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viernes, 19 de febrero de 2021

30 Monedas, memorias del ángel caído



"Quien reúna las 30 monedas tendrá en su poder un arma más poderosa que el mismo Arca de la Alianza. El sufrimiento de Dios, la más poderosa de las energías"





El pasado 29 de noviembre del nefasto 2020 un servidor se ocupó de reseñar para Transgresión Continua el episodio piloto de 30 Monedas, la serie de HBO producida, escrita y dirigida por el cineasta español Álex de la Iglesia del que también dejó su opinión en Zona Negativa mi compañero Sergio Fernández Atienza en su soberbia crónica al FANT: Festival de Cine Fantástico de Bilbao del año ya finiquitado. Habiendo sido recibido con parabienes en varios certámenes internacionales en los que fue proyectado, el primero de ellos uno tan prestigioso como el de Venecia, mis palabras hacia el producto fueron elogiosas, ya que esos primeros 70 minutos sintetizaban con impecable pericia lo que más tarde iban a ser las poco más de ocho horas desplegadas en el proyecto de la cadena por cable estadounidense, subido posteriormente al catálogo de su plataforma de pago por visión. Como a estas alturas todo el mundo sabe ya las 30 monedas a las que hace referencia el título de la serie son las que el apóstol Judas Iscariote cobró por traicionar a Cristo y las mismas se convierten en el MacGuffin central de la historia planteada por parte de Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría.



Una de esas monedas aparece actualmente en España, situada en el pequeño y tranquilo pueblo segoviano de Pedraza en el que la llegada del padre Manuel Vergara (Eduard Fernández), un sacerdote de hábitos poco saludables y aficionado al boxeo, parece haber dado inicio a una serie de sucesos sobrenaturales encabezados por una vaca dando a parir inexplicablemente a un bebé humano. La avispada veterinaria Elena (Megan Montaner) y Paco (Miguel Ángel Silvestre), el ingenuo e indeciso alcalde de la localidad, siempre manipulado por su arribista esposa, Merche (Macarena Gómez), pedirán ayuda al peculiar párroco para que arroje luz sobre los inexplicables hechos acaecidos en la zona. Un episodio traumático de su pasado relacionado con un exorcismo resultante en tragedia y su actual escepticismo debido a una profunda crisis de fe harán que el padre Vergara niegue todo lo ocurrido en Pedraza buscando una explicación lógica que no tenga nada que ver con lo ocultista o satánico, siempre apelando a una lógica que cada vez se le escapa más de las manos. Finalmente el bebé, acogido por Carmen (Carmen Machi), otra veterinaria del pueblo, y su marido, Alonso (Antonio Durán), resultará no ser humano y su presencia hará que Vergara tenga que reconsiderar su opinión. El supuesto bebé tomará la forma de un monstruo arácnido que sólo supondrá el principio de una pesadilla de proporciones descomunales relacionada directamente con las 30 monedas.



Telarañas se titula el arranque de 30 Monedas y en él conviven el terror satánico y el gótico rural marcando las pautas de un proyecto construido sobre la teología, lo demoníaco y el thriller sobrenatural en un contexto, el pueblo segoviano de Pedraza, relativo a esa España vaciada que tan bien supieron retratar autores como el Fernando Fernán Gómez de la malditísima y siempre reivindicable El Extraño Viaje (1964), el Mario Camus de Los Santos Inocentes (1984), el José Luis Borau de Furtivos (1975) y hasta la Pilar Miró de El Crimen de Cuenca (1979), paradójicamente una realizadora enemiga acérrima de la ficción fantástica y de terror española. Historias Para No Dormir (1966-1982) de Chicho Ibáñez Serrador, La Cosa (1982) de John Carpenter, El Exorcista (1973) de William Friedkin y hasta productos más exploit como ¡Estoy Vivo! (1974) de Larry Cohen o Xtro (1982) de Harry Bromley Davenport sobrevolaban una primera toma de contacto que, si no fuera por su final abierto, podría funcionar fácilmente como una película autocontenida o un módulo en una partida de rol, algo que el mismo De la Iglesia ha mencionado como una de sus principales influencias a nivel de construcción narrativa considerando esta primera temporada como una campaña.



Presentación de personajes, primer hecho inusual en el pueblo con una vaca dando a parir un bebé humano y el despliegue de secuencias de acción y terror dando muestras de holgado presupuesto depositado en un producto que ya desde sus títulos de créditos, con una versión muy Zack Snyder de calvario de Cristo al ritmo semanasantero de la partitura de Roque Baños, denota la notable cantidad de dinero invertida por HBO Europa que el autor bilbaino ha sabido exprimer al máximo durante los ocho episodios. Del piloto es inevitable destacar el papel capitular de una aterradora Carmen Machi y ese bebé descomunal convertido posteriormente en una criatura arácnida de reminiscencias lovecraftianas, autor este que deja su impronta a lo largo de toda la temporada gracias a Jorge Guerricaechevarría y el mismo De la Iglesia, dos apasionados de su prosa. Situaciones como la del campanario con el personaje de Antonio, impresionante Javir Bódalo, o las dos visitas a la casa de Carmen y Alonso con las secuencias del dormitorio del bebé o la de las telarañas que rodean el ya mencionado inmueble dan buena muestra de la profesionalidad del cineasta a la hora de construir escenas de terror puro que nos retrotraen La Habitación del Niño (2005), su estimable aportación a la antología cinematográfica Películas Para No Dormir.



El segundo episodio, Ouija, abraza la estructura narrativa de casos sobrenaturales unitarios, pero vinculados con la trama central, que se extenderá a lo largo de varias entregas. El ritual espiritista en el cementerio, los flashbacks del exorcismo de Giacomo concomitante con el William Peter Blatty de la nunca suficientemente reivindicada El Exorcista III (1990) o las automutilaciones que se inflige Sole, deudoras de las de Isabelle Adjani en La Posesión (Andrzej Zulawski, 1981) no impiden que el producto tome aire para componer situaciones más calmadas con respecto al episodio piloto, aunque como evidenciamos no dejan de sucederse hechos interesantes desembocantes en un clímax final notablemente potente. En El Espejo Álex de la Iglesia vuelve a su admirado John Carpenter con un homenaje explícito a El Príncipe de las Tinieblas (1987) sin dejar de lado las referencias a El Más Allá (L’Aldilà, 1981) que también hace acto de presencia en todo lo relacionado con los reflejos y el “otro lado” al que transporta el espejo que da título el episodio. Una apisonadora de 64 minutos en los que Eduard Fernández vuelve a dar un recital interpretativo enfrentándose a su propio doppelgänger como salido de la Habitación Roja de Twin Peaks y con algunas secuencias de terror milimétricamente construidas.



