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lunes, 30 de septiembre de 2019

Jessica Jones: Temporada 3, el largo adiós



"Jessica Jones, creíste que podías salvar el mundo. Pero te aterroriza que ya hayas fallado, y lo has hecho, porque no eres y nunca serás una heróina"



Poco antes de comenzar la producción de la tercera temporada de Jessica Jones Netflix anunciaba la cancelación de todas las series que había desarrollado junto a Marvel Television inspiradas en los superhéroes más urbanos de la famosa editorial de cómics. Proyectos como Daredevil, Luke Cage, Iron Fist, The Defenders, Punisher o la misma Jessica Jones desaparecían de un día para otro dejando en vilo el futuro de dichas producciones, sin saber a ciencia cierta si su recorrido ficcional llegaba a su cierre definitivo o si Disney las recuperaría posteriormente para su futura plataforma Disney +. La primera de estas teorías planteadas es la que parece haberse confirmado después de que en los distintos paneles dedicados a las producciones audiovisuales de la Casa de las Ideas en la última San Diego Comic Con o la reciente D23 Expo 2019 del pasado fin de semana no hayamos visto ni rastro de dichos productos o sus personajes principales. No sabemos si la prematura muerte del microcosmos que Marvel Television había diseñado dentro de la famosa plataforma de streaming influyó en el desarrollo de la última temporada de la versión en imagen real del personaje creado por Brian Michael Bendis y Michael Gaydos en las páginas de la colección Alias e interpretado por Krysten Ritter (Breaking Bad) y en el ánimo de sus máximos responsables. Pero todo apunta a que así aconteció, una vez se visiona dicha tanda de episodios y el resultado, más que cuestionable, ofrecido por la misma.





Un servidor nunca ha sido muy fan de esta versión audiovisual de Jessica Jones. La primera temporada me dejó muy indiferente, transmitiéndome la sensación de haber visto un producto simplemente aceptable con el que no empatizaba por su impersonalidad y escasa inventiva. Algo más disfruté la segunda temporada, por sacrificar su narrativa detectivesca en favor de un relato más primario, entregado a la acción y con una mayor acentuación del dramatismo gracias a la incursión de nuevos personajes bastante interesantes, como el de Alisa Jones interpretado por la actriz británica Janet McTeer. Desgraciadamente con esta tercera temporada la serie, no sólo ha desandado todo lo que había progresado en la anterior, sino que también transmite una apatía y desgana en casi todos sus apartados capaces de dejar al espectador totalmente fuera de la propuesta ofrecida, nuevamente, por la showrunner Melissa Rosenberg, dejando morir a la serie de manera pobre y triste.




La tercera temporada de Jessica Jones intenta volver a las raíces neo noir de la primera temporada estrenada en el año 2015, extrapoladas del cómic original de Brian Michael Bendis y Michael Gaydos, con una trama de investigación policial relacionada con un asesino en serie que apuñala a la protagonista en el primer episodio, enviándola así al hospital. Para dar con dicho asaltante Jessica aunará fuerzas con Erik Gelden, un émpata con el que comenzará una peculiar relación a lo largo de toda la temporada. Mientras tanto, Trish “Patsy” Walker ejerce como presentadora de televisión por el día y vigilante cuando cae la noche mediante sus recién adquiridos poderes, sin darse cuenta de que se extralimita en su cometido de mantener a raya a los criminales. Por otro lado Malcolm, ya completamente reformado, trabaja para la abogada Jeri Hogarth y ambos protagonizan sus propias subtramas relacionadas con el intento de armonizar sus respectivas vidas personales y profesionales, sin mucho éxito.




Todo este material planteado por el equipo de guionistas, si bien repleto de lugares comunes, podía haber ofrecido un producto de calidad con una adecuada estructuración narrativa y perfil de personajes. Pero, contra todo pronóstico, la desidia, el distanciamiento y el paupérrimo trabajo a la hora de escribir a los protagonistas hunden en el pozo de la mediocridad los, una vez más, excesivos trece episodios de los que consta esta nueva temporada de Jessica Jones. Sus responsables apelan en esta ocasión a una trama más algo más oscura y sórdida, con ecos de thrillers como El Silencio de los Corderos o Seven, a la hora de seguir los pasos de Jessica y Erik para dar con el asesino al que persiguen. Pero la puesta en escena, ya de por sí impersonal, de la serie se antoja desangelada y raquítica en esta nueva incursión del programa, sin llegar a ofrecer un sólo pasaje memorable entre una sesión continua de escenas anodinas, insustanciales y acomodaticias en exceso.




El reparto no hace un mal trabajo y se entrega por salvar sus descaracterizados personajes, pero el material que los guionistas han puesto a su disposición les impide cualquier ejercicio empático con un espectador que mira a estas criaturas entre la indiferencia y el rechazo. Los personajes principales se mueven entre la inoperancia dramática, por mucho que la escritura quiera incidir superficialmente en sus emociones, de unos y la más pura e insulsa antipatía de otros. Se antoja una tarea hercúlea identificarse con un puñado de roles deambulando por subtramas inanes e intrascendentes sin fuerza o arrojo que al llegar a su conclusión, previamente establecida, lo hacen de manera rematadamente torpe. Luego podría dedicar una entrada completa para hablar de lo que han hecho en esta tanda de episodios con el personaje de Gata Infernal, porque no tiene nombre como han pisoteado la contrapartida audiovisual de Patsy Walker, tampoco muy brillante en las temporadas anteriores, con una esforzada Rachael Taylor incapaz de salvarla del naufragio.




Michelle Rosenberg, Krysten Ritter y sus colaboradores, delante y detrás de las cámaras, podrían haber optado por entregarse al máximo para ejecutar una última temporada destacable, potente, vibrante, y que así tanto los productores como los espectadores percibieran como un error la cancelación de la serie y lamentaran lo ocurrido. Desgraciadamente nada de eso se ha llevado a cabo y Jessica Jones se ha despedido por la puerta de atrás y con ella todas las series de Marvel Television adheridas a la plataforma de streaming. Más allá de las tres temporadas de Daredevil, la primera de Punisher y la de The Defenders, que a un servidor le agrada bastante, esta colaboración a la hora de adaptar personajes de la Casa de las Ideas dentro de los parametros establecidos por Netflix ha sido un “quiero y no puedo” de manual en el que la intencionalidad de ofrecer ficción protagonizada por superhéroes con un aire diferente al de las versiones de la televisión generalista ha desembocado en un casi total fracaso.



domingo, 17 de febrero de 2019

Punisher: Temporada 2, la conjura de los necios



"No es como la mayoría. No quiere encariñarse, porque teme sufrir. Y prefiere estar furioso con el mundo a arriesgarse a formar parte de él"




Después de su excelente debut en la segunda temporada de Daredevil el Punisher de Jon Bernthal protagonizó la primera tanda de episodios de su propia serie a finales de 2017. El resultado fue uno de los mejores exponentes dentro de las producciones inspiradas en personajes de Marvel Cómics auspiciadas por la plataforma de streaming Netflix. Con Steve Lightfoot (Hannibal) como showrunner y un grupo de secundarios formado por Ben Barnes, Ebon Moss-Bachrach, Amber Rose Revah, Jason R. Moore o la habitual de la casa Deborah Ann Woll escoltando al actor que dio vida al Shane de The Walking Dead la temporada inicial de Punisher supuso una excelente aproximación al atihéroe creado por Gerry Conway, John Romita Sr y Ross Andru en 1974. Tomando influencias de etapas como las de Garth Ennis o Jason Aaron en el sello MAX, entre otras, facturaron un producto violento, ambiguo y con unos niveles de calidad notablemente altos. Como era de esperar después de este bautismo de fuego las expectativas con respecto a la segunda temporada se dispararon hasta la estratosfera y el pasado 18 de enero Netflix incluyó en su catálogo los trece episodios para que sus suscriptores pudieran degustarla al completo. Por desgracia, y contra todo pronóstico, nuestras primeras impresiones sobre esta nueva, y aparentemente última, temporada de Punisher difícilmente pueden ser más negativas. Llegando a parecernos una de las muestras más flojas de los productos de la Casa de las Ideas impulsados por la compañía fundada por Reed Hastings y Marc Randolph en 1997.




