jueves, 28 de febrero de 2019

Alita: Ángel de Combate



Título Original Alita: Battle Angel (2019)
Director Robert Rodríguez
Guión Laeta Kalogridis y James Cameron, basado en el manga de Yukito Kishiro
Reparto Rosa Salazar, Christoph Waltz, Jennifer Connelly, Jackie Earle Haley, Ed Skrein, Mahershala Ali, Lana Condor, Keean Johnson, Jorge Lendeborg Jr., Eiza González, Leonard Wu, Elle LaMont,  Marko Zaror, Jorge A. Jimenez, Billy Blair, Jeff Fahey, Casper Van Dien, Idara Victor, Derek Mears,  Rick Yune, Hugo Perez, Alex Livinalli, Neal Kodinsky, Sam Medina, Darcel Danielle, Garrett Warren, Vincent Fuentes, Gregg Berger, Michelle Rodriguez, Edward Norton, Jai Courtney




Desde que hace más de dos décadas adquiriera sus derechos no han sido pocos los intentos por parte del cineasta canadiense James Cameron de llevar a imágenes el célebre manga Battle Angel Alita, creado en 1991 por el autor nipón Yukito Kishiro. Por distintos motivos el proyecto se veía continuamente pospuesto hasta que en 2015 comenzó la preproducción oficial del largometraje. Un nuevo problema surgió cuando la apretada agenda de Cameron, envuelto por aquel entonces en la gestación de las distintas secuelas de su exitosas Avatar, abandonó la silla del director en favor de otro cineasta que se ocupara de llevar a buen puerto tan complicada empresa. El elegido fue el texano Robert Rodríguez, entrando a formar parte del blockbuster con su productora Troublemaker Studios, pero ejerciendo, a diferencia de lo usual en su filmografía, como profesional de encargo con material no nacido de su impronta.




Además de la presencia del director de Sin City o Machete, Alita: Ángel de Combate cuenta con un guión escrito a cuatro manos por  el mismo James Cameron y Laeta Kalogridis, autora de origen griego ducha en relatos de ciencia ficción como la magnífica serie Altered Carbon o la intragable película Terminator: Génesis. En lo referido al reparto el papel protagonista de Alita recae sobre la actriz Rosa Salazar (Bird Box) y la misma se ve acompañada por un soberbio plantel de secundarios entre los que encontramos a Christoph Waltz (Django Desencadenado), Jennifer Connelly (Noé), Mahershala Ali (Green Book) o Ed Skrein (Deadpool). A ellos se suman una serie de intérpretes bastante reconocidos debajo de enormes capas de maquillaje y pixels con apariciones a modo de cameos bastante divertidos de descifrar por parte del espectador a lo largo y ancho de todo el metraje, con sorpresa final incluida.




Después de las buenas intenciones, pero resultados demasiado acomodaticios, de Ghost in the Shell: El Alma de la Máquina James Cameron y sus colaboradores por fin ofrecen una versión cinematográfica occidentalizada de un manga con los suficientes hallazgos visuales y aciertos narrativos para ser considerada un proyecto, no sólo destacable entre el resto de superproducciones hollywoodienses, sino también una adaptación digna de la obra en viñetas de Yukito Kishiro. Como cualquier traslación audiovisual de un cómic a la pantalla grande Alita: Ángel de Combate se toma algunas licencias con respecto a GUNNM, nombre original del manga. Pero en lo referido a la trama central desarrollada en los primeros números de la serie editada por Kondasha durante los 90 lo planteado en la cinta dirigida por Robert Rodríguez se ciñe notablemente al relato expuesto en papel por aquel entonces. Aunque evidentemente condensando varias aventuras en un sólo producto de 121 minutos.




De esta manera el punto de partida localizado en un futuro distópico post-apocalíptico con arranque justo cuando el Doctor Dyson Ido (Christoph Waltz) recupera el cuerpo de Alita (Rosa Salazar) de un desguace cuya chatarra proviene de la ciudad flotante, Salem, reconstruyéndola para al poco tiempo descubrir que es una perfecta máquina para la guerra es sólo el principio de una historia como la planteada por James Cameron, Laeta Kalogridis y Robert Rodríguez, capaz de atesorar genuina emoción dentro de su epatante carcasa visual. Porque después de más de veinte años cargados de problemas, desavenencias e intentos fallidos por salir adelante como pieza cinematográfica Alita: Ángel de Combate se revela tras su estreno como uno de los blockbusters más interesantes y eficientes de los dos meses que llevamos de año 2019. Todo esto gracias al buen hacer de los numerosos profesionales implicados en su creación.




Álita: Ángel de Combate contiene todos los ingredientes habituales e identificables dentro de un relato cyberpunk. Evidentemente la procedencia de su estética y contexto visual nace del manga de Yukito Kishiro, pero son las tablas de Robert Rodríguez a la hora de ejecutar piezas adscritas a la aventura y ciencia ficción uno de los pilares maestros capaces de sustentar todo el proyecto. Ya hemos mencionado previamente que el director de The Faculty no ejerce aquí de "hombre orquesta" como en la mayoría de sus largometrajes, pero su versatilidad demostrada con productos infantiles como la saga Spy Kids, repletos de secuencias de acción, o las dos entregas de Sin City, con su uso excelso del CGI para crear un diseño de producción netamente virtual, encuentra aquí un material perfecto para dar rienda suelta a su sabio control de megaproducciones. Paradójico esto teniendo en cuenta que hablamos de un director cuyo debut tuvo lugar con una obra independiente de 7000 dólares de presupuesto llamada El Mariachi.




Porque Alita: Battle Angel es una demostración de poderío visual con pasajes de una brillantez intachable. En este aspecto se nota la mano de James Cameron en la producción ya que, sin inventar nada revolucionario, los efectos digitales de la obra son, en líneas generales, sobresalientes. El director de Terminator o Abyss lleva décadas trabajando con el CGI y siendo uno de los principales impulsores de su evolución a lo largo de los años. De manera que no es de extrañar ver en una cinta como esta una ingente cantidad de omnipresentes pixels, aunque siempre al servicio de la historia y sin arrastrar la enorme carencia de eclipsarla por medio de vistosidad y fuego de artificio innecesario. Las secuencias de acción física, los tiroteos o las carreras de Motorball dan buena muestra del poderoso nivel de producción con el que cuenta una obra como la última de Robert Rodríguez detrás de las cámaras.




