viernes, 30 de junio de 2017

Sinister 2, it's only teenage wasteland



Título Original Sinsiter 2 (2015)
Director Ciarán Foy
Guión Scott Derrickson, C. Robert Cargill
Reparto James Ransone,  Shannyn Sossamon,  Robert Daniel Sloan,  Dartanian Sloan, Lea Coco, Tate Ellington,  John Beasley,  Lucas Jade Zumann,  Jaden Klein, Laila Haley,  Caden M. Fritz, Olivia Rainey





Desde hace unos años Blumhouse Productions se ha ocupado de dar forma dentro del género de terror tanto a sagas de considerable éxito como Paranormal Activity o Insidious como a producciones más independientes para que autores de cierto renombre realicen piezas cinematográficas con la mayor libertad artística posible, como son los casos de The Lords of Salem, de Rob Zombie o Déjame Salir (Get Out) de Jordan Peele. Dentro del primer grupo, el de las franquicias de éxito, encontramos, si ponemos nuestros ojos en el año 2012, Sinister, un film  dirigido por Scott Derrickson (Líbranos del Mal, Doctor Strange) que hundía sus raíces en la tradición del cine sobre casas encantadas y posesiones demoniacas con ecos que iban desde El Resplandor hasta La Semilla del Diablo (Rosermary's Baby) y un reparto competente encabezado por Ethan Hawke. Aunque no era una gran obra algunos pasajes rodados por Derrickson envueltos en la magnífica banda sonora del siempre potente Christopher Young dejaban un puñado de escenas poderosas localizadas en una pieza que no tenía más aspiraciones que entretener al respetable.




El largometraje funcionó en taquilla, de modo que dicho síntoma ponía rápidamente en funcionamiento la idea de una secuela. Tres años después, en 2015, con Scott Derrickson ya sólo acreditado como guionista y productor debido a sus compromisos con Marvel Studios, la colaboración de su habitual co guionista C. Robert Cargill, un nuevo director como el irlandés Ciarán Foy (Citadel) detrás de las cámaras y un reparto totalmente renovado a excepción de James Ransone que repetía su papel de la primera entrega Sinister 2 llegó a las pantallas de todo el mundo dando lo, no mucho, que se esperaba de ella, una secuela que emulara los aciertos y fallos de su predecesora con la única y humilde misión de ofrecer poco más de hora y media de fruición a la platea. Contra todo pronóstico y a pesar de ir con los consabidos prejuicios a realizar el visionado de esta segunda entrega de Sinister un servidor ha salido más o menos satisfecho tras enfrentarse a este nuevo episodio de la franquicia respaldada por el productor Jason Blum




Sinister 2 sigue los pasos del ex ayudante del sheriff  (James Ransone) que investigó el caso del escritor Ellison Oswalt y la masacre en la que la hija de este, Ashley, asesinó a toda su familia. Una vez regresa al lugar del crimen descubre que en la casa de los Oswalt ahora viven Courtney Collins (Shannyn Sossamon) y sus dos hijos mellizos Dylan (Robert Daniel Sloan) y Zach (Dartanian Sloan) que se han refugiado en dicho emplazamiento huyendo de Clint Collins (Lea Coco) el violento cabeza de familia. Intentando desentrañar qué sucedió con los Oswalt el ex policía encontrará indicios de la presencia de "Bughuul" la entidad diabólica que lleva años poseyendo a niños para convertirlos en parricidas que graban en cámaras Super 8 sus crímenes. El protagonista deberá intentar descubrir qué se esconde detrás de aquel terreno maldito y de paso proteger a Courtney y sus hijos, no sólo del influjo del ser sobrenatural, sino también de la personalidad maltratadora del marido de esta que quiere recuperar a sus vástagos a toda costa.




Si a primera Sinister era, como previamente mencionábamos, hija de El Resplandor o La Semilla del Diablo esta lo es de sagas como las de Terror en AmytivilleLos Chicos del Maiz (la influencia de Stephen King vuelve a hacerse notar) y si en aquella el punto fuerte del proyecto residía en las grabaciones en formato Super 8 con las que los niños grababan los asesinatos de sus familiares y que estaban envueltas en la atmosférica banda sonora de Christopher Young y sus inquietantes sonidos tribales de ultratumba aquí sucede prácticamente lo mismo al darse cuenta los impulsores del proyecto que seguir la senda abierta por Scott Derrickson en la primera entrega es el camino más acertado, y sencillo, por el que puede transitar esta secuela. De modo que Ciarán Foy basa toda su puesta en escena en dar fuerza a esos pasajes, que en esta ocasión son más numerosos que en el anterior film, y el grupo Tomandandy en la banda sonora trata de emular la partitura del autor de Hellraiser o La Mosca con bastante acierto para que la pantalla extrapole la sensación de amenaza y morbidez al patio de butacas.




