sábado, 25 de noviembre de 2017

The Defenders: Temporada 1, historias de New York



"El tema con la guerra es que sólo funciona si ambos bandos creen que son los buenos"





El pasado 18 de agosto llegó la culminación de la primera etapa de las series de Marvel Studios diseñadas junto a la plataforma de streaming Netflix con The Defenders. Después de dos temporadas de Daredevil y una de Jessica Jones, Luke Cage y Iron Fist la contrapartida catódica de los superhéroes creados por Roy Thomas en 1971, que han sido aquí adaptados con no pocas licencias en cuanto al tono de la propuesta como en lo referido a los miembros que dan forma al grupo, llegó por fin a la pequeña pantalla. Los showrunners elegidos para ocuparse de esta primera entrega de The Defenders fueron Douglas Petrie y Marco Ramírez, ambos implicados en la producción de Daredevil, y al reparto de la serie formado por los lógicos Charlie Cox, Krysten Ritter, Mike Colter y Finn Jones se sumaron varios de los secundarios de los shows protagonizados en solitario por estos actores y otros como Sigourney Weaver en el rol de la nueva villana de la temporada.





The Defenders supone la culminación de cinco temporadas previas que sufrieron un considerable descenso gradual de calidad sobre todo en lo concerniente a Luke Cage y Iron Fist, productos que abrazaron una serie de vicios y carencias que por suerte la serie que nos ocupa abandonó (casi) en su totalidad. Porque en esta ocasión podemos hablar de un proyecto que recupera unos niveles de calidad más que aceptables con respecto a las correrías en solitario de Power Man o Danny Rand, aprovechando al máximo el pequeño microcosmos que Marvel Studios ha creado alrededor de estos cuatro personajes, explotando todos los añadidos narrativos que se incluyeron para enriquecerlos a nivel individual y que aquí son amalgamados para dar forma a una amenaza mayor que dicho grupo de héroes sólo podrá derrotar si trabaja cojnutamente a pesar de la disparidad de caracteres que los diferencia.




Salvando las distancias en cuanto a medios, presupuesto y pretensiones lo experimentado con The Defenders no deja de ser un émulo de lo que muchos fans de Marvel Cómics vivimos la primera vez que vimos a los Vengadores interactuar como grupo en la cinta homónima de 2012 escrita y dirigida por Joss Whedon, una sensación de enorme satisfacción después de años leyendo las aventuras en papel de dichos personajes ejerciendo como equipo en imagen real y constituyendo un producto por el que merecía la pena gastar el tiempo y el dinero. Porque el mayor acierto de The Defenders es que sus showrunners se dieron cuenta de lo que estaba fallando en las últimas incursiones en la ficción audiovisual de dichos iconos del cómic y decidieron arreglarlo por medio de decisiones considerablemente acertadas que jugaron a favor del proyecto de cara a un público que en gran parte se estaba cansando de la fórmula Marvel/Netflix y su tibieza tonal y narrativa.




Dentro de los mayores aciertos de The Defenders está la decisión por parte de sus creadores de reducir los innecesarios trece episodios a ocho, concentrando de esta manera más el argumento que vertebra la temporada para eludir en todo momento el relleno del que hacían gala, sobre todo, Luke Cage y Iron Fist. Por otro lado también es una virtud el hecho de que esta tanda de episodios vaya al grano en cuanto a la acción y la concreción de ideas, ya que los personajes ya están presentados y definidos física y psicológicamente, sus enemigos (los que sobrevivieron) ya nos son conocidos y los secundarios que se relacionaron con ellos anteriormente son incluidos de manera muy orgánica y nada forzada en esta nueva serie, llegando incluso a interactuar unos con otros sin que se antoje una decisión narrativa forzada y caprichosa por parte de los guionistas, enriqueciendo así el contexto en el que se mueven los cuatro protagonistas.