Recuerdos, cuarto episodio y punto de inflexión conceptual en la serie. Se abre la aventura internacional, conocemos información vital del pasado de Vergara y las secuencias y diálogos memorables se suceden en cascada. Mediante una construcción sustentada en flashbacks relacionados con los años de aprendizaje del personaje protagonista se presenta un rol carismático y entrañable como el de Sandro, inmenso Leonardo Nigro, se comienza a perfilar el de Santoro y vemos por primera vez explícitamente al Angelo de Cosimo Fusco. Nos encontramos con uno de los capítulos más logrados, compactos y de mayor trasfondo de la temporada. Especial mención por un lado al uso magistral del Deep Fake para rejuvenecer los rostros de Eduard Fernández y Manolo Solo, cuyo resultado para sí lo hubiera querido el Martin Scorsese de El Irlandés (2019), y su original reformulación de la manera de enfrentarse a los exorcismos. Vergara afirma que dejar hablar a Satán, algo contraproducente según los expertos en posesiones demoníacas, podría permitirles conocer mejor su naturaleza e intencionalidad, idea brillante esta que más tarde desembocará en fracaso cuando los destinos de los dos roles antagónicos de la ficción separen sus caminos.



Con El Doble la subtrama de Pedraza se adentra en la brujería y el folclore propios de Las Brujas de Zagarramurdi con el supuesto regreso del desaparecido marido de Elena, un Víctor Clavijo espectacular, y la aparición de la anciana que en el cierre de la serie cobrará capital importancia. Mientras tanto Vergara se adentra en las profundidades de la organización secreta de los cainitas, dirigida por Santoro, desplegando aún más el abanico de referencias religiosas y mostrando el modus operandi del villano de la serie en lo que no deja de ser un homenaje explícito al cómic Predicador, escrito por Garth Ennis y Steve Dillon para el añorado sello Vertigo, consiguiendo Jorge Guerricaechevarría y Álex de la Iglesia ser más fieles a dicha obra que la serie de AMC que la adaptó oficialmente al medio televisivo. Las conspiraciones en la sombra, el color blanco de los trajes de los cainitas y sus intenciones maliciosas nos retrotraen directamente al Grial del que Herr Starr era su cabeza visible. A destacar el clímax final con la aparición de otra criatura que pareciera ideada por el director En la Boca del Miedo (In The Mouth Of Madness, 1995) y el escritor de La Sombra Sobre Insmouth en una noche de desenfreno etílico y psicotrópico.



Guerra Santa suponen los 59 minutos de 30 Monedas que acusan de una mayor dispersión narrativa. La incursión de Vergara en Siria tiene buenos momentos con ecos al prólogo de El Exorcista protagonizado por el padre Lankester Merrin de Max Von Sydow, pero después de su paso por Roma esta nueva andanza internacional resulta en cierta manera redundante. Algo parecido sucede con la nueva escapada, esta vez sí consumada, de Elena a París que aun desembocando en la localización de una de las monedas apela a cierto subrayado innecesario para el devenir de acontecimientos posterior. Este sexto episodio marca un desnivel entre la trama de Vergara y la de Pedraza, que si hasta ese momento habían mantenido cierta equidad en sus construcciones y paralelismos narrativos aquí la segunda queda en desventaja con respecto a la primera. En La Caja de Cristal la llegada de Angelo a Pedraza marca el encierro de los lugareños en el pueblo haciéndonos pensar en el Stephen King de La Cúpula (2009), el Luis Buñuel de El Ángel Exterminador (1962) e incluso el Michele Soavi de El Engendro del Diablo (La Chiesa, 1990). La antesala del potencial apocalipsis comienza a tomar forma y Vegara despide el episodio armándose hasta los dientes para enfrentarse a Santoro, Angelo y la organización secreta de los cainitas en una última secuencia ya icónica.



Sacrificio equivale al polémico clímax final, con cuerpo de cliffhanger, de la temporada. Antes de que los cainitas de Santoro lleguen a Pedraza Vergara se enfrenta a Angelo, que toma la forma del dios primordial Nyarlathotep, y una vez estos se establecen allí se procede a la coronación del personaje de Manolo Solo como el Antipapa mediante la reunión de las 30 monedas. Pareciera como si todo el pueblo segoviano hubiera ya caído totalmente bajo el embrujo demoníaco preparando rituales satánicos con un acabado estilístico imbuido por películas como La Montaña Sagrada (Alejandro Jodorowsky, 1973), cortometrajes como Un Perro Andaluz (Luis Buñuel, 1929) y hasta videojuegos en la línea de Silent Hill (1999). Finalmente Vergara y los suyos consiguen detener la llegada de una nueva era de oscuridad en la Tierra, pero entregando el sacerdote aparentemente su propia vida en el proceso y haciendo que las 30 monedas vuelvan a dispersarse cayendo en manos de varios de los cainitas que escapan con ellas. Este cierre de temporada, que dejó insatisfecho a cierto sector del público, sólo es un punto y aparte de lo que según Jorge Guerricachevarría y Álex de la Iglesia será una trilogía de cuya segunda parte o temporada ya tienen escritos los guiones a la espera del visto bueno de HBO para empezar el rodaje.



Dentro del espectacular reparto reunido por Álex de la Iglesia y en el que encontramos a secundarios de nivel como Javier Bódalo, Paco Tous, Pepón Nieto, Manuel Tallafé, Mariano Venancio, Nuria González, Greta Fernández, Beatriz Olivares, Secun de la Rosa o Francisco Reyes, entre otros, tenemos que hacer parada obligada en los principales personajes. Miguel Ángel Silvestre hace un esfuerzo hercúleo para que detrás de su porte apolineo y ese rostro dionisiaco anide un alcalde titubeante y escaso de carisma, pero es muy difícil aceptarlo en un principio, aunque a medida que pasan los episodios consigue mimetizarse por fin con su criatura. Una perfecta Megan Montaner da vida a una mujer de carácter y con mucha determinación, pero hacerla depender tanto de sus respectivos pretendientes menoscaba su perfil psicológico. Exultante resulta la labor de una Macarena Gómez repleta de claroscuros, con una versión actualizada de su protagónico en la brillante Musarañas (Juanfer Andrés, Esteban Roel, 2014) devorando el encuadre cada vez que la cámara repara en su presencia. Estos tres personajes, y el resto de los que conforman Pedraza, pasado el ecuador de la temporada parecen algo perdidos y desubicados cuando la trama de Vergara coge más fuerza que la del pueblo, pero aún así siempre forman parte de situaciones interesantes.



En el bando de los cainitas tenemos dos intérpretes que destacan sobremanera. Por un lado es de recibo mencionar la labor del gaditano Manolo Solo, al que habíamos visto alguna vez haciendo de personaje psicópata, como Garcés en El Laberinto del Fauno (Guillermo del Toro, 2006), pero nunca de una dimensión tan considerable como el Cardenal Santoro de 30 Monedas. Una labor inapelable de un actor ducho en el drama y la comedia, pero no en una ficción de género tan cercana al thriller o el terror como la serie de Álex de la Iglesia. El italiano Cosimo Fusco se corona como la revelación de la temporada con su papel del manipulador y metódico Angelo. El Paolo de Friends al que le habíamos perdido casi totalmente la pista, aunque alguno recordamos su papel en aquel inusual homenaje al giallo titulado Berberian Sound Studio (Peter Strickland, 2012), se ha convertido en uno de los actores más destacables del casting protagonizando pasajes inolvidables como el de su intento de exorcismo en Recuerdos o los que protagoniza en los dos episodios finales del proyecto. Ojalá volvamos a disfrutar de su amenazante y magnética presencia en la segunda temporada.