De este modo el director de Citadel realiza un trabajo bastante competente con los ajustados medios que ponen a su disposición. Por un lado sabe controlar el timing del suspense propio del género, alargando los pasajes en los que el terror se encuentra latente por medio de la colocación de cámara, los juegos de luces y sombras o el montaje y por otro sólo en pocas ocasiones se entrega a los sustos gratuitos a base de jump scares como el ridículo e innecesario que cierra el largometraje y cuyo resultado es bastante deficiente. Pero como previamente mencionamos Ciarán Foy cumple su cometido de mantener el tono que insufló en la primera cinta Scott Derrickson añadiendo algo más de truculencia a los vídeos caseros con los asesinatos a manos de los niños (algunos de ellos muy ingeniosos y originales) y dando más protagonismo a los "niños malditos" cuya efectividad es mayor cuando su presencia es más sugerida que explicitada.




Otra de los logros más interesantes de Sinister 2 y que la aleja como obra de mucho del cine de terror que se cultiva actualmente es su intención por dar entidad a sus personajes principales. James Ransone, ese actor menudo al que hemos podido ver enseñando obsesivamente su miembro en films como Ken Park (aquí con masturbación real, como al tío Larry Clark le gusta) o producciones televisivas de David Simon como The Wire o Generation Kill consigue capacitar a su personaje de una interesante dualidad que se mueve entre sus aptas capacidades como agente de la ley (enorme el pasaje en el que deja en evidencia a los sheriff que vienen junto a Clint para llevarse a los niños) y una timidez que transmite candor y empatía con el espectador. Tampoco le va a la zaga Shannyn Sossamon a la que le queda bien el rol de madre luchadora y maltratada que hará todo lo posible por mantener a salvo a sus hijos de entidades negativas, tanto las terrenas como las que no lo son. Más cuestionable es la labor de los hermanos Dartanian y Robert Daniel Sloan, que a pesar de su esfuerzo dejan evidencia su más que contrastada bisoñez en lides interpretativas.




Al igual que su predecesora de 2012 una película como Sinister 2 es un producto que se deja ver con simpatía, complicidad y ligereza, regalándonos personajes hasta cierto punto cercanos, un guión bastante bien estructurado apelando a extender el microcosmos detrás de su impronta y algunos sustos bien ejecutados, pedirle algo más que eso a la labor de sus autores es una equivocación mayúscula que nos llevará inevitablemente a la insatisfacción. Evidentemente si la comparamos con sagas como su hermana Insidious o la soberbia The Conjuring, también salida de la mente de James Wan, palidece irremisiblemente y deja al descubierto sus carencias, pero eso no es óbice para ser disfrutada como lo que es, la segunda parte de una cinta de género creada con la única intención de entretener al público con poco más y hora y media de cine de género tan disfrutable y accesible como inmediatamente digerible y olvidable



martes, 27 de junio de 2017

Wonder Woman



Título Original Wonder Woman (2017)
Directora Patty Jenkins
Guión Allan Heinberg, Zack Snyder, Jason Fuchs, basado en el personaje de DC Comics creado por William Moulton Marston
Reparto Gal Gadot, Chris Pine, Robin Wright, Connie Nielsen, David Thewlis, Elena Anaya, Lucy Davis, Danny Huston, Ewen Bremner, Samantha Jo, Saïd Taghmaoui, Lisa Loven Kongsli, Florence Kasumba, Mayling Ng, Emily Carey, Doutzen Kroes




Pocos seguidores del celuloide basado en superhéroes del mundo del cómic pueden negar que mientras Marvel Studios lleva casi una década construyendo con tanta profesionalidad como espíritu conservador un “universo cinematográfico” cohesionado que funciona a pleno rendimiento sacrificando, eso sí, por el camino casi cualquier atisbo de inventiva u originalidad DC Entertainment y Warner Bros no están consiguiendo el mismo efecto con su microcosmos audiovisual inspirado en los cómics de la “Distinguida Competencia”. Desde que Christopher Nolan terminara su “wagneriana” trilogía sobre Batman la productora estadounidense y la división cinematográfica de DC han ejecutado tres proyectos que aunque no funcionaron mal en taquilla fueron recibidos por crítica y público con una enconada división de opiniones en el mejor de los casos y bastante recelo en el peor de ellos. El Hombre de Acero, Batman vs. Superman: El Amanecer de la Justicia y Escuadrón Suicida fueron ideadas con Warner Bros poniendo toda la carne en el asador (campañas publicitarias desmedidas, repartos con estrellas de primera línea, diseños de producción brutales) para llegar al mayor público posible mientras trataban de crear a marchas forzadas su “DC Extended Universe” que carecía de la solidez del respaldado por Kevin Feige dentro de la Casa de las Ideas. Mientras las entregas de Marvel Studios se llevaban los parabienes de crítica y público a las de DC Entertainment les tocaba driblar con comentarios poco halagadores, unas veces justificados y otras no tanto, confirmando que todavía quedaba duro trabajo por hacer para que las aventuras de Batman, Superman y el resto de personajes en las viñetas recibieran las contrapartidas en imagen real que merecían.



