miércoles, 27 de octubre de 2010

El Gigante de Hierro, corazón de acero


Título Original: The Iron Giant (1999)
Director: Brad Bird
Guión: Tim McCanlies & Brad Bird basado en un relato de Terry Hughes





Sí existe una cinta de animación de la década de los 90 (aunque se estrenó con el decenio casi terminado), alejada de Disney, Pixar o Dreamworks que me parezca una pieza de orfebrería digna de ser recuperada de vez en cuando para disfrute de pequeños y mayores, esa es sin lugar a dudas El Gigante de Hierro (The Iron Giant), dirigida por ese genio llamado Brad Bird. Una gran producción animada de la Warner, no todo lo conocida que debiera, al menos dentro de nuestras fronteras.




Brad Bird es un autor de animación con una larga y en ocasiones soberbia carrera a sus espaldas. A él le debemos series de televisión como Family Dog (que nació como un episodio de la serie Amazing Stories) o grandes etapas dentro de otras tales como El Rey de la Colina y Los Simpson. Por no mencionar que cuando al incursionar en Pixar dirigió dos soberbias piezas. Por un lado la excelente Ratatouille y por otro esa incotestable obra maestra familiar que responde al nombre de Los Increíbles. Pero la producción que nos ocupa en esta ocasión supone posiblemente su mejor proyecto en pantalla grande.




El Gigante de Hierro es el mejor ejemplo de cine de animación dirigido para todos los públicos. Los niños la disfrutan por su acabado técnico, su humor, su mensaje sobre la amistad y la soledad. En cambio los adultos aparte de que pueden experimentar esta misma sensación, tienen como telón de fondo en la trama central un contexto histórico de los Estados Unidos muy determinado. El de la guerra fría con la Unión Soviética, el terror a posibles ataques nucleares y el anticomunismo exacerbado que llevaba al gobierno americano a que la preservación de su seguridad nacional violase todas las leyes elementales de los ciudadanos de a pie que fueran necesarias con tal de dar con supuestos espías del socialismo dentro de sus fronteras territoriales.




El film está basado en un relato de Terry Hughes y en su interior late una perfecta convergencia entre fondo y forma. La producción, la dirección de Bird y la unión armónica entre animación tradicional y la digital forman un magnífico todo estilístico de un acabado intachable que se acentúa con ese toque retro que tanto le gusta a su director y que explotó posteriormente también en Los Increíbles. Por otro lado la escritura del guión es de una solidez parecida a la aleación de la que está hecha el protagonista, pasando de la comedia al drama en sólo un par de escenas y enfatizando la carga social de la época con una medida crítica a los métodos políticos utilizados por el gobierno americano en aquellos años.




La unión de personajes carismáticos y entrañables, situaciones cómicas y dramáticas alternadas, mensajes de interesante calado sobre la fraternidad y los lazos afectivos, los peligros de la utilización de las armas, la paranoia nuclear en los años 50 y un final maravilloso que supone el mayor homenaje que se ha hecho jamás al personaje de Superman en una película no protagonizada por el personaje (esa estatua no remite a la historia escrita por Alan Moore, ¿Que Sucedió con el Hombre del Mañana?, por pura casualidad) con lugar para la emoción, siempre contenida, pero del todo efectiva. El Gigante de Hierro contiene todos los ingredientes para ser una modesta pero reivindicable obra maestra dentro del cine de animación. A pesar de que esa feliz resolución final no me agrade del todo por ser una (inevitable) concesión al público infantil.


martes, 19 de octubre de 2010

La Matanza de Texas 2, dead meat



Título Original: The Texas Chainsaw Massacre 2 (1986)
Director: Tobe Hooper
Guión: L.M. Kit Carson
Actores: Dennis Hopper, Caroline Williams, Bill Johnson, Jim Siedow, Bill Moseley, Lou Perry, Harlan Jordan, Kirk Sisco, Ken Evert




Después de darse de bruces en la taquilla con trabajos como Lifeforce o Invasores de Marte, financiados por la Cannon Films de Menahem Golan y Yoram Globus, Tobe Hooper se vio obligado por dichos productores a reverdecer los laureles de su opus magna, La Matanza de Texas (The Texas Chiansaw Massacre) con una secuela que estaba destinada a devolverle el favor del público por recuperar personajes que ya eran iconos del cine de terror americano como el célebre Cara de Cuero. El problema es que de manera fallida el director de Salem's Lot quiso dar un punto de vista distinto a la historia con respecto a la primera parte y el resultado es nefasto hasta decir basta. La Matanza de Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2) conocida también como Masacre en Texas es un producto malo de solemnidad.




