lunes, 16 de agosto de 2010

Katyn, la voz dormida


Título Original:
Katyn (2007)
Director: Andrzej Wajda
Guión: Andrzej Mularczyk & Andrzej Wajda
Actores: Andrzej Chyra, Magdalena Cielecka, Artur Zmijewski, Danuta Stenka, Maja Komorowska, Wladyslaw Kowalski, Pawel Malaszynski, Stanislawa Celinska, Marek Kondrat, Krzysztof Kolberger





En 1940 el ejército soviético de Stalin asesinó a 15.000 prisioneros de guerra polacos en el bosque del pueblo ruso de Katyn. La Unión Soviética siempre culpó de tal hecho a la Alemania nazi que en el año 1939 invadió Polonia y ocultó su implicación directa con la masacre. No fue hasta 1990 con Mijail Gorbachiv como presidente de Rusia que el gobierno del país admitió la autoría de tan atroz matanza. Andrzej Wajda, uno de los más célebres directores polacos de la historia del cine (siempre después de autores como Roman Polanski, Krzysztof Kieslowski o Jean Epstein) realizó en 2007 la recreación cinematográfica de estos hechos destacados de la historia de su país.




Es encomiable que un director de considerable veteranía y extensa filmografía como Wajda siga en tan buena forma en pleno siglo XXI. Katyn es un excelente film, cargado de un exquisito dramatismo. Una obra que auna denuncia con calidad y gran cine con apelación por la memoria histórica. El director de El Hombre de Marmol inteligentemente esquiva el revanchismo visceral y muestra los hechos de la manera más rigurosa posible, sin ahorrar crudeza, pero siempre con una elegancia fuera de toda duda.




Desde el primer momento sabemos de que lado está el realizador (su padre fue asesinado en aquellos bosques, no es difícil imaginárselo) y que la visión que da de los rusos es desoladora, mostrando a la mayoría de ellos como a carniceros sin remordimiento alguno. Pero no elude mostrar también la barbarie nazi e incluso meterse en un terreno más peligroso, el de retratar el silencio de gran parte de la iglesia, que una vez más optó por callar ante un conflicto de carácter bélico y sobre todo, narrar que hubo un gran número de sus compatriotas que colaboraron con los asesinos y posteriormente negaron la implicación de los mismos con los crímenes.




Katyn tiene, paradójicamente, una estructura que en ocasiones recuerda a Novecento de Bernardo Bertolucci, pero su estilo y acabado tiene mucho que ver con El Pianista de Roman Polanski. Debido a que ambas obras, rayando lo soberbio, parecen haber sido realizadas dentro de un academicismo que diluye (minimamente) el discurso autoral previo de sus autores, que ambos realizadores sufrieron la pérdida de una figura paternal por culpa de la invasión de su país durante la Segunda Guerra Mundial y porque a pesar de las terribles imágenes a las que dan forma, ambos films apelan a la esperanza y el perdón, pero no al olvido.




Wajda acierta de pleno e incluso en ese clímax donde podemos ver por fin imágenes de aquellos terribles hechos no se muestra partidario de sensacionalismo alguno, aunque falla con detalles como ese Padre Nuestro encadenado (que sí lo hubiera entonado un solo soldado hubiera quedado más creíble y menos maniqueo), la inclusión innecesaria de extractos de la partitura que compusiera Wendy Carlos para El Resplandor de Stanley Kubrick o ese último plano que por mucho que simbolice algo importante dentro de la trama, hace perder en parte la entereza moral que tenía el producto durante todo su metraje.




Una obra imprescindible dentro del cine europeo reciente. La muestra de que la barbarie, el totalitarismo y la intolerancia son execrables y condenables sin importar de que ideología provengan. Katyn es cine elegante, lúcido, ejemplar y sobre todo necesario. Andrzej Wajda con sus 84 años sigue siendo un autor con todas las letras, comprometido, incisivo, puede que no siempre acertado, pero rara vez su obra ofrece desinterés.


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