Por suerte no sólo del delirio estilístico vive una película como Alita: Ángel de Combate. El guión de James Cameron y Laeta Kalogridis, así como el trabajo de Robert Rodríguez con los personajes, insufla una inesperada sensibilidad a su propuesta conjunta, impropia de gran parte de los blockbusters facturados en Estados Unidos. Evidentemente toda la patina emocional orbita alrededor de Alita, ese cyborg capaz de ser "más humana que los humanos" entregándose sin miramientos o prejuicios al amor que siente por el personaje de Hugo, desembocando todo en esa secuencia tan simbólica y tierna como es la del corazón. Toda este cuidado por perfilar la personalidad de la protagonista por medio de la escritura y la dirección de actores del autor de Desperado encuentra una cómplice de incalculable valor en Rosa Salazar, la intérprete que le insufla vida y una expresividad magistral potenciada por el CGI utilizado para diseñar sus impresionantes ojos repletos de calor e inocencia.




La actriz de ascendencia peruana cuenta con unos compañeros de reparto a la altura de las circunstancias. Christoph Waltz toma el rol de figura paternal y protectora con el Doctor Dyson Ido alejándose un poco de sus papeles más pusilánimes o sardónicos. Jennifer Connelly muestra su talento al dar vida a Chiren un personaje con más claroscuros de los que pudiera parecer en un principio. Mahersahala Ali, en cambio, no puede lucirse demasiado como Vector, villano no muy bien perfilado que arrastra a lo largo del metraje una peculiaridad demasiado sobreexplotada impidiéndole tomar consistencia física y psicológica. En cambio muy destacable es la labor de Ed Skrein en la piel biónica de Zapan, un asesino a sangre fría con no pocos momentos memorables y un diseño para quitarse el sombrero. La nota más discordante la ofrece Keean Johnson como Hugo, el interés amoroso de Alita incapaz de mostrar por medio de su composición la misma implicación sentimental que su partenaire.




Después de unas alarmistas, e incumplidas, predicciones que auguraban perdidas de hasta 200 millones de dólares en taquilla Alita: Ángel de Combate está funcionando muy bien en su carrera internacional y ha sido recibida con considerables parabienes por parte de la prensa especializada. De hecho los números son tan buenos que James Cameron y 20th Century Fox ya están pensando en una más que probable segunda parte. Todos los logros y halagos recibidos por el último trabajo de Robert Rodríguez serán merecidos al haber ayudado al autor de AliensPiraña II: Los Vampiros del Mar a completar un proyecto tan largamente acariciado como el de trasladar las potentes aventuras de Yukito Kishiro a las multisalas con un resultado más que satisfactorio. A la espera quedamos de esa secuela o de si el buen hacer comercial de Alita supone el verdadero pistoletazo de salida, con todo lo bueno y malo que implica, para que Hollywood se decida a adaptar los mangas más míticos del país del Sol Naciente a la maquinaria cinematográfica de la nación de las barras y estrellas.


martes, 26 de febrero de 2019

La LEGO Película 2



Título Original The LEGO Movie 2: The Second Part (2018)
Director Mike Mitchell
Guión Christopher Miller y Phil Lord




El año 2014 la empresa danesa de juguetes LEGO se asociaba con la productora estadounidense Warner Bros para llevar por primera vez una película protagonizada por sus famosas figuras y construcciones a la gran pantalla. En honor a la verdad debemos mencionar que por aquel entonces LEGO ya había llevado al mercado doméstico y la televisión innumerables producciones audiovisuales protagonizadas por personajes de DC, Marvel o Star Wars, entre otros. Pero este proyecto era mucho más ambicioso y dirigía su mirada al gran público por medio de una superproducción a la altura de las circunstancias. La LEGO Película llegó hace cinco años a las carteleras de todo el mundo y lo que nació como una película para promocionar una exitosa marca de juguetes se convirtió, contra todo pronóstico, en una de las mejores películas de aquella temporada. Los responsables de la genialidad detrás de las aventuras del entrañable e ingenuo Emmet fueron Christopher Miller y Phil Lord, alabadísimo tándem responsable de sagas como 22 Jump Street, Lluvia de Albóndigas o esa obra maestra de reciente factura titulada Spider-Man: Un Nuevo Universo. El enorme éxito de crítica y público del film dio el pistoletazo de salida para otras producciones LEGO localizadas en las multisalas como Batman: La LEGO Película o La LEGO Ninjago Película y como era de esperar a una secuela de la deliciosa locura ideada por la pareja de guionistas y directores.





Cuando se cumplen cinco años del estreno de la primera entrega La LEGO Película 2 llega a nuestras pantallas para ponerlas patas arriba. De manera harto sensata los jefazos de Warner Bros deciden mantener a Chris Miller y Phil Lord como guionistas del proyecto, junto a Matthew Fogel, pero en esta ocasión es Mike Mitchell (Trolls, Alvin y las Ardillas 3) quien se ocupa de la realización. Dentro de los protagonistas tenemos prácticamente a los mismos personajes con las voces originales que los doblaron hace un lustro. Emmet (Chris Pratt), Lucy (Elisabeth Banks), Batman (Will Arnett), Unikitty (Alison Brie), Barba Metálica (Nick Offerman) y Bennie (Charlie Day) vuelven en una aventura que comienza justo donde acabó la primera entrega para después saltar cinco años en el tiempo. La aparición de los invasores LEGO DUPLO comandados por la reina SoyLoQue QuieraSer (Tiffany Haddish) y sus misteriosas intenciones o la relación de Emmet con el heróico y carismático Rex Dangervest (Chris Pratt) marcarán el inicio de una serie de situaciones rocambolescas rematadas con final inesperado.




Christopher Miller y Phil Lord son unos tipos muy inteligentes y con cada nuevo proyecto en el que se implican lo vuelven a corroborar. Al ser conscientes de que The Lego Movie 2: The Second Part pierde el factor sorpresa de su predecesora, ese uso de la metaficción revelado en la brillante recta final del metraje, deciden aferrarse a dicho discurso para explotarlo a lo largo de esta secuela, aprovechando la mayoría de las posibilidades conceptuales y narrativas que planteaba en su origen. De esta manera encontramos una segunda parte que ofrece, y en grandes cantidades, todos los hallazgos, aciertos o deliciosos desvaríos argumentales y visuales de la cinta de 2014. Aunque, una vez más dando muestras de sabiduría, los guionistas y el director no se ven afectados por la “secuelitis” propia de Hollywood que obliga a cada continuación de un blockbuster ser más grande y ruidosa que la anterior. Algo que por otro lado era difícil de conseguir si tenemos en cuenta que la primera película era puro horror vacui en cada uno de sus planos, llegando en ocasiones a saturar, vía sobreinformación, al espectador.




