Titane (Julia Ducournau, 2021) - Eficiente como insual drama familiar y alegoría sobre la identidad de género, queda lejos de ser esa supuesta revolución cinematográfica extrema heredera de unos referentes (Crash, Tetsuo, Christine) a los que solo remite tangencialmente.
El Viaje (Tommy Wirkola, 2021) - Mestizaje entre comedia negra y home invasion que da sus primeros pasos como una versión nórdica de La Guerra de los Rose (1989) para más tarde parodiar Perros de Paja (1971). Brillantes Noomi Rapace y Aksel Hennie como la pareja protagonista.
Nadie Saldrá Vivo de Aquí (Santiago Menghini, 2021) - Después de dos primeros actos bien planteados y con una lograda atmósfera, la propuesta abandona la influencia de La Centinela (1977) o Inferno (1980) abraza el exceso y naufraga. Reseñable labor interpretativa de Cristina Rodlo.
Hay Alguien En Tu Casa (Patrick Brice, 2021) - Rudimentario y previsible slasher, amén de engañoso en su título, que cumple mínimos gracias a unos personajes interesantes y la correcta labor de los actores que los interpretan.
Black As Night (Maritte Lee Go, 2021) - Insípida y taciturna mezcla entre Noche de Miedo, Jóvenes Ocultos y Buffy Cazavampiros que pareciera el episodio piloto de una mala serie adolescente. Su intento de crítica social es simplista y superficial hasta lo denunciable.
Bingo Hell (Gigi Saul Guerrero, 2021) - A medio camino entre un capítulo de Historias de la Crípta con sobredosis de anfetaminas y una versión geriátrica de La Tienda, de Stephen King, el resultado es paupérrimo. Sólo Adriana Barraza y Richard Brake ofrecen un mínimo estímulo.
Madres (Ryan Zaragoza, 2021) - Burdo intento de hacer pasar por supuesto terror una historia basada en hechos reales. Más allá de su competente pareja protagonista y algunos apuntes sociales no hay nada de interés en esta propuesta.
The Manor (Axelle Carolyn, 2021) - Enésima muestra de "terror griátrico", suponiendo la única película de la nueva antología de Welcome to the Blumhouse que se ve con cierto agrado. La gran Barbara Hershey da empaque a un producto que no la merece.
El Juego del Calamar (Hwang Dong-hyuk, 2021) - La sensación internacional del momento en Netflix funciona no por su ejemplar apartado técnico o su adictivo guion cargado de subtexto, sino por un grupo de personajes con los que es fácil empatizar por obra y gracia de un casting brillante.
Benedetta (Paul Verhoeven, 2021) - Carne y sangre al servicio de un nunsploitation elegante y reflexivo que en última instancia no deja de ser una historia de amor. A sus 83 años Paul Verhoeven se consolida como uno de los cineastas más libres e insobornables de la actualidad.
Cry Macho (Clint Eastwood, 2021) - Un Clint Eastwood de perfil más amable y menos derrotistaen el que conviven armónicamente el western fronterizo y el melodrama continúa con Cry Macho la deconstrucción de sus personajes arquetípicos iniciado en Gran Torino y Mula.
Sin Tiempo Para Morir (Cary Joji Fukunaga, 2021) - Modélica y espectacular despedida del James Bond de Daniel Craig en la que convergen la tradición indisociable al personaje y una evolución de su idiosincrasia y contexto que sienta como un guante a la franquicia.
Venom: Habrá Matanza (Andy Serkis, 2021) - La secuela de Venom es el equivalente cinematográfico a un cómic dibujado por Todd McFarlane en los 90. Un autoconsciente disparate audiovisual con Tom Hardy y Woody Harrelson totalmente desbocados.
A Ghost Story (David Lowery, 2021) - Gramática audiovisual minuciosa y preciosista al servicio de una melancólica reflexión sobre la pérdida, el paso del tiempo y el olvido. De desarmante sencillez conceptual, deviene en un relato de profunda carga existencial y humanista.
Mediterraneo (Marcel Barrena, 2021) - Descarnada, necesaria e inmersiva recreación de la campaña de ayuda a refugiados en Lesbos durante 2015 que supuso el nacimiento de la ONG Proactiva Open Arms. Excelente labor actoral de un equipo comandado por un colosal Eduard Fernández.
El Buen Patron (Fernando León de Aranoa, 2021) - El tándem formado por Luis García Berlanga y Rafael Azcona o los hermanos Coen sobrevuelan esta tragicomedia repleta de diálogos memorables, humor negro e intérpretes intachables mientras un Javier Bardem totémico arrasa con todo.
Las Leyes de la Frontera (Daniel Monzón, 2021) - A partir de la novela de Javier Cercas un cálido homenaje al cine quinqui cargado de acción, romance crepuscular, buena música y un casting impecable. Con algo más de mugre y furia hubiera sido el tributo definitivo al subgénero.
