Título Original: El Cebo/Es Geschah Am Hellichten Tag (1958)
Director: Ladislao Vajda
Guión: Hans Jacoby, Ladislao Vajda y Friederich Dürremant basado en la novela de éste último
Actores: Heinz Rühmann, Sigfrit Steiner, Gert Fröbe, Siegfried Lowitz, Michel Simon, Heinrich Gretler
Ladislao Vajda fue un director húngaro que se asentó en España. Una vez aquí dio forma a una, prolífica y en ocasiones destacable obra cinematográfica dentro de nuestras fronteras. De los films que realizó es de recibo destacar el que más fama le dio y que acabó convirtiéndose en un clásico de nuestro cine, Marcelino, Pan y Vino, largometraje extremadamente coyuntural de corte religioso protagonizado por el entrañable Pablito Calvo en 1955. Tres años después de este rotundo éxito, Vajda rodó una co producción entre España, Alemania y Suiza titulada El Cebo (Es Geschah Am Hellichten Tag en el alemán original en el que fue rodada la película) que adaptaba el libro La Promesa del escritor Friederich Dürremant.
El Cebo es una de las obras más injustamente olvidadas de nuestra cinematografía. Ladislao Vajda consigue posiblemente el trabajo más sólido, maduro e incisivo de toda su carrera cinematográfica. Es Geschah Am Hellichten Tag trata un tema que si aún hoy es incómodo de tratar, no quiero ni pensar cuánto de tabú tendría en 1958. Las agresiones físicas dirigidas a menores de edad y de manera más solapada, pero siempre presente como una amenazadora sombra, la pedofilia, latente en la historia pero nunca abordada de manera explícita.
La historia sobre un policía que en el día de su jubilación recibe el cometido de investigar el caso de una niña asesinada, encontrada por un vendedor ambulante que es tomado inmediatamente y bajo cierta coacción por parte de las fuerzas de la ley como el principal sospechoso del crimen es tensada como un hilo gracias al mesurado control que ejerce el guión (co escrito por el autor de la novela en la que se basa) sobre la narrativa y a la exquisita y acertada dirección de Vajda, que se mueve entro lo elegante y lo escabroso con asombrosa naturalidad y destreza, pero nunca adentrándose en terrenos sensacionalistas o morbosos.
Es casi imposible que el espectador avispado al ver El Cebo no piense en el clásico del cine alemán M, el Vampiro de Düseldorf. Esta afirmación por mi parte no es ninguna arbitrariedad, ya que Vajda inyecta a su oscuro thriller dramático una estética y un tipo de narración que recuerda a la impronta que Fritz Lang depositó en aquella obra maestra seminal adelantada a su época y protagonizada por un inolvidable Peter Lorre. Por no mencionar que la temática central sobre los asesinatos relacionados con niños (y más sutilmente la posible existencia de actos relacionados con la pederastia) está presente en ambos largometrajes.
También es conveniente recordar que en el año 2001 el actor Sean Penn en su faceta de realizador dirigió otra adaptación, (me consta que hay otra más incluso, pero la desconozco) de la novela de Dürremant. Titulada El Juramento (The Pledge), la tercera película del protagonista de Mystic River detrás de las cámaras era un soberbio thriller sustentado en la magnífica interpretación de un contenido y memorable Jack Nicholson con las espaldas cubiertas por un buen reparto de secundarios y un guión escrito a cuatro manos por Jerzy y Mary Olsen Kromolowski lleno de momentos dramáticos bastante remarcables.
La visión que dio Penn es muy distinta a la planteada por Vajda en la cinta que nos ocupa, ya que el guión de esta versión incidía más en psicología obsesiva del policía protagonista logrando con ello un veraz y aterrador retrato sobre el paso de los años y la vejez. También el final de esta producción es bastante más desesperanzador y nihilista que el de la rodada en 1958. Lo único que fallaba en El Juramento era mismamente la dirección de Sean Penn, que pecaba de artificiosa y efectista en algunos pasajes que debían transmitir cierto tono naturalista que no se conseguía.
El aterrador miedo a la posibilidad de que un desconocido corrompa la inocencia de nuestros hermanos e hijos es el tema principal que un excelente proyecto tan memorable como El Cebo aborda con acerada pero humana veracidad. Vajda y Dürremant nos relatan un sombrío cuento de hadas con sus ogros, sus princesas en apuros y sus caballeros andantes (Charles Laughton lo hizo antes con La Noche del Cazador y Guillermo del Toro lo hará años después con El Laberinto del Fauno, sin olvidarnos de gran parte del grueso de la obra de Terry Gilliam) en el que hay cabida incluso para la luminosidad en ese final casi ensoñador en el que esa marioneta agarrada por una mano ensangrentada nos deja entrever que algo tan inmaculado como la pureza de la infancia puede ser corrompida por el complicado, egoísta y a veces absurdo mundo de la adultez.