Por lo tanto nos encontramos con una nueva entrega que respeta escrupulósamente, puede que demasiado, el espíritu y la idiosincrasia de La LEGO Película, algo muy de agradecer a la hora de mantener el alto nivel de calidad impuesto por aquella como producto de ficción. Pero como Christopher Miller y Phil Lord ya mostraron sus cartas en el final de la cinta primigenia ahora pueden jugar con los paralelismos y juegos de espejos proporcionados por la alternancia entre lo sucedido en el “Mundo LEGO” y lo que acontece en la realidad. En este sentido encuentra el largometraje algunas de sus mejores bazas. Cuando el espectador se ve en la tesitura de tener qué descifrar qué acción han realizado los personajes humanos para tener en pantalla las consecuencias adscritas al microcosmos imaginario protagonizado por las figuras de LEGO. Estas interesantes y divertidas dualidades narrativas juegan a favor de la película en todo momento, aunque al reducir el subtexto a las idas y venidas entre dos hermanos el mensaje sobre la liberación de la imaginación durante la infancia de la anterior película queda algo banalizado en el proceso y pierde consistencia, volviéndose más conservador y acomodaticio.




Por suerte, y al igual que sucedía con su hermana mayor, La LEGO Película 2 es una fiesta, un desfile de locuras sin filtro y un despliegue visual demente y carismático. Nos encontramos con una cinta que mezcla Mad Max: Furia en la Carretera con Toy Story, Jurassic World, el cine de superhéroes, las buddy movies, las space operas, los musicales o las comedias románticas. En el proceso tenemos, además de a los indispensables protagonistas, cameos de todo tipo de personajes de la cultura pop (la aparición de la Liga de la Justicia sabe a poco) y nuevos roles memorables como la reina SoyLoQue QuieraSer, ña General Caos, Rex Dangervest o los desopilantes velociraptors que trabajan para este último y los diálogos que espetan. Toda esta macedonia de referencias, personajes y apariciones estelares está perfectamente mezclada gracias al buen hacer de Christopher Miller, Phil Lord y Matthew Fogel en la escritura y a un inspiradísimo Mike Mtichell en la dirección. No llegando a los niveles de fuerza y contundencia de la labor del ya citado dúo cuando se puso detrás de las cámaras en la primera película, pero logrando ejecutar el, con mucha diferencia, mejor trabajo de su carrera cinematográfica.




Se antojaba imposible repetir esa feliz chaladura que supuso hace un lustro La LEGO Película, ya que el de Chirstopher Miller y Phil Lord era uno de esos proyectos que se dan una sola vez en la vida gracias a la perfecta alquimia entre profesionales talentosos dando lo mejor de sí mismos para facturar una pieza única. Por suerte la permanencia de los padres de la criatura a la hora de dar forma a esta imprescindible secuela ha asegurado unos niveles de calidad que para sí quisieran muchas de las segundas partes facturadas en Hollywood. Un producto para toda la familia capaz de mantener a los más pequeños pegados a la pantalla gracias a su sesión continua de situaciones divertidas y desprejuiciadas mientras permite a los adultos implicarse en un relato repleto de metareferencialidad, dobles lecturas harto interesantes y barrabasadas varias. Esta entrada de hoy es especial para un servidor, debido a que en breve cumpliré cinco años como redactor en Zona Negativa y mi debut en la web fue, precisamente, con la reseña de la primera La LEGO Película allá por el 2014. Esta va por Emmet, Lisa, Unikitty, Benni, Barba Metálica, Batman y otros cinco años, o muchos más, en los que “todo siga siendo fabuloso”.


sábado, 23 de febrero de 2019

Mira Lo Que Has Hecho: Temporada 2, una serie de catastróficas desdichas



"¿Cuándo dejó esto de ser una comedia y se convirtió en una tragedia?"




A casi un año del estreno de la primera temporada de Mira Lo Que Has Hecho, la serie creada por el humorista y actor catalán Berto Romero, Movistar + pone a disposición en su catálogo la segunda tanda de episodios. En gran parte inspirado en su propia vida el primer producto de ficción televisivo escrito por el habitual colaborador de Andreu Buenafuente supuso todo un éxito de crítica y público. El tono cercano, el humor bien planteado y ejecutado, la veracidad detrás de los personajes y la intención de querer salirse del encorsetamiento propio de un género como la comedia televisiva hicieron de dicha propuesta toda una sorpresa diseñada con la sorna, ironía y vis cómica de su máximo responsable. A ello debíamos sumar un reparto perfecto en el que el mismo Berto Romero confirmaba su talento interpretativo y despuntaba una semidesconocida y enorme Eva Ugarte, convertida en uno de los pilares maestros sobre el que se edificaba todo el proyecto.




Con la intención de no repetirse y seguir evolucionando con un producto que, en principio, no parece el más adecuado para la experimentación Berto Romero, sus co guionistas Enric Pardo y Rafael Barceló, o el director de esta temporada, Javier Ruiz Caldera (3 Bodas de Más, Anacleto: Agente Secreto, Superlópez) han decidido salirse por la tangente con una nueva entrega de Mira Lo Que Has Hecho capaz de ofrecer algo diferente enmarcado en un contexto reconocible y coherente con lo visto el año pasado en la primera temporada, pero arriesgando de cara a crear un conjunto más complejo con la intención de exigir un poco más al espectador. Jugada arriesgada por parte del actor de Ocho Apellidos Catalanes y sus colaboradores de la que salen triunfantes enriqueciendo el material diseñado por ellos mismos, aunque llegando a sacrificar ciertos aspectos del mismo con el peligro de no ser bien recibida la decisión por algunos sectores de la audiencia.




Seguramente esta segunda temporada de Mira Lo Que Has Hecho se acerque más a lo que en principio tenía en mente Berto Romero para su serie. Algo que no podía haber ejecutado en aquella primera que sirvió de toma de contacto con sus potenciales espectadores. La nueva tanda de episodios destaca principalmente por la gradual disminución del humor en favor del drama y sobre todo por la utilización de la metaficción dentro del relato planteado por los guionistas. Estos nuevos seis capítulos están marcados por, curiosamente, el rodaje de los seis anteriores, dándole a su realización una vital importancia. Es decir, la temporada 2 está dedicada a los problemas personales y profesionales en los que se vieron sumergidos el mismo Berto Romero y Sara, su esposa en la ficción, cuando este decidió escribir y protagonizar una serie sobre su propia vida mientas ella estaba  teniendo que driblar con un revoltoso niño de pocos años y la ausencia de su marido en casa estando embarazada de gemelos.