El mayor fallo de La Matanza de Texas 2 es su simple existencia, porque a esas alturas, doce años después del estreno de la primera entrega, nadie pedía, ni necesitaba, esta continuación. En principio el largometraje fue gestado por capricho y necesidad monetaria de sus máximos responsables y desde ahí empezó el proyecto con mal pie. Pero el verdadero problema, el mayor inconveniente es que Tobe Hooper quiso ser arriesgado y dar una visión cómica e irónica de su propia obra previa convertiendo esta secuela en una parodia de la primera entrega, como ya apunta el cartel oficial de la obra, una clara parodia al de El Club de los Cinco (The Breakfast Club). Su intento por dirigir una película de terror con toques de humor falló estrepitosamente y desembocó en otro fracaso de crítica y público.




No es sólo que la ironía y la comicidad del film brillen por su ausencia y su lugar lo tome un matiz irritante, estúpido, aburrido y sonrojante. Es que el mismo insulta, esputa y defeca impunemente sobre la esencia de la cinta primigenia. El tono documental, la carestía de medios suplida por imaginación y profesionalidad, el retrato lacerante sobre el sur de Estados Unidos, la descarnada crueldad, el nihilismo abrasivo, todo, es sustituido por una insulsa trama mal estructurada, con un libreto sin consistencia alguna, parece mentira que el guionista sea el mismo que el de la excelente Paris, Texas, de Wim Wenders. Unos personajes que pierden la fiereza de su presencia al convertirse en marionetas estúpidas, con uno nuevo, el de Bill Moseley, que es del todo insoportable, una puesta en escena mucho más aparatosa que nada aporta a la historia y un diseño de producción exagerado que desarma el tono austero y claustrofóbico de la cinta de 1974.




Si como parodia la obra no funciona, como cinta de terror, paradójicamente, sí que da risa. Lo que hacen con Leatherface es de sanatorio mental. Pasa de ser una persona deficiente mental con instintos asesinos a un sucedáneo de Alvaro Vitali que hace gestos obscenos y cuya mayor ilusión es meter su sierra mecánica por zonas indebidas de Caroline Williams. También habría que poner nota a parte para Dennis Hooper. ¿Qué hace este hombre aquí?. En ese año 1986 llegó a lo más alto con su Frank Booth en Terciopelo Azul de David Lynch y tocó fondo con su papel de sheriff aquí. Uno de los antihéroes más ridículos que ha dado el cine en toda su historia, ya que su personaje se pasa más rato cortando con la motosierra todo tipo de objetos mientras grita que haciendo algo por eliminar a la familia caníbal a la que supuestamente da caza. El único beneficio que se puede sacar a este rol es que serviría de base para el John Wydell que interpretaría William Forsythe en la magistral Los Renegados del Diablo de Rob Zombie.




Como ya hemos apuntado cinta fue un fracaso clamoroso de critica y público. Hooper achacó dicha mediocridad al montaje defectuoso, las prisas durante el rodaje, las presiones de los productores. Pero por mucho que eche balones fuera lo que hay rodado es bazofia pura y sale de su mano. Es decir, si la hubiera dirigido otra persona el asunto sería hasta cierto punto perdonable, pero que la ultrajara el mismo director de la anterior obra es vergonzoso. A pesar de que me cae bien el de Texas y que algunos de sus largometrajes para mí son capitales dentro del cine de terror, no comparto la opinión de algunos que afirman que la cinta que nos ocupa es un producto incomprendido y su director un genio por haberla diseñado. La Matanza de Texas 2 es un insulto para el fan la primera parte en particular y el seguidor de cine de terror en general.




