jueves, 11 de agosto de 2016

Jason Bourne



Título Original Jason Bourne (2016)
Director Paul Greengrass
Guión Christopher Rouse y Paul Greengras basado en la novela de Robert Ludlum
Actores Matt Damon, Alicia Vikander, Julia Stiles, Tommy Lee Jones, Vincent Cassel, Ato Essandoh, Riz Ahmed, Scott Shepherd, Bill Camp, Vinzenz Kiefer, Stephen Kunken, Ben Stylianou, Kaya Yuzuki, Matthew O'Neill, Lizzie Phillips, Paris Stangl





Cuatro años después de aquel inferior pero nada desdeñable amago de reinicio de la franquicia con El Legado de Bourne, ideado por el habitual guionista y productor de la misma, Tony Gilroy. volvemos a encontrar en nuestras carteleras una nueva entrega de las desmemoriadas aventuras del letal ex agente de la CIA, Jason Bourne, esta vez con una producción de nombre homónimo en la que el cineasta irlandés Paul Greengrass y el actor norteamericano Matt Damon vuelven a verse las caras para relanzar las andanzas del personaje principal interpretado por el protagonista de Dogma o El Indomable Will Hunting. El resultado es una nueva entrega que no sólo no desentona para nada con la anterior trilogía iniciada por Doug Liman y extendida por el autor de Bloody Sunday, sino que acentúa todas las virtudes que aquella poseía tratando de convencer al espectador de que este retorno merece la pena cinematográficamente hablando.




El mayor reproche que podemos hacerle a un producto como Jason Bourne es la desvergüenza de Paul Greengrass y Matt Damon a la hora de recuperar un personaje y una historia que en palabras de los mismos habían quedado finiquitados tras la soberbia El Ultimatum De Bourne, de ahí que Tony Gilroy se embarcara en solitario en un spin off protagonizado por Jeremy Renner con el que mantener en pie la franquicia sin la presencia del mismo Jason Bourne. Más allá de esta insana decisión de volver al redil, por inquietudes más económicas que artísticas, poco más reprobable hay en esta producción del año 2016 que se revela posiblemente como la mejor película comercial de lo que llevamos de verano. Un thriller potente y facturado con una pericia fuera de toda duda que manteniendo las señas de identidad de la franquicia a la que pertenece trata de adaptarse a los tiempos que corren y que no son los mismos que los de aquel 2007 que recibió en las carteleras la tercera entrega de la saga.




Jason Bourne ve la luz tras una enorme crisis económica a nivel mundial, unos cambios sociales y políticos (sobre todo en Europa) más que notables y sobre todo lo hace después de que Edward Snowden sacara a la luz información de vital importancia relacionada con un programa de vigilancia secreto de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) con el que el gobierno de Estados Unidos estaba vulnerando los derechos a la privacidad de ciudadanos de todo el mundo con la excusa de la lucha contra el terrorismo y la seguridad nacional. Este caso ha sido abordado en el sobresaliente, aunque de ritmo algo mortecino, documental Citizenfour de la realizadora Laura Potrias, ganador del Óscar el pasado año, y será dramatizado a manos de Oliver Stone en Snowden, su versión de la historia del ex miembro de la CIA protagonizada por Joseph Gordon-Levitt, Shailene Woodley, Melissa Leo y Nicolas Cage entre otros y con la que esperemos el autor de Platoon o El Cielo y la Tierra recupere el favor de la crítica y el público que hace tiempo le es esquiva, al menos fuera del campo del documental.




