Título Original Rocketman (2019)
Director Dexter Fletcher
Guión Lee Hall
Reparto Taron Egerton, Jamie Bell, Richard Madden, Bryce Dallas Howard, Steven Mackintosh, Gemma Jones, Tom Bennett, Kit Connor, Stephen Graham, Matthew Illesley, Ophelia Lovibond, Charlotte Sharland, Layton Williams, Bern Collaco, Ziad Abaza, Jamie Bacon, Kamil Lemieszewski, Israel Ruiz, Graham Fletcher-Cook
Pudiera parecer que el descomunal éxito comercial de Bohemian Rhapsody iba a ser la punta de lanza de una nueva oleada de biopics musicales y de hecho posiblemente así lo sea, aunque todavía es pronto para evaluarlo. Porque esta Rocketman estrenada hace unas semanas en carteleras de todo el mundo es un proyecto desarrollado casi de manera paralela al largometraje centrado en la historia de la banda británica Queen en general y la vida de su vocalista, Freddie Mercury, en general. De hecho ambas obras comparten director, Dexter Fletcher, aunque como recordamos este no fue el principal responsable detrás de las cámaras del film protagonizado por un enorme Rami Malek, sino que ejerció de sustituto de Bryan Singer cuando este comenzó a ausentarse continuada e injustificadamente del set de rodaje y fue despedido por 20th Century Fox.
Cuenta la leyenda, aunque no sé si tienen validez dichas declaraciones por la nula vinculación entre las productoras de ambos largometrajes, que encargarse del rodaje de Bohemian Rhapsody una vez Bryan Singer fue despedido del mismo fue el trámite que Dexter Fletcher tuvo que aceptar para poder ponerse al frente de Rocketman. Más allá de si esto es cierto o no sería la relación entre el cineasta Matthew Vaughn y Elton John, recordemos su mítica aparición en Kingsman: El Círculo Dorado, la que permitiera poner en funcionamiento el presente biopic de cuya financiación se ocuparía, en gran parte, Marv, la productora propiedad del cineasta de X-Men: Primera Generación que aunaría fuerzas con Rocket Pictures, la creada por el mismo cantante y con la que ya ha diseñado films, algunos films infantiles como Gnomeo y Julieta o su secuela, Sherlock Gnomes
Ya en sus cinco primeros minutos Rocketman se convierte en una declaración de principios por parte del biografiado y principal responsable del film. El Elton John de Taron Egerton aparece ataviado de diablo en una terapia de grupo y confiesa ser adicto al alcohol, la cocaína, el sexo y las compras compulsivas, entre otros vicios. Por suerte esa será la tónica habitual de la obra, convertida en un biopic alejado de los convencionalismos de la vertiente más blanda y amable del subgénero y abrazando el riesgo, argumental y conceptual, con la intención de crear un retrato realista y cercano de las glorias, pero sobre todo las miserias, de aquel apocado y talentoso niño llamado Reginald Kenneth Dwight que eligió convertirse en Elton Hercules John, una de las estrellas más grandes de la historia del rock.
Rocketman ejecuta una virtuosa amalgama de géneros y estilos. Por un lado es un biopic, pero también un musical y si bien es cierto que contiene un notable poso dramático no elude los pasajes cómicos, en ocasiones bordeando la carcajada. De manera que mientras conocemos la vida de Elton John desde su niñez las actuaciones musicales interpretadas a lo largo del film son la excusa perfecta para introducir coreografías, rupturas puntuales de la cuarta pared y una amalgama magistral entre música extradiegética y diegética para disfrute de un espectador que en ocasiones no da crédito a lo visto en pantalla. Sirva como ejemplo el ipresionante falso plano secuencia, con elipsis temporal incluida, durante la interpretación de Saturday Night's Alright entre el bar y la feria local. Desde ya mi pasaje cinematográfico favorito de lo que llevamos de 2019.
Elton John ejecuta una cura de humildad revelándose a la vez como expiación de sus demonios interiores. El intérprete de Candle in the Wind o Blessed parece no haber puesto barreras a la labor de Dexter Fletcher y su guionista, Lee Hall, y de la misma manera que la historia no se recrea en ningún momento en su sobrado talento y virtuosismo para la ejecución o composición musical, descubierta y desarrollada desde su niñez sin pompa o glorificación alguna en pantalla, no tiene miedo a mostrar sus carencias profesionales; como su incapacidad de escribir buenas letras necesitando la ayuda de su inseparable amigo, Bernie Taupin, para encargarse de dicha tarea. Tampoco sus complejos físicos, como su alopecia o sobrepeso, se eluden de cara a un espectador mostrándose así a una versión más veraz, cercana y humana del artista británico.
