lunes, 30 de junio de 2014

X-Men: Días del Futuro Pasado



Título Original X-Men: Days of Future Past (2014)
Director Bryan Singer
Guión Simon Kinberg, Matthew Vaughn y Jane Goldman
Actores Hugh Jackman, James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, Nicholas Hoult, Ian McKellen, Patrick Stewart, Ellen Page, Shawn Ashmore, Omar Sy, Peter Dinklage, Evan Peters, Halle Berry, Lucas Till, Daniel Cudmore, Booboo Stewart, Bingbing Fan, Adan Canto, Josh Helman, Larry Day, Amelia Giovanni, Gregg Lowe, Evan Jonigkeit, Mark Camacho, Laurence Belcher, Morgan Lily, Brian Cox, Famke Janssen, Anna Paquin, James Marsden, Kelsey Grammer, Brendan Pedder



Bryan Singer vuelve a lo grande a la franquicia a la que dio inicio en el año 2000 con la posiblemente mejor entrega de la saga cinematográfica de los X-Men. Tras el lavado de cara que se realizó en 2011 con aquella magnífica precuela titulada X-Men: Primera Generación que narraba el origen de la amistad/rivalidad del profesor Xavier y Magneto a modo de cinta de espías a lo James Bond con dirección del británico Matthew Vaughn (Kick-Ass, Stardust, Layer Cake) el cineasta de Sospechosos Habituales o Verano de Corrupción (Apt Pupil) vuelve a ponerse detrás de las cámaras para, esta vez, fusionar las primera trilogía desarrollada durante la década pasada con la ya mencionada protosecuela y así adaptar una de las sagas más míticas de las viñetas protagonizadas por la Patrulla X, de manera muy libre, como no puede ser menos.




En 1981 el guionista británico Chris Claremont y el dibujante canadiense John Byrne realizaron dos entregas para la colección Uncanny X-Men, los números 141 y 142 concretamente, que daban forma a una breve saga titulada Días del Futuro Pasado suponiendo el punto álgido de la etapa de estos dos autores con los hijos del átomo, siempre junto a la no menos mítica La Saga de Fénix Oscura. Dicha historia estaba localizada en un futuro post apocalíptico en el que la mayoría de mutantes (e incluso gran parte del resto de superhéroes de la Casa de las ideas) habían sido eliminados por los letales centinelas. Sólo un pequeño grupo sobrevivió y entre sus filas se encontraban Lobezno, Kitty Pride, Tormenta, Coloso, Magneto o Frankilin Richards, el hijo de Reed y Sue Richards de los 4 Fantásticos.




Para “cambiar el futuro” la Kitty Pride de aquel distópico 2013 viaja en el tiempo para encontrarse por medio de su “yo joven” con la Patrulla X e impedir con ellos que la Hermandad de Mutantes Diabólicos comandada por Mística atente contra el senador Robert Kelly, hecho que será el desencadenante de la ley antimutantes que acabará con la mayoría de los homo superiors. En sólo dos números Chris Claremont y John Byrne sentaron cátedra dentro del mundo del cómic superheróico con una historia adulta, oscura y de tono crepuscular cuya, por aquel entonces, atípica estructura narrativa enamoró a millones de lectores que a día de hoy la siguen considerando como uno de los mejores relatos protagonizados por los X-Men y todo ello en no más de 48 páginas.




Con esta base argumental (aunque con alguna deuda estilísitca de Bienvenidos al Mañana, la miniserie remake de DOTFP con la que Grant Morrison cerró su etapa en Nuevos X-Men que era una revisión de la de Claremont/Byrne) Bryan Singer y el guionista Simon Kinberg, basándose ambos en un argumento de Matthew Vaughn y Jane Goldman, que no se han desvinculado del todo de la hermandad mutante después de X-Men: Primera Generación, realizan una adaptación muy sui generis de la miniserie en viñetas. Utilizadándola básicamente como excusa para amalgamar los dos universos de X-Men existentes dentro del séptimo arte y con ello poner fin a una etapa y dar continuidad a otra para que la franquicia cinematográfica siga viento en popa. El resultado es una superproducción magníficamente ejecutada que da acción, drama y cierto trasfondo social al espectador que sólo conoce en pantalla grande a los personajes nacidos de la mano de Stan Lee y Jack kirby y que sacia el apetito goloso del seguidor de las correrías en papel de los hijos del átomo. X-Men: Días del Futuro Pasado es uno de los puntos álgidos de la Patrulla X en imagen real y la mejor película comiquera de este 2014 que no ha sido precisamente decepcionante en cuanto a adaptaciones fílmicas inspiradas en tebeos estadounidenses.




