martes, 23 de octubre de 2012

Looper



Título Original Looper (2012)
Director Rian Johnson
Guión Rian Johnson
Actores Joseph Gordon-Levitt, Bruce Willis, Emily Blunt, Pierre Gagnon, Paul Dano, Piper Perabo, Jeff Daniels, Garret Dilahunt, Tracie Thoms





Rian Johnson llamó la atención en el año 2005 con una curiosa pieza llamada Brick. La cinta protagonizada por Joseph Gordon-Levitt, Lukas Haas y Emilie de Ravin era una muestra de cine negro clásico localizada en el mundo universitario. El film dio que hablar en algunos círculos del cine independiente por su calidad formal, guión y actores, consiguiendo el respaldo de la crítica y cierta repercusión en la taquilla, al menos en Estados Unidos. Su segunda obra, The Brothers Bloom, a pesar de tener un destacado reparto con gente de nivel como Rachel Weisz, Adrien Brody o Mark Ruffalo pasó desapercibida y pocos se acuerdan de ella.




En este 2012 Hollywood decide poner en sus manos un importante presupuesto, un reparto con caras conocidas, con su actor fetiche Joseph Gordon-Levitt y Bruce Willis como cabezas visibles y secundarios como Emily Blunt, Jeff Daniels, Piper Perabo, Paul Dano o Garret Dilahunt. El film está escrito y dirigido por el mismo Johnson y el resultado no puede ser más satisfactorio. El cineasta norteamericano no ha podido dar el salto al cine comercial con mejor suerte y su primera incursión en el celuloide de ciencia ficción se revela como una de las citas indispensables de este 2012 en pantalla grande.




En el año 2072 los asesinatos son actos totalmente prohibidos. Por eso los criminales de la época para llevarlos a cabo envían al año 2042 (el pasado) a las víctimas que allí son eliminadas por unos mercenarios llamados Loopers que tras deshacerse de los cuerpos cobran sus trabajos en lingotes de plata. El mejor de todos ellos es Joe (Joseph Gordon-Levitt) pero un día descubre que varios de sus compañeros están "cerrando sus bucles", o lo que es lo mismo, recibiendose como objetivos a sí mismos en el futuro. Todo se tuerce cuando Joe no puede cerrar el suyo debido a que su "yo del futuro" (Bruce Willis) escapa y huye.




Magnífica pieza de género(s) escrita y dirigida con soberbio pulso tanto en el plano artístico como el técnico. A pesar de que las reminiscencias a films como 12 Monos (el momento en el que Willis entra en la máquina parece casi sacado de la genialidad de Terry Gilliam), Terminator, Origen o Regreso al Futuro son claras, Looper no deja de ser una cinta de cine negro de tono clásico situada en un contexto de ciencia ficción, muy en la línea de la literatura de Philip K. Dick (imposible no pensar en Blade Runner o Minority Report, tanto los relatos como las adaptaciones cinematográficas) de la misma manera que también lo era Brick, pero localizando la historia en el mundo de los universitarios y las hermandades estudiantiles.




Rian Johnson no inventa nada, pero sabe mezclar conceptos y teorías que funcionan por sí solas para dar forma a un relato de considerable solidez estructural que funciona magníficamente gracias a un guión cohesionado y coherente y una dirección con momentos de puro genio por su acabado formal. Mientras las conspiraciones corporativas y criminales nos retrotraen al mundo literario de William Gibson el tono a cine noir no deja de recordarnos a obras de John Huston o Samuel Fuller en las que un antihéroe debía solucionar un caso complicado y personal con un trasfondo crepuscular y lacónico.




El director y guionista sabe construir una distopía cinematográfica de la que vamos desentrañando su contenido y contextualización. Los indigentes pasando a la delincuencia por culpa del hambre, la cara de Mao en los billetes apuntando a una supremacia por parte de Chine a nivel mundial y por tanto posiblemente de un régimen comunista global, la convivencia entre grandes edificios construidos con tecnología avanzada mezclándose con el urbanismo empobrecido de las barrios bajos y el libre movimiento de organizaciones criminales lucrándose monetariamente por medio del asesinato a sangre fría. Sin necesidad de mostrarse discursivo Johnson nos expone un futuro nada amable por medio de sutiles pinceladas socielas y políticas.




