Dentro del departamento de policía Miami Metro tenemos a Ángel Batista (David Zayas) el personaje debilidad de un servidor. Batista es un veterano policía de origen portorriqueño de vuelta de todo, amigo de sus amigos, aunque en ocasiones demasiado entregado en su cometido. A lo largo de la serie será uno de los individuos que más fiel será consigo mismo alejándose del desvirtuamiento que experimentarán muchos de sus compañeros por las malas decisiones de guión. Por otro lado tenemos a la teniente María Laguerta (Lauren Vélez), una mujer íntegra que se preocupa por sus subordinados y que trata de mantener en todo momento el orden dentro de su trabajo. Por desgracia Laguerta será uno de los personajes más perjudicados cuando la serie empiece a dar bandazos narrativos, pasando a convertirse de buenas a primeras en la sexta temporada en una arpía y sin un desarrollo adecuado o realista sobre el papel para llegar a serlo. Aunque en la séptima temporada en parte los guionistas llegan a redimir varios de sus pecados, que no son de la misma María, sino de los mismos escritores que deben darle forma adecuadamente y no lo consiguen.

También tenemos la presencia de Vince Masuka (C.S. Lee) ayudante forense de Dexter de origen japonés y principal contrapunto cómico de la serie por ser un pervertido sexual de mucho cuidado (mítica su representación de una "momificación autoerótica" en la escena de un crimen ante la estupefacta mirada de sus compañeros en la quinta temporada). Masuka es un personaje con una personalidad sencilla y escaso desarrollo y por eso el mejor uso que se le puede dar es humorístico, esto funciona perfectamente en las siete primeras temporadas, pero el rol se ve abocado al desastre cuando en la octava le regalan una estúpida subtrama que ciertamente tampoco desentona demasiado con el desfile de disparatas que sobrevuelan los últimos episodios del programa. Otro rol importante es el del sargento James Doakes (Erik King) compañero de Dexter que siempre desconfió de él afirmando que ocultaba algo oscuro, siendo la persona que más quebraderos de cabeza produjo a este por seguirle siempre la pista de cerca. El rol de Doakes será heredado por Joey Quinn (Desmond Harrington) agente que se ocupará de investigar la vida privada de Dexter cuando empiece a sospechar de él.

En el hogar de Dexter tenemos el personaje de su novia Rita (Julie Benz) una dulce madre de dos hijos llamados Astor (Christina Robinson) y Cody (Daniel Goldman) que, por supuesto, desconoce la vida secreta de su pareja y que también arrastra un pasado turbio por culpa de un ex marido que se encuentra cumpliendo condena en prisión. Por otro lado debemos destacar la presencia de Harry Morgan (James Remar) el padre de Dexter que tomando la forma de una especie de aparición (parece que Michal C. Hall está condenado a interpretar a hombres que comparten vida con las presencias de sus progenitores fallecidos) sólo es el reflejo de la conciencia del protagonista y sus dilemas morales. Recurso que, una vez más, será mal utilizado y llevado hasta lo ridículo durante la inefable sexta temporada.

Las cuatro primeras temporadas de la serie son un ejemplo de televisión de alta calidad. Una muestra impresionante de cohesión narrativa, definición de personajes, realización técnica y dirección de actores. En la primera etapa empezaremos a conocer a Dexter y su entorno, su relación con Debra y Rita, cómo debe fingir empatía con sus compañeros de trabajo cuando lo cierto es que no la puede experimentar por culpa de su naturaleza psicópata (uno de los mayores aciertos de la primera mitad de la serie es cómo las personas del entorno del personaje principal toman como cierta frialdad lo que en verdad es una total incapacidad para exteriorizar sentimientos o emociones por parte de este). También tendremos por primera vez la aparición de una de las némesis de Dexter que en cada temporada rivalizará con él. Asesinos en serie a los que llega a admirar y en ocasiones considerar artistas dentro del mundo del homicidio. En esta ocasión lo será Ruddy Cooper que finalmente de revelará como Brian Mosser, hermano natural del protagonista.

