lunes, 29 de febrero de 2016

Pesadillas



Título Original Goosebumps (2015)
Director Rob Letterman
Guión Scott Alexander, Larry Karaszewski, Darren Lemke basado en los libros de R.L. Stine
Actores Dylan Minnette, Odeya Rush, Amy Ryan, Jillian Bell, Jack Black, Ryan Lee, Steven Krueger, Larry Mainland, Jeremy Ambler, Ken Marino, Halston Sage




Fue el año 1992 en el que el escritor de novelas cómicas y de terror de nacionalidad norteamericana Robert Lawrence Stine (conocido como R.L. Stine) dio el primer paso para convertirse en uno de los autores de literatura infantil más reconocidos de los últimos tiempos. La colección Goosebumps (traducida en España como Pesadillas y en Sudamérica como Escalofríos) se volvió un enorme éxito internacional vendiendo más de 400 millones de libros tanto de su serie señera como de las distintas que le dieron continuidad con todo tipo de variantes y reformulaciones de un producto que hizo rico a su creador. Stine demostró su valía como narrador de terror para todos los lectores con obras tan estimables como Los Espantapájaros Andan a Medianoche, La Casa de a Muerte, Melodía Siniestra, Noche en la Torre del Terror o dando forma a sagas como las de La Máscara Maldita, Sangre de Monstruo o La Noche del Muñeco Viviente, esta última protagonizada por el mítico Slappy y se especializó (¡Antes de que supiéramos quién era M. Night Shyamalan!) en incluir giros finales en algunos de sus relatos que en unas ocasiones mejoraban la narración (el caso de ¡No Bajes al Sótano!, el libro preferido del que suscribe) y en otras lo hundían en el ridículo (Pánico en el Campamento). Las brutales ventas de aquellas novelas fueron tales que no tardó mucho en realizarse para televisión una serie que adaptaba en episodios de poco menos de treinta minutos (aunque algunos de ellos eran dobles) todos los manuscritos de R.L. Stine. El programa era una entrañable mediocridad que trataba de emular (sin mucho acierto) la fama de la bastante superior El Club de Medianoche (Are You Afraid of the Dark?) pero dejó cierta huella en los tiernos infantes que por aquel entonces eramos lectores de las novelas y grabando a fuego en nuestras retinas un opening mítico que en España estaba acompañado por la dicción del inimitable Carlos Revilla, uno de los mejores actores y directores de doblaje de nuestro país y la voz original de Homer Simpson en castellano.




Aunque la serie de tv tuvo una corta vida no han sido pocos los telefilms inspirados en relatos de R.L. Stine que veían la luz cada cierto tiempo siempre acompañados de los insistentes rumores de una adaptación cinematográfica de su más famosa creación que parecía no llegar nunca, hasta que en el año 2012 Sony oficializó la búsqueda de director, guionistas y reparto para llevar la más icónica colección del escritor a la pantalla grande. Tres años después, el 16 de Octubre de 2015, Pesadillas vio la luz en Estados Unidos y con bastante retraso ha llegado a las carteleras españolas hace un par de semanas. Esta versión cinematográfica de Goosebumps es algo más que una película que adapta los relatos de R.L.Stine y un producto que sobresale entre el típico cine para todos los públicos con vocación rompetaquillas, un proyecto que trata de alejarse del celuloide familiar acomodaticio que nos vende Hollywood y con la misión de ser una muestra de ficción multiforme y metareferencial acaba triunfando en todos sus apartados y pretensiones que no son pocas ni baladís. Posiblemente lo que convierte a Pesadillas en una experiencia remarcable sea su inteligente guión. Un trabajo de escritura que se adentra en los clichés más reconocibles del género para retorcerlos, reírse de ellos y en ocasiones con un humor bastante irónico. A que este tono sobrevuele todo el metraje del film ayuda el argumento que idearon a cuatro manos los guionistas Scott Alexander y Larry Karaszewski, dos de esos artesanos poco reconocidos por el gran público pero que han demostrado su valía escribiendo sobresalientes biopics como aquella obra maestra que Tim Burton dedicó al “peor director de la historia”, Ed Wood, o esas pequeñas y recuperables joyas salidas de la mano de Milos Forman que responden al nombre de El Escándalo de Larry Flint (Larry Flint vs. The People) y Man on the Moon, piezas con las que el realizador de Amadeus o Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco narró las vidas del creador de la revista erótica Hustler, Larry Flint, y del atípico cómico Andy Kaufman respectivamente. Es la mirada de estos dos genios del humor lacerante y la autoparodia los que siembran la semilla para que Darren Lemke (guionista oficial del film) la recoja y se la ofrezca a un Rob Letterman que sabe no desperdiciar la oportunidad que sus escritores le ofrecen en bandeja de plata cuando se pone detrás de las cámaras.




Por lo tanto Pesadillas no es una adaptación ortodoxa de la colección de libros homónima ni de su contrapartida catódica. El film de Rob Letterman es una carta de amor a la literatura en general y la obra de R.L. Stine en particular. El largometraje retrata al escritor de El Cuco Maldito o Visita Inesperada como un hombre huraño y de poca sociabilidad que vive con su hija Hannah a la que mantiene recluida y aislada en la casa que ambos comparten en el pueblo de Madison, en el estado de Delawere. En cierto modo esta historia en la que se nos narra que Stine creó todos esos personajes terroríficos para asustar a los compañeros de clase que le hacían la vida imposible y por ello han cobrado vida y deben mantenerse encerrados bajo llave en los manuscritos originales que escribió para idearlos se convierten no sólo en el núcleo central de la historia sino también en una especie de expiación de demonios por parte del novelista en caso de que todo lo expuesto en el largometraje sea cierto y no parte de la ficción, algo que el que suscribe no sabe a ciencia cierta. A este MacGuffin en forma de libros que al ser abiertos liberan todas las monstruosidades que Stine creó para la colección Pesadillas se suma la llegada de un nuevo chico a la ciudad, Zach, acompañado de su madre y que trabará amistad con la hija del escritor con la oposición de este último. La relación entre los dos adolescentes y el descubrimiento de que el famoso R.L.Stine es su vecino dará pie a una serie de catastróficas desdichas en las que todas las creaciones del novelista son liberadas y comandas por el diabólico Slappy, el famoso muñeco viviente protagonista de la que posiblemente sea la saga más famosa de la serie de novelas. Con este cocktail y una estructura que parece un cruce entre Jumanji, Gremlins, Los Goonies y Cazafantasmas con apuntes de El Muñeco Diabólico (Child’s Play) e incluso series como Buffy: Cazavampiros (inevitable pensar en la season finale de tercera temproada con el Director y su séquito de monstruos atacando el instituto) Pesadillas consigue atraer la atención de un espectador que en no pocos momentos comprende que está viendo una muestra de lo mejor que puede ofrecer el cine comercial americano para toda la familia dejando imbuirse por el espíritu de las cintas infantiles que Steven Spielberg produjo en los 80 y que a día de hoy están siendo revalorizadas por el gran público y las nuevas generaciones.




