lunes, 29 de abril de 2019

Vengadores: Endgame



Título Original Avengers: Endgame (2019)
Director Anthony y Joe Russo
Guión Christopher Markus, Stephen McFeely, basado en los personajes de Stan Lee, Jack Kirby y Jim Starlin
Reparto Robert Downey Jr., Chris Evans, Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Mark Ruffalo, Jeremy Renner, Brie Larson, Karen Gillan, Paul Rudd, Danai Gurira, Josh Brolin, Gwyneth Paltrow, Don Cheadle, Jon Favreau, Benedict Wong, Tessa Thompson, Bradley Cooper, Katherine Langford, Evangeline Lilly, Pom Klementieff, Elizabeth Olsen, Dave Bautista, Sebastian Stan, Chadwick Boseman, Letitia Wright, Benedict Cumberbatch, Anthony Mackie, Samuel L. Jackson, Zoe Saldana, Chris Pratt, Paul Bettany, Vin Diesel




Hace justamente un año Marvel Studios culminaba su primera década de vida como división cinematográfica de Marvel Cómics estrenando su mejor película. Vengadores: Infinity War marcó un punto de inflexión en el Universo Cinematográfico Marvel (UCM) cuando reunió a todos sus personajes para enfrentarse a la mayor amenaza de sus vidas, aquella que apareció por primera vez en la escena post créditos de Los Vengadores (Joss Whedon, 2012) y que en viñetas nació de mano del guionista e ilustrador Jim Starlin en el año 1973. Thanos, el Titán Loco, conseguía reunir las Seis Gemas del Infinito y vencer en combate a un nutrido grupo de superhéroes entre los que encontrábamos a los Vengadores, los Guardianes de la Galaxia, Spider-Man, Doctor Strange o Black Panther y sus aliados wakandianos, entre otros. Los hermanos Anthony y Joe Russo en la dirección y los habituales guionistas Christopher Markus y Stephen McFeely se encargaron de llevar a buen puerto dicha empresa y el éxito se reveló descomunal. 




Vengadores: Infinity War se convirtió en una de las mejores muestras del cine centrado en adaptar personajes del mundo del cómic al medio audiovisual y después de recibir alabanzas generalizadas por parte del fandom, el público generalista y la prensa especializada llegó a convertirse en la cuarta película más taquillera de la historia sólo superada por Avatar (James Cameron, 2009), Titanic (James Cameron, 1997) y Star Wars Episodio VI: El Despertar de la Fuerza (J.J. Abrams, 2015) y en un hito dentro del celuloide superheróico. Después de su paso como una apisonadora por las carteleras Marvel Studios estrenó otros dos largometrajes más dentro de su Fase 3. Ant-Man y la Avispa o Capitana Marvel fueron una ligera cinta de acción con apuntes de comedia en el primer caso y una historia de orígenes muy competente cuya misión era, principalmente, presentar a esa Carol Danvers que estaba destinada a ejercer un rol importante en la cuarta entrega de las correrías cinematográficas de los “Héroes Más Poderosos del Planeta”.




Vengadores: Endgame llega a las pantallas de todo el mundo con el hype disparado hasta la estratosfera debido al triunfo sin paliativos de su predecesora y al blindado secretismo con el que Disney y Marvel Studios la han promocionado con unos trailers en los que se mostraba poco o nada de por dónde iba a transitar su trama. En lo referido a los profesionales detrás de su producción volvemos a encontrar a los hermanos Anthony y Joe Russo en la dirección, Christopher Markus y Stephen McFeely ocupándose de nuevo de la escritura y un reparto en el que sobresalen los supervivientes de la anterior entrega de la saga o lo que es lo mismo, un grupo formado por Robert Downey Jr., Chris Evans, Chris Hemsworth, Scarlett Johansson, Mark Ruffalo y Jeremy Renner dando vida a los Vengadores originales del UMC a los que suman Brie Larson, Karen Gillan, Paul Rudd, Danai Gurira, Gwyneth Paltrow o Don Cheadle entre otros y, por supuesto, Josh Brolin repitiendo como la versión cinematográfica de Thanos. Nosotros ya hemos podido ver la última entrega de la franquicia construida por Kevin Feige y sus colaboradores. De manera que a continuación vamos a dejar nuestras impresiones sobre una superproducción que no va a dejar indiferente a nadie.




Vaya por delante que se antoja una tarea hercúlea realizar una reseña más o menos completa de Vengadores: Endgame sin incurrir en spoilers, ya que la película como tal es uno de proporciones gigantescas y enfrentarse a ella sin saber absolutamente nada de su trama la hace mucho más disfrutable. La última producción de Marvel Studios es un largometraje que a su vez se subdivide en otros tres, cada uno de ellos con un tono e intencionalidad diferente. Esas tres horas, que vuelan delante de un espectador incapaz de percibirlas como tales, tienen cada una de ellas su propia misión y mientras las dos primeras la cumplen sobradamente en casi todo momento, la última rebasa cualquier expectativa depositada en ella. El primer acto de Avengers: Endgame ejerce el rol de toma de contacto con la realidad después de lo acontecido en Infinity War, con los personajes asumiendo las incontables pérdidas producidas por el genocida chasqueo de dedos de Thanos mientras portaba el Guantelete del Infinito. El segundo utiliza una excusa narrativa para convertirse en un divertido autohomenaje, casi bordeante en la metaficción. El tercero es un clímax de sesenta minutos en el que Anthony y Joe Russo, junto a sus equipos artístico y técnico, utilizan toda la maquinaria cinematográfica de la que disponen para construir la mejor batalla superheróica de la historia del subgénero y a fe mía que lo consiguen.




Con esta estructura narrativa bien establecida el mayor fallo que un servidor puede sacar a la película es que esa división en tres bloques diferenciados acusa, como nunca antes, la naturaleza serializada, no sólo ya de Vengadores: Endgame, sino de todo el Universo Cinemtográfico Marvel. Por lo tanto a lo largo del metraje no son pocas las ocasiones en las que percibimos la obra como los últimos tres mastodónticos episodios de la temporada de una descomunal serie de televisión en vez de como un largometraje cuya autonomía, como por otra lado es lógico perteneciendo a un universo ficcional expandido, se antoja inexistente. También acusa la cinta de cierta irregularidad en el ritmo durante la mitad del metraje, justo cuando las distintas subtramas se bifurcan de manera más acentuada y cada una de ella debe tomar entidad propia, además de complementarse con las demás. Algo que el excelente guión de Christopher Markus y Stephen McFeely consigue en casi todo momento, pero dejando algunas aristas sin limar en lo referido a lo que pudo ser un perfecto ensamblaje y no lo es por muy poco. Más allá de esas carencias, del todo perdonables, cierto poca credibilidad en la ejecución de una de las escenas más emocionales centrada en dos personajes y un abuso del deus ex machina en la recta final, un servidor no encuentra más fallos en Vengadores: Endgame y los que he mencionado no empañan en absoluto la experiencia de verla en pantalla grande.