Madres Paralelas (Pedro Almodóvar, 2021) - Dirección perezosa, guion incongruente, tratamiento superficial de un tema tan importante como la Ley de Memoria Histórica y el reparto luchando contra diálogos impostados hacen de Madres Paralelas una propuesta fallida y decepcionante.
"Cuando llevé ese traje hice un montón de enemigos"
Quinta y última serie de Marvel Studios estrenada en Disney Plus este 2021 perteneciente a la Fase 4 del Universo Cinematográfico Marvel. Después de WandaVision, The Falcon And The Winter Soldier, Loki y What If…? le toca a la ficción protagonizada por Ojo de Halcón, la versión cinematográfica del alter ego vengador de Clint Barton interpretada por el actor estadounidense Jeremy Renner. Con claras influencias, en ocasiones más estilísticas que argumentales, de la icónica etapa escrita por Matt Fraction y dibujada por nuestro David Aja Hawkeye ha llegado a la plataforma de streaming con sus dos primeros episodios. Del desarrollo y la escritura del proyecto se encarga Jonathan Igla (Mad Men) y de la dirección de los distintos episodios Rhys Thomas (Chad) y la pareja de realizadoras Bert y Bertie (Kidding) mientras se suman al reparto Hailee Steinfeld, Vera Farmiga, Tony Dalton, Fra Fee o Linda Cardellini entre otros.
Como un servidor viene recordando cada vez que se embarca en una de estas reseñas en las que solo comentamos una o dos entregas de un producto más extenso la opinión aquí vertida está limitada por el escaso metraje visionado, que sin darnos una visión global de lo que sera Hawkeye, sí ofrece unas primeras impresiones de hacia dónde se encaminará la ficción. Aunque el potente arranque, localizado durante la invasión chitauri de New York que aconteció en 2012 durante la primera película de Los Vengadores, asienta unas bases dramáticas vinculadas con el personaje de Kare Bishop, lo cierto es que la serie protagonizada por Clin Barton posee un tono ligero que juguetea a placer con ser un producto netamente navideño en el que la acción, la comedia y el espíritu indisivible a la concepción relamida que tienen los estadounidenses de esta festividad congenian adecuadamente, manteniendo el interés y el entretenimiento en todo momento.
Estos dos primeros capítulos, Never Meet Your Heroes y Hide And Seek, recuperan el tono de héroe cansado y de vuelta de todo metiéndose en líos durante Navidad de La Jungla de Cristal (Die Hard) con un producto más a pie de calle y "working class" que se emparenta así con la ya citada etapa de Fraction y Aja controlando el porvenir del personaje en los cómics. El Macguffin que supone la recuperación del traje de Ronin, la presentación de la carismática y entrañable Kate Bishop de Hailee Steinfeld (aunque a un servidor le hubiera gustado ver a Katherine Langord ejerciendo dicho rol, sobre todo después de ver lo divertida que puede llegar a ser en películas como la explosiva Spontaneous) la dinámica que establece con Clint Barton, las eficientes secuencias de acción y el humor bastante bien llevado suponen alicientes suficientes para depositar nuestra confianza en una propuesta como Hawkeye que no ha empezado con mal pie.
Por ahora la primera toma de contacto con Hawkeye se antoja estimable y hasta cierto punto prometedora, pero viendo lo ocurrido con algunas de las otras series de Disney Plus y Marvel Studios conviene no bajar la guardia a ese respecto. Por último no me gustaría dejar pasar la oportunidad de acordarme de David Aja, uno de los mejores dibujantes actuales del mundo del cómic que hizo una labor mayúscula, ganadora del Eisner, con la ya citada etapa del los cómics en los que se encargaba de los lápices. Me parece vergonzoso que viendo cómo la serie saquea las planchas del vallisoletano, el opening es brillante precisamente por eso; Disney, Marvel Studios y Kevin Feige no correspondan económicamente o hayan solicitado los servicios, como sí lo han hecho con Matt Fraction; de la principal fuente de inspiración estilística de la producción. Aquella anécdota que relató el mismo Aja en Los Felices Veinte sobre cómo fueron los cámaras de la serie los que le pagaron de su bolsillo un dibujo para la claqueta que utilizan el rodaje lo dice todo con respecto a lo mal que se está tratando a un autor indispensable como el de Semillas.
