lunes, 31 de mayo de 2021

Trangresión Continua Express 2021 - Abril

Godzilla vs. Kong (Adam Wingard, 2021) - Kaiju eiga hipermusculado hasta la vigorexia e hijo tanto del cine de la Toho como de la literatura de Robert Louis Stevenson o Julio Verne. La delirante orgía audiovisual que necesitábamos para reactivar las sufridas salas cinematográficas.


Mortal Kombat (Simon McQuoid, 2021) - Mitad direct to video con anabolizantes, mitad festival del cosplay, se antoja inconcebible que la adaptación de un videojuego repleto de peleas, sangre y vísceras resulte tan rotundamente aburrida. Hace buena la versión de 1995.


De Amor y Monstruos (Michael Matthews, 2020) - Hibridación entre cine postapocalíptico y monster movie cuyo resultado pareciera una versión de I Am Legend escrita por Terry Pratchett. Delirante fantasía para toda la familia con personajes encantadores y un CGI de brillante ejecución


Espontánea (Brian Duffield, 2020) - A partir de la novela de Aaron Starmer el debutante Brian Duffield diseña una original tragicomedia romántica repleta de hemoglobina y alienación con unos Charlie Plummer y Katherine Langford entrañables como la "explosiva" pareja protagonista


Judas y el Mesías Negro (Shaka King, 2021) - Recreación de los hechos que relacionaron en 1969 a Fred Hampton, líder de los Panteras Negras, con William O'Neal, informante del FBI. Cine militante y necesario, con imponente dúo protagonista, pero necesitado de más personalidad.


La Madre del Blues (George C. Wolfe, 2020) - De ritmo moroso y personajes antipáticos ni unos esforzados Chadwick Boseman y Viola Davis consiguen alejar Ma Rainey's Black Bottom de la desidia y el trazo grueso. La más endeble de las candidatas a los Oscars de este año.


Don Jon (Joseph Gordon-Levitt, 2013) - Con su ópera prima Joseph Gordon-Levitt reflexiona sobre las relaciones de pareja, la masculinidad tóxica o la deshumanización sexual mediante la pornografía. En el proceso destila talento para la puesta en escena y la dirección de actores.


Rocco (Thierry Demaizière, Alban Teurlai, 2016) - Bajo el descarado lavado de cara que supone esta pretenciosa y sesgada hagiografía subyace un escalofriante retrato sobre la extrema cosificación y degradación de la mujer en la industria del cine pornográfico.


Akelarre (Pablo Agüero, 2020) - Preciosista alegoría en euskera sobre la represión histórica hacia unas mujeres entregadas a las raíces de lo que fueron, la sororidad de lo que son y el símbolo de libertad que llegarán a ser. Porque no hay mayor calor que el fuego de un beso.


Héroes: Silencio y Rock And Roll (Alexis Morante, 2021) - A pesar de su estructura rudimentaria, el testimonio de primera mano por parte de la banda y la inclusión de profuso material audiovisual inédito lo convierten en un documental indispensable para los fans de Héroes del Silencio.


miércoles, 26 de mayo de 2021

Excalibur, O fortuna, Velut luna, Statu variabilis, Semper crescis



Título Originales Excalibur (1981)
Director John Boorman
Guion Rospo Pallenberg, John Boorman
Reparto Nicol Williamson, Nigel Terry, Cherie Lunghi, Nicholas Clay, Helen Mirren, Paul Geoffrey, Gabriel Byrne, Robert Addie, Liam Neeson, Patrick Stewart, Clive Swift, Niall O’Brien, Corin Redgrave, Keith Buckley, Charley Boorman, Ciarán Hinds