Porque sí, es cierto aquello ya comentado por redes y medios especializados. Vengadores: Endgame es una carta de despedida a los primeros diez años de vida de Marvel Studios y a su vez otra de bienvenida a lo que esté por llegar tras ella. Esta naturaleza autoconsciente y con propensión al homenaje interno convierten la última aventura de los Vengadores en una oda a ese microcosmos ficcional construido sobre más de una veintena de largometrajes desde que Iron Man (Jon Favreau, 2008) diera el pistoletazo de salida. Esta cariñosa palmada en la espalda que Kevin Feige y los suyos se dan a sí mismos también se hace extensible al público, habiendo conseguido la proeza de empatizar, no ya con los lectores de cómics que alucinamos la primera vez que vimos a los personajes de las viñetas creados por Stan Lee y Jack Kirby reunidos en imagen real por obra y gracia de Joss Whedon en 2012, sino también con ese público generalista ajeno al arte secuencial que ha encontrado y disfrutado su “Universo Marvel” en el medio cinematográfico desde que el Tony Stark de Robert Downey Jr. hiciera por primera vez acto de presencia en la cinta que narró su origen superheróico. Esa conexión con todo tipo de espectadores es una muestra más del triunfo de la compañía perteneciente a Disney y lo perfectamente bien que funciona como maquinaria.




Siendo consciente de esto podemos afirmar que a lo largo de las tres horas de metraje de Vengadores: Endgame encontramos la cantidad más ingente, descarada, brutal, continuada y disfrutable de fandom vista en mucho tiempo. Evidentemente este se concentra en las dos últimas horas de metraje, pero desde los primeros compases de la película las pequeñas pildoras a modo de referencias a los cómics, cameos de personajes y easter eggs semiocultos desfilan delante de nosotros. En el proceso la sonrisa cómplice desde la platea, las risas y carcajadas, o alguna que otra lágrima van interactuando con una trama, puede que demasiado condescendiente con el fan, pero casi siempre con un anclaje aferrado a la lógica interna del relato. Más de diez años y dos decenas de películas dan su fruto y ante una obra de transición como esta se antoja inevitable la preocupación por la posible defunción de este o aquel personaje al que llevamos siguiendo desde que el Universo Cinematográfico Marvel puso sus primeras piedras. Anthony y Joe Russo en la dirección y Christopher Markus y Stephen McFeely al guión son conscientes de ello y como veteranos en la franquicia y grandes conocedores del subgénero saben qué teclas deben pulsar para que todos caigamos rendidos a sus pies, siempre quedándonos con ganas de más.




Mención de honor para la inevitable batalla final, la más espectacular que un servidor ha visto en una pantalla desde la de Morannon (Puertas Negras) en El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey (Peter Jackson, 2003) a la que hace referencia en algunos pasajes. En este clímax final todos los implicados en Vengadores: Endgame, desde los directores y guionistas pasando por los diseñadores de vestuario, maquillaje o efectos especiales y llegando a todos los actores del reparto o especialistas en escenas de riesgo, echan el resto siendo conscientes de que el cierre de este largometraje es un punto y aparte en el proyecto en el que llevan años implicados. Por eso mismo todos y cada uno de los personajes, principales y secundarios, tienen, individual o colectivamente, su parcela de lucimiento y su secuencia épica. Sesenta minutos convertidos en una enorme splash page ilustrada a medias por el elegante trazo de reminiscencias clásicas de George Pérez y la vanguardia con aroma a blockbuster de Bryan Hitch. Por descontando todo el reparto brilla en esta contienda de proporciones cósmicas, pero son dos personajes en concreto los capaces de refulgir en pantalla y ser el centro de algunos momentos que, pese a quien pese, serán recordados por las actuales y futuras generaciones que han encontrado en el cine de superhéroes del SXXI lo que otros de nosotros en sagas como la trilogia original de Star Wars o la, ya citada, de El Señor de los Anillos, por poner dos ejemplos similares.




No voy a afirmar, como ya he leído en bastantes redes sociales y webs especializadas, que Vengadores: Endgame es la mejor superproducción de la historia del cine, la cumbre del celuloide comercial y una obra maestra incontestable ya desde su mismo estreno, porque sinceramente no creo que lo sea. En cambio sí estoy seguro que, al igual que sucedía con Vengadores: Infinity War, marcará un punto de inflexión dentro de esta enorme nueva ola del subgénero con el que Marvel, DC y otras editoriales han encontrado el filón de adaptar sus historias al medio cinematográfico y televisivo. La película de Anthony y Joe Russo cierra una etapa, pero abre otra llena de posibilidades finiquitando varias subtramas, aunque dejando otras en el aire para las futuras películas y series que están por venir. Aunque teorícamente Spider-Man: Lejos de Casa supondrá el cierre de la Fase 3 sería raro que el film de Jon Watts, con una aparente naturaleza más ligera según su tráiler, no fuera algo más que un epílogo. Por ello podemos considerar Avengers: Endgame como el brillante, espectacular, épico, crepuscular e imperfecto cierre para una etapa con la que hemos disfrutado de la traslación a imagen real de muchos de nuestros iconos favoritos de la Casa de las Ideas. En el trayecto hemos despedido a algunos amigos, incluso a Stan Lee o Steve Ditko, pero también damos la bienvenida a otros, viejos conocidos o no, que mantendrán encendida la llama de un universo cinematográfico que hace algo tan sencillo y noble como ofrecer puro entretenimiento.




sábado, 27 de abril de 2019

¡Shazam!



Título Original Shazam! (2019)
Director David F. Sandberg
Guión Henry Gayden, Darren Lemke, basado en los cómics de Bill Parker y Clarence Charles Beck
Reparto Zachary Levi, Asher Angel, Jack Dylan Grazer, Mark Strong, Grace Fulton, David J. MacNeil, Michelle Borth, Djimon Hounsou, Adam Brody, Ross Butler, Natalia Safran, Marta Milans, D.J. Cotrona, Ian Chen, Cassandra Ebner, Cooper Andrews, Faithe Herman, Caroline Korycki, David Kohlsmith, Ava Preston, Lovina Yavari, Andi Osho, Cyndy Day, Angelica Lisk-Hann, Stephannie Hawkins, Evan Marsh, Lotta Losten, Carson MacCormac





Si no contamos el traspié comercial y crítico de Liga de la Justicia podemos afirmar que el giro realizado por DC Entertainment y Warner Bros a la hora de adaptar al cine los personajes adscritos a la famosa editorial de cómics ha insuflado nueva vida al Universo Extendido de DC. Wonder Woman llegó con su épica y gallardía para poner la primera piedra con un tono mucho más luminoso que se alejaba de la oscuridad y crudeza que Zack Snyder insufló a El Hombre de Acero y Batman v. Superman: El Amanecer de la Justicia. Aquaman hizo acto de presencia con su primera aventura cinematográfica en solitario, después de haber formado parte de la JLA cinematográfica, batiendo todos los récords de recaudación y los productores del microcosmos audiovisual perteneciente a DC Comics tomaron buena nota, sabiendo así hacia dónde debían encaminarse si querían hacerle la competencia a la Marvel Studios de Kevin Feige.