Después de dos primeros episodios adentrándose en los terrenos de lo cumplidor y funcional es el tercero, titulado Echoes, el que pone las cartas en la mesa suponiendo una notable subida de calidad con respecto a esta Hawkeye que comienza a encontrar su propio equilibrio y haciéndolo cuando llegamos al prematuro ecuador de la miniserie producida por Disney y Marvel Studios. Las dos primeras entregas sirvieron para darnos a conocer la actual sitación profesional y personal de un Clint Barton de vuelta de todo y de paso presentar a los nuevos personajes con la Kate Bishop de Hailee Steinfeld a la cabeza, cambiando su génesis en la ficción con respecto a las viñetas, pero ofreciéndole cierto poso dramático que no desentonaba en pantalla y estaba estrechamente vinculado con hechos previos del Universo Cinematográfico Marvel.
Aunque este episodio tiene como epicentro la puesta de largo de Echo como villana y sus vínculos con un personaje en la sombra, que según gran parte del fandom podría ser el Kingpin que Vincent D’Onofrio interpretó magistralmente en la serie de Daredevil para Netflix, son la acción y el ritmo medidamente frenético los que campan a sus anchas a lo largo de los poco más de 40 minutos de metraje del capítulo. Con respecto a esto tienen mucho que decir la pareja de directoras Bert y Bertie, responsables de una puesta en escena alejada de la procedimental y demasiado encorsetada de Rhys Thomas en Never Meet Your Heroes o Hide And Seek apelando esta vez a unos pasajes audiovisuales dinámicos en los que tienen cabida planos secuencia a lo Children of Men (Alfonso Cuarón, 2006), aunque salvando las distancias; movimientos de cámara imposibles y persecuciones automovilísticas manteniendo la deuda de la serie con John McLane y sus correrías cinematográficas.
El equilibrio entre el actioner con ramifiaciones superheróicas, la comedia ligera para todos los públicos y el drama bien planteado, aunque algo sensiblero; encuentran en el tercer episodio la armonía necesaria para que esta adaptación apócrifa y muy libre de la etapa de Matt Fraction y David Aja siga por el camino correcto sin caer en la pretencisidad y la exageración. Con buenas sensaciones, una ficción ahora más prometedora que después de dar sus primeros compases y las elucubraciones o múltiples teorías fan que siempre dan mucho juego al debate sobre las series adscritas al UCM Hawkeye se adentra en su segunda mitad de manera reseñable, con mucho todavía por contar, pero también con la posibilidad de que este magnífico capítulo haya sido un espejismo a punto de desvanecerse en las próximas semanas. Esperemos que no se de el caso y las andanzas de Clint Barton y Kate Bishop sean una digna despedida del 2021 por parte de Marvel Studios.
Después del repunte que supuso el tercer episodio de la pasada semana, Echoes, un servidor no las tenía todas consigo en lo referente a que se mantuviera el nivel de Hawkeye en este cuarto teniendo en cuenta precedentes de otras de las recientes series de Disney Plus y Marvel Studios como son los casos de The Falcon And The Winter Solider, Loki o What If…?; en los que la irregularidad entre un capítulo y otro se hacía patente transmitiendo una sensación de inestabilidad narrativa que jugaba en contra de dichos proyectos. Por suerte esta cuarta entrega no ha supuesto una decepción con respecto a su predecesora y aunque cambia notoriamente el tono y baja la intensidad el resultado sigue siendo más que óptimo gracias a un tratamiento muy interesante de los dos personajes principales.
Las directoras Bert y Bertie vuelven a ponerse detrás de las cámaras después del magnífico resultado de su anterior incursión en Hawkeye y esta vez lo hacen levantando el pie del acelerador y reducienda esa acción que tan bien saben poner en escena para localizarla en el último acto del episodio. En Partners, Am I Right?, título de este cuarto capítulo, cobra relevancia el guionista y showrunner Jonathan Igla, encargado de dedicar gran parte del metraje a desarrollar con mucho encanto y algún apunte moderadamente emotivo la relación entre Clint Barton y Kate Bishop cuando ambos asumen que pasarán las navidades juntos si quieren resolver el caso en el que se ven implicados con Jeremy Renner y Hailee Steinfeld conectando cada vez mejor al compartir pantalla.
En el último acto la acción se apodera del episodio con la aparición de Echo y un personaje recuperado del cine, cuya presencia era un secreto a voces, encarrilando lo que serán los dos últimos capítulos de una serie que por el momento funciona de manera más que adecuada sin desfallecer y superando a la mayoría de las series presentadas por Marvel Studios este año dentro de la plataforma de Disney, pero sin convertirse en una pieza de calidad sobresaliente como sí lo era la todavía imbatida WandaVision. Dos entregas más, tramas todavía por desarrollarse y esperar a la confirmación de si veremos al Wilson Fisk de Vincent D’Onofrio en pantalla (todo apunta a ello, viendo los comentarios con doble sentido que lanza actualmente el actor en su cuenta de Twitter sobre su personaje y otros de la serie de Daredevil) o alguna sorpresa más nos dirá si este viaje navideño por New York con Clint Barton y Kate Bishop ha merecido la pena. Por ahora la respuesta sería afirmativa, pero sin volvernos locos.