Nada mejor que aprovechar este día que vamos a dedicar a la Leyenda Artúrica para hablar de la película que posiblemente mejor la ha llevado al medio cinematográfico. Curiosamente este año 2021 se cumplen 40 años de su estreno, por lo que dedicarle una reseña se antoja casi ineludible si queremos que esta jornada dedicada a Arturo, Camelot y los Caballeros de la Mesa Redonda abarque todos los medios posibles. A principios de los 80 John Boorman (1933, Surrey, Inglaterra) ya era un cineasta curtido en mil batallas desarrollando la mayor parte de su carrera en Estados Unidos. A Quemarropa (Point Blank, 1967), Infierno en el Pacífico (1968), Defensa (Deliverance, 1972), Zardoz (1974) o El Exorcista II: El Hereje (1977) engrosaban el currículum de un autor capaz de alternar proyectos muy personales con otros de naturaleza más comercial o alimenticia, aunque siempre con una profesionalidad y afán temerario dignos de elogio. Por eso en 1981 volvió a su Reino Unido natal y allí facturó uno de sus proyectos más ambiciosos, memorables y alabados.





Con guión del mismo John Boorman y su habitual colaborador a la escritura, Rospo Ballenberg, Excalibur se basa en la obra La Muerte del Rey Arturo, escrita por Thomas Malroy en 1485, aunque inspirándose también en otros textos, tomando las consabidas licencias con respecto al escrito del que se eluden, por poner un ejemplo, casi todos los elementos relacionados con el cristianismo. La película fue rodada en Irlanda, cerca del Condado de Wicklow, zona donde el director tiene su residencia, durante 26 semanas del año 1980 y utilizando como algunas de las localizaciones el Castillo de Cahir, el parque nacional de Montañas de Wicklow o la cascada de Powerscourt. Producida por Orion Pictures y distribuida por Warner Bros contó con un presupuesto de más de 11 millones de dólares, recaudando en la taquilla internacional 34 y convirtiéndose así en la decimoctava película más taquillera del año 1981. Su reparto está formado por Nicol Williamson, Nigel Terry, Cherie Lunghi, Nicholas Clay, Helen Mirren, Paul Geoffrey, Gabriel Byrne, Robert Addie, Liam Neeson, Patrick Stewart o Ciarán Hinds entre otros.




El de Excalibur es un caso de casi inexplicable alquimia cinematográfica que pudiera pasar por uno de los conjuros del mismísimo Merlín. Esta afirmación viene dada a que poseyendo poderosas virtudes, que más tarde pasaremos a mencionar y enumerar, tampoco son escasas las carencias o decisiones cuestionables tomadas por John Boorman y sus colaboradores. Los actores sobreactuados declamando más que dialogando sus líneas, que la película fuera doblada en su idioma original tampoco ayuda en este sentido; la exageración teatral de casi todas las situaciones vividas por personajes siempre al límite de la parodia, la condensación de hechos adscritos al mito artúrico resueltos de manera expeditiva o pasajes como el coito entre Uther e Igrayne mientras el primero sigue portando su aparatosa armadura ponen en solfa más de un aspecto del conjunto de la obra. Pero por una extraña alineación planetaria todos los actores exhalan carisma y rotundidad, mientras las intrigas en las que se implican adquieren una naturaleza hipnótica, esa economía en cuanto al desarrollo cronológico fluye de manera orgánica y nunca lastrando el buen discurrir del film y la escena de sexo es una de las más célebres del film.




John Boorman despoja de casi toda lectura romántica o melodramática los escritos de Thomas Malroy e incluso las relaciones pasionales o sentimentales como las de Uther e Igrayne primero y las de Lancelot y Ginebra más tarde destilan una pátina más de perversidad y fatalismo que de amor idealizado. Durante la primera mitad del metraje el tono tenebrista se apodera de la película con un retrato de las Eras Oscuras y el reinado de Uther Pendragon cercano incluso al género de terror gracias a los juegos de luces y sombras por parte de un Alex Thomson epatante con la dirección de fotografía. En la segunda parte, con Arturo portando la corona, la luminosidad, que irradian incluso las armaduras de los Caballeros de la Mesa Redonda, da al largometraje una conceptualidad casi capitular con resminiscencias propias de la literatura. La conjunción plena entre narración y apartado audiovisual desemboca en una propuesta genuina y casi única en su especie dentro del subgénero de la fantasía heróica aplicada al medio cinematográfico.