¡Shazam! viene para confirmar, e incluso acentuar, ese nuevo viraje tomado por los responsables creativos detrás de las películas de DC Comics hacia una luminosidad que debía haber imperado en sus producciones desde el primer proyecto protagonizado por el alter ego superheróico de Clark Kent. La largamente acariciada traslación a imagen real de las aventuras en viñetas del personaje creado en su origen por el guionista Bill Parker y el ilustrador Clarence Charles Beck en 1940 para la editorial Fawcett Comics y cuyos derechos adquirió en 1972 DC Comics por fin ha llegado a buen puerto gracias a la arriesgada jugada por parte de una Warner Bros aventurándose en una superproducción focalizada en un personaje totalmente ajeno al espectador neófito alejado del mundo del arte secuencial, más incluso que el Arthur Curry al que Jason Momoa se ocupó de dar vida unos meses antes.




Seguramente fue el avasallador éxito de Aquaman el pistoletazo de salida para que los ideólogos detrás del UEDC se pusieran manos a la obra con la primera película protagonizada por el superhéroe anteriormente conocido como Capitán Marvel y por tanto tardaron poco en poner la maquinaria en funcionamiento. Para la escritura del argumento han sido asignados Darren Lemke (Pesadillas) y Henry Gayden (Tierra a Eco) con este último encargándose de su adaptación a guión cinematográfico. De la dirección se ocupa David F. Sandberg, que venía del género de terror cultivado en producciones como Nunca Apagues la Luz (Lights Out) y Annabelle: Creación. En lo referido al reparto está comandado por Zachary Levi y Asher Angel dando vida a Shazam y Billy Batson respectivamente y les acompañan Jack Dylan Grazer, Faithe Herman, Grace Fulton, Ian Chen o Mark Strong como el villano de la velada.




Como previamente hemos apuntado ¡Shazam! sigue la estela establecida por las últimas producciones de DC Films, más entregadas a la diversión o la ligereza y abandonado en cierta manera la solemnidad y la aspereza de sus inicios. Esta decisión podrá agradar a unos y causar rechazo en otros, pero queda claro que es la acertada para que sus ideólogos puedan hacer prosperar el universo ficcional que llevan construyendo, de manera bastante irregular, desde el año 2013. En este sentido y a pesar del riesgo que supone presentar al público generalista un superhéroe del que, casi con toda seguridad, no sabrán nada DC y Warner Bros han quitado el pie del acelerador en comparación con la excesiva, alocada y flourescente Aquaman facturada por James Wan, y han puesto en manos de David F. Sandberg un proyecto mucho más humilde y a una escala considerablemente menor.




¡Shazam! es, como ya se ha comentado con anterioridad por la red, una mezcla entre Big (Penny Marshall, 1988) y una historia clásica de origen superheróico contando la historia de cómo Billy Batson, un niño huérfano de catorce años, es elegido como paladín y nuevo campeón asumiendo el poder de convertirse en un superhombre cuando pronuncia la palabra “¡Shazam!, aunque sin dejar de ser un adolescente en su interior. Pero la mayor peculiaridad del largometraje de David F. Sandberg es que, aun narrando el génesis de un nuevo héroe, la edad de su protagonista o la de su nuevo mejor amigo y sobre todo la afición de este último por Batman o Superman condicionan el punto de vista asumido por el relato, convirtiéndolo en una pieza que, desde una perspectiva lúdica y fruiciosa, coquetea con el metalenguaje y la intertextualidad.




Que Freddy sea fan de los cómics y los superhéroes marca las distancias con respecto a otras películas del género que planteaban el “año uno” de sus protagonistas. Un secundario conocedor de todos los entresijos adscritos a los relatos pijameros y un protagonista con la capacidad pura y genuina de alucinar con cada nuevo descubrimiento en lo referido a sus poderes sobrenaturales ayudan a construir una historia capaz de satisfacer a todo tipo de espectadores, independientemente de su edad o género. De esta manera la empatía con la platea cristaliza en el mismo momento en el que Billy se convierte por primera vez en Shazam y comienza a experimentar con los límites de su don recién adquirido. Siempre junto a su verborreico compañero de aventuras ejerciendo este el doble rol de colega y metanarrador de la película, una especie de demiurgo conocedor de la trama del largometraje.




De esta manera el guión plantea una alternancia impecable entre acción y humor, epicidad y candor, fuerza y livianidad, construyendo así la mayor virtud de la obra cinematográfica como tal. Esta mixtura de géneros es la que aprovecha David F. Sandberg para apelar a la puesta en escena dinámica y vivaz cuando la acción copa el protagonismo de la propuesta y depositar el peso de la narración en los actores cuando la comicidad o las emociones se apoderan del encuadre. Por suerte el director sabe administrar tanto una vertiente como otra, sin caer en el exceso y el abuso de CGI en la primera, ni en lo lacrimógeno o relamido en la segunda. Esta amalgama insufla vida a una cinta en la que impera una comedia casi en todo momento acertada y dosificada con pericia, pero sin dejar de lado pasajes donde la inevitable batalla, física y psicológica, entre héroes y villanos toma las riendas de la trama.




Zachary Levi es un acierto de casting mayúsculo por varias e intachables razones. Por un lado es evidente que da el perfil como superhéroe tras su paso por el gimnasio, también ayudado por el vestuario, con un físico muy diferente al que lucía en la serie que le dio la fama, Chuck, y demostrando estar a la altura de una producción como esta desde una perspectiva más visual. Pero es que acomete la doble tarea, no sólo de resultar carismático y encantador dando vida a Shazam, sino de parecer un adolescente cuyo reflejo hemos visto a lo largo de la primera parte del metraje en la, no menos excelente, labor de Asher Angel como Billy Batson. El trabajo conjunto entre actor adulto y quinceañero construye de manera impecable un rol memorable, moviéndose a placer entre la ingenuidad, la ternura y la soberbia a la que se ve abocado cuando toma conciencia de su nueva naturaleza sobrehumana.




Pero es Jack Dylan Grazer, dando vida a Freddy Freeman, el otro pilar maestro sobre el que se edifica, no sólo ya el reparto, sino el conjunto de una película como ¡Shazam!. El actor que dio vida a Eddie Kaspbrak en la nueva versión de It insufla socarronería, ironía y algunos apuntes de humor negro inesperados en este tipo de producciones que él espeta con toda una naturalidad nata. Su química destilada con Levy y Angel es divertidísima y depara no pocos momentos descacharrantes. Dentro de un cast en el que todos los actores, sobre todo los niños, se muestran cercanos y creíbles, conviene destacar a un intérprete de altura como Mark Strong que teniendo en sus manos un Dr. Thaddeus Sivana tan cumplidor como poco memorable, apela a sus tablas para convertirlo en una presencia intimidante y cruel, algo que ya consiguió en este género con Kick-Ass y Green Lantern.




