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lunes, 21 de junio de 2021

Expediente Warren: Obligado Por el Demonio




Título Original The Conjuring: The Devil Made Me Do It (2021)
Director Michael Chaves
Guion James Wan, David Leslie Johnson-McGoldrick
Reparto Vera Farmiga, Patrick Wilson, Ruairi O’Connor, Sarah Catherine Hook, Julian Hilliard, John Noble, Eugenie Bondurant, Shannon Kook, Ronnie Gene Blevins, Keith Arthur Bolden, Steve Coulter, Vince Pisani, Ingrid Bisu




Personalidades capitales dentro del mundo del ocultismo y lo esotérico para unos, charlatanes vendehumos que se dedicaron a engañar a ciudadanos desaprensivos para otros, el matrimonio formado por Ed y Lorraine Warren se ha convertido en parte de la cultura del terror contemporáneo desde que el director James Wan y los guionistas Chad y Carey Hayes pusieron sus ojos en ellos hace ocho años. Aquel 2013 se estrenó The Conjuring, conocida como Expediente Warren en España, la primera película centrada en las andaduras supuestamente sobrenaturales de tan peculiar pareja, demonólogo él y clarividente ella, nacida a la estela del éxito de Insidious, otra saga de terror auspiciada por James Wan en colaboración con Blumhouse Productions. Vera Farmiga y Patrick Wilson daban vida a los Warren viéndose inmersos en un caso de casa maldita y posesión demoníaca con el que el cineasta australiano de origen malasio desplegaba su brillante puesta en escena alimentándose de todos los tópicos de género de terror para alumbrar una poderosa maquinaria cinematográfica. Dos años después de la primera entrega y uno del primer spin off de la franquicia, centrado en la muñeca Annabelle, llegaba a carteleras de todo el mundo The Conjuring 2 o Expediente Warren: El Caso Enfield, secuela que superaba a su predecesora centrándose en el caso del célebre poltergeist del barrio londinense y presentando al personaje de la Monja que, como sabemos, también protagonizaría su propia película.




Cuando se conoció que la apretada agenda de James Wan le impediría dirigir la tercera entrega de Expediente Warren, recordemos que sigue implicado en el futuro próximo del DCEU con la muy esperada Aquaman And The Lost Kingdom, saltaron todas las alarmas. Más todavía cuando Warner Bros y Atomic Monster confirmaron que el lugar del creador de Saw lo ocuparía Michael Chaves, director de la que podemos considerar película más floja de lo que se conoce como el “Warrenverso”, la mediocre The Curse of la Llorona (2019). Un servidor, precavido a la hora de dictar sentencia con este tipo de cambios antes de consumir el producto, recordó dos factores que podrían jugar a favor de esta The Conjuring: The Devil Made Me Do It. El primero es que cuando Leigh Whannell tomó el relevo de James Wan para rodar Insidious: Capítulo 3 el resultado quedaba lejos de las anteriores cintas, pero se antojó bastante satisfactorio. El segundo es que si bien La Llorona era una obra poco rescatable, precisamente la labor de Michael Chaves, mucho mejor que el material puesto en sus manos por los guionistas Mikki Daughtry y Tobias Iaconis, sobresalía en el conjunto de aquel innecesario y desubicado tercer spin off.




El nuevo caso en el que se ven envueltos las contrapartidas cinematográficas de Ed y Lorraine Warren fue uno que en 1981 focalizó las portadas de los medios de comunicación estadounidenses e internacionales de la época y en el que ambos se vieron estrechamente implicados. Se trata del juicio al joven Arne Cheyenne Johnson, que supuso el primer caso de un tribunal de Estados Unidos en el que se alegaba posesión demoníaca como defensa para declarar la inocencia del acusado. Los hechos relacionados con Cheyenne Johnson y sus allegados ya fueron llevados a la pequeña pantalla en 1983 con un tv movie titulada The Demon Murder Case, conocida en nuestro idioma como Asesinato Diabólico o Poseídos, dirigida por William Hale y con un jovencísimo Kevin Bacon dando vida a la versión ficcional del procesado. En esta Expediente Warren: Obligado Por el Demonio del guion se ocupa el mismo James Wan con la ayuda de David Leslie Johnson-McGoldrick que ya colaboró con el director de Silencio Desde el Mal (Dead Silence, 2007) escribiendo los libretos de Expediente Warren: El Caso Enfield y Aquaman (2018).




Con Expediente Warren: Obligado Por El Demonio pareciera como si Michael Chaves supiera que sustituir a James Wan detrás de las cámaras no fuera a ser una tarea fácil y por ello decide descubrir casi todas sus cartas desde el mismo arranque del largometraje. Aunque es algo que ya se ha comentado hasta la saciedad es ineludible que el prólogo de diez minutos que abre el largometraje es el mejor pasaje de cuantos conforman la obra. Ese homenaje explícito a El Exorcista, con algunos planos idénticos a los de la obra maestra de William Friedkin y William Peter Blatty, en el que se practica un visceral exorcismo con el poseído retorciéndose hasta lo inhumano, de hecho en las secuencias más crudas al pequeño Julian Hilliard (La Maldición de Hill House, WandaVision) le sustituye un contorsionista profesional, no sólo marca el tono de la propuesta cinematográfica, también se muestra continuista con respecto a las dos entregas anteriores de la franquicia. Un fuerte puñetazo en la mesa por parte de un Michael Chaves que intenta en todo momento estar a la altura de una serie de películas que se han convertido en iconos del género de terror contemporáneo.