La última película del director de Valkiria es una muestra cristalina de celuloide comercial bien entendido a la que poco se le puede reprochar como espectáculo cinematográfico más allá de las licencias que se toma (retro continuidad incluida, táctica muy utilizada en el mundo del cómic y si no que se lo digan a autores como Geoff Johns en DC o Brian Michael Bendis en Marvel) para obviar fallos de las entregas previas de la saga o excusas poco trabajadas en lo narrativo para que los viajes temporales, o el origen de los mismos, sirvan para solucionar problemas estructurales que permitan al relato no perder fuerza o cohesión. Bryan Singer se sale con la suya y consigue llevar a buen puerto tan complicada empresa con un oficio digno de elogio y una emoción impropia de su impersonal y en ocasiones gélida impronta.




En X-Men: Days of Future Past tenemos el tono de crepuscularidad formal de la primera trilogía, acentuada sobre todo en la infravalorada tercera entrega a manos de Brett Ratner, gestada en el pasado decenio amalgamado con la visión retro que Matthew Vaughn insufló a X-Men: First Class y hasta algunos apuntes de las mediocres cintas protagonizadas por Lobezno. Ofreciendo sus creadores un mix cinematográfico que no deja de ser un canto de cisne u homenaje a todo el recorrido de los alumnos del profesor Charles Xavier en el mundo del cine. Sustentando todo este entramado en la sabia idea de juntar los repartos de los dos espacios temporales en uno solo para crear un producto que sólo en manos de un equipo técnico formado por auténticos ineptos podría haber fracasado en el cometido de gestar una muy buena película de acción y aventuras.




Desde el prólogo en el futuro (muy deudor del Terminator y Terminator 2: El Juicio Finalm de James Cameron) Bryan Singer tiene muy claro cómo debe dirigir la maquinaria de su proyecto. La inclusión de personajes como Kitty Pride, Sendero de Guerra, Bishop, Hombre de Hielo, Coloso, Mancha Solar o Link (con los poderes de esta última se juega con mucha pericia dando lugar a secuencias realizadas con una técnica envidiable) en este contexto distópico sirve para poner la primera piedra de este nuevo espacio temporal que debuta en la franquicia y en el que recuperamos a los Magneto, Xavier, Lobezno y Tormenta de la primera trilogía. Cambiando al viajero en el tiempo con respecto a los cómics (en aquellos era Kitty Pride la que volvía al pasado, aquí es Lobezno el que lleva acabo tal hazaña por mediación del ya mencionado personaje de Ellen Page) para dar ese protagonismo que siempre demanda Logan en los films de los X-Men, por ser el rol favorito de los espectadores.




En ese momento Logan viaja a 1973, poco antes de que Mística intenté asesinar a Bolivar Trask (como hemos comentado previamente, en los cómics ella y los miembros de la Hermandad de Mutantes Diabólicos querían atentar contra el senador Robert Kelly que tuvo presencia en las dos primeras entregas rodadas por Bryan Singer en 2000 y 2002) creador de los Centinelas, unas enormes máquinas de matar especializadas en eliminar homo superiors (mucho mejor en pantalla cuando son estéticamente más fieles a los cómics clásicos y no tanto cuando mimetizan los poderes de los X-Men en el futuro, recordando demasiado al Destructor de Thor de Kenneth Branagh) perpetradoees del holocausto mutante en el que perecerán muchos de los alumnos de Charles Xavier. En este sentido se antoja un poco tosca la manera en la que se deshacen de un plumazo de muchos de los secundarios de X-Men: Primera Generación, pero sólo por la escena de la lágrima de Mísitica/Trask ya merece la pena la licencia gratuita.




El director de Superman Returns sabe jugar con el contexto temporal de su film, mostrando unos primeros años 70 llenos de confusión y terror latente en Estados Unidos (la deuda con Watchmen de Alan moore y Dave Gibbons es clara, la presencia de Richard Nixon no es gratuita) que se contraponen al tono pulp de la anterior X-Men Frist Class. Si la cinta de Matthew Vaughn era puro James Bond, esta de Bryan Singer recuerda más en tono al cine político y conspiranóico de gente como Alan J. Pakula o Joh Frankenheimer, con un uso excelente de las falsas imágenes de archivo, adscribidiéndose también, aunque en el género de la ciencia ficción, a ese tipo de obras contemporáneas que recrean los años 70 por medio de un revisiones de calado histórico, pero siempre mirando por que impere el tono thriller como pudimos ver en largometrajes como Munich de Steven Spielberg, R.A.F: Facción del Ejército Rojo de Uli Edel, el díptico Mesrine de Jean François Richet o Carlos de Oliver Assayas.