Sus problemas con los excesos y adicciones, su famoso mal carácter desembocante en una irascibilidad volcada, injustamente, en sus colaboradores o su megalomanía una vez tocó el cielo como icono de la música comercial ofrecen una visión poliédrica de un hombre tímido y acomplejado que encontró en la extravagancia y el subirse en un escenario una vía de escape a una existencia deprimente, gris, mortecina. Pero también se extrapolan con verdadera pasión y cariño esos momentos icónicos en la carrera de John como la primera actuación en Estados Unidos con todo el público, y el mismo protagonista, levitando al son de Crocodile Rock en la sala Trobadour o se ejecutan con apuntes mágicos interpretaciones como las de Tiny Dancer durante la fiesta en casa de Mama Cash, toda la familia Dwight interpretando I Want Love o el mismo Elton improvisando Your Song al piano para asombro de su madre y abuela.
Si en Bohemian Rhapsody Dexter Fletcher sólo pudo terminar lo que Bryan Singr había dejado a medias convirtiéndose en un realizador de apoyo ni siquiera acreditado en Rocketman ha podido desplegar todo su poderío estilístico y visual sin que nadie le parara los pies o le pusiera barreras. El Elton John que se retrata en Rocketman es el que más se entregó a la extravagancia, el exceso e incluso lo hortera y la cámara del cineasta lo extrapola de manera fidedigna a la pantalla. El director de Eddie el Águila saca oro de pasajes impresionantes como el falso travelling lateral durante Pinball Wizard, la interpretación submarina de Rocketman, la orgiástica coreografía acompañada por Bettie and the Jets o la fidedigna recreación del videoclip I'm Still Standing. Todo aderezado con referencias que van desde el Ken Russell de Tommy al Brian de Palma de El Fantasma del Paraíso haciendo el resto para que la puesta en escena del film se antoje superlativa.
Taron Egerton podía parecer una elección arriesgada por el escaso, más bien nulo, parecido físico de Elton John, su juventud o lo alejados que se encuentran los papeles que hasta ahora ha interpretado, principalmente en cintas de acción y aventuras, del asignado a su persona en Rocketman. Pero el resultado de su caracterización se revela mastodóntico, porque más allá de emular a la persona real estudiando su lenguaje gestual o modulación de voz lo que hace grande su labor es el creerse en todo momento su personaje. De esta manera el protagonista de Robin Hood o Kinsgman despliega todo su talento artístico entregándose a la causa de los responsables del film ejecutando un trabajo para el recuerdo y, en mi opinión personal e intransferible, muy superior al, ya de por sí brillante, de Rami Malek en Bohemian Rhapsody. Sin obviar que interpreta todas las canciones del film imitando magistralmente el timbre de Elton John, aunque quedando lejos de este en lo que a potencia vocal se refiere.
Por último y ya que hemos vuelto al biopic de Freddie Mercury, me apena que un fan hasta la médula de Queen como yo no haya podido encontrar en la ya citada Bohemian Rhapsody lo que sí me ha ofrecido en grandes cantidades Rocketman. Sinceridad, dureza, exceso, humanidad, explicitud en cuanto a la vida amorosa y sexual del protagonista y una enorme paleta de claroscuros a la hora de retratar al homenajeado. Mientras el largometraje de 2018 se revela un biopic casi prototípico,tímido a la hora de abordar sus pasajes más controvertidos y procedimental desde un punto de vista audiovisual, transitando todos los lugares comunes del subgénero encontrando la complicidad de un público que se arrojó en masa a verla en cines, Rocketman ha conseguido una recaudación mucho más humilde siendo un proyecto mucho más valiente, arriesgado, incómodo, átipico y, sobre todo, de mucha mayor calidad en todos sus aspectos.
Ahora que el 2019 llega a su ecuador puedo considerar Rocketman mi película favorita del año. Porque más allá de las cuentas pendientes que Elton John rinde con su pasado, su familia y su carrera lo que aquí encontramos es un elogio al amor, la diferencia, la genialidad y la pasión por la música. Desde ya el último trabajo detrás de las cámaras del multifacético Dexter Fletcher entra en mi lista personal de biopics favoritos junto a joyas como Bird (Clint Eastwood, 1988), The Doors (Oliver Stone, 1992), Toro Salvaje (Martin Scorsese, 1980), Amadeus (Milos Forman, 1984) y otro puñado más de este tipo de celuloide capaz de comprender que para retratar con fidelidad, respeto y profundidad la vida de una celebridad se debe mostrar tanto lo oscuro como luminoso que hay en ella. Las virtudes y miserias indivisibles a cualquier ser humano que haya habitado o habite esta tierra en algún instante olvidado, o no, en el pasillo del tiempo.