jueves, 30 de abril de 2015

Eyes Wide Shut, fear and desire



Título Original Eyes Wide Shut (1999)
Director Stanley Kubrick
Guión Frederic Raphael y Stanley Kubrick basado en la novela de Arthur Schnitzler
Actores Tom Cruise, Nicole Kidman, Sydney Pollack, Marie Richardson, Leelee Sobieski, Rade Serbedzija, Todd Field, Vinessa Shaw, Alan Cumming, Sky Dumont, Fay Masterson, Thomas Gibson, Madison Eginton, Louise J. Taylor, Stewart Thorndike






En Febrero de 1994 un servidor descubrió la figura del cineasta Stanley Kubrick. Por aquel entonces Canal + estrenaba en exclusiva y por primera vez en una cadena española, aunque fuera de pago, La Naranja Mecánica, el polémico film de 1971 con el que el director de 2001: Una Odisea del Espacio adaptaba la novela homónima de Anthony Burgess. Sería el 19 de ese mismo mes cuando se realizara la primera emisión de dicha obra en horario prime time y unos días antes el canal la publicitó con un anuncio de producción propia que dejó a un servidor brutalmente impactado cuando se lo encontró en televisión. Esas imágenes de jóvenes con bombines y máscaras dispuestos a violar a una mujer ante la impotente mirada de su marido, la paliza a un mendigo en un callejón abandonado o los gritos de Malcolm McDowell mientras era sometido al experimento Ludovico dejaron en vuestro redactor la huella cinematográfica más profunda de su vida, pasando gran parte de mi adolescencia sintiendo recelo y hasta miedo por todo material relacionado con la cinta que narraba las vivencias de Alex De Large y sus drugos,




Tendrían que pasar casi diez años para que un servidor viera por primera vez La Naranja Mecánica y cuando lo hice quedé completamente fascinado por su poderosa impronta, su maquiavélica ambigüedad y acabado magistral en todos sus apartados, convirtiéndose rápidamente en uno de mis largometrajes favoritos de todos los tiempos. Pero hasta que llegó aquel simbólico día pasé años interesándome por la obra del director de Atraco Perfecto (The Killing), viendo prácticamente toda su filmografía y viviendo con especial implicación dos importantes acontecimientos relacionados con su persona. Por un lado su prematuro fallecimiento en 1999 y por otro el estreno aquel mismo año del que supuso su testamento cinematográfico. Eyes Wide Shut. Con poco menos de 17 años de edad y formándome todavía como cinéfago pude vivir un evento que los fans de Kubrick de las posteriores generaciones no pudieron experimentar: Ser testimonio de la polémica, repercusión y pasión que acompañaba al estreno mundial de una obra del cineasta neoyorkino, por desgracia la última de ellas.




Inspirada libremente en Traumnovelle, una novela de 1929 escrita por el médico vienés Arthur Schnitzler tiulada en España, con mucho acierto, Relato Soñado, Eyes Wide Shut generó una destacable controversia incluso antes de su producción, algo común en relación con prácticamente todos los trabajos de Stanley Kubrick. Poco tiempo antes de que el film comenzara a rodarse diversos periódicos de tirada internacional lanzaron una noticia afirmando que el cineasta estaba totalmente recluido en su mansión inglesa y había perdido completamente la cabeza. Después de montar el film y haberlo presentado en pases para espectadores, productores y algunos periodistas comenzaron a oírse voces, y eso que por aquel entonces internet estaba casi en pañales de cara a los grandes consumidores, confirmando que la cinta protagonizada por Tom Cruise y Nicole Kidman era un dechado de pornografía y necrofilia y que por ello actores tan reputados como Harvey Keitel o Jennifer Jason Leigh habían abandonado su rodaje.




Cuando Eyes Wide Shut se estrenó dividió de manera instantánea tanto al público como a la crítica. Unos vieron un testamento cinematográfico a la altura de su visionario director y otros un film fallido y distante que confirmaba la supuesta inestabilidad mental de su autor. Un servidor la vio cuando salió editada en el desaparecido formato VHS y la ha revisionado en varios ocasiones, la más reciente hace unos días. La última obra del director de El Beso del Asesino es una obra fascinante, imperfecta, cerebral y en su interior, con sus virtudes y fallos, atesora todo el discurso autoral de su creador. Una obra a la altura de Kubrick que se mueve a placer entre la realidad y la fantasía diseccionado con gran pericia algunos de los temores intrínsecos en la naturaleza del ser humano de finales del siglo XX. Un trabajo que si bien no puede jugar en la misma liga que las grandes obras maestras del norteamericano sí se revela como una de las mejores películas de la década de los 90.




Tras asistir a una elegante fiesta organizada por Victor Ziegler (Sidney Pollack) en la que ambos han coqueteado con terceras personas, el Doctor Will Harford (Tom Cruise) y su mujer Alice (Nicole Kidman) hablan, porro de marihuana mediante, de amor e infidelidad. Cuando el médico afirma a su esposa que la cree incapaz de acostarse con otro hombre ella le confiesa que estuvo a punto de abandonarle a él y a su hija pequeña por escaparse con un apuesto marine al que no conocía de nada. Impactado por las declaraciones de su cónyuge Will se introducirá a lo largo de 24 horas en una espiral de obsesión por ser infiel a Alice que le llevará a ingresar en una peligrosa organización secreta en la que será acogido como intruso y amenazado de muerte tanto él como su familia. Pero a pesar de las advertencias el el Doctor Hardford no abandonará la idea de formar parte de tan misteriosa congregación entregada al hedonismo, la lujuria y demás desconocidos placeres terrenales.




Al igual que otros films como La Posesión, de Andrzej Zulawski Anticristo, de Lars Von Trier o Crash, de David Cronenberg, Eyes Wide Shut es una obra que disecciona esa institución llamada matrimonio. El testamento de Staney Kubrick toma como punto de partida una historia que podía haber abordado fácilmente el sueco Ingmar Bergman, para llevarla completamente a su terreno repleto de misantropía existencial, gelidez formal y milimétrica concepción del lenguaje cinematográfico. La carta de despedida del director de La Chaquete Metálica parece moverse dentro de una ensoñación, pero no desde su arranque, sino desde el mismo momento en el que Alice confiesa su secreto a Will. Ese es el punto de ruptura en el que Eyes Wide Shut parece entregarse a una historia que aparenta tener lugar en un onírico mundo paralelo en el que nuestro guía es el mismo protagonista interpretado por Tom Cruise.