Un servidor debe admitir que la presencia del personaje de Amy Bendix, interpretado por la actriz americana Giorgia Whigham, en una de las promos de esta segunda temporada le transmitió malas vibraciones, pero no quería dictar sentencia hasta ver la serie. Desgraciadamente no sólo andaba acertado, sino que me quedé corto con mis elucubraciones cuando pude confirmar lo inusualmente duro de visualizar íntegros los trece episodios. No me equivocaba cuando consideré la presencia de Amy como uno de los problemas más grandes de esta segunda temporada, ya que su enorme peso en la trama central y su continua interacción con Frank Castle dinamitan todo el conjunto argumental de esta etapa de la serie y la personalidad de un protagonista cuyo perfil queda brutalmente desdibujado en comparación con lo visto previamente un año antes. Pero como ahora trataremos de desarrollar no sólo es la inclusión de dicho rol el único problema, aunque sí el mayor, ya que la ineficacia y la mediocridad se extienden por el resto de subtramas pobladoras de un producto con una inesperada mediocridad en casi todos sus aspectos, abocando al sonoro fracaso la despedida de Frank Castle de su paso por Netflix después de haber protagonizado dos incursiones previas de muy alta calidad.




Es innegable que los tres primeros episodios apuntan buenas maneras. Steve Lightfoot y sus colaboradores al guión y la realización se ocupan de contextualizar, espacial y temporalmente, la situación de Frank Castle después de los hechos acaecidos en la primera temporada. Ese trío de capítulos condensan con eficiencia el espíritu del personaje y su idiosincrasia, además de ser fiel al tono y la intencionalidad de las trece entregas previas. El protagonista en ningún momento ejerce oficialmente como Punisher, pero sus arrebatos violentos y guerra continua contra unos criminales a los que elimina sin pestañear siguen vigentes y a pleno rendimiento. A esto habría que sumar el interesante y agradecido homenaje que se hace en el tercer episodio, Trouble the Water, a Asalto a la Comisaría del Distrito 13, y por efecto dominó a Río Bravo, la mítica segunda película de John Carpenter, con un vigor y fuerza en la puesta en escena dignos de elogio. Mientras tanto dos líneas argumentales discurren paralelas a la centrada en Frank. Una de ellas está focalizada en Billy Russo (Ben Barnes), todavía custodiado por la agente Dinah Madani (Amber Rose Revah) en el hospital y siendo tratado por una psiquiatra, la doctora Krista Dumont (Floriana Lima), cuyos lazos afectivos compartidos con él se irán estrechando cada vez más. La otra sigue la pista a John Pilgrim (Josh Stewart) un asesino extremista religioso que se verá las caras con el Castigador en la recta final.




Hasta el tercer episodio la narración discurre sin estridencias, lejos de mostrar las virtudes de la temporada anterior, pero dando buenas muestras de realización, escritura e interpretación. Lamentablemente a partir del cuarto todo empieza a torcerse de manera tan gradual que no llega a enderezarse en ningún momento hasta la finalización de la serie. La buena intención de los guionistas a la hora de dar profundidad psicológica a Jigsaw, si se le puede llamar así con sólo tres o cuatro cicatrices mal puestas a lo largo de su rostro, por medio de su relación con la Doctora Dumont se alarga hasta lo agónico cuando convierten a esta en un personaje recurrente cuya única misión es dar la réplica al villano. Experimentando con él una relación de atracción física sustentada en la toxicidad, dando vueltas sobre el mismo concepto, estirando hasta lo indecente una subtrama fácilmente finiquitable en no más de cinco episodios, abarcando aquí los trece interminables de la temporada. Se antoja imposible enumerar la cantidad de redundantes sesiones en las que terapeuta y paciente comienzan una conversación derivando esta en un arrebato violento o ataque de pánico por parte del personaje de Ben Barnes, sin llegar a ninguna parte desde un punto de vista argumental y sólo dando muestras de innecesaria redundancia por parte de los guionistas.




No mucho mejor es la subtrama dedicada al John Pilgrim al que da vida con notable acierto Josh Stewart (El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace). Este fanático religioso reconvertido en brutal asesino, y que parece sacado de las páginas de un cómic escrito por el autor de Scalped, tiene un potencial y una peculiar presencia física capaces de convertirlo en la revelación de la temporada. Pero siguiendo la tónica errónea, previamente apuntada, la escritura dedica mucho más tiempo a la insulsa historia protagonizada por Billy Russo que a la suya. De este modo las apariciones de Pilgrim son interesantes, muestran la dualidad autodestructiva, pusilánime e hipócrita de su psique, pero están tan espaciadas en el tiempo, mal ensambladas en el conjunto de la serie, y desvinculadas del núcleo central que bascula la narración como para llegar a perder el interés del espectador. Pasado el ecuador de la temporada llega un momento en el que los guionistas casi se olvidan por completo de su línea argumental y cuando la recuperan la sensación de desubicación y añadido puramente alimenticio se hace notable en pantalla. Todo el tiempo que Steve Lightfoot y sus colaboradores dedican a los fatigosos encuentros entre Russo y Dumont los podían haber aprovechado para construir detrás de Pilgrim un imaginario más rico e interactivo con respecto a, sobre todo, la historia planteada con Frank Castle como epicentro.




Toda esta ineficacia aplicada a las subtramas sería, hasta cierto punto, perdonable si no fuera porque la principal, la que da sentido y supuesta solidez al conjunto de la temporada, es tan o más deficiente. La inclusión del personaje de Amy Bendix es una burda excusa narrativa para crear una relación paternofilial con Frank cuyos ecos nos retrotraigan a la compartida con sus hijos, Frank Jr y Lisa. Esta idea, mal planteada desde su concepción, queda en nada por la forzada pátina humorística adherida a la adolescente bala perdida a la que da vida una esforzada Giorgia Whigham y en la que se ve involucrado el protagonista. La sesión continua de secuencias, supuestamente cómicas, sustentada en el choque de personalidades entre protector y protegida, como si de una versión marca blanca de El Profesional (León) se tratase, depara momentos de vergüenza ajena y sonrojo propios de una mala sitcom. El culmen de esta desfachatez conceptual toca techo con el montaje de escenas, acompañadas de música pop, en el que Amy se prueba la ropa de Madani delante del espejo como si estuviera protagonizando un pasaje de Solo en Casa. Este tratamiento del nuevo personaje repercute en una temporada en la que la verborrea y los diálogos redundantes solapan las, más bien pocas, escenas de acción. Brillantes cuando hacen acto de presencia, pero tan escasas que se antojan totalmente insatisfactorias.




