lunes, 30 de junio de 2014

Maléfica



Título Original Maleficent (2014)
Director Robert Stromberg
Guión Linda Woolverton basado en el cuento La Bella Durmiente y la adaptación de Walt Disney del mismo
Actores Angelina Jolie, Elle Fanning, Juno Temple, Sharlto Copley, Kenneth Cranham, Lesley Manville, Imelda Staunton, Miranda Richardson, Sam Riley, Peter Capaldi, Ella Purnell, Brenton Thwaites, Christian Wolf-La'Moy





La Disney decide recuperar a una de sus villanas animadas más recordadas para dar forma a su última producción en imagen real. Aquella Maléfica que hiciera caer en La Bella Durmiente una maldición que haría dormir a la protagonista por toda la eternidad cuando el día de sus decimosexto cumpleaños se pinchara con la aguja de una rueca si un beso de amor verdadero no la despertaba de su eterno letargo. Estrenada en 1959 y basada en el cuento de Charles Perrault la cinta es uno de los clásicos incontestables de la historia del cine animado y su malvada antagonista un personaje tan jugoso que raro es que hayan tardado mas de 40 años en darle un producto en el que sea la protagonista total.




Es la actriz Angelina Jolie la impulsora del proyecto implicándose la hija de John Voight como productora ejecutiva en la gestación de la película que realiza una nueva relectura (con sus fallos y aciertos) de la cinta dirigida por Clyde Geremoni aquel último año de la década de los 50. El resultado es una meritoria entrega de entretenimiento para toda la familia bien ejecutada tanto en el plano artístico como en el técnico que aunque consigue dar entidad y algo de profundidad psicológica (mínima, no estamos hablando de una pieza de Ingmar Bergman o Carl Theodor Dreyer) también traiciona la esencia de la misma cuando decide dar origen a su genuina "maldad" incluso llegando a justificarla para redimir al rol y volverlo políticamente correcto de cara al público en general y al infantil en particular.




La Maléfica del debutante Rober Stromberg fue un hada que se enamoró desde la niñez de Stefan que después de fingir ser el hombre de su vida le arrancó las alas para ofrecérselas al rey Henry que era un tiránico monarca. A partir de ahí Maléfica cambiará convirtiéndose en una mujer arisca y triste y en apariencia cruel y déspota y tras este cambio radical de psicología y estética llevará a cabo la maldición que hará que la adolescente Aurora caiga en un profundo sueño. Este giro da una nueva entidad a la historia y una lectura muy diferente a lo que en ella acontece, pero por el camino se traiciona mucho de la personalidad que hacía de Maléfica uno de esos personajes diabólicos a lo Disney que no se olvidan nunca.




Angelina Jolie a hablado de que la historia de Maléfica y todo lo referido a cómo le arrebatan sus alas de manera forzosa es una metáfora de una violación y lo cierto es que la idea está planteada en la trama y los paralelismos son bastante aceptables. Pero el problema es que cuando la maldición que deposita en Aurora es realizada por despecho todo el entramado se sustenta en que no estamos ante una auténtica villana sino ante en una mujer herida que no porta maldad en su esencia. De modo que aunque la protagonista toma el rol de "hada madrina" de Aurora y con ello se perfila su personalidad como verdadera madre y protectora de la niña, por el camino se desmitifica tanto su lugar en el relato como el cuento mismo que poco tiene que ver con el clásico que todos conocemos.




Ya en el plano cinematográfico la cinta es en el apartado técnico superior a la media de blockbusters que pueblan nuestras taquillas. Robert Stromberg acierta al alejarse de la vacuidad actual del cine comercial dejándose influenciar por el celuloide fantástico de los años 80. El diseño de producción y la dirección artística así como el onirismo de la mayoría de pasajes recuerda a la visualmente apabullante pero argumentalmente endeble Legend de Ridley Scott y las criaturas que pueblan las Ciénagas parecen salidas de la mano del tristemente desaparecido Jim Henson ofreciendo a los espectadores ecos tanto de Dentro del Laberinto como de Cristal Oscuro, clásicos de culto de aquella década que son un muy acertado referente para esta Maléfica.