Esta visión de la realidad entre teatral, alegórica y pesadillesca queda patente desde el mismo momento en el que el Doctor Hardford toma el primer taxi y comienza a tener visiones de su mujer siéndole infiel con el supuesto desconocido con el que tenía intención de escaparse. A partir de ahí una concatenación de situaciones forzosas y poco realistas, es curioso que todas las mujeres con las que se encuentra el protagonista le deseen sexualmente o se dejen seducir por él, la teatralidad de algunas situaciones (esas escenas de sexo en la orgía que tienen mucho de impostura y poco de verdadera sensualidad) o lugares (el enorme decorado emulando una New York que en ocasiones no parece tal) la presencia casi simbólica de roles secundarios (los presentes en la mansión donde la congregación secreta realiza sus rituales y bacanales sexuales) apoyan la teoría que confirma a Eyes Wide Shut como una alucinación por parte de una mente obsesionada con la infildelidad no consumada de su esposa, confesada esta, para colmo, en un estado de poca fiabilidad tras fumar marihuana.




Dicha idea es la que vertebra la trama central del largometraje y la que le permite tomar forma y desarrollarse. Como hemos mencionado previamente Eyes Wide Shut disecciona las dudas de carácter existencial, moral o social a las que aboca el matrimonio, pero es sobre todo su análisis sobre la debilidad e inseguridad del género masculino el que acierta de pleno a la hora de retratar e vacío vital al que se entregó el hombre que se forjó en las postrimerías del siglo XX y dio la bienvenida al XXI. Toda la seguridad, firmeza y soberbia de una persona tan metódica como el Doctor Hardford se viene abajo con un sencillo comentario por parte de su esposa confirmándole que realmente no la conoce tan bien como creía, casi haciéndole ver que vive con una total desconocida o esa al menos es la excusa a la que se aferra para, de la manera más infantil y despechada posible, devolverle el golpe a su mujer intentando por todos los medios serle infiel, dando a entender que a ojos del protagonista una fantasía es equiparable en gravedad a un acto físico de adulterio, el que finalmente él tampoco llega nunca a consumar.




Hace un par de entradas elogiaba le entrega de Tom Cruise como actor aunque sus aptitudes interpretativas fueran limitadas. En Eyes Wide Shut debemos afirmar que, aún cumpliendo sobradamente su cometido, está un poco por debajo de lo que se espera de él. Esta sentencia es curiosa si tenemos en cuenta que Stanley Kubrick era uno de esos pocos directores que exprimía hasta lo inmoral a sus casting para que desde la estrellla de relumbrón hasta el novato que nunca se había puesto delante de una cámara lo diera todo para que en pantalla pareciera haber nacido para dar vida a ese rol en concreto. En ocasiones al actor de Top Gun o Un Horizonte Muy Lejano parece perdido a la hora de abordar su personaje y aunque lo llena de miradas milimétricamente definidas, esa de terror cuando encuentra la máscara en la cama de matrimonio, y mucha presencia, le falta verdad a su criatura para que la platea se implique al 100% con sus aciertos y errores, los mismos que le pueden costar la vida a él y a los suyos.




Otro de los motivos por los que Tom Cruise no brilla lo suficiente en pantalla es por culpa de la que por aquel entonces era su mujer. Aunque el largometaje fue recibido con disparidad de opiniones en 1999 todo el mundo consensuó que lo mejor de Eyes Wide Shut era la interpretación de Nicole Kidman. Kubrick ofreció por fin a la actriz asutraliana uno de esos papeles con los que se creció (tres años antes ya dio un soberbio recital en Retrato de Una Dama, la adaptación que Jane Campion hizo de la novela homónima de Henry James, pero el poco éxito del film solapó su excelente labor interpretativa) demostrando ser una de las mejores actrices de su generación y una de las más bellas, si tenemos en cuenta que nunca ha estado más guapa que en la primera media hora de metraje de la cinta que nos ocupa, en la que por cierto luce uno de los vestidos más elegantes que un servidor ha visto en su vida. Decir que después de ver esta película Kidman se convirtió en mi actriz fetiche durante años y motivo suficiente para desembolsar dinero por films que ella protagonizaba sin interesarme lo más mínimo como obras cinematográficas es otra historia que aquí no tiene cabida, por ahora.




La protagonista de La Brújula Dorada o Moulin Rouge aborda el posiblemente mejor rol femenino de la carrera de Stanley Kubrick. Curiosamente después de confesarse delante de su marido su personaje desaparece casi por completo de la historia pero su presencia torna en ubicua y su sombra sobrevuela todo el metraje del film hasta ese final en el que vuelve a cobrar capital importancia en un plano físico. Esto es debido a que la ex mujer de Tom Cruise aprovecha cada segundo que tiene en pantalla para devorar tanto a este ultimo como al encuadre en cuanto el mismo repara en su presencia por mediación de Kubrick. Llama la atención que su personaje se haga grande cuando está bajo los efectos tanto del alcohol como de la marihuana ya que dichos momentos son en los que la Virginia Woolf de Las Horas entrega más verismo y demuestra saber manejarse ante la presencia de hombres que tratan de seducirla o minimizar su personalidar hasta el mínimo exponente sin conseguirlo. A partir de su labor en Eyes Wide Shut a Kidman se la miró de otra manera, dejó de ser la "mujer de" y los directores comenzaron a rifarsela para protagonizar sus películas. Luego llegó el botox y todo cambió, aunque desde hace unos años parece que ha abandonado, por suerte, su adicción a la cirugía.




Con respecto al trabajo de escritura Kubrick volvió a recurrir, como hacía habitualmente, a un co guionista de consumado talento, en esta ocasión Frederic Raphael (Dos en la Carretera, Lejos del Mundanal Ruido) para llevar a imágenes el libro de Arthur Schnitzler. La labor de ambos autores es magnífica, sabiendo equilibrar el tempo narrativo y dosificar la intriga, el erotismo o la cotidianeidad de unos personajes a los que nunca dejan de lado viéndose envueltos en una situación que de manera latente los lleva a enfrentarse a situaciones extremas. También saben añadir pequeñas dosis de información sobre esa organización, que bebe tanto de la masonería como de los inefables Illuminati, sobre la que gira todo el entramado del film y que ya se ocupa el realizador de poner en escena con su fuerza habitual. El mismo Raphael escribió un ensayo titulado Aquí Kubrick en el que habló de lo que supuso para él la experiencia de escribir Eyes Wide Shut junto al cineasta de Fear and Desire. Trabajo que un servidor no ha podido leer pero que en su momento no agradó a la familia del director.




En cuanto a las labores de dirección parece como si Kubrick supiera que se enfrentaba a su último film y puebla esta Eyes Wide Shut de referencias, intencionadas o no, a gran parte de su filmografía, haciendo paradas en sus obras más características y reconocidas. Esos pandilleros que se enfrentan a Will en la calle remitiendo a La Naranja Mecánica, el cartel publicitario con el apellido Bowman que pertenece al astronauta de 2001: Una Odisea del Espacio, la mansión de la organización secreta que podría haber salido fácilmente de Barry Lyndon o cuyos exteriores y algunos salones recuerdan a los del hotel Overlook de El Resplandor, los juegos de luces y sombras en la casa de los Hardford que nos retrotraen a El Beso del Asesino o Atraco Perfecto y el breve rol de Leelee Sobieski, que es una referencia clara y directa a la Lolita a la que dio vida Sue Lyon en el largometraje homónimo de 1962 adaptando la célebre novela del escritor Vladimir Nabokov.




