miércoles, 20 de junio de 2018

Irreversible, la insoportable levedad del ser



Irreversible no sólo sintetiza a la perfección la relación de admiración y rechazo que siento por la obra de Gaspar Noé, también supuso la descarnada consagración de uno de los cineastas más necesarios, talentosos e incómodos de la historia reciente del séptimo arte. Un autor que, como he mencionado en otras ocasiones al hablar de su filmografía en este blog, suele profundizar en caminos que otros artistas ni se plantean en transitar, arriesgando en cada nuevo proyecto, tratando de no repetirse y siempre con una predilección por el suicidio cinematográfico harto atractiva para un servidor. Desde que Transgresión Continua dio sus primeros pasos, allá por 2009, siempre quise hablar de la segunda producción de Gaspar Noé por el impacto que causó en mí cuando la visioné por primera vez hace más de quince años. Pero no fue hasta su revisión hace unos días y la decisión de plantear la reseña del mismo modo que está narrada la película, hacia atrás, que encontré el aliciente para escribirla y saldar una deuda conmigo mismo y una de las obras que marcaron mi vida como cinéfilo que daba sus primeros pasos dentro del cine europeo contemporáneo.




Cuando la proyección de Irreversible termina, sobre todo tras su primer visionado, deja en el espectador una profunda sensación de pesimismo, con el ideólogo detrás de sus imágenes pisoteando todo sentimiento empático que pudiéramos haber experimentado por el relato narrado o los personajes que lo poblaban. En el proceso Gaspar Noé ha ido dejando pistas a modo de premoniciones de todo lo que terrible que va acontecer en el film (Álex hablando de ese sueño en un "túnel que se parte en dos", Marcus notando el brazo adormilado mientras se despereza) confirmándonos que el conocimiento de nuestro destino no nos permite cambiarlo. Misantropía, nihilismo, machismo, xenofobia y homofobia se han visto amalgamadas en una pieza cuestionable moralmente en muchos aspectos por el discurso que anida bajo sus fotogramas (aunque Noé no deja títeres con cabeza, lanza dardos envenenados contra burguesía y clase obrera ) pero impagable desde un punto de vista estético, visual y narrativo, construyendo así una rara avis en la cinematografía francófona,. Celuloide que agrede, hiere e impacta, pero también emociona, estremece y deja huella.




En este punto del relato Gaspar Noé toma la decisión de destrozar emocionalmente al espectador. Después de los desmanes de Marcus en la fiesta que son el catalizador de la marcha de Álex sola a casa siendo así agredida durante el trayecto el guionista y director nos hace testigos de las escenas previas a estos hechos por medio de un naturalismo cálido, acogedor, en el que los tres protagonistas bromean, hablan sobre su vida sexual, se muestran cercanos, veraces. Por desgracia una profunda tristeza recorre todo ese metraje al no poder eludir nuestro rol demiúrgico, obligándonos a saber que toda esa luz y candidez desembocará en dolor, traición, y terror. Gaspar Noé cierra Irreversible con los personajes de Monicca Bellucci y Vincent Cassel retozando desnudos cariñosamente en la cama, confirmándonos que Álex descubría esa misma mañana que estaba embarazada y culminando con un bellísimo plano cenital, acariciado por la 7ª Sinfonía de Beethoven, en un parque que se contrapone diametralmente al aterrador que abría la cinta, y cerraba la historia, hora y media antes. "El Tiempo lo Destruye Todo" reza el último fotograma de Irreversible y Gaspar Noé lo lleva hasta sus máximas consecuencias.




Para entonces llegamos a la famosa escena de la violación, que es precedida por todo un ritualismo con el que Noé nos deja entrever en numerosas ocasiones que cualquier pequeña acción o decisión podía haber evitado que Álex entrara en ese túnel del metro donde encontró  su agresor. Casi diez minutos de cámara estática (el director deja su objetivo a ras de suelo para eludir cualquier intencionalidad estilística o erótica a la hora de poner en escena la secuencia más complicada del largometraje) ausencia de banda sonora, y sólo dos actores, Monica Bellucci y Jo Prestia, entregándose para recrear a una de las escenas de agresión sexual más duras y menos sensacionalistas de la historia del cine. De manera curiosa es en este pasaje donde el máximo responsable de Irreversible demuestra ser un verdadero creador y un genio a la hora de extrapolar sus ideas visuales y narrativas a la pantalla, ya que a pesar de la violencia física a la que asistimos el golpe más duro nos es asestado antes de que la misma tome forma, justo cuando descubrimos que el violador no es la persona a la que mató Pierre en el Rectum, sino uno de los testigos de la escabechina en dicho pub, confirmándonos toda la cruzada en pos de la venganza emprendida por los dos protagonistas como un acto inútil culminado en fracaso.




