Título Original: Knockin' on a Heave'ns Door (1997)
Director: Thomas Jahn
Guión: Til Schweiger & Thomas Jahn
Actores: Til Schweiger, Jan Josef Liefers, Thierry van Werveke, Moritz Bleibtreu, Huub Stapel, Leonard Lansink, Ralph Herforth, Cornelia Froboess, Rutger Hauer, Corinna Harfouch
Trailer
Entre los años 1994 y 1997 (más o menos) una extraña enfermedad recorrío casi en su totalidad el cine de acción desde Estados Unidos a Europa. Dicha afección se llamaba Tarantinitis Aguda y por desgracia dio como resultado muchísima mierda. Productos de directores impersonales que tras el éxito de Pulp Ficiton decidieron emular, homenajear o directamente plagiar al realizador de Knoxville, introduciendo en sus tramas tipos vestidos de negro que decían polleces, mucha violencia y mafiosos que cogían la pistola de lado. Moda que se supone llegó con la ya mencionada segunda película de Tarantino, producto en el que paradójicamente ninguno de los personajes cogía su arma en esta posición
De entre esos films destacó y recibió en nuestro país cierta atención una cinta alemana dirigida por un tal Thomas Jahn y protagonizada por el aquel entonces en ascenso Til Schweiger y el no tan conocido Jan Josef Liefers. El film, que responde al dylaniano título de Knockin' on a Heaven's Door exhala indudablemente el estilo del director de Reservoir Dogs, pero también mezcla en su fondo un tono de comedia casi infantil, apuntes muy acertados de drama, una violencia que no era tal ya que se disparan cientos de balas durante todo el metraje, pero ninguna impacta en personaje alguno, y mucho buen rollo para con el espectador.
La trama es sencilla y directa. Dos desconocidos, enfermos terminales de cáncer se conocen en un hospital, deciden huir y hacer todo aquello que no han podido en sus vidas. Thomas Jahn se sirve de esta premisa y el McGuffin del robo de un coche propiedad de la mafia para dar forma a un divertida road movie, fresca y desenfadada que se mueve con facilidad entre la comedia (blanca y negra) y el drama que implica la enfermedad en fase final que padecen los dos protagonistas y que al personaje de Schweiger le produce inesperados ataques debidos a un tumor cerebral en avanzado estado.
Otro de los puntos fuertes de la película es su dúo protagonista, que a pesar de estar formado por un par de intérpretes sin mucho talento los mismos destilan carisma a espuertas. Ambos actores consiguen empatizar con el espectador por el carácter decididamente infantil de sus roles. Los dos parecen más unos niños que quieren divertirse de la manera más alocada posible que dos enfermos terminales cumpliendo sus últimas voluntades. Til Schweiger (que también es co guionista junto al director) y su eterna cara de ladrillo cumplen, pero ahora descubro por qué Tarantino lo hizo hablar más bien poco en Malditos Bastardos, su voz es horrible y no se adecúa para nada con su corpulencia. Jan Josef Liefer está algo mejor, el lleva más el peso psicológico, pero como ya he dicho antes ambos realizan unos trabajos memorables.
Knockin' on a Heave'ns Door es un producto entrañable y a redescubrir. Una cinta deliciosa, descarada y gamberra pero también emotiva y llena de vida. Thomas Jahn no ha vuelto a hacer nada destacable detrás de las cámaras, pero su ópera prima es un film que dejó muy buen sabor de boca a la mayoría de aquellos que lo pudieron ver en su momento o que como yo lo han descubierto años después. Sólo por disfrutar de su desenfado, su vitalidad, el buen cine contenido en su metraje y el excelente desenlace deudor del Kurosawa de ¡Vivir! o el Kitano de Hana-Bi, con una excelente versión del tema que da título a la película por parte de la banda alemana Selig sonando de fondo, ya merece la pena este viaje en pos de la infinidad oceánica.
De entre esos films destacó y recibió en nuestro país cierta atención una cinta alemana dirigida por un tal Thomas Jahn y protagonizada por el aquel entonces en ascenso Til Schweiger y el no tan conocido Jan Josef Liefers. El film, que responde al dylaniano título de Knockin' on a Heaven's Door exhala indudablemente el estilo del director de Reservoir Dogs, pero también mezcla en su fondo un tono de comedia casi infantil, apuntes muy acertados de drama, una violencia que no era tal ya que se disparan cientos de balas durante todo el metraje, pero ninguna impacta en personaje alguno, y mucho buen rollo para con el espectador.
La trama es sencilla y directa. Dos desconocidos, enfermos terminales de cáncer se conocen en un hospital, deciden huir y hacer todo aquello que no han podido en sus vidas. Thomas Jahn se sirve de esta premisa y el McGuffin del robo de un coche propiedad de la mafia para dar forma a un divertida road movie, fresca y desenfadada que se mueve con facilidad entre la comedia (blanca y negra) y el drama que implica la enfermedad en fase final que padecen los dos protagonistas y que al personaje de Schweiger le produce inesperados ataques debidos a un tumor cerebral en avanzado estado.
Otro de los puntos fuertes de la película es su dúo protagonista, que a pesar de estar formado por un par de intérpretes sin mucho talento los mismos destilan carisma a espuertas. Ambos actores consiguen empatizar con el espectador por el carácter decididamente infantil de sus roles. Los dos parecen más unos niños que quieren divertirse de la manera más alocada posible que dos enfermos terminales cumpliendo sus últimas voluntades. Til Schweiger (que también es co guionista junto al director) y su eterna cara de ladrillo cumplen, pero ahora descubro por qué Tarantino lo hizo hablar más bien poco en Malditos Bastardos, su voz es horrible y no se adecúa para nada con su corpulencia. Jan Josef Liefer está algo mejor, el lleva más el peso psicológico, pero como ya he dicho antes ambos realizan unos trabajos memorables.
Knockin' on a Heave'ns Door es un producto entrañable y a redescubrir. Una cinta deliciosa, descarada y gamberra pero también emotiva y llena de vida. Thomas Jahn no ha vuelto a hacer nada destacable detrás de las cámaras, pero su ópera prima es un film que dejó muy buen sabor de boca a la mayoría de aquellos que lo pudieron ver en su momento o que como yo lo han descubierto años después. Sólo por disfrutar de su desenfado, su vitalidad, el buen cine contenido en su metraje y el excelente desenlace deudor del Kurosawa de ¡Vivir! o el Kitano de Hana-Bi, con una excelente versión del tema que da título a la película por parte de la banda alemana Selig sonando de fondo, ya merece la pena este viaje en pos de la infinidad oceánica.
Lo que pasa con el cine de Tarantino, exageradamente tras el post-Pulp Fiction, es que muchos lo miran pero pocos lo ven.
ResponderEliminarNi yo lo hubiera dicho mejor.
ResponderEliminar