Ya en el plano técnico los tres años de preparación requeridos para la producción de Eyes Wide Shut nos confirman que Kubrick seguía siendo el mismo maniático perfeccionista de siempre. Cada plano, cada encuadre, cada travelling, movimiento de steadycam o zoom seguramente se repitió decenas de veces y por ello la puesta en escena personalísima, fluida, minuciosa, propia del director de Espartaco siempre está en pantalla, dominando los decorados, los espacios, la profundidad de campo, la labor de los actores o el uso de la música que ayuda a crear esa atmósfera misteriosa y amenazante ragalándonos pasajes inolvidables como el del primer ritual de desnudez de la secta, el desenmascaramiento del Doctor Hardford rodeado por esas máscaras fellinianas de ojos devorados por una profunda negrura o los paseos callejeros que lleva a cabo el protagonista para intentar atenuar ese pensamiento cuya poderosa abstracción merma su sentido común y raciocinio, confirmando que el maestro se encontraba en forma y en pleno uso de sus facultades mentales y profesionales.




Eyes Wide Shut trajo tras de sí muchas aciertos, algunos hasta memorables. Por un lado supuso una despedida a la altura de su creador, por polémica, controvertida, talentosa, como todo material que tocaba en calidad de autor. Por otro supuso el canto de cisne de Tom Cruise como persona pública con raciocinio, ya que antes de saltar sobre el sofá del programa de Ophra Winfrey gritando el nombre de su, por aquel entonces, mujer o hacer declaraciones cada vez más estúpidas sobre su idolatrada cienciología demostró ser un verdadero amigo de Kubrick cuando luchó contra viento y marea para que no se cortara un sólo segundo del metraje que este había aprobado, aunque en Estados Unidos se retocó digitalmente algún plano de la orgía, pero ya sabemos como son los americanos con esa aberración llamada sexo. Por último demostró que, a pesar de su fama de ogro con los intérpretes, actores como Leelee Sobieski, Vinesha Shaw, Alan Cumming, Rade Serbedzija o los también directores Sydney Pollack y Todd Field, bebían los vientos por trabajar con Stanley, algo que finalmente consiguieron.




En cuanto a mí, Eyes Wide Shut, esta obra cuya inadecuada disección puede revelarla como un simple relato moral sobre los peligros del adulterio, la conversación final con ese "fuck" a modo de eptitafio filmográfico por parte del director quita hierro a esta teoría, cuando es mucho más que eso, supuso la confirmación de mi romance con uno de mis directores favoritos de todos los tiempos. Aquel que me descubrió todo un mundo lleno de nuevos caminos transitables en el plano cinematográfico, el mismo por el que hace poco hice un viaje para ver por primera vez en pantalla grande su obra magna, 2001: A Space Odyssey, viviendo con ello una de las experiencias cinéfilas más intensas de mi vida, y el que me enseñó que los mejores creadores son los que se reinventan en cada nuevo libro, los que componen su última nota musical como si fuera la mejor de su carrera, los que nunca pintan el mismo cuadro, pero hacen que su personalidad y visión pueda reconocerse fácilmente por el ojo que sepa ver lo que hay más allá de la órbita de júpiter.



miércoles, 29 de abril de 2015

La Oveja Shaun: La Pelicula



Título Original Shaun the Sheep: The Movie (2015)
Director Richard Starzak y Mark Burton
Guión Richard Starzak y Mark Burton




Los británicos Estuidos Aardman, creados a mediados de la década de los 70 por Peter Lord y David Sproxton con el fin de realizar productos cinematográficos y televisivos animados por medio de formatos como el claymotion o stop motion, estrenan su último largometraje en pantalla grande, esta vez inspirado en La Oveja Shaun, una serie catódica de 40 episodios y gran exito estrenada en el año 2007 y cuyos personajes principales ya aparecían en uno de los cortos más famosos de los entrañables Wallace y Gromit titulado Una Afeitada a Ras. La Oveja Shaun: La Película supone el salto al celuloide del programa de la cadena inglesa CBBC. Tras el éxito de taquilla y magnífico recibimiento crítico de productos tan brillantes como Wallace y Gromit: El Misterio de las Verduras, de Nick Park y Steve Box, ¡Piratas!, de Peter Lord y Jeff Newitt, Chicken Run (Evasión en la Granja), de Nick Park y Peter Lord o proyectos dentro de la animación digital como Arthur Christmas, de Sarah Smith o Ratónpolis de David Bowers y Sam Fell los muchachos de Aardman vuelven con el que posiblemente es el mejor trabajo de la factoría tanto en la pantalla grande como en la pequeña. Shaun the Sheep: The Movie es una pequeña y modesta joya pulida que puede hacer frente sin amilanarse un ápice a la mayoría de productos salidos de la que seguramente sea su hermana norteamericana, la Pixar de John Lasseter y sus huestes, ya que, al igual que la factoría que tiene al flexo Luxo como mascota, Aardman sabe ofrecer proyectos que encantan a espectadores infantiles gracias a sus simpáticos personajes y humor primario pero que también sacia el apetito goloso de adultos y cinéfilos que ven en sus historias miles de referencias a nuestra realidad social o cultural y a obras cinematográficas o televisivas que a todos nos son conocidas.




La película de la Oveja Shaun es cine clásico en el sentido más amplio del término, ya que sus principales inspiraciones vienen del celuloide de la época dorada de Hollywood. La idea por parte de Mark Burton y Richard Starzak de realizar con la obra que nos ocupa una cinta muda no es baladí, ya que los principales referentes del largometraje que nos ocupa son directores como el británico Charles Chaplin o el francés Jacques Tatí, cineastas que han rodado films silentes o han dado forma a comedias que vivían y bebían de la comedia física más o menos ortodoxa. Por ello La Oveja Shaun: La Película también tiene una deuda con el slapstick (pero sin abusar de él como sí lo hacía la simpática Hotel Transylvania, de Genndy Tartakovsky, que por tal fallo no fue todo lo que pudo ser) de autores como Tex Avery, con series de televisión como la suiza Pingu (con roles también diseñados y creados con plastilina) y hasta con la literatura como esa Rebelión en la Granja de George Orwell que parece sobrevolar toda la producción de la factoría Aardman debido a la pasión de sus creadores por el mundo animal y agrario. Hasta de la intertextualidad se alimenta la última película de la productora británica porque el metraje está plagado de referencias estéticas o argumentales que nos recuerdan a otros films o personajes habituales de la casa como ese gallo que remite al Rocky que protagonizaba Chicken Run o el perro ovejero que podría ser fácilmente un primo no muy lejano del genial Gromitt.