Como previamente hemos comentado es el guión el que consigue que una cinta como Pesadillas huya de los lugares comunes propios del género y hasta en ocasiones haga mofa con ellos. Aquí tenemos al típico adolescente que se muda con su madre a un pequeño pueblo tras un trágico hecho (la muerte del cabeza de familia que es tratada en todo momento eludiendo lo lacrimógeno pero tratando de dar profundidad a cómo el hecho ha dejado huella en Zach y su progenitora) y allí deberá adaptarse a un vecindario que le es ajeno, un instituto en el que no conoce a nadie y que para colmo tiene a su madre como nueva subdirectora y practicar la ardua tarea de buscar nuevos amigos que encontrará en Hannah o Champ. Evidentemente todos los roles son estereotipos mil veces vistos, pero es principalmente en cómo los unos se relacionan con los otros donde el trabajo de escritura de un producto como Goosebumps trata de no ofrecer el típico trabajo prefabricado y masticado hasta lo insultante. Tanto la relación de Zach con su madre, como la que el adolescente mantiene con Hannah o esta con su padre, el propio R.L. Stine, poseen la suficiente ironía, naturalidad y mala baba (la que permite un producto como este, dirigido a toda la familia, lógicamente) como para que el espectador no sienta esa continua sensación de déjà vu que transmiten la mayoría de muestras de este tipo de celuloide. Es esta sana intención de ser incorrecto no sólo la que permite que el largometraje en bastantes ocasiones no se tome completamente en serio la historia que está contando por medio de la autoparodia y la gamberrada continua, sino también para hacer sorna con la personalidad a la que está rindiendo tributo. No son pocos los momentos en los que Pesadillas hace befa y mofa con el propio R.L. Stine y su obra. Destacable sería el momento en el que el personaje de Zach enumera algunos de los fallos que a lo largo de los años más se han utilizado para criticar al autor de ¡Hay Algo Vivo! o El Fantasma Aullador, como lo esquemáticos y similares que son todos sus relatos, los gratuitos o incongruentes que son en ocasiones esos giros finales que le dieron la fama o el hecho de que siempre se le compare con Stephen King por el simple hecho de que los dos hayan cultivado un género como el terror.




En este contexto híbrido se mueve un magnífico reparto en el que destacan Jack Black haciendo su propia versión de R.L. Stine con bastante convicción pero sin dejar de ser él mismo, una encantadora revelación llamada Odeya Rash, una versión más candorosa de Mila Kunis podríamos decir, en el papel de Hannah y la siempre magnífica Amy Ryan (Adiós Pequeña, Adiós, Birdman) en un tipo de género como este que poco tiene que ver con los dramas en los que suele implicarse. Ellos son los que se ocupan de que aunque el largometraje se adhiera indudablemente al género fantástico (de terror tiene poco, de hecho la serie de tv era en cierta manera más escalofriante que la cinta que nos ocupa) sus correrías nos sean cercanas y sus personalidades tan sencillas como terrenales, llegando el guión incluso a ofrecer algunos interesantes apuntes de cómo los mundos de ficción pueden servir para mejorar nuestra a veces fría y desangelada realidad. Pero no eludamos lo evidente, estamos ante un mix en el que se mezclan casi todos los monstruos que desfilaron por los libros de la colección de R.L. Stine y entre ellos podemos ver a los antagonistas de El Abominable Hombre de las Nieves en Pasadena, El Hombre Lobo del Pantano, El Retorno de la Momia, Pánico en la Calle del Miedo (esa mantis religiosa gigantesca que da aroma al cine de terror nuclear de los años 50) Un Día en Horrorlandia (la feria abandonada) y sobre todo Slappy, el muñeco que recibe el puesto que merece como uno de los personajes más recordados y queridos de Goosebumps, el de villano líder que controla los hilos de todo ese apocalipsis con el que las creaciones de Stine tratan de destruir el pueblo de Madison. En el proceso los niños caen rendidos ante todos esos monstruos de película que siembran inocuo caos por donde pasan, el fan de los libros percibe el cariño la profesionalidad y la infinidad de pequeñas referencias (esos créditos finales con animaciones que emulan las portadas de los libros de la colección) que hacia los mismos incluye el largometraje y el espectador ocasional pasará poco más de hora y media de entretenimiento para todos los públicos lo suficentemente autoconsciente de su naturaleza de producto de evasión como para en un acto de valentía formal y conceptual quiera ir un poco más allá y dejar a todos satisfechos con su sana misión de no querer ser uno más de la clase, sino el chico raro y apocado de imaginación desbordante que en el futuro demostrará tener mucho más talento que el resto de sus compañeros.



jueves, 25 de febrero de 2016

Deadpool



Título Original Deadpool (2016)
Director Tim Miller
Guión Rhett Reese y Paul Wernick basado en los cómics de Fabian Nicieza y Rob Liefeld
Actores Ryan Reynolds, Morena Baccarin, Gina Carano, T.J. Miller, Ed Skrein, Rachel Sheen, Brianna Hildebrand, Paul Lazenby, Sean Quan, Ben Wilkinson, Naika Toussaint, Olesia Shewchuk, Kyle Cassie, Style Dayne, Fabiola Colmenero, Stan Lee




Pongámonos en situación que la situación lo merece. En Febrero de 1991 vio la luz el número 98 de la colección Los Nuevos Mutantes y en sus páginas el guionista Fabian Nicieza y el dibujante Rob Liefeld (que también se ocupaba del argumento, todo un hombre del renacimiento como ya sabemos) presentaron por primera vez a un mercenario llamado Deadpool (conocido como Masacre en España y perdonad si uso este nombre a lo largo de la reseña, pero son más de veinte años leyéndolo en las viñetas) que tras un vistazo rápido parecía una especie de sosias del Deathstroke de DC (aunque ROB! siempre lo ha negado) con apuntes de Lobezno o Spiderman. Poco a poco e interviniendo puntualmente en colecciones como la posterior X-Force el personaje fue cobrando cierta fama entre el fandom gracias a algunas de sus señas de identidad como la verborrea incontrolable, la ironía, la crueldad o sus dotes para las artes marciales. Dos años después uno de sus progenitores, Fabian Nicieza, hizo tándem junto a un jovencísimo y prometedor ilustrador llamado Joe Madureira para dar forma a la primera miniserie de Deadpool, un arco de cuatro números titulado Persecución en Círculos en el que comenzamos a conocer más datos sobre la vida de Wade Wilson, al igual que Steve Rogers o Lobezno un conejillo de indias para el proyecto Arma X que le curó de su cáncer terminal gracias a un factor curativo similar al del mutante de las garras de adamantium pero, al igual que a este, tortudándolo hasta lo inhumano y deformando todo su cuerpo. Una segunda miniserie escrita por Mark Waid y dibujada por Ian Churchill y Lee Weeks confirmó que este asesino a sueldo de origen canadiense ya estaba preparado para protagonizar una serie regular. Entonces llegó Joe Kelly y por fin un guionista supo sacarle partido 100% al personaje y su esencia llevándolo allí donde ni sus creadores se habían atrevido. Con la ayuda de dibujantes como Ed McGuinnes, Pete Woods o Shannon Denton, Kelly marcó por primera vez a fuego la doble personalidad de Wade Wilson, la de el mercenario deslenguado pero de eficacia milimétrica en su trabajo y la de animal herido que nunca volvió a ser el mismo después de pasar por “El Taller” del Doctor Killebrew y que utiliza la violencia y el humor negro como coraza para proteger un corazón hecho añicos.