En la segunda temporada el tono de morbidez llegó a cotas impresionantes con la presencia del personaje secundario de Lila West (Jamie Murray) a la que Dexter conoce en unas sesiones de desintoxicación y que se convierte a la vez en su rival y confidente al ser una mujer que siente una considerable excitación (incluso en el plano sexual) por el trabajo que este lleva a cabo en la clandestinidad. Por otro lado la policía de Miami ha encontrado los restos de los cuerpos de las víctimas del protagonista al que llaman el Carnicero de la Bahía y una vez más están a punto de desbaratar sus planes. En la tercera temporada Dexter encontrará su reflejo en Miguel Prado (Jimmy Smits) fiscal del distrito que descubrirá el secreto de este y le pedirá que lo inicie en el mundo del asesinato. Por otro lado el caso que los agentes de Miami Metro investigan es el del Despellejador, un asesino que arranca trozos de piel a sus víctimas. Estas dos temporadas muestran un acertadísimo desarrollo de personajes y si bien la segunda analiza temas como el sadismo o la adicción a la unión de sexo y muerte, Eros y Thanatos (Lila es un personaje muy jugoso) la tercera realiza un poco halagüeño retrato del sistema judicial y político de Miami. Pero en la cuarta llegaríamos a la que es sin duda la cumbre de la serie que nos ocupa.

La cuarta temporada de Dexter es una obra maestra por muchos motivos. La presencia de un magnífico secundario como Frank Lundy (Keith Carradine) y la relación sentimental que este mantiene con Debra o que todos los personajes estén en el cénit de sus personalidades una vez han sido debidamente perfiladas a lo largo de cuatro temporadas. Pero sobre todo por la inclusión de, no sólo el mejor villano que ha dado la serie, también uno de los más interesantes y complejos que ha dado la ficción filmada. Trinity es un veterano asesino en serie que elimina a sus víctimas de tres en tres desde hace 30 años y que será el rival de Dexter en esta tanda de episodios. Tras tres intentos de buscar (con más o menos éxito) tres contrincantes que sean dignos de Dexter, con la llegada de Trinity los responsables del programa consiguen crear una criatura que no es que esté a la altura del protagonista, sino que lo devora impunemente a lo largo de la temporada.

Este americano medio, este hombre hogareño de misa de los domingos y barbacoa en el jardín de atrás de su adosado esconde una bestia inhumana en su interior que hace palidecer las técnicas homicidas de Dexter. Hay una escena sencillamente brutal en la que se resume la personalidad de Trinity y es en la que su hijo le responde de manera irrespetuosa y él le parte un dedo mostrando por segundos de manera pública el monstruo que realmente es. Este pasaje es de una violencia psicológica (más que física) sencillamente apabullante y se revela para un servidor como el mejor momento de toda la serie. Para dar vida a esta complejo animal salvaje se necesitaba un actor a la altura y el veterano John Lithgow (En Nombre de Caín, Ricochet) que es un experto en dar vida a perturbados da la talla sobradamente manteniendo un tour de force con Michael C. Hall durante esos episodios que debería pasar a los anales de la mejor televisión jamás filmada. Merecido Globo de Oro para el actor de El origen del Planeta de los Simios por su papel aquí comentado.

Tras esta intachable etapa era prácticamente imposible mantener el nivel con la siguiente. La quinta temporada es conocida de manera más o menos oficial como la que da inicio a la decadencia de la serie. Afirmación que un servidor sólo comparte en parte. Creo que la temporada número cinco de Dexter guarda muy bien el tipo hasta sus dos últimos episodios donde los disparates empiezan a sucederse (el momento cortina de plástico de Debra no se lo cree nadie) ofreciéndonos una adelanto de lo que será la sexta, pero sin llegar a herir de muerte a la serie como si haría aquella. Me gusta como se perfila la personalidad torturada de Lumen, una víctima de actos brutales que no podrá llevar a cabo su acto de venganza contra sus agresores hasta que Dexter haga de catalizador para su creciente instinto homicida. El papel lo borda Julia Stiles, una actriz que me cae rotundamente mal pero que aquí hace un trabajo de nota. No se me va de la cabeza un plano de su rostro tras ser rescatada de su cautiverio por Dexter en el que sus pupilas dilatadas miran hacia todos lados una vez ha salido el exterior mostrando así con acertado realismo los síntomas de una persona traumatizada. También hace un muy buen trabajo Johnny Lee Miller (Trainspotting, Elementary) como Jordan Chase, aunque su rol es el primero en dar síntomas de ser uno de esos villanos deficientes que desfilarán por la serie a partir de la siguiente temporada.