Contra todo pronóstico los hacedores de esta tercera entrega eluden la autocomplacencia y eligen reinventar de alguna manera la saga experimentando con la mixtura de géneros. Si los dos primeros films se adherían a un terror más ortodoxo con apuntes de drama, terreno en el que también ha demostrado moverse con soltura Mike Flanagan, The Conjuring: The Devil Made Me Do It hibrida dicha característica con el thriller de investigación y misterio casi adentrándose en terrenos del policíaco. Por eso son bastante atinadas aquellas voces que en redes sociales y distintos medios han afirmado que hay en el último trabajo de Michael Chaves una clara influencia de productos catódicos como Kolchak: The Night Stalker (Jeff Rice, 1974-1975), Expediente X (Chirs Carter 1993-2002, 2016-2018) o True Detective (Nic Pizzolatto, 2014-). De esta manera Expediente Warren: Obligado Por El Demonio destila un mestizaje que enriquece en cierto modo el microcosmos ficcional de los Warren cinematográficos transitando nuevas perspectivas de su universo, pero siendo siempre fieles a sus raíces.




El director sabe mantener la compostura en todo momento y su buen hacer no queda reducido al ya mencionado prólogo. Aunque nos encontramos con un producto alejado de la resolutividad de James Wan en las dos entregas previas es ineludible percibir un notable salto cualitativo en las aptitudes como realizador de Michael Chaves de The Curse Of La Llorona a esta The Conjuring: The Devil Made Me Do It. El estadounidense está posibilitado para crear atmósferas, dosificar la información en pantalla para que los jump scares no se apoderen de los pasajes de terror y sustentar su puesta en escena en un tenebrismo siempre amenazante y mórbido jugando en todo momento a favor de la propuesta gracias al diseño de producción, la fotografía y la labor actoral. Aunque como ya ha pasado en otros de los proyectos de esta u otras franquicias impulsadas por James Wan en más de un momento no podemos evitar pensar que su influencia no se redujo a co escribir y producir, cabiendo la posibilidad de haberse marcado un “Poltergeist” fagocitando la labor de su pupilo, algo a lo que también apuntaba la muy resuelta Annabelle Vuelve a Casa (Gary Dauberman, 2019).




Más allá de aspectos técnicos es una verdad irrefutable que el Warrenverso se sustenta principalmente en los dos actores que interpretan a Lorraine y Ed Warren. Desde la primera The Conjuring Vera Farmiga y Patrick Wilson han demostrado una química impecable a la hora de dar vida al matrimonio de parapsicólogos ayudando a construir el lore que puso sus primeras piedras en 2013 y les ha acompañado desde entonces. Nuevamente los dos intérpretes, caracterizados para aparentar el lógico paso de los años, acometen con profesionalidad dos roles que conocen perfectamente y se han convertido en indivisibles dentro de sus respectivas filmografías. La dinámica entre ambos, su relación interpersonal y cómo consiguen transmitir al espectador sus sentimientos y determinación a la hora de ejecutar sus labores paranormales siguen muy presentes en Expediente Warren: Obligado Por El Diablo. El problema es, y ya es algo a lo que apuntaba El Caso Enfield, que los guionistas cargan más las tintas con respecto a la sensiblería, la religiosidad y el tratamiento simplista de todo aquel personaje secundario que osa poner en entredicho los especiales dones de la pareja.




Como ya hemos afirmado Expediente Warren: Obligado Por El Demonio queda unos peldaños por debajo de los dos trabajos que le preceden, pero a pesar de la ausencia de James Wan como maestro de ceremonias el resultado es más que satisfactorio, convirtiéndose en el tercer mejor largometraje del Warrenverso y una pieza muy superior a cualquiera de los spin off diseñados para explotar la muy rentable gallina de los huevos de oro amparada por Warner Bros. Michael Chaves consigue llevar por buen camino el universo ficcional de los Warren heredando muchas de las virtudes de su jefe en pasajes memorables como el de la morgue o todo el clímax final, ese que parece homenajear incluso a la miniserie de El Resplandor escrita por Stephen King y dirigida por Mick Garris en 1997. Están por venir más entregas de Annabelle y la Monja, pero ahora nos quedamos con la buena noticia de los números de taquilla de esta The Conjuring: The Devil Mad Me Do It que junto a la también exitosa Un Lugar Tranquilo 2 confirman que el cine de terror no sólo es rentable y apreciado por el gran público, sino también el mejor para ayudar a las multisalas a salir de la crisis en la que se han visto abocadas durante más de un año por culpa de la pandemia.


jueves, 20 de septiembre de 2018

La Monja



Título Original The Nun (2018)
Director Corin Hardy
Guión Gary Dauberman y James Wan
Reparto Taissa Farmiga, Demian Bichir, Jonas Bloquet, Bonnie Aarons, Charlotte Hope, Ingrid Bisu,  Jonny Coyne, Manuela Ciucur, Jared Morgan, Sandra Teles, Boiangiu Alma, Laur Dragan




James Wan lleva camino de convertirse en uno de los creadores de ficción terrorífica más prolífico y exitoso del panorama actual. Después de haber ayudado a construir sagas como Saw e Insidious el microcosmos al que más rendimiento está sacando es al relacionado con las figuras de los parapasicólogos Ed y Lorraine Warren. Mientras en su faceta como director se ocupaba de las dos soberbias entregas de Expediente Warren: The Cojuring su avezado instinto como productor comenzaba a diseñar todo tipo de spin offs derivados de los films protagonizados por Vera Farmiga y Patrick Wilson. El primero en llegar fue el de Annabelle, la muñeca maldita que los “sabuesos de lo sobrenatural” tenían confinada en su famoso museo personal, contando ya con dos entregas, la estrenada en 2014 y su precuela, Annabelle: Creation, de 2017. Más tarde, desde las entrañas de Expediente Warren: El Caso Enfield, nace este nuevo spin off centrado en el personaje de “La Monja”, la encarnación corpórea del demonio Valak que atormentaba a la familia británica protagonista de la mejor entrega de toda la franquicia. Con guión del habitual de la casa Gary Dauberman basado en una historia del mismo James Wan, dirección del británico Corin Hardy y un reparto encabezado por Taissa Farmiga, Demian Bichir, Jonas Bloquet y la indispensable Bonnie Aarons La Monja ha llegado a las carteleras de todo el mundo recibiendo críticas bastantes negativas, pero reventando la taquilla al recaudar 131 millones de dólares a nivel mundial sólo durante su primer fin de semana.