Posiblemente una obra audiovisual dedicada al Rey Arturo nunca ha alcanzado las cotas de épica que John Boorman imprimió a Excalibur. Pero se trata de una muy particular y nada ortodoxa, la que contextualiza una Edad Media moviéndose entre la ensoñación febril y una realidad áspera, violenta con secuencias de batallas campales salvajes y caóticas representadas por los mismos actores enfundados en las aparatosas armaduras diseñadas por Bob Ringwood. El choque entre el metal refulgente de las corazas con la naturaleza de parajes bucólicos alumbra una amalgama estilística y pictórica de acabado onírico en el que los personajes se mueven como arquetipos adheridos al mito y la leyenda. Todo un compendio de imágenes y sonidos capaces de construir una iconografía que trasciende la pura cinematografía para apelar a la confrontación entre cristianismo y paganismo, monoteismo y politeismo en una batalla de ribetes filosóficos y existencialistas cuya resonancia llega hasta nuestros días.




Ya hemos afirmado que el doblaje y las interpretaciones pretendidamente exageradas parecieran jugar en contra del reparto, pero el resultado, una vez más, no es negativo en manera alguna. Todos y cada uno de los intérpretes parecieran haber nacido para dar vida a sus papeles, desde los más importantes para la trama a los de presencia más testimonial cuya relevancia en el relato es más exigua. Incluso un Nigel Terry aparentemente falto de carisma, fuerza o presencia física como Arturo se gana el favor del espectador con la entrega a un rol cuyo arco dramático gana enteros a pasos agigantados con el paso de los minutos desembocando en el clímax aue supone la recuperación de su salud mediante el Santo Grial. Especial mención para Nicol Williamson ofreciendo una de las versiones más peculiares y tragicómicas de Merlín, una Helen Mirren inolvidable como la maquiavélica Morgana y Nicholas Clay como el íntegro y aguerrido Lancelot. A destacar unos jóvenes Patrick Stewart (Leondegrance), Liam Neeson (Gawain), Gabriel Byrne (Uther Pendragon) e incluso un Ciarán Hinds de 28 años de edad como secundario sin diálogo dando vida a Lot.




Excalibur es una megalómana sinfonía wagneriana de proporciones mastodónticas repleta de ruido y furia, así como un punto de inflexión dentro del subgénero de espada y brujería que la tomaría casi como su epítome más representativo. Tras ella la fantasía heróica conocería una nueva etapa de bonanza con proyectos tan estimulantes y variopintos como Conan el Bárbaro (John Millius, 1982), El Señor de las Bestias (Don Coscarelli, 1982), Lady Halcón (Richard Donner, 1985), Legend (Ridley Scott, 1985), Willow (Ron Howard, 1988) o las incontables variantes y exploits nacidas a rebufo de la versión que el director de Amanecer Rojo (1984) ofreció del cimmerio nacido de la pluma de Robert E. Howard. Aunque su carrera ha sido extensa y llena de altibajos John Boorman nunca volvió a conocer un éxito tan rotundo como el de su octava película detrás de las cámaras. Pero la estela de esta todavía se deja sentir en la actualidad, no sólo en las posteriores adaptaciones de los textos artúricos que languidecen a su lado, sino en otras producciones como la trilogía de El Señor de los Anillos (Peter Jackson, 2001-2003) muy en deuda con esta inabarcable versión del reino de Camelot.



 

sábado, 22 de mayo de 2021

El Ejército de los Muertos

 



Título Original Army of the Dead (2021)
Director Zack Snyder
Guion Zack Snyder, Shay Hatten, Joby Harold
Reparto Dave Bautista, Ella Purnell, Ana de la Reguera, Theo Rossi, Huma Qureshi, Omari Hardwick, Hiroyuki Sanada, Garret Dillahunt, Raúl Castillo, Nora Arnezeder, Matthias Schweighöfer, Samantha Jo, Richard Cetrone




