Errementari: El Herrero y el Diablo (Paul Urkijo Alijo, 2017) - Embriagada por una estética concomitante a Jim Henson, Terry Gilliam o el Ridley Scott de Legend, Errementari reconfigura el folclore vasco transfigurándolo en un cuento de hadas en euskera de hipnótica atmósfera.
Historias Lamentables (Javier Fesser, 2020) - Javier Fesser factura su propia Relatos Salvajes (Damián Szifron, 2014) con cuatro historias protagonizadas por entrañables y crispantes desgraciados. Divertida, atípica y disparatada, va de menos a más y acaba por todo lo alto.
Parranda (Gonzalo Suárez, 1977) - Primera adaptación de la novela A Esmorga, de Eduardo Blanco Amor, con su participación en el guión. Desigual y tosca son José Sacristán, Antonio Ferrandis, José Luis Gómez y Fernando Fernán Gómez los que elevan el proyecto.
A Esmorga (Ignacio Vilar, 2014) - Segunda y mejor adaptación de la novela tremendista de Eduardo Blanco Amor. Rodada en gallego y con una puesta en escena seca y cortante encuentra en Karra Elejalde, Miguel de Lira y Antonio Durán un trío protagonista intachable.
Historia de lo Oculto (Cristian Ponce, 2020) - Curiosa propuesta argentina que con medios exiguos amalgama sabiamente conspiranoia satánica y gubernamental con apuntes de terror y brujería mientras homenajea al periodismo de investigación de los años 80.
Los Favoritos de Midas (Mateo Gil, 2020) - Adaptación de la novela de Jack London a modo de miniserie que suple su puesta en escena convencional e inclinación por el subrayado con un excelente reparto encabezado por esa bestia de la interpretación llamada Luis Tosar.
Sound Of Metal (Darius Marder, 2020) - Soberbio primer largometraje de Darius Marder sobre la pérdida auditiva de un batería de heavy metal interpretado por un colosal Riz Ahmed. Su uso didáctico e inmersivo del sonido marca un hito en el medio que debería ser reconocido.
Soul (Pete Docter, Kemp Powers, 2020) - Sólo Pixar podía arrojar algo de luz en el crepúsculo de un año tan oscuro como 2020. Lo hace a ritmo de jazz con una preciosa fábula sobre el alma humana y los pequeños detalles que hacen de la vida un viaje único y genuino.
Mank (David Fincher, 2020) - La escritura de Ciudadano Kane por parte de Herman J. Mankiewicz como excusa para recrear un impecable, pero distante, facsímil audiovisual con el que David Fincher disecciona el Hollywod de los años 30. Un contenido Gary Oldman alcanza la excelencia
Hillbilly: Una Elegía Rural (Ron Howard, 2020) - Drama lacrimógeno y convencional inspirado en las memorias de J.D. Vance. Falsamente indie y manufacturado para ganar premios, sólo unas esforzadas, a veces demasiado, Amy Adams y Glenn Close suscitan algo de interés en su conjunto.
Matar a Santa (Eshom Nelms, Ian Nelms, 2020) - Un planteamiento potencialmente divertido, si se hubiese abordado con humor negro, desemboca en un proyecto aburrido en el que no pasa nada hasta los últimos veinte minutos de metraje, con el espectador ya al borde de la somnolencia.
Saint Maud (Rose Glass, 2020) - Incapaz de explotar las múltiples posibilidades de un planteamiento con mucho potencial Rose Glass se dedica a subrayar el mensaje de su propuesta mientras Morfydd Clark y Jennifer Ehle elevan con su labor actoral un proyecto insuficiente.
Sólo los Amantes Sobreviven (Jim Jarmusch, 2013) - Cadenciosa, melómana y melancólica, así es la visión del mito vampírico según Jim Jarmusch. De engañosa sencillez conceptual contiene su mayor fortaleza en unos Tom Hiddleston y Tilda Swinton arrebatadores.
Corazones en Atlántida (Scott Hicks, 2001) - Adaptación de dos de los relatos contenidos en el libro homónimo de Stephen King. Nostálgico y emotivo viaje a unos Estados Unidos impregnados de realismo mágico. Remarcable química entre Anthony Hopkins y el malogrado Anton Yelchin
La Maldición de Dark Lake (Mick Garris, 2011) - Traslación de la novela Un Saco de Huesos, de Stephen King, a manos de su amigo Mick Garris. Telefilmesca en exceso y con un tan esforzado como inadecuado Pierce Brosnan se muestra en todo momento paupérrima narrativa y visualmente.
Noche de Juegos (John Francis Daley, Jonathan Goldstein, 2018) - Repleta de ideas alocadas y con una media de gag o diálogo cómico por minuto Noche de Juegos se revela como un notable divertimento con unos Jason Bateman y Rachel McAdams encantadores.
Después de la despedida por todo lo alto de su Fase 3 con la titánica Vengadores: Endgame, Disney y Marvel Studios eran conscientes de lo afianzado que estaba ya su universo cinematográfico dentro del seno de Hollywood, convirtiendo en descomunales éxitos de taquilla, normalmente también recibidos con benevolencia por la prensa especializada, prácticamente todas sus producciones para la gran pantalla, incluso con personajes que antes de su debut en multisalas casi sólo eran conocidos por los aficionados a los cómics como Doctor Strange, Ant-Man, Black Panther o los Guardianes de la Galaxia. De manera que en la San Diego Cómic Con de 2019 dedicaron un panel, no sólo a todas las próximas producciones cinematográficas relacionadas con las contrapartidas en imagen real de los personajes de la Casa de las Ideas, sino también a las primeras series centradas en los mismos entre las que encontrábamos proyectos como Loki, Falcon & Winter Soldier, Hawkeye, What if…? o Blade y ya un año después otros como los futuros I’m Groot, Moon Knight, She-Hulk, Ms. Marvel o Secret Invasion entre otras.