Con una Angelina Jolie de sonrisa carismática en su salsa como reina de ceremonias, un Sharlto Copley que confirma su talento para dar vida a perturbados mentales, una delicada Elle Fanning como Aurora, un trío de hadas tan irritantes como entrañables (que dan el toque puramente Disney a la producción) a las que dan vida Juno Temple, Imelda Staunton y Lesley Manville y un memorable Diaval a manos de Sam Riley sumados a una realización técnica muy meritoria con algunas escenas de un precioso acabado plástico (sobre todo las relacionadas con los vuelos de Maléfica cuando posee sus alas, vease su primer beso) y varias deudas estilísticas con las sagas de Harry Potter, El Señor de los Anillos o Las Cronicas de Narnia por la inclusión de escenas de batalla bastante resultonas Maléfica cumple su cometido de entretener durante dos horas a un espectador que si no se para mucho a pensar que están desmitificando (unas veces con acertada sorna y otras con impúdica desvergüenza) a un personaje impagable del cine de animación por puro capricho económico saldrá bastante satisfecho de las multisalas de su localidad.



X-Men: Días del Futuro Pasado



Título Original X-Men: Days of Future Past (2014)
Director Bryan Singer
Guión Simon Kinberg, Matthew Vaughn y Jane Goldman
Actores Hugh Jackman, James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, Nicholas Hoult, Ian McKellen, Patrick Stewart, Ellen Page, Shawn Ashmore, Omar Sy, Peter Dinklage, Evan Peters, Halle Berry, Lucas Till, Daniel Cudmore, Booboo Stewart, Bingbing Fan, Adan Canto, Josh Helman, Larry Day, Amelia Giovanni, Gregg Lowe, Evan Jonigkeit, Mark Camacho, Laurence Belcher, Morgan Lily, Brian Cox, Famke Janssen, Anna Paquin, James Marsden, Kelsey Grammer, Brendan Pedder



Bryan Singer vuelve a lo grande a la franquicia a la que dio inicio en el año 2000 con la posiblemente mejor entrega de la saga cinematográfica de los X-Men. Tras el lavado de cara que se realizó en 2011 con aquella magnífica precuela titulada X-Men: Primera Generación que narraba el origen de la amistad/rivalidad del profesor Xavier y Magneto a modo de cinta de espías a lo James Bond con dirección del británico Matthew Vaughn (Kick-Ass, Stardust, Layer Cake) el cineasta de Sospechosos Habituales o Verano de Corrupción (Apt Pupil) vuelve a ponerse detrás de las cámaras para, esta vez, fusionar las primera trilogía desarrollada durante la década pasada con la ya mencionada protosecuela y así adaptar una de las sagas más míticas de las viñetas protagonizadas por la Patrulla X, de manera muy libre, como no puede ser menos.




En 1981 el guionista británico Chris Claremont y el dibujante canadiense John Byrne realizaron dos entregas para la colección Uncanny X-Men, los números 141 y 142 concretamente, que daban forma a una breve saga titulada Días del Futuro Pasado suponiendo el punto álgido de la etapa de estos dos autores con los hijos del átomo, siempre junto a la no menos mítica La Saga de Fénix Oscura. Dicha historia estaba localizada en un futuro post apocalíptico en el que la mayoría de mutantes (e incluso gran parte del resto de superhéroes de la Casa de las ideas) habían sido eliminados por los letales centinelas. Sólo un pequeño grupo sobrevivió y entre sus filas se encontraban Lobezno, Kitty Pride, Tormenta, Coloso, Magneto o Frankilin Richards, el hijo de Reed y Sue Richards de los 4 Fantásticos.




Para “cambiar el futuro” la Kitty Pride de aquel distópico 2013 viaja en el tiempo para encontrarse por medio de su “yo joven” con la Patrulla X e impedir con ellos que la Hermandad de Mutantes Diabólicos comandada por Mística atente contra el senador Robert Kelly, hecho que será el desencadenante de la ley antimutantes que acabará con la mayoría de los homo superiors. En sólo dos números Chris Claremont y John Byrne sentaron cátedra dentro del mundo del cómic superheróico con una historia adulta, oscura y de tono crepuscular cuya, por aquel entonces, atípica estructura narrativa enamoró a millones de lectores que a día de hoy la siguen considerando como uno de los mejores relatos protagonizados por los X-Men y todo ello en no más de 48 páginas.