Pero si hay un actor del reparto al que debemos dedicar una nota aparte es al catalán Eduard Fernández a la hora de dar forma a su ya mítico padre Manuel Vergara. A nadie sorprenda la enorme labor del intérprete si tenemos en cuenta que desde los tiempos en los que era nominado al Goya al mejor actor revelación por Los Lobos de Washington (Mariano Barroso, 1999) hasta la actualidad ha demostrado sobradamente su valía en papeles como los de Son de Mar (Bigas Luna, 2001), Fausto 5.0 (Isidro Ortiz, Alex Ollé, Carlos Padrissa, 2001), Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006), Mientras Dure la Guerra (Alejandro Amenábar, 2019) o Perfectos Desconocidos (Álex de la Iglesia, 2017), largometraje que supuso su primer contacto con el autor de La Chispa de la Vida (2011). Pero su composición del personaje protagonista de 30 Monedas escapa a cualquier apreciación elogiosa o halago, entregando su rostro, físico y voz rotunda a un antihéroe que no desentonaría dentro de la filmografía de John Carpenter o como protagonista de un spaghetti western. Meses de gimnasio tuvo que sufrir Fernández para ponerse en forma y alcanzar la musculatura exigida para incursionar en las no pocas secuencias de acción física en las que se ve envuelto este sacerdote fumador, descreído, y con hechuras de mártir al que esperamos volver a ver, como sea, en la segunda temporada de la serie.



30 Monedas es un compendio de todas las inquietudes de Álex de la Iglesia, una partida de La Llamada de Cthulhu o Las Mansiones de la Locura enriquecida con todo aquello que le apasiona dentro del cine, el cómic, la literatura o el mundo del videojuego. No es un proyecto perfecto, porque aunque su historia es rica en matices y se desarrolla con interés acusa cierto desnivel en cuanto a la equivalencia cualitativa de sus distintas subtramas. Pero como relato híbrido y producto audiovisual funciona como un tiro debido a su deuda conceptual con la clásica historia de la lucha entre el bien y el mal y a un acabado técnico de nota, algo a lo que nos tiene acostumbrados el director de El Bar (2017) o Muertos de Risa (1999), a que se suman la ya citada labor de un cast de profesionalidad inapelable. En el proceso nos encontramos por primera vez con una producción televisiva patria en la que desfilan monstruos, exorcismos, criaturas infernales y acción demente con la que Álex de la Iglesia ha sido libre para poner en pantalla casi todo lo que pasaba por su imaginación y la de su compañero de escritura. De esta manera 30 Monedas y su éxito tanto nacional como internacional posiblemente supongan la punta de lanza de una nueva ola de series españolas adscritas a la fantasía, el terror e incluso la ciencia ficción que pueda llegar a depararnos más de una agradable sorpresa.


domingo, 7 de febrero de 2021

Preacher: Temporada 4, la batalla del Álamo


 

"El cielo está vacío, Dios se ha ido. Queremos que tú tomes su lugar"



Cuatro años y el mismo número de temporadas ha tardado en hacer su recorrido catódico Preacher, la serie creada por Sam Catlin, Seth Rogen y Evan Goldberg para la cadena de pago AMC inspirándose en el cómic homónimo escrito por Garth Ennis y dibujado por Steve Dillon para el añorado sello Vertigo. Un servidor os ha acompañado a lo largo de este trayecto reseñando todas y cada una de las entregas anuales que hemos recibido centradas en las aventuras teológicas y escatológicas de Jesse Custer, Tulip O’Hare y Proinsias Cassidy, interpretados por los actores Dominic Cooper, Ruth Negga y Joseph Gilgun respectivamente. Una primera y decepcionante temporada dio pasa a una prometedora segunda más cercana a los cómics, pero todo quedó en un espejismo cuando asistimos a cómo la tercera volvía a caer en los mismos fallos que los primeros episodios de la producción, dejando un mal sabor de boca con respecto a un proyecto que lo tenía todo para convertirse en una obra de culto y una digna adaptación del icónico trabajo en viñetas que le sirve de inspiración. Poco antes de estrenarse esta cuarta temporada que nos ocupará en la siguiente entrada AMC confirmaba la cancelación de la serie, obligando a sus máximos responsables a cerrar de la mejor manera posible todas las tramas. El resultado no desentona un ápice con respecto a una ficción que nunca llegó a despegar del todo desperdiciando el potente y explosivo material de partida que tenían en sus manos.



La cuarta tanda de episodios de Preacher recorre una a una todas y cada una de las carencias que han ido menoscabando con el paso de los años la calidad de la serie. Para empezar Sam Catlin, Seth Rogen, Evan Goldberg y su equipo de guionistas vuelven a alejarse en exceso de los cómics, mirando con desdén los impresionantes historias que Garth Ennis y Steve Dillon elaboraron en la colección de Vertigo, sólo tomando pequeños apuntes de las mismas, más que para aprovecharlos y convertirlos en un producto audiovisual de calidad, como un vacuo y altivo intento por contentar y acallar a los que en su momento leímos una de las mejores obras de esta irrepetible pareja de autores británicos. Seguidamente tenemos otra de las señas de identidad de esta Preacher en imagen real como la inexplicable capacidad de sus escritores para estancar de manera insalubre las distintas tramas que dan forma a los diez episodios de los que consta esta cuarta temporada. Se antoja demencial que una como la del rescate de Cassidy en Masada, que podía haberse resuelto en un sólo episodio, se alargue cuatro interminables entregas en las que la redundancia y el subrayado se apoderan del metraje y la paciencia del espectador.



También volvemos a encontrarnos con personajes que a pesar de estar a estas alturas más que definidos psicológicamente dan vueltas sobre sí mismos mostrándose incapaces de ejecutar acciones que sirvan para construir una sencilla historia con inicio, nudo y desenlace. ¿Cuántas veces necesitamos que a Cassidy le arranquen el glande para que seamos conscientes de su adicción a la tortura y la venganza contra su agresor? ¿En cuantas ocasiones puede Tulip intentar ir por su propia cuenta para al poco tiempo volver con sus compañeros de fechorías? ¿Cuántos países tiene que visitar y a cuantas personas debe enfrentarse Jesse para encontrar a Dios? ¿Cuantos actos violentos tiene que realizar el Santo de los Inocentes para que “Caraculo” deje de sorprenderse por ello? ¿¿Cuántas bromas sin gracia se pueden hacer con la oreja deforme de Herr Starr??. Esta cuarta temporada acusa más que ninguna otra la incapacidad de sus autores para sacarla del pozo de la mediocridad y si no fuera porque pasado el ecuador comienzan a acontecer algunos hechos interesantes y porque a estas alturas ya nos hemos encariñado con el reparto y las libérrimas versiones que ofrecen de los personajes del cómic no tendríamos nada de verdadero interés por lo que valiera la pena acercarnos a la despedida una serie como Preacher.