Lo peor de todo este desaguisado es que la enorme labor de Jon Bernthal con el personaje queda reducida al mínimo exponente. Se antoja demencial tener a un actor entregado por la causa, bestial a la hora de implicarse en las secuencias de acción y que entiende al 100% la idiosincrasia de su criatura deambulando de aquí para allá sin una finalidad concreta desde una perspectiva narrativa y compartiendo interminables diálogos con secundarios que más que aportar riqueza a su personalidad se la arrebatan. Duele ver cómo algunas de las secuencias de acción de los tres primeros episodios, la del gimnasio de la mafia rusa o la del parking muestran leves fogonazos de la segunda temporada de Punisher que pudo ser y no fue. Todo por culpa de unos guionistas cuya intención parece la de boicotear una adaptación a imagen real que en su presentación en la serie del Hombre Sin Miedo o su primera incursión en solitario había dado muestras de poderosa impronta, conocimiento de la esencia de Frank Castle como personaje y preponderancia de unas escenas dinámicas y de violencia sólo un peldaño por debajo de las de la serie protagonizada por Charlie Cox. De esta manera el Punisher de Netflix queda totalmente despersonalizado, blanqueado y llevado hasta el ridículo. Llegando incluso a perdonar la vida a, si no me fallan las cuentas, tres criminales. Algo impensable para un asesino que en las viñetas ha sido capaz de matar a la mujer de un mafioso justo después de haber alumbrado a su hijo.




No hay más que mirar mi imagen de perfil para dilucidar que Punisher es uno de mis personajes de cómic favoritos. Lo es porque defiende un ideario que en la realidad me resulta execrable, pero en la ficción fruicioso, catártico y con predisposición al divertimento cafre y reaccionario. Por eso me resulta doblemente doloroso hacer esta reseña sobre una serie brillante en su primera temporada y muy fallida en la segunda. Aunque pudiera parecer lo contrario comencé a ver esta segunda tanda de episodios a pocos días de su inclusión en el catálogo de Netfilx. Pero pasado el ecuador mi decepción inicial evolucionó en enfado e indignación, obligándome a dar un descanso temporal al visionado de un producto convertido en una de las mayores decepciones que recuerdo como espectador y fan del personaje creado en las páginas de aquel lejano The Amazing Spider-Man #129. Aunque, por el momento, no se ha confirmado nada oficialmente todo apunta a que esta ha sido la despedida de Frank Castle de Netflix y desgraciadamente no ha podido ser más deficiente. Me queda la esperanza de que Hulu o Disney en su próxima plataforma de streaming recuperen al personaje y a Jon Bernthal para darle continuidad o un final a la altura, porque lo acontecido en estos trece episodios clama al cielo. Para colmo ese plano final, con romcabolesco in memorian a Stan Lee, deja claro que los guionistas podían haber mostrado en todo momento al vedadero Punisher, pero no les ha salido de salva sea la parte hacerlo, demostrando poco respeto o consideración hacia él o los fans del mismo.




jueves, 18 de octubre de 2018

Iron Fist: Temporada 2, el legado del dragón



"El Iron Fist no es un arma para ser guardada, sino utilizada"




Después de la segunda temporada de Luke Cage le tocaba a Danny Rand estrenar la continuación de sus aventuras serializadas para la plataforma de streaming Netflix. La primera temporada estrenada en 2017 transmitió a un servidor la indiferencia propia de un producto mediocre incapaz de hacerse grande con unas paupérrimas secuencias de lucha eclipsadas por la subtrama culebronesca de la familia Meachum, tampoco nada del otro mundo, despertando más interés que el personaje protagonista, interpretado con esfuerzo pero nulo carisma por el británico Finn Jones. El pasado 7 de septiembre la nueva tanda de episodios protagonizada por Puño de Hierro era liberada por Netflix, diez episodios contando con el habitual reparto formado por el ya citado actor de Juego de Tronos, Jessica Henwick, Tom Pelphery y Jessica Stroup a los que en esta ocasión se suman Simone Missick recuperando su papel de Misty Knight procedente de la serie centrada en el alter ego civil de Power Man y Alice Eve (Star Trek: En la Oscuridad) dando vida a una María Tifoidea en la que nos detendremos un poco más tarde. Una vez vista la decena de episodios la impresión es bastante más favorable que con los trece anteriores en varios aspectos, pero el resultado sigue sin alcanzar unos niveles de calidad estimables capaces de convertirla en una serie destacable en alguno de sus apartados.




Después de haber sido tildada como la peor serie de la colaboración entre Marvel Television, ABC Studios y Netflix parece que los responsables de la misma (con el nuevo showrunner, M. Raven Metzner, a la cabeza) han tomado nota de los errores de la primera temporada y han intentado subsanarlos, en ocasiones bordeando lo inesperado. El primero, no exento de gravedad, al que han dado solución ha sido el del número de episodios, pasando de los excesivos trece a unos diez más sensatos. Pudiera parecer que eliminar únicamente tres episodios no influyera demasiado con respecto a la duración de la temporada, pero ese trío de horas menos se agradece notablemente, no sólo por reducir de esta manera el relleno de la serie, sino por dar un ritmo mucho más dinámico al proyecto, convirtiéndose en una tanda de capítulos propensa a consumirse con bastante más ligereza si la comparamos con, por poner un ejemplo, la última entrega de Luke Cage cuyo desarrollo en ocasiones se hacia muy cuesta arriba. Por suerte esas diez entregas saben capitalizar la atención del espectador por medio de la acción sin olvidar las tramas secundarias centradas en los hermanos Meachum, roles todavía importantes en el programa, pero en esta ocasión con menos protagonismo




Otra de las asignaturas pendientes con respecto a Iron Fist, algo demencial si tenemos en cuenta la naturaleza tanto de la serie como del cómic en el que se inspira, era la de las desangeladas coreografías de lucha en los combates cuerpo a cuerpo, a años luz de las brillantes vistas en las dos temporadas de Daredevil, impropias de un show con las artes marciales como habilidad máxima de su protagonista. En esta nueva decena de horas centradas en el alter ego superheróico de Danny Rand por fin encontramos secuencias dinámicas a la altura de las consecuencias, con peleas bien encuadradas, sus adecuadas dosis de espectacularidad, unos actores notablemente implicados en su trabajo para no tener que recurrir excesivamente a los especialistas en escenas de riesgo y todo con una puesta en escena adecuada para que cada golpe o llave se vea con claridad cristalina en pantalla. Para dar empaque a dichos pasajes la implicación física de Finn Jones, Sacha Dhawan y sobre todo Jessica Henwick es encomiable demostrando los tres las horas de entrenamiento para lucir sus aptitudes físicas delante de la pantalla siendo, una vez más, la actriz británica de origen chino la más capacitada a la hora de protagonizar acción. En lo referido a esto nos vemos en la obligación de hacer una parada en el más radical cambio llevado acabo en esta nueva temporada de Iron Fist.