Los fans de Zack Snyder (Green Bay, Wisconsin, 1 de marzo de 1966), los poseedores de sentido común y los que no, están de enhorabuena esta temporada. En el presente año 2021 van a tener la suerte de poder ver dos películas de estreno a manos de su idolatrado mesías del séptimo arte. Si el pasado mes de marzo pudimos disfrutar o sufrir, depende a quien se le pregunte, de su mastodóntica Zack Snyder’s Justice League en HBO Max y HBO, desde el pasado viernes en cines selectos y a partir del día 21 en Netflix todo tipo de espectadores tendrán a su disponibilidad El Ejército de los Muertos, la cinta anclada en subgénero zombie con la que la plataforma de streaming estadounidense ha dado carta blanca al director de 300 (2006) o Watchmen (2009) para que escriba, produzca, fotografíe y dirija a su antojo en el marco de un proyecto con un presupuesto de 90 millones de dólares. Entre teasers, trailers e imágenes promocionales de su versión ¿definitiva? de La Liga de la Justicia de DC Comics Snyder dejaba caer en redes sociales de cuando en cuando algún material de esta Army of the Dead que muchos esperábamos con ganas y deseo de ser la mejor propuesta de este 2021 a manos del sobrevaloradísimo cineasta. En Transgresión Continua hemos tenido la oportunidad de ver en pantalla grande el largometraje y a continuación ofreceremos nuestra opinión del mismo.





Como muchos sabrán Zack Snyder debutó en la dirección con una película sobre temática zombie titulada Amanecer de los Muertos (2004), que no era sino un remake del film homónimo, titulado en España como Zombi, rodado por George A. Romero en 1978 y suponiendo a su vez la segunda entrega de la trilogía sobre muertos vivientes que cambió para siempre, no sólo el celuloide adscrito a esa temática, sino el género de terror en su totalidad. Aunque diluía el mensaje contra el capitalismo y el consumo de la obra primigenia, la versión de Zack Snyder era una magnífica pieza, potenciada por el inteligente guion de un James Gunn pre Guardianes de la Galaxia, que ya desde su visceral arranque enganchaba a un espectador siempre en tensión e incapaz de apartar la mirada de la exhibición de atrocidades conjurada por el cineasta en pantalla. El resultado fue una de las mejores muestras del subgénero de los últimos tiempos y la mejor obra, desde un punto de vista puramente cinematográfico, de su autor además de la muerte de un Zack Snyder mucho menos obsesionado con la grandilocuencia visual que desapareció una vez llegó la ya mencionada 300.




A partir del estreno de su fidelísima y testosterónica adaptación del cómic de Frank Miller nació el Zack Snyder que todos conocemos y cuya impronta, sobre todo visual, sobrevuela el grueso de su filmografía. Ralentís, épica desmesurada, estética de videojuego o cada plano concebido como si fuera el clímax de la obra al que se adscribe conforman toda una serie de señas de identidad que hacen las delicias de sus acólitos y producen vergüenza ajena a sus detractores. Las buenas noticias con respecto a El Ejército de los Muertos son que ha vuelto el Zack Snyder de aquella prometedora ópera primera, siendo el mismo realizador consciente de que recuperar dicha concepción del lenguaje cinematográfico destilado en Dawn Of The Dead es la más adecuada para su segunda incursión en el subgénero. De esta manera sus numerosos tics audiovisuales sólo tienen una presencia testimonial, dejando que un tipo de realización menos megalómana y más práctica se apodere de su último proyecto detrás de las cámaras. Algo que, desde el punto de vista del arriba firmante, se agradece notablemente.




Aunque se enclava en el cine de zombies El Ejército de los Muertos es una heist movie, o lo que es lo mismo, una película de robos o atracos. Snyder y sus guionistas añaden un acertado, aunque no del todo bien aprovechado, subtexto político social sobre las terribles condiciones de vida de los inmigrantes latinos en Estados Unidos utilizando como excusa el virus zombie que asola el país, mientras lanza algunos aguijonazos a la administración Trump que han quedado rápidamente anticuados si tenemos en cuenta que hace medio año del final del mandato del nefasto ex presidente. Esta lectura, muy de agradecer, desgraciadamente sirve de caldo de cultivo para, de manera colateral, conformar uno de los mayores fallos de Army Of The Dead, su tendencia a la sensiblería barata y el dramatismo impostado que tiene como núcleo central el personaje de Kate, interpretado por Ella Purnell. Pero de las carencias de la cinta hablaremos más adelante.