Una obra innecesaria y deshilachada que no hay por donde cogerla. ¿Para qué quiero yo más gore, más violencia, unos decorados enormes, un uso más profesional de la cámara y un actor de primera fila como protagonista si todo lo que veo ante mí es una soberana estupidez que me produce más vergüenza ajena que otra sensación sin nada que ver con la obra que le precede?. Sirva como ejemplo y declaración final la escena con el abuelo y el martillo, que en la primera entrega producía una desagradable sensación entre truculenta y asfixiante y que en esta segunda parte transmite estupidez y ridículo. Comentaré el resto de secuelas, el remake y la protosecuela del mismo, pero a su tiempo, como decía Linda Blair en El Exorcista.


domingo, 17 de octubre de 2010

Viernes 13, Parte V, Un Nuevo Comienzo, dude, where is my Jason?



Título Original: Friday the 13th, part V, the New Beginning (1985)
Director: Danny Steinmann
Guión: Martin Kitrosser, David Cohen y Danny Steinmann
Actores: Melanie Kinnaman, John Shepherd, Shavar Ross, Richard Young, Marco St. John, Juliette Cummins, Carol Locatell, Vernon Washington




Después de cuatro entregas más o menos decentes, haber vendido la última de ellas como el fin de la saga, poseer la misma una conclusión muy digna que podía haber dado cierre satisfactorio al ciclo y sólo un año más tarde, Paramont Pictures decidió resucitar una vez más la franquicia regalándonos una quinta parte que mostraría una decadencia e ineptitud con respecto a los anteriores films realmente alarmante. Un producto de una mediocridad más que notable que pisoteaba muchos de los hallazgos de sus predecesoras.




Si bien ninguna cinta posterior de la saga podía llegar a ser tan redonda como la primera parte dirigida por Sean S. Cunningham y escrita por Víctor Miller, las tres primeras secuelas eran unos productos imaginativos que sustentándose en lo ya establecido por la obra primigenia también incluían cierta inventiva y variedad para seguir una estela concreta, pero con algunos alicientes distintos y hasta cierto punto enriquececedores. En cambio esta quinta parte se encuentra desubicada, como fuera de lugar, por varios motivos que iré explicando a continuación en la siguiente entrada.




En esta quinta parte se nota por primera vez el hastío, el cutre automatismo, la desgana en la escritura y la dirección, transmitiéndose a un espectador que se aburre soberanamente o pone gestos de desaprobación ante escenas realmente torpes. En principio tenemos esperanzas porque el prólogo onírico está conseguido, con cameo del gran Corey Feldman, pero después todo deriva en un cúmulo de despropósitos sin sentido que toma una estructura parecida a la de Las Colinas Tienen Ojos II, horrible y tardía secuela que Wes Craven dirigió en 1985 de su obra de culto estrenada en los 70. Segunda entrega de la que sólo destacaría la genial, por ridícula, escena del flashback del perro y prácticamente nada más.




En principio la cinta sigue los cánones establecidos por la saga en los largometrajes previos. Protagonista de la anterior entrega traumatizado psicológicamente por los hechos, campamento, personajes estereotipados como el obeso que ha de ser sucio, torpe y comilón; la punk como antisocial sin hacer otra cosa que escuchar música,; el violento con episodios psicóticos vestido de motero; monitores de buen corazón; advertencias de las autoridades locales para que los protagonistas tengan cuidado, pero incluye un nuevo y nefasto aliciente, una madre y un hijo rednecks que de sobreactuados y estúpidos recargan tanto la trama que la misma produce verdadera vergüenza ajena.




Aunque si hay algo reprochable de esta entrega es el hecho de que el único motivo que justifica sus existencia no se cumple, nada más y nada menos que el ser imaginativa y bestial a la hora de realizar las escenas de asesinatos del personaje de Jason. Dichas secuencias en esta parte son inertes, blandas, con un descarado matiz profundamente light. No hay imaginación, ni un sano afán por ser truculento o atípico. En ese sentido me recuerda al horrible remake que realizó Marcus Nispel en 2009 donde la originalidad o el ímpetu por añadir algo nuevo a la franquicia brillaba completamenate por su ausencia.




