Título Original The Hobbit: The Battle of the Five Armies (2014)
Director Peter Jackson
Guión Philippa Boyens, Peter Jackson, Fran Walsh, Guillermo del Toro basado en el libro de J.R.R. Tolkien
Actores Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, Luke Evans, James Nesbitt, Aidan Turner, Evangeline Lilly, Ken Stott, Graham McTavish, Jed Brophy, Stephen Hunter, John Callen, Adam Brown, Dean O'Gorman, William Kircher, Peter Hambleton, Mark Hadlow, Cate Blanchett, Lee Pace, Orlando Bloom, Hugo Weaving, Billy Connolly, Christopher Lee, Stephen Fry, Ryan Gage, Ian Holm, Sylvester McCoy, Manu Bennett
El director neozelandes Peter Jackson pone con El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos final a la segunda trilogía cinematográfica salida de su mano para trasladar la palabra del escritor J.R.R Tolkien a imagen real. La primera, que adaptaba las tres novelas que formaban El Señor de los Anillos, fueron un éxito arrollador de crítica y público que se llevó a casa 17 Oscars en total. Esta nueva saga de también tres entregas que abarcan la primera novela del autor del Silmarilion no ha sido recibida con tanta unanimidad por culpa de las malas decisiones que el cineasta de Mal Gusto tomó para extrapolarla a la pantalla grande, como alargar lo indecible pasajes que eran breves en el libro, inventarse otros protagonizados por personajes innecesarios o ser en cierta manera infiel tanto conceptualmente como en tono a aquellas poco más de 300 páginas.
Pero al igual que sucedía con El Hobbit: Un Viaje Inesperado y El Hobbit: La Desolación de Smaug Peter Jackson sabe qué teclas tiene que tocar para que nos derritamos como fans de la franquicia y así pasemos por alto el afán sacacuartos tanto de él mismo como de las cabezas pensantes de las distintas productoras (Warner Bros, Metro Goldwyn Mayer, New Line Cinema) que se encuentran detrás de la gestación de esta nueva serie de tres largometrajes. Por cada infidelidad, interminable pasaje o inservible relación interpersonal entre roles secundarios, nos regala momentos de mastodóntica épica, celuloide dinámico con muy buen gusto y unas batallas multitudinarias que se revelan como lo mejor de la velada
El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos (la película anteriormente conocida con el título mucho menos impactante de El Hobbit: Partida y Regreso) sigue la tónica de su predecesora, o lo que es lo mismo, hiperbolizar todos los fallos y aciertos de la primera entrega estrenada el año 2012. La historia comienza justamente donde acababa la anterior cinta con un Samug desatado y enfurecido dispuesto a arrasar la Ciudad del Lago. Este prólogo soberbio, de lo mejor del film, parece que Peter Jackson quiere quitárselo pronto de en medio, privándonos de más minutos de metraje del enorme e intimidante dragón en pantalla, para pasar a un desarrollo de la trama en el que el autor de Braindead cae de nuevo y con más descaro que nunca en el mayor fallo que arrastra esta nueva trilogía cinematográfica relacionada con los personajes de J.R.R. Tolkien.
Después de ese brutal pasaje con Smaug como núcleo central de la historia el Peter Jackson más rastrero sale a la luz. Ese que con tal de satisfacer a los fans de la saga cinematográfica a la que él dio inicio hace doce años es capaz de adulterar de manera vergonzante el libro que está adaptando. El neozelandes lleva hasta el extremo su intención por alargar pasajes de manera innecesaria o por añadir otros que nunca tuvieron lugar en el libro de 1937 y con ello justifica la inclusión de personajes que poco o nada pintan en la película como Saruman, Galadriel, Elrond o el mismo Légolas, que a partir de la segunda cinta copa un protagonismo que Jackson y sus guionistas se han sacado de la manga y al que han puesto como complemento el rol de Tauriel que, una vez más, está metido con calzador y forma parte del en casi todos momentos insufrible romance con el enano Kili.