Pero el mayor logro está en desarrollo de la inteligente idea principal de que el protagonista se dé caza a sí mismo en el futuro y a que ese acertado y original concepto llegue a buen puerto y consiga gracias a ello enriquecer la película ayuda, por un lado la mano de Johnson en las escritura y realización del largometraje, pero también el magnífico trabajo que se marcan los dos actores que dan vida a Joe. De Joseph Gordon-Levitt poco más se puede decir, es uno de los mejores actores de su generación y el digno heredero de Heath Ledger, actor con el que tiene más de un punto en común más allá de haber compartido con él films (10 Razones Para Odiarte) o sagas (los Batman de Christopher Nolan).




Su mímetismo con Bruce Willis es sobresaliente tanto en presencia física como en gestos o incluso la voz (vi la cinta doblada, por desgracia, pero ya he visto suficientes vídeos promocionales en V.O para darme cuenta del soberbio trabajo de modulación vocal que ha realizado el actor de Mysterious Skin) emulando con pericia a la del protagonista de Sin City. Pero este no se queda atrás, regalándonos la que es su mejor interpretación en muchos años, con un personaje de moral bastante reprobable y que toma decisiones que lo alejan del típico héroe. Por descontado que cuando los dos intérpretes comparten plano saltan chispas y es entonces cuando la cinta se hace grande en cuanto a retratar los personajes se refiere.




Hay ideas felices en Looper que funcionan magníficamente, como poner toda la carne en el asador en la primera mitad del film y en la segunda desarrollar y dar profundidad a los personajes, para dar más tarde el subidón final o coger a uno de los niños más adorables del cine reciente y ocultar en él algo peligroso y amenazante. Por no mencionar escenas de un acabado prodigioso en la realización como el primer encuentro entre los dos Joes, ese flashforward con los 30 años, la caída desde la escalera de incendios del Joe joven, el final del personaje de Paul Dano, la conversación en la cafetería,  todo el pasaje de Garret Dilahunt en la granja, con esa escena brutal rematada con el travelling lateral que recorre el exterior de la casa o ese poético final digno de cualquier buen relato de literatura negra de calidad.




Gratísima sorpresa la de Looper, un largometraje que me ha dejado completamente satisfecho en practicamente todos los planos en los que, como espectador, le exigía un mínimo de calidad como producción cinematográfica. Le auguro un futuro interesante a Rian Johnson dentro del cine comercial si no pierde el norte como el Richard Kelly post Donnie Darko (lo grande que pudo ser Southland Tales y cuán fallida resultó). Personalidades como la suya, que saltan sin red dentro de géneros desconocidos para su impronta, hacen más falta en el Hollywood actual, que no es conocido precisamente por arriesgar con sus proyectos de cara al público.


viernes, 19 de octubre de 2012

Cosmopolis, king of New York



Título Original Cosmopolis (2012)
Director David Cronenberg
Guión David Cronenberg basado en la novela de Don DeLillo
Actores Robert Pattinson, Sarah Gadon, Juliette Binoche, Mathieu Amalric, Jay Baruchel, Kevin Durand, K'naan, Emily Hampshire, Samanta Morthon, Paul Giamatti, Patrick McKenzie, Abdul Ayoola, Gouchy Boy, George Touliatos, Philip Nozuka






Algún día tenía que pasar, aunque un servidor tenía la esperanza de que no sucediera nunca. Por primera vez tras 37 años de carrera como director y 18 películas a sus espaldas el canadiense David Cronenberg, mi director favorito de la historia del cine solo superado por el español Luis Buñuel, me ha decepcionado considerablemente con uno de sus trabajos cinematográficos. Hablo por desgracia de Cosmopolis, la adaptación a imágenes que ha realizado de la novela homónima del escritor norteamericano Don DeLillo que desde que se estrenara en el pasado festival de Cannes no ha dejado de recibir más palos que alabanzas. Con motivo, mal que me pese.