Cuando Joe Kelly abandonó la serie regular (su relevo lo tomó Christopher Priest manteniendo bastante bien el tipo) la leyenda de Masacre no hizo otra cosa que crecer llegando a cotas de popularidad inimaginables durante la segunda mitad de la década pasada con la controvertida etapa de Daniel Way en la serie señera y la aparición de otras como Masacre el Mercenario Zombi (con el más correcto Merc With a Mouth en su idioma original), Masacre Corps (¡con el regreso de Papá ROB! a los lápices de su retoño!), la contrapartida del personaje para el sello MAX dirigido a lectores adultos o miniseries como Masacre Pulp o la brillante Masacre: La Guerra de Wade Wilson, escrita por Duane Swierczynski y dibujada por Jason Pearson, el único trabajo junto a la etapa de Gerry Duggan y Brian Posehn que ha estado al nivel de lo que consiguió arrancar Joe Kelly de las entradas del mercenario bocazas. De la vida editorial de Masacre no vamos a hablar más en esta entrada sobre todo si tenemos en cuenta que mis compañeros ya han hablado en profundidad de la misma en el excelente artículo que han dedicado a desgranarla, por ello un servidor a partir de ahora va a centrarse exclusivamente en la versión “cinemática” de Wade Wilson. Si no contamos sus apariciones en series animadas o videojuegos y nos centramos en la pantalla grande Masacre debutó en el cine en la inefable X-Men Orígenes: Lobezno, la disparatada primera cinta en solitario del Logan interpretado por el australiano Hugh Jackman. Entre las muchas blasfemias que poblaban la película la más sangrante fue (como recordarmos en nuestro artículo Cuando el Celuloide es Infiel a las Viñetas) el retrato tan infiel, vergonzante y disparatado que se hizo de nuestro degenerado regenerado favorito cuando a las cabezas pensantes detrás de la película se les ocurrió dar poderes innecesarios a Wilson tras su paso por el proyecto Arma X y para colmo coserle la boca, la seña de identidad más conocida e icónica de su fisionomía. El desastre era un hecho, el enfado del fandom furibondo y a nivel global, pero de todo aquel desaguisado salió algo bueno, que el personaje fuera interpretado (como buenamente pudo) por el actor canadiense Ryan Reynolds y que este se enamorara del mismo.




Al actor de la soberbia Buried o la indigerible Blade Trinity le pesó durante años haber ofrecido un retrato tan deficiente de Deadpool en una película en la que el no tenía control alguno para que se diera una visión fiel del personaje y suponemos que más todavía cuando le fue infiel con el Green Lantern de la Distinguida Competencia en la película homónima dando como resultado una mediocridad cinematográfica que agradó a pocos y decepcionó a la mayoría. Lo curioso es que el intérprete canadiense nunca dejó de luchar por el proyecto de sacar adelante una película en solitario de la creación de Fabian Nicieza y Rob Liefeld, afirmando públicamente que había leído un guión que Rhett Reese y Paul Wernick (escritores de la desopilante Bienvenidos a Zombieland) que hacía justicia a Wade Wilson siendo 100% fiel a su esencia, pero por desgracia todos los esfuerzos por parte de Reynolds para sacar adelante tan complicada empresa parecían no dar resultado dejando caer en olvido su ardua batalla. Hasta que llegó Julio de 2014, fecha en el que un bendito y hoy idolatrado desconocido filtró en la red un test footage de la película, con Reynolds dando vida al personaje y rodado por el animador y especialista en efectos especiales Tim Miller, que hizo las delicias de unos fans que más que nunca se lamentaban por lo que todos nos habíamos perdido ante la negativa de la 20th Century Fox (productora propietaria de los derechos cinematográficos del personaje y todos los mutantes de Marvel, entre otros iconos de las viñetas nacidos en la Casa de las Ideas) de sacar adelante el largometraje. Por suerte aquel “vídeo de tanteo” y su director, el ya mencionado Tim Miller, se convirtieron en el acicate el primero y el compañero de fatigas de Reynolds el segundo para dar un fuerte empujón a la producción que por fin llevara las aventuras de Masacre a la pantalla grande de una vez por todas.




El siguiente paso fue la dedicación total de Ryan Reynolds no sólo para crear una de las más efectivas, cachondas, originales y atrevidas campañas publicitarias de los últimos tiempos con spots, teasers, trailers, anuncios para prevenir el cáncer de próstata o mama (recordemos que el personaje sufrió esa enfermedad en el pasado) o fotos promocionales de todo tipo sino para luchar a brazo partido para que la 20th Century Fox diera a la película la califición para adultos (la R americana que sólo permite el visionado de la obra a los menores de edad si van acompañados de adultos, siendo poco habitual en el género superheróico y funcionando de manera irregular en taquilla normalmente como hemos podido ver con Watchmen, Punisher: War Zone o Dredd) con la que adaptar adecuadamente las aventuras y desventuras del asesino a sueldo canadiense. El resultado llegó a los cines de Estados Unidos el día 12 de Febrero en vísperas del día de San Valentín consiguiendo tanto unas críticas magníficas como una brutal taquilla de 135 millones de dólares que superaba todas las expectativas de los implicados en la producción y dejaba en pañales la recaudación de primer fin de semana de otras películas de superhéroes que si tenían una calificación moral que permitía su visionado a menores de edad. Ayer viernes la película llegó a España y un servidor, fan del personaje y seguidor de sus aventuras desde su primera miniserie, pudo verla en la primera sesión del día embutido en su camiseta del personaje y con la ilusión de un niño atrapado en el cuerpo de un hombre de 33 años que tras muchos años de espera por fin iba a ver en pantalla grande la que parecía ser la adaptación de los cómics de Wade Wilson (uno de sus personajes favoritos dentro del arte secuencial) que todos los fans pedíamos a gritos. La experiencia de ver la película de Deadpool se puede resumir en siete únicas palabras: “La espera ha merecido la pena…mucho”.




Deadpool consigue algo que no todas las películas de superhéroes logran y es esto es nada más y nada menos que dejarse imbuir por la mejor etapa del personaje que adapta y del retrato que de este allí se hacía para trasladarlo a la pantalla grande. Básicamente el Deadpool de la película de Tim Miller es el de Joe Kelly, el típo que suelta chascarrillos en sesión continua con los que nos hace carcajearnos hasta lo excesivo y el hombre maltrecho por dentro y por fuera que experimentó en su propio cuerpo los límites de la crueldad humana, el dolor físico y la locura cuando fue utilizado como cobaya en el proyecto Arma X. Miller y sus guionistas buscan el equilibrio narrativo, la armonía del desarrollo argumental por medio de la alternancia del humor desenfrenado y sin filtros de la trama principal con el dramatismo de los hechos que nos son relatados en los flashbacks que exponen a la platea el origen de Deadpool como personaje y la relación amorosa entre Wade Wilson y su novia Vanessa. Para ello eluden la estructura cronológica de las películas que retratan el génesis de los empijamados que las protagonizan y que en ocasiones nos hacen esperar hasta la mitad del metraje para ver al héroe embutido en su uniforme característico. Aquí tenemos a Masacre desde el minuto uno de metraje (esos títulos de créditos donde empiezan las bromas interminables y cuya estructuración haría las delicias del David Fincher de El Club de la Lucha) y los pasajes en los que nos embarcamos en su pasado se van alternando a lo largo del metraje. Esta idea aunque permite la inclusión de más situaciones para desarrollar en las dos tramas paralelas también hace que la cinta peque de cierta arritmia un tanto molesta ya que en ocasiones los flashbacks parece como si ralentizaran la historia principal y a esta le costara tomar forma y ponerse en marcha. Pero también es cierto que esta alaternancia de tonalidades (drama y comedia) sirve para confirmar que tanto los escritores como el director del film han captado al 100% la idiosincrasia de un personaje que es, literalmente, el de las viñetas trasladado al celuloide.