De esa primera tanda de oficialización de proyectos destacaba notablemente la miniserie WandaVision, protagonizada por los personajes Bruja Escarlata/Wanda Maximof y Visión, que en películas como Vengadores: La Era de Ultrón,Capitán América. Civil War o Vengadores; Infinity War habían desarrollado una relación sentimental, aunque ella era una hechicera con inmensos poderes sobrenaturales y el un androide nacido de una IA diseñada por Tony Stark, que se vio brutalmente truncada cuando Thanos asesinó al rol de Paul Bettany ante la impotente mirada del de Elisabeth Olsen. Desarrollada para la plataforma de streaming por Jac Schaeffer, guionista de Timadoras Compulsivas o autora del argumento de la próxima Black Widow, cuenta en la dirección de los nueve episodios con Matt Shakman (Juego de Tronos,Mad Men, Fargo) y en el casting secundarios como Kathryn Hahn, Teyonah Parris, Emma Caulfield Ford, Debra Jo Rupp o Fred Melamed que acompañan a los ya referenciados Paul Bettany y Elisabeth Olsen.
El pasado viernes Disney + puso a disposición de sus suscriptores los dos primeros episodios de los que consta WandaVision y sólo con ver el primero podemos afirmar que no se parece a absolutamente nada de lo que hasta este momento hayamos degustar con el sello de Marvel Studios abriendo los títulos de crédito. Las promos nos hicieron pensar que podríamos encontrarnos ante una amalgama de la alabada serie Visión escrita por Tom King y dibujada por Gabriel Hernández Walta con pinceladas de Vengadores: Desunidos, el arco ideado por el guionista Brian Michael Bendis y el dibujante David Finch, y aunque algo de ello hay WandaVision, o Bruja Escarlata y Visión en España por problemas de derechos con la productora española del mismo nombre, es otra cosa muy distinta y, como ya hemos apuntado, bastante rupturista. Lógicamente y lo procuro recordar siempre que colaboro en una entrada en la que sólo hemos visionado los primeros compases de un proyecto de más envergadura, con estos dos capítulos no podemos hablar globalmente de la obra, pero sí de su conceptualidad, intencionalidad y hacia dónde creemos que quieren ir Jac Schaeffer y sus colaboradores.
El primer episodio de WandaVision es un homenaje, casi un facsimil audiovisual, a las sitcom estadounidenses de los 50 y 60 como Yo Amo a Lucy o Embrujada, con su humor blanco, chistes solapadamente machistas, situaciones disparatadas, estilo retro o secundarios cómicos y sarcásticos viviendo “divertidos malentendidos”. Pero estamos hablando de Bruja Escarlata y Visión y todos sabemos qué sucedió la última vez que se vieron, de manera que a lo largo de todo el episodio Jac Schaeffer y Matt Shakman van colocando pistas relacionadas con hechos previos acontecidos en el Universo Cinematográfico Marvel y pequeños pasajes en los que hay una ruptura de la irrealidad en los que los personajes comienzan a “comportarse de manera errática”, fugas metaficcionales que no desentonarían en obras de David Lynch como Mulholland Drive o Twin Peaks: The Return. Entre chascarrillos, humor naif y canciones de The Coasters algo oscuro subyace bajo la superficie, como en aquella Lumberton idílica de Terciopelo Azul (David Lynch, 1986) con jardines ocultos infestados de escarabajos.
El segundo mantiene las clásicas risas enlatadas y el blanco y negro, pero la puesta en escena abandona el encorsetamiento propio de las sitcom familiares cuya trama se desarrolla en pocas localizaciones, siendo la central la casa familiar, abundando secuencias en exteriores y demostrando sus máximos responsables que a pesar de mantener un tono y una temática la serie irá evolucionando poco a poco a en algo diferente, aunque todavía se mantengan homenajes a las comedias de los 60, esos títulos de crédito animados en homenaje a Embrujada, o las situaciones rocambolescas propias de estos productos reformuladas por los guionistas, como sustituir un posible caso de embriaguez en público por parte de Visión por un chicle que se queda atascado en su maquinaria y lo hace actuar de manera imprevisible durante el número de magia que comparte con Wanda. Entre guiños al UCM y homenajes a películas como Las Esposas de Stepford (Bryan Forbes, 1975) una vez más el espectador se percata de que algo inquietante anida debajo de esas imágenes idílicas que no son lo que aparentan, como nos confirma ese plano final que vuelve a reincidir en la naturaleza mutante de la que, casi con toda seguridad, va a hacer gala la serie.
Es tan de agradecer como osado que la primera serie estrenada por Disney + relacionada con el Universo Cinematográfico Marvel rompa el conservador y demasiado acomodaticio molde de sus producciones audiovisuales para la gran pantalla, por muy disfrutables que sean la mayoría de ellas. No queremos decir con esto que WandaVision vaya a revolucionar la ficción dentro de las plataformas de pago por visión en particular o el mundo de las series en general, nada más alejado de la realidad. Pero sñi propone algo original y fresco que adheriéndose a un microcosmos con unos códigos tan ferreos como los del género superheróico decida no sólo ir en una inesperada dirección, sino hacerlo homenajeando a las series clásicas televisivas de Estados Unidos y haciendo gala de un excelente reparto en el que brillan con luz propia unas Elisabeth Olsen y Paul Bettany que a simple vista sólo parecen estar rascando en la superficie psicológica de unos personajes que darán mucho más de sí en los siete episodios restantes de esta atractiva propuesta que esperemos se desarrolle y finalice transmitiendo las mismas buenas sensaciones que hemos experimentado con sus dos primeras entregas.