No es la primera vez que un servidor trata de no hacer caso a la prensa especializada cuando pone de vuelta  y media alguna película que me transmite buenas sensaciones o la última obra de un director por el que profeso admiración. Pero esta vez muy a mi pesar no sólo la crítica tenía razón a la hora de confirmar que la más reciente cinta de David Cronenberg es un producto fallido, es que la cosa es peor aún, porque Cosmopolis es una película con una ingente cantidad de fallos y más bien pocos aciertos que no le salvan la papeleta al de Toronto.




Eric Packer es un joven multimillonario de New York experto en finanzas que tiene el capricho de ir en su limusina a su barbería habitual para que le corten el pelo. El problema radica en que el día que ha elegido para llevar a cabo tal acto es el mismo en el que la ciudad recibe la visita del presidente del gobierno, hecho que convertirá en un caos el tráfico de la zona y que dará pie a que grupos de manifestantes se concentren en las calles en contra de un sistema capitalista que está en decadencia. En el trayecto Eric recibe la visita en su lujoso coche de socios, colaboradores y amantes, pero también llegará a sus oídos la noticia de que alguien planea matarlo. Las próximas 24 horas serán las más importantes de su vida.




Farragoso ejercicio de pedantería cinematográfica en el que, paradójicamente, podemos encontrar prácticamente todas las constantes autorales del director de La Mosca, desde la visión de una sociedad occidental en decadencia, hasta insensibilización del ser humano por medio de las influencia de las altas tecnologías. Como no he leído la novela de DeLillo no puedo decir si Cosmopolis falla como adaptación cinematográfica, pero lo que sí tengo claro es que fracasa como retrato de la crisis financiera actual, como visión nihilista del capitalismo agresivo, como pieza dentro de la obra del cineasta de Ontario y finalmente como producto cinematográfico consistente. 




La película nace muerta por culpa de un guión pésimamente construido. No sé si esta inconsistencia narrativa viene de la novela, pero el libreto de la película es en su primera mitad un desfile arbitrario de personajes intragables y antipáticos que matienen diálogos irritantes con el personaje de Robert Pattinson, porque a parte de no contar nada verdaderamente iteresante con ellos y exponiéndolos siempre con un lenguaje pomposo y recargado, más que diálogos las criaturas de Cosmopolis recitan monólogos, ya que cuando uno de los acompañantes de viaje de Eric interactúa con él cada uno de los emisores y receptores mantienen conversaciones completamente distintas. Este recurso del que Cronenberg abusa hasta el hastío podría ser una alegoría de la incomuniación del hombre actual, pero como excusa argumental en el plano cinematográfico acaba por hundir la película por su redundacia y retórica.




En la segunda parte los actos estúpidos llevados a cabo por el personaje de Eric se apoderan de la historia y la siguen llevando inevitablemente a la deriva. Algunos dicen que durante esa parte del metraje el rol de Pattinson busca desesperadamente sentirse vivo, llevar a cabo acciones que le permitan experimentar sensaciones fuertes que le hagan salir de la hastiada rutina vacía y tecnificada en la que se ha convertido su existencia. El problema es que la mayoría de decisiones que toma están cubiertas de un hálito de pretenciosidad falsamente profunda que tiene su culmen en el clímax final en el enfrentamiento con el personaje de Paul Giamatti, un actor magnífico, pero que a estas alturas no puede salvarle los muebles al director (los diálogos que le tocan son tan artificiosos como los del resto de personajes) el film se cierra como se ha venido desarrollando, mal y de manera insatisfactoria.




El tedio se hace con el metraje, el cripticismo del film se antoja arbitrario y su simbología mal expuesta y simplista (lo de las ratas es tan obvio y pueril que en ocasiones da vergüenza ajena). El paso de una veintena de personajes por la limusina de Eric da pie a que actores de nivel como Juliette Binoche, Mathieu Amalric o Samantha Morton (la única que de verdad expone disertaciones más o menos coherentes e interesantes, sobre todo cuando comenta cómo el ideario anarquista puede, parodójicamante, ayudar a la supervivencia del capitalismo) den vida a personajes estereotipados, insulsos y sin desarrollo alguno, que sólo aparecen, sueltan sus teorías sociales, económicas o políticas y desaparecen sin aportar nada de interés o ritmo a la historia.