Para colmo, no sabemos si por la prematura decisión de abortar la serie en la cuarta temporada o por otro motivo, la segunda mitad de la misma parece querer encapsular el grueso de muchos de esos arcos argumentales de los cómics que los guionistas han ido obviando o sólo tomando como referentes muy superficiales, llegando a límites de exagerada síntesis en los dos últimos episodios condensando un sinsentido de idas y venidas argumentales que desembocan en un apresurado clímax, paradójicamente anticlimático, y apresurado en exceso que sólo recibe puntos a favor por el bonito epílogo que cierra la serie. Con esto no queremos decir que Catlin, Rogen, Goldberg y compañía quieran revelar esta recta final de Preacher como un producto más adherido a lo escrito e ilustrado por Garth Ennis y Steve Dillon en los 90, ya que en el proceso siguen introduciendo torticeras subtramas de cosecha propia y personajes satélite cuyas peripecias sólo parecen hacerles gracia a ellos, porque de cara al espectador no dejan de protagonizar situaciones supuestamente irreverentes o políticamente incorrectas que no escandalizarían a un monaguillo, confirmando una vez más que la bilis expulsada por los autores de la serie de Vertigo nunca llegó a ser captada adecuadamente por los responsables del programa de AMC.




Ante semejante desaguisado sólo nos queda una cosa a la que aferrarnos y que desde los primeros compases de la serie nunca ha fallado, su reparto de actores. En las reseñas de las temporadas previas incidimos en que las versiones que aquí vemos de Jesse, Tulip y Cassidy quedan muy lejos de las ideadas por Garth Ennis y Steve Dillon en el cómic, pero bien es cierto que Dominic Cooper, Joseph Gilgun y Ruth Negga han sabido moldear un trío de protagonistas carismático, con personalidad y propension a destilar una más que notable química cuando comparten pantalla. Algo parecido sucede con algunos de los roles secundarios, ya sea Ian Colletti como “Caraculo” o Graham MacTavish como el Santo de los Inocentes, capaces de ofrecer momentos remarcables cuando ambos interactúan. La incorporación de Mark Harelik como Dios también depara algún pasaje reseñable y Julie Ann Emery sabe transmitir el insulso dogmatismo de su criatura mientras los Hitler y Jesús de Noah Tylor y Tyson Ritter, respectivamente, derivan en cuestionable descarga cómica. En cambio es Pip Torrens el que en esta ocasión se pasa de autoparódico con su Klaus Starr, al que ofrecen más minutos en pantalla, pero sin que el británico sepa echar el freno en los momentos más vergonzosos, alejándose un poco del buen hacer que demostró en las anteriores temporadas confirmándose como uno de los mejores fichajes del apartado artístico.



Preacher abandona la parrilla de la AMC, o el catálogo de HBO España si hablamos de nuestro país, con la cabeza gacha y sin hacer apenas ruido. Lejos quedan ya aquellos dos intentos por adaptar el cómic de Vertigo a cine o serie de televisión a manos de Robert Rodriguez primero y Sam Mendes después que prometían mucho, pero acabaron en la nada. Desgraciadamente cuando Sam Catlin, Seth Rogen y Evan Goldberg cogieron las riendas del proyecto desde los primeros pasos del mismo demostraron no ser las personas adecuadas para extrapolar con éxito la odisea iconoclasta con aroma a western crepuscular que protagonizaron a lo largo de 66 números y unos cuantos especiales Jesse, Tulip y Cassidy. Por el camino queda un “puedo y no quiero” que lo tenía todo para haber desembocado en una serie antológica, pero que por la fea costumbre de ser condescendiente con la obra primigenia ha quedado reducida a una mediocridad audiovisual más disfrutable para aquellas personas que nunca se hayan acercado al trabajo de Ennis y Dillon que para sus lectores. En lugar de enderezar el barco para su último viaje los responsables de Preacher han abrazado sus carencias e imperfecciones sin prejuicio alguno para decir adiós a una producción que debería haber sentido más respeto y admiración por su principal referente.


lunes, 15 de octubre de 2018

Preacher: Temporada 3, family ties



"Escúchame; Algún día, pedazo de mierda. Somos todo lo que quedará en este lugar. Soy toda la familia que tienes."




Después de una decepcionante primera temporada a modo de “Año Cero” en 2016 y una segunda no del todo redonda, pero sí más eficiente y apegada a las viñetas, el pasado año la tercera entrega de Preacher, la serie de televisión diseñada por Sam Catlin, Seth Rogen y Evan Goldberg para la cadena por cable AMC inspirándose en el icónico cómic de Garth Ennis y Steve Dillon gestado en el seno del sello Vertigo de DC Cómics, terminó su emisión y tras ella nos vemos en posición de valorar esta última tanda de episodios inspirados en las aventuras mesiánicas y teológicas protagonizadas por Jesse Custer, Tulip O’Hare y Cassidy entre otros personajes. Sentimientos encontrados a la hora de hablar de los diez nuevos capítulos de Preacher, porque es ineludible que sus creadores mantienen la intencionalidad de acercarse cada vez más a los cómics, pero lo hacen de manera arbitraria y deslavazada, cometiendo en el proceso el fallo de desorientarse y no saber aprovechar el paso adelante que supuso la anterior temporada con respecto a la inicial sin desarrollar los logros que la irrupción de el Santo Grial en general y Her Starr en particular supusieron para la serie. Lo que aquí tenemos es otra decena de horas confirmando la naturaleza dubitativa, desaprovechada y de “quiero y no puedo” del show emitido por la casa de productos tan destacables como Mad Men, Breaking Bad o la reciente The Terror.




Una vez más la serie Preacher toma varios arcos argumentales importantes de los cómics como el localizado en Angelville con la familia de Jesse Custer, el relacionado con Les Enfants du Sang o el centrado en el Grial y la conservación de la sangre de Cristo y después de incluir algunas dosis de material propio Catlin, Rogen y Goldberg montan una temporada de diez episodios. El problema radica, como hemos comentado previamente, en que después de haber encarrilado, en cierta manera, el producto con una muy decente segunda temporada sabiendo amalgamar respeto y fidelidad por los cómics en los que se inspira y una personalidad propia como proyecto ficcional esta tercera desmonta gran parte de esas virtudes descompensando narrativamente el conjunto de la obra cuando separa a los tres protagonistas principales para que cada uno de ellos pueda protagonizar su propia subtrama. Llama la atención que esta decisión haya sido tomada en la primera temporada de la serie con sus tres actores principales tomando el rol de productores ejecutivos, como si diera la impresión de haber sido la mano de los protagonistas la responsable de la dispersión y la endeblez de la construcción argumental de la tanda de episodios para sus correspondientes lucimientos individuales. Algo, por otro lado, imposible de confirmar.




Prácticamente todo lo acontecido en Angelville con Gran’Ma L’Angelle, Jody o TC está bien llevado por el guión y la realización, tomando bastantes ideas acertadas de las viñetas y con la meritoria labor de un reparto en el que destaca una excelente Betty Buckley. También ofrece algunas dosis de interés, aunque llega a adentrarse un poco en una agotadora reiteración, la trama con el Grial, el Gran Padre D’Aronique o Humperdoo, así como la que compete a Tulip y su “revelación divina” donde Ruth Negga vuelve a demostrar ser la mejor actriz del casting. Pero el protagonizado por Cassidy con el culto vampírico de Les Enfants de Sang y sobre todo el del Santo de los Asesinos, Arsface y Hitler, metido con calzador de la manera más innecesaria posible, confirman el poco cuidado de los creadores de la serie a la hora de dar homogeneidad a la escritura de esta tercera temporada con una irregularidad entre unos arcos y otros demasiado perjudicial para el conjunto del producto. Esta deficiencia conceptual y estructural o el error garrafal de quitar protagonismo al Herr Starr de Rip Torrens, la revelación mayúscula de la anterior temporada, aquí, más allá de su presentación con el tiroteo en el templo budista y algún apunte cómico sacado directamente de las viñetas, alarmantemente desaprovechado son las más importantes carencias de esta última lista de capítulos.