Siguiendo la máxima de South Park: Más Grande, Más Largo y Sin Cortes, dirigida y escrita por Matt Stone y Trey Parker, de ser un episodio de la serie televisiva en la que se basa pero de proporciones más épicas y colosales La Oveja Shaun: La Película está no sólo perfectamente estructurada para ser un largometraje en el que todos sus apartados funcionan a pleno rendimiento sino que a diferencia del resto de films para la pantalla grande (como en el caso de Wallace y Gromitt: La Maldición de las Verduras más que ningún otro) de la facotría Aardman, que sacrificaban bastantes pasajes humorísticos por dar consistencia al entramado en el que se sustentaba la narración, ofrece una inagotable galería de gags por minuto desde el mismo arranque del film y que no cesa hasta los títulos de crédito finales. Los escasos 83 minutos de metraje están repletos de chispa, apuntes, detalles y salidas que dejan en el espectador una sempiterna sonrisa que en numerosas ocasiones torna en estruendosa carcajada sobre todo cuando las ovejas llegan a la Gran Ciudad y comienzan su odisea. Un servidor debe admitir que en varios momentos del film llegó a llorar de la risa como en todo lo acontecido en la cárcel de animales, la fulgurante ascenso a la fama del granjero (¡esas referencias a Lobezno Inmortal son descacharrantes!) o el clímax cómico de la producción que para el que suscribe es indudablemente el del restaurante que haría las envidias de maestros del humor como Peter Sellers, Jerry Lewis, Blacke Edwards o los mejores Monty Python,




Pero como suele suceder siempre los puntos más fuertes de las piezas salidas de la casa Aardman, y que aquí están al máximo nivel como nunca antes, son la artesanía de su elaborado apartado técnico y la entrañabilidad y simpatía de todos y cada uno (hasta los villanos tienen sus momentos de empatía con el espectador) de los personajes que pueblan sus producciones. Las cabezas pensantes de la factoría localizada en Bristol ya son maestros del trabajoso formato stop motion o claymotion y no hay nada más maravilloso y artesanalmente cinematográfico que ver de vez en cuando yemas de dedos marcados en algunos de los muñecos de plastilina que protagonizan sus productos, por suerte la obra que nos ocupa no es una excepción a esta regla. Por otro lado la adorable, valiente y rebelde Shaun es sólo la punta del iceberg de un grupo de ovejas a cada cual más memorable y a las que cubren bien las espaldas Bitzer el sufrido perro pastor, el granjero que tiene momentos brillantes a lo largo de toda la velada desde que sale por primera vez en pantalla con estética punk o ese malvado Trumper, jefe de la unidad de retención animal, al que no sabemos sin intencionadamente o no han diseñado para que see parezca de manera más que notoria al guionista, actor, productor y director Ricky Gervais que paradójicamente es uno de los más firmes defensores de los derechos de los animales del panorama cinematográfico actual.




La Oveja Shaun: La Película es un acierto mayúsculo por parte de los estudios Aardman, el más logrado de su ya de por sí ejemplar carrera cinematográfica y televisiva. Un producto lleno de humor de distintos colores, socarronería, amor, cierta conciencia ecológica (como todos los productos de la factoría en mayor o menor medida) y referencias que van desde lo clásico (El Gran Dictador) hasta lo contemporáneo (Breaking Bad). Una película que entiende en el más amplio sentido de la palabra lo que significa el término “Cine para todos los públicos” dejando totalmente satisfecho a grandes y pequeños con sus incontables hallazgos y golpes de desenfadada comicidad. Si el pasado 2014 prodcutos como Big Hero 6, de Chris Williams y Don Hall, La LEGO Película, de Philip Lord, Chris Miller, Chris McKay o Cómo Entrenar a Tu Dragón 2, de Dean DeBlois , nos regalaron un año lleno de gran cine animado, este 2015 no ha empezado con peor pie con la cinta que nos ocupa a la que seguirán el debut en solitario de los Minions de las dos entregas de Gru: Mi Villano Favorito o esa Inside Out de una Pixar que vuelve pisando fuerte después de un año de barbecho cinematográfico. El sexto largometraje de la casa creada por Peter Lord y David Sproxton es la elección perfecta para pasar hora y media de diversión asegurada para evadirnos de crisis financieras, corrupción política, telebasura vampirizadora y demás lacras de nuestra sociedad. Entrar en una sala de cine y pasar 83 minutos más interesado por si el poco elaborado plan de un rebaño de simpáticas ovejas para encontrar a su extraviado y amnésico dueño sale adelante que en la ingente cantidad de estiercol que nos hacen tragar a diario no tiene precio en los tiempos que corren, puedo asegurarlo sin un ápice de duda.



domingo, 26 de abril de 2015

Al Filo del Mañana, morir todavía



Título Original Edge of Tomorrow (2014)
Director Doug Liman
Guión Christopher McQuarrie, Jez Butterworth y John-Henry Butterworth basado en la novela de Hiroshi Sakurazaka
Actores Tom Cruise, Emily Blunt, Bill Paxton, Jonas Armstrong, Brendan Gleeson, Kick Gurry, Tony Way, Noah Taylor, Charlotte Riley, Franz Drameh, Dragomir Mrsic





Como comenté hace un tiempo en entradas como las de Oblivion, de Joseph Kosinski o Jack Reacher de Christopher McQuarrie el actor norteamericano Tom Cruise lleva años forjándose una carrera comercial como intérprete hecha a su medida gracias a su implicación presupuestaria en los proyectos que él decide sacar adelante como productor y protagonista. Dichos trabajos son piezas, en su mayoría, intrascendentes que buscan reventar la taquilla y servir como vehículos para el lucimiento del actor de Nacido el 4 de Julio y la saga Misión Imposible. Pero de vez en cuando también decide implicarse en producciones que pueden ser consideradas raras avis dentro del grueso de la última etapa de su filmografía y en las que él no tiene el control absoluto. Al Filo del Mañana es uno de esos casos.





Inspirada en la novela All You Need is Kill del escritor japonés Hiroshi Sakurazaka, que a su vez fue adaptada al manga por los autores Takeshi Obata, Ryosuke Takeuchi, y Yoshitoshi ABe y localizada en un futuro indeterminado, Al Filo del Mañana narra la historia del Oficial William Cage (Tom Cruise) degradado a soldado raso para enfrentarse a una raza alienígena llamada Míméticos que han invadido la tierra. Una vez en el frente y luchando codo con codo con la sarganto Rita Vrataski (Emily Blunt), responsable de la única victoria humana en la guerra contra los extraterrestres, morirá a manos de un Mimético para descubrir en ese mismo instante que una vez ha perdido la vida vuelve al día anterior de ser detenido para reclutarlo a filas. Cage descubre que se encuentra en un bucle temporal sin fin aparente que se repite cada vez que cae muerto en la playa en la que se enfrenta al enemigo. Ahora su misión es impedir que el hecho se siga repitiendo una y otra vez y con ello consiga la victoria final para que la humanidad elimine al invasor.