Contra todo pronóstico y aún a riesgo de ser una percepción a un nivel personal no necesariamente compartida por el resto de espectadores consumidores de esta segunda temporada de las aventuras de Danny Rand me da la impresión de que los guionistas de la serie han convertido al personaje principal en un “secundario importante” dentro de su propia serie. Pareciera como si la excusa narrativa de los rituales para transmitir los poderes del Iron Fist sirviera como justificación para quitar peso al rol de Finn Jones en favor del de Jessica Henwick, algo ya confirmado en los últimos episodios. Esta decisión podría deberse a un sano intento por dar más peso a los personajes femeninos de las series Marvel/Netflix (ahí tenemos también el peso de María Tifoidea, Misty Knight y Joy Meachum) con vistas a una posible futura serie protagonizada por mujeres, pero a un servidor le da la impresión de haber sido todo orquestado para dejar sutilmente al actor británico en un segundo plano por el desacierto de casting que supuso su elección para el papel a pesar de su, previamente citada, total implicación física a la hora de ejecutar adecuadamente su labor interpretativa, pero ofreciendo unos resultados insuficientes.




En lo referido a la escritura la mayor parte del peso de la trama que vehicula el desarrollo de la temporada recae en la rivalidad entre Danny Rand y Davos sustentada en una relación de complicidad y rechazo cuyo origen se remonta a la infancia de ambos cuando entrenaban para conseguir ser el nuevo Iron Fist en K’un-Lun. El problema es que los dos intérpretes elegidos para dar vida a la pareja de amigos y contrincantes es incapaz de conectar con los espectadores, algo en lo que incidiremos en el siguiente párrafo. Las subtramas centradas en los hermanos Meachum, cada uno de ellos protagonizando la suya propia, no tienen tanta relevancia como en la primera temporada, pero añaden los suficientes alicientes para mostrar la personalidad poliédrica y contradictoria de Joy y la vulnerabilidad de Ward. Gracias al adecuado devenir de acontecimientos y el competente ensamblamiento de los distintos arcos argumentales desarrollándose en paralelo el ritmo de la serie y la alternancia entre acción y pasajes más íntimos se revelan adecuados para no aburrir en ningún momento a un espectador a estas alturas ya acostumbrado a tener que aguantar metraje de más en las series producidas por el tándem Marvel/Netflix.




En cuanto a la labor interpretativa del reparto tenemos luces y sombras siempre dentro de un nivel simplemente aceptable desde una perspectiva global. Aunque Finn Jones sigue intentándolo a estas alturas es generalizada la opinión de que la suya fue una errónea elección de casting, más si cabe cuando la frescura, fuerza y carisma de Jessica Henwick eclipsan cualquier intento por capitalizar los encuadres compartidos por ambos. Jessica Stroup intenta abordar su criatura aplicándole muchos más matices que en anterioridad, consiguiéndolo en gran medida, mientras Tom Pelphrey no ve la necesidad de un esfuerzo excesivo por su parte para confirmarse como el mejor actor de todo el casting, algo ya vislumbrado en la primera temporada. Por desgracia las notas más discordantes las ponen Sacha Dhawan y Alice Eve. El primero por corporeizar la quinta esencia inexpresividad y el anticarisma demostrando que un buen físico no es nada sin unas mínimas aptitudes dramáticas y dando al traste de esta manera a su relación con Danny Rand, tampoco muy sobrado de personalidad, para conseguir una conexión adecuada entre ambos rivales. La segunda por poder hace más bien poco con el personaje puesto en sus manos por los guionistas. Nada de la letal y desdoblada María Tifoidea ideada por Ann Nocenti y John Romita Jr en las páginas de Daredevil, o de alguna de sus destacables encarnaciones posteriores en las viñetas, puede verse en este secundario cuyo única conexión con la Mary Walker original es el nombre y padecer desorden de identidad disociativo, ya que hasta su génesis se aleja totalmente de lo visto en los cómics.




Mientras escribo estas líneas llega a mí la noticia de la cancelación de la serie por parte de Netflix después de la pobre recepción de esta segunda y última temporada. Por un lado lamento la decisión ya que, aún estando lejos de la calidad de productos como Daredevil o Punisher (algo compartido con Luke Cage y Jessica Jones) por fin el programa parecía encontrar el camino adecuado para moldear su propia personalidad aunque fuera sacrificando el protagonismo de su personaje principal. Por otro comprendo que en una época como la nuestra con un amplio abanico de series puestas a nuestra disposición por canales de televisión o plataformas de streaming una serie como esta, titubeante en su primera tanda de episodios y todavía dubitativa en la segunda, no encuentre su lugar en la era de la inmediatez audiovisual y la alta competitividad dentro del medio audiovisual. A pesar de esta decisión por parte de Netflix parece haber intención por parte de Marvel Television de no finiquitar al personaje (algo extensible también a los secundarios) y hacer uso de él en un futuro próximo en alguna de sus otras series hermanas o esa Héroes de Alquiler esperada por muchos fans de tanto de Iron Fist como de Luke Cage. Por ahora todo queda en standby y nuestra próxima parada acontecerá el próximo 18 de octubre con el estreno de la esperada tercera temporada de las aventuras de Matt Murdock de la que también daremos buena cuenta por estos lares a la mayor brevedad posible.




viernes, 6 de julio de 2018

Luke Cage: Temporada 2, hell up in Harlem



"Harlem no necesita un héroe, necesita una reina"




El pasado 24 de junio la plataforma de streaming Netflix subió a su catálogo la segunda temporada de Luke Cage, la serie producida junto a la división televisiva de Marvel Comics con la que están dando su visión de Power Man, el personaje creado por Roy Thomas, Archie Goodwin y John Romita Sr en el primer número de la colección Luke Cage: Hero For Hire allá por el lejano 1972. Lo hacen inspirándose en gran parte de su vida editorial, con Cheo Hodari Coker (Notorius) como showrunner y un reparto encabezado por Mike Colter (The Good Wife) dando vida al protagonista y secundarios como Simone Missick (Wayward Pines), Theo Rossi (Hijos de la Anarquía) o Alfre Woodard (12 Años de Esclavitud) en la piel de secundarios célebres de las viñetas como Misty Knight, Shades o Black Mariah respectivamente. El resultado fue un producto que intentó captar la iconicidad afroamericana de su contrapartida en papel y los ecos del subgénero blaxploitation que impulsaron su creación, pero de manera limpia, sin ningún afán autenticamente reivindicativo y con una impersonalidad más que notable inherente en este tipo de producciones. Durante su primera mitad le temporada funcionaba bastante bien, con un acertado perfil tanto de los héroes como de los villanos y un ritmo más o menos adecuado, pero en el momento en el que el soberbio Cornell “Cottonmouth” Stokes de Mahershala Ali desaparecía de la ecuación las decisiones erróneas de guión y las situaciones inverosímiles viniendo de la nada desmontaban la mayoría de aciertos planteados por los primeros siete episodios que, sin ser un dechado de virtudes, se veían con cierto agrado.