Con esta base argumental (aunque con alguna deuda estilísitca de Bienvenidos al Mañana, la miniserie remake de DOTFP con la que Grant Morrison cerró su etapa en Nuevos X-Men que era una revisión de la de Claremont/Byrne) Bryan Singer y el guionista Simon Kinberg, basándose ambos en un argumento de Matthew Vaughn y Jane Goldman, que no se han desvinculado del todo de la hermandad mutante después de X-Men: Primera Generación, realizan una adaptación muy sui generis de la miniserie en viñetas. Utilizadándola básicamente como excusa para amalgamar los dos universos de X-Men existentes dentro del séptimo arte y con ello poner fin a una etapa y dar continuidad a otra para que la franquicia cinematográfica siga viento en popa. El resultado es una superproducción magníficamente ejecutada que da acción, drama y cierto trasfondo social al espectador que sólo conoce en pantalla grande a los personajes nacidos de la mano de Stan Lee y Jack kirby y que sacia el apetito goloso del seguidor de las correrías en papel de los hijos del átomo. X-Men: Días del Futuro Pasado es uno de los puntos álgidos de la Patrulla X en imagen real y la mejor película comiquera de este 2014 que no ha sido precisamente decepcionante en cuanto a adaptaciones fílmicas inspiradas en tebeos estadounidenses.




La última película del director de Valkiria es una muestra cristalina de celuloide comercial bien entendido a la que poco se le puede reprochar como espectáculo cinematográfico más allá de las licencias que se toma (retro continuidad incluida, táctica muy utilizada en el mundo del cómic y si no que se lo digan a autores como Geoff Johns en DC o Brian Michael Bendis en Marvel) para obviar fallos de las entregas previas de la saga o excusas poco trabajadas en lo narrativo para que los viajes temporales, o el origen de los mismos, sirvan para solucionar problemas estructurales que permitan al relato no perder fuerza o cohesión. Bryan Singer se sale con la suya y consigue llevar a buen puerto tan complicada empresa con un oficio digno de elogio y una emoción impropia de su impersonal y en ocasiones gélida impronta.




En X-Men: Days of Future Past tenemos el tono de crepuscularidad formal de la primera trilogía, acentuada sobre todo en la infravalorada tercera entrega a manos de Brett Ratner, gestada en el pasado decenio amalgamado con la visión retro que Matthew Vaughn insufló a X-Men: First Class y hasta algunos apuntes de las mediocres cintas protagonizadas por Lobezno. Ofreciendo sus creadores un mix cinematográfico que no deja de ser un canto de cisne u homenaje a todo el recorrido de los alumnos del profesor Charles Xavier en el mundo del cine. Sustentando todo este entramado en la sabia idea de juntar los repartos de los dos espacios temporales en uno solo para crear un producto que sólo en manos de un equipo técnico formado por auténticos ineptos podría haber fracasado en el cometido de gestar una muy buena película de acción y aventuras.




Desde el prólogo en el futuro (muy deudor del Terminator y Terminator 2: El Juicio Finalm de James Cameron) Bryan Singer tiene muy claro cómo debe dirigir la maquinaria de su proyecto. La inclusión de personajes como Kitty Pride, Sendero de Guerra, Bishop, Hombre de Hielo, Coloso, Mancha Solar o Link (con los poderes de esta última se juega con mucha pericia dando lugar a secuencias realizadas con una técnica envidiable) en este contexto distópico sirve para poner la primera piedra de este nuevo espacio temporal que debuta en la franquicia y en el que recuperamos a los Magneto, Xavier, Lobezno y Tormenta de la primera trilogía. Cambiando al viajero en el tiempo con respecto a los cómics (en aquellos era Kitty Pride la que volvía al pasado, aquí es Lobezno el que lleva acabo tal hazaña por mediación del ya mencionado personaje de Ellen Page) para dar ese protagonismo que siempre demanda Logan en los films de los X-Men, por ser el rol favorito de los espectadores.