A partir de esta secuencia el devenir de situaciones irá sucediéndose y de esta manera descubriremos cuáles son los hechos detonantes de este acto de venganza por parte de los protagonistas masculinos, quedándonos claro que es Pierre la voz de la razón, y verdadero enamorado de Álex, y Marcus el animal salvaje moviéndose por instintos primarios. La cámara que arrancó frenética empezará a estabilizarse gradualmente, a abandonar esa locura en la que, si nos atenemos a la narración cinematográfica clásica, habría ido sumergiéndose la película si estuviera estructurada de modo convencional. En un momento dado, cuando el ritmo del proyecto comienza a ralentizarse, llegamos al episodio en el que los personajes de Vincent Cassel y Albert Dupontel encuentran a Alex después de su agresión. En ese mismo instante, con una Monica Bellucci de rostro destrozado siendo introducida en la ambulancia, Gaspar Noé añade un efecto de sonido que simula un latido haciendo vibrar el encuadre. Hemos llegado al corazón de Irreversible, todo ese proceso hasta el ecuador del film ha supuesto el recorrido por una anatomía viviente, carnal, trémula, encontrando su epicentro en un acto aberrante que se antoja inminente y para el que nunca estaremos preparados como espectadores.




Lo que espera al espectador justo después del prólogo del film, el ya citado protagonizado por Philippe Hanon, es una inmersión casi literal en el infierno con la llegada de Marcus y Pierre al Rectum. En dicho antro regentado por homosexuales, cuya sordidez hace que el retratado por William Friedkin en A la Caza (Cruising) parezca un parque infantil, el objetivo de Gaspar Noé comienza a tomar vida y a "convulsionarse" como si de una entidad humana se tratase. Con viscerales movimientos, en muchas ocasiones impidiéndonos distinguir qué vemos en pantalla, y un uso del sonido con una frecuencia de 28 Khz que acentúa la malsana puesta en escena el argentino ejecuta el clímax de su obra antes de habernos aclimatado a su impronta visual y narrativa. La locura y la insania toman forma por medio de una cámara demente cuya lisergia desatada se mimetiza con los tonos rojizos que imperarán a lo largo de la paleta cromática del film creando paralelismos con el color de la sangre que será derramada en el desarrollo de su metraje. Esta secuencia culmina con el ya mencionado pasaje en el que Pierre mata a golpe de extintor al supuesto violador de Álex, no sin que este rompa antes el brazo a Marcus ante la algarabía del resto de clientes del Rectum y con uno uso magistral de unos dosificados efectos digitales.




Porque no es sencillo hacerse partícipe de lo propuesto por Gaspar Noé en Irreversible y dicha afirmación viene no sólo por la dureza del relato que vertebra el proyecto, sino también por su radical puesta en escena. El autor de Carne vuela por los aires no pocos convencionalismos narrativos al tomar la decisión de contar su historia en orden invertido y aunque la idea no es nueva (sólo dos años antes el Christopher Nolan de la magistral, y muy superior, Memento había ejecutado algo similar) su destrucción del principio de causa y efecto con respecto al espectador y la incomodidad extrema que transmite hacernos testigos de los resultados antes de asistir a los hechos que los producen siendo perpetrados a lo largo de los trece falsos planos secuencia en los que se divide el largometraje se antoja veraz y cortante de cara a la platea. Es aquí, y no en las dos consabidas escenas de violencia ya citadas, donde se encuentran los puntos más fuertes de la segunda obra cinematográfica de Gaspar Noé, los que hacen de Irreversible una pieza merecedora de ser experimentada.




Desde sus primeros compases Irreversible deja claras cuáles van a ser las dos señas de identidad,  presentes también en una obra tan precoz como Solo Contra Todos, de la persona que se encuentra detrás de las cámaras. Por un lado el ego, que se deja notar con esos títulos de crédito finales manipulados en pos del impacto, convirtiéndose en un recurso que el director seguiría explotando en sus films posteriores, y en la inclusión del personaje de su ya citada ópera prima, el "Carnicero" interpretado por el gran Philippe Nahon, conectando las dos piezas cinematográficas por puro capricho de su ideólogo. Por otro tenemos el uso del lenguaje cinematográfico como arma arrojadiza, posiblemente el sello más carcterístico del discurso autoral del realizador de Enter the Void, esclareciéndonos esos primeros planos que la imagen y el sonido son para él elementos capaces de perturbar, aturdir y desquiciar a los espectadores más acomodaticios, esos que el mismo Noé se encarga de "echar de la proyección" una vez deciden no entrar en su complicado juego.