Poco hay de reflexión sobre el capitalismo o la recesión económica en el film o al menos no hay verdadera inteligencia o implciación con el tema y por primera vez señas de identidad (como su asespsia conceptual o el distanciamento formal con el que siempre ha retratado a sus personajes) que en manos de otros directores siempre habían sido fallos y que en el discurso de Cronenberg eran virtudes, juegan en su contra y se unen al chorreo de equivocaciones e ideas erradas que lastran el desarrollo de la trama. Hasta esa evolución que a lo largo de los años ha hecho experimentar a su teoría de la Nueva Carne, pasándola del plano físico al psicológico, es abordada de manera simplista, superficial y deslabazada en el rol de Eric.




Pocas virtudes hay en Cosmopolis y las mismas no sacan al producto de la mediocridad y el aburrimiento al que incita su historia central. Podemos decir que la puesta en escena de Cronenberg es magnífica y que sabe moverse con estilo e inteligencia en un espacio tan reducido como en el que se desarrolla la historia, también podemos agradecerle que haya demostrado que, siendo un actor limitadísimo, si Robert Pattinson cae en buenas manos no lo hace mal y sabe sacar expresividad donde parecía que no la había (muy creible su reacción con lo de la pistola y la mano, parece que lo ha hecho realmente en ese momento de la película). No me quiero olvidar de las fans jihadistas del actor de la saga humorísitca Crepúsculo, que encontrarán en la película que nos ocupa alicientes tan interesantes como ver a su idolatrado "galán" experimentar un orgasmo mientras su médico de cabecera le practica un tacto rectal.




También podríamos darle las gracias al director de M.Butterfly por haber incluido en el metraje la sugerente presencia de actrices como Sarah Gadon o Juliette Binoche (Samantha Morton también tiene su encanto, pero aquí el mismo brilla por su ausencia) teniendo la ganadora del Oscar por El Paciente Inglés una escena sexual que nos remite a una de Crash (concretamente a la que mantenía James Spader con Holly Hunter en el siento trasero del coche del primero) o que por otro lado nos haya confirmado que intérpretes como Kevin Durand o Jay Baruchel pueden hacer algo más que papeles insulsos dentro de la comedia o el cine de acción comercialoide americano.




Pero nada puede suavizar el golpe, Cosmopolis es algo más que una película fallida, es un fracaso indigno del autor que la ha llevado a cabo. Tras haber demostrado cómo su discurso autoral no tenía porque resentirse por ponerse como director al servicio de películas de género como Una Historia de Violencia o Promesas del Este o que podía llevar a cabo una cinta de época con profesionalidad y acierto realizando un interesante análisis de la psicología humana en Un Método Peligroso parecía que Cosmopolis nos devolvía al Cronenberg más lacerante, epidérmico y de autor, el de Crash, Inseparables y El Almuerzo Desnudo




Nada más lejos de la realidad, su última obra supone uno de sus trabajos más pobres e insatisfactorios, un duro golpe para un servidor que siempre ha admirado hasta sus obras menos destacables. Esperemos que esto sólo haya sido un tropezón y que en años venideros nos vuelva a deleitar con su visión personal e intransferible del mundo del cine. En caso de que no sea así aún nos queda la esperanza de su hijo Brandon Cronenberg, que con su ópera prima, Antiviral, ya está dando mucho que hablar como digno heredero de su padre. La Nueva Carne se extiende y esperemos que no muera nunca, como proclamaba Max Renn en el clímax final de Videodrome.



jueves, 18 de octubre de 2012

Frankenweenie



Título Original Frankenweenie (2012)
Director Tim Burton
Guión John August, Leonard Ripps y Tim Burton





Cuando parecía que lo habíamos perdido, cuando todo apuntaba a que se le había ido la magia y el encanto entre Alicias, Sombras Tenebrosas y Charlies, el señor Tim Burton, como el moderno Prometeo que creó Mary Shelley y al que él homenaje aquí, vuelve a la vida y nos regala la que para un servidor ya es una de sus mejores películas y la condensación en 87 minutos de todo lo que en su momento hizo glorioso al estilo burtoniano de entender el cine. Una joya de la animación que eleva la calidad de esta temporada del 2012 hasta niveles altísimos.