Quinto y penúltimo episodio, titulado Ronin, con el que por fin Jonathan Igla, Bert y Bertie el resto de colaboradores dan un puñetazo en la mesa y ofrecen a los espectadores todo lo prometido anteriormente e incluso mucho más. La cuarta entrega acababa con la aparición de la Yelena Belova de Florence Pugh, la contrapartida en imagen real del personaje de Marvel Comics que debutó en pantalla grande con Viuda Negra, y ya en este capítulo se introduce completamente en la trama. Debuta con un prólogo en el que se hace el uso audiovisual más ingenioso del lapso que un servidor ha visto hasta el momento seguido de una larga secuencia, que podía haber durado todo el metraje sin ninguna queja por mi parte, en la que conversa con Kate Bishop confirmando las toneladas de carisma, simpatía y sorna que destilaba el rol de la actriz de Mujercitas en el film protagonizado por Scarlett Johanson.
Una vez la trama pone el foco sobre Clint Barton vemos al personaje de Jeremy Renner tomar la drástica decisión de enfundarse de nuevo el traje de Ronin para enfrentarse a Echo y los Tracksuits, no con la intención de eliminarlos como hacía en el pasado cuando llevaba dicho uniforme y sembraba el terror en el mundo del hampa impulsado por la desaparición de su familia tras el chasquido de Thanos durante Vengadores: Infinity War, sino para convencer al personaje de Alaqua Cox para que cese en su empeño y se aleje de la familia y amigos del protagonista. Unas palabras de Barton con respecto al padre de la villana hacen sembrar la duda en esta y sirve de catalizador para la revelación final del episodio cuya conexión directa se establece con Eleanor Bishop, la madre de Kate interpretada por Vera Farmiga.
Porque sí, este penúltimo episodio llega a su clímax final confirmando lo que era un secreto a voces, el Kingpin de Vincent D’Onofrio conspiraba desde las sombras y su presencia, ingeligentisimamente desvelada en parelelo a las sorpresas que se nos desvelarán en Spider-Man: No Way Home, abren la puerta a un nuevo mundo de posibilidades en el Universo Cinematográfico Marvel que podría suponer la llegada de varios de los personajes de las series de Netflix a las producciones de Marvel Studios para Disney Plus con el Daredevil de Charlie Cox a la cabeza y en el que a un servidor no le disgustaría ver al resto de secundarios de la serie protagonizada por Matt Murdock o a Jon Bernthal y Krysten Ritter repitiendo como Fank Castle y Jennifer Jones respectivamente.
So This Is Christmas? pone punto y final a Hawkeye. Un sexto y último episodio en el que se conjuran todos los aciertos de la serie de Disney Plus y Marvel Studios, que no son pocos. Una vez desvelada la identidad de Kingpin como figura que movía los hilos desde las sombras la presencia del personaje interpretado por Vincent D’Onofrio ejerce un rol capital en el clímax de la serie. Ofreciendo una versión de Wilson Fisk que mantiene la rotunda presencia ofrecida en Daredevil, pero con una fuerza física y estética más cercana a los cómics, el pasaje en el que pelea con Kate Bishop supone uno de los momentos álgidos de este capítulo. Otro de ellos sería el esperado enfrentamiento entre Clint Barton y una Yelena Belova con la que Florence Pugh se ha robado el protagonismo desde que se revelara su identidad en el cierre del cuarto episodio. Esta resolución de la serie discurre por el camimo esperado, transfigurándose en un homenaje a Natasha Romanoff.
La season finale de Hawkeye condensa toda su esencia como ficción audiovisual, haciendo que sus poco más de 60 minutos de metraje, en los que Rhys Thomas vuelve a ponerse al frente de la dirección después de la muy superior labor de Bert y Bertie, supongan un compendio en el que conviven la acción, el humor y los pasajes dramáticos en un contexto navideño que han sobrevolado toda la propuesta diseñada por Jonathan Igla y su equipo de colaboradores. El enfrentamiento de Clint y Kate contra los miembros de la Trucksuit Mafia en el Rockefeller Center, la divertida pelea en las oficinas entre los personajes de Hailee Steinfeld y Florence Pugh o el cara a cara de este último con el de Jeremy Renner ofrecen todo lo que ha hecho de Hawkeye una propuesta tan acertada como humilde sin mayores aspiraciones que las de entretener con una historia sencilla de aprendizaje, amistad y legado que ha cumplido en casi todo momento con lo prometido.