En ese momento Logan viaja a 1973, poco antes de que Mística intenté asesinar a Bolivar Trask (como hemos comentado previamente, en los cómics ella y los miembros de la Hermandad de Mutantes Diabólicos querían atentar contra el senador Robert Kelly que tuvo presencia en las dos primeras entregas rodadas por Bryan Singer en 2000 y 2002) creador de los Centinelas, unas enormes máquinas de matar especializadas en eliminar homo superiors (mucho mejor en pantalla cuando son estéticamente más fieles a los cómics clásicos y no tanto cuando mimetizan los poderes de los X-Men en el futuro, recordando demasiado al Destructor de Thor de Kenneth Branagh) perpetradoees del holocausto mutante en el que perecerán muchos de los alumnos de Charles Xavier. En este sentido se antoja un poco tosca la manera en la que se deshacen de un plumazo de muchos de los secundarios de X-Men: Primera Generación, pero sólo por la escena de la lágrima de Mísitica/Trask ya merece la pena la licencia gratuita.




El director de Superman Returns sabe jugar con el contexto temporal de su film, mostrando unos primeros años 70 llenos de confusión y terror latente en Estados Unidos (la deuda con Watchmen de Alan moore y Dave Gibbons es clara, la presencia de Richard Nixon no es gratuita) que se contraponen al tono pulp de la anterior X-Men Frist Class. Si la cinta de Matthew Vaughn era puro James Bond, esta de Bryan Singer recuerda más en tono al cine político y conspiranóico de gente como Alan J. Pakula o Joh Frankenheimer, con un uso excelente de las falsas imágenes de archivo, adscribidiéndose también, aunque en el género de la ciencia ficción, a ese tipo de obras contemporáneas que recrean los años 70 por medio de un revisiones de calado histórico, pero siempre mirando por que impere el tono thriller como pudimos ver en largometrajes como Munich de Steven Spielberg, R.A.F: Facción del Ejército Rojo de Uli Edel, el díptico Mesrine de Jean François Richet o Carlos de Oliver Assayas.




Del reparto poco  fallo se puede destacar ya que es uno de los más potentes que ha dado el cine reciente y todo un seguro de vida para que, como conjunto, ofrezcan un recital memorable con sus trabajos. La veteranía de Ian McKellen y Patrick Stewart es intachable y ellos son los gurús que mueven los hilos de la historia, Hugh Jackman vuelve a dar vida a un Logan sencillamente brutal que esta vez, aún siendo el núcleo central del discurrir de la trama, toma un rol secundario confirmando que no sólo en los cómics Lobezno es un personaje que gana mucho más siendo un papel no principal. Jennifer Lawrence logra que con su Mística casi nos olvidemos de la de Rebeca Romjin, Nicholas Hoult se mete por fin al 100% en la azulada piel de Hank McCoy, Michael Fassbender sigue siendo un sobresaliente y carismático Magneto y Peter Dinklage está adecuadísimo como Bolivar Trask, aunque como villano podía haber tenido más entidad si se hubiera optado por afirmar que su obsesión con Raven Darkholme iba más allá de lo científico, adentrándose en terrenos de una enfermiza atracción física.




Pero si en X-Men: Frist Class era el Magneto de Michael Fassbender el rey de la velada, en esta ocasión es el Charles Xavier de un impresionante James McAvoy el que destaca por encima de un reparto tan ecléctico como coral. Poco importa que tenga melena y barba o que se pase gran parte del metraje caminado, el actor de El Último Rey de Escocia o La Conspiración "es" el profesor Xavier y se echa sobre los hombros casi todo el poso dramático del largometraje con un personaje torturado y de vuelta de todo que ha dejado de creer en sus sistema de valores y aquellos principios propios que abogaban por una convivencia pacífica entre mutantes y humanos. Pasajes como su primera aparición en una decadente Escuela Para Jóvenes Talentos, en el que lee su porvenir por medio de Logan, dándole la réplica con una profesionalidad exquisita Hugh Jackman al protagonista de Trance en ese instante, o cuando dialoga con su yo del futuro le sirven a McAvoy para sobresalir como el núcleo central del relato gracias también a un Bryan Singer que se muestra por fin más cercano que nunca a sus criaturas y las inquietudes psicológicas que las torturan.