En el tercer episodio, titulado Now in Color, retomamos la trama justo donde acababa el segundo, el estupendo Don’t Touch the Dial, con Wanda repentinamente embarazada y pasando del blanco y negro al color. De esta manera seguimos sumergidos en el mundo del homenaje a las sitcom estadounidenses, pero esta vez abandonamos los 50 y 60 y nos adentramos en los 70. Las referencias a Yo Amo a Lucy o Embrujada dejan paso a Apartamento Para Tres (Three’s Companym 1977-1984) o La Tribu de los Brady (1969-1974) entre otras. No sabemos hacia dónde se encaminará el resto de la temporada, pero por ahora su construcción narrativa consiste en que cada episodio mantiene una evolución cronológica siempre relacionada con la antiguas comedias de situación televisivas, pero con los personajes viviendo la situación en tiempo real, siendo conscientes de que para ellos sólo están pasando unas pocas horas.
El capítulo, una vez más, lleno de referencias tanto al Universo Cinematográfico Marvel, esos anuncios publicitarios con productos marca Hydra, como con los guiños a las ya citadas series cómicas de la televisión setentera enriquecidos con pequeños detalles como que los efectos especiales utilizados para recrear los poderes telequinéticos de Wanda sean en su mayoría prácticos y con trucajes de cámara a la vieja usanza. Pero si hay algo a destacar en esta tercera entrega es la labor interpretativa de Elizabeth Olsen. No es ajeno al espectador avezado que la hermana de Mary Kate y Ashley es una excelente actriz, como ha demostrado en producciones como Wind River, Sorry For Your Loss u Old Boy, pero la pericia y fluidez con la que pasa en menos de quince minutos de la comedia más hilarante, bordeando el slapstick, al drama casi desgarrado y casi el terror después de esa nana y su reacción al comentario de Geraldine sólo confirman el enorme potencial interpretativo que posee y todavía no ha sido debidamente explotado.
El inesperado y prematuro nacimiento de los mellizos o la disrupción cada vez más pronunciada e inquietante de la ficción, atención a cómo cambia sutilmente la puesta en escena y el look visual cuando entran en escena los pasajes en los que la ¿realidad? profana el mundo color pastel de los personajes, comienzan a encarrilar la serie hacia un más que probable punto de inflexión conceptual y narrativo que la haga transitar o bien por caminos más rudimentarios o en el caso contrario adentrarse cada vez más en lo atípico y rupturista, algo que haría ganar muchos enteros más al proyecto como rara avis dentro de las producciones serializadas de Marvel Studios y con mayor mérito todavía siendo la primera de las varias que están por poblar el catálogo de Disney +. Quedamos a la espera de ese cuarto episodio que nos pondrá casi las puertas del ecuador de la obra y en el que nos adentraremos completamente en los añorados y tan de moda años 80 con sus cardados, hombreras y modelitos sport invadiendo las 625 líneas de millones de hogares estadounidenses.
Cuarto episodio, We Interrupt This Program, que rompe radicalmente con la propuesta establecida hasta el momento por el proyecto. La acción comienza justo cuando termina el “Lapso” que mediante el chasquido de Thanos portando el Guantelete del Infinito hizo desaparecer a la mitad del universo, siguiendo los pasos de Monica Rambeau volviendo a la realidad y reicorporándose a SWORD para más tarde volver a desaparecer. En la realidad paralela al universo ficticio en forma de sitcom mutante se confirman muchas de nuestras sospechas y para exponerlo las guionistas Jac Schaeffer y Cameron Squieres utilizan como recurso narrativo a la Darcy Lewis de una Kat Dennings felizmente recuperada para el Universo Cinematográfico Marvel. Un pueblo aislado de New Jersey, llamado Westview, es el punto neurálgico desde el que Wanda Maximoff está ejerciendo lo que parecer ser una poderosa cantidad de energía mediante la que ha creado el mundo alternativo que hasta ese momento habíamos experimentado con los tres primeros episodios.
De esta manera, y mediante el personaje de Lewis o sus colaboradores, vemos lo acontecido en las tres anteriores entregas desde el “otro lado de la pantalla” desvelándose que aquellas disrupciones repartidas por el metraje en las que el idílico “decorado” en el que habitan Wanda y Visión se veía interrumpido abruptamente se debía a los intentos por parte de SWORD y otras divisiones militares de recuperar a Rambeau y conocer cuál es la naturaleza de esa emisión de una comedia de situación que en el mundo real sólo puede verse adecuadamente con antiguos televisores con tubo de imagen. Una vez los agentes descubren la forma televisiva de esta forzada fantasía entra en escena la metaficción cuando descubrimos la personalidad real del “reparto” de actores a los que Wanda ha asignado los personajes secundarios de la que ahora es su vida autocontenida. Una alarde narrativo que da una dimesionalidad nueva a la propuesta de Marvel Studios haciéndola parecer un episodio de The Twilight Zone.
La puesta en escena de Matt Shakeman cada vez más cuidada y minuciosa, los medidos giros a golpe de guión de Schaeffer y su equipo de escritores que conectan cada vez más la miniserie con el UCM, la labor de todo el reparto o un clímax final con apuntes de terror y rematado por Voodoo Child de Jimi Hendrix suponen el el cierre perfecto para el que hasta ahora es el mejor episodio de WandaVision, hazaña más meritoria si cabe teniendo en cuenta el alto nivel de los anteriores. Varios de los implicados en su producción, entre ellos el mismo Paul Bettany, comentaron que este We Interrupt This Program iba a volarnos la cabeza y a fe de un servidor que lo consigue, no sólo con las revelaciones planteadas, también con un agradecido afán por el detalle y la alegoría sintetizado en esas paredes que Wanda “repara” como intentando curar una herida cuyo tamaño es cada vez mayor. A partir de ahora se presuponen algunos capítulos en los que volveremos a la construcción por medio de las sitcom, pero sabiendo ya lo que nos ha sido expuesto las ganas de que el devenir de acontecimientos se acelere no hacen más que aumentar exponencialmente.
