viernes, 11 de octubre de 2019

Joker



Título Original Joker (2019)
Director Todd Phillips
Guión Scott Silver y Todd Phillips, basado en el personaje creado por Bill Finger, Jerry Robinson y Bob Kane
Reparto Joaquin Phoenix, Robert De Niro, Frances Conroy, Zazie Beetz, Brett Cullen, Bill Camp, Shea Whigham, Dante Pereira-Olson, Douglas Hodge, Jolie Chan, Bryan Callen, Brian Tyree Henry, Mary Kate Malat, Glenn Fleshler, Marc Maron




Desde que se oficializara su producción en plena vorágine de incertidumbre, despidos y caos generalizado dentro de DC Entertainment y Warner Bros tras el descalabro en taquilla de Liga de la Justicia (Zack Snyder/Joss Whedon, 2017) Joker ha sido un proyecto que ha dado mucho que hablar. Las primeras noticias, bastante cuestionables, apuntaban a algo tan goloso como una película en solitario protagonizada por el personaje creado por Bill Finger, Jerry Robinson y Bob Kane en 1940 y dirigida por un Martin Scorsese que iba a ponerse detrás de las cámaras, más tarde pasó a producir y en 2018 se desvinculó del largometraje. El lugar de Scorsese lo ocupó Tod Phillips, realizador curtido en la comedia con producciones como Road Trip, Starsky & Hutch o la trilogía Hangover que en su último trabajo, Juego de Armas (War Dogs), ya coqueteaba con el drama. Phillips también se ocuparía de la escritura con la inestimable ayuda de Scott Silver, guionista ducho en biopics, reales o adscritos a cierta pátina ficcional, como demuestran sus trabajos en The Fighter o 8 Millas. Pero el proyecto no tomó verdadera relevancia hasta que se confirmó el actor que iba a interpretar al famoso enemigo del Guardián de Gotham. Para sorpresa de propios y extraños Joaquin Phoenix, interprete totalmente ajeno al cine basado en personajes de cómics, asumía la complicada tarea de dar vida a un icono al que otros actores de gran relevancia como César Romero, Jack Nicholson, Heath Ledger o Jared Leto habían interpretado, no todos ellos con buenos resultados.




Mientras Todd Phillips y otras personas vinculadas a Joker hacían declaraciones con las que minusvaloraban los cómics o el cine que adapta los superhéroes de las viñetas a la pantalla grande, confirmando que lo que ellos estaban creando era algo más adulto y elevado que dichas producciones, despertando así las iras de gran parte del fandom, el film tenía su puesta de largo internacional en el Festival de Venecia. Allí, con la crítica y el público deshechos en elogios hacia la película y su protagonista, surgieron los primeros comentarios sobre el contenido de la obra y su mensaje. Propaganda incel, glorificación de la violencia y el terrorismo, obra misógina, se promulgaba por parte de sus detractores. Mientras sus defensores la confirmaban como una obra maestra, el paso a la adultez del cine de superhéroes o un clásico instantáneo. Ajena a toda esta insulsa guerra civil, sobre todo en redes sociales, Joker marcaba un hito dentro del subgénero ganando el León de Oro en el festival italiano.




Después de conseguir tan prestigioso galardón el debate sobre la película en redes sociales se recrudeció entre uno y otro bando, o al menos entre las dos facciones más radicales y dogmáticas de los mismos. Todo esto, recordemos, entre personas que no habían visto la película y no podían dictar sentencia, a favor o en contra, de ella. Demostrando así que era el fanatismo tóxico el que se apoderaba de una controversia en la que la mayor perjudicada era una película sin culpa de contar entre sus aliados o enemigos con energúmenos de distinto pelaje obsesionados con enaltecer la productora/editorial en la que militan mientras desacreditan y desprecian la del contrario. Por fin llega el 4 de octubre en el que Joker se estrena en pantallas de todo el mundo y los espectadores ya pueden hablar, con uso de razón, del producto tras visionarlo. En Transgresión Continua hemos seguido este procedimiento, el que vemos más logico, y ya podemos traeros nuestra primera opinión de la cinta de Todd Phillips.