El Ejército de los Muertos no sólo es el regreso XXL de Zack Snyder al celuloide que le dio la fama, también supone su homenaje a muchos de los cineastas que han influenciado en su obra y manera de entender el cine. Además del George A. Romero de su primera trilogía zombie, sobre todo el de El Día de los Muertos (1985), es imposible no pensar en el John Carpenter de 1997: Rescate en New York (1981) con esa misión en una ciudad asediada y repleta de peligros o el de la injustamente minusvalorada Fantasmas de Marte (2001) mediante la estética y manera de obrar por parte de los líderes “Alphas” convertidos en uno de los mayores atractivos del film y cuya relación de amor nos retrotrae también al Brian Yuzna de Mortal Zombie (Return Of The Living Dead III, 1993). Pero mayor peso incluso tiene el James Cameron de esa obra maestra llamada Aliens: El Regreso (1986), secuela del film primigenio dirigido por Ridley Scott a la que se apela directamente con la construcción narrativa y la estética del variopinto y multirracial equipo de cazarrecompensas comandado por el Scott Ward de Dave Bautista.




Desgraciadamente entre los pósters, teasers, trailers o el prólogo del film y esos títulos de crédito que parecieran parodiar los de Watchmen u homenajear a los de Bienvenidos a Zombieland 1 y 2 Zack Snyder nos malacostumbra prematuramente haciéndonos creer que todo su desfile de burradas repletas de sangre y vísceras se van a convertir en la tónica habitual de lo que vamos a ver a lo largo del metraje de El Ejército de los Muertos, pero desgraciadamente no es así. Es ineludible que cuando decide ponerse bestia la cinta del director de El Hombre de Acero (2013) da lo mejor de sí misma, con situaciones cargadas de violencia explícita y humor negro que salpican a la pantalla. Todo ello ejecutado con una precisión milimétrica por parte de su máximo responsable en pasajes como la primera aparición de los “Alpha”, la secuencia de los zombies hibernando o todo lo relacionado con el pasaje de la apertura de la cámara acorazada. El problema es que el excesivo metraje, 148 innecesarios minutos, y la propensión a dar peso a las relaciones interpersonales de los personajes, sobre todo los ya mencionados de Bautista y Purnell, hieren de gravedad el conjunto de la obra.




Por cada breve y efímera escena cafre y de una tensión perfectamente diseñada se alterna otra excesivamente paternalista, lacrimógena y alargada hasta lo anodino. Por suerte esta decisión narrativa no se extiende demasiado al resto de personajes secundarios, porque con los de Bautista y Purnell ya tenemos suficiente. Cada vez que ambos roles discuten, sacan sus trapos sucios o hablan de los traumáticos hechos de su pasado lo único que el espectador está esperando es que todo termine y volvamos a esa acción mucho menos presente en la trama de lo mínimamente exigible. A esto se suma lo profundamente mal que está escrito el personaje de Kate, cayendo en el tópico de la persona que toma una serie de decisiones estúpidas, aunque estén motivadas por una causa noble, sumándose a otros lugares comunes propios del subgénero zombie que Snyder abraza sin prejuicios de una manera bastante cuestionable, causando así que el ya de por sí inconsistente guión también destile aroma a mil veces visto en producciones previas de la misma temática y con mucho mejor resultado. Aunque también es cierto que la endeblez de los guiones de las películas de Netflix es algo que no debería sorprendernos.




No tiene sentido que una producto que utiliza como excusa una felación en carretera como catalizador del devenir de acontecimientos que se desarrollarán a lo largo del metraje o presentando una versión zombie del tigre de Siegfried & Roy a los pocos minutos pase a tomarse tan en serio traicionando su díscolo e iconoclasta punto de partida. Snyder tiene a su disposición todo el material artístico y técnico para construir una macarrada desprejuiciada como muchas de las cintas previamente citadas que toma como referentes, pero su propensión a la solemnidad farragosa y su cuestionable talento para crear vínculos emocionales entre sus criaturas lastran lo que podía haberse convertido en un orgiástico desfile de pólvora, gore, y sangre en sesión continua. No decimos con esto que dichos ingredientes no estén presentes en Army of the Dead, pero sí en unas cantidades muy inferiores a las esperadas y en ese sentido como espectadores no sentimos casi engañados. Aquí hemos venido a divertirnos durante 148 minutos de locura inconsciente y frenética, pero eso Snyder sólo nos lo proporciona en muy pequeñas dosis.