Con una total ausencia de pretensiones, tomando como inspiración una etapa de los cómics recordada con cariño por el gruseso de los aficionados, aunque lo que le han hecho a David Aja sigue siendo un atraco, y con un reparto en estado de gracia Hawkeye ha hecho de la humilidad y la cercanía sus mayores virtudes. Ahora el camino queda abierto para la llegada tanto de los Jóvenes Vengadores como de los Thunderbolts, aunque todavía queda recorrido para que ambo grupos tomen forma y vayan presetándose más de sus componentes. La serie de Jonathan Igla cierra un 2021 en el que Disney Plus y Marvel Studios han estrenado cinco series pertenecientes a la Fase 4 del Universo Cinematográfico Marvel y aunque la calidad ha sido irregurlar, WandaVision nos malacostumbró desde el principio, hemos estado entretenidos casi un año completo con productos más o menos disfrutables que daban mucho pie a elucubrar y teorizar sobre un microcosmos que ya ha empezado a introducirse en el inhóspito terreno del Multiverso. Veremos hacia dónde nos lleva este viaje.
DirectorRobert Altman GuionJules Feiffer, basado en las tiras cómicas de Elzie Crisler Segar RepartoRobin Williams, Shelley Duvall, Paul Smith, Ray Walston, Paul Dooley, Donald Moffat, Richard Libertini, Bill Irwin
Cuenta la leyenda que después del éxito de Grease (Randal Kleiser, 1978) no fueron pocas las majors de Hollywood empeñadas en explotar el filón del nuevo resurgir del género musical al que parecía haber dado inicio la historia de amor entre Danny Zuko (John Travolta) y Sandy Olsson (Olivia Newton John). La responsable del pelotazo, la Paramount Pictures del mítico Robert Evans, no pudo hacerse con los derechos del musical Annie, inspirado en las tiras cómicas creadas por Harold Gray, que recayeron en una Columbia Pictures llevándolas al cine en 1982 con dirección de John Huston; de manera que buscaron otra adaptación de personajes del mundo del cómic que trasladar al celuloide, pero con la intención de incluir canciones y números musicales en ella. El elegido fue Popeye, el protagonista de las historietas creadas por Elzie Crisler Segar que después de su triunfo en papel viajó con acierto máximo al mundo de los cortometrajes animados con autoría de los hermanos Max y Dave Fleischer y las aventuras televisivas, precisamente haciendo uso de canciones en muchas de sus encarnaciones. Para sacar adelante el proyecto Paramount Pictures, dueña de los derechos audiovisuales de Popeye, se asoció con Walt Disney Productions y esta alianza dio el empaque a una producción que, dada la fama mundial del conocido marinero que cobraba fuerza sobrehumana comiendo espinacas, podía proporcionar pingües beneficios a sendas compañías.
Para adaptar las aventuras de Popeye, el Marino a la pantalla grande se sumó al proyecto el guionista, historietista, escritor y dramaturgo Jules Feiffer y para dirigir el proyecto, después de un notorio baile de realizadores, se tomó la atípica y rocambolesca elección de apelar a la profesionalidad del gran Robert Altman, cineasta perteneciente a la "generación de la televisión" al que debemos obras maestras como M*A*S*H (1970), Nashville (1975), El Juego de Hollywood (The Player, 1992), Vidas Cruzadas (Short Cuts, 1993) o Gosford Park (2002) y que por aquel entonces no andaba en su mejor época. En lo referido al reparto, posiblemente el punto más fuerte del largometraje, un Robin Williams debutante en lides cinematográficas se enfundó el traje de Popeye, viéndose acompañado por Shelley Duvall encarnando a Olivia y un grupo de secundarios en el que encontramos a Paul L. Smith como Bluto/Brutus, Paul Dooley en la piel del rechoncho Wimpy/Pilón, Ray Walston interpretando al Comodoro y el bebé Wesley Ivan Hurt en el papel de Swee’Pea/Cocoliso, entre otros.
Popeye (Robin Williams) es un marinero que llega a la pequeña localidad costera de Sweethaven para dar con el paradero de su padre desaparecido. Allí se hospedará en la pensión de la familia Oyl, cuya hija, Olivia (Shelley Duvall), se encuentra terminando los preparativos de su fiesta de compromiso con el capitán Brutus (Paul L. Smith), un delincuente local que trabaja a las órdenes del misterioso Comodoro (Ray Walston), personalidad que rige el porvenir de Sweetheaven desde las sombras. La incipiente historia de amor que surgirá entre Popeye y Olivia, la aparición del bebé abandonado Cocoliso (Wesley Ivan Hurt) que la pareja adoptará como suyo, la rivalidad entre Popeye y Brutus acentuada por ser el interés amoroso de Olivia o la búsqueda incesante del protagonista para encontrar a su progenitor darán pie a estrambóticas situaciones que convertirán Sweethaven en terreno hostil para todos sus habitantes e incluso para un inesperado octópodo que se las hará pasar bastante mal a Popeye.