Quinta entrega de la primera temporada de Wandavision, titulada On A Very Special Episode…, y nuevo punto y aparte, no ya dentro de la misma serie, sino de todo el Universo Cinematográfico Marvel debido a la inclusión de un personaje cuya presencia significa mucho más de lo que su simple rol de “estrella invitada” pueda dar a entender. Desde una perspectiva conceptual y narrativa esta nueva entrega amalgama las dos visiones que hasta este momento hemos tenido, la de las sitcoms planteada desde el arranque y la de la realidad fuera de Westview que fue expuesta en el cuarto episodio. De esta manera la nueva media hora del programa se permite dejar satisfechos a los amantes de ambas vertientes, pero sin simplificar la propuesta de Jac Schaffer, Matt Shakman y compañía, sino todo lo contrario, llenándola de nuevos matices y acentuando las virtudes de las que hasta ahora había hecho gala.
Llegamos a los años 80 y las referencias visuales y argumentales a productos de la comedia de situación de la época como la inevitable Padres Forzosos (Full House 1987-1995), Enredos de Familia (1982-1989) o Punky Brewster (1984-1988) no se hacen esperar. Pero en esta ocasión el episodio no sólo apela a las ya habituales “rupturas de la irrealidad”, sino que estas son tan pronunciadas como para que Wanda abandone su retiro y se enfrente a los agentes de SWORD, en una secuencia magistral, o para que Visión se de cuenta por primera vez estar siendo manipulado por su pareja llegando a encararse con ella en durante la “emisión del episodio” pervirtiendo los códigos de las sitcom como cuando aparecen los títulos de crédito, pero el personaje de Paul Bettany no quiere dar por zanjada la discusión o esa casi consumada pelea física que es interrumpida por el momento álgido que tiene lugar en el muy comentado clímax final, con esa aparición que descoloca a cualquier tipo de espectador.
Porque sí, como era de esperar la aparición del Quicksilver no de Aaron Taylor-Johnson, sino el de Evan Peters, iba a convertirse en la comidilla en redes sociales y, por qué no decirlo, el potente golpe de efecto que camufla algunas carencias de un capítulo que, después de todo, no baja del sobresaliente. La presencia del actor de X-Men: Días del Futuro Pasado, X-Men: Apocalipsis o X-Men: Fénix Oscura no sólo marca el punto de inicio de la inclusión de los mutantes de 20th Century Fox en la continuidad del UCM diseñada por Marvel Studios desde hace más de diez años, sino que también nos hace elucubrar sobre cuáles de sus antiguos compañeros de reparto aparecerán en lo que queda de serie y por efecto dominó en el futuro próximo del microcosmos ficcional apadrinado por Kevin Feige. La simiente del Multiverso acaba de ser plantada y ahora sólo nos queda esperar y teorizar sobre cómo los Hijos del Átomo se incorporarán al canon actual y cuán importante será la Doctor Strange in the Multiverse of Madness de Sam Raimi, con la presencia de Elizabeth Olsen confirmada, para construirlo.
Con la sexta entrega, All-New Halloween Spooktacular!, Wandavision se salta las sitcom de la década de los 90 y se va directamente a una del año 2000, pero heredera en lo visual y narrativo del decenio anterior. Desde aquí un servidor no puede más que aplaudir la decisión por parte de Jac Schaeffer y Matt Shakman de rendir tributo a una de las mejores series cómicas de los últimos 20 años. Como es lógico estoy hablando de Malcolm in the Middle (2000-2007) la serie de FOX creada por el canadiense Linwood Boomer que duró la friolera de siete temporadas convirtiéndose en una especie de equivalente en imagen real de Los Simpson. La producción protagonizada por Frankie Muniz, Bryan Cranston, Jane Kaczmarek, Justin Berfield, Erik Per Sullivan o Christopher Masterson entre otros destilaba un corrosivo retrato de la familia media estadounidense que en ocasiones era poco apto para ese público infantil al que supuestamente iba dirigido un show que acabó convirtiéndose en icónoco. Desgraciadamente la necesidad de que los acontecimientos de Wandavision avancen diluye y deja en un segundo plano el homenaje a tan insigne producto que todo el mundo debería ver al menos una vez en la vida.
Porque es ineludible que después del cameo sorpresa de la semana pasada el Pietro Maximoff de Evan Peters iba a dar mucho que hablar al incorporarse, al menos momentaneamente, al casting de la serie de Disney + y Marvel Studios y mediante los dialógos con su hermana va aportando datos y pistas que nos pueden orientar con respecto hacia donde se encaminarán los tres episodios restantes. Además de a Malcolm in the Middle el sexto capítulo también hace referencia a los especiales de Halloween tan habituales en las series de televisión estadounidense y la excusa del “truco o trato” sirve para que los guionistas jueguen con los límites físicos de Westview, haciendo transitar a los personajes por la zona de la ciudad en el que el influjo mental de Wanda es menos efectivo. Algo de esto podemos ver cuando Vision se embarca en la misión de salir de la zona de cuarentena para intentar dilucidar que está pasando en la pequeña localidad y acaba encontrándose con una Agnes confundida que experimenta un leve momento de lucidez dejando más desconcertado todavía al personaje de Paul Bettany, ya sí, definitivamente decidido a salir de su encarcelamiento.