Como era de esperar The Defenders se sustenta principalmente en la química entre los cuatro personajes principales y el resultado es tan bueno que consigue que roles interpretados por actores hasta cierto punto poco carismáticos como los de Mike Colter y Finn Jones funcionen mejor que en sus series en solitario gracias a compartir plano con los considerablemente más magnéticos Charlie Cox y Krysten Ritter. Los pasajes de humor que comparten Danny Rand y Luke Cage, la sorna de Jessica Jones y utilizar a Matt Murdock como eje central sobre el que sustenta el entramado de la temporada (los creadores del proyecto saben que es el mejor de los cuatro protagonistas, ya sea en compañía o de manera individual) ofrecen la mejor cara de un producto en el que todo funciona adecuadamente y sin estridencias, aunque tampoco adentrándose en ningún momento en la excelencia debido a la agradecidamente liviano de su propuesta.




Después de la decepción que supuso en Iron Fist no tener unas escenas de lucha que estuvieran a la altura de una serie de televisión dedicada a Danny Rand en The Defenders vuelven gran parte de las potentes coreografías que pudimos disfrutar en las dos temporadas de Daredevil y que aquí de nuevo están presentes a lo largo y ancho de los ocho episodios. Dos de estas secuencias en concreto destacan por encima del resto y como no podía ser menos son la primera en la que el equipo actúa como tal intentando escapar de los hombres de la Mano comandados por Alexandra Reid y la segunda que tiene lugar en el clímax final con la batalla campal y el enfrentamiento final de Daredevil con Elektra. Con una puesta en escena adecuada y unos pasajes dinámicos muy compactos The Defenders devuelve algo de la fuerza técnica que habían perdido las producciones de la Casa de las Ideas para Netflix y que no estuvieron al 100% en las dos series inmediatamente anteriores a esta.




Por otro lado tenemos otra de las molestas señas de identidad de las producciones Marvel de Netflix que se cumple una vez más y de manera bastante molesta. Ese mal endémico en el que se presenta y desarrolla un villano considerablemente bien perfilado e interpretado por un actor o actriz que hace su trabajo con una profesionalidad intachable, Sigourney Weaver devora el encuadre y eclipsa a sus compañeros de reparto cada vez que la cámara repara en su presencia, desaparece de manera abrupta para a la mitad de la temporada ser sustituido por otro. En esta ocasión por suerte el rol de enemiga del grupo de héroes que abandona Alexandra Reid lo toma la Elektra de Élodie Young que al igual que ya hiciera en la segunda temporada de Daredevil realiza una muy creíble encarnación de la asesina de origen griego creada por Frank Miller durante su mítica etapa con el Hombre Sin Miedo en los cómics.




Los guiones de los episodios al desarrollar una historia que abarca sólo ocho entregas se adscriben a un tono dinámico que elude rodeos o relleno innecesario y después de contextualizar el entorno en el que se moverán los personajes de manera individual los hace trabajar en grupo y hasta la recta final de la temporada la acción y el desarrollo potente de acontecimientos es ejecutado con considerable pericia, sólo viéndose algo ralentizado después del primer combate con la Mano cuando se ven recluidos en el restaurante chino estancando un poco la trama central, pero saliendo airosa al poco tiempo y recuperando el tiempo dedicado a que los cuatro protagonistas se conozcan los unos a los otros. De este modo The Defenders hace uso de cierta pátina de sense of wonder pero siempre al servicio del tono urbano en el que se han inscrito estos cuatro héroes normlamente tanto en las viñetas como en su versión catódica previa a esta temporada.




The Defenders supuso una necesaria inyección de adrenalina en pleno corazón de las series Marvel de Netflix gracias a una visión menos solemne del material de partida, un ritmo más adecuado en el que el tono de thriller se apoderaba de la tanda de episodios y a la química de un grupo de actores que funcionan al 100% compartiendo pantalla. Sin llegar a ser tan buena como las que hasta ese momento eran las dos mejores muestras de lo que podía ofrecer la Casa de las Ideas en colaboración con la plataforma de streaming, las dos temporadas de Daredevil, el show coordinado por Douglas Petrie y Marco Ramírez nos hizo recuperar la esperanza a aquellos que, como el que esto firma, la perdimos hacía tiempo entre series realizadas con muy buenas intenciones y poca profesionalidad redundando en los mismos fallos y que por suerte no han vuelto a sucederse en entregas posteriores, ni en esta The Defenders que nos ocupa ni en la posterior Punisher de la que vamos a hablar en breve en Transgresión Continua.


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