Título Original Goosebumps (2015)
Director Rob Letterman
Guión Scott Alexander, Larry Karaszewski, Darren Lemke basado en los libros de R.L. Stine
Actores Dylan Minnette, Odeya Rush, Amy Ryan, Jillian Bell, Jack Black, Ryan Lee, Steven Krueger, Larry Mainland, Jeremy Ambler, Ken Marino, Halston Sage
Fue el año 1992 en el que el escritor de novelas cómicas y de terror de nacionalidad norteamericana Robert Lawrence Stine (conocido como R.L. Stine) dio el primer paso para convertirse en uno de los autores de literatura infantil más reconocidos de los últimos tiempos. La colección Goosebumps (traducida en España como Pesadillas y en Sudamérica como Escalofríos) se volvió un enorme éxito internacional vendiendo más de 400 millones de libros tanto de su serie señera como de las distintas que le dieron continuidad con todo tipo de variantes y reformulaciones de un producto que hizo rico a su creador. Stine demostró su valía como narrador de terror para todos los lectores con obras tan estimables como Los Espantapájaros Andan a Medianoche, La Casa de a Muerte, Melodía Siniestra, Noche en la Torre del Terror o dando forma a sagas como las de La Máscara Maldita, Sangre de Monstruo o La Noche del Muñeco Viviente, esta última protagonizada por el mítico Slappy y se especializó (¡Antes de que supiéramos quién era M. Night Shyamalan!) en incluir giros finales en algunos de sus relatos que en unas ocasiones mejoraban la narración (el caso de ¡No Bajes al Sótano!, el libro preferido del que suscribe) y en otras lo hundían en el ridículo (Pánico en el Campamento). Las brutales ventas de aquellas novelas fueron tales que no tardó mucho en realizarse para televisión una serie que adaptaba en episodios de poco menos de treinta minutos (aunque algunos de ellos eran dobles) todos los manuscritos de R.L. Stine. El programa era una entrañable mediocridad que trataba de emular (sin mucho acierto) la fama de la bastante superior El Club de Medianoche (Are You Afraid of the Dark?) pero dejó cierta huella en los tiernos infantes que por aquel entonces eramos lectores de las novelas y grabando a fuego en nuestras retinas un opening mítico que en España estaba acompañado por la dicción del inimitable Carlos Revilla, uno de los mejores actores y directores de doblaje de nuestro país y la voz original de Homer Simpson en castellano.
Aunque la serie de tv tuvo una corta vida no han sido pocos los telefilms inspirados en relatos de R.L. Stine que veían la luz cada cierto tiempo siempre acompañados de los insistentes rumores de una adaptación cinematográfica de su más famosa creación que parecía no llegar nunca, hasta que en el año 2012 Sony oficializó la búsqueda de director, guionistas y reparto para llevar la más icónica colección del escritor a la pantalla grande. Tres años después, el 16 de Octubre de 2015, Pesadillas vio la luz en Estados Unidos y con bastante retraso ha llegado a las carteleras españolas hace un par de semanas. Esta versión cinematográfica de Goosebumps es algo más que una película que adapta los relatos de R.L.Stine y un producto que sobresale entre el típico cine para todos los públicos con vocación rompetaquillas, un proyecto que trata de alejarse del celuloide familiar acomodaticio que nos vende Hollywood y con la misión de ser una muestra de ficción multiforme y metareferencial acaba triunfando en todos sus apartados y pretensiones que no son pocas ni baladís. Posiblemente lo que convierte a Pesadillas en una experiencia remarcable sea su inteligente guión. Un trabajo de escritura que se adentra en los clichés más reconocibles del género para retorcerlos, reírse de ellos y en ocasiones con un humor bastante irónico. A que este tono sobrevuele todo el metraje del film ayuda el argumento que idearon a cuatro manos los guionistas Scott Alexander y Larry Karaszewski, dos de esos artesanos poco reconocidos por el gran público pero que han demostrado su valía escribiendo sobresalientes biopics como aquella obra maestra que Tim Burton dedicó al “peor director de la historia”, Ed Wood, o esas pequeñas y recuperables joyas salidas de la mano de Milos Forman que responden al nombre de El Escándalo de Larry Flint (Larry Flint vs. The People) y Man on the Moon, piezas con las que el realizador de Amadeus o Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco narró las vidas del creador de la revista erótica Hustler, Larry Flint, y del atípico cómico Andy Kaufman respectivamente. Es la mirada de estos dos genios del humor lacerante y la autoparodia los que siembran la semilla para que Darren Lemke (guionista oficial del film) la recoja y se la ofrezca a un Rob Letterman que sabe no desperdiciar la oportunidad que sus escritores le ofrecen en bandeja de plata cuando se pone detrás de las cámaras.