Sirva como aviso para los fans de las correrías fantasmagóricas del matrimonio Warren que si con La Monja esperan encontrar la milimétrica puesta en escena, la sabia asimilación de referentes y el control del tempo narrativo en los pasajes de terror de James Wan grabados a fuego e las dos entregas de The Conjuring la decepción se hará patente bien temprano. El largometraje de Corin Hardy, a pesar de su voluminoso envoltorio, no deja de ser en esencia una Serie B, un producto exploit, una pieza que elude los referentes más obvios como El Exorcista o La Profecía para abrazar la influencia de trabajos italianos de terror como El Engendro del Diablo (La Chiesa, 1989) de Michele Soavi o el remake que Lamberto Bava realizó de La Máscara del Demonio (La Maschera del Demonio, 1960) uno de los clásicos más famosos de su padre Mario Bava. De esta manera el segundo spin off de la franquicia Expediente Warren deja clara su naturaleza de pastiche intrascendente y divertido desde su mismo arranque. No es que el director de The Hallow y su guionista, Gary Dauberman, se tomen a broma el material que tienen entre manos, nada más lejos de la realidad, pero sí son conscientes de lo inane de un producto hecho a rebufo de un enorme éxito de crítica y público cuya única misión es extender el microcosmos previamente planteado por los films anteriores u ofrecer pura fruición cinematográfica de género.




Más allá de la ligereza de la historia narrada por sus responsables delante y detrás de las cámaras La Monja hace gala de un diseño de producción encomiable. Warner Bros y la productora de James Wan, Atomic Monster, permitieron a Corin Hardy rodar el largometraje en Rumania con varias localizaciones situadas en una antigua catedral y esto, a parte de ser el caldo de cultivo para añadir anécdotas sobre supuestos “hechos sobrenaturales” en la promoción del film, es algo que se deja notar en pantalla. Desde una perspectiva puramente cinematográfica la dirección artística y de fotografía, los juegos de luces y sombras inducidos por la iluminación y la inteligencia del realizador a la hora de colocar la cámara son las mayores virtudes de The Nun. Los encargados del apartado visual consiguen transmitir una atmósfera herética, tenebrista, transmitiendo en todo momento una constante sensación de peligro. Gracias a angostos pasillos mal iluminados, siniestras capillas sacramentales y cementerios neblinosos el espectador receptivo en todo momento se ve inmerso en esos parajes de pesadilla implicándose con el relato expuesto a la espera de las consabidas escenas de sobresaltos, en su mayoría protagonizadas por el ya icónico personaje al que da vida la inquietante actriz Bonnie Aarons.




El guión de Gary Dauberman, repleto de clichés y lugares comunes, construye una trama notablemente previsible deparando pocas sorpresas desde un punto de vista argumental. Por suerte su escritura es ágil y sabe encadenar de manera competente numerosos pasajes de tensión con los que mantener el interés de un espectador permitiéndose en pocos momentos bajar la guardia. En este sentido entra en escena la labor detrás de las cámaras de Corin Hardy, bastante meritoria si tenemos en cuenta su exigua filmografía y con una sabiduría bien medida a la hora de mantener el control de una maquinaria de notable tamaño como la que James Wan y sus colaboradores ponen a su disposición. En cuanto a los pasajes de terror se aplica una ambivalencia un tanto molesta por parte del realizador alternando secuencias excelentemente medidas en las que la sugestión, el control de los tiempos y la atmósfera transmiten genuina inquietud con otras en las que los trucos de barraca de feria, los golpes de sonido estridentes y una tosquedad formal a la hora de intentar ejecutar los célebres jump scares haciendo que la faceta más de género del film se resiente un tanto. Con todo el proyecto depara algún que otro pasaje destacable por su fuerza y si hacemos caso a los rumores que confirman la autoría de James Wan en varios de ellos no debería sorprendernos la eficiente ejecución de los mismos.




Taissa Farmiga, Demian Bichir, y Jonas Bloquet son el trío de personajes principales del largometraje. La hermana de Vera Farmiga, sin ninguna conexión en la ficción con el rol de Lorraine Warren, consigue transmitir a su novicia todo el candor, la inocencia y las dudas propias de una monja que ni siquiera a tomado todavía sus votos, pero si su papel hubiese sido abordado adentrándose más en los terrenos de la blasfemia y el pecado habría sido mucho más interesante y tridimensional. El actor mexicano de Los Odiosos Ocho ofrece convicción y fuerza a su Padre Burke, pero el guión se ocupa de convertirle en un inútil total incapaz de hacer nada a derechas en toda la trama, evolucionando casi más en un estorbo que una figura heróica. El intérprete francés en cambio da vida al secundario típico sobre el que recaen los golpes de humor, siendo el núcleo central de pasajes bordeantes en la comedia que aligeran un poco el tono tenebrista de la propuesta sin caer nunca en el histrionismo o la excesiva chanza. Por último es de recibo mencionar la excelente labor de Bonnie Aarons, la verdadera protagonista de la velada dando vida a Valak. La mujer que ofeció su físico al, no menos terrorífico, vagabundo de Mulholland Drive vuelve a entregarse al 100% a una criatura que ya ha hecho suya, pero se percibe a lo largo del metraje que James Wan era una pieza clave para que la famosa Monja transmitiera genuino pavor. No hay una sola secuencia de este spin off que llegue a los niveles de eficacia de las apariciones de la religiosa en Expediente Warren: El Caso Enfield en las que el director de la futura Aquaman sacaba lo mejor de ella.