Con este contexo espaciotemporal que Paul Greengras y su guionista Christopher Rouse no dejan pasar Jason Bourne asienta sus bases para volver a narrar otra de las frenéticas huídas del personaje creado por Robert Ludlum de sus captores, esa CIA que lo entrenó para convertirlo en una máquina de matar infalible. Con una excusa bastante peregrina para devolver al protagonista al campo de juego en la que su antigua compañera Nicky Parsons (Julia Stiles) hackea la base de datos de la Agencia Central de Inteligencia para encontrar información de vital importancia sobre el pasado del padre del personaje principal ya tenemos a Bourne de vuelta a la acción preparado para repartir hostilidades mientras escapa de los agentes más letales de una CIA cuyo liderazgo se debate entre el expeditivo y reaccionario Robert Dewy (Tommy Lee Jones), que depositará su confianza en el "activo" (Vincent Cassel) para dar caza a Jason, y la joven Heather Lee (Alicia Vikander) que tratará de cambiar, aparentemente, el statu quo de la agencia con sus propios métodos.




Con las piezas colocadas sobre el tablero y habiendo mostrado previamente una cara más contenida de su impronta en la excelente Capitán Philips en Jason Bourne vuelve el Paul Greengras más vibrante, el deudor de John Frankenheimer y Willam Friedkin, el artesano que supo adaptar su puesta en escena hiperrealista y enraizada en la estética documental a las grandes superproducciones americanas y que sigue siendo uno de los profesionales del medio que mejor rueda escenas de acción, ya sean tiroteos, persecuciones, peleas cuerpo a cuerpo o pasajes que hacen del in crescendo de la tensión al más puro estilo Hitchcock sus señas de identidad facilitando incluso al espectador información de la que los personajes carecen. Estos pasajes dinámicos que no dan respiro al espectador tienen la complicidad de un reparto a la altura en el plano físico comandado por un Matt Damon mejor que nunca en cuanto a sus condiciones atléticas se refiere o un Vincet Cassel robaescenas que le da la réplica con un pericia intachable (la habitual en él) y hereda el rol de villano a pie de calle que en otras entregas de la saga habían interpretado actores como Clive Owen, Karl Urban o Edgar Ramírez.




Parece ser que por fin Hollywood se atreve con películas en la que los servicios de inteligencia no son retratados como la panacea en cuanto espionaje internacional, por suerte ya no sólo tenemos que tragarnos productos como las adaptaciones de las novelas de Tom Clancy como Juego de Patriotas o Peligro Inminente o piezas más recientes como la sonrojante La Prueba (The Recruit). Desde la primigenia El Caso Bourne (The Bourne Identity) la saga protagonizada por Matt Damon heredaba del celuloide europeo no sólo influencias del polar francés o la contención del cine de policíaco nórdico, sino que también se dejaba imbuir por esa tradición británica de poner en entredicho las acciones del espionaje internacional pero aplicado al de Estados Unidos. Jason Bourne acentúa ese tono crítico y muestra uno de los retratos más duros que la meca del cine ha realizado sobre la CIA en los últimos años, exponiéndola de cara a la platea como una organización fascista que no duda en recortar las libertades o manipular información referida al terrorismo extremista en su propio beneficio y con ello ofrecer una visión nihilista y descreída en la que las nuevas generaciones dentro de la agencia van a seguir el antidemocrático perfil de sus predecesores.




Con un magnífico reparto que sigue la senda de contención que es seña de identidad de los distintos equipos artísticos que han dado forma a las varias entregas de la saga, un guión perfectamente construido y anclado en una realidad que nos es reconocible para después de solidificar su propuesta entregarse a una acción ejecutada con el poderío visual habitual de un Paul Greengrass al 100% de sus capacidades como narrador Jason Bourne se revela como la mejor superproducción hollywoodiense de lo que llevamos de verano. Un producto intachable y profesionalmente rematado que tratando de ir más allá de la simple acción intenta hacer (sin tampoco profundizar demasiado en el tema, pero con buenas ideas e intenciones) un retrato del estado en el que se encuentra el mundo en la actualidad gracias al terrorismo (el extremista y el institucionalizado) las difíciles tensiones políticas y unos gobiernos que llevando a cabo acciones propias de regímenes dictatoriales ofrecen la peor cara de una democracia cada vez más mancillada y debilitada en la que palabras como libertad o privacidad casi se ha convertido en una utopía.



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