El hecho de que el capítulo finalice con Wanda aumentando de tamaño el campo de energía con el que tiene sometida mentalmente a la población de Westview da la impresión de que hará a la trama volver a la casilla de salida, pero el que los personajes localizados al otro lado de la irrealidad ahora vayan a formar parte de la ficción creada por el rol de Elizabeth Olsen puede dar mucho juego de cara a construir nuevas situaciones dentro del “universo sitcom” que, si no me fallan los datos, se adentrará en breve en el formato falso documental propio de series como Modern Family o The Office. En el proceso me quedo con los homenajes/burlas a los trajes originales de los personajes en los cómics, algún golpe de humor que funciona aun quedándose a años luz del mucho más bruto de la serie a la que se hace referencia, y con un Paul Bettany ganándose aquí más minutos de metraje en solitario para su lucimiento, ya que en ese sentido su partenaire en pantalla le estaba ganando por goleada desde un punto de vista interpretativo. Muy buena entrega, con detalles interesantes y algunas revelaciones que nos dejan con ganas de mucho más.
Breaking the Fourth Wall se adentra en la década de los 2000 y utiliza el formato falso documental que tan famoso hicieron series cómicas como las longevas The Office (2005-2013) y Modern Family (2009-2020). Con Wanda hablando directamente a cámara, o lo que vendrían a ser sus entrevistadores, Jac Schaeffer y Matt Shakeman juguetean con los códigos de este tipo de productos usando la huída de Vision del hogar familiar como una de esas clásicas tramas en las que los problemas de pareja copan protagonismo un episodio sí y el otro también. En el proceso, y suponemos que después del uso desproporcionado de sus poderes para aumentar el tamaño de la zona del Hex localizado en Westivew, vemos al personaje de Elizabeth Olsen asistir a la descomposición gradual del microcosmos ficcional al que ha dado forma y que dentro de poco se resquebrajará definitivamente para disgusto del personaje principal.
La inclusión de Darcy Lewis en la zona controlada por Wanda tomando el rol de una escapista de circo, una pena haber desperidiciado la oportunidad de que interpretara a una sosias de su personaje en la sitcom 2 Broke Girls (2011-2017), sirve para interactuar con Vision dando pie así a situaciones disparatadas a modo de descarga cómica capaz de aligerar un poco el tono oscuro que a estas alturas está tomando la miniserie. Por otro lado Mónica Rambeau vuelve a entrar en el Hex, en una secuencia dinámica particularmente bien rodada por Matt Shakeman, y da las primeras muestras de sus poderes que se suman a la determinación propia de su perfil psicológico como secundaria deudora del de su madre en la ficción. El encontronazo compartido entre Rambeau y Wanda se suma a las ya abundantes señales que nos confirmaban a la Bruja Escarlata sólo como un peón controlado por alguien más desde las sombras que, desde el puto de vista de un servidor, no es esa supuesta villana que nos es revelada en el cierre del episodio.
Porque sí, este séptimo episodio confirma una de las teorías más extendidas por la red y es que el personaje de Agnes, pletórica Kathryn Hahn, resulta ser la identidad secreta de Agatha Harkness, la bruja nacida en las páginas de la colección señera de Los 4 Fantásticos, apunte este que nos puede dar alguna pista de quién o quiénes pudieran ser los componentes de ese cameo tan sorprendente que nos tienen preparado para el clímax final de la serie. Con respecto al descubrimiento de la identidad de Harkness a destacar la canción con la que se facilita la información al espectador, todo un delirio a lo The Munsters (1964-1966) con agradecidos apuntes de humor negro, como la mención al asesinato de Sparky, y casi todas las cartas puestas ya sobre la mesa. No todas porque un servidor sigue pensando que hay alguien más detrás de todo el entramado y cada vez estoy más convencido de que se trata de Mephisto. Un episodio divertido y de buen ritmo que, a pesar de todo, me ha resultado el menos redondo de la serie y del que, por otro lado, no hay que perderse la escena post créditos.
Previously On, el octavo episodio de la temporada, supone hasta el momento el mejor y más compacto de Wandavision. Cerrábamos el anterior capítulo descubriendo que Agatha Harkness se encontraba detrás de la personalidad de Agnes (Kathryn Hahn) y que era la supuesta villana del show que estaba controlando todo desde las sombras mientras fingía formar parte del universo de ficción creado por Wanda en Westview. Finalmente todo era una excusa para usar al personaje nacido en las páginas de Los 4 Fantásticos como vehículo narrativo para profundizar en la psique del personaje de Elizabeth Olsen y así descifrar qué le incitó a convertir la pequeña localidad de New Jersey en su particular plató de sitcom viviente. Tomando como inspiración Los Vengadores de la Costa Oeste: Vision Quest (John Byrne, 1989), el equipo de guionistas detrás de esta octava entrega nos llevan al pasado reciente y lejano de la Bruja Escarlata para hacernos testigos de primera mano de retazos de su vida que van desde su infancia en Sokovia, pasando por el inicio de su historia de amor con Vision hasta el momento en el que creó el Hex localizado en Westview.
En este penúltimo episodio se desvelan algunos de los misterios más importantes de Bruja Escarlata y Vision. Descubrimos que la idea de las sitcom viene porque Wanda y Pietro veían con sus padres (¿adoptivos?) dvds de series cómicas estadounidenses que a ella le apasionaban particularmente y que nunca abandonó como podemos descubrir por la bellísima secuencia en la que ella y Vision dan muestras de su prematuro amor viendo Malcolm in the Middle. Asistimos a cómo fue el hecho de encontrar el cuerpo descuartizado de Vision en las instalaciones de Sword el catalizador para que Wanda iniciara todo el entramado de la serie que nos ocupa huyendo de una realidad en la que no podía volver a reunirse con su enamorado despuntando a nivel dramático el pasaje en el solar de la casa en la que construirá su piadosa mentira mediante la Magia del Caos. Por último parece confirmarse que nadie intervino en la decisión de Wanda a la hora de crear el Hex y la irrealidad paralela en la que convive con Vision, pero un servidor está seguro de que hay algo más detrás y si no es mi continuamente defendido Mephisto, es incluso más probable que se trate de Innmortus aka Kang el Conquistador, que ya se encontraba detrás de la creación de Visión Blanco en Vision Quest.