La Monja es cine de evasión puro y duro, un proyecto no muy caro, liviano y de segunda diseñado para seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro más prolífica de James Wan. Su excelente recepción en taquilla, se estrenó como la película más taquillera de toda la franquicia The Conjuring, confirma la próspera vida que espera al microcosmos adherido a las figuras de Ed y Lorraine Warren. Aunque Warner Bros todavía no haya confirmado nada damos por sentado la futura gestación de una secuela de La Monja, pero antes de ella veremos la tercera entrega de Expediente Warren, esta vez sin James Wan detrás de las cámaras, y un nuevo spin off centrado en la otra criatura presentada en El Caso Enfield, aquel Crookeed Man, interpretado por nuestro internacional Javier Botet, al que también regalarán aventuras en solitario en un innecesario afán de explotar hasta lo extenuante el universo Warren. Por ahora nos quedamos con las impresiones de esta divertida, inofensiva, alocada y desechable The Nun, una pieza desprejuiciada que tan pronto abraza el terror marginal por medio de material de derribo como homenajea a films alejados del género en el que se engloba como Los Demonios, de Ken Russell, y Narciso Negro, de Michael Powell y Emeric Pressburge. 96 minutos de disfrute ligero y sin complejos tan digerible como olvidable a las pocas horas de abandonar su proyección.



lunes, 30 de octubre de 2017

Annabelle: Creation, la casa de las mil muñecas



Título Original Annabelle: Creation (2017)
Director David F. Sandberg
Guión Gary Dauberman
Reparto Stephanie Sigman, Talitha Bateman, Lulu Wilson, Anthony LaPaglia, Miranda Otto, Grace Fulton, Lou Lou Safran, Samara Lee, Tayler Buck, Mark Bramhall, Javier Botet, Brad Greenquist




El cineasta australiano de origen malayo James Wan es uno de los tipos más inteligentes de Hollywood dentro del género de terror. Después de explotar durante siete entregas la saga Saw que él ayudó a construir (recordemos que dirigió el primer, y mejor, film de la franquicia basándose en un cortometraje previo nacido de su impronta) se implicó en otras dos más, pero esta vez adheridas al cine de casas encantadas y posesiones demoníacas. Mientras Insidious ya va por su cuarto capítulo, que llegará a pantallas de todo el mundo en enero de 2018, The Conjuring (Expediente Warren en España y algunos países de latinoamérica) cuenta con dos excelentes films y un spin off protagonizado por la célebre muñeca maldita Annabelle. Este siniestro juguete se ganó el corazón de los fans del género con su aparición en la primera cinta que narraba las correrías sobrenaturales del matrimonio Warren y debido a la buena recepción el mismo James Wan decidió producir una pieza centrada en dicha muñeca solicitando los servicios como realizador de John R. Leonetti, su director de fotografía en la primera película de esta saga protagonizada por Vera Farmiga y Patrick Wilson. El resultado fue una pieza muy inferior a las dos partes de The Conjuring, pero con los suficientes alicientes conceptuales como para convertirse en un considerable éxito de taquilla, recibiendo una sobresaliente recepción por parte de los espectadores que dejó la puerta abierta a una continuación que ha llegado finalmente a las pantallas españolas en forma de precuela y con un más que considerable retraso con respecto a su estreno estadounidense.




Como ya hemos mencionado, y su propio título indica, Annabelle: Creation es una precuela del largometraje de 2014 en el que pudimos asistir a la primera incursión cinematográfica en solitario de la famosa muñeca. La trama comienza en 1946 cuando el fabricante de muñecas Samuel Mullins (Anthony LaPlagia) construye una a la que pondrá de nombre Annabelle, el mismo que tiene su hija. Durante ese día y volviendo de la iglesia Samuel, su mujer Esther (Miranda Otto) y Annabelle (Samara Lee) se paran para cambiar la rueda pinchada del coche y en un descuido la niña es atropellada de muerte por otro vehículo. Tras el prólogo nos situamos doce años después, en 1958, siguiendo los pasos de una monja, la hermana Charlotte (Stephanie Sigman), y las seis huérfanas con las que se instalará en la casa de los Mullins donde siguen viviendo Samuel y su esposa Esther, que se encuentra recluida en una de las habitaciones del inmueble. Poco después de instalarse en la casa una de las niñas, Janice (Talitha Bateman), que padece poliomelitis se siente impulsada por una fuerza desconocida a entrar en la antigua habitación de Annabelle, cerrada con llave y con el paso prohibido a su interior por parte de Samuel, y allí encontrar a la famosa muñeca. Desde ese mismo momento en la casa de los Mullins comenzarán a sucederse hechos inexplicables con Annabelle como centro de los mismos.




Annabelle: Creation, incluso más que la primera entrega, es completamente fiel a la “fórmula James Wan” o lo que es lo mismo, utilizar todos los tópicos adscritos a este tipo de cine de terror, pero con la suficiente soltura como para que los mismos funcionen a nivel narrativo y estilístico. El director elegido para rodar Annabelle: Creation fue David F. Sanberg, realizador sueco que se hizo famoso gracias a la humilde y exitosa Nunca Apagues la Luz (Lights Out) y que en 2019 se ocupará de traernos la versión en celuloide de Shazam. Aunque evidentemente carece del poderoso timing de James Wan a la hora de crear atmósferas inquietantes o secuencias de terror ejecutadas con una pericia carente de efectismos gratuitos, Sandberg sabe insuflar al producto un tono y unas resoluciones visuales que lo hacen considerablemente superior a su predecesor y muy atractivo gracias a lo bien aprovechadas que están las exiguas localizaciones en las que discurre la trama del largometraje o un elaborado diseño de producción tan modesto como bien resuelto. De esta manera esta precuela de Annabelle consigue cubrir, y en cierta manera rebasar, las exigencias mínimas para que se muestre de cara al público como un buen producto de género dentro de su naturaleza comercial y liviana.