Ese cierto devenir un poco renqueante a la hora de ensamblar las dos tramas de la película es el único fallo que le podemos sacar a Deadpool, porque el resto es una de las mejores películas basadas en cómics de los últimos tiempos. Reynolds, Miller y su séquito lo tienen claro Deadpool debe ser fiel a los cómics y por ello no dejará títere con cabeza, tanto en el sentido literal como el figurado. Sería una tarea imposible tratar de enumerar la cantidad de chistes (cada diez segundos más o menos) que hay en los 106 agradecidos minutos de metraje que dura Deadpool y el uso que de estos hace la trama para que los fans en todo momento veamos al Wade Wilson de papel en pantalla y los espectadores neófitos se enamoren de un antihéroe deslenguado, canalla, brutal y cachondo. Todas las señas de identidad de los cómics están aquí en fila india para el disfrute del personal: La ruptura de la cuarta pared (el protagonista habla directamente con la platea) la metareferencialidad (si el Masacre de las viñetas sabía que estaba en un cómic el del celuloide es consicente de que está protagonizando una película de Hollywood y se jacta de ello) la violencia (bordeando el gore en ocasiones y con coreografías de lucha y persecuciones muy trabajadas) detalles como la afición de Wilson por los juguetes infantiles que acentúan su caracter pueril (el reloj de Hora de Aventuras, la mochila de Hello Kitty) su camaradería socarrona con Comadreja (que aquí a parte de traficante de armas también es el dueño de La Casa Ifernal, rol que en los cómics caía en el pequeño gran Patch) su relación entre lo maternal y el colegueo con Ciega Al y la ingente cantidad de motes que usa para nombrarla o una relación de amor con Vanessa que trata en todo momento de eludir los lugares comunes y el almíbar propio de las parejas cinematográficas made in Hollywood, sirva como ejemplo esa elipsis narrativa por medio de escenas de sexo localizadas en festividades, destacando ese Día de la Mujer que despertó sonoras carcajadas en la sala donde mi acompañante y yo vimos el largometraje.




Como dejamos dilucidar el humor de los cómics está aquí, pero la calificación para adultos del largometraje permite a Rhett Reese y Paul Wernick (a los que habría que sumar unos Reynolds y Miller no acreditados que inyectaron cientos de ideas al argumento) ir más allá y adentrar sus brillantes diálogos en una incorrección política más acentuada haciendo especial hincapié en chistes de índole (pan)sexual o relacionados y sobre todo con el género al que supuestamente se adscribe la cinta. Porque ese es uno de los mejores y más agradecidos alicientes de Deadpool como obra cinematográfica, el reírse en plena cara del cine de superhéroes, pero que nadie piense que lo hace sólo con la competencia (hay palos para Spiderman, las producciones de Marvel Studios, las de Warner que llevan los personajes de DC a imagen real, cebándose en un par de ocasiones con Green Lantern como era de esperar) sino que los primeros perjudicadeos son los mismos X-Men que la 20th Century Fox lleva explotando más de quince años. La presencia de Coloso y Cabeza de Guerra Adolescente Megasónica (personaje creado en las viñetas por los escoceses Grant Morrison y Frank Quitely para la colección Nuevos X-Men) no sólo sirve para que los autores de Deadpool hagan mofa con toda la franquicia mutante y su sobreexplotación sino también para dar a la relación de ambos con el protagonista un tono que recuerda inmediatamente a la colección Deadpool Team-Up en la que Wilson compartía viñetas con todo tipo de personajes de Marvel (vengadores, mutantes, villanos) que en ocasiones eran su antítesis ética y moral. Coñas con el profesor Xavier, la Escuela de Talentos, Lobezno (las bromas internas con Logan y el mismo Hugh Jackman son continuas a lo largo del metraje y varias de ellas son brillantes) o el mismo Coloso que cobra aquí más protagonismo que en ninguna de las otras películas de X-Men en las que ha participado convirtiéndose en un personaje cómico sencillamente entrañable con una Negasonic que no le va a la zaga a la hora de interactuar con Masacre.




Dentro del plano técnico la película es un dechado de aciertos como cinta de acción repleta de pólvora, explosiones, violencia y persecuciones. Tim Miller demuestra oficio a la hora de dar cuerpo a una narración que en la mayor parte de su recorrido presume de un ritmo vertiginoso, tanto que en todo momento evita que nos paremos a pensar que la historia que vertebra el film no deja de ser la típica de vengenza propia del cine de action heroes de la era Regan. Pero como mencionamos Tim Miller conoce lo suficiente los resortes y características del thriller como para que su oficio detrás de las cámaras se convierta en otro de los aciertos de una producción como Deadpool. Curiosamente si la comparamos con otras piezas sobre personajes de cómics como las de Spiderman, Los Vengadores o los Batman de Christopher Nolan la cinta de Miller es casi una producción independiente. Pocas locaclizaciones, bastante uso de especialistas en escenas de riesgo y unos efectos digitales muy dosíficados que sólo se dejan notar en la caracterización de Coloso y de los cuales únicamente se abusa (siempre de manera coherente y adecuada) en la recta final del largometraje con el clímax de la batalla definitiva en la que tampoco podemos decir que haya saturación de actores, centrándose la misma en no más de cinco personajes principales y algún que otro extra para hacer bulto y convertirse en carne de cañón para que nuestro protagonista de buen uso de sus katanas. Si siendo su primer película en imagen real Tim Miller demuestra ser tan competente como director de acción posiblemente en futuros proyectos (y esperemos que Deadpool 2 sea uno de ellos, el tipo se lo ha ganado) pueda sorprendernos con trabajos muy destacables dentro de un género muy explotado por Hollywood pero en el que él ha entrado con mucho acierto.




Ryan Reynolds, él es el verdadero héroe de Deadpool y la persona a la que debemos agradecer que este acontecimiento cinematográfico haya salido adelante gracias a su perseverancia y cariño por el personaje. De la misma manera que en Green Lantern no había manera de encontrar a Hal Jordan detrás de ese antifaz verde animado, el protagonista de Eternal “es Wade Wilson”. Poco importa si lleva puesta la máscara, usa el maquillaje que aparenta la piel deforme del personaje o va con la cara lavada, el actor nacido en Vancouver se introduce hasta lo enfermizo en su personaje y se deja vampirizar por él para regocijo de un espectador que después del recital que ofrece le perdona la mucha morralla de su más bien pobre carrera interpretativa. A Reynolds le da la réplica una atractiva y carismática Morena Baccarin (Firefly, Homeland, V) en el papel de su amada Vanessa, un T.J. Miller que aunque en el plano estético se parece poco al Comadreja de los cómics lo clava, un competente Ed Skrein como Ajax que funciona más como torturador en el proyecto Arma X que como enemigo en el plano físico para el protagonista, una brutal Gina Carano como Angel Dust (enorme su pelea con el mutante de recubierto de acero orgánico) y unos entrañables Coloso (al que dan vida los actores Stefan Kapicic y Andre Tricoteux) y Negasonic con la voz y rostro de una indiferente Brianna Hildebrand de la que es difícil no enamorarse cuando destila una química brutal con el personaje principal que esperemos sea más explotada en las secuelas. Pero un servidor se queda enamorado dentro de los secundarios de una pletórica Leslie Uggams como Ciega Al, un personaje por el que siempre he sentido una especial predilección desde que Joe Kelly la creara para la serie regular del personaje como compañera de piso y esclava y que aquí la actriz de Nurse Jackie borda soberanamente en los pocos minutos que tiene en pantalla. De hecho ella es la protagonista de la escena que más me hizo reír en la película (casi hasta el ahogo) la de la caricia de la mano regenerándose, el momento álgido en cuanto a humor dentro de Deadpool.