En Batman vs. Superman: El Amanecer de la Justicia, la que supuso la tercera incursión cinematográfica del cineasta norteamericano Zack Snyder en el universo cinematográfico basado en DC Comics, además de la inesperadamente efectiva interpretación de Ben Affleck como Batman/Bruce Wayne y algunas secuencias potentemente ejecutadas (ese sueño protagonizado por el Caballero Oscuro) destacó notablemente el trabajo que la actriz israelí Gal Gadot realizó dando vida a Wonder Woman, el personaje femeníno más icónico y relevante de DC Cómics. No eran muchos sus minutos en el metraje pero la intérprete de la saga Fast & Furious supo acallar con su entrega las voces de aquellos que afirmaron que su elección para dar vida a Diana Prince era un flagrante error de casting. Su elegancia, presencia física y entrega en las secuencias de acción acontecidas en el hiperbólico clímax final del film protagonizado por el Hombre del Mañana y el Guardián de Gotham dejaban claro que la Wonder Woman del DC Extended Universe era todo un hallazgo y que en su interior atesoraba el suficiente potencial para convertirse en la traslación a imagen real de la mítica heróina que lleva más de 75 años marcando a fuego su impronta en el mundo del arte secuencial a manos de autores tan relevantes como George Pérez, Phil Jimenez, Brian Azzarello o Greg Rucka.




Lo cierto es que Warner Bros y DC Entertainment se la jugaban al todo o nada con Wonder Woman y noticias como el abandono de Michelle McLaren, la primera directora designada para realizar el largometraje, por las siempre socorridas “diferencias creativas” no invitaban a ser muy optimistas con respecto al adecuado desarrollo del proyecto. Pero como afirmamos los productores una vez más no escatimaron gastos a la hora de reunir un reparto con secundarios de primer nombre como Chris Pine (Star Trek: Más Allá), Connie Nielsen (Gladiator), Robin Wright (House of Cards), Danny Huston (X-Men Orígenes: Lobezno), Elena Anaya (Van Helsing) o David Thewlis (El Teorema Zero) un trío de guionistas formado por Allan Heinberg, Jason Fuchs y el habitual de la casa Zack Snyder y una nueva directora como Patty Jenkins, que dio sus primeros pasos en círculos del cine independiente con aquella Monster que regaló el Oscar a una camaleónica Charlize Theron y se curtió en el mundo de la televisión dirigiendo episodios para series como Entourage, The Killing o Betrayal. El resultado a estas alturas es por todos conocido, Wonder Woman fue magníficamente recibida el 2 de Junio de su estreno internacional por público y prensa especializada convirtiéndose bien pronto en un éxito de taquilla y en palabras de no pocos espectadores en la mejor cinta del microcosmos cinematográfico de DC. Nosotros ya hemos podido ver la película y a continuación vamos a ofrecer qué nos ha parecido la primera incursión en solitario de Diana Prince en el mundo del séptimo arte.




Con Wonder Woman DC Entertainment y Warner Bros han logrado todo aquello que se plantearon por primera vez en El Hombre de Acero y que desde entonces no habían conseguido adecuadamente en ninguno de sus proyectos, ofrecer una producción lo suficientemente redonda para servir como estandarte del DC Extended Universe cinematográfico que querían diseñar para que los personajes más icónicos de la editorial norteamericana pudieran interactuar entre ellos en pantalla grande. Un tono solemne y más oscuro que el de las viñetas, cierto poso dramático que incidía en temas más profundos a la hora de escribir sus historias y una acción desmedida son algunas de las señas de identidad de microcosmos ficticio de DC dentro del séptimo arte y tras dos oportunidades no del todo logradas en Escuadrón Suicida decidieron dejar de lado varias de ellas con la intención de tomar un cariz más ligero que se aproximara a algunas de las producciones de Marvel Studios con unos resultados que a pocos agradaron. Wonder Woman consigue todo eso y más, ser una película de superhéroes bien ejecutada en todos su apartados, reflexionar sobre temas como la guerra, la posible naturaleza maligna del ser humano, la venganza o el amor y dosificar con medida sabiduría las escenas más dinámicas de la trama para que estas desarrollen la misma sin transformarse en hipertróficas coreografías de caos y destrucción totalmente descontroladas como algunas de las que encontrábamos en los dos films dirigidos por el cineasta Zack Snyder y que normalmente jugaban en contra de las historias protagonizadas por Batman o Superman.