¡Shazam! es un producto 100% disfrutable, una oda al sense of wonder y la magia siempre adscrita a la edad de oro del cómic superhéroico, recordándonos, no sólo a las aventuras clásicas del personaje, sino a la esencia de muchos otros personajes de DC Cómics, y hasta de Marvel, o sus primeras adaptaciones cinematográficas en las que refleja con toda la humildad y el cariño posibles. El Universo Extendido de DC acaba de encontrar la senda por la que quiere y debe transitar y sólo podemos regocijarnos por dicha decisión. El problema es que lo ha logrado en una etapa muy complicada de su desarrollo con actores abandonando sus papeles, otros que no sabemos si seguirán ejerciendo los suyos, y futuros proyectos como Wonder Woman 84, Birds of Prey o esa especie de elseworld del Joker protagonizado por Joaquin Phoenix que no sabemos hacia donde encaminarán el futuro de la franquicia.



lunes, 22 de abril de 2019

Cementerio de Animales



Título Original Pet Sematary (2019)
Director Dennis Widmyer y Kevin Kölsch
Guión Matt Greenberg y Jeff Buhler, basado en la novela de Stephen King
Reparto Jason Clarke, John Lithgow, Amy Seimetz, Jeté Laurence, Hugo Lavoie, Lucas Lavoie, Naomi Frenette, Alyssa Brooke Levine, Maria Herrera, Obssa Ahmed, Bailey Thain





Aunque desde mediados de los 70 han sido cientos las adaptaciones cinematográficas y televisivas de obras literarias de Stephen King es desde hace un par de años cuando estas se suceden en cascada. El descomunal éxito de la nueva versión de It, el interés de plataformas como Netflix por la producción literaria del escritor de Maine con films como El Juego de Gerald y 1922 o la llegada de nuevas series como Mr Mercedes, La Niebla, 22.11.63 o Castle Rock dan buena muestra de la excelente salud de las traslaciones audiovisuales de los libros del autor de Rabia o La Mitad Oscura. A eso habría que sumar un King cada vez más benévelo a la hora de dar opinión de estos proyectos (recordemos sus buenas palabras hacia la fallida La Torre Oscura), sabiendo que la publicidad amable como compañera de los mismos juega también a su favor, y quedando así lejano en el tiempo aquel Stephen con predisposición a poner de vuelta y media piezas como El Resplandor (Stanley Kubrick, 1980), Los Chicos del Maiz (Fritz Kiersch, 1984) o El Cortador de Césped (Brett Leonard, 1991) o llegando incluso a implicarse como productor o guionista en varias de ellas. Pero sería la soberbia versión de It a manos del argentino Andrés Muschietti la que abriría la puerta a una nueva ola de revisiones de libros de King conocedores de anteriores visiones para la pantalla grande y pequeña. Debido a ello el pasado año saltaba la noticia del desarrollo de una nueva película basada en Cementerio de Animales, que vería la luz 30 años después de la anterior adaptación.





La dirección fue asignada a Kevin Kolsch y Dennis Widmyer, cineastas curtidos en el género y habituales colaboradores en films como Starry Eyes o series como Scream, basada en la saga de culto ideada por Wes Craven y Kevin Williamson. Del guión se encargan Matt Greenberg (1498, Halloween H20) y Jeff Buhler (Nightflyers, The Prodigy) basándose, lógicamente, en la novela de Stephen King. El reparto está formado por Jason Clarke (Terminator: Génesis), Amy Seimetz (Alien: Covenant), John Lithgow (El Origen del Planeta de los Simios), Jeté Laurence (El Muñeco de Nieve) y los gemelos Hugo y Lucas Lavoie incursionando en su doble debut cinematográfico. Tras su paso por el Festival SXSW (South by Southwest) a finales del mes de marzo los elogios hacia le película se sucedieron tildándola de aterradora y una de las mejores producciones de lo que llevamos de 2019. Ya en el mes de abril con su paso por la cartelera estadounidense las reseñas de la prensa especializada se revelaron notablemente más tibias, algo que se acerca más a la realidad.




Durante su primera mitad Cementerio de Animales es una prototípoca cinta adscrita a la vertiente más contemporánea del género de terror. Se trata de un producto manufacturado con inexistente personalidad y una propensión por el ritmo acelerado cuya intención es impedir que haya un sólo pasaje a lo largo del film en el que no suceda algo impactante para atraer la atención del espectador. Esta delectación por el efectismo gratuito sustentado en paupérrimos jump scares a base de golpes de banda sonora anula casi toda posibilidad de progresión dramática o desarrollo adecuado de los perfiles de los personajes. Pareciera somo si Kevin Kolsch y Dennis Widmyer desearan quitarse pronto de en medio el “peaje” que supone rodar las escenas de interactuación entre sus protagonistas, de vital importancia para crear empatía con ellos, y así “pasar a la acción”. De esta manera, con el escaso bagaje añadido a los roles principales o lo mal definidas que están las relaciones afectivas entre los mismos, cuando empiezan a sucederse los hechos trágicos relacionados con los Creed resulta una ardua tarea identificarnos con ellos o sus traumas.




La apatía en una puesta en escena falsamente malsana y enfermiza, los sustos de baratillo eclipsando los pocos realmente efectivos o el triste trabajo con los personajes hacen que esa primera mitad del largometraje sólo pueda sustentarse en su pericia para que su naturaleza formulaica no aburra en casi ningún momento al espectador. Pero justo cuando pasamos el ecuador del metraje y acontece el accidente en la carretera, una de las secuencias más decentes del proyecto, Cementerio de Animales comienza a desangrarse profusamente hasta su final. La decisión de que en esta nueva versión sea Ellie, y no Gage, la que muera atropellada por el camión y posteriormente resucite mediante su entierro en el cementerio Micmac a manos de su padre no tendría porque ser una mala elección siempre que los guionistas supieran abordar con acierto el material y añadieran a este hallazgos que sustituyeran todo lo deshumanizador y terrible que había en ver a un niño de dos años convertido en un muerto viviente antropófago y homicida. El problema es que Matt Greenberg y Jeff Buhler dan muestra de una ineficacia total a la hora de realizar ese intercambio de roles entre Ellie y Gage, alumbrando como resultado un desastre mayúsculo.




