domingo, 24 de junio de 2018

Drácula: Príncipe de las Tinieblas, la sangre es la vida



Título Original Dracula: Prince of Darkness (1966)
Director Terence Fisher
Guión Jimmy Sangster, basado en personajes de Bram Stoker
Reparto Christopher Lee, Barbara Shelley, Andrew Keir, Francis Matthews, Suzan Farmer, Charles Tingwell, Thorley Walters, Philip Latham, Walter Brown, George Woodbridge, Jack Lambert, Philip Ray






Ocho años tardó el equipo formado por el director Terence Fisher, el actor Christopher Lee y el guionista Jimmy Sangster en volver a unirse para dar continuación a Horror of Dracula, aquella cinta de 1958 producida por la Hammer Films con la que adaptaron la célebre novela del irlandés Bram Stoker centrada en su particular revisión del personaje de Vlad Tepes, convirtiéndolo en un vampiro ávido de sangre. A pesar del éxito de dicha propuesta, de la que hablamos hace unos años en este mismo blog, parece ser el intérprete británico el que daba continuamente su negativa a la hora de volver a portar la capa del mítico conde transilvano. Esto no quiere decir que tanto él como Fisher o Sangster hubieran estado quietos todo ese tiempo. La Hammer se encontraba en su época de mayor apogeo y ya fuera colaborando juntos, o cada uno en solitario, habían participado en clásicos de la compañía como La Momia, La Venganza de Frankenstein, El Perro de los Baskerville o Las Novias de Drácula, siendo esta última la segunda cinta centrada en el personaje, pero sin la presencia de Christopher Lee dándole "no vida".




De modo que en el año 1966 la maquinaría vinculada a los Bray Studios británicos se puso en funcionamiento para realizar la nueva película centrada en el no muerto más famoso de la historia con Drácula: Príncipe de las Tinieblas, ahora sí, la secuela de Horror of Dracula y segundo largometraje con el famoso conde como protagonista. Como hemos citado Terence Fisher, maestro del género y realizador estrella de la Hammer Films, se puso de nuevo detrás de las cámaras y el actor fetiche de Tim Burton reencarnó al personaje al que estaría vinculado hasta sus últimos días de vida. Del guión se ocupó otra vez Jimmy Sangster, a partir de una idea de Anthony Hinds, y en el reparto de secundarios encontramos a Barbara Shelley, Andrew Keir, Francis Matthews, Suzan Farmer o Charles Tingwell, entre otros, y echamos mucho de menos a Peter Cushing, que en esta ocasión no volvería para dar vida al aguerrido Abraham Van Helsing, rol que sí retomaría en las dos últimas secuelas de la saga.




Desde un punto de vista argumental Dracula: Prince of Darkness se encuentra en las antípodas de Horror of Dracula. Mientras en la cinta primigenia de 1958 Terence Fisher y el guionista Jimmy Sangster trataban de trasladar, muy libremente, la novela de Bram Stoker aunando distintas tramas y ejecutando un producto con una narración más rica, esta secuela de 1966 reduce su escritura al mínimo exponente, despojándose de florituras y volando con más libertad al no ceñirse a la prosa del literato irlandés, aunque se tomen del libro algunos apuntes como el personaje de Ludwig que es un claro émulo o sosias de R. M. Renfield que después de no aparecer en la primera entrega, tiene aquí un rol secundario de cierta relevancia. De esta manera el director de The Gorgon y sus colaboradores mantienen el tono establecido en la ya mencionada Horror of Dracula, pero abordando el proyecto de una manera mucho más visceral y gráfica en esta ocasión, algo en lo que incidiremos más tarde en esta entrada.




Porque la historia narrada en Drácula: Príncipe de las Tinieblas no va más allá de la llegada de dos matrimonios británicos a Transilvania dando a parar con sus huesos, a pesar de las consabidas advertencias de los supersticiosos lugareños, al castillo del famoso conde. Una vez allí el mayordomo del finado dueño de la fortaleza dará alimento y cobijo a los cuatro turistas para posteriormente utilizar la sangre de uno de ellos con la intención de resucitar a su amo y señor. Como podemos ver el planteamiento de la trama es de un clasicismo prístino, recordándonos a la de cualquier otra muestra cinematográfica protagonizada por las distintas versiones del personaje que se habían dado durante la primera mitad del siglo XX. Pero aquí es cuando entra escena el sello de la Hammer Films sustentado en una crudeza y una explicitud inédita para el género de terror de la época y sobre todo la mano de un maestro como Terence Fisher que consigue sacar oro de un argumento tan exiguo y poco dado al alarde narrativo como el planteado por Jimmy Sangster.