Una película que no debió existir y de la que sólo se salva alguna escena de desnudo gratuito, seña de identidad de la casa, y lo bien que se le dan las escenas de lucha al protagonista. El resto es un sinsentido que traiciona a la saga a la que pertenece a unos niveles sonrojantes, sobre todo cuando descubrimos el giro final que es hasta cierto punto previsible. Seguiré en otro momento viendo las otras cinco entregas hasta llegar a la última, Jason X, sumando el crossover con Freddy Krueger y las comentaré en estas cuatro paredes cuando se dé la ocasión.


sábado, 16 de octubre de 2010

A Serbian Film, ese cobarde bastardo



Título Original: Srpski Film (2010)
Director: Srdjan Spasojevic
Guión: Aleksandar Radivojevic y Srdjan Spasojevic
Actores: Srdjan Todorovic, Sergej Trifunovic, Jelena Gavrilovic, Katarina Zutic, Slobodan Bestic, Ana Sakic, Lena Bogdanovic, Luka Mijatovic, Andjela Nenadovic




La Naranja Mecánica, Irreversible, Saló y los 120 Días de Sodoma, Martyrs, Anticristo son sólo algunos ejemplos de cine polémico, crudo, incómodo, en algunos de los casos hasta censurado. Un tipo de celuloide portador de escenas impactantes, grotescas, explícitas, bestiales y en ocasiones, para alguna clase de espectador, hasta cierto punto insoportables. Todas ellas a parte de su estética o trasfondo subversivo tenían algo cinematográficamente que ofrecer, que las hacía interesantes, que justificaba tan directo tratamiento a la hora de abordar un tema tan universal y antiguo como el mismo hombre, la violencia.




Un análisis distópico sobre una violencia ya institucionalizada en la sociedad, un retrato acerca de la necedad de la venganza ciega mostrándola como un error fatal, una visión cruel sobre el doble rasero de la aposentada Italia fascista de Mussolini, un grupo de aburguesados que quieren experimentar por medio del dolor ajeno cuales son los límites humanos y existenciales de la tortura física o una mirada perversa y misógina sobre la psicología femenina. Todos esos films (unos más, otros menos) artísticamente nos mostraban aquel peligroso concepto acerca de que el fin justifica los medios como una inquebrantable verdad, aunque la mayoría de las veces no sea así. Por eso lo visto en pantalla en ocasiones con A Serbian Film no tiene razón de ser, porque cinematográficamente no ofrece nada nuevo o minimamente enriquecedor para el espectador.




A diferencia de otras personas que la han comentado y no voy a hablar desde el asco o la rabia sobre A Serbian Film. Buscando en la red he leído varias críticas de usuarios que tras haber pasado un verdadero calvario al ver el film se obcecan en ignorar análisis crítico alguno y sólo quieren lanzar exabruptos contra la obra y su director, el debutante Srdjan Spasojevic. No les culpo por ello. Un servidor va a ser todo lo objetivo que pueda, en principio porque si hablamos en un plano que evalúe cinematrográficamente la obra no es tremendamente mala, pero sí altamente mediocre, carente de personalidad, efectista y sobre todo cobarde, muy cobarde, algo extrapolable a su mismo director y la manera en la que aborda su obra.




Con la controvertida ópera prima del servio Srdjan Spasojevic ya no se puede hablar de ese sano ejercicio, practicado asiduamente por un servidor, de ver cuál es la nueva barbaridad que algún cineasta pone en pantalla y si el que visiona es capaz de aguantar la mirada sin retirarla por la repugnancia o el asco. Por desgracia ya no es cuestión de tener estómago (la película en un par de ocasiones incomoda, pero a la media hora la retina apenas tiene recuerdo visual alguno de esas escenas, en mi caso al menos), el problema con A Serbian Film es que ya se adentra en terrenos más serios y complicados, los de la ética y la moral que chocan frontalmente con las exigüas, casi inexistentes, inquietudes artísticas del largometraje.




El espectador con algo de inteligencia ya no valorará los límites de la crudeza de las imágenes o el impacto que las mismas puedan causar en él como consumidor, sino cuáles son los motivos o inquietudes para que el director las ponga de esa manera en pantalla o  sus razonamientos para darles ese tratamiento tan cuestionable desde cualquier punto de vista. A Serbian Film traspasa varias líneas dentro de ese peligrosa tierra con el único fin de causar repugnancia y asco sin ampararse en justificación creativa alguna, sólo entregándose a la provocación por la provocación transitando el camino más fácil y execrable, el de ir un poco más allá de dónde han llegado otros previamente con el único motivo de dar que hablar sin ampararse en razonamiento alguno desde una perspectiva narrativa.