En este sentido Romero recurre a algunas trampas en favor de la ficción, ya que cuando él se implicó en el rodaje de la primera temporada de Mira Lo Que Has Hecho era padre de los tres hijos que tiene actualmente, como pudimos ver en este divertido sketch. Pero esto no sólo es una elección viable y acertada por su parte para acentuar el dramatismo de la propuesta, sino la confirmación de algo defendido desde el arranque de la serie. Como que la misma está inspirada "sólo en parte" en su propia vida, habiendo mucho de inventado o exagerado en ella. De esta manera encontramos al personaje de Eva Ugarte en una situación tan complicada como la de la temporada anterior, pero teniendo que afrontar más problemas, llegando algunos a hacer mella en su matrimonio con el cómico y viéndose en ocasiones sola a la hora de afrontarlos. Decisión esta magnífica a la hora de dar más entereza a su personaje, algo a lo que volveremos brevemente un poco más tarde a la hora de hablar de su labor interpretativa.




Esta intencionalidad por juguetear con la escritura de la serie se asienta ya desde el primer episodio. En ese Sudor y Lágrimas Romero, Barceló y Pardo ya coquetean con la deconstrucción narrativa y el el uso de varias líneas temporales con similitudes conceptuales y argumentales, algo a lo que ya recurrieron en el capítulo Hotfire de la primera temporada. Pero no tienen suficiente con ello y utilizan el concepto de "serie dentro de su propia serie" para alcanzar distintos niveles de metatextualidad. Todo un acierto recurrir a Belén Cuesta y Antonio Resines para que en la ficción interpreten los roles de Eva Ugarte y Mariano Benancio respectivamente, ambos a su vez contrapartidas ficciónales de la mujer y el padre de Romero en la realidad. De esta manera el cómico nacido en Cardona puede llevar más allá su creación y volver a descolocar al espectador con respecto a si lo que captura la cámara ocurrió realmente o simplemente es una invención para el producto audiovisual.




Como previamente hemos apuntado este uso inteligente y nada usual de la narración da más homogeneidad, profundidad y complejidad a esta segunda temporada, pero por el contrario el humor pierde terreno. Evidentemente nos encontramos, en gran parte, con una comedia y durante todo el recorrido de estos nuevos seis episodios abundan los gags, las situciones tronchantes y los pasajes con predisposición a la carcajada. Pero si en la primera temporada eran los dos últimos episodios los que dejaban de lado la comicidad para adentrarse en el drama, en esta es antes del ecuador de su recorrido cuando la tragedia solapa en gran parte la ligereza y la diversión para hablar de temas mucho más serios y trascendentales. Este cambio de tono es tan notable que hasta el mismo Romero es consciente de él y por medio de su propio personaje, volviendo así a la nueva naturaleza meta del programa, hace mención a ello, como puede verse en la cita que adjunto al inicio de la entrada.




Este viraje hacia el drama beneficia enormemente a un reparto cuyos personajes ganan en profundidad, matices y riqueza compositiva. Son de celebrar nuevas incorporaciones como las de Nuria Gago, Belén Cuesta o Antonio Resines, dar más minutos y consistencia a las tramas interpretadas por Jordi Aguilar, Anna Gras-Carreño o Juanfra Juárez, recuperar por medio de flashbacks o ensoñaciones a intérpretes de la primera temporada o la presencia de Carlos Theron dándose vida a sí mismo como director de la misma. Pero evidentemente son los dos actores protagonistas los que más rendimiento sacan a este cambio tonal en la serie. Berto Romero demostrando una notable soltura para abordar un personaje más dramático y propenso a la autocrítica o un autorretrato feroz y nada amable de su faceta tanto personal como profesional. Por su parte Eva Ugarte confirma ser una actriz brillante de un naturalismo desbordante, una profesionalidad intachable y una cercanía con la que la empatía por parte del espectador se antoja inmediata. Todo un placer ver trabajar a la madrileña.




Con esta segunda temporada de Mira Lo Que Has Hecho Berto Romero y su cuadrilla de colaboradores, delante y detrás de las cámaras. han arriesgado mucho y para el que suscribe el resultado ha sido notable. Contra todo pronóstico el catalán no se ha acomodado y eludiendo tomar el camino más corto o sencillo, el de ofrecer más de lo mismo sabiendo que gustará y funcionará, ha decidido llevar su propuesta un poco más allá y ver hasta dónde puede llegar hasta ahora su producto desde una perspectiva argumental y narrativa. En el proceso se cubre bien las espaldas con un director ducho a la hora de medir los tiempos de la comedia, un reparto a la altura de las circunstancias comandado por él y su intachable partenaire femenina y unos productores confiando lo suficiente en su talento como para asumir riesgos y enseñar el culo, como hace Andreu Bueneafuente en su memorable, irónica y "mafiosa" aparición en el último episodio. Con ganas quedo de ver cómo le irá a esta segunda temporada y hacia donde se encaminará una tercera de llegar a haberla.


viernes, 22 de febrero de 2019

Clímax, danzad, danzad, malditos



Título Original Climax (2018)
Director Gaspar Noé
Guión Gaspar Noé
Reparto Sofia Boutella, Romain Guillermic, Souheila Yacoub, Kiddy Smile, Claude Gajan Maull,  Giselle Palmer, Taylor Kastle, Thea Carla Schott, Sharleen Temple, Lea Vlamos, Alaia Alsafir,  Kendall Mugler, Lakdhar Dridi, Adrien Sissoko, Mamadou Bathily





Seguramente fue el mismo Gaspar Noé el primer sorprendido cuando al presentar su última producción, Clímax, en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes las alabanzas por parte de público y prensa especializada no se hicieron esperar, llegando incluso a ganar el primer premio. Algo parecido le sucedería cuando su quinto largometraje se alzó con el galardón a la mejor película en el pasado Festival de Sitges después de haber sido recibido con no pocos elogios y parabienes. No afirmamos esto porque su nueva propuesta detrás de las cámaras no merezca dichos reconocimientos, nada más lejos de la realidad, sino porque el francoargentino siempre ha sido un autor controvertido cuya filmografía ha despertado notable rechazo por su visceralidad y atrevimiento. Como se pudo ver en su momento con las puestas de largo internacionales de films como Solo Contra Todos, Irreversible, Enter the Void y, en menor medida, Love.




