Título Original De Vierde Man (1983)
Director Paul Verhoeven
Guión Gerard Soeteman basado en la novela de Gerard Reve
Actores Jeroen Krabbé, Renée Soutendijk, Thom Hoffman, Hans Veerman, Dolf De Vries, Geert De Jong
Tras el enorme escándalo que supuso el estreno de la polémica Spetters en 1980 la siguiente película del cineasta Paul Verhoeven sería la última que realizaría en su Holanda natal, país que prácticamente le dio la patada por culpa de su personalidad propia de un autor libre e incómodo. Su último proyecto en los Países Bajos sería El Cuarto Hombre (De Vierde Man) adaptación de la novela homónima de Gerard Reve que llevaría a imágenes con la ayuda de su colaborador habitual (Gerard Soeteman) al guión y varios de sus actores fetiche (Jeroen Krabbé, Renée Soutendijk, Dolf De Vries) en el reparto. El resultado fue una de las piezas más arriesgadas e interesantes de la carrera del director de Starship Troopers y su última gran obra en su tierra antes de empezar a realizar producciones de corte internacional como Los Señores del Acero (Flesh + Blood) para más tarde dar el salto a Hollywood con la inolvidable Robocop.
Gerard Reve es un escritor de éxito, homosexual y católico convencido que se encuentra al borde del alcoholismo. Un día es invitado a dar una conferencia sobre su obra literaria y allí conoce a Christine, una atractiva viuda dueña de un importante salón de belleza de la localidad. Después de la exposición Gerard se va a casa de dicha desconocida y mantiene relaciones sexuales con ella. Al día siguiente esta le confiesa que le entristecería que él volviera a su Amsterdam natal y la dejara sola, de modo que el novelista acepta a quedarse unos días a hacerle compañía. Poco tiempo después Gerard descubre que la mujer tiene como pareja a un atractivo joven llamado Herman por el que de manera inmediata se interesa obsesivamente. Pero todo empieza a torcerse cuando Gerard comienza a tener unas visiones y pesadillas en las que recibe advertencias sobre lo peligrosa que es Christine. Cuando decida investigar el pasado de la chica descubrirá que guarda muchos secretos oscuros o eso cree él al memos.
El Cuarto Hombre es la obra de madurez autoral de Paul Verhoeven, su trabajo más complejo y la confirmación de su sello como cineasta y de sus dotes como narrador cinematográfico. La sexta película del director de Desafío Total (Total Recall) es un relato bífido que repta entre la realidad y el mundo de los sueños y lo onírico aunando temáticas complicadas y en apariencia poco compatibles (juntar en un film de 1983 homosexualidad y teología no era fácil por muy liberales que fueran en Holanda) dando forma a una pesadilla fílmica de una marcada y elaborada simbología que exhala morbidez, lascivia y muerte por todos y cada uno de sus fotogramas tejiendo un largometraje que abordando una historia de temática no muy original se revela como un proyecto personalísimo, rompedor e incómodo.
Sirvan para ejemplificar la poderosa capacidad de síntesis de Paul Verhoeven los títulos de crédito que abren el film. Durante los mismos podemos ver un crucifijo que en uno de sus laterales tiene una tela de araña. En ella una araña atrapa en su red a tres moscas cayendo estas en su poder. Posteriormente el director abre el plano y vemos que dicho Cristo crufiicado forma parte de la colección de imaginería católica (entre ellos una escultura de la Pietá de Miguel Ángel) que puebla el destartalado apartamento de un Gerard que yace ebrio y desnudo de cintura para abajo (una vez más el el holandés utilizando la desnudez masculina como alegoría de su fragilidad tanto física como psicológica) para después salir de la habitación y encontrarse en otro lado del inmueble al joven que es su pareja y con el que tiene su primera ensoñación o visión cuando imagina ahogarlo con un sostén de mujer encontrado en una percha.
Este prólogo es un resumen claro del argumento del film, un poco tosco, sí, pero hablamos de un director que nunca ha entendido el significado de la palabra "sutileza". El crucifijo representa el ideario religioso que impera en la mente de Gerard, la araña supuestamente sería una representación de Christine y las tres moscas de sus tres maridos muertos en extrañas circunstancias con ella siempre cerca de los mismos cuando pierden la vida. Porque el argumento de El Cuarto Hombre no es nada y nada menos que la obsesión de un escritor adicto a la autodestrucción física y moral que empieza a percibir de manera distorsionada la realidad que le rodea llegando a pensar que la mujer con la que está teniendo sexo casual es una viuda negra que asesina de manera furtiva a todos sus cónyuges.
Los problemas con el alcohol de Gerard y sus obsesión con mantener relaciones sexuales con Herman, el actual novio de Christine (el verdadero motivo por el que el escritor se queda a vivir con ella es que le permita acceder al atractivo joven) nos harán dudar sobre si lo que vemos en pantalla (siempre desde el punto de vista del protagonista, hasta cuando el film esta rodado en tercera persona) es veraz o producto de la imaginación trastornada del novelista. Esta excusa narrativa les permite a Verhoeven y Soeteman crear un juego de espejos en el que nunca sabemos qué es real, plagando todo el relato con una imagineria de una carga psicológica que haría las delicias de Sigmund Freud.