A Serbian Film narra la historia de un actor porno retirado que vuelve al negocio animado por un director que le paga una sustanciosa suma por hacer un tipo de cine para adultos "diferente", con aspiraciones más artísticas, pero sin concretarle previamente qué clase de película va a protagonizar. Esta excusa argumental le sirve a Srdjan Spasojevic para introducir a su criatura en una espiral de depravación y violencia que no parece tener fin y si el personaje interpretado por Srdjan Todorovic no fuera tan inane podríamos hablar de que sus pulsiones son muy parecidas a las del James Ballard al que daba vida James Spader en la genial Crash de David Cronenberg. Hasta aquí nada del otro mundo dentro de este tipo de cine que no haya sido utilizado en ocasiones previas en otros trabajos audiovisuales.




El problema reside cuando el director aborda el tema de la pederastia, no porque la introduzca en la trama (otros autores tales como Todd Solondz, Gregg Araki o Gus Van Sant la han tratado de manera cruda pero acertada y siempre en off) sino por como la expone en pantalla, haciéndolo por medio de  un gratuito y efectista sensacionalismo que no está justificado en manera alguna. Srdjan Spasojevic cruza la línea de la obscenidad en un par de ocasiones con respecto a la pedofilia mostrando dos explícitas escenas de sexo con menores que rebasan lo admisible, la del parto y la de la escena final del film, aunque bien es cierto que podía haberse recreado aún más con ellas y por suerte no lo hace.




Pero como ya hemos comentado previamente no es necesario ser tan explícito, ni siquiera está justificado en la trama o la enriquece como obra cinematográfica, es más, si se abordara de manera menos directa, si dichas secuencias se dejaran a la libre imaginación del espectador, en el caso de que fueran vitales para el desarrollo de la trama, que no lo son en ningún momento, serían mucho más efectivas en el plano argumental de cara a la platea. Pero claro, como ya afirmamos al director le importa prácticamente nada la construcción de su película, lo único que quiere es utilizarla como una innecesaria arma arrojadiza con la que agredir del modo más grueso y pueril al que visiona su producto.




Todo este afán por asquear, por rebasar límites, por mostrar en pantalla escenas que para algunas personas llegan a ser no ya insoportables, sino impensables, delatan a su máximo responsable y nos dejan claro una verdad inamovible. Srdjan Spasojevic tiene un complejo de inferioridad alarmante como artista, está tan poco seguro de tener aptitudes adecuadas como cineasta que se ve en la obligación de hacer un uso de resortes innecesariamente polémicos para tener algo que contar, porque es un hecho que la historia es una necedad de proporciones inabarcables sin aportar nada en ningún plano. Pero por desgracia ahí viene lo peor, como voy a comentar a continuación.




Srdjan Spasojevic se revela como un inútil y un cobarde, pero no un estúpido o un ingenuo. Por eso en un momento dado del film introduce una secuencia burda, torpe y mal insertada en la que el personaje de Vukmir, el malvado y exagerado director de cine porno "artie", espeta una perorata sobre lo que él realmente está haciendo, que no es cine para adultos, sino un tratado sobre cómo devolver la vitalidad y el raciocinio la familia tradicional serbia que pasa por un alarmante momento de decadencia en la actualidad. En este punto el largometraje riza el rizo de la indecencia, la desvergüenza y la bajeza ética y moral.




Tan balbuceante y soporífero mensaje es la insostenible excusa que tanto el director como los defensores de su film utilizan para afirmas que A Serbian Film tiene un trasfondo mucho más profundo de lo que parece y mostrándose de cara a la platea como un tratado sobre ese país que ha perdido la cordura tras la guerra de los balcanes, cuando la realidad es otra y la misma nos confirma que lo más trascendente planteado en la obra que nos ocupa es dar una visión ultraconservadora del mundo de la pornografía aderezadándola con todo tipo de arbitrariedades gratuitas sobre parafilias enfermizas dentro del plano sexual que no aportan nada a la historia siendo tratadas de esa manera tan innecesaria, gráfica, histriónica y pedestre.