Es como si Patty Jenkins hubiera llegado para poner orden y racionalidad a la puesta en escena que Zack Snyder insufló a los largometrajes de DC. La directora de Monster en ningún momento elude la estética y la realización que el director de Watchmen o 300 utilizó en sus dos incursiones fílmicas, pero sí sabe dosificarla, medir los tiempos y ser intimista cuando los personajes lo exigen o espectacular cuando la acción lo demanda. Aquí tenemos los ralentís, los planos detalle, las batallas épicas que el autor de la próxima cinta de la Liga de la Justicia Americana utilizó en El Hombre de Acero y Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia, pero donde Snyder apelaba al desenfreno en pos de la espectacularidad Jenkins calibra y mide con oficio y no pierde en ningún momento el control de los mandos. Desde el arranque en la Isla de Themiscyra con el entrenamiento de las amazonas y la infancia de Diana el espectador percibe que la puesta en escena de las producciones DC han mejorado en no pocos aspectos, como si cayendo en la referencia fácil hubiera sido necesaria una “personalidad femenina” para bajar el acelerador de testosterona desenfrenada que Zack Snyder no paraba de pisar durante su labor como cineasta y que David Ayer sólo redujo minimamemnte en su cinta protagonizada por Deadshot, Harley Quinn o el Joker. Pero que nadie se lleve a engaño, la medida distribución de las escenas de acción en Wonder Woman es uno de sus mayores hallazgos ya que una vez estas copan el protagonismo de la trama central la cinta ofrece lo mejor de sí misma. Sirva como ejemplo esa primera incursión en el frente por parte de la protagonista que se expone en pantalla como una de las mejores secuencias técnicas de lo que llevamos de 2017 dentro del cine adscrito a las superproducciones hollywodienses.




Por otro lado también acierta el guión de Allan Heinberg, Zack Snyder y Jason Fuchs a la hora de lanzar su discurso antibelicista personalizado en la misma Diana Prince. Desde el mismo arranque del film el mensaje que vertebrará la obra es que la guerra no engrandece a nadie y que no hay que anhelarla en manera alguna, lo escuchamos en boca de Hipólita (Connie Nielsen) la madre de Diana, Reina de las Amazonas, y dicha sentencia tomará más entidad que nunca cuando la protagonista se implique directamente en la Primera Guerra Mundial por mediación del personaje Steve Trevor (Chris Pine) y su misión para detener a la dupla formada por el General Erich Ludendorff (Danny Huston) y la Doctora Poison (Elena Anaya). Este contexto sirve, por un lado, para incluir una distendida subtrama con apuntes de comedia gracias al choque cultural que sufre Diana cuando comienza a codearse con los seres humanos y sus conductas sociales, pero sobre todo para abordar cuán extraño se antoja para una semidiosa hija de Zeus que los hombres que inician las guerras no vayan frente a luchar con sus subordinados dando incluso la vida por ellos. La miseria, los daños colaterales, el dolor y los estragos de los conflictos bélicos son inteligentemente usados en el guión para plantear los dilemas éticos y morales de Diana a la hora de implicarse personalmente en nuestro planeta debatiéndose si el hombre es un ser maligno por naturaleza o si Ares, Dios de la Guerra y enemigo jurado de las amazonas, es el verdadero instigador de tan terribles actos.




Wonder Woman confirma lo que Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia nos dejó vislumbrar, que Gal Gadot ha sido un acierto mayúsculo a la hora de ser elegida para dar vida a Diana Prince. La actriz israelí ya dio notables muestras de lo bien que se mimetizaba con el personaje creado por William Moulton Marston en 1941 robando a Henry Cavill y Ben Affleck casi todas las escenas que compartía con ellos en el largometraje de Zack Snyder. La película de Patty Jenkins sirve para que la intérprete haga suya la criatura de las viñetas con una acertada mezcla de determinación cuando debe entrar en combate e inocencia al descubrir a los humanos y sentimientos tan ajenos a su personalidad como el amor o la amistad. Entregada en las escenas de lucha, encantadora en las sentimentales y tierna en las que se entregan a la comicidad la intérprete de Criminal o Triple 9 pasa con nota la dura labor de sustentar sobre sus hombros una película que no sólo sirve para encarrilar el tren desbocado que era el universo cinematográfico de DC, sino también para dar una lección a aquellos que opinan que el de los superhéroes no es un mundo tanto para hombres como para mujeres. Le da bien la réplica un Chris Pine más esforzado que nunca y unas excelentes Connie Nielsen y Robin Wright como las hermanas Hipólita y Antíope, pero el resto del reparto se adscribe a uno de los defectos más destacados del cine actual inspirado en personajes de cómics como son los estereotipos (los Sameer, Charlie y Etta de Saïd Taghmaoui, Ewen Bremner y Lucy Davis respectivamente, que no dejan de ser vías de escape humorísticas) y los villanos poco perfilados (Ludendorff, Poison, apenas esbozados en el libreto) que encuentran su mejor valedor en ese Ares que aunque interactúa bien con Diana no está muy logrado más allá de su imponente presencia física.