Edge of Tomorrow es una mezcla entre Atrapado en el Tiempo (Groundhog Day) la mítica comedia escrita y dirigida por Harold Ramis y Starship Troopers, la adaptación muy sui generis que el guionista Ed Neumeier y el director Paul Verhoeven hicieron de la premiada novela Las Brigadas del Espacio del escritor norteamericano Rober A. Hanlein. La historia está localizada en un futuro distópico en el que una sociedad sobremilitarizada (los soldados van equipados con unos exoesqueletos que aumentan exponencialmente su fuerza y velocidad) debe enfrentarse a un invasor de otro planeta al que parecen no poder vencer. Toda la estética del largometraje, que como hemos comentado es deudora del Verhoeven de su satírica trilogía scifi americana (Robocop/Desafío Total/Starship Troopers), está soberbiamente elaborada, así como su diseño de producción y dirección artística, sólo podemos lamentar que esa maquinaria militar de desproporcionado armamento esté condicionada en cuanto a violencia explícita por una calificación moral PG-13.




Este acabado estético al que habría que sumar el excelente trabajo de Doug Liman como realizador (aunque como el mismo director admite en los extras del blu-ray delegó bastante responsabilidad en la segunda unidad, sobre todo en los pasajes que tienen lugar en la playa durante la operación Downfall) se sustenta en un inteligente guión que explota al máximo, en la medida de lo posible, el bucle temporal en el que se introduce el personaje de Cage. Ya que a la media hora de metraje el protagonista ya ha vivido el mismo día en varia ocasiones y por ello los guionistas deciden explotar distintas variantes del mismo, como añadir horas de esa misma jornada que habían sido obviadas previamente (como el entrenamiento al que es sometido el personaje de Tom Cruise) o romper el ritmo mediante los intentos del militar degradado por conseguir que gradualmente esa fatídica mañana cambie poco a poco cuando se va curtiendo en la retoricidad de dicho espacio localizado en el tiempo.




Esa evolución que sufre el personaje de William Cage es la que bascula la historia, la hace tomar solidez y desarrollarse adecuadamente. El personaje del actor de Magnolia comienza siendo un cobarde que trata mediante los medios más bajos (¿quién le culpa?) eludir el tener que ir al frente a perder la vida enfrentándose a los Miméticos. Pero al verse en una situación extrema poco a poco irá curtiéndose en el campo de batalla  y tomará conciencia de su vital rol en dicha guerra, siempre sin dejar de tener dudas, tratando de eludir situaciones que pueden matarle (otra vez) y enamorándose por el camino, esto último muy bien llevado, sin nada de sentimentalismos. Por eso cuando el bucle se cierra y sabemos que la próxima vez que el protagonista sea asesinado no volverá a la vida la empatía con el espectador se hace más que notable, llegando la platea a dudar de cual será su porvenir gracias a un guión lleno de giros totalmente jusitficados y nada gratuitos.





Es un actor limitado, pero pocos se entregan a su trabajo como él. Tom Cruise es un profesional del medio cinematográfico y por eso mismo sigue teniendo un descomunal éxito después de más de 30 años de carrera, Como él mismo es consciente de que sus dotes interpretativas no son desproporcionadas siempre trata de apelar a su esfuerzo físico para dar todo cuando las aborda como pudimos ver en Nacido el 4 de Julio (el mejor trabajo de su carrera y el que seguirá siéndolo siempre) Magnolia o Jerry Maguire. En Al Filo del Mañana no teme deteriorar esa imagen de hombre de acción invencible que se ha ido forjando en sus últimos largometrajes y llena de debilidades, temores y socarronería (el humor funciona muy bien en la cinta de Doug Liman) su rol. Haciendo que toda la ironía y moderada sátira que sobrevuela la primera mitad de metraje torne en un tono más grave en la segunda cuando vaya convirtiéndose en algo parecido a un verdadero guerrero con una misión imposible, nunca mejor dicho.




Emily Bunt da la réplica e nuestro adorador de L. Ron Hubbard favorito y la poca química que comparte con él en pantalla (de hecho a Cruise se le ve mucho más implicado en el apartado sentimental que a la actriz británica, sirva como ejemplo ese plano final que cierra el film) la suple con una entrega física fuera de toda duda que utiliza para driblar con elaboradas escenas de acción en las que siempre va embutida en ese exoesqueleto que pesaba entre 35 y 50 kilos durante el metraje y que sufrieron todos los actores. Con respecto a ellos destacan en roles secundarios Brendan Gleeson (Braveheart, Gangs of New York) Noah Taylor (Powers, Casi Famosos) o Bill Paxton (Titanic, Escalofrío) todos en papeles de colaboradores (forzosos o no) de los protagonistas y siempre adscritos al ambiente castrense en el que tiene lugar todo el metraje de la obra.




Al Filo del Mañana supuso el pasado 2014 una grata sorpresa. Se confirmó como el mejor largometraje del cineasta Doug Liman desde aquella ya lejana El Caso Bourne (The Bourne Indentity) uno de los trabajos más atractivos de la última etapa de Tom Cruise (muy centrada en esa ciencia ficción que adoran los acólitos de la iglesia a la que pertenece el intérprete de Días de Trueno o Eyes Wide Shut) y una pieza de género muy estimable que ofrece dos horas de diversión con algo de maldad, humor, referencias al mundo del videojuego y mucha acción, aunque eludiendo cualquier tipo de mensaje político que por otro lado haría ganar bastantes enteros a su subtexto. A pesar de ello se agradece la originalidad de la trama y ya que Hollywood está escaso de ideas como pare entregarse a la adaptación de todo tipo de obras adscritas al arte secuencial también es un acierto que pongan sus ojos en el manga nipón que atesora mucha joya fácilmente adaptable al celuloide siempre que no se traicione su esencia y conceptualidad.


martes, 21 de abril de 2015

Stoker, hiedra venenosa



Título Original Stoker (2013)
Director Park Chan-Wook
Guión Wentworth Miller
Actores Mia Wasikowska, Matthew Goode, Nicole Kidman, Jacki Weaver, Dermot Mulroney, Lucas Till, Ralph Brown, Alden Ehrenreich, Phyllis Somerville, Wendy Keeling, Lauren E. Roman, Tyler von Tagen, Judith Godrèche





Stoker es una rareza se la mira por donde se la mire. Está financiada en gran parte por los hermanos Scott, Ridley y el fallecido Tony, co producida y escrita por el actor Wenthworth Miller el célebre Michael Scofield de la exitosa serie Prison Break, protagonizada por las australianas Nicole Kidman y Mia Wasikowska, el británico Matthew Goode y dirigida por el cineasta surcoreano Park Chan-Wook al que debemos joyas como Old Boy o Joint Security Area (J.S.A). Esta mezcolanza de talentos internacionales dio forma al debut del director de Soy Un Cyborg en Estados Unidos sin tener este ni idea de inglés (un intérprete estuvo presente en todo momento en el rodaje) y lo que pudo ser un desastre caótico del que todos sus implicados salieran escaldados se convirtió en una magnífica pieza cinematográfica, de las mejores del año 2013.




