Título Original Star Trek: Beyond (2016)
Director Justin Lin
Guión Simon Pegg, Doug Jung, Roberto Orci, John D. Payne, Patrick McKay, basado en los personajes de Gene Roddenberry
Actores Chris Pine, Zachary Quinto, Zoe Saldana, Karl Urban, Simon Pegg, Anton Yelchin, John Cho, Idris Elba, Sofia Boutella, Joseph Gatt, Deep Roy, Lydia Wilson, Joe Taslim, Adam DiMarco, Ashley Edner, Christian Sloan, Jodi Haynes
En una época en la que las cabezas pensantes de Hollywood están decididas a luchar contra su falta de originalidad por medio de la reinvención o revisión de sagas cinematográficas clásicas la mítica creación de Gene Roddenberry no iba a ser la excepción. En el año 2009 la contrapartida en pantalla grande la mítica serie televisiva Star Trek veía rejuvenecer a la tripulación clásica de la Enterprise a manos del cineasta J.J. Abrams, por aquel entonces famoso productor de televisión (Lost, Alias, Felicity, Fringe) y con sólo un largometraje a sus espaldas, la meritoria Misión Imposible 3. Star Trek recuperaba al capitán Kirk (Chris Pine) al señor Spock (Zachary Quinto) y hacía gala de un extenso reparto de jóvenes actores como Karl Urban (El Señor de los Anillos, Dredd) Zoe Saldana (Guardianes de la Galaxia, Avatar), Simon Pegg (Shaun of the Dead, Hot Fuzz), John Cho (Desafío Total, Solaris), Eric Bana (Munich, Hulk) o el fallecido Anton Yelchin (Fright Night, Terminator: Salvation) y aunque a un servidor le pareció un proyecto fallido consiguió revitalizar el universo trekkie en pantalla grande para una nueva generación de espectadores. Tres años después y con los fans clásicos divididos entre los que agradecían el lavado de cara de la franquicia y los que tildaban de traidor al director de Super 8 por haber “starwarizado” la misma llegó Star Trek: En la Oscuridad, una revisión encubierta de una de las cintas más famosas del universo trekkie, Star Trek: La Ira de Khan, con Benedict Cumberbatch interpretando al ya mencionado villano y ocupando el lugar de Ricardo Montalbán. La taquilla respondió, pero el film, más que su predecesor incluso, dividió a la rama dura de los fans de la creación de Gene Roddenberry tildándola alguno de ellos como la peor película de Star Trek jamás realizada, algo que el que aquí suscribe no comparte, ya que la segunda incursión de J.J. Abrams en la nave Enterprise me pareció muy superior a la primera.
Aunque en su momento dio pie a cierta incertidumbre con respecto al devenir de esta nueva era cinematográfica de Star Trek el hecho de que J.J. Abrams partiera a otra galaxia muy lejana a rodar la magnífica Star Wars VI: El Despertar de la Fuerza el cineasta y su productora Bad Robot no se desvincularon del desarrollo de la tercera entrega que dio continuidad a las dos cintas con las que el productor de Cloverfield insufló nueva vida al microcosmos trekkie. Delegando responsabilidades de dirección en el competente Justin Lin (Fast & Furious) requiriendo los servicios para idear el guión del actor Simon Pegg y Doug Jung (con la intervención no acreditada en el mismo del habitual Robert Orci, Patrick McKayJohn D. Payne), contando con el mismo reparto al que se han añadido rostros nuevos como el de Sofia Boutella en el papel de Jaylah o Idris Elba en el del villano Krall y con el 50 aniversario de la saga como telón de fondo llega a las pantallas de todo el mundo Star Trek: Más Allá, la tercera entrega de la nueva era de la tripulación original de la USS Enterprise y el último largometraje adscrito al microcosmos de la obra ficcional relacionada con la creación de Gene Roddenberry que diera sus primeros pasos en el medio televisivo para marcar época. El resultado para el que suscribe es la mejor entrega de la etapa J.J. Abrams de Star Trek, una cinta de aventuras ejemplar en todos sus apartados que consigue ir más allá (nunca mejor dicho) que sus predecesoras por apelar a una humildad formal para quitarse el sombrero y un uso del homenaje y la metareferencialidad que para sí quisieran otras producciones del Hollywood actual.
Ya el arranque de Star Trek: Más Allá consigue por un lado superar al de Star Trek: En la Oscuridad (que ya de por sí era muy destacable) sin la necesidad de la espectacularidad y el derroche de efectos técnicos de aquel y por otro enamorar al espectador con la broma sobre los Teenaxi que es deudora de un humor genuinamente trekkie. En ese momento la platea ya va notando que algo ha cambiado en esta entrega de Star Trek con respecto a las dos anteriores, como si el hecho de que J.J. Abrams (que por otro lado es un muy competente artesano) abandonara la silla del director dentro de la saga permitiera a esta evolucionar. La nueva secuela apela a un tono más clásico cuando se centra en unos personajes que cada vez son más importantes dentro de las tramas y cuyas relaciones interpersonales van ganando en agilidad y fidelidad a la esencia de las contrapartidas originales de los roles, pero también sabe entregarse al espectáculo grandilocuente (aunque nunca aparatoso) cuando las secuencias de acción hacen acto de presencia y copan el protagonismo del relato. En este sentido Star Trek: Más Allá consigue algo que a las dos entregas anteriores le costó horrores lograr (sólo a medias y únicamente en el largometraje que tenía al protagonista de la futura Doctor Strange como villano) y que aquí ya es un hecho, solidificar un perfecto equilibrio entra claisicismo y modernidad, conseguir que la nueva senda abierta por Abrams en la que prima el fuego de artificio, el ritmo frenético y la aventura espacial sensacionalista siga patente y en el trayecto se amalgame con una recuperada visión más contemplativa, filosófica y humana de las series y películas protagonizadas por William Shatner y Leonard Nimoy durante los primeros años de vuelo de la Enterprise.