Frankenweenie está basada en un simpático cortometraje de imagen real que el mismo Tim Burton rodó en 1984 para la Disney. Protagonizado por Barret Oliver, Shelley Duval y Daniel Stern el trabajo era un agradable ejercicio de nostaliga por parte del director de Bitelchus en el que homenajeaba a la película Frankenstein, el clásico del cine de terror que el mítico cineasta británico James Whale rodó en 1931 para la Universal con el inolvidable actor Boris Karloff dando vida a la criatura creada por el doctor Víctor Von Frankenstein.




El corto no tuvo mucho éxito y según las malas lenguas la misma Disney despidió a Burton por "no tener talento" tras realizarlo. Pero aparte de haberse convertido en una pieza de culto, el mismo ha servido como base para la producción de 2012 que nos ocupa, en la que Burton ha cambiado la imagen real por el stop motion (como en Pesadilla Antes de Navidad y La Novia Cadáver) y lo ha pasado a largometraje con resultados sencillamente brillantes en todos los sentidos posibles, ofreciendo una pieza totalmente inolvidable dentro de su filmografía.




Víctor Frankenstein es un chico solitario que vive con sus padres y su perro Sparky en la ciudad norteamericana de New Holland. Un día durante un partido de beisbol Sparky pierde la vida al ser atropellado accidentalmente por un coche. La pena de Víctor tras la desaparición de su mejor amigo será tal que gracias a los consejos de su profesor de Ciencia, el señor Ryzkruski, conseguirá revivir a Sparky utilizando los rayos de una noche de tormenta. El problema para Víctor y Sparky llegará con el intento por parte de ambos de mantener en secreto la resurrección del cánido, algo que se antojorá imposible.




Me he enamorado perdidamente de Frankenweenie, una cinta que es una muestra quintaesencial de todo lo que es Tim Burton como cineasta y me ha parecido rica a tantísimos niveles que seguro que al comentarla se me van a escapara ideas y conceptos que a lo largo de la proyección de la película me tocaban la fibra sensible sobremanera. Por encima de todo Frankenweenie es una obra autobiográfica por parte de su director y guionista (el personaje de Víctor tiene un considerable parecido con él) una mirada nostálgica a una infancia llena de amor por el cine de género, la ciencia ficción y el terror, por parte de un chico lacónico y "rarito" que prefería quedarse en casa con sus dibujos de esqueletos y sus vídeos rodados en Super 8 a jugar al beisbol con sus amigos.




Pero también es (como ya lo era el corto) una relectura del clásico de James Whale que adaptaba (con bastantes licencias) la novela universal de Mary Shelley. Aunque al pasar a largometraje el proyecto Burton se ha permitido no sólo homenajear a todo ese cine (la Hammer Films, los monstruos de la Universal de los años 30, las adaptaciones fílmicas de relatos de Edgar Alan Poe que hacía Roger Corman) que le ha influenciado para crear su propio sello, también se revela como una pieza en la que el cineasta se rinde tributo a sí mismo y a toda su carrera como director marcándose un autohomenaje, que bordea la intertextualidad, del todo memorable.




Ya en lo que a la historia en sí se refiere Frankenweenie es un poema de amor a las mascotas y al enorme hueco que dejan en nuestras vidas cuando fallecen, de hecho el cortometraje también lo era. Es un sueño en el que la vida vence a la muerte y al curso natural de la naturaleza en favor de la amistad y el cariño, sobre todo en la infancia. Con este mensaje no sólo cubrimos el cupo de película Disney para toda la familia llena de humor y simpatía para todos los públicos, también recuperamos al mejor Tim Burton, el que nos ponía el corazón en un puño con copos de nieve en Eduardo Manostijeras, una escena bajo la lluvia en la puerta de un cine en Ed Wood o un hijo que relataba los últimos minutos de vida de su padre en Big Fish.




Porque realmente es una paradoja que para que el director de Sweeney Todd haya recuperado el corazón que le faltaba a sus últimos proyectos (que sólo eran cintas a lo Tim Burton por su envoltorio, no por su interior) haya tenido que volver al formato stop motion, esta vez sin la ayuda de otro director con el que sacar adelante el proyecto, para volver a ser un autor mayúsculo dentro del panorama del cine contemporáneo y regalar una pequeña joya en blanco y negro con ínfulas de futuro clásico de la animación cinematográfica.