Con una trama muy parecida a la de la irregular La Mujer de Negro: El Ángel de la Muerte, secuela del excelente film de James Watkins que adaptaba la novela de Susan Hill, y por efecto dominó con no pocas reminiscencias a esa obra maestra de Dario Argento llamada Suspiria (el uso del cromatismo por medio de la fotografía en algunos pasajes, el personaje de Esther Mullins recluido en una habitación y sin que podamos verle explícitamente el rostro) el guión de Gary Dauberman recorre uno a uno todos los clichés del subgénero, pero encadenando sabiamente una secuencia de sobresalto tras otra y perfilando adecuadamente unos personajes que, nunca adentrándose en la tridimensionalidad, están lo suficientemente bien elaborados como para que empaticemos con ellos y temamos por su integridad física y psicológica. De este modo Annabelle: Creation se aleja un poco del tono más neutral de su predecesora y al igual que las dos entregas de The Conjuring bebe de piezas clásicas del género, en este caso el de casas encantadas o posesiones diabólicas, como Pesadilla Diabólica (Burnt Offerings) o El Exorcista inyectando a su propuesta cinematográfica un sabor más añejo que la hace posicionarse unos peldaños por encima de la primera entrega de 2014 gracias la eficacia de su guión, que sin ser una pieza brillante consigue mantener la tensión a lo largo de todo el metraje.




Aunque David F. Sandberg ya ofreció una considerable soltura para infundir terror con mínimos recursos en Lights Out haciendo uso recurrente de algo tan sencillo y mundano como bombillas e interruptores de la luz en Annabelle: Creation demuestra con su profesionalidad que se necesita muy poco para asustar con elegancia y pericia narrativa a diferentes tipos de espectadores. Una sábana sobre una muñeca sentada en una mecedora, unos ojos brillantes al fondo de un pasillo devorado por la oscuridad, una niña cuyo cuerpo muta en una criatura espigada y aterradora a la que nunca le vemos el rostro (nuestro Javier Botet, siempre brillante con su peculiar fisiónomía y lenguaje corporal) o una brutal vuelta de tuerca a la clásica secuencia del protagonista portando una cruz a la hora de enfrentarse con una entidad diabólica son pasajes que nos demuestran que menos es más y que en Annabelle: Creation funcionan mejor los momentos en los que se sugiere la presencia de los seres sobrenaturales que moran en la casa de los Mullins que en los que Sandberg decide, por suerte en muy contadas ocasiones, mostrar en primer plano el rostro de sus monstruos, lección bien aprendida por el sueco de su mecenas, James Wan, que ha hecho de la sugestión y la sutilidad su mejor arma como cineasta dentro de este tipo de celuloide.




Annabelle: Creation no es una gran película, es una competente cinta de terror que supera a la primera entrega centrada en la supuesta muñeca maldita custodiada por el matrimonio Warren, cuenta con un muy competente reparto en el que destaca la veteranía de Anthony LaPlagia y el prometedor futuro de las resueltas Talitha Bateman y Lulu Wilson, un guión de manual que se hace fuerte a la hora de aprovechar la icónica figura de Annabelle y un artesano detrás de las cámaras que cumple su cometido como realizador curtido en este género. La cinta ha funcionado bien en taquilla y ha sido mejor recibida que su predecesora, de modo que todo apunta a que tendremos Annabelle para rato, pero antes de una tercera parte James Wan y su equipo están preparando la tercera parte de The Conjuring y una cinta en solitario protagonizada por “The Nun”, la aterradora monja de Expediente Warren: El Caso Enfield, con cameo en la obra que nos ocupa, y que extenderá un poco más el microcosmos ideado por el director de Silencio Desde el Mal (Dead Silence) y los guionistas Chad y Carey Heys basándose en los múltiples casos de Ed y Lorraine Warren, dos de los parapsicólogos más importantes de Estados Unidos o unos charlatanes que marcaron época con sus juegos de trileros, dependiendo a quién preguntemos por ellos y su peculiar carrera profesional.


lunes, 20 de junio de 2016

Expediente Warren: El Caso Enfield



Título Original The Conjuring 2 (2016)
Director James Wan
Guión Carey Hayes, Chad Hayes, David Leslie Johnson, James Wan
Actores Vera Farmiga, Patrick Wilson, Frances O’Connor, Madison Wolfe, Lauren Esposito, Patrick McAuley, Benjamin Haigh, Maria Doyle Kennedy, Simon Delaney, Franka Potente, Simon McBurney, Javier Botet





Desde que en el año 2004 adaptara al largo un cortometraje de su propiedad con Saw el cineasta australiano de origen malayo James Wan se ha autoimpuesto reinventar distintas ramas del cine de terror. La primera entrega de la saga del sádico Jigsaw y sus retorcidos juegos mortales adscritos al torture porn fue el primer paso, pero el coqueteo con los films protagonizados por “muñecos diabólicos” de Dead Silence (Silencio Desde el Mal) y su punto de vista sobre cine de casas encantadas y posesiones demoníacas con la franquicia Insidious demostraron que su intención era experimentar con una vertiente del género más adscrita a lo sobrenatural. Ya en 2013 estrenó su, hasta el momento, opus magna, aquella The Conjuring (Expediente Warren en España) protagonizada por Vera Farmiga y Patrick Wilson que se metían en la piel del matrimonio formado por Ed y Lorraine Warren, una pareja de investigadores de lo paranormal (demonólogo él, clarividente ella) que en esa ocasión investigaban un caso relacionada con una familia numerosa, los Perron, que se habían mudado a una solitaria casa en Rhode Island. Con la ayuda Chad y Carey Hayes al guión y la supervisión de personas relacionadas con los casos supuestamente reales de los Warren James Wan puso todo su talento como narrador, su maestria con la puesta en escena, su inteligencia para transmitir desasosiego al espectador por medio de la atmósfera o el uso de la imagen y el sonido para ofrecer una obra que sin inventar absolutamente nada utilizaba todas las virtudes de las horror movies para potenciarlas exponencialmente y conseguir, no sólo ejecutar una obra cinematográfica brillante en varios aspectos, sino también transmitir en no pocas ocasiones verdadero y puro miedo a la platea, algo poco común en los tiempos que corren. Como era de esperar la cinta fue todo un éxito a nivel internacional, tanto como para dar pie un año después a un competente, pero menor, largometraje a modo de spin off llamado Annabelle protagonizado por la ya icónica muñeca maldita y rodado por John R. Leonetti, director de fotografía de The Cojuring.