Aunque encontramos episodios interesantes, nuevos personajes bien perfilados sumándose a los ya perfectamente establecidos interpretados por el trío protagonista y situaciones divertidas cada vez más propensas a la truculencia de las viñetas Preacher sigue estando a años luz de ser una buena adaptación del trabajo de Garth Ennis y el añorado Steve Dillon. Cuando parecía que Sam Catlin, Seth Rogen y Evan Goldberg habían encarrilado la máquina dándose cuenta del grave error de creerse más listos que el material en viñetas puesto a su disposición vuelven a dar pasos en falso y a desarmar lo construido el año pasado. El problema de encontrarnos todavía en esta situación en la tercera temporada de la serie no sólo repercute en la misma, incitándonos a no perder el tiempo con ella cuando tenemos al alcance de nuestro ratón o mando a distancia decenas de ellas muy superiores. Por desgracia también nos hace desconfiar de lo que vayan a hacer dos de sus showrunners, Goldberg y Rogen, con esa otra adaptación a imagen real de un cómic de Garth Ennis, The Boys más concretamente, producida por Amazon y con estreno para 2019. No ya por la, casi segura, ausencia de la violencia y sexo explícitos de las brutales correrías de Hughie y sus compañeros, sino también por la escaso apego demostrado por ambos autores hacia los cómics que trasladan al medio audiovisual.


jueves, 20 de septiembre de 2018

La Monja



Título Original The Nun (2018)
Director Corin Hardy
Guión Gary Dauberman y James Wan
Reparto Taissa Farmiga, Demian Bichir, Jonas Bloquet, Bonnie Aarons, Charlotte Hope, Ingrid Bisu,  Jonny Coyne, Manuela Ciucur, Jared Morgan, Sandra Teles, Boiangiu Alma, Laur Dragan




James Wan lleva camino de convertirse en uno de los creadores de ficción terrorífica más prolífico y exitoso del panorama actual. Después de haber ayudado a construir sagas como Saw e Insidious el microcosmos al que más rendimiento está sacando es al relacionado con las figuras de los parapasicólogos Ed y Lorraine Warren. Mientras en su faceta como director se ocupaba de las dos soberbias entregas de Expediente Warren: The Cojuring su avezado instinto como productor comenzaba a diseñar todo tipo de spin offs derivados de los films protagonizados por Vera Farmiga y Patrick Wilson. El primero en llegar fue el de Annabelle, la muñeca maldita que los “sabuesos de lo sobrenatural” tenían confinada en su famoso museo personal, contando ya con dos entregas, la estrenada en 2014 y su precuela, Annabelle: Creation, de 2017. Más tarde, desde las entrañas de Expediente Warren: El Caso Enfield, nace este nuevo spin off centrado en el personaje de “La Monja”, la encarnación corpórea del demonio Valak que atormentaba a la familia británica protagonista de la mejor entrega de toda la franquicia. Con guión del habitual de la casa Gary Dauberman basado en una historia del mismo James Wan, dirección del británico Corin Hardy y un reparto encabezado por Taissa Farmiga, Demian Bichir, Jonas Bloquet y la indispensable Bonnie Aarons La Monja ha llegado a las carteleras de todo el mundo recibiendo críticas bastantes negativas, pero reventando la taquilla al recaudar 131 millones de dólares a nivel mundial sólo durante su primer fin de semana.





Sirva como aviso para los fans de las correrías fantasmagóricas del matrimonio Warren que si con La Monja esperan encontrar la milimétrica puesta en escena, la sabia asimilación de referentes y el control del tempo narrativo en los pasajes de terror de James Wan grabados a fuego e las dos entregas de The Conjuring la decepción se hará patente bien temprano. El largometraje de Corin Hardy, a pesar de su voluminoso envoltorio, no deja de ser en esencia una Serie B, un producto exploit, una pieza que elude los referentes más obvios como El Exorcista o La Profecía para abrazar la influencia de trabajos italianos de terror como El Engendro del Diablo (La Chiesa, 1989) de Michele Soavi o el remake que Lamberto Bava realizó de La Máscara del Demonio (La Maschera del Demonio, 1960) uno de los clásicos más famosos de su padre Mario Bava. De esta manera el segundo spin off de la franquicia Expediente Warren deja clara su naturaleza de pastiche intrascendente y divertido desde su mismo arranque. No es que el director de The Hallow y su guionista, Gary Dauberman, se tomen a broma el material que tienen entre manos, nada más lejos de la realidad, pero sí son conscientes de lo inane de un producto hecho a rebufo de un enorme éxito de crítica y público cuya única misión es extender el microcosmos previamente planteado por los films anteriores u ofrecer pura fruición cinematográfica de género.




Más allá de la ligereza de la historia narrada por sus responsables delante y detrás de las cámaras La Monja hace gala de un diseño de producción encomiable. Warner Bros y la productora de James Wan, Atomic Monster, permitieron a Corin Hardy rodar el largometraje en Rumania con varias localizaciones situadas en una antigua catedral y esto, a parte de ser el caldo de cultivo para añadir anécdotas sobre supuestos “hechos sobrenaturales” en la promoción del film, es algo que se deja notar en pantalla. Desde una perspectiva puramente cinematográfica la dirección artística y de fotografía, los juegos de luces y sombras inducidos por la iluminación y la inteligencia del realizador a la hora de colocar la cámara son las mayores virtudes de The Nun. Los encargados del apartado visual consiguen transmitir una atmósfera herética, tenebrista, transmitiendo en todo momento una constante sensación de peligro. Gracias a angostos pasillos mal iluminados, siniestras capillas sacramentales y cementerios neblinosos el espectador receptivo en todo momento se ve inmerso en esos parajes de pesadilla implicándose con el relato expuesto a la espera de las consabidas escenas de sobresaltos, en su mayoría protagonizadas por el ya icónico personaje al que da vida la inquietante actriz Bonnie Aarons.




El guión de Gary Dauberman, repleto de clichés y lugares comunes, construye una trama notablemente previsible deparando pocas sorpresas desde un punto de vista argumental. Por suerte su escritura es ágil y sabe encadenar de manera competente numerosos pasajes de tensión con los que mantener el interés de un espectador permitiéndose en pocos momentos bajar la guardia. En este sentido entra en escena la labor detrás de las cámaras de Corin Hardy, bastante meritoria si tenemos en cuenta su exigua filmografía y con una sabiduría bien medida a la hora de mantener el control de una maquinaria de notable tamaño como la que James Wan y sus colaboradores ponen a su disposición. En cuanto a los pasajes de terror se aplica una ambivalencia un tanto molesta por parte del realizador alternando secuencias excelentemente medidas en las que la sugestión, el control de los tiempos y la atmósfera transmiten genuina inquietud con otras en las que los trucos de barraca de feria, los golpes de sonido estridentes y una tosquedad formal a la hora de intentar ejecutar los célebres jump scares haciendo que la faceta más de género del film se resiente un tanto. Con todo el proyecto depara algún que otro pasaje destacable por su fuerza y si hacemos caso a los rumores que confirman la autoría de James Wan en varios de ellos no debería sorprendernos la eficiente ejecución de los mismos.