Esta nueva entrega de Luke Cage es desconcertante si la comparamos con la inmediatamente anterior. Es cierto que no cae en el fallo de la primera temporada, perder el rumbo una vez pasado su ecuador acumulando un disparate tras otro, y en ese sentido se revela como un producto más compacto, cohesionado, no tan dado a la irregularidad. El problema es que no consigue transmitir las buenas vibraciones de aquellos capítulos iniciales de la serie cuyo desarrollo era más dinámico y no tan repetitivo. Vaya por delante que estas deficiencias nacen porque esta tanda de episodios vuelve a caer en el mayor error de todas las series de Marvel Television y Netflix, su excesiva duración. Trece entregas de sesenta minutos de duración cada una se antojan un plato de difícil digestión, decisión equívoca que en otras producciones de este universo ficcional como Jessica Jones, Iron Fist o en la misma Luke Cage ya ofrecieron resultados poco remarcables y en la que han vuelto a caer los responsables de la división televisiva de la Casa de las Ideas para desconcierto de muchos. De esta manera el espectador, que consume este material en sesiones maratonianas al poder acceder a todo el material al mismo tiempo, acaba en muchas ocasiones agotado por una redundancia que se apodera de gran parte del metraje.




La segunda temporada de Luke Cage es continuista con respecto la primera y más allá de un par de menciones, o esas apariciones estelares en dos de sus episodios, casi no tiene referencias a The Defenders cuyos hechos serían los inmediatamente anteriores a los que aquí asistimos. De modo que tenemos de nuevo a Luke Cage, ahora convertido en el mediático héroe de Harlem, protagonizando vídeos virales sobre sus hazañas, y a Mariah Stokes, ahora Mariah Dillard, construyendo su imperio del crimen con la ayuda de Hernan “Shades” Alverez, actualmente su pareja. Mientras el protagonista reflexiona sobre su situación como justiciero local al que veneran las masas y su relación sentimental con Claire (Rosario Dawson) la aparición de Tilda Johnson (Gabrielle Dennis), hija de Mariah, y la irrupción John “Bushmaster” McIver (Mustafa Shakir), un criminal de origen jamaicano cuya misión es vencer a Luke, trastocarán el actual statu quo del famoso barrio neoyorquino. Con este argumento en el que se alternan varias subtramas que convergerán en una sola el equipo de guionistas comandado por Cheo Hodari Coker intenta mezclar distintas tonalidades y vertientes genéricas para enriquecer el microcosmos creado alrededor del protagonista añadiendo nuevos personajes y situaciones complicadas para que este deba afrontarlas desde una perspectiva en la que la psicología prevalezca sobre la fisicidad.




La trama principal se centra en la imagen y personalidad de Luke Cage como vigilante de Harlem, la dificultad de llevar esa responsabilidad sobre sus hombros y la predisposición a la corrupción a la que conlleva el poder. Mientras tanto Mariah Dillard lucha por mantener su imperio del crimen, con la ayuda de un Shades que tiene su propia agenda, y atraer a su hija Tilda para que forme parte del “negocio familiar”. Pero esta última está directamente vinculada con Bushmaster, recién llegado a Harlem para buscar venganza contra Mariah y derrocar a Luke como figura justiciera del famoso barrio. Todo esta material ofrece los suficientes alicientes para diseñar una temporada interesante y rica en matices, pero la ya citada excesiva duración, una inclinación por el subrayado y la inadecuada estructuración de la escritura a nivel global restan muchos puntos de interés al producto. Cheo Hodari Coker y su equipo de guionistas inciden demasiado en los temas que quieren tratar a lo largo del arco argumental en el que los encuadran, volviendo una y otra vez a unas situaciones repetitivas y miméticas que no transmiten una verdadera sensación de evolución o desarrollo en el devenir de acontecimientos. Todo esto da como resultado en varias ocasiones al hastío y el aburrimiento de cara a un espectador que asiste atónito a una inclinación por dar vueltas sobre unas mismas ideas que ya habían quedado claras previamente.




Con respecto al reparto tenemos luces y sombras. Algo que ya quedó claro en la primera temporada de Luke Cage es que Mike Colter está lejos de ser la mejor elección para dar vida a Power Man. El actor parece acometer su trabajo por puro compromiso, con una desgana que atraviesa la pantalla llegando a un espectador que suma esta poca profesionalidad al escaso carisma y la inexistente expresividad de la que hace gala un protagonista que, más allá de su aspecto físico, sigue sin estar a la altura de las circunstancias. Alfre Woodard es una actriz de sobrado talento y ya demostró en la anterior temporada que el papel de Black Mariah está hecho a su medida, pero en esta segunda transmite cierto desconcierto por abordar su criatura alternando una contención con la que ofrece algunos de sus mejores momentos con ciertos ramalazos de caricatura que perjudican su labor interpretativa. Su relación sentimental con Shades es una de las ideas menos creíbles y peor planteadas por los guionistas y aunque tiene su importancia en la evolución de los dos criminales el “romance tóxico” no resulta realista. Por otro lado Theo Rossi se esfuerza por dar vida a su rol, pero queda claro que lo del motero fuera de la ley en Sons Of Anarchy se le daba mucho mejor que componer a un gangster elegante de Harlem aquí. Simone Missick como una Misty Knight con cada vez más protagonismo, Gabrielle Dennis en la piel de esa Tilda Johnson a la que su madre quiere corromper y Rosario Dawson retomando a Claire para protagonizar algunos de los mejores pasajes emocionales completan el excelente reparto femenino de la serie.




Pero si en esta temporada debemos destacar un personaje ese es el Bushmaster de Mustafa Shakir. La contrapartida audiovisual de la creación de Chris Claremont y John Byrne confirma la idea ya asentada de que los villanos de las series de Marvel Television y Netflix son mejores que la mayoría de los que podemos encontrar en los largometrajes de Marvel Studios. John McIver es un hombre lleno de claroscuros, en ocasiones acercándose más a un perfil de antihéroe que al típico enemigo del encapuchado de turno. Busca venganza, pero tiene un inquebrantable código de honor, no es un criminal al uso, cuida de los suyos y se antoja todo un acierto ofrecerle un episodio a modo de flashback para conocer el origen de sus poderes y motivaciones buscando una empatía con la platea que cristaliza fácilmente. Mustafa Shakir, actor al que hemos podido ver en el remake de Shaft o la más reciente Brawl in the Cell Block 99, hace suyo a Bushmaster inyectándole carisma, personalidad y fuerza. Su físico rotundo, un acento indescifrable o la fiereza de su determinación hacen sus escenas de acción excelentes, su presencia capaz de eclipsar la de Luke Cage y yendo un poco más allá llegando a plantar la semilla de la duda con respecto a si no hubiera sido mucha mejor elección la suya para dar vida a Power Man que la de un Mike Colter barrido del mapa cada vez que comparte encuadre con él.