El génesis de un proyecto como Clímax es bastante peculiar. El rodaje de la película duró sólo quince días, se realizó en orden cronológico y únicamente contó con cinco páginas de guión. Estos datos podrían incitarnos a pensar que la última obra de Gaspar Noé es poco más que una cinta para salir del paso mientras prepara una de mayor envergadura, pero la realidad es diametralmente opuesta. Con un reparto de brillantes bailarines poniéndose delante de la cámara por primera vez como intérpretes comandados por Sofia Boutella, la única actriz profesional entre ellos a la que hemos podido ver en Kingsman: Servicio Secreto o Atomic Blonde, y un Gaspar Noé ejerciendo de co editor, escritor y realizador podemos considerar Clímax una de las propuestas más estimulantes y potentes del pasado año. Una pieza merecedora de todos los halagos recibidos a lo largo de su carrera comercial.internacional por carteleras y certámenes cinematográficos. A continuación, y en oposición al habitual modus operandi de este blog, se incluirán algunos spoilers de la obra reseñada.




La trama de Clímax, inspirada en hechos reales acaecidos en 1996, es de una sencillez insobornable. Un grupo de bailarines de danza contemporánea, y el hijo pequeño de uno de ellos, celebran el final de tres intensos días de ensayo en un orfanato abandonado en medio de un paraje nevado. La noche de despedida todos se reúnen para celebrar una fiesta mientras comienzan a surgir los primeros roces, celos y desavenencias entre los implicados. En un momento dado todos empiezan a sentirse mal y tener comportamientos erráticos, situación que acentúa de manera gradual la desconfianza y el rechazo acumulado entre unos y otros. Todo apunta a que el origen del caos viene originado por unos alucinógenos depositados la fuente de sangría de la que todos los bailarines están bebiendo. Este punto de partida sirve a Gaspar Noé para desarrollar un relato mínimo repleto de hallazgos formales y narrativos en los que incidiremos a continuación.




Una de las primeras escenas de Clímax es el plano fijo de un televisor en el que se emiten entrevistas de todos los bailarines de la compañía. Mientras los personajes confiesan sus mayores temores o anhelos, y Gaspar Noé utiliza leves pinceladas para dar pistas sobre la personalidad de cada una de sus criaturas, en los extremos del encuadre podemos encontrar varias películas en formato vhs entre las que reconocemos títulos como Suspiria, La Posesión, Saló o los 120 Días de Sodoma, Un Perro Andaluz o Querelle. De esta manera el guionista y cineasta no sólo da muestras de sus peculiares gustos cinematográficos, de conocimiento público varios de ellos, también nos ofrece pistas de qué tipo de largometraje va a ser el último dentro de su carrera como cineasta. Una vez puestas las fichas en el tablero y habiendo desfilado los tradicionales créditos finales al arranque de la obra, práctica habitual del argentino, Clímax empieza a tomar forma como pieza artística.




La primera escena en la que todos los protagonistas de la película interactúan juntos es una impresionante coreografía de baile rodada en plano secuencia con Gaspar Noé asentando las bases de su célebre puesta en escena, la misma que irá mutando a lo largo del metraje. Este largo pasaje aparentemente sin cortes (alguno hay oculto una vez termina el número musical) en el que todos los personajes se ven arrastrados por la fuerza sobrehumana intrínseca en la danza ejecutada es seguida por un montaje de escenas con los bailarines dialogando de manera distendida y sin cortapisas los unos con los otros en grupos de dos o tres. Esta parte se revela como una versión alternativa de las entrevistas antes mencionadas, porque es en la intimidad donde todos ellos muestran su verdadera cara espetando comentarios machistas, xenófobos, homófobos y violentos, sólo interrumpidos cuando vuelven a la pista de baile a dar lo mejor de sí mismos como profesionales y, entonces sí,  trabajar de nuevo como un grupo cohesionado.




Cuando el LSD vertido en la sangría comienza a hacer efecto y llegamos al ecuador del metraje los títulos de crédito iniciales de Clímax empiezan a desfilar de manera caprichosa en pantalla como si de un ritual iniciático se tratase. Al igual que ya hiciera con el cartel de aviso para abandonar la proyección de la recta final de su violenta ópera prima Solo Contra Todos Gaspar Noé utiliza este recurso para indicar al espectador el punto exacto donde se va a desencadenar el infierno terrenal y personal experimentado por esta compañía de baile. Desde ese mismo instante se acentúa notablemente la espontaneidad del film, algo fácilmente perceptible en la entrega sin miramientos desde ese mismo instante al uso de interminables planos secuencia en los que, casi con toda seguridad, el autor de Carne dio unas pocas indicaciones a su reparto para posteriormente entregarse este a la improvisación cuando el caos comienza a reinar en pantalla.




Es entonces cuando el estilo deudor del videoclip y la depurada estética visual de la primera mitad  deja paso al Gaspar Noé más reconocible y sin destilar, el de Sólo Contra TodosIrreversible o Enter the Void. Al contagiarse la lisergia de los personajes a los encuadres comienzan a actuar los tonos rojizos, la cámara orgánica e invasiva, la violencia explícita de naturaleza psicológica o física y los cuerpos anteriormente apolineos comenzando a retorcerse, fracturarse y autoinmolarse debido a los estragos de los psicotrópicos. Lo que en los primeros pasos de Clímax era belleza, estilización, elegancia y coherencia entre fondo y forma muta en una orgía visual y sonora en la que las máscaras sociales son arrancadas de cuajo para mostrar el verdadero rostro de animales llevados al límite por sus instintos más bajos y primarios. Las aberraciones más execrables realizables por la raza humana comienzan a conjurarse ante nuestros ojos a manos de personas previamente presentadas como individuos supuestamente civilizados.




El "clímax de Clímax" es un viaje sin retorno a un averno de reminiscencias dantescas, como si las imágenes y sonidos dando testimonio del mismo fueran representaciones audiovisuales de las ilustraciones que Gustavo Doré dedicó a la Divina Comedia. El recurso de invertir el punto de vista del espectador en la recta final de la película, eludiendo en todo momento estabilizarla para enfatizar su intranquilidad, en principio incomoda y desorienta por el continuo balanceo del objetivo de la cámara manipulada por Gaspar Noé. Es a los pocos minutos, cuando el ojo se adapta a tan desolador espectáculo, que descubrimos a esos bailarines transformados en monstruosidades informes pareciendo arrastrarse por el techo del salón de baile como si de víctimas de una posesión demoníaca o ataque epiléptico colectivo se tratase. Noé vuelve a introducirnos en su particular visión del infierno y nuestra mente remite instintivamente a la primera vez que nos cegaron las luces de neón del psicodélico hotel Void en 2009 o nos introdujimos en el Rectum en busca de venganza ciega en 2002.