En el mismo momento en el que Ellie vuelve a la vida y comienza a hacer vida normal con su padre Cementerio de Animales deja de ser una película de terror rudimentaria para, en no pocas ocasiones, abrazar el ridículo. Los pasajes en los que Louis intenta, sin éxito, que su hija vuelva a ser la de antes de su fallecimiento se adentran en terrenos de la comedia involuntaria como puede verse en el del ballet, el baño o la noche en la que duermen juntos. Aquel hombre destrozado por la pérdida de su hijo viendo volver a este como una aberracción inhumana por su propia imprudencia y egoismo que encontrábamos en la novela de Stephen King o la primera película de Mary Lambert queda reducido aquí a un desubicado progenitor interactuando con una primogénita más parecida a una precoz toxicómana que a un muerto en vida. El penoso y escaso maquillaje que acompaña a la actriz adolescente o el exceso de diálogo tampoco ayudan a hacer creíble o coherente un tercer acto en el que las arbitrariedades, los giros pueriles de guión y las situaciones sonrojantes desfilan en sesión continua por la pantalla hasta su penoso remate final, una vez más incitándonos irremisiblemente a la carcajada por culpa de su resolutividad insustancial e innecesaria.




Por desgracia la ya mencionada apatía o el tono desangelado de la dirección y la escritura es extensible a la labor del reparto. Jason Clarke es un actor al que guardo cierta estima por sus excelentes trabajos en La Noche Más Oscura (Zero Dark Thirty) o El Amanecer del Planeta de los Simios, pero, a pesar del esfuerzo, su Louis Creed queda lejos de cumplir su cometido como núcleo dramático de la historia. Amy Seimetz por su parte parece totalmente desubicada con su personaje, como si por mucho que lo intentara este quedara fuera del relato adquiriendo un tono más testimonial que protagónico, aun contando con muchos minutos de metraje. Como era de esperar John Lithgow es el que sale mejor parado del casting y no precisamente porque la versión de Jud Crandall que ponen los guionistas y directores en sus manos sea merecedora de mucho elogio, pero el veterano actor de Dexter o En Nombre de Caín sabe salir airoso del envite. Hace un momento mencionábamos lo fallida que es la elección de Ellie como el personaje clave de la historia con respecto a su regreso de entre los muertos, enorme carencia de la que también es responsable el insuficiente trabajo de Jeté Laurence. La pequeña actriz no resulta creíble en ningún momento, haciéndonos echar mucho de menos al inmenso Miko Hughes que con una década menos de edad ejecutó una labor inmensamente más destacable que la de ella treinta años después.




Cementerio de Animales es una aproximación fallida a la novela de Stephen King. Lo es como adaptación de dicho trabajo literario y como largometraje, mostrando inexcusables carencias tanto en uno como en otro aspecto. Aunque nunca llega a abandonar el pedregoso terreno de la mediocridad el interés que podían haber ofrecido sus primeros cincuenta minutos de metraje se despeñan por un insalvable barranco en los cincuenta restantes por culpa de los declamatorios fallos ya mencionados y enumerados. Por lo tanto para un servidor esta nueva Pet Sematary no puede adscribirse a la lista de adaptaciones actuales de libros de Stephen King por las que merece la pena pagar la entrada del cine. Podemos salvar los pasajes protagonizados por Zelda, algún momento truculento, ciertas virtudes dentro del diseño de producción, el medido uso de los efectos digitales o el score del veterano de Christopher Young, pero más allá de eso poco o nada más. Los directores (parece ser que ya inmersos en la preproducción de Mamá 2, la exitosa cinta producida por Guillermo del Toro y dirigida por Andrés Muschietti) han mostrado su interés por rodar una precuela para narrar con ella el origen del célebre cementerio Micmac colindante al de mascotas. Esperemos que si deciden hacerlo el resultado sea algo más estimulante que el de esta olvidable nueva visión audiovisual de la célebre novela del marido de Tabitha King.



domingo, 21 de abril de 2019

Cementerio Viviente 2, de entre los muertos



Título Original Pet Sematary Two (1992)
Directora Mary Lambert
Guión Richard Outten, basado en personajes de Stephen King
Reparto Edward Furlong, Anthony Edwards, Clancy Brown, Darlanne Fluegel, Lisa Waltz, Jared Rushton, Sarah Trigger, Jason McGuire, Jim Peck, Lucius Houghton





Cuando Cementerio Viviente llegó a las carteleras de medio mundo se convirtió en un notorio y rentable éxito de taquilla. Mientras su presupuesto superaba a duras penas los 11 millones de dólares fueron 57 los recaudados por la cinta durante su vida comercial, a los que habría que sumar unos cuantos más cuando llegó a los, por aquel entonces, todavía muy lucrativos videoclubs. Evidentemente en Paramount Pictures tomaron buena nota de estas cifras y decidieron ponerse lo antes posible con una secuela y para ello volvieron a solicitar los servicios de Mary Lambert. La idea de la cineasta era centrar la segunda parte en Ellie Creed, la única superviviente de la primera película, pero los productores mostraron su negativa imponiendo a un actor adolescente varón como protagonista. Un Edward Furlong quinceañero que venía de romper todos los récords de recaudación con Terminator 2: El Juicio Final, el mayor éxito de su triste carrera, se convirtió en el personaje principal de Cementerio Viviente 2. Stephen King, escritor del guión del film original, se desentendió de una secuela con la que estaba en total desacuerdo y su lugar lo ocupó Richard Outten, venido de escribir la adaptación cinematográfica animada de Little Nemo o la fantasía épica Lionheart para el veterano Franklin J. Schaffner. Anthony Edwards (Urgencias) Clancy Brown (Carnivàle), Lisa Waltz (Fear the Walking Dead: Flight 462), Jared Rushton (El Misterio de la Dama Blanca) o el efímero Jason McGuire completan el reparto encabezado por el actor de American History X.




Aunque conociera estreno en salas Pet Sematary Two es un genuino ejemplar de “direct to video”. Una de esas paupérrimas secuelas inferiores, en casi todos los aspectos, a sus predecesoras aunque en algunos casos, como el que nos ocupa, contaram con un presupuesto más holgado que el de su hermana mayor. Esta segunda parte se desvincula totalmente de lo acontecido en la primera utilizando personajes nuevos, sólo mencionando en varias ocasiones a los de la cinta primigenia, y manteniendo como único vinculo con aquella el cementerio de animales y el de los indios Micmac, debido a que su acción se desarrolla en la misma localidad de Maine. El resultado es un producto de una contrastada mediocridad en el que desparecen de una tacada todas las decisiones acertadas por parte de Mary Lambert a la hora de abordar su labor como realizadora o en el que se nota demasiado la ausencia de Stephen King en la escritura y eso que no podemos confirmar al autor de Desesperación o Dolores Claiborne como un gran guionista para el medio cinematográfico o televisivo. Todo lo que podía salir mal en Cementerio Viviente 2 se confirmó casi en su totalidad y si bien es cierto que el resultado no clama al cielo sí es bastante fallido.