Frankenweenie condensa como obra cinematográfica todo el mundo fílmico de Tim Burton. Los adosados que daban forma a la comunidad vecinal de Eduardo Manostijeras, la pasión por el cine de Victor remite a Ed Wood, la estética de Elsa es idéntica a la de Winona Ryder en Bitelchús (de hecho la actriz de guante blanco presta su voz al personaje en la versión original de la película) la estética retro de la casa nos recuerda a La Gran Aventura de Pee-wee. o la ya mencionada cinta protagonizada por Michael Keaton, Alec Baldwin y Geena Davis, la muñeca rusa a tamaño natural emulando una Doncella de Hierro como la de Sleepy Hollow.




La estética de los protagonistas y su entorno tienen ecos de La Novia Cadáver y de Family Dog (primero corto para la serie Amazing Stories y más tarde serial de tv creado por Brad Bird y con el diseño de personajes a manos de Burton) el murciélago de la cometa (que ya estaba en el corto pero aquí se enfatiza su presencia estéticamente) a Batman y Batman Vuelve, el alcalde orondo es muy parecido al de Pesadilla Antes de Navidad y los bichos anfibios nos traen a la mente Mars Attacks!, pero también a los Gremlins de Joe Dante.




En ese sentido y como ya he mencionado la cinta también rinde tributo al tipo de cine que adora el director. El terror de Terence Fisher, el gótico europeo de Mario Bava, el cine de monstruos radioctivos japonés (por dios, esa prima hermana americana de Gamera casi me hace levantarme y aplaudir en el cine de puro gozo) pero el más cálido homenaje hacia el séptimo arte lo realiza con los memorables personaje secundarios que ha incluído en la película y que no estaban en el corto. Un desfile de extravagantes roles que enriquecen considerablemente la historia y que regalan momentos de humor sencillamente impagables al espectador.




Tenemos a un Igor (inolvidable el personaje de Edgar, 100% burtoniano), un Fu Manchú, y hasta dos émulos de Vincent Price y Boris Karloff (qué risa con el momento compartido con "Colossus" de este último) y una perrita (ya presente en el corto) que es una referencia a La Novia de Frankenstein, el otro clásico de James Whale con el personaje ideado por Mary Shelley en el que le creaban una compañera. Pero yo me quedo con Weird Girl, que con sólo aparecer en pantalla ya me hacía reírme a carcajadas con esos enormes ojos, su voz fantasmal y el gato que la acompaña.




Frankenweenie es una obra para toda la familia, un cuento gótico con toques de fábula que nos devuelve al mejor Tim Burton, aquel que quería llegar al corazón del espectador por medio de reafirmar su diferencia y su mundo mágico personal e intransferible. La película satisfará a aquellos que habían perdido la esperanza en el director del remake de El Planeta de los Simios, a los que busquen una película animada de calidad y tono clasicista y a los que quieran imbuirse en una historia humor, amor, amistad y nostalgia que les haga recuperar la fe en el lado más artesano y artístico de un cine actual cada vez más corrompido por el artificio y la comercialidad vacua.




Pero sobre todo la última película de Tim Burton será una obra muy especial para todos aquellos, que como un servidor, han compartido vida con una mascota y tras años de convivencia con ella la han perdido, dándose con ello cuenta de que gestos tan sencillos como una cola agitándose compulsivamente por la alegría o un lengüetazo húmedo y cálido en la mano para despertarte por la mañana pueden ser el acto de amor más sincero que pueda experimentar el ser humano por parte de un animal que no dudaría un segundo en dar la vida por su dueño. Tim Burton estaba muerto, pero una descarga eléctrica en pleno corazón lo ha resucitado, esperemos que hayan voltios de sobra para que siga ofreciéndonos obras como Frankenweenie, posiblemente la mejor película del 2012.



miércoles, 17 de octubre de 2012

Fuerza Vital, la invasión de los ladrones de energía




Título Original Lifeforce (1985)
Director Tobe Hooper
Guión Dan O'Bannon y Don Jakoby basado en la novela de Colin Wilson
Actores Steve Railsback, Peter Firth, Frank Finlay, Mathilda May, Patrick Stewart, Michael Gothard, Nicholas Bal, Aubrey Morris, Nancy Paul, John Hallam