La aparición en la escena post créditos de Vision Blanco y el hecho de que el Director Tyler Hayward esté al mando de la operación contra Wanda habiendo intentado en varias ocasiones realizar un ataque militar en Westview para eliminar al personaje de Elizabeth Olsen apuntan a la posibilidad de que detrás de la identidad del alto mando de Sword se encuentre el ya citado Kang el Conquistador. Más allá de esas teorías y elucubraciones que nos mantienen ociosos y ocupados durante toda la semana hasta la llegada de la nueva entrega de la serie es ineludible afirmar que con Previously On, y a la espera de ver el clímax del proyecto, que nos encontramos, no sólo con el episodio más redondo y emotivo de la Wandavision, sino también con uno de los más destacables productos audiovisuales del Universo Cinematográfico Marvel que en ocasiones pareciera referenciar incluso a capítulos icónicos de la televisión de los 2000 como The Body, de Buffy Cazavampiros, o Everyone’s Waiting, de Six Feet Under. A la espera quedamos de ese cierre que seguramente nos deparará más de una sorpresa a manos de la gente de Disney + y Marvel Studios.
Todo lo que empieza tiene un final y con el noveno episodio llegamos al de WandaVision o Bruja Escarlata y Visión como se la ha conocido en España. Vaya por delante que un servidor ha quedado plenamente satisfecho con el cierre de la serie creada por Jac Schaefer y Matt Shakman, ya que una cosa es sentirse decepcionado porque las cábalas propias desarrolladas a lo largo de la emisión de la serie no se hayan cumplido y otra poner el grito en el cielo contra un producto que, desde su mismo arranque, no hizo otro cosa que ofrecernos ficción de calidad perfectamente construida y rematada. Mephisto, Doctor Strange, Magneto o Kang sólo han sido los objetivos de teorías que nosotros mismos creamos y mediante las cuales hemos disfrutado de un par de meses en los que las redes sociales o los grupos de WhatsApp han ardido con airados y divertidos debates que finalmente nos han conducido a un callejón sin salida. WandaVision sólo necesitaba un colofón a la altura de su desarrollo a lo largo de nueve entregas y a fe mía que nos lo han dado.
Porque finalmente los autores de la serie han apelado al principio de la Navaja de Ockham, confirmando que la explicación más sencilla, la que ya fue confirmada en el episodio 8, era la auténtica. Wanda y su dolor por la pérdida de su pareja, acentuado por la visión deshumanizada de su cadáver, se encontraban detrás de la creación de Westview y nadie más movía los hilos desde las sombras. De esta manera se desmontan todas nuestras teorías y sólo queda disfrutar de The Series Finale, 47 minutos de episodio repletos de acción, épica, terror y drama, uno inusualmente bien perfilado y extrapolado con elegancia del guión a la imagen real. Mi única queja es el coitus interruptus que ha supuesto el falso Pietro de Evan Peters que apuntaba al inicio de la inclusión de los mutantes de la antigua 20th Century Fox en el Universo Cinematográfico Marvel. No sé si ha supuesto un primer paso para este trasvase de personajes, pero si no lo es se antoja una oportunidad desperdiciada que, como ya he leído a algún avispado en la red, podía haberse resuelto utilizando a Aaron Taylor-Johnson como Quicksilver de pega. Aunque claro, de esa manera no hubiéramos elaborado las locas elucubraciones con las que más de un espectador nos hemos devanado los sesos.
En el clímax de la serie tenemos el enfrentamiento entre Wanda y Agatha Harkness y el de Vision con White Vision, mientras otros roles secundarios como Billy, Tommy o Mónica Rambeau son pasto del fuego cruzado. El duelo de hechicería, con truco por parte del personaje de Elizabeth Olsen, y el “combate de lógica” entre las dos versiones del sintezoide interpretado por Paul Bettany ofrecen situaciones remarcables enfatizando unas secuencias de acción que ponen los costes de producción de la serie, 25 millones de dólares por episodio, a la altura de cualquier proyecto para la pantalla grande de Marvel Studios algo que, por lo que apuntan los trailers, también sucederá con The Falcon & The Winter Soldier. Pero no eludamos lo evidente, WandaVision se ha ido creciendo con el paso de los episodios gracias a su poso dramático, que deja en evidencia al de cualquier largometraje de la productora. Si ya aquel “¿Qué es la tristeza, sino amor perserverante?” nos hizo emocionarnos, toda la conversación final entre Wanda y Visión antes de la despedida es no sólo un regalo para los actores por parte de los guionistas de la serie, sino la demostración de que una serie sobre superhéroes enmarcada en un universo ficcional puede hacernos soltar alguna que otra lágrima apelando a un minimalismo alejado de la grandilocuencia del, también muy emotivo, final de Vengadores: Endgame. Muchas veces menos es más y este es uno de los casos que lo confirma.