Del reparto poco  fallo se puede destacar ya que es uno de los más potentes que ha dado el cine reciente y todo un seguro de vida para que, como conjunto, ofrezcan un recital memorable con sus trabajos. La veteranía de Ian McKellen y Patrick Stewart es intachable y ellos son los gurús que mueven los hilos de la historia, Hugh Jackman vuelve a dar vida a un Logan sencillamente brutal que esta vez, aún siendo el núcleo central del discurrir de la trama, toma un rol secundario confirmando que no sólo en los cómics Lobezno es un personaje que gana mucho más siendo un papel no principal. Jennifer Lawrence logra que con su Mística casi nos olvidemos de la de Rebeca Romjin, Nicholas Hoult se mete por fin al 100% en la azulada piel de Hank McCoy, Michael Fassbender sigue siendo un sobresaliente y carismático Magneto y Peter Dinklage está adecuadísimo como Bolivar Trask, aunque como villano podía haber tenido más entidad si se hubiera optado por afirmar que su obsesión con Raven Darkholme iba más allá de lo científico, adentrándose en terrenos de una enfermiza atracción física.




Pero si en X-Men: Frist Class era el Magneto de Michael Fassbender el rey de la velada, en esta ocasión es el Charles Xavier de un impresionante James McAvoy el que destaca por encima de un reparto tan ecléctico como coral. Poco importa que tenga melena y barba o que se pase gran parte del metraje caminado, el actor de El Último Rey de Escocia o La Conspiración "es" el profesor Xavier y se echa sobre los hombros casi todo el poso dramático del largometraje con un personaje torturado y de vuelta de todo que ha dejado de creer en sus sistema de valores y aquellos principios propios que abogaban por una convivencia pacífica entre mutantes y humanos. Pasajes como su primera aparición en una decadente Escuela Para Jóvenes Talentos, en el que lee su porvenir por medio de Logan, dándole la réplica con una profesionalidad exquisita Hugh Jackman al protagonista de Trance en ese instante, o cuando dialoga con su yo del futuro le sirven a McAvoy para sobresalir como el núcleo central del relato gracias también a un Bryan Singer que se muestra por fin más cercano que nunca a sus criaturas y las inquietudes psicológicas que las torturan.




X-Men: Días del Futuro Pasado es una de las mejores producciones comerciales del 2014 y como hemos mencionado previamente el largometraje más logrado y remarcable basado en personajes de cómics de lo que llevamos de temporada. Superando con su buen hacer a otras piezas como 300: El Origen de Un Imperio, Capitán América: El Soldado de Invierno o The Amazing Spider-man 2: El Poder de Electro que eran en mayor o menor medida cintas que se movían entre lo meritorio o lo muy acertado. Por eso esta última entrega de la Patrulla X por un lado es un regalo para los fans, tanto a los que siguen a los personajes sólo en imagen real como a los que nos hemos criado con sus historias en papel, y por otro una cinta muy competente más allá de lo puramente lúdico, así como un trabajo que pone fin a una etapa para abrir otra, esa "apocalíptica" escena post créditos abre muchas puertas, en la que asistiremos a un nuevo comienzo.




Por el camino perdonamos aristas sin limar por el simple hecho de disfrutar de pasajes poderosísimos como el del ya mencionado prólogo, la primera aparición de Lobezno en 1973, todas las intervenciones de Mística, su "conversación" con Charles en el aeropuerto, el momento de Magneto y el campo de fútbol, los dos intentos de atentado contra Bolivar Trask, un ligero pero acertado humor (la naturaleza mutante de JFK, la referencia casi imperceptible al caso Watergate con lo de la grabadora en el despacho oval de Richard Nixon, las salidas chulescas de Logan), ese final tan gratuito y autocomplaciente como acertado y hasta nostálgico o la escena de lucimiento para el Mercurio de Evan Peters (con sutil y freak referencia a que Magneto es su padre, como sucede en los cómics) un prodigio de técnica por parte de un Bryan Singer que, esta vez sí, con su última cinta ha llevado al límite una franquicia que parecía no poder ir más allá y que si sigue a este nivel esperemos continúe ofreciéndonos productos de este calibre.


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