Le tengo cariño al cineasta norteamericano Tobe Hooper, no puedo evitarlo. Es un director mediocre desde siempre, pero cuando ha tenido fogonazos de genio en la seminal La Matanza de Texas, la televisiva Salem's Lot o la comercial pero inolvidable Poltergeist me ha enamorado de tal manera que me siento en deuda con él. Si no contamos esas tres piezas, que para mí son clave en la ficción de terror filmada, rara vez a vuelto a estar verdaderamente acertado, aunque ha añadido ideas inteligentes a proyectos como La Casa de los Horrores (The Fun House), La Masacre de Toolbox o su capítulo El Baile de los Muertos, para la serie de televisión Masters of Horror. 





Pero desde hace años lo que suele ofrecer como realizador son pestiños importantes como la olvidable Mortuary, productos que confirman que nunca tuvo personalidad autoral y que está de capa muy caída. Pero en los 80 todavía tenía un nombre y tras el éxito de aquella producción sobre espíritus caseros producida  y escrita por Steven Spielberg el autor de Trampa Mortal (Eaten Alive) estaba en lo más alto. Por ello en el año 1985 la inefable productora Cannon lo contrató para llevar a imágenes una novela del escritor británico Colin Wilson titulada Space Vampires.





Los productores pusieron a su disposición un presupuesto considerablemente grande y a un grupo de profesionales bastante destacados como a Dan O'Bannon (Alien, Desafío Total) y Don Jakoby (Vampiros) en el guión, Alan Hume (Star Wars: El Retorno del Jedi, Un Pez Llamado Wanda) en la dirección de fotografia, Henry Mancini (La Pantera Rosa) en la banda sonora o en los efectos especiales y de maquillaje a John Dysktra (Spiderman, X-Men: Primera Generación) y Nick Maley (Superman, Star Wars: El Imperio Contraataca) respectivamente.




En resumidas cuentas el film lo tenía todo para triunfar. Una historia interesante aunque algo bizarra, un director que estaba en lo más alto tras el que fue uno de sus mayores éxitos comerciales, un equipo técnico de lo más competente y un grupo de actores americanos e ingleses para dar vida a los personajes que poblarían el largometraje. Pero no fue así, la taquilla se resistió a Lifeforce y la crítica tampoco fue muy benévola con el proyecto. Lo cierto es que en gran parte es comprensible ese fracaso y por desgracia hoy, 27 años después de su estreno, los motivos por los que la película no triunfó se han enfatizado considerablemente, confirmando cuánto ha envejecido con el paso del tiempo.




Una nave llamada Churchil, tripulada por astronautas norteamericanos e ingleses se dirige al cometa Haley para investigarlo. Pero en el proceso se encuentran con una nave de origen extraterrestre que está situada en la cola del célebre cuerpo celeste. Allí dentro descubren, confinados en una especie de ataúdes de cristal, a dos hombres y una mujer que aparentemente tienen forma humanoide, estos se encuentran desnudos y en aparente buen estado. Los investigadores espaciales deciden llevarse los cuerpos a la Chruchill para transportarlos a la Tierra y allí intentar descifrar su origen. Esta decisión dará pie a una plaga de extraños vampiros que absorben la energía vital de los seres humanos y que sembrará el caos en las calles de Londres.



En el año de su estreno (cuando todo su apartado técnico era la panacea de la modernidad cinematográfica)  no sé si lo parecería, pero a finales de 2012 cuando el espectador se enfrenta a Lifeforce no puede evitar pensar que se encuentra con un homenaje al cine sobre invasiones extraterrestres de los años 40 y 50. Pero no hablo de clásicos como Ultimatum a la Tierra (The Day to The Earth Stood Still) de Robert Wise o La Invasión de los Ladrones de Cuerpos de Don Siegel, sino a subproductos de serie B en los que se mezclaban géneros, vertientes y que solían tener alarmantes lecturas sociales (extraterrestres de Marte, el planeta "rojo", en plena guerra fría entre Estados Unidos y la URSS) para dar un tono apocalíptico a la historia que narraban en imágenes.