Como espectador casual no puedo hablar porque Masacre como personaje de cómic lleva en mi vida desde que tenía 12 años, pero como fan irredento del mercenario bocazas sólo puedo decir a los lectores de sus cómics que vayan de cabeza a su cine más cercano para disfrutar de la adaptación soñada de la creación de Fabian Nicieza y Rob Liefeld (este último con cameo en la película, no sólo Stan Lee iba a lucirse en esta ocasión) que se ha convertido en uno de los personajes más queridos de la historia reciente de Marvel Cómics. Deadpool es por ahora la película pijamera del año, un acontecimiento cinematográfico que con su inesperado éxito (Hollywood casi siempre ha tenido alergia a hacer películas de superhéroes para adultos por miedo a perder espectadores adolescentes potenciales) puede que haya abierto las puertas a un nuevo tipo de cine basado en cómics dirigido a espectadores más maduros (ahí tenemos la noticia que ha saltado esta semana sobre la posibilidad de que la tercera película de Lobezno que está en preproducción y adaptará El Viejo Logan de Mark Millar y Steve McNiven, busque la calificación R para poder incluir la violencia cruda del cómic original) y que permita que el arte secuencial dirigido a lectores adultos pueda ser adaptado a imagen real en toda su cruda fidelidad regenerando un subgénero que aunque todavía revienta taquillas comienza a mostrar síntomas de agotamiento. Sólo nos queda dar las gracias a Ryan Reynolds por hacer un “máximo esfuerzo” por creer durante años en una causa perdida, a Tim Miller por subirse al carro para que la máquina no perdiera ritmo y a Rhett Reese y Paul Wernick por realizar la que posiblemente sea la más fiel traslación de un personaje de cómic al séptimo arte. Ahora sólo queda esperar a esa Deadpool 2 de la que el mismo protagonista da pistas en la doble escena post créditos de la película o esos X-Force a manos de Jeff Waldow (Kick-Ass 2) que algún día esperemos llegue a convertirse en una realidad. Pero por ahora sólo me queda decir: “Chimichangas para todos y que Bea Arthur os bendiga”.

lunes, 22 de febrero de 2016

Terminator: El Imperio de Skynet




Segundo libro editado por los autores de la web cinematográfica Ultramundo, esta vez bajo el sello de la editorial Applehead Team, después del muy recuperable Rob Zombie: Las Siniestras Armonías de la Sordidez escrito por Daniel Rodríguez Sánchez en el que se desgranaba toda la carrera cinematográfica y musical del famoso cantante y realizador estadounidense al que debemos discos de metal industrial como Hellbilly Deluxe o The Sinister Urge o cintas como La Casa de los 1000 Cadáveres, Los Renegados del Diablo o The Lords of Salem. En esta ocasión la saga Terminator ideada originalmente por el canadiense James Cameron con la película homónima de 1984 es la que se desgrana pormenorizádamente en todas sus vertientes, con copiosa información sobre la famosa franquicia de ciencia ficción con la que conoceremos no sólo los cinco largometrajes que han abordado la distopía regida por la inteligencia artirficial Skynet sino centrándose en series de tv, cómics, bandas sonoras, videojuegos, fíguras de coleccionismo e incluso atracciones de parques temáticos que han tenido al personaje interpretado por Arnold Schwarzzennegger como eje central.


Terminator: El Imperio de Skynet esta estructurado de manera casi idéntica a cómo abordan las reseñas en la web Ultramundo. Las famosas MegaCríticas impulsadas por Miguel Díaz González (ideólogo de la web) y que se dividen en distintos apartados (Ficha Técnica/Sinopsis/Introducción/Crítica/¿Cómo se Hizo?/Curiosidades) son las mismas que los autores del libro utilizan para diseccionar cada uno de los productos de ficción relacionados con la creación del director de Abyss. Como es lógico, y siempre después del prólogo a manos del periodista y escritor David G. Panadero, el primer episodio está dedicado a Terminator, la cinta primigenia que dio forma a la saga, contextualizando temporalmente su gestación como proyecto, enumerando las muchas referencias cinematográficas, literarias y hasta del cómic que inspiraron a su creador (que recibió la inestimable ayuda de la que por aquel entonces era su pareja, Gale Anne Hurd, a día de hoy famosa productora de cintas de acción) y realizando una introducción referida a los primeros pasos de la carrera de James Cameron o su relación con la factoría de Roger Corman, desembocando todo en el momento en el que sacó adelante la primera producción que pondría la piedra inicial del microcosmos protagonizado por las máquinas de matar del futuro al que él mismo daría vida cinematográfica.

En el siguiente capítulo se aborda el proceso de creación y posterior estreno de Terminator 2: El Juicia Final, La secuela que James Cameron rodó siete años después de la primera entrega de la saga supuso una revolución dentro del cine de Hollywood debido sobre todo al enorme paso adelante que supuso dentro de la utilización de efectos digitales en superproducciones. Como bien se comenta en este capítulo Terminator 2 era tanto un remake como una secuela del film primigenio, pero jugando con cierta reinversión (y hasta casi perversión, como se afirma en estas páginas que esta vez el héroe tenga la imagen de un motero fuera de la ley propio del cine del oeste y el villano vista un impoluto unfiorme de policía ofreciendo un subtexto harto interesante) de roles, potenciando todas las virtudes de aquel como los efectos de maquillaje del gran Stan Winston, la labor del equipo artístico (una Linda Hamilton pletórica) y hasta el trabajo de James Cameron que jamás ha vuelto a rodar una de sus obras con tanta precisión y potencia. Este episodio confirma a Terminator 2 como un western contemporáneo localizado en un contexto de ciencia ficción y con apuntes que incluso se adentran en la teología. Una obra maestra que debió cerrar la franquicia elevándola a los altares de los que nunca debió bajar. 

Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas llegó tarde y mal once doce años después del estreno de Terminator 2. En el episodio que el libro le dedica se habla (no sin motivo) de un proyecto impersonal e hipertrófico cuyo intento por estar a la altura de su predecesora la convierte en una pieza sobreproducida que se fagocita a sí misma entre intertextualidad mal entendida, apelaciones rastreras a los sentimientos de los seguidores de la saga en un acto desesperado por conectar con ellos y un quiero y no puedo continuo que convierte a esta tercera entrega en el primero proyecto fallido relacionado con la franquicia. Interesante en el making of de este episodio son los datos que se aportan a todo lo que supusieron los problemas de derechos, búsqueda de director una vez Cameron había abandonado el barco (el finalmente elegido fue Jonathan Mostow, realizador de las esrtimables Breakdown o U-571) y actores (recordemos que ni Linda Hamilton ni Edward Furlong repitieron en sus papeles) y preproducción complicada y caótica que como es lógico dio a parir una criatura renqueante y decepcionante.