Antes de llegar a todo el caldo de cultivo que da pie a la batalla que da título al largometraje Jackson nos hace tragar morralla, pasajes de relleno que o bien se inventa él mismo o toma prestados de distintos escritos del universo tolkieniano, Como sucede en las dos anteriores entregas la cinta flaquea cuando se centra en esos añadidos caprichosos que sólo consiguen abultar innecesariamente un metraje que a todas luces podía haber sido mucho más efectivo sin tanta duración, aunque sería de necios afirmar que el film se hace aburrido, algo que no sucede en ninguno de los 144 minutos (es la película más corta de esta nueva trilogía) que dura el viaje. Y por otro lado el film ofrece lo mejor de sí mismo cuando adapta con una fidelidad encomiable las páginas que si dieron forma a la novela que sirve como base argumental de la obra cinematográfica.
Una vez más Peter Jackson amalgama el tono de aventura ligera de la novela El Hobbit con la epicidad extrema que insufló a la anterior trilogía cinematográfica, siendo así algo infiel (aunque no más de lo que lo fue con las dos entregas previas a esta) al tono de la primera novela de J.R.R. Tolkien. Esta mezcolanza no siempre se muestra compacta en pantalla y se revela en ocasiones bastante descompensada, pero el director de Criaturas Celestiales ya conoce el imaginario tolkieniano como la palma de su mano y sabe qué resortes debe tocar para que su film se revele como un canto de amor hacia la Tierra Media sustentado en las bases del mejor cine comercial que pueda ofrecernos el celulodie actual. El resultado deja considerablemente satisfecho a la mayoría de espectadores aún dejando notar varios fallos irritantes a lo largo del metraje.
Y algunos de ellos parecen indignos de la profesionalidad y las tablas que el cineasta neozelandes lleva a sus espaldas a estas alturas. Como la ya mencionada innecesaria historia de amor de Tauriel y Kili que desemboca en triángulo emocional con la presencia de un Légolas en modo pagafantas, el poco metraje de la mayoría de enanos que habían tenido momentos más destacados en los dos films previos, el peso que se da a secundarios estúpidos e intragables como el Alfrid de Ryan Algig (insoportable rol de relleno pretendidamente cómico y que no pasa de cliché andante) y el que se le resta al Bilbo Bolson de un esforzado Martin Freeman que si en Un Viaje Inesperado o La Desolación de Smaug parecía un secundario más, aquí es casi un personaje anecdótico si no contamos las puntuales escenas en las que cobra le importancia que merece y sí tenía en todo momento en el libro original.
Pero por otro lado, y como ya hemos aventurado previamente, Peter Jackson sabe lo que hace y en El Hobbit: La Batalla de los Cincon Ejércitos echa toda la carne en el asador. Gracias a su habitual puesta en escena y a su conocimiento del universo de la Tierra Media se permite rematar esta trilogía con algunos de los mejores pasajes de los tres largometrajes. Desde el ya mencionado prólogo con Smaug el Terrible copando todo el protagonismo junto al impagable Bardo de Luke Evans hasta el viaje a la locura de un sobresaliente (aunque algo desdibujado) Richard Armitage en la piel de Thorin Escudo de Roble o la recta final de la película con todo lo referido a la batalla de los cinco ejércitos y su previa gestación en la que el director ofrece algunos de los momentos más vibrantes, épicos y sólidos de toda su carrera con ese descomunal enfrentamiento entre enanos, orcos y elfos que no sólo es un dechado de técnica cinematográfica sino que también adapta con pericia inquebrantable dicha etapa de la novela original.
Con esta última entrega Peter Jackson pone punto ¿y final? a esa incursión en la obra literaria de J.R.R. Tolkien que tantas satisfacciones le ha dado. Evidentemente como trilogía queda muy lejos de la de El Señor de los Anillos y su vergonzoso alargamiento se debe únicamente a las intenciones económicas de su creador, qué paradójicamente se ve muy bien reflejado a sí mismo en el film con ese Thorin Escudo de Roble que se ve devorado por la avaricia por culpa del "mal del dragón" que hereda de Smaug. Pero al igual que sus predecesoras El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos es heredera del mejor cine clásico de aventuras, una muestra del celulolide comercial del siglo XXI más disfrutable y competente, una obra que dignifica con su sola presencia las carteleras de todo el mundo. Porque como adaptación de la novela El Hobbit podemos cuestinarla desde varios puntos de vista, pero como pieza de evasión para todos los públicos pocas deficiencias podremos destacarle.