Después de una de las mejores muestras de lo que son capaces de hacer con Punisher y la notable mejoría de Jessica Jones los responsables de Marvel Television y Netflix nos ofrecen una poco destacable nueva entrega de Luke Cage. Como ya hemos mencionado supera algunas de las carencias de la primera temporada, ofrece tramas bien planteadas y cuenta con un reparto que, con sus más y sus menos, hace competentemente su trabajo, pero a pesar de todo ello sigue significando un paso en falso en este universo ficcional. En el proceso queda un villano bien construido, algunas secuencias de acción rescatables, personajes con cierta profundidad, buenas ideas dispersas con respecto a la fina línea que separa el bien del mal o una excelente banda sonora alternándose con un ritmo muchas veces mortecino, una notable cantidad de relleno, redundancia agotadora y una impersonalidad en la puesta en escena que podemos considerar un mal endémico en la mayoría de estas series que llevan a imagen real los personajes de corte más urbano de la Casa de las Ideas. Lo más inmediato será la segunda temporada de Iron Fist con la continuación de las correrías de Danny Rand protagonizadas por Finn Jones y más tarde la de Punisher con Jon Bernthal en la piel de Frank Castle. Mientras la primera no me transmite buenas vibraciones con respecto a salir del bache en el que ha caído Luke Cage tengo muchas más esperanzas depositadas en la segunda, pudiendo depararnos una pieza de mayor calidad



martes, 20 de marzo de 2018

Jessica Jones: Temporada 2, origen secreto



“No eres súper, eres una maldita bomba de relojería”




Después del excelente recibimiento que tuvo Daredevil la asociación entre Marvel Television y Netflix alumbró la segunda serie inspirada en personajes de la Casa de las Ideas y en dicha ocasión decidieron llevar a imagen real la colección Alias, que el guionista Brian Michael Bendis y el ilustrador Michael Gaydos habían diseñado para el sello MAX, dirigido a lectores adultos, de Marvel Comics. Con la guionista y productora Mellisa Rosenberg (Dexter, Birds of Prey) en labores de showrunner y la actriz Krysten Ritter (Breaking Bad) dando vida a la investigadora privada, y ex superheroina, Jessica Jones, la primera temporada de la serie homónima tuvo una muy buena acogida y agradó tanto a los fans de las viñetas como al público generalista. Después de haber formado parte de The Defenders junto al ya citado Daredevil, Iron Fist y Luke Cage la propietaria de Alias Investigations vuelve en 2018 con la segunda temporada de su show en solitario que la plataforma de streaming estrenó íntegra el pasado día 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer. Vaya por delante que al que esto suscribe la primera tanda de episodios de Jessica Jones le causó una notable indiferencia, sin parecerme un mal producto, pero sí una serie que no me transmitía las buenas sensaciones que la mayor parte de espectadores habían experimentado con ella. Por suerte mi parecer ha cambiado considerablemente con esta segunda entrega, que sin encontrarse entre las mejores propuestas del tándem Marvel/Netflix, sí me ha parecido un excelente proyecto muy superior a la primera. A continuación incluiré algunos importantes spoilers para hablar en profundidad de la temporada.




Esta segunda temporada de Jessica Jones supone un notable cambio con respecto a la primera, tanto en el tono con el que está abordada como producto televisivo como en lo referente a los personajes, mucho más importantes en esta ocasión para el devenir de acontecimientos que cimentan la serie. Melissa Rosenberg y sus colaboradores se han preocupado de mantener, e incluso acentuar, esa inteligente mezcolanza entre relato neo noir y aventura con apuntes superheróicos, pero el matiz es mucho más crudo, violento, incitándonos en todo momento a temer por la integridad física y psicológica, no sólo de Jessica Jones, sino también del resto de personajes secundarios que en esta ocasión están mucho mejor perfilados y definidos que en la primera tanda de episodios. Malcolm (Eka Darville), Trish (Rachael Taylor), Jeri (Carrie-Anne Moss) dejan de ser complementos, excusas narrativas para potenciar el rol protagonista y comienzan a personificar subtramas personalizadas en las que luchan contra sus propios demonios internos, tienen que enfrentarse a dilemas morales o adicciones destructivas que repercutirán tanto en ellos mismos como en los que les rodean. Gracias a esta decisión de guión los amigos de Jessica evolucionan como seres tangibles y acaban la temporada habiendo pasado por un proceso de cambio más que notorio.




Como es lógico de esta positiva decisión en lo referente al retrato de personajes quien más se beneficia es la propia Jessica Jones. Esta segunda temporada como tal ejerce el rol que debería haber tomado la primera, dar origen a los poderes de su protagonista y hablarnos de su génesis como personaje de ficción por medio de una trama central que con la excusa de las típicas investigaciones detectivescas va desenmarañando la telaraña que da forma a su pasado tomando como núcleo central el accidente de tráfico en el que murieron sus progenitores y su hermano, siendo ella fue la única superviviente. Desde esta perspectiva el rol de una Krysten Ritter excelente, que supera con creces su trabajo previo en la serie, se ve brutalmente enriquecido con el personaje de su madre, Alisa Jones, interpretada por una actriz brillante como la británica Janet McTeer (La Mujer de Negro). Jessica se enfrenta al dilema que supone haber encontrado a su madre supuestamente muerta por un lado y tener que tratar con ella con una mujer inestable psicológicamente que ha demostrado sobradamente su instinto asesino. Por suerte no tenemos un rol unidimensional al uso, ya que todo lo relacionado con la progenitora de la investigadora privada está repleto de pequeños detalles, matices, una construcción minuciosa de su personalidad que tiene su momento álgido en la relación que mantiene con los dos tipos diferentes de guardias que velan por su cautiverio una vez se encuentra encarcelada en “La Balsa”.




Esta segunda temporada de Jessica Jones ha contado con un gran número de mujeres guionistas y exclusivamente directoras en todos y cada uno de sus episodios, algo que un servidor no sabe si ha influido en la considerable mejora de la serie, pero que esto ha sucedido es un hecho fehaciente. Como ya hemos mencionado los guiones profundizan más en los personajes, sus acciones tienen consecuencias que en algunas ocasiones no tienen vuelta atrás, la historia toma una dimensión que la primera temporada ni llegó a vislumbrar y se adentra en terrenos de una notable ambigüedad que se extienden a los mismos protagonistas mostrando una visión nada complaciente de Jessica que alejada del perfil ortodoxo superheróico gana enteros al debatirse entre si es una vigilante o un experimento científico andante con un latente instinto homicida a punto de explotar. Desde el punto de vista técnico la realización también ha mejorado notablemente, sin un excelente trabajo como el visto en las series de Daredevil o Punisher, pero con una puesta en escena más dinámica cuando la acción lo demanda y dejando respirar a los encuadres y lucirse a los actores cuendo estos se convierten en el núcleo central de la trama. A destacar el episodio AKA I Want Your Cray Cray construido casi en su totalidad sobre un flashback y ese AKA Ain’t We Got Fun, con aparición sorpresa, a manos de Jennifer Lynch, escritora, guionista, directora e hija de David Lynch.