Ciertamente Joker es una rareza dentro del subgénero al que se adscribe. No sólo por alejarse del tono más familiar y comercial de las otras traslaciones de personajes de cómic al celuloide, independientemente de si son de Marvel o DC Comics, sino por la perspectiva asumida por Todd Phillips y sus colaboradores a la hora de abordarla como obra cinematográfica. Los máximos responsables del film reformulan el origen del Joker y aunque el expuesto en el argumento central es ajeno al mundo de las viñetas la influencia de algunos trabajos icónicos adheridos al personaje se explicitan notablemente. Este génesis en el que Arthur Fleck muta en el que se convertirá en el elemento más peligroso de la galería de villanos de Batman nos remite, inevitablemente, a La Broma Asesina. Su origen como cómico fracasado, la relación con un personaje femenino relevante en su vida (allí su mujer, aquí su madre) y una serie de circunstancias trágicas como catalizadoras de su inmersión en la demencia nos retrotraen a la obra maestra de Alan Moore y Brian Bolland.




Tomando este arco dramático en el que se verá implicado el personaje principal como epicentro del relato Scott Silver y Todd Phillips construyen un drama desgarrador sobre la locura, la soledad o la corrupción. Arthur Fleck es un outisder, un Don Nadie, una persona con problemas mentales pisoteada por un entorno que siempre acaba destruyendo sus delirios de grandeza incitándole, no sólo a entregarse al crimen y al asesinato, sino a confundir realidad con ficción, idea conceptual que juega a favor de la construcción narrativa del proyecto. Los autores nos muestran de dónde vienen los traumas, físicos y psicológicos, de su criatura y aunque juegan la carta de aferrarse a la mística detrás de un villano carismático de personalidad magnética sus actos nunca están glorificados y sólo personas de moralidad cuestionable podrían ver heroicidad en la escalada de muerte e insania en la que se ve implicado cuando su sentido común se rompe en mil pedazos y el Joker se apodera de los pocos rescoldos que quedan de un maltrecho Arthur Fleck.




Joker es una película que no hace prisioneros en ningún aspecto. Para el que suscribe el film de Todd Phillips no hay una llamada a las armas para que las clases bajas acaben con las altas, lo que sí hay es el mejor retrato del contexto espacial en el que se mueve tanto el Joker como Batman desde que fueron creados en las viñetas. La ciudad de Gotham retratada por Todd Phillips es un hervidero de crimen y corrupción que no entiende de clases o jerarquías. Mientras Thomas Wayne, y sus pupilos, se revelan como esnobs adinerados sin escrúpulos los ciudadanos de a pie forman una masa enfervorecida y violenta que sólo quiere “ver arder el mundo”. Como es lógico una ciudad demente tomará como líder a un hombre demente y la conversión de Arthur Fleck en ese perverso mesías de cara pintada culmina un in crescendo de horror, hemoglobina y guerrilla urbana en el que localización y personaje principal se mimetizan para evolucionar en una entidad superior y crear, de manera tangencial, al héroe que, en un futuro próximo, intentará salvar a Gotham de caer en el abismo.




La controversia también se despertó cuando en algunas de las primeras reseñas de Venecia se comentó que Joker serviría como acicate para el movimiento Incel, abreviatura de “involuntary celibate”, cuyos postulados defienden que sus miembros no pueden mantener relaciones sexuales, como ellos quisieran, lo que deriva en un ideario sustentado, mayormente, en la misoginia, el odio al sexo femenino e incluso el asesinato. Un servidor al ver la película no ha dado crédito a esta afirmación porque no hay un ápice de estas ideas en su argumento. El personaje de Zazie Beetz es retratado como un dechado de coherencia, una vez se conoce el secreto de su presencia en la historia, y en ningún momento se menciona o deja entrever que su presencia o actos sirvan como una más de las desgracias que arrojan a Arthur al mundo del asesinato premeditado. De esta manera en ningún momento ella se une, al menos de manera voluntaria o directa, al grupo de personajes que son acusados por los guionistas y el director de “crear al Joker” dejando, al menos para el que esto firma, en nada dicha acusación prematura que se arrojó contra el film durante su paso por el festival veneciano.