Cuando la película de Popeye vio la luz en 1980 el personaje ya tenía a sus espaldas casi 50 años de vida editorial que, como bien hemos apuntado con anterioridad, se extendió con éxito a otros medios, principalmente audiovisuales. Por ello no era descabellado pensar que una buena adaptación del personaje podía ser recibida con agrado por los fans de este en particular y el público en general. Desgraciadamente el resultado no fue tal y si bien la película recaudó 60 millones de dólares, habiendo costado su producción 20, siempre se ha considerado uno de los fracasos más sonados del Hollywood contemporáneo. En la siguiente entrada vamos a intentar incidir en sus muchos aciertos y su único, aunque de notables dimensiones, fallo tras haber revisado la versión íntegra del film (recordemos que a España llegó una versión "aligerada" de la que se eliminaron escenas y alguna que otra canción) y con la sana intención de mirar con ojos del 2020 una película de 1980 que un servidor vio por primera vez durante la segunda mitad de los 80 dejando un atípico recuerdo en mi memoria.
La primera impresión que transmite Popeye cuando el espectador la visiona es que los 20 millones de dólares depositados por Paramount Pictures y Walt Disney Productions fueron muy bien invertidos. No sabría decir cuanto de Sweethaven es real o parte de la dirección artística de la película, pero la localización para dar vida al pueblo pesquero es uno de los mayores éxitos de la cinta y la grabación de exteriores en Malta todo un hallazgo. A partir de ahí un Robert Altman hasta arriba de estupefacientes en el rodaje, según cuentan los implicados en el mismo, consigue transmitir el tono cartoonesco y tebeístico que una producción protagonizada por el personaje de Elzie Crisler Segar exigiría para ser extrapolado fielmente al medio audiovisual con la ayuda de un director de fotografía mítico como Giuseppe Rotunno, habitual colaborador de Federico Fellini. En ese sentido el director cumple sobradamente como artesano al servicio de un producto bastante alejado de su impronta autoral, al que paradójicmanente acaba llevando a su terreno, llenando todo el metraje de gags visuales y cuyo acabado estilístico nos retrotrae a una versión lacónica y pesimista de autores como Charles Chaplin, Buster Keaton o Jacques Tati.
El guión de Jules Feiffer consigue capturar con acierto la esencia de la creación de Elzie Crisler Segar y a la hora de exponer en pantalla las aventuras de Popeye es notoriamente fiel a las mismas. Más allá de la feliz elección del reparto y el destacable trabajo de los equipos de maquillaje y vestuario el libreto del largometraje consigue ejecutar una aproximación a los personajes que debería agradar a los fans de estos y al público neófito que, de manera un tanto extraña, nunca haya leído o visto alguna de sus historias, ni haya escuchado hablar de ellas. Si antes alabábamos la capacidad de Robert Altman para el slapstick y cierto caos controlado con el que se desarrollan las vivencias de los habitantes de Sweethaven, también es de recibo destacar el timing cómico de Feiffer, su soltura con los gags y la veteranía a la hora de escribir diálogos delatando los muchos años que dedicó a la escritura de historietas o tiras de prensa. Otro apartado, este de vital importancia, en el que Popeye funciona durante casi todo su metraje.
Ya hemos dejado entrever que se antoja inevitable cantar las alabanzas al reparto de Popeye. Robin Williams encarna una meritoria contrapartida del marinero aunando en su rol las dos vertientes cómicas del proyecto, la física y la dialogada, marcando el tono para que el resto de sus compañeros hagan lo propio. Paul L. Smith como Brutus, Paul Dooley ofreciendo su voz y físico a Pilón o Ray Walston embutiéndose en los ropajes del Comodoro certifican el buen hacer de los directores de casting al elegir a los actores y la meritoria labor de caracterización que con estos últimos se llevó a cabo. Pero si hay que destacar un caso implacable de mimesis entre actriz y personaje ese es el de Shelley Duvall dando vida a una Olivia que pareciera arrancada directamente de las viñetas o los cortos animados. Después de revisar la película a un servidor se le antoja imposible otra profesional del medio para encarnar a una Olivia que la protagonista de El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980) hace suya mediante la modulación de voz, el lenguaje gestual y una química intachable con el Popeye de Robin Williams al que en no pocas ocasiones devora en pantalla.