Mejor se habla de Terminator Salvation en las páginas dedicadas a desgranarla como obra cinematográfica, pero no precisamente para alabarla sino para ponerla sólo unos puntos por delante de Terminator 3: La Rebelión de las Máquinas. En este episodio se aborda uno de los temas más interesantes relacionados con la franquicia Terminator que nace con esta cuarta entrega y es el hecho de corporeizar al John Connor del futuro, al líder rebelde convertido en leyenda. John Connor es casi una entidad inalcanzable, un arquetipo que al tomar forma humana en pantalla (la del actor británico Christian Bale en esta ocasión) pierde gran parte de su iconografía como símbolo de una lucha de proporciones globales. La cinta dirigida por McG tenía el potencial pero caía en enormes fallos como un vano intento de apelar a le retroctoninuidad y dejarse vampirizar por un posmodernismo mal entendido que la convirtió en otro producto deficiente dentro de la franquicia. Como no podía ser menos en el extenso making of se hace mención a la anécdota de Christian Bale con el director de fotografía Shane Hulburt que dio la vuelta al mundo y se convirtió en el hecho más recordado en relación con Terminator Salvation para desgracia de sus creadores.

Cuando Terminator; El Imperio de Skynet salió a la luz Terminator Génesis todavía no había llegado a las carteleras de todo el mundo, pero eso no es óbice para que los autores del libro le dediquen un extenso capítulo para diseccionar gran parte del proceso de preproducción de la cinta. Esta vez eludiendo la estructura antes mencionada que se usa en todos los capítulos del libro y que es propia de las MegaCríticas de la web Ultramundo (Ficha Técnica/Sinopsis/Introducción/Crítica/¿Cómo se Hizo?/Curiosidades) se nos facilita información con respecto a todo el proceso de elaboración de esta secuela/reboot/remake incidiendo en la búsqueda (una vez más) de unos nuevos equipos técnico y artístico, se mencionan datos de los trailers que hasta ese momento habían visto la luz para promocionar el largometraje (sí, aquel que contenía el enorme spoiler también) y se citan las declaraciones en las que James Cameron afirmaba que esta era la verdadera secuela que una saga como la de Terminator merecía. Después del estreno todos vimos que Teminator Génesis era un fracaso desde su misma concepción, una producción inane, despersonalizada y vergonzante que parecía querer dilapidar lo poco que quedaba en pie de la creación de James Cameron, pero de esos hablaremos más adelante en este mismo blog y lo harán en la segunda edición del libro, que más adelante comentaremos brevemente.

Como previamente hemos mencionado Teminator: El Imperio de Skynet abarca toda la ficción relacionada con la creación de James Cameron de modo que el libro no sólo habla de la saga cinematográfica sino que también se adentra en mundos como el del noveno arte, la pequeña pantalla o el del coleccionismo. Si seguimos el orden cronológico de lectura la primera parada la hacemos en Terminator 2 3D: Batalla A Través del Tiempo una atracción de doce minutos de duración para los parques temáticos de la Universal que se trata del único proyecto posterior a Terminator 2: El Juicio Final en el que se vio implicado, no sólo James Cameron, sino también el cuarteto de actores principales de aquella exitosa superporducción de 1991. Con Arnold Schwazenegger, Linda Hamilton, Edward Furlong y Robert Patrick repitiendo sus papeles Teminator 2: 3D se convierte en una pieza de culto de incalculable valor para los fans de Terminator. En su capítulo descubrimos todo el proceso de creación en el que James Cameron, Stan Winston y John Bruno se implicaron para sacar adelante esta atracción que se proyecto en los parques de la Universal durante años.

El capítulo quinto está dedicado a la única incursión en la televisión de la franquicia con Terminator: Las Crónicas de Sarah Connor que emitió la cadena FOX de 2008 a 2009 abarcando dos únicas temporadas que narraban las aventuras de Sarah Connor y su adolescente hijo John. Durante estas páginas se aportan datos sobre las virtudes de una serie que comenzó su andadura con una solidez que iría perdiendo a lo largo de una segunda temporada más holgada y entregada al riesgo. Podemos encontrar varias declaraciones del showrunner de la serie, Josh Friedman, hablando de su creación y de cuales eran sus intenciones con respecto al programa y cómo encajaría en la continuidad y espíritu de la franquicia. Después de una caótica segunda temporada la FOX canceló la producción protagonizada por Lena Heady (Juego de Tronos, Dredd) Thomas Dekker (Pesadilla en Elm Street: El Origen) y Summer Glau (Firefly, Serenity) antes de la llegada de una tercera temporada en la que los guionistas tenían puestas unas esperanzas que finalmente se vieron truncadas dejando la continuidad de las aventuras catódicas de la familia Connor en un limbo del que a día de hoy todavía no ha podido salir y del que extrañamente lo hará.

La lectura de Terminator: El Imperio de Skynet también arroja luz sobre algunos productos que son raras avis como Terminator Salvation: The Machinima Series, una serie de seis episodios realizada con animación digital que sirve como precuela de la película dirigida por McG y protagonizada por Christian Bale y Sam Worthington y como complemento a Terminator  Salvation: The Video Game el videojuego nacido de dicho largometraje. Según los autores del libro se trata de una obra oportunista y mediocre que sólo buscaba aprovechar el tirón de una saga que por aquel entonces (la serie vio la luz en el año 2009) ya llevaba años mostrando graves síntomas de agotamiento. Más interesante es el capítulo En el Corazón de la Máquina: La Música de Terminator centrado en las bandas sonoras de las distintas entregas de la franquicia (algunas de ellas a manos de nombres conocidos como Danny Elfman, Marco Beltrami o Bear McCreary) que toma como piedra angular los dos scores que Brad Fiedel compuso para Terminator 1 y 2 y que se convirtieron en iconos musicales contemporáneos. Tampoco se olvida este apartado de las bandas de rock que compusieron o utilizaron para algunos de los films sus temas como Guns N' Roses (You Could Be Mine) George Thorogood (Bad to the Bone) o Alice in Chaines (Rooster).

El episodio nueve es uno de los más interesantes del libro ya que aborda toda la vida editorial de Terminator dentro del mundo del cómic, El primer contacto de la franquicia con el mundo del noveno arte vino con el sello independiente Now Comics (propiedad de Tony Caputo) pasando años más tarde a Dark Horse donde vieron la luz algunas series míticas como aquella Robocop vs. Teminator escrita pr Frank Miller y dibujada por Walter Simonson que varió en otros crossover como Alien vs Predator vs Terminator o Superman vs. Terminator en colaboración con DC y saltando de editorial en editorial independente (Malibú, Dynamite Entertainment, IDW Publishing). Como no puede ser menos el mundo del videojuego también tiene su espacio en Terminator: El Imperio de Skynet ya que Terminator ha inspirada ingentes cantidades de productos jugables para la Mega Drive de Sega, la Super Nintendo o del género shooter como el que adaptaba Terminator 2: El Juicio Final y que supuso toda una revolución en las salas recreativas de la época.