Por lo tanto Pesadillas no es una adaptación ortodoxa de la colección de libros homónima ni de su contrapartida catódica. El film de Rob Letterman es una carta de amor a la literatura en general y la obra de R.L. Stine en particular. El largometraje retrata al escritor de El Cuco Maldito o Visita Inesperada como un hombre huraño y de poca sociabilidad que vive con su hija Hannah a la que mantiene recluida y aislada en la casa que ambos comparten en el pueblo de Madison, en el estado de Delawere. En cierto modo esta historia en la que se nos narra que Stine creó todos esos personajes terroríficos para asustar a los compañeros de clase que le hacían la vida imposible y por ello han cobrado vida y deben mantenerse encerrados bajo llave en los manuscritos originales que escribió para idearlos se convierten no sólo en el núcleo central de la historia sino también en una especie de expiación de demonios por parte del novelista en caso de que todo lo expuesto en el largometraje sea cierto y no parte de la ficción, algo que el que suscribe no sabe a ciencia cierta. A este MacGuffin en forma de libros que al ser abiertos liberan todas las monstruosidades que Stine creó para la colección Pesadillas se suma la llegada de un nuevo chico a la ciudad, Zach, acompañado de su madre y que trabará amistad con la hija del escritor con la oposición de este último. La relación entre los dos adolescentes y el descubrimiento de que el famoso R.L.Stine es su vecino dará pie a una serie de catastróficas desdichas en las que todas las creaciones del novelista son liberadas y comandas por el diabólico Slappy, el famoso muñeco viviente protagonista de la que posiblemente sea la saga más famosa de la serie de novelas. Con este cocktail y una estructura que parece un cruce entre Jumanji, Gremlins, Los Goonies y Cazafantasmas con apuntes de El Muñeco Diabólico (Child’s Play) e incluso series como Buffy: Cazavampiros (inevitable pensar en la season finale de tercera temproada con el Director y su séquito de monstruos atacando el instituto) Pesadillas consigue atraer la atención de un espectador que en no pocos momentos comprende que está viendo una muestra de lo mejor que puede ofrecer el cine comercial americano para toda la familia dejando imbuirse por el espíritu de las cintas infantiles que Steven Spielberg produjo en los 80 y que a día de hoy están siendo revalorizadas por el gran público y las nuevas generaciones.