X-Men: Días del Futuro Pasado es una de las mejores producciones comerciales del 2014 y como hemos mencionado previamente el largometraje más logrado y remarcable basado en personajes de cómics de lo que llevamos de temporada. Superando con su buen hacer a otras piezas como 300: El Origen de Un Imperio, Capitán América: El Soldado de Invierno o The Amazing Spider-man 2: El Poder de Electro que eran en mayor o menor medida cintas que se movían entre lo meritorio o lo muy acertado. Por eso esta última entrega de la Patrulla X por un lado es un regalo para los fans, tanto a los que siguen a los personajes sólo en imagen real como a los que nos hemos criado con sus historias en papel, y por otro una cinta muy competente más allá de lo puramente lúdico, así como un trabajo que pone fin a una etapa para abrir otra, esa "apocalíptica" escena post créditos abre muchas puertas, en la que asistiremos a un nuevo comienzo.




Por el camino perdonamos aristas sin limar por el simple hecho de disfrutar de pasajes poderosísimos como el del ya mencionado prólogo, la primera aparición de Lobezno en 1973, todas las intervenciones de Mística, su "conversación" con Charles en el aeropuerto, el momento de Magneto y el campo de fútbol, los dos intentos de atentado contra Bolivar Trask, un ligero pero acertado humor (la naturaleza mutante de JFK, la referencia casi imperceptible al caso Watergate con lo de la grabadora en el despacho oval de Richard Nixon, las salidas chulescas de Logan), ese final tan gratuito y autocomplaciente como acertado y hasta nostálgico o la escena de lucimiento para el Mercurio de Evan Peters (con sutil y freak referencia a que Magneto es su padre, como sucede en los cómics) un prodigio de técnica por parte de un Bryan Singer que, esta vez sí, con su última cinta ha llevado al límite una franquicia que parecía no poder ir más allá y que si sigue a este nivel esperemos continúe ofreciéndonos productos de este calibre.


lunes, 23 de junio de 2014

Las Colinas Tienen Ojos (2006)



Título Original The Hills Have Eyes (2006)
Director Alexandre Aja
Guión Grégory Levasseur y Alexandre Aja basado en la película de Wes Craven
Actores Aaron Stanford, Ted Levine, Kathleen Quinlan, Vinessa Shaw, Emilie de Ravin, Dan Byrd, Robert Joy, Billy Drago





Aunque en 1972 ya había marcado época dentro del cine de terror con aquella versión bastarda y cruda de El Manantial de la Doncella de Ingmar Bergman titulada La Última Casa de la Izquierda que se convirtió en una de las obras estandarte de lo que se conoció como el subgénero rape and revenge, cinco años después Wes Craven volvió a rodar una pieza clave dentro del tipo de ese cine que lleva décadas cultivando como irregular cineasta. En 1977 Las Colinas Tienen Ojos se adherió a aquel celuloide que convertía nuestros abstractos miedos en palpables y concretas pesadillas andantes. Films como el del director de Pesadilla en Elm Street o La Matanza de Texas de Tobe Hooper vinieron a decir al espectador que ningún espíritu o muerto viviente era más aterrador que el hecho de que el vecino que vive al lado de nuestra casa pudiera ser un demente asesino homicida o un salvaje antropófago.




La trama era de una sencillez alarmante y narraba cómo un familia típica americana se extraviaba en el desierto y era asaltada por un grupo de caníbales que los asediaba hasta lo inhumano. Con sus fallos (que siempre los tuvo) a día de hoy sigue considerándose de manera totalmente justificada una de las obras más acertadas de Wes Craven gracias a una atmósfera cruda muy conseguida y un salvajismo formal impropio para la época. Ocho años después y dejando de lado la realización de las secuelas sobre las andanzas oníricas de Freddy Krueger que él ayudó a iniciar rodó Las Colinas Tienen Ojos 2, una infame, tardía, ridícula y estúpida secuela de la que sólo se salvaban la labor de su actor protagonista y momentos de involuntaria comedia, como aquel en el que asistimos al flashback del perro que recuerda a los agresores que le atacaron en la anterior entrega o ver cómo la imponente presencia física de Michael Berryman en el film de 1977 se perdía en favor de convertir a su Plutón en un bufón travestido haciendo motocross en esta segunda parte.