Finalmente Army Of The Dead no pasa de ligero entretenimiento lastrado por sus innecesarias ínfulas dramáticas y una sobredosis de metraje a todas luces excesivo por las causas previamente expuestas. Con una hora menos y concentrando más la acción nos encontraríamos ante una magnífica sucesora de El Amanecer de los Muertos, pero por desgracia el resultado queda años luz de aquella. Con todo Netflix debe estar muy satisfecha con la película si tenemos en cuenta que ya se están preparando dos precuelas. Una en imagen real llamada Army of the Thieves dirigida por Matthias Schweighöfer, actor alemán que interpreta al personaje de Dieter Ludwig y al que volverá a dar vida en este proyecto, y otra animada titulada Army Of The Dead: Lost Vegas que narrará la primera etapa de la pandemia. Nosotros nos quedamos con las ganas de que el tono sanguinolento de puntuales situaciones expuestas en la obra hubieran imperado a lo largo de toda ella y con el deseo de que este Zack Snyder, mucho más artesano talentoso que esteta encantado de conocerse, encuentre un proyecto más estimulante con el que vuelva a esos orígenes en descomposición a ritmo de The Man Comes Around, de Johnny Cash que tanto nos hicieron disfrutar.


viernes, 21 de mayo de 2021

Invencible: Temporada 1, héroe por accidente



"Debes decidir qué tipo de héroe quieres ser"



En el año 2003 Robert Kirkman, que venía del rotundo éxito de The Walking Dead, editó para Image Comics Invincible, una serie regular con la que ofrecía su particular visión del género superheróico acompañado de los lápices de sus compatriotas, los dibujantes Cory Walker (Spiderman: Unlitimed, Punisher: War Journal) Ryan Ottley (The Amazing Spider-Man). El éxito de crítica y ventas a lo largo de los más de 15 años y 144 números de la cabecera protagonizada por el personaje nacido en las páginas de The Savage Dragon 102# (agosto, 2002) hizo que Amazon Prime Video, conocedora del filón con producciones como The Boys, pusiera sus ojos en las aventuras de Mark Grayson con intención de llevarlas al medio audiovisual. Contra todo pronóstico la sorpresa con respecto al proyecto fue que se trataría de una serie, no de imagen real, sino animada.



Con respecto a la creación y desarrollo de la serie en la plataforma han ido sobre seguro contratando los servicios del mismo Robert Kirkman, ejerciendo de showrunner principal y de Cory Walker como diseñador de los personajes en su traslación de la viñeta a la imagen en movimiento. Les acompañan Seth Rogen y Evan Goldberg, duchos en adaptaciones de cómics a series como pudimos ver en la magnífica The Boys, también al amparo de Amazon Prime Video, o en la muy irregular Preacher, que produjeron para la cadena de televisión por cable AMC (Mad Men, Breaking Bad, The Walking Dead). Simon Racioppa, David Alpert y Catherine Winder también forman parte del equipo creativo del proyecto.




Si en el equipo técnico la profesionalidad estaba más que contrastada en el artístico la intención era, no igualarlo, sino superarlo. Porque uno de los mayores atractivos de Invencible es el casting de voces que ofrecen la suya a los personajes y en el que encontramos a Steven Yeun (Mark Grayson/Invencible), J.K. Simmons (Nolan Grayson/Omni-Man), Gillian Jacobs (Samantha Eve Wilkins/Atom Eve), Sandra Oh (Debbie Grayson), Zazie Beetz (Amber Bennett), Zachary Quinto (Robot), Mahershala Ali (Titan), Walton Goggins (Cecil Stedman), Jason Mantzoukas (Red Explode), Seth Rogen (Alien the Alien), Clancy Brown (Damien Darkblood), John Hamm (Steve) o el mismísimo Mark Hamill (Arte Rosebaum) entre otros. Un plantel estelar para dar voz a los personajes que conforman la serie.