Miguel Díaz González no sólo es la cabeza pensante detrás de la web Ultramundo, también es el coordinador de todos los libros editados con el sello de la misma y Terminator: El Imperio de Skynet no es una excepción. Él se ocupa también del episodio número once del libro en el que realiza una escueta pero muy interesante entrevista a Randy Falk el presidente de NECA (National Entertainment Collectibles Association) una de las empresas fabricantes de figuras articuladas más importantes a nivel mundial. Miguel conoce a fondo la empresa ya que algunas de las reseñas que realizaba sobre las figuras de NECA para Ultramundo llegaron a oídos del mismo Randy Falk que no dudó en pedirle asesoramiento para mejorar el diseño de algunos de sus productos. Por este motivo la entrevista está realizada por una persona ducha en el tema y que sabe obtener valiosa información del mandamás de NECA con respecto a las figuras de la línea Terminator incidiendo en temas como de cuál de ellas está más orgulloso, el motivo de la ausencia de ciertos personajes de algunos de los films que no han sido reproducidos en la línea y cuáles serán algunas de las novedades que la empresa en el futuro.

Los dos últimos capítulos de Terminator: El Imperio de Skynet (sin contar la lista de episodios de Terminator: Las Crónicas de Sarah Connor y las biografías de los autores del libro que se adjuntan al cierre del mismo) se centran por un lado en la enorme lista de producciones exploit que salieron a rebufo de la primera Terminator (recordemos que cuando el film primigenio vio la luz Italia era una cadena de montaje de cientos de secuelas apócrifas de éxitos internacionales de Hollywood) como Destroyer: Brazo de Acero, Eliminators, variantes femeninas como Alienator o Annihilator, todos subproductos que buscaban sacar partido del éxito de la cinta de James Cameron y por otro en unas completísimas fichas en las que se analizan casi todos los tipos de terminators que han poblado la franquicia en los distintos medios en los que la creación del director de Mentiras Arriesgadas y Avatar hizo acto de presencia.

Con este repaso de todos y cada uno de los capítulos de Teminator: El Imperio de Skynet hemos tratado de destacar una de sus mayores virtudes, la enorme cantidad de información que aporta sobre la franquicia Terminator, de hecho posiblemente sea el libro más completo escrito en español sobre la misma. La estructuración cronológica, el afán por interiorizar en cada uno de los productos (sobre todo los audivoisuales) con la intención de desentrañar hasta el más mínimo detalle de los distintos rodajes o procesos de producción son un verdadero regalo para el fan acérrimo. Nada se escapa al equipo de escritores detrás del proyecto (Adrián Sánchez Esbilla, Iván Suárez Martínez, Ángel García Romero, Pedro José Tena y John Tones) que destilan no sólo unos conocimientos enciclopédicos de todo lo relacionado con la creación de James Cameron, sino también verdadero cariño por dicho universo ficcional. Gracias a la perfecta ejecución de los autores y a la coordinación de Miguel Díaz González la homogeneidad del trabajo es tal que no sabemos cuando acaba la labor de uno de los escritores y empieza la de otro ofreciendo una imagen de todo perfectamente ensamblado que hace ganar enormes enteros a producto.


Aunque pocos fallos se le pueden achachar al trabajo realizado en Terminator: El Imperio de Skynet alguno podemos mencionar, pero ninguno de ellos consigue solapar mínimanente los aciertos del libro, que no son pocos ni exiguos. Por un lado la maquetación es ciertamente mejorable, un vistazo rápido al libro pueda dar la impresión de que los textos están demasiado encorsetados, condicionados por una información valiosa pero que no deja respirar a unas páginas que también se ven perjudicadas por algunas fotografías que aumentan esa sensación de apelotonamiento. Con todo este tipo de maquetación aporta cierto encanto pulp al conjunto de la obra, como si de un fanzine se tratara (recordemos que el origen de la primera Terminator era independiente y casi subsidiario) o de los primeros años de andadura de la revista especializada en cine de terror y fantasía Fangoria. La segunda mácula sería que en ocasiones la mayor virtud del trabajo se convierte en uno de sus talones de Aquiles, la sobreinformación. En algunos momentos la lectura Terminator: El Imperio de Skynet pueda saturar al lector, ya que lanza contra el mismo una cantidad desorbitada de datos sobre el material que está diseccionando y eso en pasajes puntuales pueda causar cierto agotamiento en la lectura, pero en estos casos es mejor pecar por exceso que por defecto.

Terminator: El Imperio de Skynet es una completísima guía que ningún fan de Terminator debe dejar pasar. Los profesionales que le han dado forma son seguidores incondicionales del producto que tan concienzudamente desentrañan y eso se deja notar en todas y cada una de las páginas de un trabajo que trata de abarcar todos los frentes posibles relacionados con Terminator para que nada quede al azar y todas las ramas relacionados con el ocio y el entretemiento que tienen como eje central al personaje interpretado por Arnold Schwarzzennegger se vean cubiertas para saciar el apetito goloso de su horda de fans, Según información de primera mano que me han proporcionado y gracias a las excelentes ventas que la primera edición del libro ha obtenido (agotándose al poco tiempo de ver la luz) una segunda edición está en camino y en ella no sólo se corregirán algunos fallos de estructura o maquetación (de este modo se subsanará uno de los pocos errores que, como hemos mencionado, tiene el libro) sino que se añadirán nuevos datos (sobre todo en lo relacionado con Terminator: Génesis, que tendrá su MegaCrítica correspondiente como el resto de largometrajes abordados en el resto de capítulos) se ampliara la información en la entrevista con Randy Falk y las fichas de los Robots entre otro tipo de información, De esta manera Terminator: El Imperio de Skynet rizará el rizo para erigirse como la guía defnitiva sobre la saga Terminator en nuestro idioma. ¡Hasta la vista, baby!

viernes, 12 de febrero de 2016

Carlitos y Snoopy: La Película de Peanuts



Título Original Peanuts; The Movie (2015)
Director Steve Martino
Guión Craig Schulz, Bryan Schulz y Cornelius Uliano, basado en los personajes de Charles M. Schulz




El 2 de Octubre de 1950 el mundo conoció por primera vez a Charlie Brown y su pandilla, los famosos Peanuts. Nacidos de la pluma del historietista Charles M. Schulz estos peculiares niños se convirtieron bien pronto en la tira cómica más importante de la historia de Estados Unidos copando protagonismo en varios periódicos americanos de tirada nacional. Charlie Brown (conocido en no pocos países hispanoparlantes como Carlitos, algo que sucede también en España), su inseperable perro Snoopy (siempre acompañado del pájaro Woodstock) y su grupo de amigos formado por la gruñona Lucy, la pizpireta Sally (hermana de Charlie), Linus y su sempiterna mantita o el pianista Schoreder entre otros dieron forma semana a semana a un microcosmos en el que Schulz extrapolaba gran parte de su personalidad para el gozo de millones de lectores a nivel mundial que disfrutaron durante 50 años exactos las aventuras de tan entrañables iconos de la viñeta hasta que su autor murió en el año 2000 debido a un cáncer de colón, editándose la última viñeta de las criaturas a las que él había dado vida un día después de su fallecimiento. Como es lógico a parte de proporcionar ingentes cantidades de merchandishing (camisetas, figuras, gorras, videojuegos…) el éxito de Peanuts permitió que los personajes de Schulz dieran el salto de las viñetas al tubo catódico o a la pantalla grande y allí protagonizaron series animadas (El Show de Charlie Brown) especiales televisivos (La Navidad de Charlie Brown) o largometrajes (¡Buen Viaje, Charlie Brown, y No Vuelvas!) que a lo largo de cuarenta años se han convertido en parte de una producción copiosa y longeva.