Clímax es una de las obras más compactas y elocuentes de un temerario equilibrista como Gaspar Noé. No yerran aquellos que confirman la última cinta del hijo de Luis Felipe Noé como una de sus producciones más contenidas e incluso accesibles. Pero si la obra más "domesticada" de un autor como este es capaz de nacer como una "película orgullosamente francesa" e involucionar en un retrato desolador y visceral de la hipocresía, la intolerancia, los prejuicios y el egocentrismo de esa moderna Europa compactada en el pequeño mircocosmos al que da forma esa compañía de baile falsamente interracial y multiculturar sólo podemos confirmar, una vez más, a su máximo ideólogo como uno de los directores más importantes e indispensables de la cinematografía contemporánea. A la espera quedamos de saber hacia dónde se encaminará el próximo trabajo de este narrador kamikaze capaz de sorprendernos siempre, para bien o para mal, con su más reciente incursión en la ficción audiovisual.


martes, 19 de febrero de 2019

Astérix: El Secreto de la Poción Mágica



Título Original Astérix: Le Secret de la Potion Magique (2018)
Director Alexandre Astier, Louis Clichy
Guión Alexandre Astier, personajes de René Goscinny y Albert Uderzo




El año 2015 fue el de la consolidación del buen estado en el que se encuentra actualmente la creación de René Goscinny y Albert Uderzo. El 22 octubre Les Editions Albert René en Francia y Salvat en España publicaron El Papiro del César, el trigesimo sexto álbum y más redondo desde que el guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad tomaron las riendas de la colección. Pero en mayo del mismo año también llegaba, con bastante retraso, a nuestro país la adaptación cinematográfica de La Residencia de los Dioses, una de las obras maestras más grandes relacionadas con Astérix. Dirigida por Louis Clichy y Alexandre Astier y escrita por este último acompañado de Jean-Rémi François y Philip LaZebnik se trataba de la primera película de los personajes diseñada íntegramente en animación 3D. El resultado supuso una traslación magnífica de la decimoséptima aventura editorial de los míticos personajes del célebre bande dessinee francés. Poco más de tres años después del éxito de dicha producción llega a la cartelera internacional Astérix: El Secreto de la Poción Mágica, nueva cinta en animación de 3D inspirada en la creación de Goscinny y Uderzo, segunda colaboración entre Louis Clichy y Alexandre Astier para llevar a la gran pantalla las correrías de los irreductibles galos y la primera de esta etapa no inspirada en una historia en viñetas de estos, aunque tome situaciones y personajes de alguna de ellas.





Los conocedores de las adaptaciones cinematográficas animadas de Astérix saben que el hecho de realizar una película sin estar basada en ninguna aventura en papel del personaje no es óbice para que el resultado sea excelso y de ello tenemos algún que otro ejemplo. No tenemos más que dirigir nuestra mirada a esa insuperable obra maestra llamada Las Doce Pruebas de Astérix para confirmar la viabilidad de realizar largometrajes originales con los galos como protagonistas, aunque en dicha ocasión se contó con la inestimable colaboración de René Goscinny y Albert Uderzo, los padres de la criatura, en la escritura y dirección del ambicioso proyecto. Evidentemente con Astérix: El Secreto de la Poción Mágica no podemos hablar de una genialidad como aquella facturada en el año 1976, pero sí de la confirmación de esta teoría sobre la posibilidad de crear productos audiovisuales interesantes dentro de este peculiar microcosmos sin tomar como inspiración directa sus correrías paginadas.




La trama de Astérix: El Secreto de la Poción Mágica es 100% identificable con la historia secuencial o audiovisual de los personajes de Goscinny y Uderzo narrando la decisión de Panorámix de buscar su sucesor después de haber sufrido una aparatosa caída desde un árbol mientras buscaba muérdago. A partir de entonces el druida acompañado de Astérix, Obélix, Ideafix y todos los hombres de la aldea de Armórica (las mujeres se ocupan de vigilar el asentamiento, con descacharrantes consecuencias) tratarán de dar con el paradero del mejor candidato para sustituirle y de esta manera proporcionarle la receta secreta para crear la famosa poción mágica que les confiere poderes sobrehumanos. Pero el proceso no será tan fácil como pareciera debido a la intervención de Maléfix, druida desterrado y antiguo compañero de Panorámix, que tratará de apoderarse de los ingredientes del famoso brebaje. Con este argumento que, como previamente hemos apuntado, podría pasar fácilmente por el de cualquier álbum protagonizado por Astérix esta décima película animada inspirada en tan famosos personajes se convierte en un producto visual y narrativo muy destacable.




Durante sus dos primeros actos Astérix: El Secreto de la Poción Mágica respeta de manera escrupulosa el espíritu tanto de los personajes de Goscinny y Uderzo como del entorno en el que se mueven. Al igual que sucediera con La Residencia de los Dioses el equipo formado por Alexandre Astier, Louis Clichy y sus colaboradores adapta de manera brillante el diseño de los galos a la animación 3D, con un escrupuloso nivel de detalle. Pero en esta ocasión el handicap de no tener un cómic en el que reflejar las imágenes en movimiento no impide a los ideólogos del largometraje capturar la esencia de sus criaturas. Llegando por medio del guión incluso a plantearse temas como la posibilidad real de la “jubilación” de Panorámix como druida de Armórica, su escasa ambición a la hora de no haber querido diseñar una poción mágica más potente y evolucionada o la idea de proporcionársela a un grupo más amplio de galos para así vencer a los ejércitos de Julio César, así como la posibilidad de una tregua temporal y colaboración puntual entre galos y romanos para enfrentarse a un enemigo común más peligroso, como el carismático y memorable Maléfix.




A lo largo de una hora de metraje todos los apartados funcionan al 100%. Los protagonistas y secundarios son identificables, carismáticos, divertidos. Sus interacciones nos retrotraen a momentos clásicos compartidos por ellos a lo largo de los años en las distintas aventuras diseñadas por Goscinny, Uderzo y en el último lustro por Ferry y Conrad. Es recibida con agrado la experimentación con la animación en los flashbacks o las transiciones espaciotemporales, las secuencias más dinámicas que se alejan un poco de la elegancia y contención habitual del trazo de Uderzo pero inyectan ritmo, fuerza y un look visual notable al conjunto de la obra. Esos primeros sesenta minutos son tan buenos que en algunas situaciones nos hacen tantear la posibilidad de encontrarnos ante una secuela que pueda llegar a superar a su predecesora. Por desgracia la recta final no está a la altura del resto del largometraje debido a algunos pecados capaces de empañar en cierta manera la labor realizada hasta ese momento, aunque sin dañar de manera notoria al proyecto.




