Título Original: Suspiria (1977)
Director: Dario Argento
Guión: Daria Nicolodi & Dario Argento basado en la novela de Thomas de Quincey
Actores: Jessica Harper, Stefania Casini, Flavio Bucci, Udo Kier, Miguel Bosé, Rudolf Schündler, Joan Bennett, Alida Valli
Tras la trilogía de las animales formada por El Pájaro de las Plumas de Cristal, El Gato de las 9 Colas y Cuatro Moscas Sobre Terciopelo Gris Dario Argento nos ofreció la que para muchos es su mejor obra y la cumbre del subgénero italiano llamado giallo, Rojo Oscuro (Profondo Rosso/Deep Red). Tras ella decidió salirse un poco por la tanjente y por primer vez, aunque no última, rodó un tipo de film más ceñido a los cánones del cine de terror clásico, pero con un tono vanguardista novedoso para la época y con ello dirigió una obra algo más alejada de la clase de largometraje al que venía dando forma hasta entonces, aunque con muchas de sus constantes todavía patentes. El resultado fue Suspiria, una de sus mejores trabajos y un clásico contemporáneo del cine de terror.
Suspiria se estrenó en 1977 y supone, aunque no todo el mundo lo sabe y en los créditos del film no hay constancia de ello, una adaptación de la novela Suspira de Profundis del escritor británico Thomas de Quincey, con guión del propio Argento y su pareja Daria Nicolodi, también actriz fetiche del director. En su momento causó un considerable revuelo en Italia y a día de hoy es considerada una pieza clave dentro del celuloide del fantaterror europeo. Por parte de Dario Argento upuso un soplo de aire fresco dentro de un tipo de cine que empezaba a tomar un estilo malsano con un uso más explícito de la violencia, renovando los parámetros establecidos por las obras clásicas del género desde los años 30 y culminando el discurso al que comenzó a dar forma su amigo, compañero y maestro, Mario Bava.
Aunque seguramente ni el mismo Dario Argento lo sabía por aquel entonces, Suspiria supondría la primera entrega de una trilogía titulada Las Tres Madres. Saga formada por la cinta que nos ocupa, por la inferior pero aún así de resultado mayúsculo Inferno (1980) y por esa desfachatez de reciente factura llamada Mother of Tears, que empaña todo el tríptico cerrándolo de manera paupérrima, obra que ya comenté hace un tiempo por estos lares. Las tres madres serían llamadas Mater Suspiriarum, Mater Tenebrarum y Mater Lacrimarum, a cada una de ellas les dedica el italiano una película y como es lógico no voy a descifrar ni la identidad las señoras, ni a qué se dedicaban para no estropear a los potenciales espectadores tanto la cinta que aquí comento como la trilogía en sí.
Suspiria es la quintaesencia del triunfo de la forma sobre el fondo, del esteticismo sobre el argumento. Dario Argento echa mano de todos los resortes visuales y de realización de los que es capaz de hacer gala, para, en realidad, tapar con sus virtudes estilísticas las carencias de una narración sustentada en un no muy elaborado guión (chica americana que llega a una escuela de ballet en Friburgo, en la que se producen desde su llegada los asesinatos de algunas de las internas, y que parece esconder un antiquísimo y peligroso secreto detrás de sus paredes) que sólo sirve de excusa para que el creador de Phenomena experimente al máximo tanto con la puesta en escena de su atípico y efectivo proyecto cinematográfico, como con el punto de vista técnico y artístico de sus capacidades como director de género.
Dario Argento hace un uso magistral no sólo de las angulaciones o los movimientos de cámara con imaginativa destreza, también aprovecha al máximo la iluminación, con un abusivo pero acertado uso cromático de colores puros, el rojo y el azul concretamente, para dar una sensación onírica de asfixia y claustrofobia casi ensoñadora, creando una atmósfera que transita incluso mundos literarios como los de Poe o Lovecraft, pero con una personalidad propia, en el aspecto estético al menos, sólo vista en algunos productos de su compatriota, el ya citado Mario Bava. También acierta de pleno con el uso que realiza de la banda sonora estridente, caótica e histérica del grupo de rock italiano Goblin, que transmite una desoncertante sensación de desasosiego al espectador compactando más si cabe el conjunto de la obra cinematográfica.
En lo concerniente al reparto es de recibo mencionar a la americana Jessica Harper entregada totalmente a la causa del director romano, destacando notablemente por encima del resto de alumnas de la escuela de danza que no dejan de ser carne de cañón para ser asesinadas de la manera más brutal y explícita posible, sirva de ejemplo el primer homicidio que aún a día de hoy se antoja desagradable para depende qué tipo de paladares. Dentro de los secundarios podemos destacar a dos veteranas como Joan Bennet y Alida Valli, que dan vida con su veteranía y buen hacer a dos de los personajes más inquietantes del largometraje. También reconocemos los rostros del alemán Udo Kier en un papel breve, pero de capital importancia para el desarrollo de acontecimientos que devienen en el film, y un jovencísimo Miguel Bosé embutido en mallas en una de sus escasas apariciones cinematográficas.