El argumento de Stoker es de un película vespertina de fin de semana. Una mujer y su hija que acaban de enterrar al marido de la primera y el padre de la segunda reciben la visita del desaparecido hermano del cabeza de familia fallecido. Cuando el cuñado y tío decide pasar unos días con las dos desamparadas mujeres en ellas comenzarán a aflorar sentimientos de atracción por este y él poco a poco irá mostrando un lado oscuro de su personalidad hasta ese momento desconocido. El guión de Wenworth Miller está muy bien estructurado y `pocas quejas se pueden poner a su construcción, pero la historia que nos narra está tan vista que, como previamente hemos mencionado, no se aleja en demasía de la de cualquier telefilme de medio pelo protagonizado por la celebridad en decadencia de turno.




Por suerte el surcoreano Park Chan-Wook tiene el suficiente talento y el trío de actores principales las necesarias tablas para convertir este relato mil veces visto en una versión mórbida e incestuosa de la Lolita de Vladimir Nabokov (que adaptaran al cine tanto Stanley Kubrick en los 60 como Adrian Lyne en los 90) con apuntes de Sospecha de Alfred Hitchock. Del autor de 39 Escalones o Marnie la Ladrona toma ese tono de intriga localizado en la (casi) única localización de la mansión familiar en la que tiene lugar prácticamente todo el desarrollo de acontecimientos de la trama. De la novela del escritor de La Defensa Luzhin emula su estructura argumental para llevarla e extremos enfermizos que llegan a transmitir cierto malestar en un espectador que no sabe en ningún momento cómo va a acabar la historia o qué derroteros va a tomar la misma.




El director de Thrist pone su poderosa impronta visual y milimétrica puesta en escena al servicio de una historia que en manos de un cineasta con menos talento quedaría en una nadería que sólo podría salvar de la quema el magnífico casting de intérpretes. Park Chan-Wook inyecta toda su imaginería y microcosmos cinematográfico en esa mansión aislada y sus inmediaciones en busca del lado más perverso de su tres protagonistas, hurgando en la depravación y un insano despertar sexual. Por suerte el surcoreano apela a a elegancia y un acabado estilizado a la hora de exponer esto en pantalla siempre sugiriendo más que mostrando y sólo entregándose a lo visceral en contadas ocasiones que rompen los momentos de tensa calma con estallidos de violencia explícita que, aún antojándose intensos, poco tienen que ver con los pasajes más brutales de otros films del mismo autor como Three Extremes o el díptico Sympathy for Mr/Lady Vengeance.




La utilización de los travellings, cámaras lentas, grúas o el uso sobresaliente de los efectos de sonido dan empaque a una historia que sin el acabado plástico y estilítico de su director quedaría reducido a la mitad de sus posibilidades como obra cinematográfica. Momentos como el plano en el que el pelo de Nicole Kidman se convierte en el bosque en el que India iba de cacería con su padre, el del motel y la cabina de teléfono, el del enfrentamiento de la protagonista con algunos compañeros de clase o todo el clímax final confirman que con Stoker Park Chan-Wook no sólo sigue siendo un narrador visual intachable sino que también ha conseguido filtrar su visión a través de un proyecto ajeno que hace suyo con la ayuda de apartados como la exquisita fotografía de Chung-Hoon Chung, un soberbio montaje de Nicolas De Toth, la evocadora banda sonora de Clint Mansell o un reparto a la altura de las circunstancias.




El trío protagonista realiza un tour de force sobresaliente y no sólo por la profesionalidad intrínseca en cada uno de los actores sino también gracias a la notoria mano del director a la hora de guiarlos para abordar a sus criaturas. Mia Wasikowska realiza el mejor papel de su carrera ofreciendo a una Lolita que experimenta una gradual evolución de toxicidad personal (el momento en la ducha es sencillamente brillante) cuando el catalizador de sus más bajos instintos, su tío Charlie, aparece en escena, personaje este abordado por un intachable Matthew Goode de mirada misteriosa y formas tan elegantes como lascivas, sirva como muestra de esto el onírico dueto a piano con el personaje de India, para el que suscribe el mejor momento de la cinta. No les va a la zaga una Nicole Kidman recuperando el talento de antaño con un papel que la australiana hace suyo y llena de debilidades, miedo y rencor. En breves papeles tenemos a Dermont Mulroney y Jacki Weaver, cuyos ínfimos roles cobran harta importancia en la historia narrada.




Stoker es un apetecible caramelo envenenado, un cuento de hadas retorcido, el choque entre la mirada abrasiva de Park Chan-Wook con un melodrama de sobremesa que el surcoreano hace explotar por los aires gracias a su ímpetu por rodar historias abiertas en canal, que lleguen a incomodar a la platea, pero sin estridencias gratuitas o grafismo ofensivo. El debut en Estados Unidos del director nacido en Seul supone una obra elegante y lacerante sobre el malditismo de la consaguineidad, el lado masoquista del despertar sexual adolescente y la herencia generacional del instinto depredador intrínseco en la naturaleza humana. Un producto que no tuvo la repercusión merecida y que confirma a su realizador como un narrador todoterreno al que ni las barreras idiomáticas le impiden destilar ese talento y profesionalidad que desde hace años confirma al cine de Corea del Sur como uno de los mejores del panorama contemporáneo.


lunes, 20 de abril de 2015

Daredevil: Primera Temporada, nacer otra vez



"No estoy buscando penitencia por lo que he hecho , padre. Estoy pidiendo perdón ... por lo que estoy a punto de hacer."
Matt Murdock





En el año 2003 en pleno auge de nuevo cine inspirado en superhéroes de cómic con exitazos como X-Men, de Bryan Singer o Spiderman, de Sam Raimi, el director Mark Steven Johnson (El Inolvidable Simon Birch) se atrevió con la adaptación de uno de esos personajes no demasiado célebres fuera del mundo del arte secuencial como el Daredevil que crearon Stan Lee y Bill Everett 1964. El protagonista elegido para dar vida al invidente abogado Matt Murdock que de noche ejerce como justiciero en la piel de Daredevil fue el actor Ben Affleck al que acompañaron su futura esposa Jennifer Garner en la piel de la letal Elektra Natchios, Colin Farrell dando vida al mercenario Bullseye y el fallecido Michael Clarke Duncan como el capo de la mafia Wilson Fisk, alias Kingpin. La película fue un éxito, pero también una mediocridad, una inintencionada muestra de Serie B que amontonaba cientos de referencias (malentendidas en su mayoría) de la etapa de Frank Miller con el personaje y que ni en su montaje del director (que mejoraba sustancialmente el resultado final de la obra cinematográfica) conseguía sacar a la películas del saco de malas adaptaciones de personajes del mundo del noveno arte que han dado el salto al celuloide. Aunque algunos llegamos a disfrutar con aquel guilty pleasure a prácticamente nadie se le escapaba que la cinta del futuro director (de la todavía peor) Ghost Rider no había hecho justicia, ni de lejos, al vigilante que vela por la seguridad de los ciudadanos que habitan la Cocina del Infierno de la ciudad de New York.