Taissa Farmiga, Demian Bichir, y Jonas Bloquet son el trío de personajes principales del largometraje. La hermana de Vera Farmiga, sin ninguna conexión en la ficción con el rol de Lorraine Warren, consigue transmitir a su novicia todo el candor, la inocencia y las dudas propias de una monja que ni siquiera a tomado todavía sus votos, pero si su papel hubiese sido abordado adentrándose más en los terrenos de la blasfemia y el pecado habría sido mucho más interesante y tridimensional. El actor mexicano de Los Odiosos Ocho ofrece convicción y fuerza a su Padre Burke, pero el guión se ocupa de convertirle en un inútil total incapaz de hacer nada a derechas en toda la trama, evolucionando casi más en un estorbo que una figura heróica. El intérprete francés en cambio da vida al secundario típico sobre el que recaen los golpes de humor, siendo el núcleo central de pasajes bordeantes en la comedia que aligeran un poco el tono tenebrista de la propuesta sin caer nunca en el histrionismo o la excesiva chanza. Por último es de recibo mencionar la excelente labor de Bonnie Aarons, la verdadera protagonista de la velada dando vida a Valak. La mujer que ofeció su físico al, no menos terrorífico, vagabundo de Mulholland Drive vuelve a entregarse al 100% a una criatura que ya ha hecho suya, pero se percibe a lo largo del metraje que James Wan era una pieza clave para que la famosa Monja transmitiera genuino pavor. No hay una sola secuencia de este spin off que llegue a los niveles de eficacia de las apariciones de la religiosa en Expediente Warren: El Caso Enfield en las que el director de la futura Aquaman sacaba lo mejor de ella.




La Monja es cine de evasión puro y duro, un proyecto no muy caro, liviano y de segunda diseñado para seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro más prolífica de James Wan. Su excelente recepción en taquilla, se estrenó como la película más taquillera de toda la franquicia The Conjuring, confirma la próspera vida que espera al microcosmos adherido a las figuras de Ed y Lorraine Warren. Aunque Warner Bros todavía no haya confirmado nada damos por sentado la futura gestación de una secuela de La Monja, pero antes de ella veremos la tercera entrega de Expediente Warren, esta vez sin James Wan detrás de las cámaras, y un nuevo spin off centrado en la otra criatura presentada en El Caso Enfield, aquel Crookeed Man, interpretado por nuestro internacional Javier Botet, al que también regalarán aventuras en solitario en un innecesario afán de explotar hasta lo extenuante el universo Warren. Por ahora nos quedamos con las impresiones de esta divertida, inofensiva, alocada y desechable The Nun, una pieza desprejuiciada que tan pronto abraza el terror marginal por medio de material de derribo como homenajea a films alejados del género en el que se engloba como Los Demonios, de Ken Russell, y Narciso Negro, de Michael Powell y Emeric Pressburge. 96 minutos de disfrute ligero y sin complejos tan digerible como olvidable a las pocas horas de abandonar su proyección.



viernes, 27 de julio de 2018

The Devil and Father Amorth, excusatio non petita, accusatio manifesta



Título Original The Devil and the Father Amorth (2017)
Director William Friedkin
Guión William Friedkin, Mark Kermode





Desde su misma concepción The Devil and Father Amorth apuntaba maneras rocambolescas. El director de El Exorcista, William Friedkin, con el respaldo del prestigioso crítico cinematográfico británico Mark Kermode, conseguía por primera vez capturar con su cámara un exorcismo supuestamente real, algo que el Vaticano no había permitido hasta ese momento. De esta manera el autor de The French Connection recibió permiso para asistir al noveno intento por parte del célebre, y ya fallecido, Padre Gabriele Amorth, de expulsar la entidad demoníaca encerrada en el cuerpo de Cristina, una joven italiana teóricamente poseída por fuerzas sobrenaturales. El documental se presentó en el pasado Festival de Venecia consiguiendo el apoyo de quienes lo recibieron como un testimonio estremecedor sobre la eterna lucha entre el bien y el mal y el rechazo de aquellos que sólo veían una pantomima por parte del veterano cineasta norteamericano y sus colaboradores.




Sería un error negar el potencial interés suscitado por un proyecto como The Devil and Father Amorth de cara a distinto tipo de espectadores, tanto en el creyente convencido de la veracidad de lo expuesto en pantalla por parte de William Friedkin, como en el escéptico defensor de la posible enfermedad mental de Cristina, la supuesta posesa, de naturaleza terrenal y totalmente alejada de lo sobrenatural. Aunque sólo sea por saciar nuestra curiosidad o el morbo implícito en asistir al testimonio audiovisual de un "verdadero exorcismo" a manos del sacerdote que, cuenta la leyenda, más de estos rituales llegó a ejecutar a lo largo de su longeva vida el último trabajo del director de A la Caza (Cruising) merece ser degustado, más por un sentido antropológico que artístico, porque otra cosa no, pero si algo consigue como obra es esclarecer muchas ideas sobre el ser humano y lo maleable de sus creencias y sistema de valores.




William Friedkin aborda The Devil and Father Amorth eludiendo por completo sus demostradas cualidades como creador de material audiovisual dentro de la ficción para entregar un documental dificilmente diferenciable de cualquier otra muestra ortodoxa del género. Esta decisión convierte el proyecto en una pieza nada llamativa en lo referido a su puesta en escena, pero su máximo responsable no toma esa decisión a la ligera. Dicha elección tiene su origen en el propio Gabriele Amorth y las condiciones impuestas al cineasta para grabar el exorcismo. Entre ellas que sólo él asistiera a la práctica, sin equipo de rodaje o iluminación y portando personalmente la cámara. De esta manera el director de La Tutora (The Guardian) es coherente con el pasaje vertebrador de su obra y apelando a una coherencia interna escoge ese tipo de realización para todo el metraje, superando este escasamente la hora de duración y dedicando la mitad del mismo al citado ritual.




The Devil and Father Amorth se divide en tres partes diferenciadas y un epílogo a modo de cierre. La primera está dedicada a contextualizar la historia del mismo William Friedkin como director de El Exorcista, apuntando el origen del proyecto o añadiendo algunas anécdotas referidas a su gestación, y presentar a Gabriele Amorth como personalidad capital dentro del Vaticano en materia de exorcismo. La segunda se centra el exorcismo en sí, aproximadamente treinta minutos dedicados a Cristina y el último intento por parte del Padre Amorth de liberarla de la supuesta entidad maligna que posee su cuerpo. La tercera se centra el el director mostrando el testimonio audiovisual a distinto tipo de personalidades, hombres de ciencia y fe, para ofrecer sus opiniones sobre el mismo. Por último nos encontramos con un epílogo contenedor de los pasajes más sonrojantes y reprobables del documental al que volveremos más tarde para detenernos en sus deficiencias y decisiones erróneas.