La gran pregunta entonces es que si Popeye tiene un guión competente, una dirección encomiable y un trabajo actoral de nota ¿por qué falló y acabó convertida en un fiasco histórico dentro de las adaptaciones de personajes de tebeos al cine en particular y del Hollywood de los primeros 80 en general?. Para el que suscribe esa gran carencia que arrastra por el suelo gran parte de las virtudes del proyecto es sin lugar a dudas su naturaleza musical, la misma por la que nació como producto cinematográfico y que tan bien funcionaba en animación. Más allá de que en ocasiones las canciones y escuetas coreografías de baile ralentizan el buen discurrir del guión, es de recibo mencionar que la mayoría de ellas se mueven entre lo mediocre y lo terrible. Esa encantadora Sweethaven que abre el film es sólo un espejismo, ya que el resto de temas compuestos por un Harry Nilson en horas muy bajas confirman que Popeye necesitaba un mejor trabajo melódico o directamente no haber sido un musical. Si cortes como I’m Mean o I Yam What I Yam son flojos, otros como He Needs Me se revelan directamente insoportables y la mayor flaqueza de la película de Robert Altman.
Desde esta entrada un servidor recomienda recuperar y revalorizar en su justa medida una pieza como este Popeye de 1980 que si bien es un proyecto fallido como musical, en lo referido a ser una divertida comedia, una producción vistosa en todos los aspectos, un desfile de actores cómodos dando vida a los personajes en los que se inspiran y una adaptación de las historietas creadas por Elzie Crisler Segar hace casi cien años logra su cometido. A pesar de ese gran fallo en el que hemos incidido, menoscabando la labor conjunta de un grupo de profesionales que hizo todo lo posible por estar a la altura de las circunstancias, la película de Robert Altman no debería caer en el olvido y sería conveniente recuperarla ocasionalmente aunque sólo sea para admirarla como una rara avis tanto en los géneros a los que se adscribe como dentro de la filmografía de su director. A estas alturas se antoja raro que con el boom de iconos de la viñeta asaltando nuestras carteleras Paramont Pictures no se haya decidido todavía a realizar un reboot protagonizado por el marinero más conocido del mundo de la viñeta y la animación catódica. Sólo el tiempo nos dirá si lo volveremos a ver lucir músculos tatuados, pipa y lata de espinacas en pantalla grande.
Título OriginalShang-Chi and the Legend of the Ten Rings(2021) DirectorDestin Cretton GuionDave Callaham, Destin Cretton, Andrew Lanham, basado en el cómic de Steve Englehart y Jim Starlin RepartoSimu Liu, Awkwafina, Tony Leung Chiu-Wai, Ben Kingsley, Meng'er Zhang, Fala Chen, Michelle Yeoh, Yuen Wah, Florian Munteanu, Andy Le, Paul W. He, Jayden Zhang, Stephanie Hsu
Es un hecho que éxitos como las dos entregas de Guardianes de la Galaxia, las de Ant-Man, Capitana Marvel o Doctor Strange confirmaron que Marvel Studios puede llevar a la pantalla grande cualquier personaje secundario o terciario dentro de la vida editorial de la Casa de las Ideas y conseguir el respaldo del público generalista. Con intención de rizar el rizo a este respecto Kevin Feige y sus colaboradores pusieron su mirada en Shang-Chi, “maestro del Kung-Fu”, el héroe creado en 1973 dentro de las páginas de Special Marvel Edition #15 por el guionista Steve Englehart y el dibujante Jim Starlin. alcanzando el cénit de su fama cuando Doug Moench y Paul Gulacy se hicieron con las riendas de sus aventuras.
Para llevar a imagen real las andanzas de Shang-Chi Disney y Marvel Studios contrataron los servicios de los guionistas Dave Callaham y Andrew Lanham que aunaron fuerzas con el director, Destin Cretton, para configurar la primera aventura en solitario del personaje. De dar vida al protagonista se encarga el actor chino-canadiense Simu Liu y de acompañarle Awkwafina (Jumanji: Siguiente Nivel), Tony Leung Chiu-Wai (Deseando Amar), Michelle Yeoh (Tigre y Dragón), Yuen Wah (Kung Fu Sión) o Florian Munteanu (Creed II). Tras su estreno el largometraje se consolidó como uno de los éxitos de taquilla más importantes del 2021, habiendo recaudado hasta el momento 365 millones de dólares, números nada desdeñables teniendo en cuenta el efecto post pandemia.
Vaya por delante lo evidente y es que Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos tiene del Shang-Chi de los cómics solo el título. Podríamos afirmar que algo hay de la esencia de la versión más contemporánea que Marvel ha dado del personaje, pero ni así estaríamos ciñéndonos fielmente a la realidad. De esta manera podemos descontar que quede en esta adaptación un sólo resquicio de aquel Shang-Chi de los 70 que nació como una mezcla entre Bruce Lee y James Bond, embarcándose en historias de espionaje de pulp que en el film de Destin Cretton brillan por su ausencia. Lo que debería haber sido una especie de variante de la clásica Operación Dragón (Enter the Dragon, Robert Clouse, 1973) para asemejarse a lo acontecido en las viñetas, toma en esta producción de 2021 una senda muy diferente a la hora de presentarnos a su protagonista.