A lo largo de la media hora final en la que tiene lugar el clímax de Astérix: El Secreto de la Poción Mágica Louis Clichy, Alexandre Astier y su equipo de animadores pisan el acelerador adentrándose en una bacanal digital tan innecesaria como desubicada dentro de una película hasta ese momento propensa a dosificar los pasajes más alocados. Ese homenaje a los kaiju-eiga con los dos “monstruos” enfrentrándose en descomunal combate no sólo entronca con la narrativa más clásica de los cómics de Astérix, sino que nos trae a la mente las barrabasadas cometidas por el insalubre Albert Uderzo de ¡El Cielo Se Nos Cae Encima!, el peor álbum de la etapa del ilustrador francés como autor total de la colección y el punto más bajo de la misma en cuanto a calidad. Por suerte esta cuestionable decisión tomada como si los autores de la cinta quisieran competir, innecesarimente y sin haberlo exigido nadie, con los blockbusters animados estadounidenses, no ensombrece los muchos aciertos y hallazgos de una producción tan bien ejecutada como entrañable.




Astérix: El Secreto de la Poción Mágica es una muy digna décima película animada inspirada en la Galia ideada por René Goscinny y Albert Uderzo. Personajes, entorno, diseño, guión, realización y fidelidad al lore indivisible al material tomado como inspiración hacen de ella una pieza bordeante en la brillantez y sólo unos peldaños por debajo de la ya citada La Residencia de los Dioses. De la misma manera que deja claro la posibilidad de crear un relato destacable por medio de un guión propio convertir la libertad en libertinaje, como sucede en el ya mencionado clímax final, puede llegar a dar el traste con una propuesta elocuente y entrañable como la ideada por Alexandre Astier y Louis Clichy. Por suerte en esta ocasión la sangre no llega al río y podemos confirmar la última aventura en animación 3D de Astérix, Obelix y compañía como un entretenimiento de calidad tomando el rol de entrante o avanzadilla de ese nuevo álbum que se publicará el 24 de octubre del presente 2019. ¡Por Belenos que les mantendremos informados al respecto!


domingo, 17 de febrero de 2019

Punisher: Temporada 2, la conjura de los necios



"No es como la mayoría. No quiere encariñarse, porque teme sufrir. Y prefiere estar furioso con el mundo a arriesgarse a formar parte de él"




Después de su excelente debut en la segunda temporada de Daredevil el Punisher de Jon Bernthal protagonizó la primera tanda de episodios de su propia serie a finales de 2017. El resultado fue uno de los mejores exponentes dentro de las producciones inspiradas en personajes de Marvel Cómics auspiciadas por la plataforma de streaming Netflix. Con Steve Lightfoot (Hannibal) como showrunner y un grupo de secundarios formado por Ben Barnes, Ebon Moss-Bachrach, Amber Rose Revah, Jason R. Moore o la habitual de la casa Deborah Ann Woll escoltando al actor que dio vida al Shane de The Walking Dead la temporada inicial de Punisher supuso una excelente aproximación al atihéroe creado por Gerry Conway, John Romita Sr y Ross Andru en 1974. Tomando influencias de etapas como las de Garth Ennis o Jason Aaron en el sello MAX, entre otras, facturaron un producto violento, ambiguo y con unos niveles de calidad notablemente altos. Como era de esperar después de este bautismo de fuego las expectativas con respecto a la segunda temporada se dispararon hasta la estratosfera y el pasado 18 de enero Netflix incluyó en su catálogo los trece episodios para que sus suscriptores pudieran degustarla al completo. Por desgracia, y contra todo pronóstico, nuestras primeras impresiones sobre esta nueva, y aparentemente última, temporada de Punisher difícilmente pueden ser más negativas. Llegando a parecernos una de las muestras más flojas de los productos de la Casa de las Ideas impulsados por la compañía fundada por Reed Hastings y Marc Randolph en 1997.




Un servidor debe admitir que la presencia del personaje de Amy Bendix, interpretado por la actriz americana Giorgia Whigham, en una de las promos de esta segunda temporada le transmitió malas vibraciones, pero no quería dictar sentencia hasta ver la serie. Desgraciadamente no sólo andaba acertado, sino que me quedé corto con mis elucubraciones cuando pude confirmar lo inusualmente duro de visualizar íntegros los trece episodios. No me equivocaba cuando consideré la presencia de Amy como uno de los problemas más grandes de esta segunda temporada, ya que su enorme peso en la trama central y su continua interacción con Frank Castle dinamitan todo el conjunto argumental de esta etapa de la serie y la personalidad de un protagonista cuyo perfil queda brutalmente desdibujado en comparación con lo visto previamente un año antes. Pero como ahora trataremos de desarrollar no sólo es la inclusión de dicho rol el único problema, aunque sí el mayor, ya que la ineficacia y la mediocridad se extienden por el resto de subtramas pobladoras de un producto con una inesperada mediocridad en casi todos sus aspectos, abocando al sonoro fracaso la despedida de Frank Castle de su paso por Netflix después de haber protagonizado dos incursiones previas de muy alta calidad.




Es innegable que los tres primeros episodios apuntan buenas maneras. Steve Lightfoot y sus colaboradores al guión y la realización se ocupan de contextualizar, espacial y temporalmente, la situación de Frank Castle después de los hechos acaecidos en la primera temporada. Ese trío de capítulos condensan con eficiencia el espíritu del personaje y su idiosincrasia, además de ser fiel al tono y la intencionalidad de las trece entregas previas. El protagonista en ningún momento ejerce oficialmente como Punisher, pero sus arrebatos violentos y guerra continua contra unos criminales a los que elimina sin pestañear siguen vigentes y a pleno rendimiento. A esto habría que sumar el interesante y agradecido homenaje que se hace en el tercer episodio, Trouble the Water, a Asalto a la Comisaría del Distrito 13, y por efecto dominó a Río Bravo, la mítica segunda película de John Carpenter, con un vigor y fuerza en la puesta en escena dignos de elogio. Mientras tanto dos líneas argumentales discurren paralelas a la centrada en Frank. Una de ellas está focalizada en Billy Russo (Ben Barnes), todavía custodiado por la agente Dinah Madani (Amber Rose Revah) en el hospital y siendo tratado por una psiquiatra, la doctora Krista Dumont (Floriana Lima), cuyos lazos afectivos compartidos con él se irán estrechando cada vez más. La otra sigue la pista a John Pilgrim (Josh Stewart) un asesino extremista religioso que se verá las caras con el Castigador en la recta final.