Ya durante la pasada década y viendo que tras el éxito de la saga Scream sus últimas obras como director no llamaban suficientemente la atención de la taquilla (aunque aquella interesante Vuelo Nocturno de 2005 puede considerarse su último trabajo meritorio detrás de las cámaras) decidió entregarse a su labor como productor impulsando remakes de sus films más emblemáticos, aunque curiosamente él no tuvo nada que ver con el recuperable de Pesadilla en Elm Street rodado por Samuel Bayer y protagonizado por Jackie Earle Haley en 2010. El primero de sus éxitos de la década de los 70 que eligió para revisitar fue aquella Las Colinas Tienen Ojos que nos ocupa, pero para ponerlo en circulación Craven, así como Peter Locke y Marianne Maddalena (productor del film original el primero y de toda la filmografía del director desde Shocker la segunda) viajaron a Europa para buscar a los autores que dieran forma al proyecto. Finalmente en Francia encontraron a sus dos valedores.




En 2006 Alexandre Aja y Grégory Levasseur ya tenían un nombre más o menos importante en su Francia natal. El primero ejerce de director y guionista en sus proyectos y el segundo hace las veces de director artístico, realizador de la segunda unidad y también guionista. Ambos debutaron con Furia, una fallida adaptación del relato corto Graffiti del argentino Julio Cortázar, un largometraje distópico con buenas intenciones pero que pecaba de despersonalizado y rudimentario. Tras él en 2003 llegó el primer éxito internacional del binomio de jóvenes autores, Alta Tensión, mezcla entre slasher brutalizado y giallo italiano con un pulso narrativo y una puesta en escena magistrales, así como unos actores memorables como Cecile de France y Philip Nahon, hallazgos todos ellos por desgracia considerablemente ensombrecidos por un desenlace tramposo y estúpido que según cuenta la leyenda impuso a los autores el productor de la cinta, el famoso Luc Besson.




Ellos fueron los elegidos por Wes Craven y sus colaboradores para llevar a imágenes una nueva versión de Las Colinas Tienen Ojos y si tenemos en cuenta que los dos incluso escribieron el guión (en gran parte adaptado del que tenía el film de 1977 pero añadiéndole detalles nuevos que más tarde pasaremos a comentar) la rodaron con una libertad artísitica bastante notable para suponer su debut en la Hollywood y con un presupuesto más o menos amplio como el que Twentieth Century Fox puso en sus manos. Esta Hills Have Eyes de 2006 no sólo es un magnífico remake, también es una película muy superior a la obra original en múltiples aspectos y sobre todo una de las mejores y más sólidas cintas de terror de la pasada década, confirmando a sus creadores como dos talentos muy a tener en cuenta y a Wes Craven como un señor que en la actualidad tiene más olfato como productor que como cineasta de sus propios films.




El argumento es prácticamente el mismo que el de la versión de 1977: Una familia media americana que viaja en caravana se pierde en el desierto de Nuevo México y allí es asaltada y asediada por una familia de caníbales deformes que tratarán de eliminarlos. Hasta aquí todo es igual que en la película de Wes Craven, pero Aja y Levasseur toman un detalle nimio de aquella para desarrollarlo y crear un tercer acto completamente nuevo y con ello añadir un interesantísimo subtexto al grueso de la narración que hace que esta Las Colinas Tienen Ojos del año 2006 tengo algo interesante que decir más allá de la sangre, tripas, torturas, pólvora o cuerpos deformes. Los autores de Piraña 3D incluyen sabiamente y ya desde el arranque la importancia que tiene en la historia la presencia de esas pruebas nucleares que el ejército de Estados Unidos llevó acabo años atrás en el desierto.




En su arranque el largometraje se abre con un grupo de técnicos nucleares calculando los niveles de radiación de la zona del desierto de Nuevo México que son brutalmente asaltados y asesinados con un enorme hacha por el personaje de Plutón al que da vida ex jugador de fútbol americano Michael Bay Smith. Seguidamente los soberbios títulos de crédito alternan imágenes de naturaleza naif y vintage de la cultura estadounidense con explosiones atómicas reales y los efectos que estas producen en todo tipo de población, principalmente niños recién nacidos. Todo al ritmo del tema de los años 50 More and More interpretado por el cantante Webb Pierce dejando claro Alexandre Aja desde los primeros pasos que el humor negro, el salvajismo y los juegos perversos con el american way of life van a estar presentes durante toda la velada.




