Título Original Gravity (2013)
Director Alfonso Cuarón
Guión Jonás Cuarón y Alfonso Cuarón
Actores Sandra Bullock, George Clooney
Gravity es el fenómeno cinematográfico del año, esa película "que hay que ver" en pantalla grande y aprovechando el formato 3D en el que fue gestada, pero no es mucho más para el que suscribe. Ya desde su puesta de largo internacional en el pesado festival de Venecia la recepción por parte del público y la prensa especializada fue prácticamente unánime tildando al último trabajo del excelente director mexicano Alfonso Cuarón de "obra maestra", "clásico instantáneo" o "la mejor película sobre el espacio exterior jamás rodada" entusiasmo que un servidor comprende, pero no comparte, al menos al 100%. Porque hablamos de una muy buena película con momentos considerablemente poderosos, pero que está lejos de ser una pieza clave dentro del cine contemporáneo, aunque puede que sí un proyecto destacable dentro del género al que se adscribe.
El argumento de Gravity es bien sencillo: Dos astronautas, el veterano Matt Kowalsky (George Clooney) y la novata doctora Ryan Stone (Sandra Bullock), que están arreglando el telescopio Hubble en una misión rutinaria se pierden en el espacio cuando los restos de un satélite espía ruso impactan en la nave que tripulaban. Esta trama ínfima es la mínima base escrita en la que se sustenta la última película del director de La Princesita y ciertamente no necesita mucho más para narrarnos la aventura que quiere contarnos y que tiene su mayor aliciente y virtud en su ejecución visual o el acabado técnico del proyecto, que es donde más poderoso se hace el mismo
Gravity es un prodigio de técnica cinematográfica y la demostración de que Cuarón es un fuera de serie en puesta en escena y realización. Con un uso magistral de los efectos digitales, los movimientos de cámara y los formatos 3D e IMAX el mexicano ofrece al espectador toda una experiencia visual con la que nos mete, no ya dentro de una nave espacial, sino en la misma escafandra de su protagonista, haciéndonos en ocasiones los protagonistas de las desgracias de una sufrida y sufridora Sandra Bullock, creando una sensación epidérmica y realista por medio del artificio, un acierto parecido al que consiguió el año pasado el taiwanés Ange Lee con su interesante La Vida de Pi. Algo con mucho mérito y que se revela como el gran hallazgo de la obra fílmica que nos ocupa.
La última obra del director de Harry Potter y el Prisionero de Azkaban es un viaje que aturde los sentidos de un espectador que dificilmente no se hará partícipe del trayecto al que el autor de Y Tu Mamá También le invita. Para ello ha contado con su considerable y suficientemente probado talento como narrador técnico y un equipo de primera fila que le ha ayudado a llevar a buen puerto la difícil empresa de crear una historia cuya principal misión es mostrarse como la experiencia cinematográfica espacial definitiva en cuanto a realismo se refiere de cara al espectador que decide enfrentarse a ella. En ese sentido Cuarón consigue un considerable triunfo, porque si bien no nos encontramos con la mejor película de astronautas de la historia del cine, puede que sí hablemos de la que más verazmente los ha retratado, a ellos y a su entorno.
Dentro del plano técnico un largometraje como Gravity tiene en su mayor acierto también la más notable de sus debilidades. El uso desproporcionado de sus muy logrados efectos digitales. Sí bien los CGI del último largometraje de Cuarón tienen un acabado exquisito, detallista hasta el extremo (todas y cada una de esas piezas que forman la basura espacial están realizadas con una delectación enfermiza que no deja escapar un sólo detalle estético) que ayudan a que el realismo de la propuesta llegue a la platea con solidez y una fuerza intachable sobre todo en el plano visual, el abuso de los mismos paradójicamente también delata la naturaleza artificial de todo lo que acontece en pantalla.
Por poner un ejemplo, por muy elaborado que esté el famoso plano secuencia de apertura del film (un prodigio de técnica y un muy buen trabajo actoral) cuando somos conscientes de que hay más trabajo en post producción que en la cámara de Cuarón y que todo queda reducido a dos actores dando vueltas en una caja verde el mérito (que ojo, no es escaso) de este pasaje (extensible a practicamente la totalidad del film) se reduce al 50% para el que suscribe dado a que la pureza del medio se evapora casi con un chasquear de dedos. Volviendo con esto una vez más al manido pero necesario debate sobre la sustitución del cine como concepto por un acabado estilístico dentro del séptimo arte más propio de la soberbia intro de un buen videojuego que lo alejaría irremediablemente de sus artesanales raíces.