Era lógico y comprensible que la implicación de Joaquin Phoenix como protagonista de Joker iba a dar al proyecto una dimensión descomunal. No sólo porque con el hermano del malogrado River Phoenix hablamos del, probablemente, mejor intérprete de su generación, sino también porque es un profesional que elige milimétricamente los papeles que decide acometer y una vez lo hace su implicación con ellos o su entrega, desde una perspectiva física y psicologíca, llega a bordear lo enfermizo. Joaquin Phoenix no es un “actor del método”, precisamente porque “el método” le queda pequeño. Con muchos ecos del Freddie Quell al que dio vida en The Master (Paul Thomas Anderson, 2012) el protagonista de Her o La Noche es Nuestra ejecuta una composición visceral, cruenta, descarnada en la que Arthur Fleck puede transmitir, de manera paralela, sensaciones tan antagónicas como fuerza y debilidad, comicidad y tragedia, terror y aflicción. Phoenix hace suyo al personaje del cómic y le inyecta de tics, miradas, mudolación de voz, esa peculiar y forzada risa o una fisicidad capaz de emparentarlo con un enorme y desgarbado insecto viéndose acentuada por su extrema delgadez.




De esta manera podemos confirmar que nos encontramos, no sé si con el mejor Joker en imagen real, pero sí con el más completo, complejo y con un perfil más elaborado. Evidentemente en esta ocasión el villano es el protagonista y sin un Batman que le robe minutos en pantalla las dos horas de metraje están dedicadas a diseccionar la psique de Arthur Fleck, algo que Joaquin Phoenix consigue con resultados de una calidad dificilmente calibrable, siempre apoyándose en la destacable base que supone el guión de Scott Silver y Todd Philips. Pero además de componer un Joker para el recuerdo el actor de Señales no se olvida de sus predecesores y, tanto en su composición como en su aspecto o manera de obrar delante de la cámara, encontramos un compendio de casi todos los “Jokers” previos y guiños a los mismos mediante diálogos, secuencias, gestos o una minuciosa utilización del lenguaje corporal. Si este año Joaquin Phoenix no gana con Joker ese Oscar que lleva mereciendo, de manera irrebatible, desde su magnánima labor en el falso documental I’m Still Here la academia de Hollywood sumará una injusticia más a su interminable lista de ellas.




Mi recomendación para aquellos que sienten recelo o prejuicios contra la película y su contenido o por sus hacedores y las innecesarias declaraciones que han puesto en sus bocas, es que vayan a verla con la mente abierta. Joker no es una obra maestra, tampoco es un dechado de originalidad, pero es una interesante anomalía dentro de su subgénero que puede convivir de manera armoniosa con las otras perspectivas ofrecidas sobre este dentro del cine comercial estadounidense. Así no sólo podremos debatir de manera razonada sobre la obra, también cada espectador podrá dar su opinión sobre su mensaje (pudiendo ser totalmente opuesta a la mía, que no se sustenta en ninguna verdad irrefutable) o contenido y descubrir que, a pesar de las fanfarronadas de Todd Phillips, hay en su película una ingente cantidad de referencias a los cómics y un par de escenas, como la de la verja, cargadas de una poderosa simbología con la que se rinde tributo a un villano que al igual que su némesis siempre ha tenido distintas personalidades, caras, aristas o matices. La de este Joker es una más de esas visiones y bienvenida sea si nos permite abrir nuevas vías dentro de este tipo de cine que por medio de la diversificación y la variedad podrá llegar a ofrecernos no pocas sorpresas. Ojalá que así sea.