Por un lado llama la atención la contenida y medida puesta en escena del director en un producto como el que nos ocupa, arrancando con un flashback del frenético final de Horror of Dracula, pero entregándose inmediatamente después a un ritmo más cadencioso y calmado. El director de Frankenstein Creó a la Mujer toma todo el tiempo necesario para ir desarrollando la historia de los dos matrimonios que llegan al país rumano, apelando a un suspense medido al milímetro, acentuando el in crescendo de tensión por medio de una atmósfera amenazante que toma forma a lo largo de la primera mitad del film. Aunque parezca que en pantalla están aconteciendo pocos hechos de relevancia Fisher consigue captar el interés de un espectador desconocedor del momento en el que el peligro tomará forma una vez el personaje de Christopher Lee haga acto de presencia. Su profesionalidad es tal y su control del lenguaje cinematográfico tan intachable que el mismo Drácula no aparece hasta el ecuador de la cinta y en ningún momento la obra se resiente por ello.




En cambio cuando el personaje de Christopher Lee debuta en pantalla no sólo monopoliza el largometraje, también ofrece la encarnación más salvaje y brutal de todas las que realizó interpretando a Drácula, fuera o dentro de la Hammer Films, convirtiendo el proyecto en una descarnada pieza cuya violencia parece contagiar toda la segunda mitad del metraje. Posiblemente esta recreación del conde por parte del Mycroft Holmes de La Vida Privada de Sherlock Holmes sea la más cruenta de todas ellas por la total ausencia de diálogos por su parte, elección que acentúa la naturaleza de animal sediento de sangre del protagonista y que, según cuenta la leyenda, pudo deberse a varios motivos, como el descontento del intérprete con el guión de Jimmy Sangster o su ejecución a modo de castigo de este último hacia Lee por el hecho de haber criticado su trabajo de escritura. No sabemos a ciencia cierta a qué se debió esta decisión, pero de cara la traslación del personaje a la pantalla supuso todo un acierto.




Gracias a la labor conjunta de Terence Fisher, Jimmy Sangster y Christopher Lee Drácula: Príncipe de las Tinieblas consigue materializar algunas secuencias míticas que están ente las mejores de la historia de la Hammer Films. Desde el ritual de resurrección de Drácula, por medio de unos excelentes efectos visuales y de maquillaje; pasando por su primera aparición o la secuencia, una de las pocas sacadas directamente de la novela de Bram Stoker; en la que el conde intenta que el personaje de Diana beba su propia sangre para convertirla en una de sus acólitas, cualquier pasaje centrado en el carismático Padre Sandor de Andrew Keir, o casi todo lo acontecido en el clímax final se revelan como momentos poseedores del inconfundible aroma de la productora creada por William Hinds y James Carreras. La única mácula que podemos sacar a colación con respecto a esta ejemplar entrega sería la muerte del protagonista en el lago helado, una de las más insulsas de la saga, sobre todo si tenemos en cuenta la dura competencia posterior, ya que en el resto de secuelas tanto las excusas para resucitar al personaje como sus defunciones llegarán a adentrarse en los terrenos del disparate.




Dracula: Prince of Darknes puede considerarse a día de hoy un clásico del género de terror y del cine que ha llevado a la pantalla grande las aventuras y desventuras del célebre vampiro transilvano diseñado por Bram Stoker. Como obra es una muestra cristalina de los niveles de calidad y profesionalidad que podía alcanzar una Hammer Films encontrándose por aquel entonces en sus últimos años dorados y con tres de sus mejores empleados dándolo todo para escribir, dirigir e interpretar una pequeña joya que sólo se encuentra un peldaño por debajo de su imbatible predecesora. Tras ella llegarían otras cinco entregas más de la franquicia, pero ya sin Terence Fisher y Jimmy Sangster implicados en las mismas, algo que se dejaría notar sobre todo en lo referido a la ausencia del mítico realizador. Todas ellas inferiores a la obra que nos ocupa, pero con distintos y variopintos puntos de interés que las hacen tan atractivas como merecedoras de ser comentadas en este blog en un futuro próximo.



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