El guión trata de emular la estructura del de King para la anterior película intentando incluso añadir un poso dramático con la muerte accidental de la madre y esposa de los dos protagonistas principales, los ya citados Edward Furlong y Anthony Edwards, pero su ejecución es deficiente quedando lejos de la desgarradora defunción del pequeño Gage que destruía la vida de la familia Creed. Por otra parte poco o nada se contextualiza o explica acerca del cementerio de animales o el poder latente bajo el de los indios Micmac, cuando en la obra de 1989 se convertían en casi dos personajes más del relato. Aquí los protagonistas comenten la continua temeridad de llevar a personas y mascotas a aquellas inmediaciones para volver estos a la vida como muertos vivientes con propensión a la violencia y la perversión, quedando claro con el personaje del sheriff Gus interpretado por Clancy Brown, y a eso se reduce todo en lo referido a dichas localizaciones. Reiteración, subrayado, caos a la hora de construir un relato cohesionado y el poco respeto por la continuidad establecida con la primera Pet Sematary hacen el resto para convertir la escritura de esta secuela en un cúmulo de arbitrariedades, agujeros de guión y decisiones del todo desacertadas.




Todos aquellos que aventuraran antes del estreno de Cementerio Viviente en 1989 que poner a una directora de videoclips al frente de una adaptación de la novela de Stephen King iba a convertir la película en un desfile de efectismos visuales y estética sobrecargada erraron el tiro. Pero tres años después posiblemente se frotaron las manos y sonrieron malévolamente con la llegada de su secuela. Cementerio Viviente 2 carga con todos los tics y vicios propios del mundo de la publicidad y los clips musicales. Ciertamente a lo largo del metraje pueden verse todavía retazos de una directora conocedora de los resortes del género, pero el look visual exageradamente iluminado, la influencia de la, por aquel entonces en auge, estética grunge y una total ausencia de solidez a la hora de recuperar la atmósfera mórbida y herética de la primera Pet Sematary convierten este nuevo episodio en una pieza ineficaz de estéticismo alarmantemente anticuado y sordidez impostada. La cinta añade muchos más pasajes sanguinolentos que su predecesora, pero estos están expuestos en pantalla con menos truculencia de la exigida y una notable desgana por parte de su máxima responsable.




Al reparto tampoco podemos regalarle demasiados elogios. Edward Furlong interpreta un papel bastante parecido al del John Connor de la película de James Cameron, mostrando unas limitadas dotes interpretativas que sólo serían verdaderamente explotadas dentro de films como American Heart, aquel mismo año, Little Odessa, bajo las ordenes de un ya prometedor James Gray, o la ya mencionada American History X. De hecho su labor es tan poco destacable que hasta Jason McGuire o Jared Rushton, que interpretan a su amigo y principal rival respectivamente, consiguen resultar más creíbles de cara al espectador que él. Sólo dos nombres destacan minimamente en el cast y estos son los de Anthony Edwards y Clancy Brown. El primero por la integridad y entereza que definen a su personaje y el segundo por transmitir a la platea lo mucho que debió divertirse dando vida a su perverso secundario. Especial mención, para mal, a los tres estereotipados, pobres y meramente testimoniales roles femeninos de la película interpretados por unas Darlanne Fluegel, Lisa Waltz y Sarah Trigger incapaces de sacar demasiado partido a sus criaturas. Triste afirmación esta si tenemos en cuenta que el proyecto cuenta con una mujer como realizadora y para más escarnio habiendo hecho una buena labor como directora de actores en la primera película.




Cementerio Viviente 2 es una insípida Serie B, menos gamberra de lo que se cree, pésima como continuación de su predecesora y penosa a la hora de capturar algún resquicio de la esencia de la novela de Stephen King a la que obvia casi en su totalidad. En su descargo podemos decir que no aburre y contiene algún pasaje bien rematado por Mary Lambert, pero la sensación imperante es la de producto totalmente innecesario y mal planteado desde su misma génesis. Esta secuela a día de hoy está tan olvidada que no son pocos los espectadores desconocedores de su existencia, algo acontecido incluso con aquellos que disfrutaron la primera entrega. Como es lógico tras su estreno la franquicia exhaló su último hálito de vida y a pesar de ser masacrada por la crítica el film tuvo una decente vida comercial en los videoclubs, el medio en el que debería haber nacido, en el caso de no haber podido evitar dicho alumbramiento. Por desgracia, con Pet Sematary Two borrada casi totalmente de nuestra mente, Paramount Pictures decide en el presente 2019 sumarse a la moda de los remakes o reboots volviendo a aquella tierra maldita en las inmediaciones boscosas de Maine y por desgracia el resultado no es muy superior al de la producción que acabamos de comentar en esta mismo apartado.


sábado, 20 de abril de 2019

Cementerio Viviente, más allá de la vida y la muerte



Título Original Pet Sematary (1989)
Directora Mary Lambert
Guión Stephen King, basado en su propia novela
Reparto Dale Midkiff, Fred Gwynne, Denise Crosby, Brad Greenquist, Michael Lombard, Miko Hughes, Blaze Berdahl, Susan Blommaert, Mara Clark, Stephen King





Seis años tardó en ser llevada al medio cinematográfico la novela Cementerio de Animales, de Stephen King, algo poco usual en relación con el autor de Maine si tenemos en cuenta que Hollywood ha llegado a comprar los derechos de algunos de sus trabajos incluso antes de llegar a las librerías. Aquel 1989 fue el elegido para que Paramount Pictures llevara a la gran pantalla las trágicas desventuras de la familia Creed, y sus directivos lo consiguieron pagando tan sólo 10.000 dólares a King, aunque este impuso algunas condiciones para pasar por caja. Entre ellas que el rodaje se llevara a cabo en Maine, cerca de la casa del escritor, para que él pudiera ser parte activa de este, o que el mismo se encargara en solitario del guión del largometraje para ser lo más fiel posible a su obra literaria. King ya había escrito los libretos de varios films para otros directores, siempre relacionados con traslaciones audiovisuales de sus libros o derivados, como Creepshow, Los Ojos del Gato, Miedo Azul (Silver Bullet) e incluso el de su única incursión en la dirección, aquella entrañablemente penosa La Rebelíón de las Máquinas (Maximum Overdrive), de manera que este era un mundo no ajeno para su persona. El primer cineasta asignado para el proyecto fue el mítico George A. Romero, buen amigo de King, pero las desavenencias con los productores acabaron haciéndole desocupar la silla del director. Tomaría su lugar Mary Lambert, reputada directora de videoclips para estrellas como Madonna, Janet Jackson, Rod Stewart o Chris Isaak.





Dale Midkiff y Denise Crosby como el matrimonio Creed, Miko Hughes y Blaze Berdahl dando vida a los niños, Gage y Ellie, Fred Gwynne en la piel del afable vecino, Jud Crandall, o Brad Greenquist ofreciendo voz y físico al malogrado Victor Pascow forman el reparto principal del film. Cementerio Viviente, como se tituló la película en España, no sólo es una traslación escrupulosamente fiel de la novela del autor de Apocalipsis (The Stand) o Los Tommyknockers, también es una muy competente cinta de terror poseedora de no pocos pasajes lo suficientemente efectivos para haberla convertido con el paso del tiempo en toda una obra de culto. En lo referido a los cambios con respecto al libro son pocos y la mayoría de escasa importancia, siendo la eliminación del personaje de Norma Crandall, esposa de Jud, el más relevante. El suicidio de la empleada del hogar Missy Dandridge, inexistente en la obra escrita, la ausencia de roles con cierto peso en las páginas, como el de Steve Masterson, una mayor presencia de Victor Pascow y sólo alguna modificación más serían dignas de mención dentro de un libreto que, como hemos apuntado, se ciñe enfermizamente a su base literaria.




