Título Original Léon (1994)
Director Luc Besson
Guión Luc Besson
Actores Jean Reno, Natalie Portman, Gary Oldman, Danny Aiello, Samy Naceri, Peter Appel, Michael Badalucco, Ellen Greene, Elizabeth Regen, Maïwenn Le Besco
El francés Jean Luc Besson se ha forjado a lo largo de los años una prolífica carrera como productor con su compañía Eruopa Corp. Obras como las sagas de acción Transporter, Venganza (Taken) o Taxi así como films del estilo de Danny the Dog, Colombiana, MS1: Máxima seguridad o El Beso del Dragón han llenado las arcas de dicha productora mientras su máximo representante también invertía dinero en pequeños proyectos de algunos de sus amigos o protegidos como Gary Oldman (Los Golpes de la Vida) Tommy Lee Jones (Los Tres Entierros de Melquiades Estrada) o Alexandre Aja (Alta Tensión) alternando así productos de consumo rápido con cierto celuloide independiente con el que adherir su nombre a proyectos alabados por la crítica.
Pero Luc Besson también es conocido como uno de los cineastas franceses más exitoso de la historia de su país, ideando superproducciones que (al igual que sus films para Europa Corp, pero con más ambición) buscan enfrentarse de tú a tú con los blockbusters norteamericanos, consiguiéndolo en varias ocasiones. Lo cierto es que la carrera como director de Luc Besson es poco destacable, porque si films como la bellísima El Gran Azul o su experimental debut Kamikaze 1999 muestran a un profesional entregado al lirismo y lo poco ortodoxo, producciones hipertróficas y ruidosas como Juana de Arco, El Quinto Elemento o Nikita: Dura de Matar revelan a un artesano que se entrega a los prostituibles brazos de la comercialidad por la comercialidad.
Porque entre cintas de usar y tirar, invenciones de cinematografía poco habitual o sagas animadas como la de Arthur y los Mínimois siempre ha destacado la que es para un servidor, con mucha diferencia, la mejor obra del director de Subway: Buscando a Frankie o Adèle y el Misterio de la Momia. Un film que marcó mi adolescencia con letras de fuego y he podido ver una veintena de veces, la última hace escasos días, y que no pierde un ápice de su fiereza, corazón y personalidad con el paso del tiempo aún habiendo cumplido el pasado 2014 nada más y nada menos que 20 años de edad. Hablo como no podía ser menos de El Profesional (León) estrenada en 1994 y protagonizada por el francés de origen español Jean Reno, la actriz israelí Natalie Portman y el británico Gary Oldman en el rol del villano de la obra.
El Profesional narra la historia de León (Jean Reno), un limpiador, o asesino a sueldo, de origen italiano que, trabajando bajo las órdenes de su jefe Tony (Danny Aiello), recorre New York en busca de "clientes". En el destartalado bloque del barrio chino en el que vive Léon tiene como vecino a un cabeza de familia que mantiene relaciones de narcotráfico con el equipo de Stansfield (Gary Oldman), un corrupto agente de la DEA. Un día este grupo asalta la casa del susodicho en cobro a una deuda sin pagar y elimina a toda la familia, excepto a Mathilda (Natalie Portman), una niña de 12 años de edad que consigue librarse de la matanza y convertirse en la protegida de este profesional que descubrirá todo un nuevo mundo de emociones cuando decida convertirse en el guardián de la adolescente que está siendo buscada por los verdugos de sus familiares y que no pararán hasta dar con ella.
Léon muestra una brutal y descarnada convergencia entre thriller de acción, drama desgarrador y apuntes de comedia tierna con reminiscencias incluso chaplinescas. La mirada de un film como el que nos ocupa hacia la ciudad de New York, sus gentes y constumbres es desoladora y posiblemente este enorme acierto conceptual venga porque el punto de vista del narrador es el de un extranjero, un europeo que siente tanta fascinación como repulsión por lo que representa Estados Unidos como nación. La Gran Manzana que retrata Luc Besson es sucia, está forjada por familias desestructuradas con padres maltratadores, policías corruptos que matan a sangre fría por sus negocios sucios y asesinos silenciosos que casi ejercen como ronins, samurais sin amo, con más honor e integridad que todos los individuos que les rodean, esos a los que la sociedad occidental ha inculcado falsarios roles de integridad ética y moral.