Algo bueno y malo hay en que WandaVision haya resultado la primera y excelente serie de Marvel Studios en asociación con Disney +. Por un lado se ha revelado como uno de las mejores piezas del Universo Cinematográfico Marvel y la consolidación de que personajes que en un principio parecían mínimamente esbozados pueden ganar enteros si se les concede el terreno adecuado para evolucionar y poder profundizar en sus perfiles psicológicos. Por otro ha puesto el listón tan alto y ha jugado con unos niveles de extrañeza y abstracción tan impropios de este tipo de proyectos que el resto de series que vengan tras ella, la más inmediata la protagonizada por Anthony Mackie y Sebastian Stan, lo van a tener muy complicado para mantener el listón tan alto. Por último no puedo despedir esta entrada sin cantar incontables alabanzas a Elizabeth Olsen, porque si intérpretes como Paul Bettany o Kathryn Hahn han ejecutado una labor impecable, lo de la protagonista de Wind River (Taylor Sheridan, 2017) se revela como uno de los mejores trabajos actorales dentro del compendio de obras audiovisuales de Marvel Studios y por ello esperamos verla en muchas ocasiones más y por qué no decirlo, reuniendo de nuevo a esa familia que le ofreció el breve periodo de felicidad que llevaba años mereciendo después de una vida repleta de tragedia.
Antes de despedir la entrada me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre este blog. Transgresión Continua nació en 2009 y, como es lógico, después de once años ha experimentado numerosos altos y bajos, más si cabe teniendo en cuenta que la edad dorada de este tipo de sitos web pasó hace mucho tiempo. Curiosamente, hace cuatro años, cuando publiqué las reseñas Twin Peaks: Atravesando las Oscuridad del Futuro Pasado I y II este lugar de encuentro remontó el vuelo con más fuerza que en sus mejores tiempos, pero esa nueva etapa de bonanza en cuanto a visitas pasó al cabo de unos meses. No voy a negaros que desde hacía un par de años seguía con Transgresión Continua por el cariño que le tengo y el tiempo que le he dedicado durante más de una década, pero que una entrada superara los dos dígitos en cuanto a visualizaciones no tenía lugar hasta pasados varios meses de su publicación, lo cual, no voy a negarlo, me desanimaba notablemente.
Pero contra todo pronóstico esta entrada dedicada a WandaVision o Bruja Escarlata y Visión, que también es la primera actualizada semanalmente para incluir la reseña de cada nuevo episodio, no sólo ha conseguido números meritorios, ahora mismo supera las 1500 visualizaciones, sino que ha atraído a un gran número de nuevos lectores, la mayoría mediante la cuenta de Twitter de Sesión Discontinua y la mía propia, haciendo que las últimas publicaciones del blog rebasen las mil visualizaciones en pocos días, algo que me anima a seguir con un proyecto que en más de un momento he mantenido activo por pura nostalgia. Esta nueva inyección de vitalidad para Transgresión Continua me incita a mí, Juan Luis Daza o Armin Tamzarian en estas cuatro paredes, a seguir dando guerra hablando de cine y series, dentro de poco repitiendo la misma fórmula de esta entrada con The Falcon & The Winter Soldier. Nos leemos en breve.
RepartoStephen Lack, Michael Ironside, Patrick McGoohan, Jennifer O'Neill, Lawrence Dane, Robert A. Silverman, Adam Ludwig
A principios de la década de los 80 el cineasta canadiense David Cronenberg venía de facturar su obra más personal, Cromosoma 3 (The Brood, 1979). Ejecutada como una alegoría del problemático divorcio en el que se vio inmerso con su ex mujer, Margaret Hindson, aquella historia centrada en las peligrosas terapias de "psicoplasmosis" con las que el Doctor Hal Raglan (Oliver Reed) inducía a sus pacientes a somatizar físicamente sus traumas mentales, convirtiéndose estos en deformes niños homicidas, supuso una obra de transición dentro de la filmografía del director de Ontario. Ya que con ella comenzaba a acometer sus proyectos dejando la fisicidad de sus criaturas en un segundo plano para que fueran sus perfiles psicológicos los que centraran la atención de un autor, por aquel entonces, experimentando una notable evolución en su discurso.
Abordando en 1981 su siguiente producción detrás de las cámaras Cronenberg confirmaba esta nueva perspectiva dentro de su impronta autoral, ya que Scanners tomaba como epicentro argumental precisamente los poderes mentales adquiridos por varios de sus personajes. Pero, al igual que sucedía con The Brood, el canadiense todavía daba vital importancia al "terror físico" en el que por aquel entonces era experto y al que volvería posteriormente en no pocas ocasiones hasta la llegada de la década de los 2000. Scanners contó en su reparto con Stephen Lack, Michael Ironside, Jennifer O'Neill, Lawrence Dane, Robert A. Silverman o Adam Ludwig entre otros intérpretes canadienses a los que se sumó Patrick McGoohan, veterano actor británico protagonista en la década de los 60 de El Prisionero, una de las series más icónicas de la historia de la televisión de Reino Unido.
Los scanners son 237 personas con poderes telepáticos que viven en la clandestinidad. La corporación ConSec, dedicada a la construcción de armamento y sistemas de seguridad, es atacada por Darryl Revok (Michael Ironside), considerado como el scanners más letal y peligroso que a su vez es la mente detrás de una organización secreta formada por personas con su mismo don. Dentro de ConSec el Doctor Paul Ruth (Patrick McGoohan) plantea a sus superiores adiestrar a un nuevo scanner llamado Cameron Vale (Stephen Lack) que tras vivir en la indigencia, sin ser conocedor de sus especiales aptitudes, es secuestrado y adiestrado para controlarlas adecuadamente. Los destinos de Vale y Revok están condenados a encontrarse en una batalla final que desvelará el secreto detrás del origen de estas personas con poderes sobrenaturales guardando un particular punto en común las unas con las otras.
Con Scanners David Cronenbeg se adentra de manera natural y orgánica en un cine más comercial. La quinta incursión del canadiense en el largometraje es un thriller conspiranóico en el que tienen cabida escenas de acción impropias hasta ese momento dentro de su filmografía y no demasiado abundantes en el grueso de su obra posterior. Esta afirmación no busca en ningún momento menoscabar la integridad como autor del director de Rabia, pero sí es de recibo mencionar que, posiblemente, estemos ante una de las películas más accesibles de su primera etapa. Un poco alejado ya del "terror venéreo" de sus films iniciales y habiendo tomado como campo de batalla la mente de sus personajes ya en su anterior obra, como previamente hemos apuntado, con Scanners Cronenberg factura un producto que acabó convirtiéndose en una pieza de culto.