Pero si en su acabado técnico poco le podemos achacar al cineasta que lo da todo y casi al 100%, en el argumental se acumulan todos los fallos que hacen que Gravity como historia no sea, de manera paradójica, nada del otro mundo. Es comprensible que Alfonso Cuarón y su hijo Jonás (co guionista del largometraje) escribieran un guión sencillo para que el acabado visual de su obra lleve las riendas del espectáculo, reducir la trama al mínimo, desnudarla y liberarla de (en este caso concreto) innecesarias elucubraciones metafísicas sobre el ser humano y la inmensidad del universo para reducirlo todo a un film de supervivencia puro y duro con el que conseguir que el espectador sienta esa angustia y mala suerte que experimenta su protagonista principal.
Pero eso no es óbice para la inclusión de clichés del género superados años ha y que un servidor no esperaba que Cuarón añadiera en su obra, como esos "rusos" que dan pie a la desgracia de los dos personajes principales con sus "satélites espías" o concesiones al sentimentalismo puramente hollywoodiense con todo lo del trauma con la hija de Sandra Bullock que tiene más de bajada de pantalones dramática con respecto a tocar la fibra sensible de la academia de cara a los Oscars que de verdadero apunte para el desarrollo de la personalidad del rol de Ryan Stone. Usar el recuerdo de la niña como catalizador para que la protagonista luche hasta lo sobrehumano para sobrevivir me parece un apunte innecesario y barriobajero (esas lágrimas acercándose a la cámara son demasiado) al igual que la conversación en la que empieza a comentar que le digan a su hija que está muy orgullosa de ella, algo del todo prescindible en fondo y forma.
También es muy poco creíble esa serie de catastróficas desdichas que experimenta la protagonista de manera ininterrumpida y de manera cada vez más forzada y caótica. Estas desgracias puestas en fila india y tan fortuitas como poco realistas hacen que Gravity en ocasiones se asemeje a una de las entregas de la divertida saga de terror Destino Final en la que la muerte trata de atrapar a una serie de personajes que por unas circunstancias u otras (normalmente premoniciones que les han hecho ver previamente el peligro de muerte al que se van a enfrentar) han conseguido escapar de sus garras. El personaje de Sandra Bullock en ocasiones parece estar en una de esas películas por la insistencia de la mala suerte en acabar con ella. Pero no hagamos sangre con los fallos científicos que el film tiene, ya que los Cuarón en ningún momento han querido sentar cátedra con respecto al realismo de los viajes espaciales, algo que se por otro lado se les agradece.
Sandra Bullock es una señora que nunca me ha hecho mucha gracia (ni en el plano sexual me dice mucho y sólo la he visto realmente apetecible en la divertida Demolition Man y en la reaccionaria Tiempo de Matar) y desde hace años me cae más bien mal, siendo en ocasiones la pobre mujer excusa más que suficiente para que un servidor no vea una cinta protagonizada por ella. Pero es cierto que en Gravity hace un muy buen trabajo, posiblemente el mejor de carrera (que tampoco es decir mucho, hablamos de la actriz que protagonizó Speed 2 o Mientras Dormías) sabe transmitir su inseguridad, miedo e impotencia, pero con toda seguridad las intépretes que iban a enfundarse previamente el mismo rol y que lo rechazaron (Marion Cotillard, Scarlett Johansson, Carey Mulligan, Rachel Weisz) lo hubieran hecho igual o mejor que ella.
Y luego está George Clooney y nada más importa. Su aparición como Matt Kowalski es posiblemente uno de los mayores aciertos de Gravity. La inclusión de este magnífico actor, soberbio director, ciudadano comprometido y apuesto galán llena la pantalla de carisma, simpatía, profesionalidad, tablas y su voz se convierte en un bálsamo cuando el personaje de Bullock se entrega a la desesperanza y la derrota. Él es todo lo humano y cercano que hay en la última cinta del mexicano y momentos como su diálogo sobre el sol y el Ganges tienen más hondura y emoción que todo lo relacionado con la sensiblería de lo referido a la hija de la protagonista y la escena de su "regreso" destila tan buen rollo, tanta virtud para la interpretación que sólo por él el visionado de Gravity ya merecería la pena en el caso de ser una obra mediocre, que por supuesto no lo es.
Sí, Gravity merece ser vista en pantalla grande en 3D (por fin el formato usado con coherencia) y en IMAX. Es una experiencia que hay que vivir como espectador porque Alfonso Cuarón ha creado una historia que estilísticamente merece todos los elogios del mundo aunque un servidor se quede con Children of Men como, por ahora, mejor cinta del cineasta mexicano. Pero no es una obra maestra, no me parece que cambie el lenguaje cinematográfico en ningún sentido como han dicho muchos críticos tanto de aquí como de fuera que la han recibido con un excesivo entusiasmo que emparenta a su creador con un nuevo Orson Welles y no van por ahí los tiros. En cambio sí podemos hablar de una de esas meritorias películas sobre el espacio exterior, más o menos realistas, como Apolo XIII de Ron Howard, Elegidos Para la Gloria de Philip Kauffman, esas que orbitan alrededor de aquella intocable odisea de 1968 a ritmo de Strauss salida de la mente de Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick que esa sí, es historia en mayúsculas del séptimo arte.