A Serbian Film no es ni de lejos la película más impactante que un servidor a consimido a lo largo de su vida como cinéfilo y a pesar de las escenas mencionadas he visto cosas muchas peores, en el séptimo arte o cualquier telediario. Aunque no la considero un verdadero excremento como película, nada en ella me incita a recomendar su visionado, no porque posiblemente existan pocos espectadores que la soporten o la disfruten (que los hay, puedo asegurarlo) sino porque pura y llanamente me parece estar a años luz de lo que podemos llamar buen cine. Dejando a parte su grotesca propuesta, su innecesaria morbosidad, que podía haberse tratado de otra manera, y de que la película es amoral y pretenciosa lo más grave desgraciadamente no es eso.




Lo peor es que contrariamente a lo que piensan algunos iluminados, Srdjan Spasojevic no es un enfermo, un criminal o un demente, sino un oportunista sin virtud alguna como narrador o creador  que ha encontrado lo que buscaba, que todo el mundo hable de su obra por su inclinación por la controversia vacua y gratuita. Un producto que mañana mismo hasta el que esto firma podría superar en visceralidad haciendo algo tan sencillo y pueril como mostrar un poco más de lo que se ve durante su metraje más extremo. Pero eso evidentemente no tiene mérito, es una cobardía, una muestra de escaso talento, en resumidas cuentas, lo que A Serbian Film es, una estupidez de campeonato que produce más risa y pena que asco o indignación. Sólo eso.


martes, 12 de octubre de 2010

Suspiria, hell is behind that door



Título Original: Suspiria (1977)
Director: Dario Argento
Guión: Daria Nicolodi & Dario Argento basado en la novela de Thomas de Quincey
Actores: Jessica Harper, Stefania Casini, Flavio Bucci, Udo Kier, Miguel Bosé, Rudolf Schündler, Joan Bennett, Alida Valli





Tras la trilogía de las animales  formada por El Pájaro de las Plumas de Cristal, El Gato de las 9 Colas y Cuatro Moscas Sobre Terciopelo Gris Dario Argento nos ofreció la que para muchos es su mejor obra y la cumbre del subgénero italiano llamado giallo, Rojo Oscuro (Profondo Rosso/Deep Red). Tras ella decidió salirse un poco por la tanjente y por primer vez, aunque no última, rodó un tipo de film más ceñido a los cánones del cine de terror clásico, pero con un tono vanguardista novedoso para la época y con ello dirigió una obra algo más alejada de la clase de largometraje al que venía dando forma hasta entonces, aunque con muchas de sus constantes todavía patentes. El resultado fue Suspiria, una de sus mejores trabajos y un clásico contemporáneo del cine de terror.




Suspiria se estrenó en 1977 y supone, aunque no todo el mundo lo sabe y en los créditos del film no hay constancia de ello, una adaptación de la novela Suspira de Profundis del escritor británico Thomas de Quincey, con guión del propio Argento y su pareja Daria Nicolodi, también actriz fetiche del director. En su momento causó un considerable revuelo en Italia y a día de hoy es considerada una pieza clave dentro del celuloide del fantaterror europeo. Por parte de Dario Argento upuso un soplo de aire fresco dentro de un tipo de cine que empezaba a tomar un estilo malsano con un uso más explícito de la violencia, renovando los parámetros establecidos por las obras clásicas del género desde los años 30 y culminando el discurso al que comenzó a dar forma su amigo, compañero y maestro, Mario Bava.




Aunque seguramente ni el mismo Dario Argento lo sabía por aquel entonces, Suspiria supondría la primera entrega de una trilogía titulada Las Tres Madres. Saga formada por la cinta que nos ocupa, por la inferior pero aún así de resultado mayúsculo Inferno (1980) y por esa desfachatez de reciente factura llamada Mother of Tears, que empaña todo el tríptico cerrándolo de manera paupérrima, obra que ya comenté hace un tiempo por estos lares. Las tres madres serían llamadas Mater Suspiriarum, Mater Tenebrarum y Mater Lacrimarum, a cada una de ellas les dedica el italiano una película y como es lógico no voy a descifrar ni la identidad las señoras, ni a qué se dedicaban para no estropear a los potenciales espectadores tanto la cinta que aquí comento como la trilogía en sí.