Reflexionando sobre todo lo que previamente hemos comentado y sabiendo que las aventuras de Charlie Brown y sus amigos siguen más vivas que nunca a pocos debió extrañar que en el año 2012 saltara la noticia de que los Peanuts de Charles M. Schulz iban a debutar en el cine de animación en 3D tan en boga los últimos años gracias a las producciones de Pixar o Dreamworks, entre otras, pero fue la productora designada para realizar el proyecto la que sorprendió a más de un potencial espectador de esta nueva aventura cinematográfica. No es conocida la casa Blue Sky Studios precisamente por su originalidad e inventiva a la hora de dar forma a sus largometrajes animados. Desde hace años la productora vive de explotar la saga Ice Age (que estrenará en el presente 2016 su quinta entrega, Ice Age: Choque de Mundos) algo que está comenzando a hacer también con Río (que cuenta ya con dos entregas) y sólo entregándose ocasionalmente a realizar productos ajenos a estas franquicias como Robots, Epic o Horton. De esta última cinta basada en el cuento de Dr. Seuss toma Carlitos y Snoopy: La Película de Peanuts a su director, Steve Martino, que formando equipo con Graig Schulz y Bryan Schulz (hijo y nieto, respectivamente, de Charles M. Schulz) a los que se suma Cornelius Uliano, curtido en la escritura y dirección de cortometrajes, consiguen una adaptación ejemplar (aunque con algunas máculas que mencionaremos posteriormente) de los personajes en viñetas que desde 1950 llevan enamorando a millones de lectores a lo largo y ancho del planeta.




Tomando como inspiración principal las historias Estás Enamorado, Charlie Brown y varios de los relatos protagonizados por Snoopy con su alter ego el As de la Aviación de la Primera Guerra Mundial Graig y Bryan Schulz ayudados por Cornelius Uliano ponen en bandeja de plata a Steve Martino una aventura de Charlie Brown que respira al 100% la esencia de la obra de Charles Schulz. Todos los protagonistas con sus personalidades bien definidas están aquí, así como las resoluciones formales y señas de identidad (esa niña pelirroja a la que casi nunca vemos claramente el rostro, esos adultos que hablan haciendo un estridente sonido parecido a una trompeta desafinada para acentuar lo poco que tienen que decir en este microcosmos regido por niños) y por último el mensaje de derrotismo y lacónico cariño por parte de su creador que, contrariamente a lo que han afirmado algunos espectadores que han podido ver el film, sí sobrevuela todo el metraje aunque su happy end sea una concesión al cine infantil al que inevitablemente pertenece la obra. Por otro lado y al igual que ha sucedido con otros productos recientes como Astérix y la Residencia de los Dioses de Louis Clichy y Alexandre Astier o la patria Mortadelo y Filemón Contra Jimmy el Cachondo a manos de Javier Fesser la tecnología 3D se supedita no sólo a la historia que el guión de Carlitos y Snoopy: La Película de Peanuts está contando sino a una plasticidad virtuosa cuya principal misión es extrapolar las viñetas a la pantalla con la mayor fidelidad estilística posible para que los fans de los personajes puedan reconocerlos a primera vista en el celuloide. La alta tecnología al servicio de la nostalgia bien entendida.




Como previamente hemos comentado los descendientes de Charles Schulz que se ocupan de la escritura del guión, ayudados por otras dos manos, entienden al dedillo la impronta, el discurso autoral y los conceptos ideados por el creador de Peanuts y saben llevarlos a imágenes. El pesimismo de Carlitos, el dinamismo y la chulería de Snoopy, la ternura de Woodstock, el mal humor de Lucy, la simpatía desatada de Sally, el carisma de Peppermint Patty, todos caracteres que hemos visto en cientos de tiras cómics y decenas de cintas animadas y que aquí hacen acto de presencia por medio de una fidelidad encomiable y un acabado técnico envidiable. También la estructuración del guión merece grandes elogios, pero su naturaleza dual es la que ofrece los mayores fallos que un producto como Carlitos y Snoopy: La Película de Peanuts comete, que aún sin ser de gravedad si empañan en cierta manera un trabajo que podría haberse revelado como más redondo de lo lo que ya lo es, no poco precisamente. Mientras la trama central de la Niña Pelirroja por la que Carlitos bebe los vientos y por cuyo amor correspondido es capaz de cometer actos de torpeza propios de la personalidad del personaje protagonista creado por Charles Schulz (qué bien quedan en pantalla pasajes como lo del comentario de texto de Guerra y Paz, de León Tolstoi o el de las actuaciones en el baile del colegio delante de todo el público) funciona a toda máquina ofreciendo momentos memorables llenos de sorna, simpatía, descreimiento y situaciones 100% Peanuts es la subtrama de la novela que escriben Snoopy y Woodstock sobre el combate aéreo del primero contra el Barón Rojo la que lastra en cierta manera el ritmo de la película. La inclusión de esta trama secundaria es comprensible tanto porque Snoopy posiblemente es el personaje más querido y demandado por los fans de Peanuts (de hecho hay más merchandising con su cara que con la de Charlie Brown) como por el alarde de técnica que suponen los pasajes de batallas de aviación que se marcan el célebre cánido y el afamado piloto alemán de la Primera Guerra Mundial. Pero como afirmamos esta subtrama en cierta manera vampiriza el buen discurrir de la principal y la hace estancarse hasta cierto punto.




Inside Out, El Viaje de Arlo, Minúsculos: El Valle de las Hormigas Perdidas, La Oveja Shaun: La Película, Home, Los Minions o la ya mencionada Astérix y la Residencia de los Dioses son la muestra clara de que el pasado 2015 fue un año sobresaliente para el cine de animación a nivel internacional. Carlitos y Snoopy: La Película de Peanuts se suma a esta hornada de buen celuloide animado en 3D y aunque no es de las más logradas de la cosecha, el nivel está altísimo con sólo mirar las dos entregas que nos ha colado Pixar, sí se revela como lo mejor que le podía pasar a la más famosa creación de Charles M. Schulz a la hora de darse a conocer en pantalla grande a una nueva generación de espectadores que con un poco de suerte, y afán curioso, podrían incluso convertirse en potenciales lectores de las tiras cómicas originales, pero eso ya es soñar demasiado. Por suerte Blue Sky Studios no sólo han cumplido con nota la misión de extrapolar las aventuras de Charlie Brown de un medio a otro, también han conseguido con su última obra la que es sin lugar a dudas la mejor película que han ideado como casa desde que comenzaron a dar forma a su producción propia como creadores de cine animado para toda la familia. Como ya hemos afirmado no podemos hablar de una obra maestra por culpa de esos problemas de ritmo a los que la subtrama aboca al conjunto cinematográfico, pero nos encontramos ante un proyecto con los suficientes aciertos, momentos memorables, pasajes nostálgicos y personajes inolvidables como para que tanto el espectador casual como el fan irredento de las correrías en viñetas de los Peanuts se sientan satisfechos e incluso esperanzados si la productora decide invertir en una nueva franquicia de largometrajes protagonizados por Carlitos, Snoopy y sus amigos para que la obra de Schulz siga estando tan viva como siempre, cincuenta años después de debutar en papel para enamorar a millones de niños grandes que ya los consideran una parte importante de sus propias vidas.