La segunda temporada de Jessica Jones ha sido una grata sorpresa para el que esto firma. Después de la decepción que supuso la primera con esta, de la que vi un sólo trailer y con bastante indiferencia, esperaba algo por el estilo que no despertara demasiado mi interés, sobre todo después de lo muy satisfecho que quedé con el visionado del debut televisivo de Frank Castle que había dejado el listón por los cielos. Contra todo pronóstico me he encontrado con un producto más implicado con sus criaturas, más orgánico y adulto, planteando situaciones que no apelan al blanco y negro, resultando mucho más atractivo de cara a todo tipo de espectadores. Esperemos que este buen hacer aplicado a la nueva temporada televisiva de la creación en papel de Brian Michael Bendis y Michael Gaydos se extienda a las series de Luke Cage y Iron Fist, ya que al ser los dos productos más flojos de la asociación entre Marvel Television y Netflix tenían un más que considerable margen de mejora, pero potencial para reverlase como productos más interesantes que en sus primeras incursiones en el medio audiovisual. El alter ego de Power Man será el primero en probar suerte en este sentido, ya que hace poco comenzó el rodaje de su segunda tanda de episodios esperando que el “efecto Jessica Jones” alargue su sombra hacia el barrio de Harlem y sus habitantes.


lunes, 25 de septiembre de 2017

Daredevil: Temporada 2, zona de guerra


"Tú correteas por la ciudad con un pijama ajustado y una máscara. Por la noche te vas a casa, te quitas la máscara y quizá te digas que no eres tú quién ha hecho todo eso, que habrá sido otro. Los soldados no llevamos máscara. No tenemos ese privilegio"






Después de la indiferencia con la que acogí la primera temporada de Jessica Jones me dispuse a ver la segunda de Daredevil, cronológicamente la que daba continuación a la serie protagonizada por Krysten Ritter dentro del conglomerado de producciones de tv que están realizando de manera conjunta Marvel Studios y Netflix. Esta segunda tanda de episodios protagonizada por el alter ego del abogado invidente Matt Murdock no sólo es considerablemente superior a la, ya de por sí excelente, primera temporada centrada en el personaje, sino que también podemos considerarla tanto la mejor pieza dentro de los productos catódicos que la Casa de las Ideas está diseñando al amparo de la exitosa plataforma online como la más lograda creación audiovisual hasta la fecha relacionada con la editorial que encumbraran en los 60 autores como Stan Lee, Jack Kirby o Steve Ditko independientemente de si se encuentra dentro o fuera del MCU (Marvel Cinematic Universe).




El showrunner Douglas Petrie, ocupando el lugar de Steven S. DeKnight que a su vez hizo lo propio con el de Drew Goddard, y su equipo de guionistas y realizadores, aunando fuerzas con el reparto de actores, consiguen con esta segunda temporada no sólo mantener la constantes y el nivel de calidad la primera, sino también incluir más personajes y subtramas a la columna vertebral del relato que están narrando sin que este se vea perjudicado, todo lo contrario, ya que el mismo se enriquece considerablemente gracias dichos añadidos. Por eso el fichaje de Elektra Natchios y sobre todo Frank Castle, alias Punisher, se revela como uno de los mayores aciertos de esta tanda de episodios, no sólo por lo bien perfilados que están sus roles, sino también por todo lo que aportan tangencialmente a la personalidad de Matt, ya sea en su vida profesional o en la personal, haciendo que se replantee en más de una ocasión su ferreo ideario e inquebrantable sistema de valores.




La segunda temporada de Daredevil mantiene el tono oscuro y urbano de la primera ejecutando una amalgama narrativa que se alimenta de etapas míticas del personaje en los cómics como la de Frank Miller o la de Ann Nocenti y John Romita Jr aunando acción, crimen organizado, corrupción política, noir y cierta denuncia social. En el proceso personajes como el de Foggy Nelson y Karen Page, excelentes Elden henson y Deborah Ann Woll, van ganando profundidad como secundarios, el primero por todo el dilema moral al que se enfrenta cuando descubre la doble identidad de su socio y la segunda haciendo lo propio al desentrañar que el pasado que se esconde detrás del vigilante Frank Castle da una nueva perspectiva a la guerra contra el crimen que mantiene contra el submundo del hampa en la Cocina del Infierno de New York. Pero es con el protagonista, al que da vida un Charlie Cox ya completamente mimetizado con su papel, con el que mejor interactúan estos dos nuevos personajes, ya que como hemos mencionado previamente su relación con ellos ofrece muchos más matices a su perfil durante esta segunda temporada.




La irrupción de Elektra, una competente Elodie Young tan letal como sensual, en el rol de asesina a sueldo y antigua amante de Daredevil y cómo ambos vuelven a retomar una relación antaño regida por el placer, el riesgo, la ilegalidad y el sexo nos devuelve la personalidad de un Matt Murdock mucho más visceral y temerario, como si se liberara las cadenas que con el tiempo lo convirtieron en un "ciudadano modelo" que se rige por esa leye a la que eligió defender como abogado en la Cocina del Infierno. En cambio la llegada de Punisher como vigilante que se dedica a erradicar la rama criminal de New York con métodos expeditivos y el enfrentamiento físico y psicológico que este tiene con Murdock cuando ambas maneras de "impartir justicia" chocan la una a la otra puede considerarse la idea narrativa más potente y conseguida de toda la segunda temporada. Los creadores del producto lo saben y por suerte deciden no dejar ahí la incursión de Frank Castle en el show y le ofrecen una trama para él solo una vez entra en prisión y se ve las caras con Wilson Fisk.




Tres películas en pantalla grande han intentado trasladar las aventuras del personaje creado por Gerry Conway, John Romita Sr y Ross Andru en las páginas de The Amazing Spider-Man allá por 1974 y ninguna de ellas le hizo justicia (aunque un servidor le tiene especial cariño a Punisher: Zona de Guerra). De modo que han tenido que ser esta Daredevil ofreciéndole un rol secundario y la magnífica labor del actor Jon Bernthal los impulsores que han conseguido captar la verdadera esencia de Frank Castle. La personalidad de Punisher, su idiosincrasia, su interacción con Daredevil muy fiel a los cómics, y llevar a cabo una batalla de la que no saca ningún tipo de satisfacción por ser desde hace años un hombre quebrado víctima tanto de los criminales que mataron a su familia como del conflicto bélico en el que se embarcó (Vietnam en los cómics, Iraq en esta encarnación del siglo XXI) y que le robó la humanidad nos ofrecen al mejor Frank audiovisual hasta la fecha y verlo interactuar con el Wikson Fisk de un pletórico Vincent D'Onofrio es un sueño cumplido para los que, como yo, nos criamos leyendo los cómics de El Castigador.




Con una puesta en escena magnífica para un producto televisivo como este que no presume de un presupuesto demasiado holgado, pasajes ya marca de la casa como el plano secuencia de Daredevil huyendo de los Hell's Angels por las escaleras o la pelea/encerrona de Frank contra los presos en el pasillo de la cárcel, un guión que sabe sacar partido de la iconografía de los cómics (la organización criminal "La Mano" que dará mucho juego en el futuro) y un reparto cada vez más cohesionado la segunda temporada de Daredevil es una pieza indispensable para todo aquel tipo de espectador aficionado a las adaptaciones audiovisuales de Marvel Cómics en particular y del mundo del cómic superheróico en general. Una pena no  poder decir lo mismo de la posterior Luke Cage, que tiene una muy buena primera mitad y una segunda del todo insostenible, pero de eso hablaremos próximamente en este blog al igual que con las primeras temporadas de Iron Fist, The Defenders y Punisher.


sábado, 28 de enero de 2017

Jessica Jones: Temporada 1, cold case



"Quizá baste con que el mundo me considere una heroína. Quizá si me esfuerzo lo suficiente hasta pueda engañarme a mí misma"




Dentro de la nueva política editorial que Joe Quesada instauró en Marvel a principios de la década pasada quiso darle protagonismo al sello MAX especializado en cómics dirigidos al público adulto. Series como el Punisher de Garth Ennis, el Deadpool/Masacre de Dave Lapham o el Lobezno de Jason Starr ofrecieron historias de personajes clásicos de la Casa de las Ideas pasados por un tamiz que permitía acentuar la violencia, el sexo y el lenguaje malsonante. Pero dentro de MAX también nacieron series de nuevo cuño como Alias. Escrita por Brian Michael Bendis y dibujada por Michael Gaydos la colección protagonizada por la superhéroina reconvertida en detective secreta Jessica Jones abarcó 28 números editados entre 2001 y 2004 y se convirtió en uno de los trabajos más reconocidos del polémico autor de Powers, Ultimate Spiderman o la más reciente versión de Guardianes de la Galaxia.