Pero si bien es cierto que Scanners es una pieza menos hermética y más digerible para todo tipo de público es innegable que en lo referido a sus señas de identidad como narrador Cronenberg no hace una sola concesión, abordando de manera directa y explícita todos los temas que hasta ese momento habían cimentado su carrera y a los que volvería regularmente en años posteriores dándoles origen nominal en 1983 con Videodrome y la consolidación de la "Nueva Carne". Degradación física y moral de la sociedad occidental, empresas deshumanizadas conspirando desde las sombras, destrucción de la identidad del individuo por parte de corporaciones corruptas y personajes marginales experimentando un arco dramático que los hará evolucionar, o involucionar, una vez pongan fin al trayecto vital en el que se ven inmersos.
Todo el imaginario cronenbergiano está presente en su máxima expresión en Scanners, sólo cambia el envoltorio y apartado estilístico a la hora de facturarlo. Con esto no damos a entender que el canadiense se entregue al fuego de artificio y el espectáculo vacuo, ya que hasta en las secuencias de tiroteos, persecuciones o explosiones el cineasta mantiene su conocida sobriedad en la puesta en escena, sin necesidad de entregarse al efectismo gratuito. Fiel a sus principios la visceralidad implícita y explícita hace acto de presencia a lo largo de todo el metraje dejando grabados en la retina del espectador pasajes icónicos como el duelo final entre Vale y Revok o esa ya imperecedera explosión craneal durante la exhibición por parte del personaje de Michael Ironside que se ha convertido, con el paso de los años, en una de las secuencias gore más famosas de la historia del cine de género.
En cuanto al reparto los actores dan vida a estereotipos más o menos reconocibles alejados de una tridimensionalidad real que los haga cercanos de cara al espectador. Pero Cronenberg es lo suficientemente inteligente para que su guión nos permita empatizar con ellos y temer por su integridad física y psicológica. Hasta con el rol de Jennif O'Neill parecía querer alejarse en cierta manera de la fama de misógino que siempre le ha acompañado. Stephen Lack, que no es actor profesional sino artista y escultor, deja patente su bisoñez en pantalla, pero acomete decentemente su labor protagonista, En las antípodas de Lack se encuentra Patrick McGoohan, por aquel entonces todo un viejo conocido de la interpretación que por medio de la contención es capaz de componer la dualidad moral del Doctor Paul Ruth, convirtiéndose en una de las piezas clave que ayudará a revelar el origen de los scanners y la procedencia de sus devastadores poderes mentales.
Pero en lo referido al casting de Scanners es obligatorio dedicar un apartado al Darryl Revok de un brutal Michael Ironside. Por aquel entonces se trataba de un actor canadiense poco conocido, pero su enorme labor dando vida al más letal de los scanners al servicio de David Cronenberg y su participación en la serie de culto V le abrieron las puertas de Hollywood llegando a intervenir en producciones de corte comercial como Desafío Total, Top Gun, Los Inomortales II: El Desafío, Starship Troopers o X-Men: Primera Generación y, por qué no decirlo, también en muchas producciones de serie B bastante desechables. Su labor en Scanners es la más destacable del equipo artístico, con un rol tan visceral y físico que hasta cuando no hace acto de presencia en pantalla pareciera estar estar sobrevolando amenazadoramente al resto de personajes, tomando un rol cercano a la ubicuidad que marcaría a fuego su perfil de secundario de carácter explotado posteriormente a lo largo de su extensa carrera,
Scanners funcionó bien en taquilla, pero no tuvo secuelas hasta diez años después de su estreno. Vinculada a ella sólo por el título Scanners II: El Nuevo Orden (Christian Duguay, 1991) era una tardía continuación con factura de telefilm arrastrando los tics de la estética videoclipera de los 80 y sin aportar nada interesante a la franquicia mientras pisoteaba su recuerdo. Perpetrada por los mismos irresponsables de la anterior entrega Scanners III: El Poder de la Mente (Christian Duguay, 1992) era un subproducto anodino, incoherente y con un humor cercano a la insalubridad. El productor de los tres primeros films se encargó de otra entrega a modo de spin off, Scanners IV: Scanner Cop (Pierre David, 1994), enclavada en el género policíaco que a pesar de su rudimentaria factura era la continuación más digna de la obra original. Scanners V: Scanner Cop II (Steve Barnett, 1995) supuso la quinta entrega de Scanners, secuela del spin off iniciado con Scanner Cop y remake encubierto del film de 1981. Un correcto thriller policial con toques de ciencia ficción que cerraba una franquicia que nunca debió existir.
La quinta película de David Cronenberg no sólo se convirtió, como previamente hemos apuntado, en una pieza reverencial dentro del cine de ciencia ficción y un éxito que dio pie a secuelas, plagios y variaciones de distinto pelaje. También marcó un punto de inflexión en la carrera del cineasta de Ontario, pero uno muy peculiar en el que era capaz de alternar producciones más comerciales como la brillante adaptación que realizó en 1983 de La Zona Muerta, la no menos genial novela de Stephen King, con Videodrome uno de sus mayores suicidios artísticos con el que asentó las bases conceptuales de la Nueva Carne dando como resultado otra producción de culto dentro de los círculos del cine fantástico y de terror. Hoy que se cumplen 40 años del enfrentamiento mortal entre Cameron Vale y Darryl Revok nada mejor que rendir tributo a Scanners y a su máximo responsable, uno de los cineastas predilectos de Transgresión Continua, en esta entrada.