Dentro de esa corrupción económica, legal y existencial sobresale un pequeño haz de luz que representa una inocencia que trata de iluminar un camino de oscuridad que todo lo devora, un nimio hálito de esperanza que, utilizando sus propias armas, trata de no sucumbir ante lo impuro, desquiciado y salvaje. Mathilda es esa última oportunidad intentando abrirse paso entre la inmundicia y la podredumbre de la sociedad en la que le ha tocado vivir. Siguiendo la estructura de los cuentos de hadas, El Profesional no se avergüenza de considerase uno de ellos, León es, no el caballero de brillante armadura que salvará a la princesa en apuros, sino el gigantón introvertido y bruto que adulterará hasta el extremo su ordenada y milimetrica vida con tal de proteger a la que considera la única persona importante en su hermético y peculiar mundo.
El Stansfield de Gary Oldman representa todo lo pútrido y retorcido que hay en la ciudad de New York, un ogro de cuento fantástico cuya crueldad de reminiscencias psicóticas, esa pasión por Beethoven que le emparenta con el Alex de Large de La Naranja Mecánica, le lleva a cometer actos de un salvajismo tal que en ocasiones el espectador llegará a entregarse a la risa nerviosa cuando los cometa. El personaje es una de las mejores composiciones de la vertiente histriónica del actor de Sid y Nancy o Ábrete de Orejas, uno de los villanos más propensos a ser odiado de la historia del cine reciente, un demente que llega a provocar malestar en un espectador que paradójicamente se deja llevar por el carisma desatado que transmite la desbordante y disociativa personalidad que lo caracteriza.
No le van a la zaga Jean Reno y la por aquel entonces debutante Natalie Portman, El primero ejecutando el mejor de los trabajos de su extensa carrera, una muestra quintaesencial del tipo de personaje hecho a la medida del actor de Misión Imposible, Los Ríos de Color Púrpura o Ronin. Un niño grande encerrado en la milimétrica y mecánica disciplina de una máquina de matar con un código de honor inquebrantable, "ni mujeres no niños, esas son las reglas" reza en un par de ocasiones a lo largo del metraje, que descubre por medio de una niña de 12 años que hay todo un mundo de sensaciones más allá de su planta, sus vasos de leche y la limpieza de las armas que le permiten cumplir con los encargos propios de su oficio. La pequeña adolescente será en principio su redentora y finalmente su perdición y aunque él lo sabe en ningún momento le dará de lado.
Para que la química con el actor nacido en Casablanca y criado en Sanlucar de Barrameda sea total y el encuadre caiga ante el embrujo de esta pareja que en sus momentos más tiernos recuerdan a la obra de Jacques Tati o al previamente mencionado Chaplin es inestimable la ayuda de una profesional como Natalie Portman que en este, su primer papel cinematográfico, demostró a ciencia cierta que lo de interpretar era algo que la actriz nacida en Jerusalén llevaba en su ADN desde el mismo día de su nacimiento. Es brutalmente incalificable que una niña de sólo 12 años pueda transmitir tanto verismo y naturalidad, para colmo, abordando un papel tan complejo y lleno de momentos complicados relacionados con violencia y tragedia. Cada mirada, cada gesto, cada palabra salen de su menudo cuerpo con una seguridad en sí mismas que no queda más remdio que quitarse el sombrero ante tal recital de interpretación que aventuraba una carrera llena de grandes trabajos que ya se ocupó George Lucas de atenuar sólo cinco años después.
Por ello cuando Mathilda confiesa a Léon que se está enamorando de él el espectador es consciente de que la niña confunde amor con ese cariño que le había sido ajeno durante toda su corta vida por pertenecer a una familia muerta en vida en la que sólo su hermano pequeño le servía como vía de escape de una realidad que la marcó con todo tipo de heridas físicas y psicológicas. Algunos despistados o malpensados pensaron que el rol de Lolita de Portman incluía en el subtexto de su historia con León un matiz de pedofilia que sólo una persona con la mente enferma podría vislumbrar, cuando lo que en pantalla se deja ver en todo momento es que la adolescente ha encontrado en el asesino a sueldo ese padre que nunca ha tenido, complementándose ambos como dos animales heridos que darían la vida el uno por el otro.