En lo referido al argumento no vamos a engañar a nadie. Irreversible es una simple y llana historia de venganza, la de dos hombres, Marcus (Vincent Cassel) y Pierre (Albert Dupontel), buscando en una noche frenética por los suburbios de un París aterrador al perpetrador de la violación de Alex (Monicca Belucci) novia del primero y ex pareja del segundo. El presunto violador es un peligroso proxeneta apodado "Tenia" y para dar con él y hacerle pagar por su crimen los dos protagonistas acabarán en un sórdido local homosexual llamado "El Rectum" donde se desatará el mayor de los caos. Todo este planteamiento argumental, a pesar de algunas variantes, se aleja poco de cualquier muestra del subgénero rape and revenge, aunque en esta ocasión no sea la víctima quien busque vendetta contra su agresor, y no llamaría la atención (más allá de su acabado técnico, al que volveremos más tarde) de cara al espectador sino fuera porque Gaspar Noé lo narra de manera inversa, o lo que es lo mismo, iniciando su film con el final y terminándolo con lo que vendría a ser su arranque.




Mi misión en esta entrada se reducirá a la sencilla, pero ardua, misión de reivindicar una obra como Irreversible, aún siendo consciente de la presencia de decisiones, planteamientos y reflexiones cuanto menos reprobables entre sus ineludibles hallazgos cinematográficos y su osadía como propuesta por parte de su máximo responsable, añadiendo, eso sí, múltiples e importantes spoilers. Porque más allá de la brutal y expeditiva violencia de la que hace gala su trama existe un ejercicio suicida, anticomercial y muy personal de contar una historia mil veces vista de una manera temeraria, compleja y en ocasiones desquiciada con la (in)sana intención de buscar la implicación de un espectador no sólo impactado por las imágenes viscerales que el director y guionista irá poniendo en su camino, sino también viéndose descifrando la peculiar estructuración narrativa de la que hace gala una producción tan atípica y demencial como la ejecutada por Gaspar Noé en el año 2002.




Curiosamente más allá de analizar las virtudes o defectos cinematográficos de la cinta de Gaspar Noé los periodistas, sobre todo, centraron sus críticas en las dos escenas más célebres del metraje, algo en cierta manera lógico, pero una decisión equivocada que reducía el film a esos dos pasajes en concreto cuando el mismo contiene no pocos puntos de interés que aquí sí pasaremos a mencionar y analizar de la manera más humilde posible. Las dos secuencias que más dieron que hablar fueron en la que Albert Dupontel reduce a un irreconocible amasijo de carne el cráneo de un hombre propinándole numerosos golpes con un extintor y sobre todo la violación en tiempo real que sufre el personaje de Monica Bellucci a manos del secundario interpretado por el luchador de kick boxer, reconvertido en actor, Jo Prestia. Como apuntamos era inevitable que estos dos momentos concretos de Irreversible hicieran correr ríos de tinta, real y digital, algo que el mismo Gaspar Noé sabía y buscó premeditadamente, pero hay mucho cine en la obra que nos ocupa más allá de esos instantes.




Aunque ya con su primer largometraje, Solo Contra Todos, dio que hablar y levantó más de una ampolla no sería hasta la puesta de largo internacional, en el Festival de Cannes de 2002, de su segundo film, Irreversible, que el realizador argentino afincado en Francia Gaspar Noé, se convirtiera en uno de los enfant terrible del panorama cinematográfico internacional. Tras la proyección de la película en la croisette, y como ya recordé en la reciente reseña de Love, la polémica se desbordó como pocas veces en dicho certamen y las acusaciones de sádico, enfermo, criminal y pornógrafo hacia su director no se hicieron esperar. Para gran parte del público y la prensa especializada no sólo resultaba aberrante que una obra de estas características formara parte de la sección oficial de Cannes, también se destacó el terrible hecho que suponía la presencia de tres estrellas del cine francés como Monica Bellucci, Vincet Cassel y Albert Dupontel como protagonistas de la misma.




Título Original Irreversible (2002)
Director Gaspar Nóe
Guión Gaspar Noé
Reparto Monica Bellucci, Vincent Cassel, Albert Dupontel, Philippe Nahon, Jo Prestia, Stéphane Drouot, Mourad Khima, Jean-Louis Costes




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