Una vez confirmado el tono impersonal y rudimentario del documental y expuesta su estructuración narrativa sólo nos queda profundizar en su intencionalidad y mensaje. En sus primeros compases The Devil and Father Amorth se antoja casi un making of de El Exorcista en el que un William Friedkin hablando directamente a la cámara copa más protagonismo del necesario en un documental centrado en una temática con pocos puntos en común con su formación cinematográfica más allá de la conexión clara con su film más célebre. Testimonios como el de William Peter Blatty, autor de la novela original y el guión adaptado de la misma para la pantalla grande, ofrecen interesantes datos sobre el supuesto caso real de posesión demoníaca que inspiró el libro y la posterior película de 1973. Una vez expuestos los motivos de Friedkin los parabienes para presentar a Gabriele Amorth no se hacen esperar y a la hora de hablar de la relación compartida con él, breve pero intensa, contextualiza el siguiente apartado del documental.




Con los casi treinta minutos dedicados al exorcismo de Cristina, presentada con una brevísima entrevista hablando de su posible posesión, The Devil and Father Amorth muestra sus cartas y desde el punto de vista de un servidor el proyecto fracasa casi en su totalidad. Friedkin planta su objetivo delante del rostro de Cristina mientras el Padre Amorth comienza el ritual y dos hombres agarran a la mujer durante la peculiar plegaria del sacerdote nonagenario. Como testigos encontramos a numerosos familiares de la víctima u otros representantes clericales y lo acontecido ante cámara en varios momentos bordea la comedia involuntaria. Es elogiable que el director no añada artificio alguno a las imágenes capturadas por su impronta para añadirles más visceralidad, lo que acontece en esa habitación es tal y como se expone en pantalla. El problema reside en la naturaleza decepcionante de la supuesta exorcización, no sólo reducida a una joven intentando convulsionarse de manera poco creíble mientras hace sonidos guturales, sino también recibida por el mismo Amorth y el resto de asistentes con una cotidianidad que anula todo potencial impacto de cara al espectador. Lo del "Cumpleaños Feliz" es digno de parodias como Reposeida (1990) o Scary Movie 2 (2001)




La parte más interesante del documental toma lugar después del exorcismo, cuando Friedkin lo muestra a neurólogos, psiquiatras y sacerdotes para ofrecer estos distintas opiniones sobre él y su supuesta naturaleza diabólica. Aquí se plantean dudas y abordan temas interesantes como personas dedicadas a la ciencia con creencias religiosas afirmando la procedencia inexplicable del estado de Cristina, expertos en enfermedades mentales apelando a que el contexto social y religioso de la persona supuestamente poseída es muy importante de cara a su sugestión con respecto al exorcismo o testimonios de miembros de la iglesia católica confesando sentir pavor si se vieran en la situación de tener que llevar acabo está práctica por tener que enfrentarse al Maligno sin tener las fuertes convicciones de un experto como Gabriele Amorth. Aunque algunos de los testimonios incitan a la ceja arqueada y hasta el sonrojo aquí encontramos los momentos más rescatables The Devil and Father Amorth.




Por desgracia esos contados momentos de lucidez en la tercera parte del documental se ven ensombrecidos por un epílogo vergonzoso. Rompiendo la tonalidad naturalista y distante del proyecto, alterando la puesta en escena, hasta ese momento tan intrascendente como correcta, apelando innecesariamente a un montaje frenético y trucos visuales de baratillo William Friedkin se traiciona a sí mismo como narrador y al material que tiene entre manos ofreciendo un giro final artificioso y cinematográfico, en el peor sentido de la palabra, intentando inyectar al cierre de la obra ese impacto no conseguido por el exorcismo de Cristina, para colmo con su máximo responsable narrando los hechos por su propia boca ya que casualmente en ese instante en concreto no llevaba la cámara con la que había grabado todo el documental. Este vano intento por afirmar de cara a la platea la imbatibilidad de un mal que nunca descansa y siempre anda al acecho cierra la obra como se abría, de manera esperpéntica.




Aunque resulta una obra notablemente decepcionante en varios aspectos alejándose poco de cualquier programa de Cuarto Milenio presentado por el periodista Íker Jiménez y su inseparable Carmen Porter The Devil and Father Amorth es una pieza merecedora de ser visionada aunque sólo sea una vez. Su ineficacia extrapolando a la pantalla unos supuestos hechos reales contrasta con la fuerza de su propuesta, suficientemente ambigua para que los creyentes reafirmen sus ideas con respecto a la existencia real de seres extraterrenales apoderándose de los cuerpos de jóvenes cristianos y los ateos confirmen como trastornos mentales, alentados por el extremismo religioso, esas supuestas posesiones. En cuanto a William Friedkin sólo queda esperar su retorno a la ficción, terreno en el que se mueve con mucha más soltura que en el documental, donde no tiene mucho futuro si nos atenemos a lo visto en su último trabajo, reducido a un homenaje hacia las figuras de sus amigos Gabriele Amorth y William Peter Blatty.


viernes, 20 de abril de 2018

El Corazón del Ángel, ascensor para el cadalso



Título Original Angel Heart (1987)
Director Alan Parker
Guión Alan Parker, basado en la novela de William Hjortsberg
Reparto Mickey Rourke, Robert De Niro, Charlotte Rampling, Lisa Bonet, Brownie McGhee, Stocker Fontelieu




Es curioso cómo el paso del tiempo nos da nuevas y diferentes perspectivas a la hora de valorar la obra de algunos directores. Alan Parker perteneció a esa generación de cineastas británicos curtidos en el mundo de la publicidad durante los años 70 y en la que podemos encontrar nombres como Adrian Lyne, Hugh Hudson o los hermanos Ridley y Tony Scott. Sin contar a estos últimos, que se adaptaron sin ningún problema a la maquinaria hollywoodiense, el resto de ellos tuvieron su época de bonanza en la meca del cine para después ir espaciando cada vez más sus proyectos, volver a su Reino Unido natal o retirase de la dirección. Estos artesanos fueron vilipendiados largo tiempo por la prensa especializada acusados de "estetas" y "videocliperos", pero lo interesante es que ver algunos de los films realizados por ellos, sobre todo en los años 80, en pleno 2018 nos confirma su pertenencia a una raza de profesionales hoy echada irremisiblemente de menos.




Algo de esto acontece cuando poco más de treinta años después de su estreno decidimos revisar un proyecto como El Corazón del Ángel, la adaptación que Alan Parker realizó en 1987 de la novela Fallen Angel de William Hjortsberg, protagonizada por Mickey Rourke, Lisa Bonet, Charlotte Rampling y Robert De Niro. A día de hoy se hace casi impensable que un producto como este se gestara en el seno de Hollywood, que algunos actores de renombre como los que forman parte del reparto se implicaran en su creación, o que los productores Mario Kassar y Andrew Vajna, dueños de la ya extinta Carolco International, convencieran a TriStar Pictures para distribuirla. En el cine estadounidense del siglo XXI tan dado a la autocomplacencia, el artifico, la asepsia y la pulcritud un largometraje con tanta personalidad como Angel Heart se antojaría inconcebible fuera de los círculos del cine independiente. Por este y otros motivos hoy vamos a reivindicar la séptima película de Alan Parker.