Suspiria es la quintaesencia del triunfo de la forma sobre el fondo, del esteticismo sobre el argumento. Dario Argento echa mano de todos los resortes visuales y de realización de los que es capaz de hacer gala, para, en realidad, tapar con sus virtudes estilísticas las carencias de una narración sustentada en un no muy elaborado guión (chica americana que llega a una escuela de ballet en Friburgo, en la que se producen desde su llegada los asesinatos de algunas de las internas, y que parece esconder un antiquísimo y peligroso secreto detrás de sus paredes) que sólo sirve de excusa para que el creador de Phenomena experimente al máximo tanto con la puesta en escena de su atípico y efectivo proyecto cinematográfico, como con el punto de vista técnico y artístico de sus capacidades como director de género.




Dario Argento hace un uso magistral no sólo de las angulaciones o los movimientos de cámara con imaginativa destreza, también aprovecha al máximo la iluminación, con un abusivo pero acertado uso cromático de colores puros, el rojo y el azul concretamente, para dar una sensación onírica de asfixia y claustrofobia casi ensoñadora, creando una atmósfera que transita incluso mundos literarios como los de Poe o Lovecraft, pero con una personalidad propia, en el aspecto estético al menos, sólo vista en algunos productos de su compatriota, el ya citado Mario Bava. También acierta de pleno con el uso que realiza de la banda sonora estridente, caótica e histérica del grupo de rock italiano Goblin, que transmite una desoncertante sensación de desasosiego al espectador compactando más si cabe el conjunto de la obra cinematográfica.




En lo concerniente al reparto es de recibo mencionar a la americana Jessica Harper entregada totalmente a la causa del director romano, destacando notablemente por encima del resto de alumnas de la escuela de danza que no dejan de ser carne de cañón para ser asesinadas de la manera más brutal y explícita posible, sirva de ejemplo el primer homicidio que aún a día de hoy se antoja desagradable para depende qué tipo de paladares. Dentro de los secundarios podemos destacar a dos veteranas como Joan Bennet y Alida Valli, que dan vida con su veteranía y buen hacer a dos de los personajes más inquietantes del largometraje. También reconocemos los rostros del alemán Udo Kier en un papel breve, pero de capital importancia para el desarrollo de acontecimientos que devienen en el film, y un jovencísimo Miguel Bosé embutido en mallas en una de sus escasas apariciones cinematográficas.




Suspiria es un clásico moderno dentro del cine de terror. Un producto que en ocasiones roza la pura genialidad gracias a un Dario Argento que al diseñarala se encontraba en el máximo apogeo de sus dotes como narrador de ficción. Hablamos de na maravilla de factura artesanal, matiz genuinamente perverso y pasajes de tensión y violencia explícita que transitan caminos poco explorados en la época de su estreno y gracias a ello fue revolucionaria en varios aspectos. Tanto el sencillo argumento como el reparto de intérpretes, en los que ya hemos reparado, realmente son complementarios, una excusa para que el director de Non Ho Sonno teja por medio de una pericia autoral en todo su esplendor un aterrador e inolvidable cuento envenenado que si no fuera por Narciso Ibáñez Serrador y su inmensa La Residencia, no tendría apenas referentes, puros al menos, dentro del cine de género que la precedió.


lunes, 11 de octubre de 2010

La Matanza de Texas, el crimen más sangriento de la historia de América


Título Original: The Texas Chainsaw Massacre (1974)
Director: Tobe Hooper
Guión: Kim Henkel & Tobe Hooper
Actores: Marilyn Burns, Paul A. Partain, Edwin Neal, Jim Siedow, Allen Danzinger, Gunnar Hansen, William Vail






El pasado 1 de Octubre de 2009 se cumplieron 35 años del estreno de una de las cintas más grandes de la historia del cine de terror. Un film cuyo legado ha ejercido influencia en cientos de cineastas dentro del género, en toda clase de obras adscritas a este tipo de cine y ha dado lugar a secuelas, plagios e incluso parodias. Se estrenó en 1974, causó un bestial impacto, se rodó en condiciones infrahumanas, la dirigió Tobe Hooper. Su título, La Matanza de Texas (The Texas Chainsaw Massacre)