Como previamente hemos comentado es el guión el que consigue que una cinta como Pesadillas huya de los lugares comunes propios del género y hasta en ocasiones haga mofa con ellos. Aquí tenemos al típico adolescente que se muda con su madre a un pequeño pueblo tras un trágico hecho (la muerte del cabeza de familia que es tratada en todo momento eludiendo lo lacrimógeno pero tratando de dar profundidad a cómo el hecho ha dejado huella en Zach y su progenitora) y allí deberá adaptarse a un vecindario que le es ajeno, un instituto en el que no conoce a nadie y que para colmo tiene a su madre como nueva subdirectora y practicar la ardua tarea de buscar nuevos amigos que encontrará en Hannah o Champ. Evidentemente todos los roles son estereotipos mil veces vistos, pero es principalmente en cómo los unos se relacionan con los otros donde el trabajo de escritura de un producto como Goosebumps trata de no ofrecer el típico trabajo prefabricado y masticado hasta lo insultante. Tanto la relación de Zach con su madre, como la que el adolescente mantiene con Hannah o esta con su padre, el propio R.L. Stine, poseen la suficiente ironía, naturalidad y mala baba (la que permite un producto como este, dirigido a toda la familia, lógicamente) como para que el espectador no sienta esa continua sensación de déjà vu que transmiten la mayoría de muestras de este tipo de celuloide. Es esta sana intención de ser incorrecto no sólo la que permite que el largometraje en bastantes ocasiones no se tome completamente en serio la historia que está contando por medio de la autoparodia y la gamberrada continua, sino también para hacer sorna con la personalidad a la que está rindiendo tributo. No son pocos los momentos en los que Pesadillas hace befa y mofa con el propio R.L. Stine y su obra. Destacable sería el momento en el que el personaje de Zach enumera algunos de los fallos que a lo largo de los años más se han utilizado para criticar al autor de ¡Hay Algo Vivo! o El Fantasma Aullador, como lo esquemáticos y similares que son todos sus relatos, los gratuitos o incongruentes que son en ocasiones esos giros finales que le dieron la fama o el hecho de que siempre se le compare con Stephen King por el simple hecho de que los dos hayan cultivado un género como el terror.
En este contexto híbrido se mueve un magnífico reparto en el que destacan Jack Black haciendo su propia versión de R.L. Stine con bastante convicción pero sin dejar de ser él mismo, una encantadora revelación llamada Odeya Rash, una versión más candorosa de Mila Kunis podríamos decir, en el papel de Hannah y la siempre magnífica Amy Ryan (Adiós Pequeña, Adiós, Birdman) en un tipo de género como este que poco tiene que ver con los dramas en los que suele implicarse. Ellos son los que se ocupan de que aunque el largometraje se adhiera indudablemente al género fantástico (de terror tiene poco, de hecho la serie de tv era en cierta manera más escalofriante que la cinta que nos ocupa) sus correrías nos sean cercanas y sus personalidades tan sencillas como terrenales, llegando el guión incluso a ofrecer algunos interesantes apuntes de cómo los mundos de ficción pueden servir para mejorar nuestra a veces fría y desangelada realidad. Pero no eludamos lo evidente, estamos ante un mix en el que se mezclan casi todos los monstruos que desfilaron por los libros de la colección de R.L. Stine y entre ellos podemos ver a los antagonistas de El Abominable Hombre de las Nieves en Pasadena, El Hombre Lobo del Pantano, El Retorno de la Momia, Pánico en la Calle del Miedo (esa mantis religiosa gigantesca que da aroma al cine de terror nuclear de los años 50) Un Día en Horrorlandia (la feria abandonada) y sobre todo Slappy, el muñeco que recibe el puesto que merece como uno de los personajes más recordados y queridos de Goosebumps, el de villano líder que controla los hilos de todo ese apocalipsis con el que las creaciones de Stine tratan de destruir el pueblo de Madison. En el proceso los niños caen rendidos ante todos esos monstruos de película que siembran inocuo caos por donde pasan, el fan de los libros percibe el cariño la profesionalidad y la infinidad de pequeñas referencias (esos créditos finales con animaciones que emulan las portadas de los libros de la colección) que hacia los mismos incluye el largometraje y el espectador ocasional pasará poco más de hora y media de entretenimiento para todos los públicos lo suficentemente autoconsciente de su naturaleza de producto de evasión como para en un acto de valentía formal y conceptual quiera ir un poco más allá y dejar a todos satisfechos con su sana misión de no querer ser uno más de la clase, sino el chico raro y apocado de imaginación desbordante que en el futuro demostrará tener mucho más talento que el resto de sus compañeros.