En la mente de Gerard el sexo (principalmente el gay, recordemos como sólo consigue excitarse con Christine cuando empieza a "moldearla" para que se parezca a su propio novio) y la religión forman parte de un mismo todo como puede verse en ese "con María y con Jesús" que espeta cuando llega al orgasmo con la joven viuda o esa visión en la que estando en la iglesia imagina a Herman crucificado como Cristo para posteriormente bajarle la ropa interior siendo interrumpido repentinamente por una anciana que le saca abruptamente de su ensoñación, pasaje que no sería muy descabellado que inspirara al Abel Ferrara de Teniente Corrupto (Bad Lieutenant) para rodar su secuencia de la conversación (más bien reproche) del personaje de un inmenso Harvey Keitel con el hijo de Dios.
Esta visión mórbida del catolicismo por parte de Verhoeven no ha sido muy explotada en su obra cinematográfica (sólo lo ha hecho de manera explícita en Los Señores del Acero y de manera más solapada curiosamente en Robocop, otra pieza de su filmografía que tiene mucho subtexto teológico, pero de eso hablaré cuando le haga la crítica al film más adelante, más o menos cuando se acerque el estreno del remake que ha rodado el carioca Jose Padilha) pero es parte indivisible de su ideología, sabiéndose a estas alturas que el holandés forma parte de une extraña sociedad que tiene una visión menos divina y más humana de la figura de Jesús de Nazareth. Es más, el director de Showgirls lleva años intentando sacar adelante una película sobre la vida de Cristo (basándose en una novela escrita por él mismo) que por su temática y apuntes un tanto escabrosos (violación de la Virgen María incluida) seguramente nunca verá la luz y si lo hace armará una muy gorda a nivel global.
Esta unión entre religión y homosexualidad está llevada sin miramientos ni paños calientes, pero tampoco con una intención directa de buscar un escándalo gratuito. La utilización de la primera sirve para forjar el carácter redentor y de martir de Gerard y la de la segunda sirve de catalizador para que el escritor busque desesperadamente seducir a Herman quedándose a vivir en el hogar de Christine y así ir descubriendo (o distorsionando su mente) poco a poco que la mujer no es quien dice ser, sino una asesina de maridos que atrapa a su víctima, la seduce y finalmente acaba con ella para poco después buscar un nuevo objetivo que sacie su instinto sexual y homicida. Huelga decir que el personaje de Christine (y por extensión de gran parte de la conceptualidad de la obra) serviría de base para lo que sería años después el personaje de Chatherine Tramell, la escritora a la que dio vida Sharon Stone en Instinto Básico, film que es de alguna manera la versión comercial, más simple y en tono de thriller policíaco de la cinta que estamos comentando en esta entrada.
Todas las señas de identidad del discurso autoral de Paul Verhoeven se pueden encontrar en el metraje del El Cuarto Hombre. Desde la ambigüedad sexual abordada con una considerable explicitud gráfica (la misma de Delicias Turcas o Spetters) hasta los apuntes excesivos y sórdidos (ese ojo en la puerta) pasando por las mujeres fatales que utilizan su sexualidad para su propia supervivencia y con ello poner contra las cuerdas a hombres débiles, egoístas y manipulables. Sin olvidarnos de algunas pinceladas de violencia cruda bordeando el gore (el accidente de coche, la visceral amputación del pene con las tijeras) que son marca de la casa y esta vez utilizadas sin gratuidad alguna siendo parte importante del desarrollo de acontecimientos de la narración.
A ello debemos sumar el magnífico trabajo del cineasta con los encuadres, travellings y (contra)picados (siempre ideados previamente en storyboards salidos de su propia mano) la dirección de actores (Jeroen Krabbé jamás ha estado tan bien, transmitiendo sensaciones que van del asco, a la compasión pasando por la simpatía, la locura o la vulnerablidad y Renée Soutendijk que borda esta versión refinada, ambigua y de clase alta de su Fientje de Spetters) y su poderosa impronta a la hora de abordar los pasajes oníricos con un uso cromático de la imagen que nos recuerda a Mario Bava, una puesta en escena que nos remite a Recuerda (Spellbound), el film de Alfred Htichocock cuyas escenas de ensoñaciones diseñó el pintor catalán Salvador Dalí, y una visceralidad de tono surrealista que nos remite a Luis Buñuel como en la escena de las tres reses ensangrentadas a las que supuestamente se les sumará una más. Así como un punto de vista entomológico del ser humano con la ya mencionada araña y sus moscas en el rol de víctimas, apunte muy deudor del cineasta de Calanda.
De Vierde Man es uno de los proyectos más completos y memorables de Paul Verhoeven y posiblemente el último film que realizó con completa libertad artística y sin miedo a esa censura que no le quitó ojo cuando se asentó en Hollywood. No me parece el mejor trabajo de su etapa holandesa (ese título posiblemente lo ostente Eric: Oficial de la Reina, mucho más academicista y de vocación comercial, pero con una épica y fuerza sencillamente intachables) aunque si el más valiente, retorcido, poliédrico y profundo de toda su carrera. Tras ella otro Verhoeven nacería, aquel que al verse encorsetado en una industria mucho más puritana que la europea (que sacara adelante en Estados Unidos films con una considerable carga erótica como la que tenían Instinto Básico o Showgirls ya supuso todo un logro) tuvo que reducir la sexualidad de su obra y acentuar la violencia explícita (más del agrado de los americanos, faltaría más) para en obras como Robocop o Starship Troopers seguir sacando a la luz las bajezas y debilidades de los hombres y mujeres del mundo contemporáneo.