El Cebo es una de las obras más injustamente olvidadas de nuestra cinematografía. Ladislao Vajda consigue posiblemente el trabajo más sólido, maduro e incisivo de toda su carrera cinematográfica. Es Geschah Am Hellichten Tag trata un tema que si aún hoy es incómodo de tratar, no quiero ni pensar cuánto de tabú tendría en 1958. Las agresiones físicas dirigidas a menores de edad y de manera más solapada, pero siempre presente como una amenazadora sombra, la pedofilia, latente en la historia pero nunca abordada de manera explícita.
La historia sobre un policía que en el día de su jubilación recibe el cometido de investigar el caso de una niña asesinada, encontrada por un vendedor ambulante que es tomado inmediatamente y bajo cierta coacción por parte de las fuerzas de la ley como el principal sospechoso del crimen es tensada como un hilo gracias al mesurado control que ejerce el guión (co escrito por el autor de la novela en la que se basa) sobre la narrativa y a la exquisita y acertada dirección de Vajda, que se mueve entro lo elegante y lo escabroso con asombrosa naturalidad y destreza, pero nunca adentrándose en terrenos sensacionalistas o morbosos.
Es casi imposible que el espectador avispado al ver El Cebo no piense en el clásico del cine alemán M, el Vampiro de Düseldorf. Esta afirmación por mi parte no es ninguna arbitrariedad, ya que Vajda inyecta a su oscuro thriller dramático una estética y un tipo de narración que recuerda a la impronta que Fritz Lang depositó en aquella obra maestra seminal adelantada a su época y protagonizada por un inolvidable Peter Lorre. Por no mencionar que la temática central sobre los asesinatos relacionados con niños (y más sutilmente la posible existencia de actos relacionados con la pederastia) está presente en ambos largometrajes.
También es conveniente recordar que en el año 2001 el actor Sean Penn en su faceta de realizador dirigió otra adaptación, (me consta que hay otra más incluso, pero la desconozco) de la novela de Dürremant. Titulada El Juramento (The Pledge), la tercera película del protagonista de Mystic River detrás de las cámaras era un soberbio thriller sustentado en la magnífica interpretación de un contenido y memorable Jack Nicholson con las espaldas cubiertas por un buen reparto de secundarios y un guión escrito a cuatro manos por Jerzy y Mary Olsen Kromolowski lleno de momentos dramáticos bastante remarcables.
La visión que dio Penn es muy distinta a la planteada por Vajda en la cinta que nos ocupa, ya que el guión de esta versión incidía más en psicología obsesiva del policía protagonista logrando con ello un veraz y aterrador retrato sobre el paso de los años y la vejez. También el final de esta producción es bastante más desesperanzador y nihilista que el de la rodada en 1958. Lo único que fallaba en El Juramento era mismamente la dirección de Sean Penn, que pecaba de artificiosa y efectista en algunos pasajes que debían transmitir cierto tono naturalista que no se conseguía.
El aterrador miedo a la posibilidad de que un desconocido corrompa la inocencia de nuestros hermanos e hijos es el tema principal que un excelente proyecto tan memorable como El Cebo aborda con acerada pero humana veracidad. Vajda y Dürremant nos relatan un sombrío cuento de hadas con sus ogros, sus princesas en apuros y sus caballeros andantes (Charles Laughton lo hizo antes con La Noche del Cazador y Guillermo del Toro lo hará años después con El Laberinto del Fauno, sin olvidarnos de gran parte del grueso de la obra de Terry Gilliam) en el que hay cabida incluso para la luminosidad en ese final casi ensoñador en el que esa marioneta agarrada por una mano ensangrentada nos deja entrever que algo tan inmaculado como la pureza de la infancia puede ser corrompida por el complicado, egoísta y a veces absurdo mundo de la adultez.
Una película excepcional. Muy recomendable igualmente la novela de Dürremant, más descarnada, más obsesiva. En lo que no estoy de acuerdo es en lo de "Marcelino...", es, efectivamente un film coyuntural, pero al mismo tiempo es una película que supera su origen de cine de estampitas gracias a la sensibilidad de Vajda, tanto en la puesta en escena como en la dirección de actores. Con Pablito Calvo (sin duda el menos repelente de los niños prodigio del cine español)realizó dos películas más, "Un ángel pasó por Brooklyn" junto a Peter Ustinov y otra que hay que reivindicar como la obra maestra del neorrealismo español posible: "Mi tío Jacinto". Un cinta emocionante, sincera y estremecedora, sin nada que envidiar a trabajos de mayor difusión y prestigio, tanto nacionales como internacionales.
ResponderEliminarOjo, no digo que Marcelino, Pan y Vino sea la típica película religiosa, de ahí que remarque lo de coyuntural, ya que es un film que hay que valorar como una obra hija de su tiempo y que de manera injusta mucha gente juzga de manera pueril y arbitraria. El buen trabajo de Vajda y la inolvidable sonrisa de un gran Pablito Calvo son remarcables, así como las escenas relacionadas con el Cristo crucificado llevadas con mucha delicadeza y una elegancia casi estraterrenal, aunque yo no sea muy amigo de las temáticas religiosas. Vamos, que no tengo nada en contra de la película, si he dado a entender eso no era mi intención.
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