A pesar de ser un producto notablemente modesto Cementerio Viviente funciona gracias a la eficiencia y simetría con la que sus equipos técnico y artístico trabajaron de manera conjunta. El guión de Stephen King no sólo funciona como adaptación exacta de su novela, también consigue captar la esencia de aquella ofreciendo impresionantes y potentes pasajes de terror puro, pero siempre sustentados en el drama experimentado por sus protagonistas, especialmente el de Louis Creed. Aquella dialéctica del libro sobre cómo el ser humano puede verse superado por la pérdida, brutal y prematura, de un ser querido es brillantemente capturada por la labor de King y exteriorizada por un reparto en el que repararemos un poco más adelante. Los personajes están adecuadamente definidos gracias a que el guionista sabe medir los tiempos marcando un ritmo adecuado, siempre dinámico, pero permitiendo a los roles interactuar entre sí y con ello difinir unos perfiles reconocibles, cercanos, terrenales, con los que se antoja inevitable una contrastada empatía posteriormente utilizada como arma arrojadiza contra el espectador.




Mientras el guión se ocupa del lado humano del relato Mary Lambert es la responsable de dar empaque técnico y visual a la propuesta. A pesar de ser una profesional curtida en un mundo regido por la realización y el montaje de la escuela Mtv, Lambert elude en todo momento entregar su impronta al efectismo gratuito o la imaginería artificiosa. Su puesta en escena exhala en casi todo momento un clasicismo y una sencillez capaces de jugar a favor de la historia y salvo algún efecto especial, envejecido por el paso de los años, su labor es más que encomiable. La dirección de fotografía a manos de Peter Setein y el impecable diseño de producción consiguen transmitir una atmósfera impía y corrupta con epicentro desdoblado entre el cementerio de animales y el de los indios Micmac, extendiéndose este a su vez por el resto de localizaciones e incidiendo especialmente en la casa de Jud, cuya dirección artística ofrece empaque a las situaciones más terroríficas allí acaecidas. Sería imposible enumerar la cantidad de secuencias impactantes ofrecidas por Lambert, las mejores de una mediocre carrera cuyo declive llegó sólo tres años después, precisamente con Cementerio Viviente 2.




Los actores elegidos para interpretar a Louis y Rachel Creed son dos intérpretes no muy destacables, con inclinación a la inexpresividad y cuestionable carisma. Pero por suerte ambos se entregan a la cusa confiando en el guión propuesto por King y la mano de Lambert detrás de las cámaras. Dale Midkiff lleva, como también sucedía con su personaje en la novela, casi todo el peso de la narración pudiendo contarse con los dedos de ambas manos lo pasajes del largometraje en los que no hace acto de presencia. Denise Crosby, nieta de Bing, hace lo propio dejando constancia de la vulnerabilidad exigida por su rol. A ellos se suman la pequeña Blaze Berdahl, ayudada por su hermana gemela en algunas escenas, como la clarividente Ellie, un inolvidable e intimidante Brad Greenquist en la decrépitca y descompuesta piel de Victor Pascow o un no menos escalofriante Andrew Hubatsek interpretando a Zelda, la fallecida y deforme hermana de la protagonista. Michael Lombard y Mary Louise Wilson como los padres de Rachel y suegros de Louis o los distintos gatos que dan vida a Church se suman al buen hacer de un casting cuyos mejores valedores resultan ser el miembro más joven y el más anciano del mismo.




Aunque a lo largo de su extensa carrera intervino en decenas de películas y series de televisión el rostro de Fred Gwyne se haría famoso a nivel internacional dando vida a Herman, el padre de la famosa Familia Munster. No sabemos a ciencia cierta si el mismo Stephen King intervino en la elección del veterano intérprete para dar vida a Jud Crandall, pero la misma fue uno de los dos mayores aciertos dentro del equipo artístico de Cementerio Viviente. Pareciera como si el personaje de la novela hubiera sido arrancado de sus páginas con su amabilidad, fuerza o vitalidad y hubiera sido regado por el actor de Atracción Fatal con cerveza, nicotina y un acento elaboradísimo ofreciendo una labor superlativa a la hora de insuflarle vida. Su brillante trabajo sería el único verdaderamente remarcable en el film si no fuera por la presencia de un Miko Hughes de tan sólo dos años de edad cuya impresionante espontaneidad y naturalidad enamora a la cámara antes y después de haberse convertido en uno de los muertos vivientes más perturbadores, y a la vez tiernos, de la historia del cine de terror. De hecho su carrera sigue en activo a día de hoy y nunca ha vuelto a ofrecer una composición mejor que la del pequeño Gage Creed.




A pesar de haber mejores adaptaciones de novelas de King al medio audiovisual la de Pet Sematary mantiene el encanto de ese tipo de cine carente de pretensiones y con espíritu de videoclub. Las apariciones de Victor Pascow, Zelda, Church o un zombieficado Gage Creed pueblan numerosos pasajes de una cinta repleta de aciertos y que hoy todavía conserva gran parte de la fuerza de sus imágenes, revelándose en pleno 2019 como una pieza aún inquietante con un puñado de secuencias de alto voltaje. La conjunción del saber hacer de su directora, Mary Lambert, la solidez del guión escrito por Stephen King y la profesionalidad con la que el reparto acometió su labor delante de las cámaras hicieron de Cementerio Viviente un producto de una contrastada dignidad que, al igual que otras producciones basada en libros del novelista de Maine, como Carrie, El Resplandor, Misery o Salem’s Lot impactó a toda una generación todavía hoy recordándola con cariño y nostalgia. Pero, como comentamos previamente, sólo tres años tuvieron que pasar para que su realizadora manchara el buen nombre de la familia Creed y sus desventurados últimos días de vida.


lunes, 15 de abril de 2019

Nosotros



Título Original Us (2019)
Director Jordan Peele
Guión Jordan Peele
Reparto Lupita Nyong’o, Winston Duke, Shahadi Wright Joseph, Evan Alex, Elisabeth Moss, Tim Heidecker, Madison Curry, Yahya Abdul-Mateen II, Anna Diop, Noelle Sheldon, Cali Sheldon