Tras el considerable éxito de la primera temporada de Daredevil Marvel Television y Netflix tomaron la no poco arriesgada decisión de que Alias fuera la siguiente colección de la editorial norteamericana que tuviera su adaptación catódica. Con el nombre de Jessica Jones y la actriz Kristen Ritter (Breaking Bad) encabezando un reparto formado por secundarios como Rachael Taylor (Transformers) Eka Darville (Spartacus: Sangre y Arena) o David Tennant (Doctor Who) entre otros, la presencia de Melissa Rosenberg (Dexter, Crepúsculo) en labor de showrunner y la producción ejecutiva del mismo Brian Michael Bendis Netflix lanzó la primera temporada completa el 20 de Noviembre de 2015 obteniendo una buena acogida por parte del público, la prensa especializada y el fandom que recibieron con los brazos abiertos los peculiares casos de Alias Investigations.




Con un poco de tardanza un servidor ha podido por fin ver esta primera temporada con la que Netflix ha puesto la segunda piedra dentro de su universo televisivo adherido a la editorial Marvel y su subdivisión audiovisual. Por desgracia a pesar de las buenas intenciones, el potente material de partida con el que Melissa Rosenberg y sus colaboradores al guión y la dirección han contado y el competente reparto que puebla el apartado artístico del producto Jessica Jones me ha causado una notable indiferencia a lo largo del recorrido que marcan sus trece episodios. Hay varios problemas en la ejecución y desarrollo de un producto como el ideado por Netflix para llevar a imágenes las viñetas ideadas por Brian Michael Bendis y Michael Gaydos y en la entrada que nos ocupa voy a tratar de enumerar cuáles son y en qué sentido perjudican al conjunto de una serie que podía haber sido considerablemente superior a lo que finalmente ha ofrecido.




Uno de los mayores aciertos narrativos que tenía Alias y que Jessica Jones no ha sabido trasladar a imágenes es la armonía y coherencia con la que Brian Michael Bendis y Michael Gaydos alternaban el tono noir del relato detectivesco que servía de núcleo a la historia con el superhéroico que también basculaba el devenir de la colección, algo que también consiguió captar con acierto el autor de Scarlett en la serie Powers y que, paradójicamente, su adaptación televisiva supo reflejar con más acierto que la producción de Netflix que nos ocupa, eso sin llegar a ser un producto notable en ningún aspecto. Desde el opening la serie de Melissa Rosenberg quiere mostrarse de cara al público como una historia detectivesca con una antiheroína de protagonista sin dejar de lado los superpoderes que dan un matiz fantástico a la historia, pero el adecuado discurrir de ambas vertientes se alterna de manera irregular y con escasa cohesión.




Esta carencia bastante notable se ve considerablemente solapada por la profesionalidad del equipo técnico que se ocupa de dar empaque a la serie abordándola con un tono oscuro y lacónico que, esta vez sí, está bien adaptado de las viñetas. La puesta en escena y el look visual que S.J. Clarkson imprimió en el episodio piloto son respetados por el resto de realizadores (entre ellos un John Dahl que después de haber sido la gran promesa del cine independiente con La Última Seducción o Rounders ahora se dedica a ofrecer sus servicios a la televisión) que Netflix contrató para sacar adelante dicha empresa y todos ellos cumplen sobradamente con su labor de artesanos que ejecutan su trabajo con atino, pero no destacando en ningún aspecto como sí sucedía en no pocos episodios de la primera temporada de Daredevil que cronológicamente precedía a esta de Jessica Jones que nos ocupa.




En la estructura del guión también podemos encontrar ciertos defectos que si bien no toman forma hasta avanzada la temporada una vez salen a la luz la lastrán hasta su mismo cierre. La amenaza de Kilgrave es el núcleo central sobre el que orbitan todos los personajes principales y las distintas tramas que rodean a Jessica Jones. En los primeras episodios sólo por las reacciones tanto físicas como psicológicas de la protagonista podemos percibir la aterradora ubicuidad que imprime en la serie el inminente regreso del villano con la capacidad de controlar la voluntad de sus semejantes con el simple uso de su voz. El problema estriba en que cuando Kilgrave torna en una presencia física, en un personaje más, parece como si toda esa asbtracción intimidante que transmitía cuando no hacía acto de presencia en pantalla se convirtiera en algo más mundano, común y simplista, un villano proototípico a fin de cuentas. Eso sumado a su búsqueda por parte de Jessica que se antoja repetitiva y de escaso desarrollo suponen un lastre para el devenir de los acontecimientos de los distintos capítulos.




En cuanto al reparto es ineludible que la elección de Kristen Ritter es un acierto en toda regla, La actriz de Big Eyes posee las justas dosis de carsima, atractivo, macarrismo, ironía y melancolía para ser una aceptable Jessica Jones y mostrarse creíble a la hora de darle vida. Dentro del resto del reparto de secundarios todos hacen bien su labor, pero más allá de Mike Colter en la (indestructible) piel de Luke Cage, ninguno destaca como para ofrecerle una mención de honor, aunque cierto es que se agradecen algunos regresos como los de Carrien Ann Moss (Matrix) o Rebecca De Mornay (La Mano Que Mece la Cuna). Curiosamente el mayor problema de casting llega con el mejor actor del mismo y es que David Tennant es una mala elección para dar vida a Kilgrave, ya que el actor británico por muy hijo de puta que se muestre ante cámara, por muchas barbaridades y actos crueles que lleva a cabo con sus víctimas en ningún momento deja de transmitir al espectador una sensación de "buenrollismo" que va en contra de su misión de intimidar al respetable.




Jessica Jones ha supuesto la primera decepción para el que esto firma con respecto a la colaboración entre Marvel y Netflix. Como previamente he mencionado la apuesta era arriesgada y el simple hecho de haberla sacado adelante ya tiene su mérito, pero Melissa Rosenberg y su equipo no han sabido mezclar adecuadamente los ingredientes que tenían a su disposición para ofrecer una adaptación potente de Alias, al menos en lo que a esta primera tanda de episodios se refiere. Por suerte la sensación de desilusión me ha durado poco gracias al visionado de los primeros episodios de la segunda temporada de Daredevil, de la que hablaré próximamente, y que antes de llegar a su ecuador ya ha ofrecido el mejor retrato que se ha hecho de Frank Castle en el medio audiovisual y una potentísima secuencia de acción (la del falso plano secuencia con la pelea contra los miembros del club motero Dogs of Hell) que confirman que la Casa de las Ideas todavía tiene mucho que decir en la pequeña pantalla.