Después de su exitoso coqueteo con la saga Fast & Furious de la que rodó su accidentada séptima entrega y de ceder la batuta de director de Insidious: Capítulo 3 a su amigo y colaborador Leigh Whannell (manteniendo este muy bien el tipo como comentamos en la reseña que le dedicamos en su momento al film) James Wan vuelve al género que mejor controla con la segunda entrega de The Conjuring, que en nuestro país se conoce como Expediente Warren: El Caso Enfield. Esta vez el director de Sentencia de Muerte y su grupo de guionistas se han basado en otro de las casos más famosos con los que el matrimonio formado por Ed y Lorraine Warren tuvieron relación. En el año 1977 en una casa del municipio londinense de Einfield, la familia Hodgson requirió los servicios de la pareja de parapsicólogos cuando Peggy, la madre soltera de cuatro vástagos, descubrió que una presencia sobrenatural estaba acosando a su familia y poniendo sus ojos concretamente en Janet, una de sus dos hijas. Curiosamente antes de que Ed y Lorraine decidieran cruzar el Océano Atlántico para investigar tan peliagudo caso los Hodgson y sus problemas con el “más allá” se convirtieron en la comidilla de los programas, periódicos y revistas sensacionalistas británicos de la época. De aquellos hechos se hicieron fotos y grabaron programas, de hecho no es difícil encontrar en la red material relacionado con lo a acontecido en Enfield y los supuestos poltergeist que habitaron en aquel inmueble. Como comentamos esta es la base sobre la que bascula la trama de The Conjuring 2 y con ella James Wan ha vuelto a dar en el centro de la diana con la que es desde ya una de las mejores películas de lo que llevamos de 2016.




Desde el primer plano el cineasta australiano lo deja claro, estamos en su terreno, nada ha cambiado en los tres años que separan la primera The Conjuring y esta segunda parte y para ello inicia su largometraje con un poderoso prólogo centrado en el famoso caso de Amityville anclando de esta manera las dos vertientes que ya son señas de identidad de la saga. Por un lado una remarcable intención por ceñirse si no a la realidad (permitid a este escéptico redactor seguir creyendo en la no existencia de entidades sobrenaturales o fantasmas de distinto pelaje) sí a unos hechos muy bien documentados para ser fieles al material supuestamente verídico que toma como base narrativa y por otro homenajear a otros films o franquicias (en esta caso la de Terror en Amityville que vio la luz en 1979 alargándose con un buen puñado de secuelas y hasta un remake o algunos proyectos de factura más reciente como Babadook) que sirven como inspiración al director para dar forma a su criatura. Pero lo que también llama la atención en esta ocasión es que The Conjuring 2 deja un poco de lado el tono más clásico de su predecesora, no sólo para entregarse a una puesta en escena más dinámica e inquieta formalmente, sino también para tender en más de una ocasión puentes con su saga hermana Insidious, de hecho en no pocas ocasiones esta Expediente Warren: El Caso Enfield parece tener más hallazgos visuales y resoluciones formales en común con la otra gallina de los huevos de oro de James Wan que con su hermana mayor estrenada en 2013.




Independientemente de este pequeño cambio de tono que le acerca más (puede que de manera intencionada) al cine de terror de los ochenta que al de los setenta del que se alimentaba la primera entrega el trabajo de James Wan en esta secuela vuelve a alcanzar niveles altísimos de calidad. El futuro director de Aquaman se encuentra en pleno uso de sus facultades como narrador y eso se nota tanto en el plano técnico como el artístico a lo hora de guiar adecuadamente a un reparto al que exprime al máximo. The Conjuring 2 una vez más se revela como una producción realizada con un minimalismo desarmante por parte de un autor que ya tiene una impronta reconocible y que sabe hacer uso de la misma para ofrecer momentos que dejan al espectador agarrado a la butaca o soltando las ya clásicas risas nerviosas tras uno de los múltiples sustos que pueblan el metraje. Wan nuevamente se muestra como un maestro a la hora de controlar el timing, con una pericia fuera de lo normal a la hora de sustentar su trabajo en la dirección de fotografía y el estilismo visual de su obra para crear una atmósfera opresiva que crispa los nervios de una platea que siente más miedo cuando imagina lo que va a suceder en pantalla que cuando finalmente ve cuál es el hecho sobrenatural que el director y sus guionistas han pensado para ponernos contra las cuerdas. Al igual que en la primera película las secuencias de terror que pueblan la cinta que nos ocupa no recurren al golpe de banda sonora, no buscan el salto impulsivo del espectador de su asiento, sino por medio del “menos es más”, la sugestión visual y auditiva (una vez más los efectos de sonido son brillantes y ayudan mucho a crear la sensación de amenaza que sobrevuela todo el relato) transmitir una sensación de malestar al que visiona que apele a sus miedos intrínsecos, aquellos que forman parte de la cultura popular y las leyendas urbanas y que aquí Wan vuelve a utilizar con un pulso sencillamente apabullante.