No hace más de un año saltó la noticia que afirmaba que el canal en streaming Netflix (The Killing, House of Cards) iba a aventurarse en una nueva adaptación, esta vez catódica, de Daredevil y aunque la idea agradó al fandom algunas malas noticias relacionadas con el proyecto bajaron mucho los ánimos a los potenciales espectadores. Por un lado la elección del británico Charlie Cox (Encontrarás Dragones, Boardwalk Empire) parecía a todas luces un error de casting por no dar la talla físicamente para dar vida a Matt Murdock y por otro (bastante más grave) la salida como showrunner del talentoso Drew Goddard (La Cabaña en el Bosque, Cloverfield, Buffy la Cazavampiros) por las famosas “diferencias creativas” en favor de Steven S. Deknight (Spartacus, Smallville) tampoco apuntaba a que la gestación de la serie estuviera yendo todo lo bien que debiera dando así posiblemente como resultado un producto que no estuviera a la altura o que no cubriera las expectativas que se habían depositado en el. Pero el pasado día 10 de Abril salimos de dudas cuando Netflix puso en circulación los trece episodios que dan forma a la primera temporada de Daredevil y el programa resultante es todo lo grandioso que se ha dicho por la red y mucho más. Una serie que hace palidecer a cualquier otra produccion que adapta personajes de cómics a la pequeña pantalla como Arrow, The Flash, Agents of SHIELD o Constantine y degradando tanto a la versión cinematográfica que el pobre Mark Steven Johnson debe llevar una semana escondido debajo de su cama.




El Daredevil de Netflix que han ideado Steven S. Deknight y Drew Goddard (este último sigue como productor ejecutivo y escribe los dos primeros episodios para que los dirija Phil Abraham) toma como inspiración en viñetas, principalmente, las etapas de Frank Miller y la de Brian Michael Bendis a la que se añaden pinceladas de las sagas desarrolladas por otros guionistas que han sacado partido del personaje como Ann Nocenti, Ed Brubaker, Andy Diggle o Kevin Smith. Este tono urbano, oscuro y crudo que deja un poco de lado la cara más alegre y superhéroica del personaje (esa que borda Mark Waid) se amalgama con esa referencia televisiva que varios de mis compañeros han mencionado y que nadie se hubiera esperado en una serie de esta naturaleza, The Wire, la obra maestra catódica de David Simon y Ed Burns para la HBO de la que extrae tomarse su tiempo para poner en la mesa sus cartas sin miedo a que el espectador medio rechace la propuesta por no encontrarse con un producto procedimental y realizado en cadena de montaje repleto de roles unidimensionales regidos por blancos o negros éticos y morales a la hora de ser perfilados así como un contexto social muy concreto que sirve de subtexto al núcleo argumental. Porque dentro de las muchas virtudes de este Daredevil se encuentra, no sólo la fidelidad a la esencia y características generales de los personajes de las viñetas que extrapola a imagen real, sino la entidad que cobran los mismos a la hora de ser presentados y desarrollados cuando la historia que vertebra la temporada va tomando solidez. Porque si contra todo pronóstico Charlie Cox elabora un Matt Murdock/Daredevil de notable alto tanto psicológica como físicamente, Elden Henson sabe transmitir la socarronería y lealtad de Foggy Nelson o Deborah Ann Woll y Rosario Dawson enfundarse ejemplarmente los roles de Karen Page y Claire Temple respectivamente, es el brutal y poliédrico Wilson Fisk de Vincent D’Onofrio el secundario que nos confirma que Deknight, Goddard y compañía se han tomado muy en serio la escritura de caracteres y la minuciosa selección de actores para interpretarlos.




Pero no sólo de una galería de personajes interesantes vive Daredevil, Netflix ha acertado de pleno al abordar la serie de maneara totalmente opuesta a como lo hacen otras cadenas norteamericanas a la hora de realizar programas televisivos protagonizados por personajes de cómics, algo a lo que ya apuntaba la versión de Powers, de Brian Michael Bendis ideada por el canal Playstation y que se confirma en la producción que nos ocupa. Poniendo en riesgo la posibilidad de perder espectadores infantiles la casa de Orange is the New Black ha tomado la sabia decisión de dar un tono más dirigido a un público adulto, como si nos encontráramos ante un producto más cercano a Sons of Anarchy o The Shield que a Smallville. La puesta en escena y el look visual que asienta Phil Abraham (The Killing, Mad Men) y que continúan al resto de directores implicados en la temporada, es seco, áspero y su atmósfera oscura retrata una Hell’s Kitchen en la que los más fuertes, en un émulo siniestro de la selección natural, pisotean a lo mas desvalidos. Pero donde más fuertes se hace esta primera temporada, y eso que formalmente es una de las asignaturas pendientes de la mayoría de series de television protagonizadas por (super)héroes, es en las escenas de acción, secuencias físicas en las que los realizadores toman como referentes el cine oriental (desde el coreano del Park Chan-Wook de Old Boy hasta el indonesio del Gareth Evans del díptico The Raid) para bordar caóticas coreografías de violencia sin concesiones vanalizadoras como esa pelea en la bolera del tercer episodio o el ya mítico plano secuencia que cierra el segundo episodio y que atesora en su interior uno de los mejores pasajes catódicos de lo que llevamos de 2015.