Dos años después de conseguir un enorme éxito internacional con Déjame Salir (Get Out), su alabado debut detrás de las cámaras, el cómico reconvertido en productor, guionista y director, Jordan Peele, vuelve a las pantallas de todo el mundo con su segunda incursión en la realización. Aquella cinta de terror, con leves pinceladas de comedia, sobre un chico negro que visitaba por primera vez la casa de la, en principio afable, familia de su novia blanca supuso una brillante carta de presentación para su máximo responsable, consiguiendo unos excelentes números en la taquilla internacional, recibiendo la alabanza generalizada de la crítica y acumulando numerosos galardones, entre ellos el Oscar al mejor guión original para el mismo Jordan Peele. De nuevo mediante su propia productora, Monkeypaw Productions, y aunando fuerzas con Jason Blum nos llega esta Nosotros que había despertado no pocas expectativas desde el anuncio de su producción. El segundo largometraje de un director cuya ópera prima ha triunfado y recibido el calificativo de obra de culto puede considerarse su verdadera prueba de fuego. La confirmación del talento destilado en su primera pieza o la ausencia de este una vez debe acometer la realización de una segunda. Después de su estreno el pasado 22 de marzo, consiguiendo en su primer fin de semana unos envidiables 70 millones y no pocos halagos de la prensa especializada, ya podemos hablar de esta Us y de si Jordan Peele está a la altura de las expectativas depositadas en su persona.




Al igual que sucedía con Déjame Salir esta Nosotros que nos ocupa no deja de ser la bastardización de un episodio promedio de The Outer Limits o esa The Twilight Zone recién recuperada por CBS All Access a modo de revival con, precisamente, el mismo Jordan Peele como anfitrión, ocupando el lugar del mítico Rod Serling de la versión original de los 50 y 60. La historia de una familia de raza negra pasando unos días de vacaciones en su apartamento cercano a la playa y recibiendo el acoso de unos dobles de sí mismos, se antoja una amalgama entre cualquiera de las versiones de La Invasión de los Ladrones de Cuerpos (The Body Snatchers) y de las dos, austriaca o americana, de Funny Games, ambas con autoría de Michael Haneke. Esta mixtura genérica y referencial, siempre adscrita al terror o al suspense, es la excusa para que Jordan Peele construya una peculiar muestra de home invasion con un subtexto social emparentado con el de la ya citada anterior obra del director, aunque en esta ocasión sea otro tema el abordado y con una intencionalidad más ambiciosa y global a la hora de adentrarse en él.




Una vez más debemos remitir a Déjame Salir, porque tanto en aquella como en Us Jordan Peele despliega un infinito abanico de posibilidades narrativas sólo con el prólogo del largometraje. Uno que parece facilitar poca información, pero siendo clave en el devenir de acontecimientos posteriores. Una vez esa introducción termina, dejando la puerta abierta a todo tipo de interpretaciones, la acción se sitúa en la actualidad y con leves pinceladas o las primeras muestras de la excelente labor del reparto vamos conociendo la personalidad de los miembros de esta prototípica familia. Evidentemente el guión no expone un cuarteto de perfiles psicológicos de una gran profundidad, pero todos ellos, y especialmente el de la protagonista interpretada por Lupita Nyong’o, están bien definidos y son lo suficientemente creíbles o empáticos como para que el espectador medio llegue a preocuparse por su integridad física. Después de ser presentados y focalizando la trama en la psique traumatizada del personaje de Adeliade que compartirá gran parte del peso de la narración con su doble, interpretado también por la oscarizada actriz de 12 Años de Esclavitud, la vertiente más de género del film comienza a tomar forma una vez cae la noche.




A partir de entonces Jordan Peele apela a su talento narrativo para construir una puesta en escena en la que el terror físico y el psicológico conviven de manera armónica con el fin de mantener en todo momento la tensión de un relato sustentado en un continuo in crescendo de suspense. La intimidante incursión de los doppelgänger de la familia protagonista en el inmueble de esta y la gradual dosificación de información para dilucidar el origen de tan peligrosos personajes, cada uno de ellos es el reflejo oscuro de su igual, son algunas de las principales virtudes de una pieza como Nosotros. Recurrimos a la enésima mención al film protagonizado por Daniel Kaluuya, ya que en esta ocasión Peele recurre nuevamente al humor, de manera más acentuada que en aquel, por medio de la contrastada inoperancia del padre interpretado por un entrañablemente torpe y engreído Winston Duke, viéndose sobrepasado casi en todo momento por la situación extrema en la que se ven envueltos tanto él como el resto de sus congéneres, o la ironía y mala baba destilada por el matrimonio formado por unos impagables Elisabeth Moss y Tim Heidecker cuya labor interpretativa merecía más minutos de metraje, aunque los que les son asignados los aprovechan al 100%.




Jordan Peele amalgama una notable fuerza visual en pasajes brillantes de, en ocasiones, una violencia expeditiva y seca que nunca se recrea en la truculencia, con una soberbia dirección de actores en la que todo el reparto brilla, con mención especial para los excelentes niños, Shahadi Wright Joseph y Evan Alex, y sobre todo una enorme Lupita Nyong’o. La actriz de Black Panther muestra, nuevamente, una inusual profesionalidad a la ahora de acometer sus dos personajes para una actriz joven y con tan pocos trabajos en su haber. Ella es el corazón de la película y sobre sus dos criaturas orbitan tanto la fuerza del relato como los varios giros de guión utilizados por Peele en el último acto de la obra. En esa recta final es donde más se han vertido algunas de las críticas de parte del público y la prensa especializada, aunque un servidor, más allá de cierto recurso estético bastante ridículo, queda muy satisfecho con el desenlace de la obra (añadiendo este algunos paralelismos con el brillante primer arco de Crossed + 100, escrito por Alan Moore e ilustrado por Gabriel Andrade), y sobre todo ese giro definitivo en el tiempo de descuento capaz de hacernos reinterpretar todo lo visto hasta ese momento.




Para el que suscribe queda totalmente claro, sin ningún lugar a dudas o elucubraciones. Nosotros no sólo confirma a Jordan Peele como uno de los mejores directores del cine de terror o suspense de la actualidad gracias a su conocimiento y control de ambos géneros o los preceptos establecidos por estos a lo largo de los años. También se revela como la, hasta ahora, mejor obra de la corta y prometedora carrera del cineasta nacido en en New York. Su cuidado a la hora de elaborar y ejecutar imágenes, la soberbia labor con la dirección de actores, la leve inclusión de apuntes de humor tan sutiles como malintencionados o las interesantes lecturas sociales que subyacen bajo sus propuestas detrás de las cámaras lo han convertido, con sólo dos largometrajes y todo merecimiento, en un autor a seguir los pasos y tener muy en cuenta. Por ahora nada sabemos de su próximo film como realizador, pero a día de hoy ya está involucrado como guionista en prometedoras producciones como el remake de la mítica Candyman o Wendel and Wild, el largamente acariciado proyecto de Henry Selick, responsable de la dirección de obras maestras del stop motion como Pesadilla Antes de Navidad y Los Mundos de Coraline, que producirá Netflix. De manera que a Jordan Peele trabajo no le va a faltar, ni a nosotros ganas de ver los resultados del mismo.