Los pasajes en los que James Wan sabe sacar oro de localizaciones exiguas (la casa de Enfield en la que tiene lugar esta secuela es mucho más pequeña que la de los Perron del primer film y aquí también es expuesta casi en su totalidad por medio de un travelling trucado que contextualiza espacialmente el tablero con el que jugaran los responsables del largometraje) o actores que prefieren abordar sus roles por medio de la sutilidad eludiendo todo tipo de exageración o sobreactuación para con ello mostrar verdadero terror cuando se enfrentan a los entes extraterrenos que les amenazan son continuos a lo largo del metraje, aunque en número no son tantos como los de la primera película que he revisado hoy en pantalla grande junto a la secuela y no daba un minuto de respiro al espectador. Como previamente hemos comentado Wan prefiere recurrir al “sugerir más que mostrar” para construir los momentos más brutales de su último trabajo. Desde ya situaciones como la del sueño de Lorraine, la entrevista con Janet delante de las cámaras, la habitación con las cruces invertidas o la del “Hombre Torcido” (al que da vida nuestro Javier Botet) entre otras, se encuentran entre lo mejor jamás rodado por su realizador. Pero es de recibo destacar dos momentos del metraje que son desde este mismo momento muestras impecables del mejor terror contemporáneo como son todo lo acontecido con el cuadro que pinta Ed y sobre todo el interrogatorio de este último a Janet con la imagen de la niña desenfocada a las espaldas del personaje de Patrick Wilson, un tour de force interpretativo, estético y conceptual que confirma a James Wan como uno de los mejores autores de cine de género del panorama fílmico actual, dos momentos ejecutados con una pericia digna de los más grandes que se quedan grabados en la retina del espectador largo tiempo después de que las luces de la sala se enciendan al finalizar la película.




Un dúo de actores totalmente compenetrados como Patrick Wilson y Vera Farmiga, que en todo momento parecen un matrimonio real, apoyados por un grupo de secundarios que cumplen su cometido de permitirnos empatizar con sus desgracias (enorme trabajo de Madison Wolfe como la sufrida Janet) un guión perfectamente escrito que sabe medir los tiempos y ofrecer una galería de situaciones extremas con las que el espectador nunca baje la guardia y un director fuera de serie que es capaz de transmitir miedo con una tienda de campaña al fondo de un pasillo en penumbras o con un plano subjetivo que nos muestra la miopia momentánea de un personaje que de esta manera no puede percibir la presencia que se encuentra junto a él en ese mismo instante son muchos de los hallazgos de esta Expediente Warren: El Caso Enfield que nos hacen pasar por alto ciertos lugares comunes con respecto al cine de terror como retratar a los “escépticos” como personajes estúpidos, engreídos y unidimensionales (aunque Franka Potente lo haga tan bien como siempre con su breve papel) algún pasaje de terror no del todo bien rematado (la mayoría de los relacionados con Bill Wilkins son geniales, pero un par de ellos no están todo lo bien ejecutados que debieran) o contados momentos renqueantes que lastran la narración cuando hacemos la transición de Estados Unidos a Inglaterra, todos ellos errores nimios que no pueden ensuciar el buen hacer de una producción casi intachable. Aunque queda un peldaño por debajo de la primera entrega The Conjuring 2 es una de las mejores obras cinematográficas de la temporada, la muestra clara de que no hace falta inventar nada para sorprender al espectador mientras el jefe de ceremonias tenga el suficiente talento y el necesario conocimiento con respecto al material de partida con el que va a construir su historia, en este caso una de las más terroríficas de los últimos años.

martes, 23 de julio de 2013

Expediente Warren



Título Original The Conjuring (2013)
Director James Wan
Guión Chad Hayes, Carey Hayes
Actores Vera Farmiga, Patrick Wilson, Lili Taylor, Joey King, Ron Livingston, Mackenzie Foy, Shanley Caswell, Hayley McFarland, Sterling Jerins, Shannon Kook






The Conjuring (Expediente Warren en España, cada vez vamos a peor) es la confirmación de que el director originario de Malasia James Wan es posiblemente el mejor autor de cine de terror de la actualidad. Como cineasta se dio a conocer cuando llevó al largo un cortometraje de su propiedad llamado Saw, interesante cinta que recuperaba un tono de terror primario y muy epidérmico de los 70 que se desvirtuó al dar pie a una indigerible saga de hasta siete entregas (yo no pude pasar de la tercera) de la que se desvinculó como realizador ejerciendo únicamente labores de producción, chico listo y con visión económica.




Tras ella y dejando de lado su incursión en el género charlesbronsonesco de ciudadanos vengativos que se toman la justicia por su propia mano con Sentencia de Muerte, protagonizada por Kevin Bacon, se hizo un nombre poco a poco dentro del cine de terror. En Dead Silence ya se dejaba ver un director con mano para crear tensión pero el film no hacía pleno y fallaba en varios aspectos. Ya en 2011 estrenó Insidious, un giro dentro de el cine sobre posesiones y casas encantadas que ofrecía momentos brillantes y atmosféricos, una cinta notable que sólo se dispersaba un poco en su recta final cuando Wan decidía enseñar demasiado a su "criatura" sin necesidad de ello, ya que cuando sugería su presencia era cuando el largometraje daba lo mejor de sí mismo.




Pues aquella pieza protagonizada por Patrick Wilson (que repite en The Conjuiring) y Rose Byrne fue sólo una toma de contacto con el género de inmuebles endemoniados y seres sobrenaturales que ha tenido su eclosión total en la cinta que nos ocupa (basada en supuestos hechos reales) la sin lugar a dudas obra cinematográfica más aterradora e inquietante que ha ofrecido el género de terror en décadas. Curiosamente James Wan consigue esta proeza sin inventar nada, todo lo contrario, utilizando sabiamente y con una pericia sobresaliente todos los tópicos del cine de terror clásico pero dándole una personalidad, fuerza y ejecución para quitarse el sombrero.