No sabemos qué futuro depara a esta ejemplar traslación de Daredevil a la, cada vez menos, pequeña pantalla. A día de hoy la confirmación de una segunda temporada no es segura, pero el resultado de estos trece episodios es tan brillante que el que buen sabor de boca ya nadie puede quitárnoslo. Netflix ha escuchado nuestras plegarias y no sólo ha rematado con una profesionalidad intachable la mejor serie sobre personajes de cómics jamás rodada, también puede que haya abierto la puerta a otras que de manera inteligente decidan tomarla como ejemplo para trasladar fielmente a imagen real a protagonistas del lado oscuro de Marvel como Punisher, Caballero Luna o ese Ghost Rider al que también va tocando honrar como es debido. Si la ya mencionada renovación se confima posiblemente nos quede un largo trecho para ver hasta donde puede llegar esta máquina bien engrasada cuando personajes como Elektra, María Tifoidea o Bullseye hagan acto de presencia. En caso negativo como fans del personaje creado por Stan Lee y Bill Everett podremos atesorar estos trece episodios para revisionarlos una y otra vez y así afirmar a los que quieran oirlo y a nosotros mismos que, aunque fuera una sola vez, un grupo de personas que admiraban al alter ego de Matt Murdock y su micrcocosmos en viñetas supieron entenderlo, asimilarlo y trasladarlo de la manera más fiel posible a un medio al que todavía le queda mucho camino por andar para ofrecer un reflejo digno de los personajes en papel con los que nos hemos criado. Daredevil puede llegar a ser un principio para todo eso y no cabe duda de que dar un firme primer paso mejor que este es imposible.



sábado, 11 de abril de 2015

Cenicienta (2015)



Título Original Cinderella (2015)
Director Kenneth Branagh
Guión Chris Weitz basado en el cuento de Charles Perrault
Actores Lily James, Cate Blanchett, Helena Bonham Carter, Richard Madden, Holliday Grainger, Sophie McShera, Eloise Webb, Derek Jacobi, Hayley Atwell, Stellan Skarsgård, Leila Wong, Ben Chaplin




Adaptación a imagen real tanto del cuento clásico de Charles Perrault como de la versión animada auspiciada por la Disney (productora también del proyecto que nos ocupa) en el año 1950. Dirigida por un Kenneth Branagh que tras Thor, Jack Ryan: Operación Sombra o esta Cenicienta de la que nos toca hablar parece encontrarse más cómodo trabajando como artesano al servicio de Hollywood que como adaptador oficial de la pluma de William Shakespeare al celuloide, rol que, para que negarlo, volverá a tomar a no mucho tardar cuando el gusanillo de trasladar al bardo el celuloide le empiece a picar una vez más. El resultado de esta Cinderella es un producto aceptable, agradable de ver y oír, que no arriesga, pero tampoco decepciona. Una obra cumplidora y poco más.




Cenicienta versión 2015 es una adaptación 100% Disney de la ya mencionada película animada dirigida por el trío Clyde Geronimi, Hamilton Luske, Wilfred Jackson hace casi 70 años, en la que no hay lugar para el experimento, la autoría (Kenneth Branagh está detrás de las cámaras como podía haber estado cualquier otro cineasta cumplidor) o las salidas de tono, Academicismo, impersonalidad, diseño de producción a la altura o una puesta en escena plana pero eficiente son las señas de identidad de un largometraje para toda la familia que no destaca en ningún aspecto, pero que tampoco fracasa a la hora de mostrarse como el aceptable trabajo que realmente es y del que poco más que eso debería demandar el espectador medio.




La historia de la huérfana que acaba convertida en la sirvienta de su despótica madrastra y sus explotadoras (y poco avispadas) hermanas para después, hada madrina mediante, convertirse en el amor del príncipe del reino gracias a un extraviado zapato de cristal la hemos visto en cientos de versiones animadas, de época o adaptadas a la contemporaneidad, y en esta ocasión no deja de ser un Sota, Caballo y Rey de manual en el que Kenneth Branagh y su guionista Chris Weitz (American Pie, Hormigaz, La Brújula Dorada) se dejan llevar por la magia puramente Disney con buenos muy buenos, malos muy malos y entrañables animales parlantes con los que sólo la protagonista puede mantener animada y lisérgica conversación.




El director del (recuperable) remake de La Huella, de Joseph L Mankiewicz no arriesga más allá del uso de unos logrados (pero en ocasiones cargantes) efectos digitales en su labor como narrador y algún momento visual chirriante (la explosión de la calabaza, el giro de cámara durante un plano mientras Cenicienta huye del palacio real) que desentona con su puesta en escena hasta ese mismo momento y tira de oficio para relatar un cuento de hadas clásico en el que la labor del reparto y la dirección artística moviéndose esta última entre lo elegante (todo lo relacionado con el ya mencionado palacio o el vestuario) y lo hortera (esa carroza que parece recién salida de una boda gitana) son los dos pilares en los que se sustenta el esqueleto argumental.




La elección de la británica Lily James para dar vida a Cenicienta tiene sus aciertos y fallos. Por un lado que la chica no sea excesivamente guapa juega a su favor a lo que habría que sumar una preciosa sonrisa, pero parece como si la actriz no pusiera todo de su parte, algo que la pasaba también a Mia Wasikowska (aunque el caso de aquella era más flagrante por su anodina inexpresividad facial) de la Alicia en al País de las Maravillas de Tim Burton. Le da la réplica un penoso Richard Madden de sonrisa Profident al que estamos deseando que apuñale alguien en el estómago durante la fiesta. Mejor labor hacen tirando de veteranía Derek Jacobi, Stellan Skasgard o una simpática Helena Bonham Carter como la hada madrina o las hermanastras de Cenicienta que afrontan con mucha gracia y sorna por Sophie McShera y Holliday Grainger.




Pero es la, como siempre, magistral Cate Blanchett dando voz y cuerpo la madrastra la que insufla elegancia, malevolencia, debilidad y soberbia a un personaje que devora todo cuanto se interpone ante ella. Poco importa quién le dé la réplica, cuan pomposo sea el vestuario que lleve puesto o exquisito el decorado en el que se localice su personaje, la oscarizada protagonista de Blue Jasmine o El Aviador se hace con la película y la misma sólo respira para su caracterización, que sin ser, ni mucho menos, de las más destacadas de su carrera está abordada con tanta entereza y facilidad que a la platea no le queda más remedio que rendirse antes sus ya, sobradamente, demostradas dotes interpretativas y que en un producto como este destacan sobre el resto de apartados haciendo palidecer a todos y cada uno de los mismos.




La Cenicienta en imagen real de Disney y Kenneth Branagh es una simpática nadería que tan pronto se ve como se olvida con inmediata posterioridad. Esquemática, esperadamente cursi (¿alguien lo dudaba?) conservadora en cuanto a cómo se aborda una historia que nos conocemos al dedillo, competente y sincera, pero algo desangelada, quedará, eso sí, al igual que la ya mencionada Alicia en el País de las Maravillas, como la confirmación de que la productora del tío Walt está dando actualmente lo mejor de sí misma en el campo de la animación Aunque pocas quejas se le pueden poner a esta producción de 2015 que como obra lo más interesante que se pueda comentar de ella es que el hecho de que Helena Bonhman Carter participara en su rodaje fuera el posible motivo de su ruptura con Tim Burton (Kenneth Branagh fue pareja de la actriz de Sweeney Todd en los noventa) lo dice todo de esta inofensiva y entretenida chuchería visual y narrativa.