Harry Angel (Mickey Rourke) es un decadente detective privado tratando de encontrar trabajo en la New York de 1955. Tras una llamada de teléfono sus servicios serán solicitados por un misterioso personaje llamado Louis Cypher (Robert De Niro) encomendándole encontrar a un cantante de jazz llamado Johnny Favorite, con notable fama antes de la Segunda Guerra Mundial y cuyo paradero se desconoce desde hace doce años. Las pistas que irá encontrando durante la investigación de este peculiar caso llevarán a Angel a la ciudad de New Orleans donde conocerá a Margaret Krusemark (Charlotte Rampling) o a Epiphany Proudfoot (Lisa Bonet) y a sumergirse en el submundo del vudú y el satanismo de Louisiana. Un reguero de cadáveres y la presencia de un asesino invisible imposible de cazar llevarán a Harry a un viaje sin retorno al infierno en el que nada es lo que parece y pagando el más alto precio.




Mezcla de neo noir con  terror, como si colaboraran mano a mano en su creación Raymon Chandler y William Peter Blatty, en El Corazón del Ángel Alan Parker ejecuta una mixtura genérica sustentada en un guión, escrito por él mismo, que alejándose notablemente de la novela de William Hjortsberg construye un relato con reminiscencias de alucinación, atmósfera asfixiante y desarrollo argumental pesadillesco inspirándose en una revisión del mito de Fausto salpicada de hemoglobina, ritualismo y folklore propio de New Orleans muy vinculado al vudú y las sectas satánicas. Creando una mezcla de exotismo aderezado con sus gotas de sensacionalismo y morbidez que hacen el resto para diseñar una pieza manteniendo el interés del espectador a lo largo de casi dos horas de metraje en las que el misterio escondido detrás del caso de Johnny Favorite se apodera de una narración cada vez más visceral y cruenta.




Desde su segundo y exitoso trabajo en el mundo del largometraje, El Expreso de Medianoche, Alan Parker se especializó en historias de notable sordidez protagonizadas por personajes llevados al extremo, aunque evidentemente no haya sustentado toda su carrera en este tipo de films. El Corazón del Ángel es la muestra quintaesencial de ese tipo de obras en las que el director de Evita volcó su predilección por la violencia y lo truculento. De esta manera el autor británico daba un giro radical con respecto a su trabajo inmediatamente anterior, aquella lírica Birdy, protagonizada por Matthew Modine y Nicolas Cage, en la que la amistad, las secuelas físicas y psicológicas sufridas por los soldados durante la Guerra de Vietnam y la elección voluntaria de la locura para evadirse de la cruda realidad copaban todo el protagonismo.




Angel Heart también habla de la locura, pero no la vinculada a un hombre que se cree un pájaro con un irrefrenable deseo de volar, sino la experimentada por un detective privado emprendiendo un viaje sin retorno a las profundidades del infierno. La New York de los años 50 que retrata Alan Parker, cuya ambientación es tan destacable como discutible en algunos aspectos, es una ciudad áspera, sucia, alejada de la visión idealizada y de postal que en ocasiones se nos ha dado de ella. Este retrato poco afable regido por la arquitectura cruda y decadente comienza a verse invadida como un virus por hechos sobrenaturales rompiendo la barrera de la lógica y sumergiendo el relato en un estado de vigilia y onirismo eclosionando totalmente una vez la acción se traslada a New Orleans y convierte la segunda mitad del metraje en una suerte de conjuro audiovisual en el que los límites de lo real se ven rebasados continuamente.




Como maestro de ceremonias Alan Parker mantiene un férreo control de todos los apartados técnicos del proyecto para que el conjunto de la obra se muestre en todo momento cohesionado. La dirección de fotografía repleta de claroscuros por parte de Michael Seresin, el elaborado diseño de producción de Richard Morris o la atmosférica banda sonora de Trevor Jones fusionándose con los ritmos de jazz propios de New Orleans y sobrevolando todo el score musical sirven para dar empaque y solidez al argumento del largometraje viéndose enriquecido por todos estos añadidos que le infieren lasciva vida permitiendo la evolución de una historia revelándose poco a poco cada vez más claustrofóbica, asfixiante y descarnada. De esta manera su equipo técnico pone en bandeja de plata al cineasta británico el poder ejecutar pasajes perturbadores como los distintos asesinatos, las visiones de la mujer del velo negro o la famosa escena de sexo desembocando en orgía de sangre.




En cuanto al apartado artístico Alan Parker depositó su confianza en un por aquel entonces pujante y prometedor Mickey Rorurke que venía de despuntar con sus papeles en La Ley de la Calle (Rumble Fish), Mahnattan Sur (Year of the Dragon) o 9 Semanas y Media. El protagonista de Sin City ciertamente se entrega hasta lo enfermizo y gracias a ello ofrece una de las mejores caracterizaciones de su carrera dándolo todo en esa recta final en la que comienza a perder la cordura. El problema radica en tener delante a un Robert De Niro pletórico, en una de sus mejores etapas interpretativas, que con pocos minutos en pantalla y una contención digna de estudio eclipsa a su compañero de reparto sin tener que hacer el más mínimo esfuerzo. Su gestualidad, lenguaje corporal, modulación de voz, ambiguo acento y detalles de cosecha propia como la melena, las uñas o el uso de bastones componen uno de los mejores trabajos del italoamericano.




El resto del reparto lo completan, entre otros, la británica Charlotte Rampling como Margaret Krusemark, una vidente especializada en crear cartas astrales para sus clientes, que tuvo una relación estrecha con Johnny Favorite, y con la actriz de Melancholia aprovechando su rol para explotar a conciencia los pocos, pero valiosos, minutos que tiene en pantalla a la hora de darle vida. Por último es de recibo hacer especial mención para una Lisa Bonet de 19 años, por aquel entonces triunfando en televisión con El Show de Bill Cosby, teniendo aquí su debut en el mundo del cine. El suyo es un papel complicado debiendo amalgamar candidez y ternura con sensualidad y violencia desembocando su composición en la ya citada escena de sexo que comparte con Mickey Rourke y convertida por derecho propio en una de las más recordadas de la historia del cine, consiguiendo sintetizar en su ejecución y coreografía toda la esencia de la película.




Habiendo estrenado su última película, La Vida de David Gale, en 2003 y haciendo público su retiro del cine hace tres años Alan Parker debe recibir su merecido reconocimiento como artesano que ayudó a construir un tipo de cine más incómodo en Hollywood sin estar reñido con la comercialidad. Aquellos críticos que en la época del estreno de esta excelente y muy recuperable El Corazón del Ángel acusaron a su ideólogo o sus coetáneos de profesionales superficiales con inclinación por el esteticismo visual mal entendido no sé qué pensarán en la actualidad de esos directores totalmente carentes de personalidad e inventiva con predilección por los montajes efectistas, el abuso de los efectos digitales y la casi inexistente relación con los actores que dan forma a los engranajes de la maquinaria hollywooodiense. Al fin y al cabo todo queda en casa y se reduce a vender el alma al diablo por conseguir el éxito, pero hasta para eso gente como Harry Angel o Johnny Favorite tenían mucho más estilo.