En todo este proceso tampoco debemos olvidarnos de que estamos hablando de un thriller de acción repleto de secuencias al más puro estilo Luc Besson. El Profesional (León) es una extensión lógica del discurso formal de la anterior obra del francés, la ya mencionada Nikita: Dura de Matar en la que una joven era secuestrada y entrenada para convertirse en una máquina de matar. De modo que en la producción que nos ocupa impera un potentísimo look visual dosificado por la mirada lírica y hasta en ocasiones onirica de un sobresaliente director de fotografía como Thierry Arbogast, habitual del realizador de Lucy, que desde el plano aéreo sobre la bahía de New York que abre el largometraje hasta el que la cierra centrado en Mathilda nos deja clara constancia del cuerpo y la solidez que insufla a la ya de por sí intachable puesta en escena del cineasta francés que nunca ha estado mejor detrás de las cámaras.
Pasajes como el que abre la cinta mostrándonos por primera vez el modus operandi de León y las herramientas que Luc Besson va a utilizar en su trabajo son una declaración de principios. Otros en cambio como el del asalto a la casa de Mathilda están llevados con un control del tempo narrativo sencillamente brillante, alternando la crueldad de lo acontecido en ese apartamento que se convierte en una orgía de caos y muerte con la táctica de huida puesta en marcha por la adolescente para que León la salve de los asesinos de su familia, destilando el conjunto tensión por todos y cada uno de sus fotogramas. Inolvidable también en ese pasaje Gary Oldman dándolo todo, lo de la pastilla o la memorable frase "Me encantan estos momentos de calma antes de la tormenta, me recuerdan a Beethoven", dejando claro a la platea que siendo aplicado el director de Angel-A sabe cuándo, cómo y dónde debe poner la cámara para captar tempos de pérfida magia cinematográfica en complicidad con sus intérpretes.
Luc Besson ejecuta los mejores planos de toda su carrera alternando la sencillez que toma la vida hogareña de los dos protagonistas (las imitaciones de famosos de Mathilda que incitan a León a interpretar las suyas, el momento pelea que acaba con la protagonista de Cisne Negro en el armario y que delata algún momento de brillante improvisación entre los dos actores) con la acción que eclosiona en ese tercio final cuando toda la policía de New York se las ve putas para cazar a un sólo hombre capaz de eliminar uno a uno a sus captores impulsado por la misión autoimpuesta de proteger hasta la muerte a esa niña que en ocasiones parece la metáfora de su propia inocencia, esa que no es difícil vislumbrar debajo de esas gafas de sol, gorro de lana y pistola con silenciador. Incluso en ocasiones Besson sabe amalgamar las dos vertientes, la íntima con la de thriller, en momentos como el del tejado con el fusil de mira telescópica donde tiene lugar el "primer trabajo" de Mathilda. Todo envuelto en la soberbia partitura de un Eric Serra influenciado por sonidos arábicos, europeos, indígenas y nipones.
En honor a la verdad esta crítica obedece a intereses meramente personales, era algo que me debía a mí mismo desde hace muchos años. En los tiempos del VHS, de comenzar a descubrir el cine y lo que hay detrás del mismo, cintas como las que nos ocupa o Terminator 2: El Juicio Final, Philadelphia, El Hombre Sin Rostro o las producciones vinculadas a Quentin Tarantino marcaron mi adolescencia. El Profesional (León) forma parte importante de aquellos ya lejanos días en los que el consumo de cine se dosificaba lo suficiente como para dar una importancia capital a cada nueva película que veíamos por medios que poco tenían con ver con las facilidades que nos proporciona hoy internet. De modo que poco importa que después de esta pequeña joya Luc Besson volviera a descarrilar cada poco tiempo una carrera como cineasta tan fruiciosa como vacua, siempre nos quedará el recuerdo de León y Mathilda caminando como nómadas por las calles de New York buscando una paz que finalmente encontraron cuando se dieron cuenta de que sólo se tenían el uno al otro.