Es posible que este equilibrio se deba a la inclusión de Simon Pegg (que recordemos interpreta desde la cinta de 2009 el papel de Scotty) y Doug Jung en el guión que dan nueva vida al estilo de narración de la franquicia. En apalabras del protagonista de la trilogía del Cornetto la intención con Star Trek: Más Allá es realizar un back to basics, una vuelta a las raíces con la que convertir el film en un episodio de la serie clásica en el que la tripulación de la Enterprise deba enfrentarse a un enemigo letal en un planeta desconocido. Esta empresa se consigue totalmente cuando desciframos a lo largo del metraje ese sabor añejo interactuando con una puesta en escena típica del Hollywood de las grande superproducciones del siglo XXI. Pero el libreto va más allá y consigue por medio de la sutilidad y una total justificación argumental utilizar el simbolismo y la iconicidad para dar forma a los no pocos aciertos del largometraje. El hecho de a la media hora de metraje destruir la Enterprise no sólo es un golpe de efecto brillante en cuanto al impacto que supone ver tan mítico transporte espacial ser derribado de manera brutal, también sirve como excusa narrativa para calibrar el nivel de amenaza del villano al que se enfrentarán el Capitán Kirk y su equipo y sobre todo para que el relato pueda acentuar una de las ideas más antiguas y arraigadas del universo Star Trek, que es la idea que defiende a la la tripulación al completo, y no la Enterprise o los altos mandos de la misma, como el núcleo central sobre el que bascula la creación de Gene Roddenberry. Por otro lado la cinta contiene el que posiblemente sea el mejor homenaje al miembro difunto de un reparto (y un mito de la cultura popular) que se haya visto en el séptimo arte en mucho tiempo con la muerte de Leonard Nimoy que es utilizada en la trama para dar nueva forma y desarrollar al Spock al que da vida un Zachary Quinto cada vez más mimetizado con su rol.
Si la llegada de los nuevos guionistas ha supuesto un nuevo/viejo soplo de aire fresco con el cambio de director ha sucedido lo mismo. Aunque con el paso del tiempo J.J. Abrams se ha ido ganando mi respeto como cineasta la llegada de Justin Lin se presenta como todo un acierto de cara a mejorar esta nueva etapa de la franquicia en celuloide. No voy a afirmar aquí que el taiwanes es un gran director, pero sí es cierto que tiene la suficiente versatilidad para rodar tanto entregas de la saga Fast & Furious (la que le ha dado fama y dinero) como algunos de los mejores episodios de la infravalorada segunda temporada de True Detective. El autor de Shopping for Fangs (su poco conocida ópera prima) o Finishing the Game: The Search for a New Bruce Lee da a Star Trek: Beyond lo que necesitaba, un profesional que estuviera más pendiente de ofrecer un trabajo competente dentro de la saga que de inyectar en la misma sus señas de identidad estilísticas. Para empezar, y es algo que yo agradezco encarecidamente, Lin elimina de un tajo los lens flare típicos de Abrams que en las dos anteriores entregas eran un omnipresente recurso visual del todo agotador, por otro lado sólo recurre a la cámara al hombro en algunas escenas de acción, utilzando mayormente la steadicam o el plano fijo a la hora de que los personajes interactúen entre ellos a la hora de intercambiar los diálogos. Siguiendo la tónica del guión el realizador aboga por la alternancia de un clasicismo fluido en las ya mencionadas secuencias calmadas y se entrega al dinamismo frenético, pero siempre bien entendido, cuando las potentes escenas de acción se hacen con la historia y se ven aumentadas exponencialmente gracias a unos efectos digitales sencillamente brillantes.
Star Trek: Más Allá es la perfecta unión de la vertiente clásica (el trasfondo filosófico, esa arcaica nave siendo conducida de manera prodigiosa por la tripulación de la Enterprise, el Diario de Bitácora del Capitán Kirk) con la reformulación que realizó Abrams (acción frenética, batallas espaciales, luchas cuerpo a cuerpo coreografiadas con mucha profesionalidad) para dar la bienvenida a la nueva década y que Justin Lin ha continuado y elevado a la máxima potencia. Con un reparto en el que los actores protagonistas cada vez se hacen más con sus roles destacando la genial, y hasta ahora nada explotada, química entre Spock y Bones gracias a unos soberbios Karl Urban y Zachary Quinto, un Chris Pine cada vez más creible como Kirk, la tristeza que supone saber que no volveremos a ver a Anton Yelchin dar vida a Chejov (y eso que era un personaje que en las dos entregas anteriores pecaba de insoportable) unos nuevos personajes entre los que tenemos la tan letal como entrañable (y poco explotada) Jaylah de Sofia Boutella o el villano Krall que está tan bien perfilado con respecto a sus motivaciones como en lo referido a la potente amenaza física que supone para los protagonistas (a lo que ayuda la rotunda presencia de un Idris Elba cuya fuerza atraviesa los kilos de látex que poco a poco van desapareciendo de su rostro) y un acabado técnico al que no le sobra o falta nada el último vuelo de la USS Enterprise es convierte junto al Jason Bourne de Paul Greengrass y Cazafantasmas de Paul Feig, en uno de los blockbusters más talentosos y completos de este verano que en breve se nos irá de las manos a velocidad de curvatura.
Crítica publicada originalmente en Zona Negativa.
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