes actrices creen estar abriendo el abanico de sus aptitudes interpretativas y los fans de estas acaban tragando cualquier película en la que hagan acto de presencia sus "ídolos" el guionista y director escupe en todo lo que sus actrices representan de cara a la opinión pública.




Hay una tan atractiva como irritante dualidad en Spring Breakers que puede despertar tanto iras como pasiones por parte de los espectadores. Por un lado hay una clara intención por parte de Harmony Korine de hacer un retrato inmisericorde y nihilista de los hijos del Siglo XXI, idea que queda establecida bien pronto con dos de las protagonistas que asisten a clase de historia mientras matan el tiempo hablando de la cantidad de relaciones sexuales que van a mantener en sus vacaciones de primavera haciendo oidos sordos a las palabras de un profesor que diserta sobre la importancia que tuvo en Estados Unidos la lucha por los derechos de los negros y la erradicación del segregacionismo, algo que a estas chicas deseosas de "pasarlo bien" no parece importarles lo más mínimo. Con su quinta película como director Korine no quiere tanto enfatizar ideas que retratan a los adolescentes nacidos en los 90 como salir de fiesta, experimentar con el sexo o las drogas, meterse en líos y entregarse al exceso (conceptos indivisibles a cualquier juventud que se precie desde el principio de los tiempos) como poner el acento sobre la vacuidad moral y la nula implicación social o ideológica a la que se ha entregado gran parte de una acomodaticia "generación internet" que no sabe lo que es luchar por sus derechos más básicos porque nunca lo han necesitado.




La dicotomía nace cuando descubrimos que para realizar esa crítica furibunda sobre la alienación a la que una generación de adolescentes se ha entregado casi sin saberlo o importarle el director utiliza un despliegue de recursos visuales que parecen querer abrazar esa idea de vacío existencial de carácter vírico y pueril. Desde el arranque del film, que parece la intro de un programa de la Mtv tipo Jersey Shore, ejectuado con una artificiosa comunión entre imagen y música que convierten a Spring Breakers en un interminable y efectista videoclip de reggaeton regado con desnudos, coches, alcohol y drogas, todo el proyecto está abordado de la manera más "videoclipera" posible por parte del director de Gummo. que con ello parece contradecir su propio discurso al utilizar el "vacío" para criticar la "vacuidad", algo parecido a lo que hizo Oliver Stone con la muy superior Asesinos Natos (Natural Born Killers) haciendo uso de una estética intrinsecamente violenta para criticar la violencia. En ese momento no sabemos si Korine es un traidor de sí mismo o un genio que juega a placer con los límites de la autoparodia sin que la platea pueda distinguir cuál de las dos ideas es la que se ciñe más a la realidad.




Lo interesante es que entre incontables pasajes ideados como si fueran versiones light de orgiásticos vídeos porno que lo único que hacen es atraer la atención de los espectadores a los que se está dejando en evidencia con la obra podemos ver fogonazos de talento en la narración impropios de un cineasta tan deficiente como el de Julien Donkey Boy. Momentos como el atraco al restaurante rodado en plano secuencia dentro del automóvil, la escena de sexo en la piscina o el asalto a la mansión por parte de dos de las protagonistas en la recta final del metraje dan muestras de que Harmony Korine va cogiendo oficio con la cámara y gracias a ello consigue tapar los fallos de ritmo que sus guiones siguen conteniendo con síntomas claros de no saber hacia donde guiar la trama con diálogos repetitivos hasta la extenuación, situaciones dinámicas por parte de los personajes alargadas hasta el agotamiento y todo ello con la excusa de que el espectador esté más pendiente del acabado estilístico de la obra que de un trabajo de escritura tan aceptable como lleno de altibajos.




Spring Breakers es un producto que merece le pena ser visto aunque sólo sea una vez, ya que debajo de su carcasa de "película para pajilleros" o videoclip de hora y media late el corazón de un relato tan interesante como contradictorio, tan subversivo como moralista, tan políticamente incorrecto como autocomplaciente en el que cuatro actrices adolescentes juegan a ser algo más que juguetes de la industria del entretenimiento comandadas por un tan memorables como grimoso James Franco con rastas, fundas dentales de metal y cara de ir puesto hasta el culo de todo tipo de sustancias. Mientras Harmony Korine se embarca en su próximo proyecto The Trap, los productores de Spring Breakers anunciaron en 2014 una secuela titulada Spring Breakers: The Second Coming de la que el director y James Franco están totalmente desvinculados (de hecho el actor de Mi Nombre es Harvey Milk echó pestes de la misma cuando se enteró de su desarrollo) y que será abordada por el director Jonas Åkerlund (autor de videoclips para Metallica, Rammstein o U2 y de la nefasta cinta Spun) y el novelista Irvin Welsh (Trainspotting, Porno) aunque parece ser que el proyecto está bastante aparcado. Sólo el tiempo nos dirá si  estas vacaciones de verano se convierten en tradición o quedan en anécdota de un sólo año.