miércoles, 25 de agosto de 2010

El Placer de los Extraños, muerte en Venecia



Título Original: The Comfort of Strangers (1990)
Director: Paul Schrader
Guión: Harold Pinter basado en la novela de Iam McEwan
Actores: Christopher Walken, Rupert Everett, Natasha Richardson, Helen Mirren





Un cadencioso y etéreo travelling, envuelto en la elegante partitura del gran Angelo Badalamenti nos invita en los primeros minutos de El Placer de los Extraños a conocer las estancias del (en apariencia) cálido y acogedor hogar del matrimonio formado por Robert y Caroline. Personajes que en esos primeros compases cinematográficos aún no conocemos. La voz de Cristopher Walken ayuda a que su rol empiece a relatar una historia sobre la rígida y estricta educación que recibió por parte de su padre cuando era niño. Estamos a punto de realizar un viaje al lado más oscuro del ser humano de la mano de tres genios. El guionista y director Paul Schrader, el escritor británico ganador del premio Nobel de literatura Harold Pinter y el novelista Ian McEwan cuyo libro sirve como base para el relato.




The Comfort of Strangers supone uno de los trabajos más sólidos y menos reconocidos del guionista de Toro Salvaje, Taxi Driver o La Última Tentación de Cristo ejerciendo como director. Labor detrás de las cámaras en la que ha realizado trabajos memorables como Hardcore, Aflicción, Posibilidad de Escape u obras más intrascendentes como Forever Mine (salvada por esa belleza llamada Gretchen Mol) o Touch. Con la ayuda de Harold Pinter adaptando la novela de Ian McEwan el director de Autofocus consigue un excelente drama de tintes eróticos lleno de una atípica y malsana morbidez.




Curiosamente uno de los aciertos más grandes de una obra como El Placer de los Extraños es nunca exponer esa sordidez humana de manera explícita en pantalla. Schrader en un afán milimétrico y analítico que le honra, se las ingenia para que todo el poso de enfermiza psicología quede fuera de plano, sea puesto en escena por medio de los diálogos (memorable el primer monólogo de Walken a Everett y Richardson) o en ínfimas y muy acertadas escenas de violencia física, como la del golpe en el estómago que descoloca totalmente a un espectador que empieza a ver en ese mismo instante hacia donde se encarrilará la trama y cuales son las intenciones de los extraños anfitriones de la pareja de enamorados.




En la octava película de Schrader podemos contemplar una narración sustentada en mostrar como la rutina y la apatía puede hacer mella en un matrimonio y como la irrupción de uno o más desconocidos dinamita dicha relación en más de un sentido, aunque en principio parezca que dicha presencia inyecta vitalidad a la misma. Antes de Schrader lo hicieron gente como Andrjez Zulawski con La Posesión desde un punto de vista más abstracto claro está y más tarde lo volverían a hacer Roman Polanski en Lunas de Hiel, David Cronenberg en Crash o Lars Von Trier en Anticristo, pero siempre con un elemento en común. Una visión del sexo desprovista de todo tipo de prejuicio (aunque arraigada paradójicamente en la represión) y parafilias de corte sadomasoquista que suelen desembocar en muerte o mutilación física y mental.




Todo este fresco está expuesto en la dirección con una exquisitez Viscontiniana (esas panorámicas de una Venecia entre arrebatadora y sombría) irresistible por parte del guionista de Al Límite, que realiza unos de sus mejores trabajos con encuadres magistrales, un uso excelente del tempo en la narración y los contemplativos travellings que insuflan un tono de extrañeza a la atmósfera del film. Pinter aporta la adaptación en guión del libro de McEwan, escribiendo pasajes excelentes y regalando momentos memorables a un reparto en estado de gracia que va desde la magnética presencia de un Christopher Walken en una de sus mejores composiciones, la mirada ambigua de una Helen Mirren que esta mejor hoy que en la época la que protagonizo esta cinta, un Rupert Everett de corte atlético y porte irónico y la tristemente desaparecida Natasha Richardson que aporta una belleza luminosa e incluso candorosa al conjunto.




Tristemente olvidada, pero normalmente rescatada por los especialistas del medio como uno de los mejores trabajos de su director, El Placer de los Extraños se puede contemplar hoy como un producto elegante y perturbador. Una obra que lo tenía todo para convertirse en un film de un acabado excelente pero que no recibió el reconocimiento que debía, es decir, la historia de siempre. Yo ahora mismo me quedo con una de las mejores pasajes dirigidos por Schrader. La escena de la cuchilla de afeitar. Una toma ejecutada con maestría, haciendo un uso soberbio del travelling con grúa, de la unión de música e imagen y una vez más, gracias a su realizador, apelando por el fuera de campo mostrando de nuevo que no hace falta ver directamente la violencia para comprobar los estragos que puede llegar a producir.


8 comentarios:

  1. ¿Salen tetas?

    ¿Qué te parece el coleccionable sobre batman que sale en la tv?

    Creo que este es el enlace de info: http://www.planetadeagostinicomics.com/Vistas/listacatalogo.aspx?Seccion=catalogo&CPadre=6.7&Cat=71

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  2. Perdón, el enlace es este:

    http://www.entrecomics.com/?p=49941

    Sale por un pastizal, que le den!!!

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  3. Si no tienes nada de Batman es la colección perfecta, pero sí, sale por un dineral..

    Pd: Sí, salen tetas, pocas pero muy ricas, las de la Richardson.

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  4. Nada, de Batman lo que haré es ir comprándomelos poco a poco, ¿alguna recomendación para seguir un orden?

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  5. Sigue el mismo orden que lleva la colección que más o menos es cronológico.

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  6. Ok, he investigado y la Richardson era la mujer de Leam Neeson, muerta en trágicas circunstancias en accidente de nieve.

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  7. Realmente sustanciosa esta película. Una de mis favoritas de Schrader. Menudo trio de talentos para los malsano que se junta aquí, él mismo, Pinter y McEwan y encima Walken y la siempre irresistible Helen Mirren. Es un film que aturde e hipnotiza gracias a esa combinación cadenciosa de espacios, música y luz al borde del esteticismo contemplativo.

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  8. Además, lo inquietante es que puede que en la personalidad del personaje de Walken (con todo lo referente a su estricto padre, historia que también puede ser una mentira más, ya que en la naturaleza de su rol está el embaucamiento) haya referencias autobiográficas a la misma infancia del director, encorsetada en el calvinismo más conservador. Por suerte Schrader canalizó esa represión por medio del arte y no acosando a parejas por callejones oscuros... que sepamos.

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