Invencible narra las vivencias de Mark Grayson, un adolescente cuyo padre es Nolan Grayson, el alter ego civil del Omni-Man, el superhéroe más poderoso de la Tierra procedente del planeta Viltrum. La historia comienza cuando el personaje protagonista comienza a experimentar las primeras manifestaciones de los poderes extraterrestres que ha heredado de su progenitor. A partir de ese momento la vida personal de Mark chocará frontalmente con la dedicada a velar por la integridad de los ciudadanos en la que conocerá a muchos otros héroes como Atom Eve, Robot o Red Explode sintiendo a su vez la enorme presión de estar a la altura de su padre, un Omni-Man capaz de ocultar más de un secreto que serán desvelados a lo largo de la historia.



El de la serie Invencible es un caso curioso, porque siendo notablemente fiel a la primera gran etapa del cómic creado por Robert Kirkman, Cory Walker y Ryan Ottley, que recientemente recopiló ECC en un tomo con gran éxito de ventas, y manteniendo su esencia intacta no sólo la respeta profundamente, sino que en ciertos aspectos la supera con creces. El cómic homónimo es una colección brillante que fue creciendo número a número haciendo evolucionar a sus personajes y crecer el microcosmos ficcional en el que estos se movían. Pero en el medio audiovisual pareciera como si Robert Kirkman y sus colaboradores hubieran encontrado la fórmula perfecta para llevar un poco más allá la propuesta que él mismo, Walker y Ottley diseñaron para el arte secuencial añadiendo material de cosecha propia que en todo momento juega a favor de la propuesta.



En lo referido al acabado artístico la animación aprueba con nota, aunque es ineludible que con respecto a ella hay ciertos claroscuros algo reprobables. Aunque en líneas generales esa decisión de aportar un tono “amerimanga” funciona de manera notable, ciertamente cuando los personajes no están inmersos en secuencias de acción se percibe un molesto estatismo que resta algunos puntos al conjunto de la obra. Esto se deja notar, más si cabe, cuando esos pasajes repletos de fuerza y violencia salvaje hacen acto de presencia y muestran una ejecución mucho más trabajada. Algo que queda patente en los últimos cinco minutos del primer episodio, una salvajada minuciosamente realizada que nos confirma que Kirkman, Rogen, Goldberg y compañía no tenían intención de suavizar la brutalidad de las viñetas, llegando en ocasiones incluso a aumentar las dosis de la misma.



El perfil psicológico de los personajes sigue las pautas establecidas por Robert Kirkman en los cómics. Si con The Walking Dead consiguió dar una nueva vuelta de tuerca al manoseado subgénero zombie con Invencible hizo lo propio con la icnografía superheróica subvirtiendo los códigos que la cimentaron, sin inventar nada que no hubieran hecho años antes autores de renombre como Alan Moore, Pat Mills, Garth Ennis, Warren Ellis o Mark Millar, pero inyectándole su personal impronta. Sirva como ejemplo Omni-Man, esa versión corrupta de Superman que si en el tebeo era el centro de atención en la serie animada es el inequívoco mejor personaje y el responsable de los momentos más destacados de los ocho episodios que componen la temporada. Todo ello potenciado por la enorme labor vocal a manos de un J.K. Simmons pletórico devorando a todos sus compañeros a los micrófonos.



Con una mezcla impecable entre épica y violencia gráfica, comedia y drama y dos últimos episodios que son una apisonadora audiovisual (la potentísima escena del metro es de una perversidad y crueldad máxima) la primera temporada de Invencible ha supuesto toda una sorpresa que no sólo ha dejado en evidencia a otros productos del subgénero como la bastante cuestionable The Falcon And The Winter Soldier de Disney + y Marvel Studios, sino que posiblemente haya abierto las puertas para llevar a cabo más series animadas de larga duración inspiradas en el mundo del cómic, formato que se muestra perfecto para ello. Por ahora el éxito de Invencible ha sido tal que Amazon Prime Video ha confirmado la renovación de la serie por una segunda y tercera temporada. Visto el resultado de la que nos ocupa un servidor no puede esperarlas con más ganas.