Que el ejército de Estados Unidos eliminara por medio de las pruebas nucleares a los habitantes que se resistían a abandonar sus hogares y el hecho de que los que sobrevivieran sufrieran malformaciones que los harían odiar a todo ciudadano de la gran ciudad que se acerca al desierto de Nuevo México le sirve al binomio Aja/Levasseur para realizar una sutil crítica al intervencionismo militar americano y su afán imperialista como nación. Pero también consiguen con ello realizar una lectura subtextual sobre cómo la familia de clase media/alta del país de las barras y estrellas (representada por los Carter, personas de bien, religiosas y amantes de la famosa segunda enmienda de la constitución les permite portar armas de fuego) pisotea a las de clase baja (la formada por los mutantes que han sufrido los ataques atómicos en sus propios cuerpos malformados) para que esta última decida finalmente vengarse por todas las desgracias a las que su nación les ha sometido.




Para que esta alegoría narrativa tenga sentido no hay más que mirar al personaje de Doug Boukowski interpretado por un Aaron Stanford pletórico. Con un desarrollo de personalidad (y hasta con un gran parecido físico) que emula al del David Sumner al que diera vida Dustin Hoffman de Perros de Paja de Sam Peckinpah (uno de los autores que más influyen en este largometraje) mostrándose al principio como un supuesto enclenque y votante demócrata del que su suegro se ríe por no saber usar una pistola para luego revelarse como una bestia salvaje cuando los mutantes hacen acto de presencia y empiezan a atacar a los Carter. Por culpa de la barbarie a la que asiste y porque a base de sufrimiento físico y psicológico sale a relucir su instinto de supervivencia Doug se convierte en el antihéroe de la película.




Alexandre Aja y Grégory Levasseur lo dejan claro en la escena en la que el protagonista llega a la casa de los mutantes, ya que no es un detalle baladí que Big Brain parezca cantando el himno americano para después acusar a Doug de que "los suyos" arrasaron el desierto "con sus bombas" y los convirtieran en monstruos. Por no mencionar que el protagonista culmine su escena de victoria clavando en el cuello de Plutón la banderita de Estados Unidos que este había robado previamente de la camioneta familiar. En ese momento los franceses depositan en Doug el rol de antihéroe y en un acto de perversión de roles, que recuerda al Rob Zombie de Los Renegados del Diablo del año anterior, crean una metáfora en la que esa clase media/alta americana seguirá pisoteando a las desfavorecidas y extendiendo su imperio siempre que pueda sacar beneficio económico con él, realizando un paralelismo bastante claro con la no muy lejana por aquel entonces guerra de Iraq.




Por otro lado si abordamos el tema de los personajes no es difícil darse cuenta que los autores de Alta Tensión dan la suficiente profundidad a sus criaturas para que nos preocupemos por lo que pueda sucederles a manos de Plutón, Papá Jupiter y el resto de la familia antropófaga. Los Carter son roles realistas, ninguno de sus miembros es el típico imbécil de encefalograma plano cuya muerte deseamos que se produzca lo antes posible. El personaje que peor puede caer es el de Big Bob de un memorable Ted Levine por su antipatía hacia su yerno al que mira continuamente por encima del hombro, pero su posición de cabeza de familia tiene todo el sentido del mundo cuando descubrimos posteriormente que será Doug el que lo ocupe cuando se desate la hecatombe. Personajes como el del Bobby de Dan Byrd, la Brenda a la que da vida Emile de Ravin o la Ethel a la que presta voz y presencia Kathleen Quinlan nos son cercanos, no son simple carne de cañón gracias a cómo los perfila el guión y ahí entra en escena el salvajismo propio de Alexandre Aja como cineasta. Cuando más tememos por los protagonistas empieza la carnicería. indiscriminada.