Inspirada parcialmente en hechos reales (los crímenes del asesino en serie Ed Gein, que despellejaba a jovencitas para luego usar las pieles como vestidos o moviliario para su casa de Wisonsin), tras su estreno fue recibida de distinta manera por la prensa especializada. Unos sólo veían una película sádica que hacía un uso pornográfico de una violencia casi insoportable y muy directa. Otros miraban más allá y lograban vislumbrar una oscura y malsana obra maestra de lo macabro, con un uso magistral de la dirección y el escueto diseño de producción. Pero el verdadero impacto lo causó en la platea, ya que el público de aquella época, sobre todo el americano, no estaba aún acostumbrado a ver niveles de sadismo, más psicológico que físico, en pantalla grande, al menos fuera de Europa o Asia.




Todo aquel que vaya buscando un desfile de gore y vísceras se sentirá muy decepcionado al ver La Matanza de Texas. El film de Tobe Hooper es mucho más que un slasher, que ciertamente lo es, posiblemente el mejor de la historia del subgénero. También supone, y ahí radica su mayor virtud, una visión descarnada de la América más profunda. La que surgió de la penuria económica que asoló el país durante la gran depresión de los años 30, la que no acepta el progreso y vive aislada en una especie de atemporal estado desértico al sur de los Estados Unidos. La visión que Hooper y Henkel dan del sur de su país es aterradora, mostrando a esos descerebrados rednecks como a unos pueblerinos perturbados mentalmente capaces de cualquier barbaridad.



Hooper realizó el proyecto por medio de un enfermizo uso del caos controlado. La cinta se rodó con tal escasez de medios que el tono semidocumental del producto no fue buscado. Ese aspecto se debe a que la película se rodó en 16 mm para más tarde pasarse a 35 mm, de ahí el efecto granulado y de deterioro de la imagen. El film se desarrolla con un excelente pulso, imprimiendo una tensa calma a casi todo el metraje. En cambio en su media hora final la visceralidad llega a cotas casi insoportables. Pero nunca por medio de la violencia explícita, sino por una utilización atmosférica de la cámara, jugando con los encuadres y los tipos de objetivo), gracias a la excelente fotografía de Daniel Pearl, y una certera dosificación del tempo narrativo con respecto al aumento gradual de la tensión.


El éxito de la obra fue considerable y gracias a sabe dios quién, no se realizó una secuela inmediata aprovechando el tirón de la primera parte. Hasta que 12 años después, Hooper, intentando resarcirse de sus últimos fracasos en taquilla dirigió una tardía secuela para la Cannon Films. No me extenderé mucho sobre La Matanza de Texas 2 (The Texas Chainsaw Massacre 2) porque dentro de poco le dedicaré una entrada, pero se me cae la cara de vergüenza al pensar que el director de esa entrega y el de la que nos ocupa son la misma persona. Porque pocas veces ha pasado más sonrojo y vergüenza viendo la secuela de una una película de terror que con dicha producción de 1986.




Existen también una tercera entrega, que no he visto, y una cuarta dirigida por Kim Henkel, de la que he oído todo tipo de barbaridades, titulada La Matanza de Texas. La Nueva Generación, con Matthew McConaughey y Renée Zellweger en el reparto, de la que sólo he visto retazos. Ya alejadas de la saga original la productora Platinum Dunes, propiedad de Michael Bay, rodó un correctísimo remake y años después una resuelta precuela del mismo, con un reparto muy parecido y los mismos medios, esta vez con mucha más truculencia en las escenas de los asesinatos. Incluso existe una excelente continuación de estos trabajos cinematográficos en cómic escrita por Dan Abnett y Andy Lanning y dibujada por Wesley Craig.



The Texas Chainsaw Massacre, es una obra clave para entender la evolución de la historia del cine de terror occidental. Un inigualable Tobe Hooper, con la ayuda de su co guionista Kim Henkel, dio forma a su obra maestra, su mejor trabajo. Una cinta de culto, imperfecta, cruda, lacerante, cruel, insana, que nos mostró que el verdadero horror no está en un castillo de Transilvania, en un cementerio o una sesión de espiritismo. Está entre nosotros, posiblemente en la casa de al lado, tiene rostro y seguro que alguna vez nos ha mirado directamente a la cara, sin que nosotros lo sepamos o hayamos querido darnos cuenta.