Varios motivos pueden ser los que han hecho de Wonder Woman no sólo la mejor película superheróica del año, sino también la, con diferencia, más lograda del DC Extended Universe. La total implicación del guionista Geoff Johns como consultor creativo en las producciones de Warner Bros protagonizadas por los héroes de la editorial estadounidense, un guión mejor estructurado sin necesidad de revolucionar el género (de hecho la construcción narrativa del film es muy parecida a la de Capitán América: El Primer Vengador) o la elección de una directora que apela a lemas como “menos es más” o “la potecia sin control no sirve de nada”. A ciencia cierta nada podemos afirmar, pero de lo que sí podemos estar seguros es de que Diana Prince ha llegado para salvar a DC y su microcosmos en celuloide con una cinta de cine comercial ejemplar a la que pocos fallos se le pueden sacar más allá de algunos efectos digitales en ocasiones no del todo logrados o la necesidad de haber perfilado con más dedicación a ciertos personajes secundarios. Esperemos que DC Entertainment y Warner Bros no desaprovechen la enorme oportunidad que Wonder Woman les ofrece para empezar a dar consistencia y solidez a su porvenir cinematográfico con una excelente labor que ya ha sido recompensada con la confirmación de una secuela de nuevo con Gal Gadot como protagonista y Patty Jenkins detrás de la cámara. Sólo el tiempo nos dirá si esa Justice League que Zack Snyder ha tenido que abandonar por problemas personales en favor de Joss Whedon y otras piezas como la Batgirl de este último o el Aquaman de Jason Momoa y James Wan ofrecen a DC la profesionalidad, eficacia y fruición que dichos personajes en papel llevan décadas mereciendo.


domingo, 25 de junio de 2017

Sicario, en tierra hostil



Título Original Sicario (2015)
Director Denis Villeneuve
Guión Taylor Sheridan
Reparto Emily Blunt, Benicio Del Toro, Josh Brolin, Victor Garber, Jon Bernthal, Jeffrey Donovan, Daniel Kaluuya, Maximiliano Hernández, Dylan Kenin, Frank Powers, Bernardo P. Saracino, Edgar Arreola, Marty Lindsey, Julio Cedillo





Un año antes de su primera, pero no última, incursión en la ciencia ficción con la superlativa La Llegada (Arrival) el canadiense Denis Villenueve volvía al género thriller de su anterior Prisioneros, pero está vez contextualizando la trama de su propuesta dentro del policíaco fronterizo. Sicario tuvo su puesta de largo en el festival de Cannes de 2015 y fue bastante bien recibida por crítica y público adelantando una carrera comercial bastante notable recibida con elogios y no pocas candidaturas o galardones internacionales, entre ellos tres nominaciones a los Oscar de ese año a fotografía, banda sonora y efectos de sonido. Protagonizada por un trío de estrellas formado por Emily Blunt, Benicio del Toro y Joshn Brolin, con guión del actor Taylor Sheridan (el sheriff David Hale de Hijos de la Anarquía y escritor de Comanchería) Sicario confirmaba el enorme talento de Villeneuve como uno de los artesanos más a tener en cuenta dentro del Hollywood actual siempre abordando propuestas que, como mínimo, despiertan harto interés en el espectador.




Kate Macer (Emily Blunt) es una agente de FBI que es reclutada por el agente de la CIA Matt Garver (Joshn Brolin) para formar parte de un grupo de élite del gobierno estadounidense con la misión de cruzar la frontera con México para llevar a cabo una misión de la que poca información se conoce, pero que está relacionada con el mundo del narcotráfico. Acompañando al equipo se encuentra Alejandro Gillick (Benicio del Toro) un misterioso personaje que colabora con Garver a modo de asesor y que oculta no pocos pasajes oscuros en su pasado. Cuando Macer y su compañero Reggie Wayne (Daniel Kaluuya) descubran cuál es el motivo por el que han sido enrolados en dicho dispositivo revelarán hechos relacionados con la "guerra contra la droga" que pondrán en entredicho sus sistemas de valores personales y profesionales viéndose implicados en una red de mentiras, violencia, venganza y muerte que se extiende de un país a otro cruzando la frontera entre Estados Unidos y México.




Sicario es la prueba palpable de que el director de Incendies no se amilana ante ningún tipo de género saliendo airoso de todos los proyectos en los que se implica independientemente de la naturaleza cinematográfica a la que pertenezcan los mismos. El penúltimo largometraje del canadiense se adscribe al subgénero formado por thrillers fronterizos como Traffic de Steven Soderbergh y cuyas raíces las podemos encontrar en el policíaco americano de los años 70 con films como The French Connection de William Friedkin o Los Tres Días del Cóndor de Sidney Pollack, pero con las constantes visuales y narrativas del siglo XXI que le acercan a piezas tan remarcables como La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty) de Kathryn Bigelow, potente propuesta de la directora de Días Extraños que guarda más de un punto en común con la cinta que nos ocupa desde distintos puntos de vista como el ideológico, el estructural o el estilístico.




Villeneuve adapta su férrea e intachable puesta de escena a la propuesta de Sicario y gracias a ello da muestras de profesionalidad que nos hacen poner en duda que esta sea la primera vez que el canadiense se adentra en este tipo de thriller policíaco, y el hecho de que previamente hubiera rodado Prisioneros tampoco debería justificar sus más que aptas capacidades para el control del timing, el uso del posicionamiento de cámara (enorme el trabajo de Roger Deakins) la poderosa resolución visual a la hora de realizar panorámicas impresionantes de Ciudad Juárez y el nada despreciable logro de conseguir un tono semidocumental de "cine de guerrilla" sin tener que caer en el abuso de la cámara al hombro o la fotografía arenosa repleta de tonos ocres consiguiendo en el proceso los mismos o mejores resultados que si recurriera a todas estas ya manidas señas de identidad estéticas adscritas a dicho tipo de celuloide de género.