En el primer episodio de la sexta temporada a Dexter como serie le asestan una brutal puñalada y se va desangrando hasta el último episodio de la octava. Por arte de magia el capítulo uno arranca con la mayoría de los personajes descaracterizados, llevando a cabo actos impropios de ellos y dignos de críos sumergidos en la adolescencia. Laguerta pasa de buenas a primeras de mujer responsable a zorra arribista, Quinn se vuelve un borracho insoportable y para colmo se empieza a analizar la psicología de Debra de manera tosca y poco creíble con resultados aberrantes. Pero el que peor parte se lleva en este desastre es el mismo Dexter. Aquel asesino en serie metódico, perfeccionista, meticuloso que todos conocíamos y con el que empatizábamos se convierte en un descuidado y torpe carnicero que se pasa por el forro el código que su padre le inculcó asesinando a quien le viene en gana si investigar su culpabilidad o haciéndolo de manera estúpida y nada creíble.

Por desgracia este caos se extiende por toda la serie. Los criminales dejan de ser elegantes y unos rivales dignos y se convierten en villanos de opereta casi paródicos (por muy bien que actúen Edward James Olmos y Colin Hanks sus personajes son la pena y toda la temática religiosa está pobremente perfilada, tanto la de estos roles como la que involucra al protagonista y sus dilemas (a)teológicos) los miembros de Miami Metro deambulan en la serie sin aportar nada interesante que no sean estupidices que ralentizan la ya de por sí raquitica trama central. Se desvirtúa completamente la presencia de Harry como conciencia de Dexter (en una ocasión hasta lo vemos vitoreándole entre un grupo de personas en una grada durante un partido de rugby, cuando se supone que sus manifestaciones oníricas sólo tienen lugar cuando el protagonista está en soledad) los minimalistas asesinatos por medio de esterilizados cuchillos dejan paso a arponazos improvisados o golpes en la cabeza de las víctimas por medio de utensilios como extintores de incendios y aquella voz en off que enriquecía la personalidad del personaje principal se vuelve reiterativa, cansina y portadora de obviedades en forma de letanía.

Pero son dos ideas argumentales imperdonables las que hacen que esta temporada sea la peor de la serie. La primera es ese giro tramposo y ruín en el que se nos revela que un personaje que llevábamos viendo toda la temporada resulta ser sólo producto de la imaginación de otro y ya la debacle es que uno de los momentos que deberían ser clave en el programa, un punto de inflexión en el devenir de los personajes, está expuesto con una deficiencia sencillamente ponzoñosa. Hablo, como no puede ser menos, de cuando Debra descubre que Dexter es un asesino en serie en el último episodio. Este pasaje que debería, a partir de ese momento, enriquecer la serie se convierte de manera paradójica en un lastre que se verá revolcado y no solucionado debidamente hasta el cierre del programa. La hemorragia de la serie no ha hecho más que empezar y por mucho que los guionistas intenten curarla no lo llegarán a conseguir nunca.

La séptima trata de encarrilar un poco la cosa y solapar los múltiples y abominables fallos que poblaron la sexta, pero el daño ya está hecho y no hay manera de enderezar el barco que se hunde irremisiblemente. Esta temporada es prácticamente un remake mediocre de la segunda, cambiando a Lila por Hannah y a Doakes por Laguerta. Aquí por fin los personajes parecen volver a ser los de siempre, pero las subtramas insulsas, las elecciones desacertadas por parte del equipo de guionistas y la herencia de la temporada anterior no permite que esta llegue a unas cotas de calidad exigibles. Poco se puede salvar en esta tanda de episodios, si acaso el personaje de Isaac Sirko al que da vida de manera sobresaliente Ray Stevenson (Roma, Punisher: War Zone). Para colmo la relación Debra/Dexter se tambalea brutalmente y cuando algún guionista adicto al LSD decide convertirla a ella en Cersei Lannnister la cagada se revela de proporciones catedralicias. Por suerte los actores siguen dando la talla y Jennifer Carpenter merece todos los premios del mundo por sacar adelante con mucho oficio a un personaje que estaba muerto en vida por culpa de los guiones.