Si algo ha caracterizado a la obra de los autores de Furia es su visión brutal y sin cortapisas de la violencia, aquella deudora del cine de terror de los 70 y que también practican en la actualidad coetáneos suyos como el ya mencionado Rob Zombie, el americano Eli Roth (Cabin Fever, Hostel 1 y 2, Green Inferno) o el británico Neil Marshall (Dog Soldiers, The Descent, Doomsday). Esta descarnada impronta es el sello más personal de los franceses y si a lo largo de todo el film la marcan con fuego en el celuloide es en el pasaje del asalto a la caravana donde mejor y con más fuerza lo dejan ver a la platea. Si ya en la versión de 1977 Wes Craven supo realizar un magnífico ejercicio de tensión con dicho ataque, lo que Aja consigue en este remake de 2006 es superarlo en todos los aspectos, realizando una mezcla de violencia física (la violación, la defunción de dos de los miembros de la familia) y sobre todo psicológica (cuando Lizzard apunta con a pistola al bebé o succiona la leche materna del pecho del personaje de Lynn) en la que su pulso como narrador consigue mantener con firmeza una escena de caos controlado que recuerda a la pletórica recta final de La Matanza de Texas de Tobe Hooper.




Que Alexandre Aja supere la labor de Wes Craven en esta versión de 2006 es la tónica general a lo largo de toda la cinta y no es algo común que un remake supere a la obra original ya que casos en los que las nuevas visiones de clásicos como Posesión Infernal, La Matanza de Texas o Amanecer de los Muertos han dado como resultado piezas meritorias rara vez han superado a la pieza primigenia en la que se basan. Pero este es una de esas raras avis en las que dos jóvenes con talento saben aprovechar el material que tienen en las manos enriqueciéndolo argumental y artísticamente para ofrecer algo distinto. El hijo del cineasta Alexandre Arcady ofrece un trabajo de una solidez brutal, con una puesta en escena árida y atmosférica que hace que sintamos en la piel el calor del desierto y latente la amenaza de la familia mutante, por no mencionar la enorme labor en el plano técnico de todas y cada una de las escenas de acción, destacando por méritos propios la pelea entre Plutón y Doug en la casa familiar que es un prodigio de posicionamiento de cámara, naturalismo y montaje. tofo envuelto en la  magistral partitura del grupo Tomandandy.




Tras el éxito de Las Colinas Tienen Ojos los caminos de Alexandre Aja (siempre acompañado de su amigo Grégory Levasseur) y Wes Craven se separaron. El primero siguió probando suerte en Estados Unidos con nuevos remakes rodados por él como la tibia pero aún así interesante Reflejos o la desopilante Piraña 3D o produciéndolos y escribiéndolos para otros cineastas como el soberbio de Maniac que le ofreció a su amigo Franck Khalfoun. Por otro lado también se espera el estreno internacional de su último film detrás de las cámaras, Horns, adaptación de la novela hominima de Joe Hill protagonizada por Daniel Radcliffe y que fue recibida con tibieza en Estados Unidos El segundo siguió en labores de producción con Las Colinas Tienen Ojos 2 (estúpidamente rebautizada en España como El Retorno de los Malditos) inferior a la que nos ocupa, con diferentes equipos técnico y artístico y resultados inferiores (aunque seguía siendo una cafrada muy entretenida) y que por suerte no era un remake de la secuela de la cinta original que el mismo Craven ultrajó en 1984. Dos años después acertó de lleno al contratar al griego Dennis Illiadis para que realizara una nueva La Última Casa a la Izquierda con un resultado bastante meritorio. Su regreso a la dirección con la cuarta entrega de la manida saga Scream ya lo comentaremos en un futuro no muy lejano, en cambio del momento más bajo de su carrera como director con ya dimos constancia hace un tiempo.




Pero por suerte el buen olfato de Wes Craven, Peter Locke y Marianne Maddalena a la hora de elegir a Alexandre Aja y Grégory Levasseur para sacar adelante el remake de Las Colinas Tienen Ojos permitió a los espectadores que disfrutáramos de una de las mejores películas de género de la pasada década, el mejor producto en el que se ha implicado Wes Craven como productor a lo largo de su carrera y la cumbre como autores de los guionistas de Parking 2 detras de las cámaras. Una pelicula de terror brutal, que araña la epidermis ensangrentada del espectador, un western a lo Sam Peckinpah filtrado por las miradas de Tobe Hooper o el mismo Wes Craven y con un trasfondo social y político rabioso y actual con el que estos dos gabachos locos tuvieron el valor de debutar en Hollywood mordiendo la mano que les daba de comer dejando en evidencia a aquel país, que nos venden como la tierra de las oportunidades aunque en ocasiones llegue a asfixiar hasta la muerte a sus propios hijos.