En el año 1971 la familia Perron, formada por matrimonio y cinco hijas, acaba de mudarse a una casa en Rhode Island. Al poco tiempo de instalarse descubren un sótano oculto y los sucesos paranormales no se hacen esperar. Aterrados por las presencias sobrenaturales los Perron solicitan los servicios del matrimonio Warren formado por Ed, demonólogo y Lorraine, clarividente. Cuando la pareja de parapsicólogos deciden investigar el hogar familiar descubren la presencia de numerosas entidades, pero una de ellas es la que más preocupa a Lorraine por su odio hacia los nuevos ocupantes del hogar descubriéndose más tarde que la motivación para tal acto tiene que ver con sucesos acontecidos en el pasado en la casa y sus inmediaciones.




Evidentemente el argumento de la película no inventa nada, es más, es de todo menos original ya que hasta la anterior cinta de Wan compartía la misma temática. Pero el mayor pleno de The Conjuiring es precisamente no eludir los tópicos del género, sino entregarse totalmente a ellos para mejorarlos con un pulso y un control de los resortes del terror digno de los más grandes. Aunque lo mejor es que el director huye totalmente de los sustos construidos a base de gratuitos e innecesarios golpes de sonido, de la casquería explícita o de mostrar directamente a sus "presencias" que sólo ofrecen su rostro a la cámara cuando la historia lo exige en la recta final del metraje.




Porque con su última cinta James Wan parece haber creado una especie de decálogo sobre esos fetiches que suelen aterrorizar al ciudadano medio en la vida real para que todo tipo de espectador tenga su momento de inquietud a lo largo del metraje. Muñecas, espejos, psicofonías, armarios, presencias debajo de la cama, sombras detrás de puertas que se abren y cierran solas, apelando con todas estas situaciones a un terror primario tensado como un cable de acero con el que no saltamos de la butaca sino que nos retorcemos en ella por el in crescendo de inquietud que sus imágenes y sonidos nos transmiten llegando en algunos momentos el espectador a desear que terminen por su crudo verismo.




Wang utiliza una puesta en escena de tono cuasi documental (ambientar el film en los años 70 ayuda mucho en este cometido), rodando algunos de los momentos de terror en formato digital dándole así una textura de grabación casera a los mismos que ayuda a acrecentar su realismo. El uso de planos nos estáticos, la colocación de la cámara en las habitaciones, desenfocar los fondos cuando quiere sugerirnos pero no mostrarnos las apariciones y el cuidado posicionamiento de los objetos y muebles en las estancias (hasta en eso es detallista el cineasta) permiten que la sensación de peligro sea constante, que la atmósfera se haga palpable y en ocasiones insoportable consiguiendo que esa casa de Rhode Island huela a miedo y maldad por todas y cada una de las paredes que le dan forma como hogar.




Sí, tenemos entidades espectrales, pero se ven lo justo, intimidan considerablemente al respetable y no están expuestas gratuitamente. Sí, tenemos a una clarividente que nota presencias sobrenaturales, pero está interpretada por una inmensa Vera Farmigia (que ya ha demostrado lo que vale en la interesante primera temporada de Bates Motel) que devora interpretativamente la película. Sí, hay un exorcismo, pero es el mejor rodado en décadas (todo un acierto taparle la cabeza con la sábana al personaje... ese momento en el que se rompe un poco la tela...) y nos permite ver el buen hacer del reparto (Patrick Wilson y Lili Taylor dándolo todo, aunque con lo poco agraciada que es esta última nadie se cree que esas cinco preciosidades de hijas hayan salido de sus entrañas, y no, el padre al que da vida Ron Livingston tampoco es un Adonis). Sí, todo ya lo hemos visto antes, pero pocas veces con tanta personalidad y realismo.




Me sería imposible enumerar todas las escenas que se quedan grabadas en la retina. El prólogo con la muñeca que ya sienta las bases de la poderosa puesta en escena, el juego de las palmadas, la escena del armario, las dos de la cajita de música, la de la ropa tendida, la de la cama del personaje de Christine (grandioso el giro de hace la cámara cuando levanta la cabeza para mirar a la puerta que se cierra) en el que la actriz Joey King transmite verdadero horror con su mirada mientras ve lo que supuestamente se encuentra entre las sombras (uno de mis momentos favoritos del film por el pulso de Wan que llega a cotas bestiales de contención narrativa) la de la psicofonía cuando el magnetófono de los Warren salta sin previo aviso, la del árbol y sobre todo la de la mecedora con la muñeca. Seguro que me dejo alguna, porque lo mejor del largometraje es que las escenas de terror se suceden en cascada sin dar apenas respiro al espectador.




The Conjuring me ha regalado casi dos horas de cine brillante, divertidamente diabólico, con un aroma a futuro clásico (precisamente porque hunde sus raíces en los muchos que hay dentro del género de terror) construido por un autor con todas las letras que tiene un futuro sencillamente brillante en el mundo del séptimo arte. Posiblemente me quedo con La Mujer de Negro porque pierdo los papeles por el terror gótico deudor de la Hammer Films, pero la obra que nos ocupa no desmerece para nada al largometraje protagonizado por Daniel Radcliffe y es más aterrador que aquel. Por desgracia la ambigüedad se cierne sobre la carrera de James Wan, ya que si esa próxima secuela de Insidious pinta magníficamente bien, que vaya a dedicarse a rodar la séptima entrega de Fast and Furious y que para colmo se comente que la ya confirmada segunda parte de esta Expediente Warren de la que hablamos puede que no le tenga a él a los mandos nos deja un poco con el alma en un puño por no saber dilucidar si el enorme talento como narrador de este cineasta de poco más de 36 años va a tomar el camino adecuado.