Villeneuve se aferra al guión de Taylor Sheridan para realizar una análisis minimalista y detallado de la lucha contra el narcotráfico por parte de las fuerzas de la ley estadounidenses, sus reprobables acciones y nada fiables colaboradores. El director de Enemy hace que su visión mute a lo largo del metraje para convertirse cada vez más en un ejercicio opresivo y claustrofóbico con el que impactar a un espectador que asistirá a cómo la violencia, explícita e implícita, se propaga como un virus a lo largo del metraje mostrando una localización infernal en la que la vida no vale nada y la muerte y el asesinato a sangre fría está a la orden del día. El cineasta realiza una intachable amalgama entre clasicismo y vanguardia alternando pasajes de una tensión acerada y palpable (el cruce de la frontera) heredados de Alfred Hitchcock con otros que se alimentan directamente del mundo del videojuego (la incursión en la mina con las cámaras de visión nocturna) que nos retrotraen a varios shooters y a sagas como la de Metal Gear Solid diseñada por el nipón Hideo Kojima.




El ya mencionado guión de Taylor Sheridan tiene sus luces y sombras, pero en general funciona de manera sólida. En el lado negativo tenemos cierta desestructuración a la hora de mantener a la protagonista, Kate Macer, como eje central de la narración, ya que tanto el guionista como el director son conscientes de que personajes como Matt Garver o Alejandro Gillick son más interesantes y sus tendencias a la ambigüedad dan más juego desde un punto de vista narrativo. También es una tara la escasa originalidad de la historia que plantean sus ideólogos, ya que relatos sobre el narcotráfico y sus efectos colaterales los hemos podido ver en obras previas muy superiores tanto en televisión como en pantalla grande ya sea en esa obra maestra catódica llamada The Wire diseñada por David Simon y Ed Burns para la cadena HBO o el díptico carioca Tropa de Élite nacido de la mente del cineasta Jose Padilha que volvió a abordar dicha temática en la serie Narcos producida al amparo de la plataforma de streaming Netflix.




En cambio los aciertos solapan los fallos de la propuesta en cuanto a su escritura y la ambigüedad de su propuesta probablemente sea el mayor de todos ellos. Denis Villeneuve aborda Sicario desde una perspectiva totalmente aséptica, y en eso se asemeja, como previamente habíamos apuntado, a Zero Dark Thirty, sin incilnarse por ningún punto de vista expuesto en pantalla y siempre mostrando los hechos con el mayor distanciamiento posible. El cineasta no condena ni glorifica los métodos de la CIA, ya que las mentiras, torturas (pletórico ese plano detalle del desagüe durante el interrogatorio)  y extorsiones a las que recurren son mostradas con total crudeza por la cámara así como los resultados que ofrecen, pero en ningún momento las respalda o justifica. Algo parecido sucede con los personajes más censurables del film que nunca son retratados con heroicidad o gallardía, sino como individuos sin escrúpulos capaces de los actos más bajos a los que pueda entregarse el ser humano desde un punto de vista ético y moral, actos que por resolutivos funcionan al 100%,




A que esa ambivalencia se haga notable en pantalla ayuda el magnífico trío de actores principales que comanda el reparto de la obra. Una excelente Emily Blunt es el rol idealista, la agente del FBI que cree en seguir las normas y que poco a poco irá viendo que se ha introducido de manera voluntaria en un mundo cuya violencia la supera, llegando a entender que ha luchado codo con codo con criminales tan o más execrables que a los que da caza, pero a los que finalmente dejará salir con la suya por "un bien mayor". Josh Brolin vuelve a dar muestras de poderío como Matt Garver destilando carisma, altanería y reservándole el guión algunos de los mejores diálogos de la obra. Pero es el portorriqueño Benicio del Toro el que realiza la más reseñable labor con el mejor personaje y trabajo actoral del largometraje, ese Alejandro que parece una mezcla del Lado de Salvajes y el Javier Rodríguez de Traffic protagonizando las posiblemente mejores escenas del film como la del interrogatorio, la interrupción de la cena familiar con expeditiva resolución o su encuentro final con Kate Macer.