Hasta el tercer episodio la narración discurre sin estridencias, lejos de mostrar las virtudes de la temporada anterior, pero dando buenas muestras de realización, escritura e interpretación. Lamentablemente a partir del cuarto todo empieza a torcerse de manera tan gradual que no llega a enderezarse en ningún momento hasta la finalización de la serie. La buena intención de los guionistas a la hora de dar profundidad psicológica a Jigsaw, si se le puede llamar así con sólo tres o cuatro cicatrices mal puestas a lo largo de su rostro, por medio de su relación con la Doctora Dumont se alarga hasta lo agónico cuando convierten a esta en un personaje recurrente cuya única misión es dar la réplica al villano. Experimentando con él una relación de atracción física sustentada en la toxicidad, dando vueltas sobre el mismo concepto, estirando hasta lo indecente una subtrama fácilmente finiquitable en no más de cinco episodios, abarcando aquí los trece interminables de la temporada. Se antoja imposible enumerar la cantidad de redundantes sesiones en las que terapeuta y paciente comienzan una conversación derivando esta en un arrebato violento o ataque de pánico por parte del personaje de Ben Barnes, sin llegar a ninguna parte desde un punto de vista argumental y sólo dando muestras de innecesaria redundancia por parte de los guionistas.




No mucho mejor es la subtrama dedicada al John Pilgrim al que da vida con notable acierto Josh Stewart (El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace). Este fanático religioso reconvertido en brutal asesino, y que parece sacado de las páginas de un cómic escrito por el autor de Scalped, tiene un potencial y una peculiar presencia física capaces de convertirlo en la revelación de la temporada. Pero siguiendo la tónica errónea, previamente apuntada, la escritura dedica mucho más tiempo a la insulsa historia protagonizada por Billy Russo que a la suya. De este modo las apariciones de Pilgrim son interesantes, muestran la dualidad autodestructiva, pusilánime e hipócrita de su psique, pero están tan espaciadas en el tiempo, mal ensambladas en el conjunto de la serie, y desvinculadas del núcleo central que bascula la narración como para llegar a perder el interés del espectador. Pasado el ecuador de la temporada llega un momento en el que los guionistas casi se olvidan por completo de su línea argumental y cuando la recuperan la sensación de desubicación y añadido puramente alimenticio se hace notable en pantalla. Todo el tiempo que Steve Lightfoot y sus colaboradores dedican a los fatigosos encuentros entre Russo y Dumont los podían haber aprovechado para construir detrás de Pilgrim un imaginario más rico e interactivo con respecto a, sobre todo, la historia planteada con Frank Castle como epicentro.




Toda esta ineficacia aplicada a las subtramas sería, hasta cierto punto, perdonable si no fuera porque la principal, la que da sentido y supuesta solidez al conjunto de la temporada, es tan o más deficiente. La inclusión del personaje de Amy Bendix es una burda excusa narrativa para crear una relación paternofilial con Frank cuyos ecos nos retrotraigan a la compartida con sus hijos, Frank Jr y Lisa. Esta idea, mal planteada desde su concepción, queda en nada por la forzada pátina humorística adherida a la adolescente bala perdida a la que da vida una esforzada Giorgia Whigham y en la que se ve involucrado el protagonista. La sesión continua de secuencias, supuestamente cómicas, sustentada en el choque de personalidades entre protector y protegida, como si de una versión marca blanca de El Profesional (León) se tratase, depara momentos de vergüenza ajena y sonrojo propios de una mala sitcom. El culmen de esta desfachatez conceptual toca techo con el montaje de escenas, acompañadas de música pop, en el que Amy se prueba la ropa de Madani delante del espejo como si estuviera protagonizando un pasaje de Solo en Casa. Este tratamiento del nuevo personaje repercute en una temporada en la que la verborrea y los diálogos redundantes solapan las, más bien pocas, escenas de acción. Brillantes cuando hacen acto de presencia, pero tan escasas que se antojan totalmente insatisfactorias.




Lo peor de todo este desaguisado es que la enorme labor de Jon Bernthal con el personaje queda reducida al mínimo exponente. Se antoja demencial tener a un actor entregado por la causa, bestial a la hora de implicarse en las secuencias de acción y que entiende al 100% la idiosincrasia de su criatura deambulando de aquí para allá sin una finalidad concreta desde una perspectiva narrativa y compartiendo interminables diálogos con secundarios que más que aportar riqueza a su personalidad se la arrebatan. Duele ver cómo algunas de las secuencias de acción de los tres primeros episodios, la del gimnasio de la mafia rusa o la del parking muestran leves fogonazos de la segunda temporada de Punisher que pudo ser y no fue. Todo por culpa de unos guionistas cuya intención parece la de boicotear una adaptación a imagen real que en su presentación en la serie del Hombre Sin Miedo o su primera incursión en solitario había dado muestras de poderosa impronta, conocimiento de la esencia de Frank Castle como personaje y preponderancia de unas escenas dinámicas y de violencia sólo un peldaño por debajo de las de la serie protagonizada por Charlie Cox. De esta manera el Punisher de Netflix queda totalmente despersonalizado, blanqueado y llevado hasta el ridículo. Llegando incluso a perdonar la vida a, si no me fallan las cuentas, tres criminales. Algo impensable para un asesino que en las viñetas ha sido capaz de matar a la mujer de un mafioso justo después de haber alumbrado a su hijo.




No hay más que mirar mi imagen de perfil para dilucidar que Punisher es uno de mis personajes de cómic favoritos. Lo es porque defiende un ideario que en la realidad me resulta execrable, pero en la ficción fruicioso, catártico y con predisposición al divertimento cafre y reaccionario. Por eso me resulta doblemente doloroso hacer esta reseña sobre una serie brillante en su primera temporada y muy fallida en la segunda. Aunque pudiera parecer lo contrario comencé a ver esta segunda tanda de episodios a pocos días de su inclusión en el catálogo de Netfilx. Pero pasado el ecuador mi decepción inicial evolucionó en enfado e indignación, obligándome a dar un descanso temporal al visionado de un producto convertido en una de las mayores decepciones que recuerdo como espectador y fan del personaje creado en las páginas de aquel lejano The Amazing Spider-Man #129. Aunque, por el momento, no se ha confirmado nada oficialmente todo apunta a que esta ha sido la despedida de Frank Castle de Netflix y desgraciadamente no ha podido ser más deficiente. Me queda la esperanza de que Hulu o Disney en su próxima plataforma de streaming recuperen al personaje y a Jon Bernthal para darle continuidad o un final a la altura, porque lo acontecido en estos trece episodios clama al cielo. Para colmo ese plano final, con romcabolesco in memorian a Stan Lee, deja claro que los guionistas podían haber mostrado en todo momento al vedadero Punisher, pero no les ha salido de salva sea la parte hacerlo, demostrando poco respeto o consideración hacia él o los fans del mismo.