Por fin llegamos a la octava y última temporada que es un "sálvese quien pueda" de manual por parte de los creadores de la serie. No tenemos un villano concreto, porque la investigación del mismo es tan efectista y busca tanto la sorpresa gratuita que hace que saltemos de un sospechoso a otro. Por eso cuando se desvela la personalidad del Neurocirujano (apodo que se le da al asesino) nos importa realmente una mierda quién sea y darle peso a su verdadera representación física sólo en los últimos episodios confirma una vez más la poca profesionalidad y las ganas de acabar de cualquier manera por parte de los guionistas. Por el lado bueno la presencia de una actriz magnífica como Charlotte Rampling dando vida a Evelyn Vogel un rol cuya presencia está cogida con pinzas (supuestamente ayudó a Harry a crear el código de conducta criminal que tomaría Dexter como suyo) pero que está llevado con entereza por la protagonista de El Portero de Noche. También es un acierto que los escritores traten de enderezar en la recta final un poco el rol de Debra que estaba en un momento bajísimo de caracterización, pero todo se va al carajo en el último capítulo.

Por el malo casi todo lo demás, como los guiones inconexos, el argumento central titubeante, las subtramas intragables (la de Masuka es terrible y propia de Dos Hombres y Medio), la aparición gratuita y el peso que se le da a Hannah, el momento cinta andadora que parece salido de una serie española mala de los 90 y sobre todo ese cierre final que deja infinidad de cabos sueltos (los compañeros de trabajo de Dexter nunca llegarán a saber quién era realmente y ese hubiera sido el momento más importante de la serie el mismo que por desgracia no tiene lugar en ningún momento) una resolución vergonzosa para Debra y un destino insatisfactorio para el mismo Dexter. Aparentando todo ser más un final de temporada normal y corriente que el cierre de una serie que merecía más respeto tanto para sí misma como para sus seguidores. Poco me importa si los guionistas ahora acusan de Showtime de haberles inculcado obligatoriamente ese desenlace, ya que ni uno tan glorioso como el de Six Feet Under hubiera arreglado el desaguisado que llevaba siendo la serie desde su segunda mitad.

Lo curioso es que hasta en los momentos más bajos Dexter no dejaba de ser una producción entretenida en la que un magnífico reparto y unos directores muy competentes (entre ellos realizadores con cierto nombre como John Dahl o actores reconvertidos en cineastas como Keith Gordon) conseguían salvar los muebles a un equipo de guionistas en permanente estado de embriaguez o drogadicción. Este desastre que empezó a formarse a finales de la quinta temporada posiblemente tenga que ver con el baile de showrunners que siempre sufrió la serie, ya que hasta cinco llegaron tener los mandos del desarrollo de la misma si mis cálculos no fallan. Mientras otros productos televisivos como como The Wire, The Shield, Breaking Bad o Los Soprano tenían a sus productores ejecutivos fijos (los mismos que en un principio crearon los programas y que nunca dejaron de escribir guiones, dirigir episodios y supervisar la labor del resto de escritores y profesionales técnicos) en Dexter no había una verdadera cabeza pensante, un capitán de barco, detrás del proyecto para controlarlo, mimarlo y que no perdiera su esencia.

Por el camino nos quedamos con una serie con cuatro temporadas de visión obligada y otras cuatro que se mueven entre lo aceptable, lo terrible, lo mediocre y lo desconcertante. Nunca he sido un fan a muerte de Dexter, puede que por los motivos que argumenté anteriormente, pero sí me consideraba un seguidor fiel de este forense de día y asesino de noche que se codeaba con un grupo de personajes muy realistas que le daban caza a él aunque ellos desconocieran tal dato. Un monstruo dentro del cuerpo de un ser humano que se muestra (al igual que el Walter White de Breaking Bad, el Leland Palmer de Twin Peaks o el Vic Mackey de The Shield) como un reflejo deformado y oscuro de nuestra propia personalidad. Un producto de esta calidad no merecía una caída en los abismos tan desalentadora ni un final tan insatisfactorio. Pero bueno, hay casos peores, como series que tras 10 años de gloria catódica deciden continuar otros 15 (y los que queden) siendo poco más que una máquina de hacer dinero mediocre y sin apenas calidad. Si no que se lo digan a Matt Groening y a la montaña de dólares en la que duerme por las noches.