Más allá de ese homenaje, intencionado o no, poco de más interés tiene Fuerza Vital. Porque aunque esté rematada decentemente en casi todos sus apartados (el reparto de actores da un poco de pena, aunque gente como Steve Railsback o Patrick Stewart sean buenos actores, no dan precisamente lo mejor de sí mismos en esta ocasión) no destaca en ninguno de ellos. Se nota que Tobe Hooper supo aprovechar las libras y dólares que pusieron a su disposición, pero en la película se nota una mezcolanza argumental y conceptual tan bizarra que en manos del director texano no funciona debidamente (¡lo que hubiera hecho nuestro Jesús Franco con este proyecto!) y en ocasiones se muestra hasta ridícula.




Lo de los vampiros del espacio que chupan la energía vital de las personas por medio de la boca y que se convierten en gigantescos murciélagos con pintas de mutantes, abordado en un contexto tan solemne no funciona, porque se muestra ridículo e insulso en pantalla debido a que Lifeforce se toma demasiado en serio a sí misma. Otro lastre importante es que los efectos de maquillaje de Nick Maley, que supongo que en su momento debieron parecer logradísimos y aterradores, hoy incitan inevitablemente a la carcajada sobre todo con ese cadáveres vivientes a los que les han robado la fuerza vital que parecen marionetas sacadas de alguna cabalgata de Navidad.




Tampoco ayuda la omnipresente desnudez del personaje de la guapísima y escultural Mathilda May, que parece más que otra cosa una pobre excusa argumental para que la intérprete enseñe a lo largo del metraje su maravilloso cuerpo. El hecho de que el rol esté siempre sin vestimenta en varias ocasiones da pie a momentos bastante ridículos (cuando se enfrenta a los dos guardias) y solo sirve, a grosso modo, para mezclar una película de invasores extraterrestres con un desfile de pechos tan agradable a la vista como arbitrario e innecesario para la historia.




La película cambia radicalmente de género hacia la media hora final. Si los primeros 80 minutos hemos asistido a una desangelada y poco interesante cinta de extraterrestres, en el clímax del largometraje nos introducimos en una rocambolesca película apocalíptica con momentos bastante vergonzantes (lo de la espada es de traca y queda bastante mal) que se muestra en pantalla como un caos descontrolado en el que se suceden escenas sin sentido y acciones estúpidamente forzadas por parte de los personajes. A la impersonalidad de la primera parte del metraje se contrapone el "todo vale" de a segunda y la historia decae de manera brutal sin haber sido en ningún momento un relato destacable.




Un poco más de encanto (por ejemplo, haberla rodado en blanco y negro, vistos los referentes cinematográficos en los que se refleja) e ironía hubieran hecho de Lifeforce una pieza de culto a recuperar con cierto cariño y nostalgia. Por desgracia no es el caso, la cinta de Tobe Hooper a día de hoy se ve crudamente fallida y anticuada y para colmo supondría en su momento la última pieza de gran presupuesto en la que se embarcaría el cineasta. Además, tras ella realizó ese cáncer fílmico llamado La Matanza de Texas 2 que confirmaría su decadencia como la eterna promesa que nunca llegó a confirmarse tras dar lo mejor de sí mismo en la segunda mitad de los 70 y la primera de los 80 entre matarifes, vampiros y entidades ectoplásmicas.




En breve comentaré también Invasores de Marte, un remake que el mismo Tobe Hooper realizó un poco más tarde, en 1986 concretamente, de la cinta homónima de William Cameron Menzies de 1953 que, esta vez sí, parece ser un verdadero homenaje al cine de extraterrestres de la dédaca de los 50, aunque al no haberla visto aún no me quiero mojar demasiado. Pero es cierto que también fue recibida bastante mal y sólo sirvió para hundir más la carrera del director de The Mangler y sumarse como otro de los fracasos fílmicos que lo relegarían a una liga de tercera regional en esto del cine del género fantástico y de terror de la que no ha podido salir hasta nuestro días. Pero yo sigo confiando con esa recuperación por su parte, porque puede que esa atípica incursión en el cine de terror de los Emíratos Árabes que supone su próximo film, Djinn, nos dé una sorpresa, ojalá que así sea.