Decir que Sicario es una obra menor dentro de la filmografía de Denis Villeneuve mostrándose como una magnífica pieza perfectamente ejecutada en el plano técnico y abordada con pericia desde el artístico por un grupo de actores en estado de gracia da buena muestra de cuán talentoso es este cineasta quebequés que en poco menos de tres años y con no más de cinco películas en su haber se ha convertido en un autor indispensable dentro del Hollywood más propenso a anteponer calidad a cantidad, ese que por desgracia no abunda en demasía. Aunque el 6 de Octubre volverá a ser noticia cuando estrene su hasta ahora obra más ambiciosa dentro de las grandes superproducciones, Blade Runner 2046, en este blog seguiremos dando cabida a su filmografía ya que algunos largometrajes surgidos de su impronta, como los primeros que rodó, todavía no han sido reseñados en Transgresión Continua, algo que intentaremos solucionar a la mayor brevedad posible ya que en esta ocasión el autor lo merece.



miércoles, 14 de junio de 2017

La Centinela, están abiertas las puertas del infierno



Título Original The Sentinel (1977)
Director Michal Winner
Guión Michael Winner, basado en la novela homónima de Jeffrey Konvitz
Actores Cristina Raines, Chris Sarandon, Burgess Meredith, Arthur Kennedy, Ava Gardner, Eli Wallach, Beverly D'Angelo, Sylvia Miles, Deborah Raffin, Martin Balsam, John Carradine, José Ferrer, Jeff Goldblum, Christopher Walken, William Hickey, Jerry Orbach, Hank Garrett





Aunque en la recta final de su carrera fue conocido como el cineasta que con El Justiciero de la Ciudad (Death Wish) dio el pistoletazo de salida a la segunda etapa de oro de la carrera de Charles Bronson como vengador urbano con films de corte fascistoide en el seno de la Cannon Films el británico Michael Winner también probó suerte en otros géneros como el de espionaje (Scorpio) la comedia (Atraco a la Inglesia) y hasta el terror. En este último rodó films como Los Últimos Juegos Prohibidos (The Nightcomers) su propia versión de la célebre novela Otra Vuelta de Tuerca de Henry James protagonizada por Marlon Brando o esta soberbia y muy recuperable La Centinela que nos ocupa y vamos a comentar a continuación para reivindicar sus no pocos aciertos, los mismos que la convierten en una de las mejores cintas salidas de la mano del director de En Nombre de la Ley o América Violenta y un ejemplo de celuloide de género brillante en distintos aspectos.




Cuando queremos enumerar los clásicos del cine de terror relacionados con el satanismo o la temática diabólica hay tres piezas indispensables que nos vienen a la mente. La Semilla del Diablo (Rosemary's Baby) de Roman Polanski, La Profecía (The Omen) de Richard Donner y El Exorcista, de William Friedkin, De manera más o menos oficial esta trilogía marcó a fuego su impronta en los años 70 a la hora de hablar del Anticristo, posesiones demoníacas o sectas satánicas, siendo un tríptico que se adscribió con todas las de la ley en el cine mainstream norteamericano de la época y varias de ellas llegando incluso a copar algunas nominaciones a los Oscars en los años de su estreno. Por desgracia una obra como La Centinela de Michael Winner no es tan recordada, incluso podríamos decir que está considerablemente olvidada, pero en esta entrada vamos a tratar de defender por qué creemos que debería codearse con las ya mencionadas muestra de este subgénero.




Alison (Cristina Raines) es una joven y prometedora modelo que decide mudarse a un antiguo edificio cerca del centro de la ciudad de New York y en cuya quinta planta se encuentra el Padre Halliran (John Carradine) un anciano sacerdote invidente que continuamente mira por la ventana del inmueble que ocupa. Mientras va conociendo a la variopinta fauna de vecinos compuesta por el entrometido Charles Chazen (Burgess Merdith) o la peculiar pareja formada por Gerde (Sylvia Miles) y Sara (Beverly D'Angelo) entre otros Alison comenzará a enfermar y a tener extrañas visiones. Todo lo acontecido parece estar vinculado con el Padre Halliran y por ello tanto los detectives Gantz (Eli Wallach) y Rizzo (Christopher Walken) como Michael Lerman (Chris Sarandon), el novio de Alison que arrastra tras de sí un siniestro pasado, trataran de descifrar el misterioso enigma que se esconde detrás del sacerdote ciego y que les hará enfrentarse con criaturas venidas del mismísimo infierno.




Basada en la novela homónima del escritor Jeffrey Konvitz y realizada con la implicación de este en el proyecto La Centinela fue escrita y dirigida por Michael Winner en 1977 y por desgracia no recibió todo el mérito que merecía pasando bastante desapercibida en su momento. Posiblemente el mayor pecado cometido por esta producción es que su trama se parece demasiado a la previamente apuntada La Semilla del Diablo (Rosemary's Baby), la adaptación que el cineasta Roman Polanski hizo del libro homónimo escrito por Ira Levin. Desde esa perspectiva el film de Winner no sólo sale perdiendo si lo comparamos con la obra maestra del director de Cul de Sac o El Baile de los Vampiros (The Fearless Vampire Killers) también se ve perjudicado por poseer un argumento muy similar al de la historia protagonizada por Mia Farrow y John Cassavetes, Pero sería de necios negar que más allá del notable parentesco con dicha producción de 1968 The Sentinel es una pieza memorable que en no pocas ocasiones bordea la brillantez.