Suspiria es un clásico moderno dentro del cine de terror. Un producto que en ocasiones roza la pura genialidad gracias a un Dario Argento que al diseñarala se encontraba en el máximo apogeo de sus dotes como narrador de ficción. Hablamos de na maravilla de factura artesanal, matiz genuinamente perverso y pasajes de tensión y violencia explícita que transitan caminos poco explorados en la época de su estreno y gracias a ello fue revolucionaria en varios aspectos. Tanto el sencillo argumento como el reparto de intérpretes, en los que ya hemos reparado, realmente son complementarios, una excusa para que el director de Non Ho Sonno teja por medio de una pericia autoral en todo su esplendor un aterrador e inolvidable cuento envenenado que si no fuera por Narciso Ibáñez Serrador y su inmensa La Residencia, no tendría apenas referentes, puros al menos, dentro del cine de género que la precedió.
Suspiria se estrenó en 1977 y supone, aunque no todo el mundo lo sabe y en los créditos del film no hay constancia de ello, una adaptación de la novela Suspira de Profundis del escritor británico Thomas de Quincey, con guión del propio Argento y su pareja Daria Nicolodi, también actriz fetiche del director. En su momento causó un considerable revuelo en Italia y a día de hoy es considerada una pieza clave dentro del celuloide del fantaterror europeo. Por parte de Dario Argento upuso un soplo de aire fresco dentro de un tipo de cine que empezaba a tomar un estilo malsano con un uso más explícito de la violencia, renovando los parámetros establecidos por las obras clásicas del género desde los años 30 y culminando el discurso al que comenzó a dar forma su amigo, compañero y maestro, Mario Bava.
Aunque seguramente ni el mismo Dario Argento lo sabía por aquel entonces, Suspiria supondría la primera entrega de una trilogía titulada Las Tres Madres. Saga formada por la cinta que nos ocupa, por la inferior pero aún así de resultado mayúsculo Inferno (1980) y por esa desfachatez de reciente factura llamada Mother of Tears, que empaña todo el tríptico cerrándolo de manera paupérrima, obra que ya comenté hace un tiempo por estos lares. Las tres madres serían llamadas Mater Suspiriarum, Mater Tenebrarum y Mater Lacrimarum, a cada una de ellas les dedica el italiano una película y como es lógico no voy a descifrar ni la identidad las señoras, ni a qué se dedicaban para no estropear a los potenciales espectadores tanto la cinta que aquí comento como la trilogía en sí.
Suspiria es la quintaesencia del triunfo de la forma sobre el fondo, del esteticismo sobre el argumento. Dario Argento echa mano de todos los resortes visuales y de realización de los que es capaz de hacer gala, para, en realidad, tapar con sus virtudes estilísticas las carencias de una narración sustentada en un no muy elaborado guión (chica americana que llega a una escuela de ballet en Friburgo, en la que se producen desde su llegada los asesinatos de algunas de las internas, y que parece esconder un antiquísimo y peligroso secreto detrás de sus paredes) que sólo sirve de excusa para que el creador de Phenomena experimente al máximo tanto con la puesta en escena de su atípico y efectivo proyecto cinematográfico, como con el punto de vista técnico y artístico de sus capacidades como director de género.
Dario Argento hace un uso magistral no sólo de las angulaciones o los movimientos de cámara con imaginativa destreza, también aprovecha al máximo la iluminación, con un abusivo pero acertado uso cromático de colores puros, el rojo y el azul concretamente, para dar una sensación onírica de asfixia y claustrofobia casi ensoñadora, creando una atmósfera que transita incluso mundos literarios como los de Poe o Lovecraft, pero con una personalidad propia, en el aspecto estético al menos, sólo vista en algunos productos de su compatriota, el ya citado Mario Bava. También acierta de pleno con el uso que realiza de la banda sonora estridente, caótica e histérica del grupo de rock italiano Goblin, que transmite una desoncertante sensación de desasosiego al espectador compactando más si cabe el conjunto de la obra cinematográfica.
En lo concerniente al reparto es de recibo mencionar a la americana Jessica Harper entregada totalmente a la causa del director romano, destacando notablemente por encima del resto de alumnas de la escuela de danza que no dejan de ser carne de cañón para ser asesinadas de la manera más brutal y explícita posible, sirva de ejemplo el primer homicidio que aún a día de hoy se antoja desagradable para depende qué tipo de paladares. Dentro de los secundarios podemos destacar a dos veteranas como Joan Bennet y Alida Valli, que dan vida con su veteranía y buen hacer a dos de los personajes más inquietantes del largometraje. También reconocemos los rostros del alemán Udo Kier en un papel breve, pero de capital importancia para el desarrollo de acontecimientos que devienen en el film, y un jovencísimo Miguel Bosé embutido en mallas en una de sus escasas apariciones cinematográficas.
Suspiria es un clásico moderno dentro del cine de terror. Un producto que en ocasiones roza la pura genialidad gracias a un Dario Argento que al diseñarala se encontraba en el máximo apogeo de sus dotes como narrador de ficción. Hablamos de na maravilla de factura artesanal, matiz genuinamente perverso y pasajes de tensión y violencia explícita que transitan caminos poco explorados en la época de su estreno y gracias a ello fue revolucionaria en varios aspectos. Tanto el sencillo argumento como el reparto de intérpretes, en los que ya hemos reparado, realmente son complementarios, una excusa para que el director de Non Ho Sonno teja por medio de una pericia autoral en todo su esplendor un aterrador e inolvidable cuento envenenado que si no fuera por Narciso Ibáñez Serrador y su inmensa La Residencia, no tendría apenas referentes, puros al menos, dentro del cine de género que la precedió.
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