El prólogo de la obra, a modo de declaración de principios, lo deja claro de manera prematura. Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos va a construir su base argumental y conceptual sobre una mezcla entre el subgénero wuxia, el cine de artes marciales hongkonés y la aventura épica con reminiscencias incluso a la filmografía del japonés Hayao Miyazaki. Siendo conscientes de estas cuantiosas licencias con respecto al material original al espectador sólo le queda rechazar de pleno la propuesta por no ser este el producto que buscaba, o asumir la decisión por parte de sus responsables de no sólo alejarse totalmente de los cómics, sino de llegar incluso en ocasiones a hacer mofa de ese infidelidad o de incluso burlarse de las controvertidas elecciones tomadas en la muy recuperable Iron Man 3.
En honor a la verdad muchos de los conceptos que cimentaron el microcosmos de Shang-Chi en el arte secuencial se encuentran en esta adaptación, pero son utilizados como meros recursos por Destin Cretton y sus colaboradores para enriquecer el relato sin pararse a pensar si respetan el lore indivisible a su vida editorial. Porque Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos, aunque diferente en su exterior, es un producto 100% UCM y sigue los preceptos establecidos por la maquinaria que lo compone. De manera que los 132 minutos que conforman el proyecto basculan entre la acción frenética, el humor ligero y las dinámicas entre unos personajes arquetípicos, pero lo suficientemente perfilados como para que podamos empatizar con su situación y llegar a preocuparnos por su integridad física o psicológica.
Es ineludible que la mayor virtud de una producción como Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos son sus espectaculares escenas de acción. No vamos a volver a incidir en el tema de que los verdaderos responsables de los pasajes más físicos de las películas de Marvel Studios en particular, y de los blockbusters hollywoodienses en general, son los directores de segunda unidad, pero sí conviene mencionar que el film de Destin Cretton contó con la presencia de Andy Cheng y el fallecido Brad Allan, habituales colaboradores de Jackie Chan, como coordinadores de dichas secuencias y eso se nota en pantalla. Desde el combate del prólogo, pasando por la secuencia del autobús o la batalla campal que cierra el film conforman una sesión continua de elaborada violencia inocua tan fruiciosa como bien ejecutada.
No se puede hablar de las secuencias de acción y las potentes coreografías de artes marciales sin mencionar la enorme labor delante de las cámaras de Simu Liu. Una vez más debemos asumir que nada tiene que ver su fisionomía o personalidad con el Shang-Chi clásico, pero es un hecho ineludible que sus aptitudes para protagonizar pasajes físicos son de alto nivel gracias a su pasado como especialista en escenas de riesgo. Por suerte sus capacidades van más allá de sus conocimientos de Kung-Fu, concretamente el wushu y el shaolin, ya que el carisma, la sorna y un aire canalla le sirven para conjugar un personaje principal que se gana el favor del público desde los primeros minutos de metraje.
Dentro del reparto de secundarios destacan, como era de esperar, dos iconos del cine chino como son Tony Leung Chiu-Way y Michelle Yeoh, ambos protagonistas de clásicos internacionales a manos de directores de primer nivel como Wong Kar-Wai o Ang Lee, pero curtidos en su juventud en el cine de acción hongkones. El primero da vida a una versión muy particular del Mandarín, insuflando elegancia y rotundidad a un personaje que escapa del perfil simplista de la mayoría de los villanos del UCM. Ella en cambio acomete con mucha convicción a un rol secundario muy cercano a los que interpretó en trabajos como Tigre y Dragón. Muy reseñable también una divertidísima Awkwafina como peculiar sidekick del protagonista. El resto de actores cumplen sobradamente y sirven de apoyo a los principales sin destacar en manera alguna más allá de sus capacidades físicas.
Shang-Chi y la Leyenda de los Diez Anillos es una película no apta para los fans de la rama más dura del personaje de Marvel Comics. Kevin Feige y su equipo han moldeado a su gusto la creación de Steven Englehart y Jim Starlin para adaptarla al gran público alejándose de su idiosincrasia primigenia, pero visto el resultado la operación ha resultado un éxito. Acción, humor, fantasía, pequeños apuntes de drama y un par de escenas post créditos que allanan el terreno no sólo para lo que está por venir en la Fase 4 del Universo Cinematográfico Marvel, sino para una secuela de la obra que nos ocupa casi confirmada después del buen recibimiento a lo largo y ancho de la cartelera internacional. Esta primera entrega ha sido lo suficientemente entretenida como para esperar con ganas una continuación, en cambio pedir un poco más de fidelidad a los tebeos que convirtieron al personaje en un icono de las viñetas suponemos que sería mucho pedir.