Son varias las virtudes que hacen del largometraje de Michael Winner una magnífica pieza de género. La primera de ellas, y que suponemos ya anidaba en la novela original que un servidor desconoce, es lo bien estructurada que está, gracias al guión del mismo director, toda la trama con reminiscencias teológicas y apocalípticas. La Centinela se revela desde la llegada de Alison a su nuevo apartamento como un puzzle que va proporcionando piezas al espectador para que vaya dando forma a una imagen que poco a poco toma entidad lógica. Todos los enigmas detrás del sacerdote invidente que continuamente mira por la ventana del edificio, la misteriosa naturaleza de los vecinos de Alison y la omnipresencia del Vaticano con cardenales a los que dan vida veteranos como José Ferrer o Arthur Kennedy dan un matiz de inquietud latente con respecto a la llegada de una mal que pone en amenaza no sólo al cristianismo, sino también a toda la humanidad, y que encontrará en la protagonista a su nueva valedora. 




Pero el director de La Dama Perversa no se conforma con la típica trama sobre profecías religiosas, acertijos en latín y advenimientos de los moradores del Averno, ya que hay una pátina mórbida y lasciva en La Centinela y un uso enfermizo y hasta cierto punto explícito de la sexualidad (la masturbación del personaje de Sara delante de Alison o la orgía del padre de esta última serían dos buenos ejemplos) desde una perspectiva envenenada y malsana muy adecuada con el retrato diabólico que el guionista y director quiere dar de los habitantes de ese edificio que por medio de lo herético y profano tratan de contaminar a un cristianismo que es expuesto en pantalla de manera bienintencionada y catárquica, pero sin eludir los sacrificios y la terrible penitencia a la que se deben entregar los defensores de la palabra divina cuando se aventuran en la misión de que la misma sea cumplida por el bien del prójimo aun pagando el precio perder almas inocentes en el proceso.




Michael Winner apela a aunar su profesionalidad como artesano al servicio de distinto tipo de géneros con su nada solapada fama de persona pérfida y demente (como bien se apuntaba en el indispensable documental Electric Boogaloo: La Loca Historia de Cannon Films) para dar forma a una puesta en escena que mezcla clasicismo y vanguardia, con pasajes que nos retrotaen a autores tan dispares como el italiano Mario Bava o el televisivo Dan Curtis y con los que nos depara no pocas muestras de terror memorables. Momentos como la visita de Alison al apartamento a medianoche y la aparición que toma forma detrás de la puerta, situaciones como la llegada de Michael al edificio para pedir cuentas al Padre Halliran o todo el clímax final que en su momento despertó una airada polémica por el uso que el director hizo de extras con deformidades físicas reales son pruebas de la perfecta ejecución en el plano técnico del que hace gala un Michael Winner en estado de gracia que parece conocer con inapelable pericia los resortes narrativos del género de terror.




Más allá de su magnífica labor detrás de las cámaras Michael Winner contó con un reparto sencillamente soberbio en el que se daban mano veteranos como Ava Gardner, Burgess Meredith, José Ferrer, John Carradine, Arthur Kennedy, Martin Balsam, Sylvia Miles o Eli Wallach con nuevas promesas como Christopher Walken, Jeff Goldblum, Beverly D'Angelo o un breve Tom Berenger que en un futuro tendrían mucho que decir y todos comandados por un muy competente Chris Sarandon que en la década posterior también intervendría en algunas piezas de culto dentro (Noche de Miedo) y fuera (La Princesa Prometida)  del género de terror y una Cristina Raines que hace todo lo posible para no quedar en pantalla sólo como un bello rostro saliendo bien parada por el esfuerzo que deposita a la hora de dar vida a un papel que requería una notable implicación física y psicológica por su parte. Con todo la actriz principal no tuvo una carrera muy exitosa en el séptimo arte sólo destacando su implicación en algunas obras remarcables como Nashville o Los Duelistas a las órdenes de cineastas como Robert Altman y Ridley Scott respectivamente.




Aunque es una producción no conocida para el público generalista sí es una pieza recordada y reverenciada por no pocos amantes del género al que se adscribe como obra cinematográfica de culto. La Centinela no sólo es uno de los mejores trabajos de Michael Winner, también es una perfecta muestra de mixtura de tonalidades y estilos que cabalga con facilidad entre lo clásico y lo rompedor regalando a la platea imágenes perturbadoras, pasajes memorables por su atinado timing y resolución técnica, interpretaciones impecables (impresionante la inquietud que puede transmitir el menudo cuerpo de un inolvidable Burgess Meredith) y la icónica imagen de una figura religiosa de pupilas blancas y enorme crucifijo en mano que divisa sempiternamente la infinidad del mar a la espera de la llegada de las hordas del mal para evitar el apocalípsis en la tierra. Porque como rezaba el tagline del film "en la puerta del infierno siempre tiene que haber un vigilante", un Centinela, el mismo que da nombre a esta reivindicable y revalorizable joya olvidada.